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26 PSICOLOGÍA Elsa Punset Si te gusta cuidar tu cuerpo, ¿por qué no haces lo mismo con tu mente? Según Elsa Punset, basta con un sencillo entrenamiento cada día para modificar tus hábitos mentales y sociales negativos, y conseguir nuevas competencias para conocerte y relacionarte mejor Por Marta Bellmont. Fotos: Carlota Lobos y P.S. “Para acabar con la tristeza, ¡entrena tu mente en positivo!” PSICO | ENTREVISTA L as personas estamos a medio camino entre seres individuales y sociales. Desde que nacemos, nos dejamos fascinar por la cara de todo aquel que nos regale su sonrisa. Sentir que estamos conectados con nuestros iguales es una necesidad básica y una cuestión de supervivencia. Esto es lo que sos- tiene Elsa Punset, que en su último libro, El mundo en tus manos (Destino), analiza aquellas habilidades sociales que nos permiten mejorar nuestras relaciones interpersonales así como nuestro autoconocimiento. Y lo mejor de todo es que, según la mediática divulgadora, puedes entrenarte para adquirirlas... o potenciarlas si ya las tienes. PSICOLOGÍA PRÁCTICA: ¿Hasta qué punto necesitamos el amor? ELSA PUNSET: Venimos de un siglo en el que hemos dado una importancia tan grande a lo físico que hemos menospreciado lo emocional. Pero la gasolina de nuestras emociones, lo que más nos motiva y nos pone en marcha es el amor -o la falta de él- de las personas que nos rodean. Necesitamos la aceptación y el afecto. ¿Tengo suficiente amor en mi vida? es una pregunta esencial y se merece que organicemos nuestras prioridades diarias en torno a ella. Y si la respuesta a esa pregunta es “no”, ¿qué se puede hacer? El amor, la capacidad y necesidad que tenemos de sentirnos conectados con los demás, no solo mejora la salud física y el bienestar mental, sino que también dispara la propia capacidad para superar obstáculos. Así que sin amor estarás menos sano, te sentirás menos protegido y te volverás menos creativo. Para mejorar esta situación puedes hacer mucho.Aunque hasta ahora no hayas sido consciente de ello, estás dotado para relacionarte con los demás. ¡Saca partido a tu talento! ¡Entrena tus habilidades sociales y afectivas!

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Page 1: Elsa Punset “Para acabar con la tristeza, ¡entrena tu .... Para... · 26 Psicología Elsa Punset Si te gusta cuidar tu cuerpo, ¿por qué no haces lo mismo con tu mente? Según

26 ■ Psicología

Elsa Punset

Si te gusta cuidar tu cuerpo, ¿por qué no haces lo mismo con tu mente? Según Elsa Punset, basta con un sencillo entrenamiento

cada día para modificar tus hábitos mentales y sociales negativos, y conseguir nuevas competencias para conocerte y relacionarte mejor

Por Marta Bellmont. Fotos: Carlota Lobos y P.S.

“Para acabar con la tristeza, ¡entrena tu

mente en positivo!”

PSICO | ENTREVISTA

L as personas estamos a medio camino entre seres individuales y sociales. Desde que nacemos, nos dejamos fascinar por la cara de todo aquel que nos regale su sonrisa. Sentir que estamos conectados con nuestros iguales es una necesidad básica y una cuestión de supervivencia. Esto es lo que sos-tiene Elsa Punset, que en su último libro, El mundo en tus

manos (Destino), analiza aquellas habilidades sociales que nos permiten mejorar nuestras relaciones interpersonales así como nuestro autoconocimiento. Y lo mejor de todo es que, según la mediática divulgadora, puedes entrenarte para adquirirlas... o potenciarlas si ya las tienes.

PSICOLOGÍA PRÁCTICA: ¿Hasta qué punto necesitamos el amor?ELSA PUNSET: Venimos de un siglo en el que hemos dado una importancia tan grande a lo físico que hemos menospreciado lo emocional. Pero la gasolina de nuestras emociones, lo que más nos motiva y nos pone en marcha es el amor -o la falta de él- de las personas que nos rodean. Necesitamos la aceptación y el afecto. ¿Tengo suficiente amor en mi vida? es una pregunta esencial y se merece que organicemos nuestras prioridades diarias en torno a ella.

Y si la respuesta a esa pregunta es “no”, ¿qué se puede hacer?El amor, la capacidad y necesidad que tenemos de sentirnos conectados con los demás, no solo mejora la salud física y el bienestar mental, sino que también dispara la propia capacidad para superar obstáculos. Así que sin amor estarás menos sano, te sentirás menos protegido y te volverás menos creativo. Para mejorar esta situación puedes hacer mucho. Aunque hasta ahora no hayas sido consciente de ello, estás dotado para relacionarte con los demás. ¡Saca partido a tu talento! ¡Entrena tus habilidades sociales y afectivas!

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EL MUNDO EN TUS MANOSElsa Punset.Editorial: Destino.Páginas: 248.Precio: 18,90 e.

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Es licenciada en filosofía y Letras, máster en Humanidades y en Periodismo, escritora, divulgadora y una de las principales referencias de habla hispana en la aplicación de la inteligencia emocional como herramienta para el cambio positivo. Actualmente dirige el Laboratorio de Aprendizaje Social y Emocional y también colabora en diferentes medios de comunicación e imparte talleres y confe-rencias. Suyo es el gran bestseller Una mochila para el universo. www.elsapunset.com

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Precisamente en su libro, El mundo en tus manos, ofrece consejos sobre la adquisi-ción de habilidades sociales. ¿Es posible alcanzar la maestría en ello? Todos estamos programados con las habi-lidades sociales básicas que nos permiten convivir con los demás. ¡Y todos podemos entrenarlas como un músculo más de nues-tro cuerpo! Es cuestión de ponerse manos a la obra. Me divierte imaginar la cara de asombro que debieron poner los vecinos del primer valiente que, en la década de los cincuenta del siglo pasado, se calzó unos pantalones cómodos y salió a correr. Fue entonces cuando se publicaron los prime-ros estudios sobre la mejora de la salud con el ejercicio físico. ¡Eran valientes! Espero que los lectores sean también pioneros y disfruten entrenando la mente e inspiren a muchas personas a su alrededor.

¿De qué es cuestión mejorar en nuestras relaciones?De nuestra capacidad para ponernos en la piel de los demás, para sentir físicamente la alegría, el dolor, el asco, la tristeza y otras emociones básicas que son nuestro único lenguaje universal. La empatía nos permite compartir estas emociones y es la piedra de toque de nuestra inteligencia social. En mi libro hay muchos ejercicios para reforzarla, para aprender a escuchar y para expresar nuestras necesidades con firmeza pero sin agresividad. Si la entrenamos, observaremos que el mundo nos escuchará mejor.

Dice que, para ser más empáticos, nos ayuda el escuchar de manera activa... Podemos entrenar todas nuestras habili-dades emocionales y sociales, entre ellas la capacidad de escuchar a los demás, evi-tando así prejuicios y actitudes defensivas que nos separan del mundo y dificultan nuestra vida y la de los demás. Un entre-namiento sencillo es, primero, pensar si hay alguien con quien quieras mejorar tu rela-ción. Después, durante una semana, busca cada día un momento y lugar tranquilo para los dos. Siéntate frente a esa persona con un temporizador y, por turnos, habláis cada uno diez minutos. ¿Te toca escuchar? Hazlo con atención, centrándote en los sentimientos e ideas de quien habla. No juzgues ni interrumpas. Funciona porque le brindas una oportunidad de atención sin juicio, y eso le invita a hablar con sin-ceridad y mejora la comunicación.

Sin embargo, son muchas las personas que fallan en algún momento de su comunica-ción con otras. Por ejemplo, las que, por timidez, no se muestran como son y ello les acarrea frustración, baja autoestima o problemas para progresar o alcanzar metas. ¿Cómo evitarlo? La timidez es un síntoma del miedo a que los demás nos rechacen. Es muy común y uno de los miedos más dañinos, porque estamos programados para formar parte de una manada y conformarnos a su criterio. Fisiológicamente, incluso sentimos que nos estamos equivocando cuando disen-timos de los demás. Así que, si la opinión ajena te impide dar lo mejor de ti mismo, desmitifícala. ¡Puede que todos tengan buena intención pero estén equivocados! Escucha tu intuición y potencia tu inte-ligencia: haz esquemas de lo que quieres conseguir, ponte metas claras, comprende y asume las dificultades.

¿Cómo afecta a nuestra vida ese miedo a ser rechazado?

¡Enormemente! Un ejemplo: en Estados Unidos, en los años 80, durante el estallido de la epidemia de sida, se comprobó que los homosexuales infectados que tenían más miedo al rechazo morían entre dos y tres años antes que el resto de enfermos de sida. El estrés que provoca sentirse solo y rechazado es un indicador de que afecta no solo a nuestra salud mental, sino también física. Es un reto que afrontar entre todos, porque depende de nuestra actitud hacia los demás. Cada persona puede hacer mu-cho bien o mucho mal en este sentido.

¿Y cómo llegar a ese término medio en que los demás te importen lo justo como para no tener que imponerte una identi-dad falsa ni “pasar” de su criterio?Es una gran pregunta... porque pone el dedo en la llaga de algo que nos hace lu-char a todos: aprender a insertar nuestra individualidad en el mundo, lograr un equilibrio fluido y cambiante entre el héroe individualista que uno lleva dentro, y el ser social que sabe que los demás le necesitan y que tiene que sacrificar algunos deseos y metas para pertenecer y ayudar a la comunidad. Una sugerencia que haría es tratar de comprenderte, de saber quién eres. ¿Qué te hace único? Evitaríamos mu-chos problemas si ayudásemos a nuestros adolescentes a contestar esta pregunta. Si ya no eres adolescente, pero todavía no estás seguro de quién eres y de lo que te importa de verdad, tienes un reto magní-fico por delante.

¿Por qué es tan difícil la comunicación a través de las redes sociales o del email?Porque, al no poder mirarnos a los ojos o tocarnos, rompemos el vínculo físico de la empatía, que nos une a los demás, y nues-tro principal cauce de comunicación.

¿Y eso hace que necesitemos aprender a expresemos de forma diferente a la comunicación cara a cara?

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Cuando documentaba el libro, me pregun-taba, por ejemplo, por qué hay personas que dicen cosas tan agresivas en las redes sociales, cosas injustificadas, crueles, y que probablemente nunca dirían a la cara a los demás. ¿Por qué lo hacen por la red? Una de las razones principales es que cuando miras a alguien a la cara y le dices algo desagradable, te contagias físicamente de su reacción: enfado, tristeza, desconcierto, y eso te frena. Ahí funciona nuestro me-canismo de empatía. Pero si lo que tienes delante es una pantalla de ordenador, no te contagias de las emociones del otro y no le tratas como a una persona, sino como a una cosa. Es fácil cosificar a los demás en la red, porque rompemos nuestra co-municación empática.

¿Qué podemos hacer entonces? Entrenar otras formas de empatía más avanzadas, que no dependen del contacto físico. Y acostumbrarnos a reflexionar sobre el alcance de nuestras palabras, que pueden herir tanto como puñetazos.

¿Es cierto que ahora nos miramos menos a los ojos? Sí, es algo que está bien documentado, incluso entre padres e hijos. La televisión y las pantallas absorben cada vez más nuestro tiempo, consultamos de media nuestros teléfonos unas 150 veces al día, etcétera. Hay que vigilar esa tendencia, ya que la conexión emocional que logras cuando conversas con alguien depende en buena medida de cuántas veces le miras a los ojos. Es la forma más intensa de comunicación no verbal.

¿Cómo nos influye este nuevo entorno?Es algo nuevo para lo que no estamos programados. Tiene ventajas, porque nos conecta y pone a nuestro alcance cono-cimientos como nunca antes, pero tam-bién presenta retos, como aislarnos de los demás. Una recomendación sería hacer pausas intencionadas, lo que llamamos “el momento humano”: apartarte de la panta-lla y prestar plena atención a las personas que te rodean. La atención plena es cada

vez más difícil de lograr hoy con tantas distracciones, pero es un elemento esencial para conectar con los demás.

Respecto a ese riesgo de apartarnos de los demás, dice en su libro que dos epidemias de nuestro siglo como son la soledad y la depresión nos alertan de la necesidad de comunicarnos más. ¿Puede explicarlo?Lo principal durante el siglo XX ha sido nuestra supervivencia física: vivir más años y combatir más enfermedades. Hemos lo-grado grandísimos avances en este sentido: nos hemos sobreprotegido en lo físico, pero abandonado en lo emocional. Hemos trivializado el dolor individual y social. Es lógico, hasta hace muy pocos años no se entendían bien las emociones, porque no se podían medir. Así que la tentación ha sido reprimirlas o disimularlas con fár-macos.

¿En qué momento estamos ahora? En un momento apasionante en que em-pezamos a comprender que lo mental y lo físico están interconectados. Nos estamos tomando en serio la salud mental y la ten-dencia es que empezamos a reclamar, aun-que sea tímidamente, entornos y formas de vida respetuosas con nuestras mentes, tan vulnerables, complejas y emocionales. Somos los ciudadanos los que vamos a reclamar y exigir una forma sostenible de vivir; sería una buena señal que algún ministro anuncie un paquete de medi-das para tener horarios que nos permitan de verdad compatibilizar la vida laboral y familiar, dedicar más tiempo a nuestra comunidad, desarrollar nuevas aficiones o pasar más tiempo con los hijos. ¡Medidas que potencien la salud mental!

¿Qué consecuencias tiene la soledad cuando no es bien aceptada?Sentirte solo indica que necesitas recuperar conexiones e intimidad con el resto de personas. No es lo mismo que estar solo; esto último puede ser una experiencia que disfrutes, que necesites a ratos para recu-perar fuerzas o hacer algo creativo que requiere concentración. Pero sentirte solo y aislado es dañino: te vuelves menos crea-tivo, menos inteligente y padece tu salud. Las investigaciones revelan que millones de personas se sienten solas a diario, aunque

“La gasolina de nuestras emociones, lo que más nos motiva y nos pone en marcha es el amor”

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no estén físicamente solas. Y las encuestas desvelan, además, que tenemos cada vez menos amigos íntimos.

¿Quiere decir que la soledad tiene más que ver con cómo son las relaciones que nos rodean que con cuántas son? ¡Efectivamente! Puedes sentirte solo aun-que estés rodeado de personas.

Pero en el hecho de sentirnos solos tam-bién la genética nos condiciona ¿no? Y aún así, ¿podemos cambiar el chip para que la soledad no nos cause mal?La genética nos predispone a sentirnos solos. Un estudio realizado con más de ocho mil gemelos holandeses reveló que los genes nos predisponen hasta en un 48 por ciento a sentirnos solos, pero ¿y el 52 por ciento restante? Cuando notes que la tristeza se instala en tu vida, enfréntate a ella con decisión, generando y poten-ciando emociones del signo contrario. ¡Entrena tu mente en positivo! Recuerda que la infelicidad es más fácil que la feli-cidad, porque el cerebro está programado para sobrevivir.

¿Qué implica eso? Que nos fijamos, sobre todo, en lo que podría suponer una amenaza o un peligro para nuestra supervivencia física, y dejamos escapar las cosas “normales” que nos hacen sentir bien. Y así sobrevivimos, pero nos perdemos lo mejor de la vida.

“Sobrevivimos en lo físico, pero nos abandonamos en lo emocional”. Es una frase suya extraída de su libro. Y puede que en esta carencia tengamos mucha responsabilidad los padres, que prio-rizamos otras facetas de la enseñanza en nuestros hijos, como son las compe-tencias y los conocimientos. ¿Cómo se

podrían mejorar las cosas en educación emocional?Yo diría que hemos trivializado o igno-rado durante demasiado tiempo el dolor social, el impacto de los demás en nuestras vidas. ¡No somos islas, necesitamos afecto! Y necesitamos que se plasme en políticas preventivas y en realidades sociales nuestra necesidad de estar conectados, de dar y recibir afecto. En las escuelas podríamos inculcar hábitos y crear entornos más inte-ligentes emocionalmente y socialmente.

En la adquisición de nuevos hábitos mentales ¿es imprescindible la medi-tación mindfulness o atención plena?Tienes un cerebro plástico, flexible y adap-table, capaz de aprender y desaprender, como si fuese un músculo. Pero, para ello, tienes que entrenarlo, y el entrenamiento del cerebro pasa por filtrar y gestionar pensamientos y comportamientos. Eso cambia la estructura física del cerebro. Y eso es atención plena o mindfulness: lograr ejercitar tus pensamientos y comporta-mientos. ¡Es muy potente!

¿Realmente todos somos héroes en potencia? En potencia, sí. Pero de múltiples episo-dios históricos como el nazismo hemos aprendido que cualquiera que cae en la tendencia innata a la obediencia y la conformidad con el grupo, combinado con nuestra capacidad inconsciente para ignorar nuestras propias faltas y agrandar las de nuestros contrincantes, nos coloca en un lugar moralmente muy vulnerable y peligroso para los demás. Por ello que-ría en El mundo en tus manos recordar las claves de la cooperación y la pacificación social, para que nos entrenemos para la banalidad del bien y sepamos evitar la ba-nalidad del mal.

La tristeza puede verse como un toque de atención a que algo en nosotros a nivel mental o emocional no está bien y debe revisarse. ¿Por dónde empezar?Haciendo lo mismo que ya hayas apren-dido a hacer con tu cuerpo. Comprendes y reconoces sus necesidades y señales, ¿ver-dad? Sabes cuándo estás cansado y nece-sitas descansar, o cuándo tienes hambre y necesitas comer, y sabes cuándo estás saliendo de tu zona de confort porque estás haciendo un esfuerzo físico extra, como cuando coges la bici y subes una pendiente particularmente empinada, pero te empeñas en hacerlo porque te conoces y sabes que lo puedes lograr. Pues con las emociones es igual; primero necesitas comprender el lenguaje de tus emociones y tus ideas, saber de dónde vienen y hacia dónde te están llevando. ¿Qué te dice la tristeza? ¿Y la alegría? ¿Y el desprecio? Cuando comprendas su mensaje, podrás gestionar y transformar estos sentimientos y estas ideas y lograr que no te hagan hacer siempre lo mismo.

Resumiendo mucho, ¿cuáles serían las claves más importantes para entrenarse en habilidades sociales?Las mismas que nos llevan a estar sanos físicamente nos ayudan a estarlo mental-mente, esto es, entrenarte de forma cons-tante y cuidar los pensamientos y emo-ciones que te habitan. También aprender a recuperar fuerzas mentales, a no quemarte, a potenciar tu energía vital. Cuando tienes sueño, duermes, y cuando tienes hambre, comes. ¿Qué haces cuando estás estresado, cansado, triste o desmotivado? Tienes mu-chos recursos en ti que, probablemente, no utilizas de forma consciente, porque la tendencia ha sido creer que la mente no necesita mantenimiento o cuidados específicos. ¡Descúbrelos!