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Pit volorep udipsanis quunt dipsam asitatqui inctum velic toreperi accum vitempo sanimil ipsum qui voluptis AT IL MAGNAM FUGA. PA VELIA VOLESTEM MAGNAM FIRMA Cargo 2.XXX. X-X de mes de 2010 PLIEGO “Estamos ante una profunda crisis de fe, ante una pérdida de sentido religioso, que constituye el mayor desafío para la Iglesia de hoy”. El diagnóstico de Benedicto XVI nos obliga a responder a una pregunta que no es nueva: ¿sigue siendo la fe la posibilidad más radical y humana para el hombre, justo en un momento en el que este parece alcanzar sus deseos por caminos más mundanos y secularizados? Más allá de la respuesta, lo que aquí nos interesa es la pregunta misma por esa posibilidad de la fe, lo cual nos permitirá descubrir la situación nueva que vivimos: la increencia como mentalidad dominante y una sociedad donde lo que se cuestiona, precisamente, es la fe en Dios. CRISIS DE FE ÁNGEL CORDOVILLA PéREZ Universidad Pontificia Comillas 2.852. 15-21 de junio de 2013

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“estamos ante una profunda crisis de fe, ante una pérdida de sentido religioso, que constituye el mayor desafío para la iglesia

de hoy”. el diagnóstico de Benedicto XVI nos obliga a responder a una pregunta que no es nueva: ¿sigue siendo la fe la posibilidad

más radical y humana para el hombre, justo en un momento en el que este parece alcanzar sus deseos por caminos más mundanos

y secularizados? más allá de la respuesta, lo que aquí nos interesa es la pregunta misma por esa posibilidad de la fe,

lo cual nos permitirá descubrir la situación nueva que vivimos: la increencia como mentalidad dominante y una sociedad donde

lo que se cuestiona, precisamente, es la fe en Dios.

CRisis De fe

Ángel CoRdovIllA PéRezUniversidad Pontificia Comillas

2.852. 15-21 de junio de 2013

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Una crisis culturalel principal punto de ruptura, la grieta que, avanzando cada vez más, amenaza la estabilidad del edificio entero de la fe católica? no hay lugar a dudas para el cardenal Ratzinger: lo que ante todo resulta alarmante es la crisis del concepto de Iglesia, la eclesiología”4. Para Ratzinger, la raíz de la crisis estaba entonces en la pérdida del sentido auténticamente católico de la Iglesia, pensando sobre todo que esta es una creación humana, no la Iglesia de dios. desde aquí, abogaba por una auténtica y verdadera reforma de la Iglesia. en los años sucesivos, Ratzinger ha ido mostrando que esta crisis, cifrada entonces eclesiológicamente, era en realidad más radical y profunda. Se trataba de una crisis de dios, que afectaba no solo a la reforma de la Iglesia, sino a la verdad misma del cristianismo, a su misma pretensión de verdad en una sociedad post-moderna, post-secularizada y post-cristiana5. Ya como papa, se ha referido a esta crisis de fe con las siguientes palabras: “Como sabemos, en vastas zonas de la tierra, la fe corre peligro de apagarse como una llama que no encuentra alimento. estamos ante una profunda crisis de fe, ante una pérdida de sentido religioso, que constituye el mayor desafío para la Iglesia de hoy. Por tanto, la renovación de la fe debe ser la prioridad en el compromiso de toda la Iglesia en nuestros días”6. esta fue la razón por la que Benedicto XVI nos convocó a un Año de la fe, tal y como se extrae de su carta apostólica Porta fidei: “Mientras en el pasado era posible reconocer un tejido unitario de la fe, ampliamente aceptado en relación al contenido de la fe y a los valores inspirados por ella, hoy no parece que sea ya así en vastos sectores de la sociedad a causa de una profunda crisis de fe que afecta a muchas personas”7.

otro teólogo alemán, eugen Biser, sucesor de Romano Guardini en la cátedra de cosmovisión cristiana del mundo en la Universidad de Múnich, nos ofreció también a principio de los

años 90 su pronóstico de la fe como una orientación para la época post-secularizada. Como siempre que se hace un análisis y un diagnóstico, a la vez proponía una terapia para solucionar lo que él llamó una “herejía emocional”. Para este autor, el problema fundamental de la fe no se refería a una herejía doctrinal ni moral, sino que se trataba de un estado de ánimo generalizado. el teólogo alemán ya hablaba de una crisis global de la fe en un sentido genérico, no solo religioso, caracterizada fundamentalmente por el derrotismo. Como Ratzinger, también se refería a la crisis de la Iglesia, aunque subrayaba ya cómo estábamos en el final de una época (guardini y Lyotard), con el consiguiente cambio histórico de la fe. el ánimo generalizado ante esta situación era, según el autor, la desazón y la resignación no solo por la crisis dentro de la Iglesia, sino por percibir la insignificancia que tiene ya la fe en la vida cotidiana del hombre concreto. A

la palabra crisis describe la situación histórica contemporánea: crisis económica, crisis cultural,

crisis moral, crisis religiosa, crisis de fe, crisis de dios… originalmente, esta palabra griega significaba la situación crítica a la que llegaba una enfermedad para sanar de una vez o conducir definitivamente a la muerte. la crisis es un momento culminante y decisivo. Una situación hace crisis cuando de alguna forma nos encontramos en un cruce de caminos donde tenemos que decidirnos en una dirección o en otra. Hoy todo está en crisis, en el sentido en que nos encontramos en el final de un mundo, de una época, y en el comienzo de otra1. no sabemos bien dónde terminaremos, pero sabemos que nuestro mundo no será como antes. en este sentido, podemos decir que, antes que una crisis de fe, económica, social o de cualquier otro tipo, la crisis es cultural, es decir, del humus en el que el ser humano se encuentra.

I. INFORME Y PRONÓSTICO DE LA FE

la expresión crisis de fe no es de ahora ni es nueva. en el ámbito de la teología llevamos años utilizándola para describir la situación de la fe en europa en la última mitad del siglo XX. en este contexto, hay que recordar dos análisis sobre la situación de la fe realizados a finales de los años 80 e inicios de los 90, que ya asumieron esta expresión como síntoma y enfermedad de una época. Me refiero al Informe sobre la fe de Vittorio Messori en entrevista con el cardenal Joseph Ratzinger2 y al Pronóstico de la fe realizado por el teólogo alemán Eugen Biser3.

en la primera obra, el cardenal Ratzinger ya se refería de una forma valiente, en un contexto todavía entusiasta, a una crisis religiosa y de fe, aunque esta se cifraba eclesialmente. la raíz de la crisis estaba entonces en la idea de la Iglesia: “estamos, pues, en crisis. Pero, ¿dónde está, a su juicio,

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esto es a lo que el autor llamó “herejía emocional”. He aquí sus palabras: “la fe no corre peligro con una interpretación equivocada del dogma ni con un comportamiento moral deficiente, sino que, ateniéndonos a la experiencia general, el peligro mayor deriva sobre todo del derrotismo religioso, que no otorga a esa fe energía alguna capaz de configurar vida en el futuro, a la vez que lo desconcierta en forma de crisis de desconfianza”8. Mientras que la fe tiene que ser fundamento para vivir con coraje y confianza en medio del mundo, fuerza para superar angustias y miedos, sentimos que ya no tiene capacidad para otorgarnos fundamento y confianza. no obstante, el autor no se queda en esta perspectiva pesimista. Su objetivo es superar este ofuscamiento de la vista y herejía emocional, salir de esta situación asumiendo el cambio histórico de la fe concentrada en Jesús de Nazaret, haciéndose así más viva, eficaz y trasparente.

II. SOBRE LA POSIBILIDAD DE LA FE HOY

Cuando todavía estábamos celebrando el Concilio vaticano II, ya Karl Rahner, quizás el gran teólogo católico del siglo XX, se atrevió a preguntarse en alto por la posibilidad de la fe hoy (26 de junio de 1962)9. Hoy quizás esta cuestión nos parezca irrelevante, pero el título de su conferencia mostraba un cambio sustancial en la cuestión de la fe. Si durante siglos la fe había sido lo evidente, el presupuesto común desde el que todos, creyentes y no creyentes, vivíamos, este tejido unitario comenzaba ya a resquebrajarse. en esa situación, Rahner se preguntaba si era posible la fe en dios en un mundo moderno, plural y democrático. ¿Sigue siendo la fe la posibilidad más radical y humana para el hombre, precisamente en el momento en el que este parece alcanzar sus deseos por caminos más mundanos y secularizados? la

respuesta del teólogo alemán es, obviamente, que la fe es posible como decisión personal ante el Misterio incomprensible que llamamos dios, con honestidad humana e intelectual. Pero, más allá de la respuesta, lo que nos interesa es la pregunta misma por la posibilidad de la fe, ya que nos permite descubrir la situación nueva que vivimos. en realidad, ella muestra un auténtico cambio de paradigma en el terreno de la fe que en los últimos 50 años se ha agravado. la fe en dios ha dejado de ser evidente y asumida como un hecho normal y cultural. la fe ha dejado de ser una realidad pacíficamente asumida desde la que nos preguntábamos extrañados por el ateísmo y la indiferencia. esta situación se ha invertido.

Hoy, el fondo común y la mentalidad dominante es la increencia, y lo que se cuestiona precisamente es la fe en dios. no un contenido determinado, sino su verdad y posibilidad misma para el ser humano. Y lo que es más difícil de atajar. Algunas veces esta increencia se hace de una forma explícita, atea, agresiva (nuevo ateísmo), aunque la mayoría de las veces, y la más mayoritaria, es la asunción de estos principios de una forma inconsciente, implícita e indiferente. es una atmósfera, un ambiente, un aire. en terminología bíblica de la Carta a los efesios según la interpretación de H. Schlier, “los cielos” en donde nos es dada la bendición de dios en la persona de Cristo (ef 1, 4) o “los principados y las potestades de este mundo” a las que el cristiano tiene que hacer frente con la coraza de la fe y la espada de la palabra (cfr. ef 6, 12)10.

III. EL CONCILIO VATICANO II Y LA TEOLOGÍA PASTORAL POSCONCILIAR

el Concilio vaticano II, así como la pastoral y la teología de la segunda mitad del siglo XX en europa, ha estado volcado en mostrar de forma real y concreta esta posibilidad de la fe como realización plena del ser humano, y no como un camino alternativo a su humanidad, en el fondo, alienador

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y consecuencias. la atención explícita a la fe en su dimensión religiosa, espiritual, teologal, divina no significa un repliegue hacia nosotros mismos, sino una apertura más radical al dios que se ha revelado en Jesucristo y se nos ha dado en el espíritu.

IV. LA ACTUAL CRISIS DE FE

Como ya hemos dicho más arriba, la crisis de fe es cultural, es decir, del humus en el que el ser humano se encuentra. no es tanto una actitud determinada contra ella, sino una atmósfera que ha terminado siendo una mentalidad. esto hace que no pueda ser analizada en una dimensión exclusiva o unidireccional, y ni mucho menos puede ser achacada a la vida y pastoral de la Iglesia nacida del Concilio14. en este sentido, no es una crisis que afecte tanto al contenido de la fe, sino más bien a la gramática de la fe, es decir, al presupuesto de la fe y al lenguaje en el que se formula. no hay un problema de herejías doctrinales, sino de indiferencia existencial en torno a la fe y a su forma explícita de confesión eclesial. la cultura y el andamiaje social sobre el que se asentaba la fe cristiana, como un conjunto unitario o base común, se ha roto. es verdad que, desde el punto de vista del contenido de la fe, asistimos a un momento de ignorancia, confusión y ambigüedad. Pero este es, en realidad, un problema menor. Hay algunos aspectos que podemos señalar con preocupación: la comprensión de un dios a-personal como energía del universo o aliento vital; una afirmación de la fe en la creación difícil de conjuntar con los datos que nos ofrecen

cristianismo nos han sobrepasado y en el fondo sorprendido.

esta centralidad de la pastoral de la segunda mitad del siglo XX también ha traído consecuencias para la vida cristiana. Con esto no quiero decir, ni mucho menos, que la crisis de fe haya sido causada por el vaticano II, ni siquiera por su recepción posterior. la crisis ya estaba instalada en europa, y el vaticano II quiso ser ya una respuesta a ella13. Pero, por este vuelco y atención generalizada en la pastoral y situación espiritual de la Iglesia a los segundos aspectos de los binomios que hemos mencionado antes, se ha ido produciendo lenta e imperceptiblemente una pérdida en la comprensión de la fe en su dimensión espiritual y religiosa más genuina, desplazándose hacia sus implicaciones prácticas, históricas, mundanas. Poco a poco, sin darnos cuenta, hemos perdido de vista su virtus teologal. Podríamos decir que en la pastoral hemos pasado de estar pendientes de la raíz a estarlo de sus frutos. esto, aunque no puede ser esgrimido como única causa, de hecho, ha llevado a que la fe, en su dimensión más religiosa y teológica, ha dejado de ser el suelo vital, el fundamento existencial y el horizonte de sentido. Al menos como una fe consciente, razonada, personalizada, asumida y explícita. Por eso, en la actualidad, nos hemos dado cuenta de que si no accedemos al cultivo, a la atención y al cuidado de la raíz teologal y personal de la fe, los frutos que de ella han surgido no podrán mantenerse en el futuro. Perderemos los frutos y, al final, la planta misma. en esta lógica y perspectiva entiendo la convocatoria que Benedicto XvI ha hecho del Año de la fe, afirmando que explícitamente hay que atender a esta, y no solo a sus frutos

de su ser; como compromiso radical por la justicia, y no un sucedáneo de esta; como servicio ciudadano en una sociedad democrática y plural y fundamento del obrar moral del hombre ante los demás, no una excusa para eludir estas responsabilidades comunes con todo ser humano. la fe y la razón, la fe y la ciencia, la fe y el arte, la fe y la vida humana, con las dimensiones esenciales de la libertad y la justicia, no son realidades que crezcan de una forma inversamente proporcional, sino de forma directa. no hay que tener miedo a dios y a la fe. Cuando mayor es la cercanía de dios y mayor es la respuesta del hombre en la fe, su humanidad con todas sus dimensiones no queda menguada, sino fortalecida, promocionada, elevada. Aquí hay que recordar la clásica expresión de León Magno, quien, al considerar la encarnación de dios, afirma que la naturaleza humana no ha quedado disminuida, sino exaltada (humana augens)11. Una tesis que recogerá Máximo el Confesor en la crisis monoteleta y que de una forma renovada se convirtió en una de las máximas de la teología de Karl Rahner y de la pastoral de la Iglesia posconciliar12. desgraciadamente, todavía tenemos que seguir escuchando críticas que nos recuerdan más a una situación decimonónica que realmente contemporánea. Aunque estas son claramente injustas, pues no tienen en cuenta todo este legado teórico y práctico, al menos nos pueden servir de recordatorio para que todo este trabajo y esfuerzo pastoral del siglo XX sea recogido por nosotros como una herencia que debemos asumir. no obstante, y a pesar de todo este esfuerzo, la realidad cultural y las críticas actuales más radicales al

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las ciencias empíricas; la imposible afirmación de hecho de que el hombre es imagen de dios en una comprensión eminentemente monista de su estructura fundamental; una confesión de la fe en Cristo más como Jesús de nazaret que como verdadero Hijo de dios encarnado; la siempre difícil comprensión de la mediación eclesial; la dificultad para afirmar una auténtica fe en la resurrección y la vida eterna.

no obstante, la crisis es más profunda. en la sociedad actual, tenemos la impresión de que el cristianismo ha dejado de ser el tejido fundamental de la sociedad, la comprensión decisiva del hombre y del mundo. Siempre hemos necesitado la conversión, el encuentro con el Señor, la purificación de las estructuras eclesiales, el arrojo misionero, pero estamos en un momento nuevo de la historia, en una auténtica encrucijada, donde el cristianismo ha dejado de ser la referencia fundamental para el desarrollo de la vida humana. Hace años ya, denominamos esta situación como de post-cristianismo. Hemos conocido el desafío de una sociedad pre-cristiana que había que evangelizar desde el testimonio de la vida, especialmente, como belleza fundamental del existir humano, con la capacidad para unir fe, razón y vida (Iglesia antigua). Hemos vivido la evangelización cotidiana, al ritmo del humano vivir, tejiendo el discurrir de las horas y llenando los espacios con arquitectura y presencia social en una sociedad configurada por el propio cristianismo (Iglesia medieval). desde aquí nos hemos lanzado a la evangelización de nuevos mundos llevando evangelio y cultura,

a veces con abusos y colonizaciones en nombre de la fe, pero con un resultado en su conjunto muy positivo (Iglesia moderna). Ahora es un momento nuevo. Pues la cultura y la sociedad, sin ser pre-cristianas, ya no son decisivamente cristianas, sino post-cristianas y, en algunos casos, anti-cristianas. en ella, algunos quieren des-vincularse definitivamente de esta herencia, volviendo a un hedonismo y cinismo radical; otros permanecen en lo cristiano como valor occidental que hay que mantener frente a la agresividad del mundo islámico, lo que nos llevaría a un retorno a lo peor de la época medieval (cristianos culturales); otros siguen siendo tradicionalmente cristianos, pero de hecho viven en medio de la sociedad como si no lo fueran, dejan esta realidad exclusivamente para el ámbito de lo privado y familiar, sin capacidad ni brío para que esta forma de vida impregne de verdad la vida cotidiana en el ámbito donde se juegan las decisiones fundamentales.

V. DOS PROFETAS DE ESTE NUEVO TIEMPO: NIETZSCHE Y HEIDEGGER

en mi opinión, hay dos autores emblemáticos que profetizaron este “nuevo mundo”: Nietzsche y Heidegger. Y no los cito porque ellos sean los causantes de esta situación, pensando que primero son las ideas y luego la realización de estas, sino porque más bien se han convertido en verdaderos intérpretes de una situación que ellos vieron nacer, constataron y de alguna forma profetizaron. el primero es el primer autor que de forma consciente se vuelve contra Cristo y el cristianismo.

entre la fascinación y el odio, declara al final de su libro Ecce homo al borde de la locura: “¿Se me ha comprendido?-Dionisio contra el Crucificado…”. nos hemos dejado las pestañas y el tiempo intentando comprender e integrar el ateísmo, pensando que se realizaba ante un dios falso, un ídolo, ante una caricatura de dios, ante el mensaje desnaturalizado de los creyentes… Pero quizás es la respuesta dramática del hombre actual en plena conciencia, que decide libremente dar la espalda a dios. Y no solo por el pecado de los creyentes, sino precisamente por el núcleo de la revelación y de la fe. no podemos olvidar el ritmo dramático de la historia de la salvación tal y como se produce en la vida de Jesús y aparece bajo el signo del Apocalipsis. Cuanto mayor es la presencia de la luz, cuanto más auténtica y verdadera es, mayor es la voluntad de apagarla, de negarla, de volverse contra ella. ¿es realmente esta la actitud de nuestra generación? no lo sé, pero hemos de ser conscientes de que es posible.

desde nuestra corta perspectiva, el “no” al dios verdadero es posible. Y algunos de los hombres de nuestro tiempo lo viven como un hecho liberador. nuestro corazón no comprende cómo puede darse esta respuesta. Pero habría que decir, con todo el dolor del corazón y añadiendo nuestra más absoluta incomprensión, que hay que respetarlo. Y podemos y debemos preguntarnos: ¿no será esta la kénosis verdadera de la Iglesia en el tiempo actual? ¿Será este su camino de cruz? nos cuesta admitir que nos rechacen, y que nos rechacen no por nuestros pecados, sino con plena

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y trascendente de la genuina revelación bíblica anterior a la especulación de la teología cristiana. en mi opinión, su propuesta deja en la penumbra el dios personal que, siendo trascendente, se ha hecho inmanente en la historia a través de su Palabra (crucificada) y de su espíritu (amante).

Más allá de la discusión sobre la interpretación heideggeriana de su expresión “solo un dios nos puede salvar” o de su “último dios”, hay que ser conscientes de la sutil y compleja situación espiritual contemporánea. la sociología de la religión habla de una vuelta de lo religioso, de lo divino, de la espiritualidad. esta situación es, al menos, un índice más de que el hombre no se conforma con vivir encerrado en un mundo finito sin esta dimensión religiosa, espiritual y trascendente. es un buen punto de partida, que va más allá de la tesis clásica de la progresiva e imparable secularización del mundo y del corazón humano. Pero no es suficiente, pues toda esta vuelta de la religiosidad viene en neutro o sustantivado. esta situación espiritual nos sigue mostrando una crisis de fe en dios, una crisis de dios en cuanto la fe en él como real alteridad personal que me dirige una palabra, me provoca a una forma de vida, me exige una respuesta.

Si a estos dos impulsos fundamentales del nihilismo y de

decisiva, que es la muerte16. Quizá nos parezcan estas palabras muy filosóficas, pero el hombre actual se experimenta a sí mismo encerrado en este mundo sin horizonte y sin trascendencia17. Y quizá desde aquí haya que entender a su vez la vuelta de una “era religiosa” o de una “espiritualidad laica”. el mismo Heidegger no se contentó con diagnosticar la muerte de dios y el final de la metafísica como fiel intérprete de nietzsche. Su propósito es ya de una vuelta a una cultura pre-cristiana y pre-socrática en un contexto post-cristiano. Hay que reconocer como un valor el proceso de des-cosificación de la realidad de dios más allá del ser, de la palabra y del concepto. Pero el trasvase del dios personal de la revelación cristiana a lo divino, como si se tratase del paso del ente cosificado al ser inaprehensible, no deja de ser problemático. Heidegger aboga por la vuelta a un dios divino y originario, sin fundamento, no conceptualizado por el hombre, a dios como abismo antes de su conceptualización platónica y cristiana. Su espera de que solo el último dios nos puede salvar, significa el paso del primer dios de la tradición metafísica platónica-cristiana al último dios que hace posible un nuevo comienzo18. no sabemos todavía cuál deba ser la interpretación adecuada. Si es una vuelta a los dioses paganos o la posibilidad abierta para el dios divino

lucidez y conciencia por el evangelio que anunciamos. esta experiencia contemporánea hay que padecerla. Y creo que desde ella deberíamos escribir algo así como los últimos capítulos de la Carta a los Romanos que Pablo escribió desde el drama colectivo y personal de ver cómo el pueblo de la Alianza, el pueblo elegido, su pueblo, rechazaba la oferta de dios en su propio Hijo (Rom 9-11); o las desgarradoras expresiones de Teresa de Lisieux al final de su corta pero intensísima vida, padeciendo la noche del ateísmo del mundo, mientras se le concede la gracia de participar en el misterio pascual de su Hijo: “durante los días gozosos del misterio pascual, Jesús me hizo conocer por experiencia que realmente hay almas que no tienen fe, y otras que, por abusar de la gracia, pierden ese precioso tesoro, fuente de las únicas alegrías puras y verdaderas. Permitió que mi alma se viese invadida por las más densas tinieblas… las tinieblas, ¡ay!, no supieron comprender que este Rey divino era la luz del mundo. Pero tu hija, Señor, ha comprendido tu divina luz y te pide perdón para tus hermanos. Acepta comer el pan del dolor todo el tiempo que tú quieras, y no quiere levantarse de esta mesa repleta de amargura, donde comen los pobres pecadores”15. esto no significa que nuestra actitud sea la pura pasividad y aceptación resignada de esta situación, sino que, desde una actitud activa, podemos vivir la misión como representación por los muchos, padeciendo con y por ellos, con la esperanza de que el espíritu abra nuestros corazones a la conversión al evangelio de dios.

el otro autor es Martin Heidegger. el filósofo de Friburgo, analizando la existencia humana desde su constitutiva temporalidad, constata que el hombre se encuentra encerrado en sus límites en un mundo asfixiante, sin horizonte, destrozando el hogar de la naturaleza mediante el uso de la técnica y sin esperanza ante la verdad de su contingencia y finitud, ante el futuro ineludible de su muerte. es un “ente constitutivamente mundano y moribundo anclado en la finitud”, que se define por su temporalidad (Da-sein) y el cuidado de sus propias potencialidades, entre ellas, la última y

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superación del cristianismo por una religiosidad pagana le añadimos el fenómeno de la globalización, del pluralismo radical, de la era de la tecnología, etc., podemos comprender, aunque sea con dolor, que la fe en dios, y desde ella el cristianismo, haya dejado de ser el tejido unificador de las diversas culturas, para convertirse en un elemento más y, en muchos casos, superfluo.

VI. DOCTA IGNORANTIA

¿Qué hacer ante esta situación? en primer lugar, reconocer nuestra ignorancia. Quizás estos someros análisis sean precipitados y necesiten un estudio más riguroso y pausado. Con ellos solo quiero mostrar que el desafío que vivimos en este orden es totalmente nuevo; es enorme. Y por esta razón, en mi opinión, debemos reconocer que no sabemos qué hacer. Creo que todavía no tenemos ni la teología ni las estructuras pastorales adecuadas para iniciar esta nueva evangelización de personas, de ámbitos, de contextos, de escenarios. no sabemos realmente lo que será eficaz, lo que perdurará en el futuro, lo que digan los cristianos de otras generaciones que fue decisivo para la evangelización. Pero reconocer la ignorancia no es un mal, sino solo el punto de partida. Porque, realmente, ¿fue consciente Benito de Nursia de que su retiro al monte y al desierto sería crucial para la evangelización de europa? ¿Supo Francisco de Asís que el no a su padre y el sí a Cristo pobre y humilde sembraría de evangelio las ciudades que entonces nacían?

¿Comprendió Ignacio de Loyola que su camino solo y a pie, ante el Absoluto, iba a germinar en una Compañía sin la cual la evangelización y la educación en la europa moderna serían distintas? Así podríamos continuar por los momentos centrales de la historia del cristianismo. Más allá de conocimientos exhaustivos y rigurosos de lo que nos está pasando o del tiempo en que vivimos, es tiempo de apostar sin saber del todo, no de una forma inconsciente e irresponsable, sino sabia, es decir, con humildad y valentía (docta ignorantia). Pero es tiempo de ir más allá, sin tener absoluta certeza de triunfo o de fracaso. esta sí ha sido la constante en los movimientos realmente trasformadores de sociedad y eficaces en la evangelización. Y siempre han nacido con dos notas esenciales: a contracorriente en la forma y en algunos de sus aspectos centrales, pero contemporáneos en el fondo. A contracorriente, porque seguir el evangelio siempre pide conversión del corazón y de la cultura al Señor del corazón y de la cultura. Pero en profunda sintonía con los deseos y anhelos más profundos de una época.

Hoy tenemos que tener el coraje para arrostrar los valores, principios y las mediaciones evangélicas y eclesiales que son contraculturales, pero con la misma valentía y tenacidad hay que saber escuchar cuál es el latido concreto y profundo de los hombres de nuestro tiempo. no tenemos que tener prisa en poner nombre a estas cosas. Creo que de una forma prematura definimos y ponemos nombre, cuando ni el hombre actual es consciente del todo, ni sabe del todo qué está pasando. nos

precipitamos en los diagnósticos antes de escuchar a los propios protagonistas y nos repetimos demasiado en el nombre de las enfermedades de nuestra época, que todas terminan de forma cansina en “–ismos”. ¿Hemos hecho el esfuerzo suficiente para escuchar lo que nos dicen nuestros contemporáneos? ¿Qué nos piden? ¿Por qué hay una aversión a la propuesta cristiana? ¿Por qué es rechazada como enemiga de la democracia y de la sociedad una comprensión de la vida que nosotros pensamos que otorga plenitud y felicidad? la teología y la pastoral del siglo XX se esforzaron en mostrar la especial adecuación e interna afinidad entre el mensaje del evangelio y la experiencia humana. Hemos reformado estructuras eclesiales, formas arcaicas, etc. Pero, aun así, la sociedad en general nos ha dado la espalda. la vida se juega en otros escenarios donde lo cristiano no tiene prácticamente nada serio y decisivo que decir. de ahí, en mi opinión, que, con acierto, la nueva evangelización comienza, desde luego, como siempre, por la conversión y el encuentro personal con Cristo como forma fundamental y pieza clave de la evangelización (Samaritana), pero tiene como desafío fundamental que este evangelio sea capaz de penetrar y ser decisivo en los nuevos areópagos o escenarios en los que se vive y juega la vida humana, como ha sabido ver el magisterio pontificio desde Pablo VI hasta Benedicto XvI pasando por Juan Pablo II19.

VII. LA FE ES CRISIS, LUZ Y UNA NUEVA FORMA DE VIDA

Comenzábamos hablando de la crisis de fe. Pero no solo la fe está en crisis, sino que la misma fe es ya crisis, provoca siempre una crisis para la existencia y para la cultura. Hemos visto que la fe ya no puede ser una realidad heredada sin más, como un hecho cultural, sino que más bien nos pide que sea vivida como una gracia que provoca a nuestra libertad, para que, ante dios y solo ante él, nos decidamos. Hay que responder a una pregunta que ya no está respondida de antemano, sino que, sin dar nada por supuesto, hay que asumir de forma personal. Por eso, podemos

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la realidad de la fe, precisamente en su dimensión de luz. no es fácil y no viene de forma instantánea que adquiramos el sentido espiritual para descubrir la presencia de dios en el mundo; verlo presente y actuando en todas las cosas, incluso dentro de una situación crítica y dramática como la nuestra. Tampoco es fácil, aunque sí muy necesario, aprender a penetrar desde la luz de la fe y del evangelio en las causas de la situación actual en la que vivimos los hombres. Claro que, si queremos realmente sanar y quedar curados de esta enfermedad colectiva, tenemos que llegar a las causas de esta crisis cultural, política y económica que padecemos. Pero la fe no es solo ilustración para la razón o luz para los ojos, la fe es fuerza y fortaleza para soportar la vida en todas las circunstancias en las que esta se encuentre; especialmente, cuando son negativas y difíciles de soportar. no porque nos haga eludir el dolor, sino porque nos ofrece una posibilidad más amplia de sentido, ya sea para entender las consecuencias de esa situación en carne propia o de forma solidaria en carne ajena y próxima. desde aquí y en este sentido, la fe es obra que actúa por medio del amor y de la caridad para aliviar y transformar la situación concreta que tenemos ante nuestros ojos.

Pero, si la fe es crisis en cuanto que nos invita y llama a la conversión de vida; si la fe es luz que nos da la capacidad para penetrar en el ser de las cosas, para conocer causas y sanar realidades, la fe es en realidad una nueva forma de vida, un traspaso de la existencia: de ser en sí y para sí, a ser en otro y para otro. la fe cristiana consiste en ser en Cristo, en la capacidad real de que uno pueda decir realmente que ya no es él el centro de su vida, sino que ese centro ha pasado a ser otro: Cristo; y, desde él, los hermanos por los que murió Cristo. esta es la auténtica crisis de fe, la fe que pone en crisis nuestra existencia y nuestra cultura.

quien deposita su fe. de ahí que la fe, de crisis, se convierta en posibilidad, en tiempo oportuno, por decirlo con otra palabra griega y de gran calado bíblico, en kairós20.

la fe es luz. la fe no es solo creer sin ver, sino luz para ver en profundidad, más allá de la superficie de las cosas o de la banalidad a la que lleva de forma casi irremediable la cultura actual. el hombre que vive en un ritmo frenético quiere relacionarse con la realidad como lo hace con los nuevos medios de comunicación: de forma rápida e instantánea. esto es un valor, que tiene sus indudables ventajas, pero tiene también sus consecuencias negativas. no todo puede ser rápido, instantáneo e inmediato. Hay cosas que necesitan tiempo y maduración. entre ellas, está

añadir que esta situación de crisis, por otro lado, no es extraña a la realidad de la fe, pues ella misma significa en algún sentido una crisis de la existencia. la fe es, precisamente. un salto, una ruptura arriesgada, una decisión de la existencia que afecta a la totalidad del ser y que hace que este ser humano se transfiera de un lugar a otro, una conversión hacia una nueva forma de existencia y, como todos sabemos, esto lleva necesariamente una determinada crisis vital. nunca podemos olvidar que, en este sentido, la fe es siempre crisis, es decir, juicio para un hombre y un mundo que quiere cerrarse sobre sí (pecado); y justificación para quien acepta vivir para dios y para los demás (gracia). la fe es crisis porque desenmascara una realidad superficial y ficticia en la que el ser humano o una sociedad, incluso religiosa, quiere instalarse. la fe es apertura radical a la realidad de dios en el centro de la vida humana, donde el hombre libremente, en respuesta a la iniciativa de dios, decide traspasar el centro de su ser de sí mismo a otro, a esa persona en

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n o t a s1. Estas páginas están basadas en la conferencia que dicté en las Jornadas de Teología organizadas por la

Diócesis de Guadix-Baza y en la XXII Semana de Doctrina y Pastoral Social de las Hermandades del Trabajo organizada por la fundación Abundio García Román. Todo ello está inspirado más ampliamente en el libro A. Cordovilla, Crisis de Dios y crisis de fe. Volver a lo esencial, Sal Terrae, Santander, 2012.

2. Card. J. Ratzinger-V. Messori, Informe sobre la fe, BAC, Madrid 1985.

3. E. Biser, Pronóstico de la fe. Orientación para la época postsecularizada, Herder, Barcelona, 1994.

4. Card. J. Ratzinger-V. Messori, Informe sobre la fe, p. 53.

5. Cfr. J. Ratzinger, Fe, verdad y tolerancia, Sígueme, Salamanca, 2005.

6. Benedicto XVI, Discurso a los participantes en la plenaria de la Congregación para la Doctrina de la Fe, 27 de enero de 2012.

7. Benedicto XVI, Porta fidei, 6.

8. E. Biser, Pronóstico de la fe, p. 16.

9. K. Rahner, “Sobre la posibilidad de la fe hoy”, en Id., Escritos de teología V, Madrid 1968, pp. 11-31 (SW 10, pp. 574-589).

10. Cfr. H. Schlier, La carta a los Efesios, Sígueme, Salamanca, 1992.

11. León Magno, Thomus ad Flavianum, DH 293: “Humana augens, divina non minuens”.

12. Cfr. K. Rahner, “Encarnación”, en Id., Sacramentum mundi 2, Barcelona 1979, pp. 549-567.

13. Cfr. W. Kasper, El Evangelio de Jesucristo, Sal Terrae, Santander, 2013, p. 249.

14. Así lo ve una “nueva” corriente tradicionalista en la interpretación del Concilio y de su recepción (Brunero Gherardini, Roberto di Mattei, Paulo Pasqualucci, www.conciliovaticanosecondo.it,…), que se abre paso con fuerza a través de los medios de comunicación más que gracias al diálogo teológico riguroso y científico.

15. Teresa de Lisieux, Ms C 6r [Obras completas, Monte Carmelo, Burgos, 1998, pp. 278-279].

16. M. Garrido, “Introducción”, en M. Heidegger, Tiempo y ser, Trotta, Madrid, 2001, p. 10.

17. Cfr. J. Granados, Teología del tiempo, Sígueme, Salamanca, 2012, pp. 18-22.

18. Cfr. P. Cerezo, “Del ‘primero’ y del ‘último’ Dios”, en Mª C. Paredes Martín (ed.)., Metafísica y experiencia, Sígueme, Salamanca, 2012, pp. 193-230.

19. Así lo ha puesto de relieve el Sínodo de Obispos sobre la Nueva Evangelización. Es verdad que con más fuerza en los Lineamenta (número 6) que en las Conclusiones y propuestas, más ligadas a lo ya experimentado y conocido.