suplemento cultural - hp 750

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A los muertos hay que dejarlos vivir: “Había de tener una casa de reposo para los muertos,ventilada, limpia, con música y con agua corriente. Lo menos dos o tres, cada día, se levantarían a vivir” Por: Juan L. Simental Págs: 4 y 5 Borges-Saramago, intermitencias de una misma historia Comunicante Comunicante Comunicante VIERNES 17 DE JUNIO DE 2016 SUPLEMENTO CULTURAL 82 López Velarde hacia “La suave Patria” Rechazó, pese a su fervor maderista, la subversión de su mundo íntimo por culpa de una Revolución incontrolada Rulfo, Príncipe de Asturias “Mi madre se llamaba María Vizcaíno y estaba llena de bondad, tanta, que su corazón no resistió aquella carga y reventó. No, no es fácil querer mucho, Juan” Carlos Fuente Pág. 8 José Emilio Pacheco Pág. 6

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Borges-Saramago, intermitencias de una misma historia

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Page 1: SUPLEMENTO CULTURAL - HP 750

A los muertos hay que dejarlos vivir: “Había de tener una casa de reposo para los muertos,ventilada, limpia, con música y con agua corriente. Lo menos dos o tres,

cada día, se levantarían a vivir”

Por: Juan L. Simental Págs: 4 y 5

Borges-Saramago, intermitencias de una misma historia

ComunicanteComunicanteComunicanteVIERNES 17 DE JUNIO DE 2016 SUPLEMENTO CULTURAL 82

López Velarde hacia “La suave Patria”

Rechazó, pese a su fervor maderista, la subversión de su mundo íntimo

por culpa de una Revolución incontrolada

Rulfo, Príncipe de Asturias“Mi madre se llamaba María Vizcaíno y estaba llena de bondad, tanta, que su corazón no resistióaquella carga y reventó. No, no es fácil querer mucho, Juan”

Carlos Fuente Pág. 8José Emilio Pacheco Pág. 6

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Diseño / Grupo Editorial HADEC

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El 21 de junio de 1929 terminó en México la Guerra Cristera, con los famosos “arreglos” entre la Iglesia y el Gobierno. En realidad no hubo tales arreglos: ni las leyes anticlericales fueron derogadas ni la Iglesia las respetó. Ambas instituciones lo sabían, pero -hasta ahora- nadie dijo nada.

Carta de Octavio Paz a Efraín Huerta

(Murió el 15 de junio de 1996).

“He sido rica y he sido pobre, y les puedo asegurar: es mejor ser rica”, Ella Fitzgerald.

En 1963 hubo el rumor por los círculos literarios de la capital de México

de que Octavio Paz era el autor de una serie de libelos que descalificaban a Pablo Neruda como posible candidato al Pre-mio Nobel. Efraín Huerta, com-pañero de generación de Paz, salió en defensa de su amigo de juventud, pese a llevar años distanciados. Octavio Paz le envió desde Nueva Delhi esta conmovida carta para agrade-cerle su lealtad y apoyo…“Querido Efraín:

“Ya te imaginarás cómo me conmovió tu artículo. Gracias de verdad. Entre nosotros —espero que me creas— te diré que ni me interesa el famoso premio ni creo merecerlo. Si es que los premios se merecen, cosa que tampoco creo. Por supuesto, me gustaría tenerlo pero ni yo me propongo, al escribir, obtener premios ni me parecen éstos garantía alguna acerca del valer de lo que escri-bimos. Los premios no son un juicio: son una casualidad y, a veces, un reconocimiento. Por

todo esto pienso que, aunque no hay que aspirar a ellos, tam-poco se deben rehusar cuando, por azar, le caen a uno en la mano como una fruta.“Tu artículo contiene una alu-sión a un chisme de lo que me enteré hace poco en París. Gra-cias, de nuevo, por tu fraternal defensa. Parece mentira que un hombre y un poeta como Ne-ruda pueda creer en semejan-tes tonterías y, lo que es más infantil, suponer que yo posea influencia sobre los jurados de la Academia Sueca. No conoz-

co a ninguno de ellos. Y ya que toco este tema, debo decirte mi opinión: creo sinceramente que dos escritores latinoamericanos merecerían el premio: Neruda y Borges. Si pienso así ¿cómo podría intrigar contra un poeta que admiro? Una admiración, casi es inútil aclararlo, que no implica aprobación de todo lo que dice y hace…“Te abraza con afecto, tu amigo, Octavio Paz”. (Publicada en El Diario de México, 19 de octubre de 1964; Letras Libres, abril de 1999. Edición Comunicante).

Nomás por hablar de algo...La Efeméride

Junio 14 de 1986, muere Jorge Luis Borges; 15, 1888, nace Ramón López Velarde; 15, 1899, nace Federico García Lorca; 18, 1914, nace Efraín Huerta; 18, 1936, muere Máximo Gorki; 18, 1979, muere Rodolfo Usigli; 18, 2010, muere José Saramago; 19, 1921, muere Ramón López Velarde; 19, 1947, nace Salman Rushdie; 19, 1993, muere William Golding; 19, 2010, muere Carlos Monsiváis; 21, 1905, nace Jean-Paul Sarte; 21, 1947, nace Fernando Savater.

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que no entiendo que mi carro huela a tabaco, incluso, creo que los parabrisas ya están man-chados con nicotina.

¡Cómo es posible que cada vez que enciendo el carro, salgo de inmediato a toser! Le sugiero,

de la manera más atenta, que no fume dentro de él o por lo menos tire el ceni-cero repleto de sus colillas antes de irse. ¿Que no es cierto, que cómo lo supe? Señor, cuando se es mamá de adolescentes se utiliza la intuición al 100 por ciento. Por ejemplo, si llego a mi coche y al recargarme en el

asiento quedo viendo el techo del mismo, por in-tuición creo que “alguien” se recostó (totalmen-te quizá) en él y cuando se enciende el radio toca “La mesa que más aplauda”, no tengo alternativa y pienso automáticamente en usted.

¿Que por qué pienso en usted cuando oigo “La mesa que más aplauda”? Olvídelo, por lo visto su fuerte no es el sarcasmo. Ahora que

es tiempo de lluvias, le especifiqué que me interesaba más que se limpiara por den-tro, por el hecho de que entra agua, lodo,

rejas o sillas rotas por las inundaciones,

algún que otro renacuajo, entre

VIERNES 17 DE JUNIO DE 2016

3SATÍN Y SEDA

Si de horóscopos se trata… toca lavar el carro

Querido lavacoches:Estoy segura de que esta mi-

siva la va a leer, ya que lo conocí cuando estaba leyendo usted el periódico. Hicimos trato de lavar

mi coche y nunca dejó de leer el periódico, y cuando realiza su tra-bajo no despega los ojos de las páginas del medio impreso, pero yo tengo que hablar muy seriamente con usted. Sé que en lo relativo al trabajo, cada cual sabe hacerlo con su propia técnica y estilo, y también reconozco que ni usted se pone a redactar una nota de un bautismo y yo no me meto con el “almorol” de las llantas.

Pero, en afán de perfeccionar y de crí-tica sana para su trabajo, me gustaría ha-cerle unos comentarios. Estoy en contra de los vicios, de hecho, en mi casa los ceniceros se usan como porta-velas y el único alcohol que se ingiere es el de los cho-colates envinados, y con mucha discreción, por lo

¡Cómo es posible que cada vez que enciendo el carro, salgo de inmediato a toser!

otras cosas. Usted me dijo que todo estaba claro, pero no entiendo por qué a partir de ese día dejó de limpiar el auto por fuera. “De todos modos se va a ensuciar”, fue su respuesta cuando le reclamé la primera vez, yo le contesté que ese era mi problema y, ¿sabe una cosa? ¡Sigue siendo mi problema, nunca lo ha vuelto a limpiar!

Otro detalle, no me gustaría acosarlo con problemas, si quiere lo espero y por mientras busque otra página y lea el horós-copo, posiblemente le salga: “Este día cuí-dese de las tiranas y más si usan un coche de color plateado. Su número de la suerte es el 00” (equivalente a lo que va a recibir de sueldo si no se aliviana) y la frase de este día es “Por qué todo yo”.

Cuando le pregunté que si ya se había bañado era solamente para saber sus há-bitos de higiene, nunca le propuse, ¡ni por accidente!, que podía hacer uso de los ba-ños, la cocina y mucho menos llevarse las pastillas de jabón por órdenes de la “seño”.

Créalo que no me gusta mencionar, pero no puede lavar un carro si antes no se baña. Es un pleonasmo, una cacofonía, un accidente gramatical, ¡es una incoherencia! Usted sube al coche, lo lava, le saca brillo, le pone los kilos (y vaya que los kilos) de toda su energía, pero nosotros tenemos que ir con las ventanas abajo durante tres días para disipar el olor de esos “kilos de ener-

gía” que gastó en el trabajo. Bueno, sin otro deseo que el de sa-

ludarlo y manifestarle mi respeto y admiración por su trabajo, no tengo ningún empacho en despedirme de la misma manera en que usted lo hace: “Ahí nos vidrios”.

“Este día cuídese de las

tiranas y más si usan un coche

de color plateado”

¿Qué por qué pienso en usted cuando oigo “La mesa que más

aplauda”?

Nadia Bracho

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VIERNES 17 DE JUNIO DE 2016

Borges-Saramago, intermitencias de una misma historiaPor Juan L. Simental

A los muertos hay que dejarlos vivir: “Había de tener una casa de reposo para los muertos, ventilada, limpia, con música y con agua corriente. Lo menos dos o tres, cada día, se levantarían a vivir”

Junio 14 de 1986; junio 18 de 2010, capítulos del único relato

Intermitencia. Ser, no ser y luego ser de nuevo, otra vez. Sucesión día-noche, noche-día; círcu-lo de los sentidos, como el principio que incu-

ba entre sus brazos el inicio de un fin –uno más-, necesario para volver a comenzar. Es la rueda de la vida: no hay término sino una pausada conti-nuación interrumpida solo por el abismo-instante entre dos extremos que se tocan y se necesitan; uno sin el otro no podría existir. ¿Dónde el co-mienzo si no hubiera su contrario?

La vida y la muerte son la intermitencia mayor. Hay historias así, donde morir es tan solo una po-sibilidad cumplida; sin embargo, no es el fin. Solo muere aquello a lo que se traga el olvido, se ha di-cho tanto, pero es verdad. Y aunque Fuen-tes afirmó: “qué injusta, qué maldita, qué cabrona la muerte que no nos mata a nosotros sino a los que amamos”, quizá es que no nos mata para que seamos exten-sión de la memoria. De no ser así, ¿quién los recordaría a ellos, quién hablaría de ellos, los que –dicen- ya se fueron?

En “La muerte del padre”, Karl Ove Knausgård inicia hablan-do de la muerte, y dice que los vivos repugnamos de ella, nos espanta, ¡tanto!, que in-tentamos –inútilmente- esconderla, meterla deba-jo de la cama. Por eso es que a los muertos en un accidente en medio de la calle se les cubre con una sábana; por eso es que los anfiteatros están en los sótanos y no, por ejemplo, en el tercero o el cuarto pisos de un edificio; por eso es que a los muertos les echamos tierra y los acribillamos con flores; por eso es que los incineramos, como si fuera su voluntad y no la nuestra.

Para Sabines, esa costumbre de enterrar a los muertos es salvaje: “¡Qué costum-bre tan salvaje esta de enterrar a los muertos!, ¡de matarlos, de aniquilar-los, de borrarlos de la tierra! Es tra-tarlos alevosamente, es negarles la posibilidad de revivir. / Yo siempre estoy esperando a que los muertos se levanten, que rompan el ataúd y digan alegre-mente: ¿por qué lloras?

“Por eso me sobrecoge el entierro. Ase-guran las tapas de la caja, la introducen, le

ponen lajas encima, y luego tierra, tras, tras, tras, pale-tada tras paletada, terrones, polvo, piedras, apisonan-do, amacizando, ahí te quedas, de aquí ya no sales…”. (“Qué costumbre tan salvaje”, Sabines).

Hay, sin embargo, historias diferentes…“Al día siguiente no murió nadie. El hecho, por

absolutamente contrario a las normas de la vida, cau-só en los espíritus una perturbación enorme, efecto a todas luces justificado, basta recordar que no existe noticia en los cuarenta volúmenes de la historia uni-versal, ni siquiera un caso para muestra, de que alguna vez haya ocurrido un fenómeno semejante, que pasara un día completo, con todas sus pródigas veinticuatro horas, contadas entre diurnas y nocturnas, matutinas

y vespertinas, sin que se produjera un falleci-miento por enfermedad, una caída mortal,

un suicidio conducido hasta el final, nada de nada, como la palabra nada”. (“Las intermitencias de la muerte”, Saramago).

A los muertos hay que de-jarlos vivir: “Había de tener una casa de reposo para los muertos,

ventilada, limpia, con música y con agua corriente. Lo menos dos o

tres, cada día, se levantarían a vivir”. (“Qué costumbre…”).

Borges y Saramago, dos de esos a los que hay que dejar vivir y que sean sus historias también las inter-mitencias, posibles y afortunadas…

BORGES-Yo soñé esta mañana que me moría…-¡No!…-Y que sentía una gran sensación de alivio. Me

desperté de ese sueño, cuando me moría, sintiéndome francamente feliz…

-Bueno, pero porque había sido un sueño, digo yo…

-¡No, no, no! Porque sentí que me mo-ría, y que eso era una evasión a la liber-tad… (Fragmento de una entrevista que en 1980 da a Soler Serrano, para la tele-visión española. Borges tenía 80 años).

“¿La palabra muerte? Me sugiere… una gran esperanza. La esperanza de dejar de ser. Yo estoy seguro, como mi padre, de morir cuerpo y alma. A veces, me siento un poco desdichado –a todos nos pasa-, sobre todo un hombre que está solo, que está

“¡No, no, no! Porque sentí que me moría,

y que eso era una evasión a la

libertad”

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VIERNES 17 DE JUNIO DE 2016

Borges-Saramago, intermitencias de una misma historiaPor Juan L. Simental

A los muertos hay que dejarlos vivir: “Había de tener una casa de reposo para los muertos, ventilada, limpia, con música y con agua corriente. Lo menos dos o tres, cada día, se levantarían a vivir”

Junio 14 de 1986; junio 18 de 2010, capítulos del único relato

ciego, que tiene desde luego algunos preciosos amigos, pero no muchos, un hombre tímido como yo; a veces me siento triste.

“Pero me consuelo pensando: sí, es cuestión de esperar. Voy a morir y voy a cesar, y qué más puedo querer que eso, qué cosa más grata puede haber que la muerte, que se parece tanto al sueño, que es quizá lo más grato de la vida. Es decir, yo descreo en la inmortalidad pero eso no es una fuente de tristeza para mí sino de felicidad: pensar que voy a cesar…

“Sí. Pero otra vez mi padre me dijo (mi padre era profesor de Psicología): ‘es tan raro el mundo que todo es posible; hasta la Santísima Trinidad’. Como si hu-biera dicho que todo es posi-ble; hasta el unicornio, ¿no?”. (“La vida y la muerte según Borges”, Liliana Heker; ar-chivo.losandes.com.ar, 21 de septiembre de 2003).

SARAMAGO“En la novela (‘El hombre duplica-do’) se da la existencia de otras per-sonas exactamente iguales, pero iguales en todo, es decir, incluso si uno tiene un accidente y queda con una cicatriz, el otro tendrá una cicatriz en el mismo miembro y en el mismo lugar; si uno se deja crecer el bigote, el otro, sin saberlo, hará lo mismo. Son ‘doubles authentics’, no sencillamente

personas que se parecen una a la otra.“La pregunta es esta: ¿cómo pue-

do soportar la existencia de alguien exactamente igual a mí? El hecho de que uno igual exista, de alguna forma usurpa mi propio lugar en el mundo,

me quita espacio (…), pero todo eso poco a poco va en dirección de algo que a lo mejor ni el propio au-tor esperaba al principio, y que el lector no espera: va en dirección a una tragedia, la insoportabilidad de soportar al otro como si fuera el yo. Entonces, la pregunta de quién es el otro no tiene respuesta, y tampoco tiene respuesta la pregunta de quién soy yo. Vamos a vivir, y vamos a vivir lo que tengamos que

vivir, y vendrán otros que siempre tendrán motivos para hacer la misma pregunta,

y no hay respuesta…“Yo no sé quién soy. Hablando

con franqueza total, no sé quién soy. Por qué me dices ‘¿usted quién es?’. Yo empecé por decir que soy José Saramago, soy escri-

tor y soy portugués, pero ¿qué sig-nifica eso? Esas no son respuestas a

la pregunta ¿quién soy yo?“En una novela mía que llamé ‘Ensayo

sobre la ceguera’ hay un personaje, una chica que en un momento determinado pronuncia estas palabras: ‘Hay entre nosotros una cosa que no tiene nombre, y esa cosa es lo que somos’”. (“Lo llama-mos destino. Una entrevista a José Saramago”, Silvia Lemus; nexos, 1 de octubre de 2003).

“Hay entre nosotros una cosa que no tiene nombre, y

esa cosa es lo que somos”

La vida y la muerte

son la intermitencia

mayor

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Creación de un refugio personal, un México íntimo ajeno a aquellos horrores

Rechazó, pese a su fervor maderista, la subversión de su mundo íntimo por culpa de una Revolución incontrolada

Por José Emilio Pacheco

López Velarde hacia “La suave Patria”

“La suave Patria”, su misterio no se ha agotado y aún invita a toda clase de interpretaciones. El Maestro repartía

cientos de miles de ejemplares gratuitos en Hispanoamérica. Uno cayó en manos del joven Borges. Se aprendió de memoria “La suave Patria” y no la olvidó nunca. El ser memorizable es una de las cualidades que la hacen memorable.

Es fama que al morir López Ve-larde Vasconcelos fue al castillo de Chapultepec para conseguir que el gobierno pagara las exequias. Álvaro Obregón, uno de los rarísimos pre-sidentes mexicanos aficionados a la poesía y discreto versificador él mis-mo, amaba a Vargas Vila y a Julio Fló-rez pero ignoraba quién era el muer-to. Vasconcelos le leyó “La suave Patria”. En su siguiente acuerdo minis-terial Obregón la recitó como si la hubiera estu-diado mucho tiempo…

Tlaxcalantongo y despuésTodos se quejaban de Carranza y de

la economía: el kilo de filete que bajo don Porfirio costaba 45 centavos se había vuel-to inalcanzable a un peso con 80 centavos.

En la villa de Guadalupe, Jesús M. Guajardo, el asesino de Zapa-

ta, lanzó contra el convoy presidencial la primera “máquina loca” (locomotora sin conductor). Hubo muchos muertos sobre todo entre soldados y soldaderas. López

Velarde se salvó pero ya no quiso seguir en lo que le pareció con razón una ca-ravana hacia la muerte: in-cesantes “máquinas locas” y ataques de la caballería.

Carranza fue asesina-do por órdenes de Obre-

gón en Tlaxcalantongo. Aguirre Ber-langa permaneció con él y luego quedó prisionero en Tlatelolco. La carrera política y el bufete de abogados se de-rrumbaron. Para la orden mendicante de los poetas mexicanos vivir fuera del presupuesto es vivir en el terror porque no existe ninguna otra posibi-lidad de sobrevivencia. Sin embargo,

López Velarde no quiso incorporarse al régimen del verdugo de Carranza. La situación familiar era precaria. Trabajó en la editorial Cultura de los

Loera y Chávez. Cuando no le queda-ba otro remedio aceptó de Vasconcelos unas clases en la Preparatoria. La Uni-versidad, cordero de Dios que borra los pecados del presupuesto.

En 1921 Obregón se aprestaba a ce-lebrar el centenario de la consumación

de la Independencia y a in-augurar el sistema que duró hasta el 2000. Consciente de que un golpe militar y no un movimiento popular lo ha-bía llevado al poder, inventó que todas las rebeliones an-teriores desembocaban en una sola a la que llamó Revolución Mexicana.

Solemnizar am-bas cosas requería de cuando menos un poema épico. No había nadie que lo escribiera. Para López Velarde el intento era la úni-ca posibilidad de reconciliarse con los vencedores. ¿Cómo hacerlo si su honradez le impedía elogiar al general que jamás perdió una batalla y congraciarse con los asesinos de su jefe que mantenían preso a su amigo y protector Aguirre Berlanga?

Optó por un poema íntimo que en vez de cantar al nue-vo México obregonista se despedía del México destruido por la Revolución. No fue, como algunos quisieron, un se-gundo Himno Nacional. Sin embargo, su encanto y su mis-terio están lejos de haberse agotado en estos años:

Trueno del temporal: oigo en tus quejascrujir los esqueletos en parejas,oigo lo que se fue, lo que aún tocoy la hora actual con su vientre de cocoy oigo en el brinco de tu ida y venida,oh trueno, la ruleta de mi vida.

(Letras Libres, agosto de 2001. Edición Comunicante).

“En el México sin PRI él puede ser

el ‘poeta nacional’ que antes tratamos

en vano de inventarnos”

“Patria, te doy de tu dicha la clave: sé

siempre igual, fiel a tu espejo diario”

Nació en 15 de junio de

1888

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Por Amelia Castilla

Aquel rubio de Albacete

¿Qué tamaño debe tener el amor para ser amor? ¿Quién inspira una obra y cómo se forja el

personaje que evoca un sen-timiento? Beatriz Portinari

o Felice Brauer vivían en la mente de Dante y en la de Kafka. Sabemos que los sonetos de “El rayo que no cesa” no iban dirigidos únicamente a Josefina Manresa, la mujer de Mi-guel Hernández; que Maruja Mallo y María Cegarra también fueron musas del poeta y eso no modifica su valor literario; al contrario, aña-de datos para la construcción de los parámetros de la intraliteratura.

La vida sentimental de Federico García Lorca podría equipararse con alguno de los dramas que escribió. El amor que no pudo ser recorre la obra del autor de “Bodas de sangre”, pero la pasión, convertida en luz y en armonía, se desborda en sus “Sonetos del amor oscuro”, unos versos cuya redacción comenzó en 1935, meses antes de ser asesinado, y que permanecieron in-éditos durante casi cincuenta años, dos fechas significativas en la novela negra en que se ha convertido su vida, pero conocemos realmente quién los iluminó.

La historia nunca acaba de escribirse y ahí radica uno de sus atractivos. A la antología poética de Lorca ahora le falta un romance ocasional y con aire popular. Está escrito en re-dacción primera y única, probablemente con un lápiz azul y rojo de dos puntas: “Aquel rubio de Albacete / vino, madre, y me miró. / ¡No lo puedo mirar yo! / Aquel rubio de los trigos / hijo de la verde aurora, / alto, solo y sin amigos / pisó mi calle a deshora…”. Hace dos meses no se conocía este poema, escrito en el reverso de una factura de Academia Orad del 1 de mayo de 1935 y dedicado a Juan Ramírez de Lucas.

Hasta hace un par de meses, los estudiosos de la obra lorquiana señalaban a Rafael Rodríguez Rapún, secretario de La Barraca, con el que el poeta vivió una relación sentimental frustrada, como el gran inspirador de los “Sonetos del amor oscuro”, pero la última carta de la que se tiene constancia de Lorca, un poema inédito y el testimonio del crítico de arte Juan Ramírez de Lucas, que obra en poder de su familia, sugieren matizar determinados aspectos: ¿Ro-dríguez Rapún fue el gran inspirador o hubo más musas?

En el último año de su vida, Lorca andaba loco por un muchacho con el que pensaba viajar a México. Su amiga la actriz Margarita

Xirgu llegó a mandarle el pasaje, pero el poeta aplazó la travesía hasta conseguir el permiso pa-terno para viajar con su amigo de 19 años. Mientras el menor languidecía en Albacete ante la negativa paterna, el poeta le escribió la que luego se con-vertiría en su última carta de la que se tiene conocimiento, fechada el 18 de julio de 1936, el mismo día del alzamiento nacional. Lo llamaba Juanito y se despedía con un cariñoso e íntimo “de este gordinflón que tanto te quiere”. Entre la fecha del poema y la data de la carta habían transcurrido 14 felices meses. Es probable que alguna

migaja de aquella pasión quedara en alguno de los encendidos ver-

sos en los que destaca la juventud del destinatario y la edad del poeta:

“No me dejes perder lo que he ganado / y decora las aguas de tu río / con hojas

de mi Otoño enajenado”.Con apenas 18 años, Ramírez de Lucas

compaginaba los estudios de administración pública con su soñada vocación artística. Alto,

rubio, hijo de un médico forense y con ganas de comerse el mundo, Ramírez de Lucas en-contró en el Madrid republicano la libertad a la que todo joven aspira. Cuando los presentó Pura Ucelay, él sabía muy bien quién era el

poeta. A los 37 años, Lorca se encontraba en el momento de plenitud de su carrera. Empezaba

a ser traducido a otras lenguas; Nueva York, Bue-nos Aires y La Habana se habían rendido a sus pies.

Poeta en Nueva York se publicó cuatro años después de su muerte, pero los sonetos tardaron casi cinco décadas en hacerse públicos. El material sobre el que trabajó en los últimos días de su vida el autor de “Llanto por Ignacio Sánchez Mejías” les fue entre-gado por la familia Rosales a los Lorca antes de partir para el exilio.

… Sembró por mi noche obscurasu amarillo jazminerotanto me quiere y le quieroque mis ojos se llevó.¡No lo puedo mirar yo!Aquel joven de la Manchavino, madre, y me miró.¡No lo puedo mirar yo!

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“¿La ilusión? Eso cuesta caro. A mí me costó vivir más de lo debido”

“Mi madre se llamaba María Vizcaíno y estaba llena de bondad, tanta, que su corazón no resistió aquella carga y reventó. No, no es fácil querer mucho, Juan”

Por Carlos Fuente

Rulfo, Príncipe de Asturias

El escritor mexicano Juan Rulfo ha obtenido el Premio Príncipe de Asturias de las Letras gra-

cias al voto de calidad del presidente del jurado, Pedro Laín Entralgo. Tras sucesivas votaciones entre los miem-bros del jurado, reunido en Oviedo, no fue posible deshacer el empate entre las candidaturas del escritor mexica-no y el poeta asturiano Ángel Gon-zález. Por indicación de los estatutos de la Fundación Principado de Asturias, que otorga estos galardones, el presidente tuvo que decidir por primera vez en la historia de estos premios.

El jurado ha concedido el premio a Juan Rulfo en “reco-nocimiento de la alta calidad estética, hon-dura, inventiva, acierto y nove-dad expresiva, así como su decisiva influencia en la posterior narrativa de su país y el lu-gar destacado que ocupa en el conjun-to de las letras hispanas”.

Según explicó el presidente, Pedro Laín Entralgo, nada más comu-nicar el fallo, “se llegó en las deliberaciones a una situación comprometida por la existencia de numerosas candidaturas de gran prestigio. Se procedió enton-ces a realizar sucesivas votaciones, hasta que se llegó a un empate entre Juan Rulfo y Ángel González. Un em-pate que muestra la estimación y re-conocimiento del jurado hacia ambos. Los méritos de Ángel González son patentes por su alta calidad estética y

ética. Pero como establecen los

estatutos de este premio, fue necesario que el presidente tuviera que aplicar el voto de calidad. No creo que por este hecho el premio se haya devaluado. Al contrario, equipara las cualidades de los dos candidatos”.

Las candidaturas de Juan Rulfo y Ángel González fueron presentadas el jueves por miembros del jurado, quie-nes ya en las primeras votaciones eli-minaron nombres tan conocidos como

los escritores peruanos Mario Vargas Llosa y Brayce Echeni-que, así como los españoles Guillermo Díaz Plaja, Joan Fus-ter y Carmen Martín Gaite.

M i e n t r a s que para el du-que de Alba, Juan Rulfo es el único escri-tor importante hispanoameri-cano que no se sometió a las p r e t e n s i o n e s

de la editora Carmen Balcells, y que está fuera de las pasiones políticas que caracterizan la nueva literatu-ra de Hispa- n o a m é r i c a ,

para Pedro Laín Entral-

“Desgraciada-mente yo no tuve quien me contara

cuentos”

A Rulfo le bastaron

dos libros, “El llano

en llamas” y “Pedro

Páramo” para inmortalizar su nombre

“Los muertos pesan más

que los vivos; lo aplastan a

uno”

go, director de la Real Academia Española, Rulfo es “uno de los ini-ciadores de la gran narrativa psico-lógica, expresiva y conmovedora. Es uno de los grandes literatos ac-tuales en lengua castellana”.

El autor de “El llano en llamas” y “Pedro Páramo” se enteró de forma oficial de la concesión del premio a las 3.30 de la madrugada de ayer hora de México. Quedó sorprendi-do, dado que en las diferentes can-didaturas que se manejaban él no figuraba. El escritor manifestó: “es una sorpresa muy grande. Yo no lo esperaba, sinceramente. No estaba preparado para recibirlo, es un reco-nocimiento muy valioso. La noticia me ha levantado el ánimo. Estos días había estado deprimido”.

La mujer del escritor protagonizó una curiosa anécdota, según supo este periódico. El hijo de Juan Rulfo, que compraba diariamente los periódicos, quedaba entristecido al leerlos cuan-do observaba que el nombre de su pa-dre no aparecía entre los candidatos al premio. Entonces su madre le dijo: “tranquilo, hijo, que los que viajare-mos a Oviedo el próximo mes de oc-tubre seremos tu padre y yo”. (“Juan Rulfo obtiene el Premio Príncipe de Asturias de las Letras tras em-patar con Ángel González”, nota publicada en El País, el 18 de junio de 1983, un día después del anun-cio. Edición Comunicante).