suplemento cultural - hp 775

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Benjamín Domínguez, el “artífice de los sueños”, llegó del desierto cargado con las artes adivinatorias de los gitanos y los colores de doña Carolina Por: Juan L. Simental Págs: 4 y 5 “El arte no tiene absolutos ni verdad” Comunicante Comunicante Comunicante SÁBADO 16 DE JULIO DE 2016 SUPLEMENTO CULTURAL 86 Kiarostami entre las olas “Cuando te interesas por el sufrimiento de los demás y tratas de expresarlo de manera tal que otras personas puedan sentirlo y comprenderlo, eso es política” Neruda, hasta el más santo peca... A 112 años de su nacimiento, quizá no debiera hablarse de pecados; pero, tal vez, haya un momento en el que se tenga que hablar Juan L. Simental Pág. 8 Diego Galán Pág. 7

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"El arte no tiene absolutos ni verdad"

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Benjamín Domínguez, el “artífice de los sueños”, llegó del desierto cargado con las artesadivinatorias de los gitanos y los colores de doña Carolina

Por: Juan L. Simental Págs: 4 y 5

“El arte no tiene absolutos ni verdad”

ComunicanteComunicanteComunicanteSÁBADO 16 DE JULIO DE 2016 SUPLEMENTO CULTURAL 86

Kiarostami entre las olas“Cuando te interesas por el

sufrimiento de los demás y tratas de expresarlo de manera tal que

otras personas puedan sentirlo y comprenderlo, eso es política”

Neruda, hasta el más santo peca...A 112 años de su nacimiento, quizá no debiera hablarse de pecados; pero, tal vez, haya un momento en el que se tenga que hablar

Juan L. Simental Pág. 8Diego Galán Pág. 7

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Diseño / Grupo Editorial HADEC

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Afirma el dicho que yerba mala nunca muere. Un día, la cantante cubana Celia Cruz dejó su tierra y afirmó: “volveré el día que Fidel Castro muera”. Luego se fue al mundo que le abrió las puertas e hizo de ella una estrella de la música, nada más y nada menos que la Reina de la Salsa. Finalmente, el 16 de julio de 2003 Celia Cruz murió; nunca volvió. El Dictador, con casi 90 años de vida, sigue ahí.

Matar a Díaz Ordaz, misión divina

(Murió el 14 de julio de 2003).

“De lo bueno no se debe probar mucho;

que siempre te quede el deseo”, Compay Segundo.

Era 1970, 46 años atrás, cuando Carlos Castañe-da de la Fuente falló en

su intento de matar a Gustavo Díaz Ordaz para vengar a los jóvenes masacrados por el Ejército en la Plaza de las Tres Culturas.Con apenas la secundaria abierta concluida, Carlos te-nía 29 años cuando decidió el magnicidio, durante el aniversario de la promulga-ción de la Constitución el 5 de febrero de 1970.Castañeda de la Fuen-

te creció con una fuerte formación católica, ya que sus padres fueron cristeros, y cuatro años antes de aten-tar contra Díaz Ordaz trató de convertirse en sacerdote, pero fracasó por no com-pletar los requisitos de la Compañía de Misioneros de Guadalupe.Con los ahorros de todo un año compró una pistola 38 marca Luger en 900 pesos; tres eran las consignas: “detrás de cada movimiento hay un hombre dispuesto a

dar la vida para influir en él”, “sacerdotes que no estén dispuestos a defender a la Iglesia con las armas están derrumbando sacrílegamente el orden impuesto por Dios” y “gastados todos los medios, se usan las armas”.Ese día, pasadas las 10:45 horas, disparó un solo tiro -la pistola se trabó-, pero lo hizo en contra del vehículo del secretario de la Defensa Nacional, Marcelino García Barragán. Para Carlos Castañe-da, “el Ejército era el causante

de tantos católicos muertos en 1968”.Total, fue detenido, tortura-do, confinado 23 años a un hospital psiquiátrico… y luego echado a las calles. Lo último que de él se supo fue que vivía de la mendicidad en la Ciudad de México. Al final, Díaz Or-daz se pudrió en vida y se mu-rió él solito el 15 de julio de 1979, de cáncer colon y asma. (“Joven buscó asesinar a Díaz Ordaz para vengar ma-tanza del 68”, terra.como. Edición Comunicante).

Nomás por hablar de algo...La Efeméride

Crónica Mexicáyotl, palabras del sacerdote Cuauhtlequetzqui: “Id y ved un nopal salvaje, y allí tranquila veréis un águila que está enhiesta. Allí come, allí se peina las plumas, y con eso quedará contento vuestro corazón. (…) ¡El sitio donde ella come y en donde vuelan los peces, donde las serpientes van haciendo ruedos y silban! ¡Ese será México Tenochtitlan, y muchas cosas han de suceder!”. El 18 de julio de 1325 inició la fundación de Tenochtitlan.

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de otro, las blusas del que estaba arriba y puse todo en la lavadora de inmediato con doble por-ción de suavizante de ropa y 27 tapas de cloro. ¿Me faltó algo? ¡Claro! Las 324 maldiciones que vociferaba mientras subía y bajaba las escaleras, teniendo a mis hijos totalmente “atrincherados” en su recámara, esperando que la crisis de los “40 y tantos” le pasara a su mamá.

De inmediato fui al centro comercial más cercano, sin importarme que aún tenía puestas las pantuflas (cuando hay una situación de aler-

ta, nunca he visto que los protagonistas salgan per-fectamente combinados), y en el carrito deposité 17 trampas adherentes para

ratas, ratones, roedores y una para topo, por si las dudas.

El silencio de la cajera, al marcar la mercan-cía, me indicó que “algo estaba pensando” y an-tes que expresara su sentir le aclaré: “sí, en efecto. Como se ha de dar cuenta, tengo un monstruo en mi casa”, y con esto finiquité mi relación comercial con ella y salí de inmediato.

Al entrar a la cocina a preparar mi “embosca-da mortal”, dejé las bolsas en la mesa y… que me encuentro cara a cara con “la cosa más espan-tosa del mundo”. (Yo creo que ella pensó igual, porque corrió la misma distancia que yo para alejarse inmediatamente de ahí).

Esa noche, con absolutamente todas las luces de la casa, veladoras y lámparas de mano pren-didas, pedí información acerca de mi enemigo por Internet, localicé a los mejores exterminado-

SÁBADO 16 DE JUlIO DE 2016

3SATÍN Y SEDA

No hay trauma superado… solo rezagadito

Trauma.- Med. Traumatis-mo, lesión interna o exter-na producida por la lesión

de un agente mecánico, físico o químico. Psic. Choque sentimen-tal o emoción que deja, en el in-dividuo que lo ha sufrido, una impresión duradera y difícilmen-te asimilable. La Pontificia y Real Academia Española.

Trauma.- Etapa recurrente de “mala vibra”, persona que siem-pre trae “una nube gris” sobre la cabeza y le pasa absolutamente todo (malo, por supuesto); agente externo de dos patas, orejón y de cola larga que se mete a la casa en busca de queso y galletas. El siempre asustando, nunca atendido y jamás igualado, El Vulgo.

Sí, efectivamente, fue un ratón en mi casa… “¡Otra vez!”, gritó mi tía cuando le informé que la cocina, el comedor, el medio baño y mi recámara estaban clausurados por tiempo indefinido hasta que diera caza al indeseable roedor.

-Y ahora, ¿cómo paso? -preguntó la pri-ma Ernestina mientras se comía una tostada de pollo, por lo que es-peré a que se defendiera de la lechuga y lograra pasar el bocado.

-No sé -fue mi res-puesta llena de pesadumbre, indicando un total abatimiento y rendición ante mi destino, que era lidiar con los ratones toda mi vida.

-Dicen que los animales llegan si hay bue-nas ondas vibratorias en un lugar; a lo mejor tu casa es un santuario para ellos -sugiere Er-nestina, quien todavía no daba fin a la tostada.

-¿Entonces la casa de Drácula es todo un paraíso de felicidad? ¡Claro que no! -gri-té angustiada. Un ratón es un ratón y este no va a ser la excepción. Me estremezco al recordar la noche anterior (luna llena y las cigarras cantando, para ser más exactos). Entré con la confianza de estar en la seguri-dad de un hogar, abrí el cajón de las pijamas y… ¡las huellas del innombrable estaban por doquier! Solamente me quedó gritar en la quietud de la penumbra: “¡por qué yo, siem-

pre yo!”, y, como poseída por emocio-nes encontradas, saqué todas las pijamas de un cajón, las calcetas

Sí, efectivamente, fue un ratón en mi casa… ¡Otra vez!

res e incluso estudié la anatomía de los roedores; saqué fotografías de cada tipo, a tal grado las memo-ricé que después de 15 minutos te-nía náuseas y malestares. ¡Ahora sí estaba lista! Las especificaciones de sus hábitos indicaban que con regularidad salen de noche a bus-car comida, por lo que, ataviada de negro, bajé las escaleras y esperé acechando con una escoba en la mano y el corazón en la otra…

Hasta aquí mi relato va bien, a menos que se pregunten: ¿dónde están los hombres de la casa? Yo también me hice esta pregunta,

pero recordé que el que tenía más a la mano estaba total y completamente dormido con un muñeco de Batman y con pijama de El Hombre Araña. Desistí de llamarlo y prose-guí sola mi vigilia.

Un ruido; después una especie de araña-zos, me hicieron sentir que nada valía la pena para estar ahí sola en la cocina, por lo que salí de espaldas a la puerta sin saber que el “enemigo” estaba a mis espaldas. Solo alcancé a distinguir una mancha negra que pasó por mi lado y solté la escoba con tan mala suerte (para la rata) que cayó encima de ella, con lo que aproveché esa debilidad para caerle con toda mi humanidad al grito de: ¡muere cana-lla!, al tiempo que practiqué todos los movi-mientos de tai chi, karate y zumba… estaba a mi merced y no iba a tener clemencia.

Después de 12 minutos de alaridos, palabras de venganza, estiradas de pelo y

zapatazos, di fin a mi “combate”. Mi contrin-cante estaba inerte, in-móvil y tremendamente feo. Me di cuenta de que los traumas no son solo meramente fijaciones

psicológicas. Mi trauma existía y constan-temente me recordaba que tenía que supe-rarlo.

Después de esta reflexión, adquirí dos experiencias: una, las ratas no son seres dia-bólicos, se pueden liquidar y solamente hay que anteponer la razón a la locura; dos, una rata es siempre una rata y no dejaré de gritar por el resto de mi vida cada vez que vea una.

Un ruido; después una especie de arañazos, me hicieron sentir que nada

valía la pena estar ahí

Dicen que los animales llegan si hay “buenas

ondas vibratorias”

Nadia Bracho

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“El arte no tiene absolutos ni verdad”Por Juan L. Simental

Benjamín Domínguez, el “artífice de los sueños”, llegó del desierto cargado con las artes adivinatorias de los gitanos y los colores de doña Carolina

“No creo en las vanguardias”, esas en las que la anarquía es la norma

Nació en el 42 del siglo pasado, en el mes tercero, marzo, día 31. Nació en el desierto. En esos

tiempos, Ciudad Jiménez, Chihuahua, era solo un páramo seco, casi en el olvido; era un lugar apartado de todo, en el que el hombre aún inventaba lo que faltaba al mundo y a la vida. Era la tierra del Sol sediento que añoraba la noche y se regocijaba con su bóveda perlada de estrellas. Era el silencio. En el desierto la voz más cierta es la del viento -cuando el viento habla-, esa y la otra, la que murmura en los adentros del hombre.

Allí nació Benjamín Domínguez, en el desierto, donde dicen los ascetas que lo más fértil son las tentaciones, las concupiscencias a las que él no sería ajeno. Una de las primeras fue su amis-tad con los gitanos, aquellos hombres y mujeres estrafalarios, prestidigitadores de artes ocultas, y oráculos y bienaven-turanzas que dejaron en su alma nueva la mitad de la simiente que un día habría de germinar en colores, sombras y luces, sueños e imaginaciones…

“Crecí con los hijos de los gitanos y siempre tuve la cercanía con las artes adivinatorias que los caracterizaban. La quiro-mancia es uno de los temas recurrentes en mi obra”. (“Muere Benjamín Domín-guez, el pintor del dolor y el gozo”, Merry MacMasters; La Jornada, lunes 11 de julio de 2016).

La otra mitad llegaría de una pasión dominante, fru-to de la tentación mayor: el placer de mirar. Adolescen-te ya, pasaba las tardes atis-

bando en los colores que doña Carolina

Un día dudó de lo hecho en la abstracción y decidió volver sobre sus

pasos a San Carlos

Estavillo iba desperdigando por la super-ficie de sus lienzos. Es fácil adivinar un paralelismo entre Benjamín y Silvestre Re-vueltas, quien platicaba que, siendo apenas un niño, escuchaba con tal atención a los músicos de pueblo que su padre, don José, invitaba al patio de la casa en Santiago Pa-pasquiaro, que “terminaba bizco” y “bizco

se quedaba horas”.El joven Benjamín y doña Carolina se hicieron ami-

gos y, gracias a ella, él supo de los maestros grandes de la pintu-ra universal y de sus obras, que conoció en el reverso de las cajas de los cerillos “Clási-

cos”. Entonces fueron sus primeros dibujos. Al

poco tiempo, el talento natural del amigo de los gitanos llamó la atención de los due-ños del cine local, quienes lo contrataron

para que dibujara las carteleras de las películas que exhi-bían…

“Mi encuentro con el cine y la pin-tura se dio a los 13 años; me contrata-ron para pintar los carteles que anun-ciaban las películas, en los cines de mi pueblo. En un for-mato grande pinté a los grandes acto-res de la época; ahí aprendí a pintar y a conocer el lenguaje cinematográfico”.

Era el año del 62 cuando, con 20 a cuestas, Benjamín llegó a la Ciudad de México e ingresó en la Academia de San Carlos. A partir de ahí, fue el inicio de la vida pública de aquel de cuya obra Carlos Mon-temayor diría: “es el dibujo perfecto que ha brotado del mundo”.

LA INEXPRESABILIDAD

El Absoluto, según la metafísica, “apa-rece en su concepto como lo incondi-cionado e independiente. Lo que no es sino ante sí mismo. Cualquier realidad, en tanto que pueda ser considerada como tal, ha de tener una relación de dependencia, en último término, con el Absoluto. Lo Absoluto nos refiere a lo separado (ab-suelto) de toda exis-tencia o de su posibilidad.

“Algunas experiencias con-templativas y artísticas acercan a

Benjamín Domínguez

murió el domingo

10 de julio pasado

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“El arte no tiene absolutos ni verdad”Por Juan L. Simental

Benjamín Domínguez, el “artífice de los sueños”, llegó del desierto cargado con las artes adivinatorias de los gitanos y los colores de doña Carolina

“No creo en las vanguardias”, esas en las que la anarquía es la norma

“Homenaje a Jan van Eyck:

variaciones sobre el matrimonio

Arnolfini”, la obra culmen

dicha experien-cia de lo Absolu-to, pero siempre bajo el prisma de la inexpresabili-dad conceptual y siempre como ex-periencia subjeti-va”. (Wikipedia).

En otras pala-bras, lo Absoluto es también lo de-finitivo porque al ser incondicionado y libre de cualquier dependencia, solo es “ante sí mismo”. Así, Absoluto es también causa y origen. En el arte, sin embargo, no existe lo “ab-suelto” de toda existencia o de su posibilidad.

TIEMPO DE DUDAS

Le recuerdo bien. La convocatoria del Instituto de Cul-tura del Estado de Durango invitaba a “una charla con

el pintor Benjamín Domínguez”. Era la tarde de un domingo, años atrás, en uno de los salones de la Biblioteca Central, en el cerro del Calvario.

Era un hombre serio aunque jovial, entrado en años. Expectante, aguarda-ba al público improvisado: unos pocos reporteros de la fuente, invitados y un puñado de curiosos, esos que nunca faltan cuando la promesa es: “al final se ofrecerá un brindis de honor”.

En el momento indicado, el sonido de sus palabras se hizo en medio de todos.

Dijo de su infancia, de los gitanos,

de doña Carolina y de las carteleras de su cine de pueblo… y del desierto: “soy un hombre que viene del desierto”. Esa fue su carta de identidad, pues gracias al desierto –la mirada en blanco y negro- fue que na-cieron los colores y nació también la razón de su arte.

Luego de San Carlos, al concluir sus es-tudios forma-les, un mar de dudas por de-lante: “¿adón-de ir? ¿Qué sigue ahora?”. Tiempo de carencias, de buscar eso que algunos llaman “futu-ro”, “destino”, “razones para la vida”. Las dudas se irían disipando.

Sus primeros pasos fueron en los te-rrenos de lo abstracto, cuando la imagi-nación se hizo con el mando de su mano sobre el pincel. Lue-go se adentraría en la etapa que haría de su nombre uno entre los nombres de los mayo-res artistas plásticos de México: su propia reinterpretación del Barroco a través de su “Homenaje a Jan van Eyck: variaciones so-bre el matrimonio Arnolfini”. Esa fue la consumación.

LA ASPIRACIÓN MÁS PROFUNDA DELHOMBRE

Benjamín Domínguez no tenía conce-siones consigo mismo; tampoco las con-cedía. Ese día, en la Biblioteca del Cal-vario, dijo sin miramientos: “no creo en las vanguardias”, ese “arte nuevo” en el

Benjamín Domínguez

murió el domingo

10 de julio pasado

que la anarquía es la norma. Luego me atreví y pregunté: “en todas las artes, algunos recurren al uso de ciertas sus-tancias en busca de ‘la inspiración’, ¿qué dice de esto?”.

“No creo en las vanguardias –repi-tió- y tampoco creo en aquellos que tie-nen que ‘meterse algo’ para pintar. En mi

caso, cuando falta el tema, cuando faltan incluso los sueños -la materia fundamental-, voy a los libros. Y para mí el libro princi-pal es la Biblia, el Libro de los Libros. El artista debe te-ner contenido; si no lo tiene, nada tiene para decir. Por eso no creo en aquellos que recu-rren a lo externo.

El arte nace adentro de uno”.Luego fue la frase -lapidaria- que esa tar-

de nos dejó para siempre:-El arte no tiene ab-

solutos ni verdad…-¿Es el arte, pues, un

falso artilugio o una po-sibilidad en la que todo cabe…?

-No. En el arte cabe solo aquello que eleva el alma del hombre. No hay absolutos porque la posi-bilidad de las formas, de

los colores, para elevar el alma es infinita. Y aunque hay obras que mucho podrían pare-cerlo, no existe la obra “definitiva”.

-…-Si lo Absoluto es aquello que “solo

responde ante sí mismo”, el arte –de ma-nera afortunada- responde a la aspiración más profunda del hombre en torno a lo be-llo y a lo trascendente; a la pregunta más íntima acerca de sí mismo y de su propio misterio.

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“La realidad tal vez no esté en todo lo que me

imagino. Tal vez no existe, de hecho. Tal

vez solo existe como un anhelo”

“Probablemente el mayor artista de cine, en definitiva, desde la invención de la

cámara de cine”, Woody Allen acerca de Bergman

Nació en Upsala, Suecia, el 14 de

julio de 1918

“El miedo nos hace buscar una imagen salvadora y esa imagen es Dios”

“En el cine no puedes arriesgarte a mostrar ni un minuto malo. En el teatro es más bien un proceso. Si no sale bien, intentamos mejorarlo y cada día sale mejor.

Pero el cine es distinto”

Por Enrique Krauze

Ingmar Bergman, la libertad de las marionetas

“Ningún arte traspasa nuestra conciencia como el cine; solo el cine toca directamente nuestros

sentimientos hasta llegar a los oscu-ros recintos de nuestra alma”, decía Ingmar Bergman.

En sus películas –que he vene-rado toda mi vida–, pocos cuartos más oscuros que los del amor con-yugal. El marido en “Escenas de un matrimonio” tiene, o parece tener, el vínculo perfecto y la familia ideal; pero justo en el cenit de la armonía cae en el vértigo del deseo, un deseo irracional, fantasioso, ab-surdo, narcisista pero ineluctable, que desencadenará su caída. Su de-cisión ha sido libre, pero su acto lo precipitará en un dédalo de fatali-dad, como si un titiritero manejara a partir de entonces los hilos de su destino. Su acto de libertad lo ha vuelto esclavo.

El libreto avan-za, implacable. En una dialéctica pun-tual, el péndulo del amor oscila cada vez más doloroso, sangriento y reve-lador. Expulsados del Edén, ambos esposos crecen en la dicha y la des-dicha y al final se encuentran, fur-tivamente, en una cabaña solitaria donde el titiritero del destino los ha arrojado. Mutilados de sí mismos, sa-ben que no hay marcha atrás. El peso karmático de su separación –cada acto, cada palabra, cada silencio– los condena. Y sin em-bargo, perdida la es-peranza, en alguna zona profunda de sus vidas, se quie-ren y se reconocen, se perdonan.

¿Por qué el ma-rido de “La vida

de las mario-

netas” –apuesto, rico, feliz– rompe su vínculo, asesina a la prostituta y termina abrazando al pequeño oso de peluche en un hospital psiquiátrico? En su caso no lo ha movido el deseo, sino un impul-so ciego, inde-terminado. El psicoanalista que lo atiende (que al mismo tiempo se acuesta con su esposa) en-cuentra una hipótesis: ha matado vicariamente a la madre posesiva. Pero en el fondo sabe muy bien que los motivos últimos de su paciente y víctima permanecerán ocultos, y lo sabe no por compensar su falta o librarse de su culpa vulgar, sino

porque descree del psicoanálisis y de sí mismo. Sabe que no hay modo de explicar la conduc-ta humana. Los hombres arruinan su vida por razones insondables.

¿Somos libres? Tenemos la libertad de las marionetas. Pero el caprichoso ti-tiritero que nos mueve descansa por mo-mentos. Y en esos intersticios se cuela un

soplo posible de felicidad.En el cine de Bergman esos espacios de luz adoptan di-

versas formas: el asombro de los niños, la misericordia de los hombres, la ternura femenina, la pasión de los aman-tes (como la gozosa complicidad de la abuela, en Fanny y Alexander, con su viejo amante judío, el tío Isaac), pero sobre todo los festines, como aquella inolvidable cena de Navidad –en la misma cinta– que fugazmente

disuelve las envidias, los celos, los agravios antiguos, las heridas, las muertes. Ante los comensales, el per-sonaje –lascivo, inso-

portable, adorable– levanta la copa, pronuncia palabras conmovedoras, y (como el cruzado del “Séptimo sello”) brinda por la vida.

El tiempo se detiene. El cine se toma una fotografía.

Luego el titiritero despierta, reto-ma los hilos, vuelve la oscuridad. (Le-tras Libres, septiembre de 2007).

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“Mi película ideal sería como un crucigrama con espacios vacíos que debe rellenar el espectador”

“Cuando te interesas por el sufrimiento de los demás y tratas de expresarlo de manera tal que otras personas puedan sentirlo y comprenderlo, eso es política”

Por Diego Galán

Kiarostami entre las olas

El entonces joven di-rector italiano Re-nato de María pre-

sentaba a concurso en San Sebastián su opera prima, “Hotel Paura”, y estaba de los nervios porque en el jurado oficial uno de sus miembros era Abbas Kia-rostami, para él la leyenda viva del cine. Hasta el pun-to de que para su propia película se había sentido inspirado por el maestro iraní, no tanto en la temá-tica como en su concepto ético del realismo.

“Hotel Paura”, desgra-ciadamente no vista en Es-paña, cuenta la decadencia de un ejecutivo de éxito –que tras perder su trabajo y su familia acaba mendigando en la calle– y lo hace con dignidad moral en la na-rrativa similar a la del cine de Kiarostami: “la precariedad del individuo ante una estructura social llena de opacidad”, como se escribió en Quadern de cinema.

El caso es que, nervioso ante su estreno, De María saltó de la cama de madrugada y deambuló por las calles hasta salirse del casco urbano y llegar hasta el extremo rocoso de la playa. Y allí vio, como una ensoñación, en contraluz, al propio Kiarostami armado con una cámara fotográfica y observando el estruendo de las olas entre las rocas.

Sobrecogido, el italiano se quedó admirán-dole como “un dios en lenguaje permanente con las aguas”, según contó luego, pero sin atre-verse a decirle nada por ser miembro del jura-do. Cuando días después se le contó a Kiaros-tami la anécdota, él prometió enviar las fotos que había hecho esa madrugada. Nunca lo hizo. Quizás no pudo mandarlas desde Irán o puede que se le olvidara.

Era Kiarostami un hombre misterioso, casi siempre callado, lo que enervaba a otros jura-dos, que pocas veces oían su opinión sobre las películas que estaban viendo, ni siquiera sobre “Hotel Paura”.

Cordial, elegante, eso sí, pero ensi-mismado tras sus gafas oscuras, quizás pensado en cómo

“Creo firmemente en el método de Bresson de

crear mediante la omisión, y no la adición”

“La mejor forma de cine es aquella que

plantea interrogantes al espectador”

Murió el 4 de julio pasado

podría plasmar en el cine aquellos retazos de rea-lidad, aquel bramido de las olas. O escudriñando a los espectadores en lu-gar de las películas, como hizo luego en Shirin, en la que solo mostraba los rostros emocionados de unas mujeres iraníes mientras veían un melo-drama en la pantalla, que a los espectadores reales nunca se nos mostraba.

Examinar la realidad transformada en cine era uno de sus objetivos. Lo logró muchas veces. (El País, 7 de julio de 2016).

EL POETA DE LAS COSAS

“Cuando los jóvenes estudiantes de cine o recién egresados descubrimos el cine de Kiarostami, sentíamos que había alguien

que nos hablaba en nuestro mismo idioma y con nuestras mis-mas armas. La aparente sencillez de su cine nos hizo creer que nosotros también podíamos hacer películas prácticamente con nada. Obviamente, esa sencillez disimulaba la complejidad de

un universo filosófico y poético que no era tan fácil de imitar. Pero no nos impor-tó. Valía la pena animarse…

“Son muchas las escenas que siempre recordaremos del cine de Kiarostami, pero me quiero quedar, ahora, con el episodio de ‘Five Dedicated to Ozu’ en el que una ramita es arrastrada por la corriente del mar. Un solo plano, una ramita y la orilla de un mar sin gente le alcanzan para gene-

rar una proeza narrativa.“Sin simbolismos ni metáforas, el viaje

de la ramita genera en el espectador atento y paciente una emoción que puede recono-cer, pero no puede nombrar. Esa imprecisa sensación de estar frente a algo hermoso pero indescifrable es la poesía”. (“El poe-ta de las cosas”, Juan Villegas; La Agenda, Buenos Aires; 8 de julio

de 2016. Edición Comunicante).

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eres como una nube / y tu color y for-ma son como yo los quiero. / Eres mía, eres mía, mujer de labios dulces, / y viven en tu vida mis infinitos sueños. / La lámpara de mi alma te sonrosa los pies, / el agrio vino mío es más dulce en tus labios. / ¡Oh, segadora de mi canción de atardecer, / cómo te sien-ten mía mis sueños solitarios! / Eres mía, eres mía, voy gritando en la brisa / de la tarde, y el viento arrastra mi voz viuda. / Cazadora del fondo de mis ojos…”.

LA VIOLACIÓN

En su libro-diario “Confieso que he vivido”, Neruda mismo confiesa lo que sucedió con una “sirvienta de la raza tamil, la casta social más baja del país”: “una mañana, decidido a todo, la tomé fuertemente de la muñeca y la miré cara a cara. No había idioma alguno en que pudiera hablarle. Se dejó conducir por mí sin una sonrisa y pronto estuvo desnuda sobre mi cama. Su delgadísima cintura, sus plenas ca-deras, las desbordantes copas de sus senos, la hacían igual a las milenarias esculturas del sur de la India. El en-cuentro fue el de un hombre con una estatua. Permaneció todo el tiempo con sus ojos abiertos, impasible. Hacía bien en despreciarme”.

Decidir entre los dos Neruda, el poeta o el hombre de carne y hueso, es cosa de cada cual. A final de cuentas, la sentencia puede que sea universal: ya no somos los de entonces.

(Fuente: “Plagio, violación y abandono paterno: Pablo Neruda y los tres episodios más oscuros de su vida”, eldesconcierto.cl; 12 de julio de 2016).

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“Puedo escribir los versos más tristes esta noche”

A 112 años de su nacimiento, quizá no debiera hablarse de pecados; pero, tal vez, haya un momento en el que se tenga que hablar

Por Juan L. Simental

Neruda, hasta el más santo peca...

En algún momento de la vida hay presencias que se vuelven necesarias. Entre todos, hay

uno, especial: el tiempo de “las pri-meras veces”, como el primer amor, el primero entre los besos, las prime-ras palabras con las que se declaró la pasión original. En momentos así, hay presen-cias indispensa-bles… como la de Neruda.

Quién no cometió alguna vez fe-briles plagios de sus palabras, balbu-ceos inocentes –con alevosía y venta-ja- para decir del más puro entre los amores, ese que –se creía- habría de ser para siempre. Haya sido o no, la voz del Nobel fue la propia voz: “pue-do escribir los versos más tristes esta noche… ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero”.

Pero incluso presencias como la suya

han sido también humanas, como las de todos, aunque de ello se diga poco. Y es que hasta el más santo peca siete veces al día. Neruda también lo hizo.

A 112 años de su nacimiento (12 de julio de 1904), quizá no debiera hablarse de los pecados de Neruda; pero, tal vez, haya un momento en el que se tenga que hablar.

EL MAL PADRE

Pablo Neruda tuvo una hija, Malva Marina, quien nació el 18 de agosto de 1934, y nació con una “severa hidro-cefalia”; Neruda la abandonó cuando

ella tenía solo dos años, dejó incluso de mantenerla. La ma-dre de Malva Marina fue María Antonieta Hagenaar.

Alguna vez él se refirió a ella a través de una carta que escribió a una amiga, Sara Tornú: “mi hija, o lo que yo de-nomino así, es un ser perfectamente ridículo, una especie punto y coma, una vampiresa de tres kilos”. Murió a los ocho años, en Holanda.

La única referencia que al parecer hizo de ella está en tres poemas: “Maternidad”, “Oda a un lamento” y “Enfer-medades en mi casa”.

EL PLAGIO

En 1935, Vicente Huido-bro confrontó en la revista “Vital” el “Poema 30” de Rabindranath Tagore y el “Poema 16”, de “20 poemas

de amor y una canción des-esperada”, de Neruda. Solo

hay que leer…Poema 30: “Tú eres la nube

crepuscular del cielo de mis fan-tasías. / Tu color y tu forma son los

del anhelo de mi amor. / Eres mía, eres mía, y vives en mis sueños infi-nitos. / Tienes los pies sonrojados del resplandor ansioso de mi corazón, / ¡segadora de mis cantos vespertinos! / Tus labios agridulces saben a mi vino de dolor. / Eres mía, eres mía, y vives en mis sueños solitarios. / Mi pasión sombría ha oscurecido tus ojos, / ¡ca-zadora del fondo de mi mirada! / En la red de mi música te tengo presa, amor mío. / Eres mía, eres mía, y vives en mis

sueños inmortales”.Poema 16: “En mi cielo al crepúsculo

Si hasta el más santo peca siete veces al día, ¿por qué

Neruda no?

Decidir entre los dos, el poeta o el hombre de

carne y hueso, es cosa de cada cual