cuentos para el andén
DESCRIPTION
El primer número de Cuentos para el andén, revista literaria gratuita editada por Alejandro MorenoTRANSCRIPT
Nú
mero
1|
novie
mb
re2011
[23]Jorge Sanz
[22]
[17]
[18]Manuel Moyano
[16]
[20]El cobarde en el reino de las ratas, Ricardo Hierro
[13]La partida, Ángel Zapata
[9]Una silla para alguien, Andrés Neuman
[5]Una revelación, José María Merino
[3]
C/ Feijoo, 6 - 4ºA - 28010 Madrid | edició[email protected]
www.jastenfrojen.com
Eurocolor
Alejandro Moreno, Eugenia Angulo, Víctor García Antón, Juan Carlos Márquez.
© tiagertrudis | tiagertrudis.wordpress.com | [email protected]
M-42629-2011
noviembre 2011
Cuentos para el anden.qxd 26/10/2011 16:33 PÆgina 2
es un refugio en el que
introducirte mientras viajas,
esperas, comienzas o terminas,
pequeñas píldoras para que
completes tus viajes. Relato
corto, fotografía, cine, agenda,
todo el formato breve que llena
este trayecto breve. Leer, mirar,
reír, pensar, todo en un rato. No
te quitamos más tiempo,
esperamos que lo disfrutes.
Cuentos para el anden.qxd 25/10/2011 12:07 PÆgina 3
Cuentos para el anden.qxd 25/10/2011 12:07 PÆgina 4
AQUELLA mujer joven sentada frente a él en
el vagón del metro, no muy agraciada, cuyo
cabello brotaba casi en la frente, vestida de
una manera que parecía rancia, le recordó con
certeza la imagen de su propia madre antes
de casarse, en una fotografía que conservaba
en el álbum heredado tras su defunción. Las
facciones eran idénticas, así como el aire me-
lancólico de los ojos y la curva un poco des-
plomada de los labios. También la presencia
de la mujer tenía el aire brumoso de la imagen
fotográfica. Y al reconocer aquel rostro y aque-
lla figura, comprendió que no era la primera
vez que recibía esa impresión de familiaridad,
aunque no hubiera detenido lo suficiente su
atención en el motivo.
A partir de entonces viajaba en el metro
sin otro fin que observar con avidez a los
pasajeros, y a lo largo del siguiente mes fue
reconociendo otras gentes de su cercanía ya
fallecidas: a su padre, en un joven que hasta
por la ropa recordaba al oficial uniformado
Cuentos para el anden.qxd 25/10/2011 12:07 PÆgina 5
retratado en aquella vieja foto dedicada. A
Evangelina, su mujer, a su abuelo Adolfo, a su
hermana Chon: una muchacha rubia y flaca,
un hombre calvo de hombros cargados, una
niña de ojos saltones.
Poco a poco fue encontrándose los rostros
y los cuerpos de muchos de los muertos de su
vida, que mostraban el mismo aire vago de las
imágenes del álbum. Una tarde, un reflejo en
la ventanilla lo sobresaltó, porque estaba él
solo en aquella parte del vagón y el cristal
mostraba la figura de un hombre con el pelo
oscuro, sin barba, en lugar de presentar la ima-
gen de su figura decrépita con cabeza barbu-
da y canosa: aquel reflejo era una imagen foto-
gráfica suya de varios años antes.
Aquella vez, al regresar a casa, ya no recor-
daba muy bien el itinerario, como si en lugar
de tratarse de lugares reales recorriese los
espacios de una memoria en trance de des-
vanecerse.
Ahora siempre está en el metro y va olvi-
dando poco a poco lo que fue. Acaso algún
día uno de sus hijos, al contemplar su ima-
gen, recuerde aquella foto de abogado vesti-
do con la toga recién estrenada, que presidió
su despacho hasta su muerte. �
Cuentos para el anden.qxd 25/10/2011 12:07 PÆgina 6
Cuentos para el anden.qxd 25/10/2011 12:07 PÆgina 7
Cuentos para el anden.qxd 25/10/2011 12:07 PÆgina 8
ESTA es tu silla, madre, ¿ves?, por favor, siéntate.
He desplegado el respaldo, he revisado las ruedas y les he pasado un
trapo húmedo para que tus manos sigan blancas. Blancas, no inocentes:
a ti y a mí la inocencia no nos interesa demasiado. El color blanco sí por-
que es fruto del esfuerzo, hace falta cuidarlo, mantenerlo limpio.
La he preparado, ¿sabes?, durante meses, años, ya no me acuerdo
bien. Siempre me pasa lo mismo con esta silla. Me concentro tanto en
ella, que el calendario se pone a rodar y ya no sé hace cuánto te espero.
Ven, voy a peinarte, voy a ordenarte los cabellos con la paciencia de las
grandes ocasiones, como si cada pelo fuese la cuerda de un instrumen-
to. Porque hoy, esta mañana o esta tarde, no sé bien, ¿qué hora será?, hoy
mismo vamos a estrenar esta silla de ruedas que no te ofende, como no
pueden ofenderte la luz tibia, el aroma a café de las terrazas o la brisa que
va a desordenarte ese peinado. Y así debe ser, ¿no? Las cosas no se orde-
nan para que permanezcan, se ordenan para invitar al tiempo a que haga
bien su trabajo.
Bueno, entonces ya estamos preparados, o casi. Estamos preparados,
salvo por el detalle de la gorra. Esa gorrita verde, ¿te la ponemos o no?
Hay que reconocer que te da un toque de humor, quizá te hace más
joven. Aunque sé que te quita perspectiva y proyecta un balcón de som-
bra sobre tus ojos. Mejor te la quitamos. También puedes llevarla en el
regazo, por si el sol se nos pone caprichoso.
El sol es caprichoso, me contestas, es su naturaleza. Detengo el impul-
so que estaba a punto de darle a tu silla. Tienes razón, bastante razón: es
su naturaleza. Que el sol sea un poco imprevisible le termina de dar su
carácter de milagro. De acuerdo. Lo que no tengo claro es si eso significa
que te vas a poner la gorrita verde o no.
Cuentos para el anden.qxd 25/10/2011 12:07 PÆgina 9
¿Nos queda alguna cosa más? Repasemos. Cuando salimos juntos me
distraigo fácilmente, puedes tomártelo como un cumplido, mira que eres
coqueta. ¿Falta algo? ¿Tu pulsera de la suerte? ¿Tu chaleco liviano? ¿Tu
pañuelo amarillo? No creo que necesitemos más abrigo, aquí el sol es
caprichoso pero también intenso. Te prometo una calle luminosa. Te pro-
meto que va a haber más pájaros que coches. Te prometo que voy a sil-
bar mientras paseamos. Te prometo que vamos a reírnos. Y si después
hace falta llorar, lloraremos.
Qué delicia de aire, ¿lo notas? Imagínate cómo va a acariciarnos cuan-
do empecemos a movernos. Me gusta decirlo así, en plural, movernos,
porque pienso que salir con una silla tiene esa ventaja, cada uno partici-
pa del cuerpo del otro, con un mismo empuje caminan dos. Hoy tus pies
me gustan más que nunca, se los ve con la curiosidad en los talones, pre-
ciosos dedo a dedo, esas sandalias no te las había visto.
Ahora, por favor, vamos soltando los frenos. Así, despacio. Uno, otro.
Perfecto. Para ser la primera vez, pareces una experta. Avanzo, ya avanza-
mos. Esto es mucho mejor de lo que imaginaba. ¿Te gusta? ¿Te divierte?
Juguemos a los barcos. Tú eres la vigía y yo soy el timonel. Me gustaría
mucho que cantaras. Allá voy, allá vamos. Ya te escucho cantar. Ya se
inflan las velas. Qué rápido rodamos, esto hay que repetirlo. Allá van
nuestras ruedas, que giren, que no frenen nunca más. ¿Vas bien? ¿Estas
cómoda? Definitivamente, este paseo ha sido una gran idea. Silla veloz,
silla de tiempo, silla vacía al aire. Silla colmada de alguien que se hubiera
sentado. �
Cuentos para el anden.qxd 25/10/2011 12:07 PÆgina 10
Cuentos para el anden.qxd 25/10/2011 12:47 PÆgina 11
General Dávila, 11 • 28003 Madrid • Metro: Guzmán El Bueno (Líneas 6 y 7)[email protected] • telf: 91 534 95 71 • www.gimnasiokenkyukai.com
‘
Escuela de Artes Marciales
L o que
aprendas
por
habérselo oído
decir a otro,
lo olvidarás
fácilmente.
Lo que aprendas
con tu propio
cuerpo,
lo recordarás
toda la vida.”
‘
Gichin Funakoshi (1868-1957)Maestro japonés considerado el padre del Kárate moderno.
UN MARINERO ESTÁ ENCARAMADO
al palo más alto de un buque.
Lleva allí varios días, subido
a horcajadas en la cruce-
ta, en medio de una tem-
pestad terrible. Sin un
segundo de respiro, el
buque es izado por los bra-
zos del agua hasta un cielo
cobalto, veteado de
fuego, o bien cae al
vacío, igual que una
brizna de polvo, desde la
cresta de unas olas tan altas como
cordilleras. El marinero sigue allí, encaramado
al mástil, cuando el capitán sale a cubierta lle-
vando en una mano un farol náutico, y en la
otra una tartera de aluminio.
–¡Marinero Rosas! –grita con fuerza el capi-
tán–. ¡Le ordeno que deponga su actitud!
–¡Me es imposible, capitán! –res-
ponde el marinero–. ¡Las molle-
jas de pollo estaban duras!
© ti
ager
trud
is 2
011
Cuentos para el anden.qxd 25/10/2011 12:07 PÆgina 13
–Pero Rosas ¿no ve que estamos en un tris de irnos a pique? ¡Por Dios bendi-
to! Qué importan ahora unas mollejas.
–Importan, capitán. Importan mucho. Las mollejas de pollo tienen que estar
jugosas. Es así, capitán.
–¡Rosas!
–¡Sí, mi capitán!
–El cocinero le ha preparado unas albóndigas. Por orden mía. Las traigo aquí,
en la tartera. Mírelas. Y además son albóndigas en salsa. Muy ricas. Baje usted de
una vez. No sea tozudo, Rosas.
–Mi capitán: con todos los respetos, yo no he tragado nunca las albóndigas.
Eso no arregla nada, señor. La otra noche –usted lo vio perfectamente– estuve a
punto de llorar cuando nos dijo el cocinero que había preparado mollejas de
pollo. Figúrese. ¡Mollejas de pollo! Aquí. En alta mar. Doblando nuestro buque el
Cabo de Hornos, con viento favorable. El corazón no me cabía en el pecho, capi-
tán. ¡Mollejas de pollo! Habría besado al cocinero, créame. ¡Oh, capitán: qué
bellas son las ilusiones! ¡Y qué poquito duran, las puñeteras!
–¡Modere su lenguaje, Rosas!
–¡A la orden, mi capitán!
–¡Rosas!
–¡Sí, capitán!
–Rosas: por qué no se comporta igual que un hombre razonable, y baja ya de
ahí. ¿No comprende usted que me pone en ridículo si vuelvo a entrar con la tar-
tera?
–Lo comprendo, mi capitán.
–¿Y no va a hacer eso por mí?
–Me es imposible, señor. Las mollejas de pollo estaban duras.
–¡Rosas!
–¡Sí, mi capitán!
–Hace ya dos horas que toda la tripulación está achicando agua en las bode-
gas. ¿No lo ha notado? El buque escora hacia estribor. Nos hacen falta brazos,
Rosas. No puede usted seguir en la cruceta.
–Me hago cargo, señor.
–Se hace usted cargo.
–Sí señor.
–¿Entonces le esperamos en las bodegas?
–Desde luego que no, capitán. El buque está escorado. Se va a pique. Muy
Cuentos para el anden.qxd 25/10/2011 12:07 PÆgina 14
bien. ¡Y qué intenta decirme con eso! Yo habría besado al cocinero. Esté seguro
de que le habría besado. Pero eso fue hace tres días. Ahora ya es imposible con-
tar conmigo. Las mollejas de pollo estaban duras. ¿Es que no lo comprende?
Estaban duras, capitán.
–¡Rosas! –le grita el capitán exasperado. E incluso tira al suelo la tartera, en un
rapto de furia.
También la tira como una especie de amenaza. Pero es un gesto inútil. Antes
que pueda volver a hablarle, una ola gigante barre de abajo a arriba la cubierta
del buque.
En cuestión de segundos, una masa de agua levanta al capitán a treinta
metros de la cubierta. Lo levanta, exactamente, hasta el mismo lugar de la cru-
ceta donde está atrincherado el marinero Rosas. Un rayo corta el cielo de la
noche, despedazado por la tempestad. Por un momento, el capitán y el marine-
ro Rosas quedan así, sentados frente a frente, uno encima de otro, abrazados al
mástil de cruceta. Es un momento fugacísimo. Un pestañeo. Nada. Pero los dos,
el capitán y el marinero Rosas, aún tienen tiempo de cruzar unas palabras de
despedida:
–Rosas ¡qué mala leche tiene usted, carajo! –le dice el capitán.
–Créame que lo siento, señor -contesta Rosas–. Pero es un hecho. Las molle-
jas de pollo estaban duras.
Después todo ocurre en una fracción de segundo. El capitán prevé el peligro
y le da a Rosas su farol náutico. Rosas lo coge por los pelos. Y la misma ola que
ha empujado hasta arriba al capitán, arrastra al marinero fuera del buque.
–¡Estaban duras, capitán! ¡Las mollejas de pollo estaban duras! –se le escucha
a lo lejos.
Y luego ya no se oye nada.
Mientras el buque lucha por no irse a pique, la ola se lleva al marinero Rosas
hasta las cordilleras y los valles de agua salada.
Hasta el océano y su ira.
Hasta esa otra oscuridad, detrás de todas las tormentas, invisible a los ojos. �
Cuentos para el anden.qxd 25/10/2011 12:07 PÆgina 15
C/ Loreto y Chicote, 9 Triball
www.teatropordinero.com
Las actividades y los ciclos se organizarán en:
- El sueño de Lola [Plz. Santos Niños, 5], - Teatro Salón Cervantes [C/Cervantes s/n]- El Corral de Comedias [Pza. de Cervantes, 15]
http://www.escueladeescritores.com/concurso-cadena-ser.
El Museo del Prado expone por primera vez, y
hasta febrero de 2012, una parte de su
desconocida colección de miniaturas.
C/ Ruiz de Alarcón, 23
http://www.museodelprado.es
Cuentos para el anden.qxd 25/10/2011 12:07 PÆgina 16
A Sabina se le olvidó esta “parada”
entre las estaciones de Gran Vía y
Tribunal. En una zona casi irreconocible
para los que la frecuentaban hace unos
años hay una galería que no es sólo una
galería. Un taller que no es sólo un taller.
Un lugar divertido que no sólo es un
lugar divertido. Un montón de sorpresas
que son siempre un montón de
sorpresas. Un sitio que los que hacemos
CpA marcamos en tu camino.
Cuentos para el anden.qxd 25/10/2011 12:07 PÆgina 17
Ejerciendo de médico en las tierras del Norte, fui reclamado cierta
noche de tormenta para atender un parto. En aquel lugar dejado de la
Providencia se han visto muchas cosas extrañas, y no me sorprendió que
el recién nacido tuviera cabeza de becerro. Recomendé ahogarlo con un
almohadón, pero a los padres les faltó valor. El varón creció y, mucho
tiempo después, habiendo ya cumplido los quince años, vino a visitarme.
Me llamaba "buen doctor", pero había en sus palabras un velo de amar-
ga ironía. Yo no podía apartar la vista de sus astas de toro. "He sabido por
mis padres que usted les aconsejó matarme", dijo. "Así es", respondí con
todo el aplomo de que fui capaz, pues temía que su propósito fuera ven-
garse por ello. "Debieron hacerle caso", fue lo único que le oí mugir mien-
tras abandonaba mi consulta. Luego supe que, antes de venir a verme,
había corneado a sus progenitores hasta la muerte. También me dijeron
que huyó al monte, y que allí construyó una casa de largas e intrincadas
galerías para recluirse en su interior. Pero ésa es otra historia. �
Cuentos para el anden.qxd 26/10/2011 16:33 PÆgina 18
Parecía imposible, pero Elvis se encontraba allí, delante de mí, hacien-
do cola en la caja de aquel supermercado. Aunque iba camuflado con
unas gafas de sol y una enorme barba gris, hubiera reconocido su rostro
incluso bajo un pasamontañas. Le seguí hasta los aparcamientos y, mien-
tras vaciaba el carro de la compra en su maletero, lo abordé.
Naturalmente, negó ser Elvis, pero yo le arranqué la barba de un tirón.
Como imaginaba, era postiza. "Entonces, no es una leyenda", exclamé.
"¡Estás vivo!" Esa noche bebimos hasta hartarnos. Elvis lo pasó en grande,
e incluso interpretó algunos compases de Love me tender, aunque, por
la edad, ya desafinaba un poco. Cuando empezó a amanecer, me mostró
una navaja medio oxidada que guardaba en su cazadora y me pidió dis-
culpas por tener que matarme, ya que -explicó- necesitaba salvaguardar
su incógnito. Le aseguré que lo comprendía, y que, para mí, el haber
compartido una velada con él ya justificaba toda una vida. Mi cadáver se
pudre ahora en una solitaria cuneta de Oregón, es cierto, pero cuántos
querrían haber estado en mi lugar. �
Roberta Scalabrini, ama de casa, cuarenta y tantos, empuja su carro
por los pasillos iluminados del hipermercado mientras repasa mental-
mente la lista de la compra, que olvidó en la mesita del recibidor. A saber:
un paquete de café, dos de arroz, lentejas a granel, zumo de banana, hari-
na de maíz, concentrado de carne, aceite de girasol, leche desnatada,
salsa de tomate, queso parmesano, dos piezas de salami, seis tarrinas de
yogur con sabor a fresa, sal yodada, fertilizante líquido para las aspidistras
del balcón, alpiste para los canarios, paté de carne para el gato, dulces de
crema para Renzo, una libreta de hojas cuadriculadas para Sofia, bebidas
energéticas para Cosimo, unas zapatillas nuevas para Angelo, dos cajas
de cerveza holandesa para su marido, una botella de raticida para ella
misma, que tiene planeado ingerir esta tarde de un solo trago, antes de
que los niños regresen del colegio. �
Cuentos para el anden.qxd 25/10/2011 12:07 PÆgina 19
Le basta con rozar el dorso de su mano a hurtadillas mientras la ade-
lanta presuroso en las escaleras mecánicas. Se conforma con encontrarla
en el reflejo de los cristales del metro, parapetada tras un libro o con los
ojos absortos y la mente en otra estación. Lo que él siente es amor ver-
dadero porque nada pide a cambio; un amor, eso sí, prudente y disimu-
lado.
A él le pusieron Hilario y piensa que ella podría llamarse Eva.
Eva es muy alta para Hilario, y él quizás demasiado vulgar para una
chica como ella, hoy con su pelo recogido en un lápiz y su gabán de uni-
versitaria con corchetes. Lleva una falda verde, larga hasta los pies.
El vagón del metro da un bandazo y cruje mientras frena en seco a
mitad del camino que une dos paradas, en ese limbo subterráneo de
paredes tan cercanas y oscuridad. Hilario muchas veces escuchó que en
esos tramos inciertos entre estación y estación habitan las ratas de la ciu-
dad, es donde se refugian cuando llega el frío. Desde que así se lo conta-
ron, asemeja el zumbido ensordecedor de los tranvías a una suerte de
música para roedores. Allí las ratas, enroscando a ese ritmo sus colas en
una danza frenética que se repite cada tres o cuatro minutos.
El frenazo suspende el encantamiento que sobre Eva ejerce la novela
que debe de llevar una semana leyendo. La deja abierta y boca abajo
sobre su regazo. Levanta la muñeca y mira el reloj con un chasquido de
impaciencia. Hilario está de pie dando la espalda a Eva, junto a la puerta,
aferrado a la pesada manilla de apertura. En la ventana ve el reflejo de la
falda verde de Eva que le besa los tobillos mientras se levanta. Es la más
alta del vagón. Ninguna mujer del pasaje, tampoco ningún hombre, riva-
liza con su portentosa estatura.
Eva se va acercando con paso apacible, con sus párpados serenos y su
boca que nunca sonríe. Lleva la novela prendida entre los dedos. No ha
Cuentos para el anden.qxd 25/10/2011 12:07 PÆgina 20
hecho ninguna muesca, no ha doblado la esquina de la página, tampo-
co ha insertado ningún marcador. Debe de haber memorizado el punto
exacto en que interrumpió la lectura. Bendita memoria. Huele a hierba y
a jabón de abuela y un poco a sudor. Es un sudor nervioso por la incerti-
dumbre de no saber a qué hora llegará hoy a clase, conjetura él.
El metro sigue sin reanudar la marcha. Eva llega hasta la posición que
ocupa Hilario, que continúa de espaldas a ella con las pupilas clavadas en
la ventana, como si hubiera algo interesante que observar en la porción
de muro desconchado que hay más allá del cristal.
Eva reposa la mano sobre el hombro de Hilario.
Él no acierta a discernir si se trata de una caricia o de una llamada de
atención. Parece que, con ese gesto, se limitara a aguardar a que él se
gire, a que le diga algo; pero Hilario calla entre temblores y sucumbe a un
sudor gélido y va menguando hasta hacerse muy pequeño, casi micros-
cópico, poco más que una mota de polvo; tan diminuto que logra desli-
zarse por la estrechísima ranura que hay en la base de la puerta, fuera del
compartimento. Hasta que está seguro de hallarse en el exterior, no vol-
tea la cabeza. Atrás queda el zapato aumentado de Eva y el pespunte de
su falda verde, que cae como un telón al fondo de su huida.
Hilario trata de reconocer el enorme túnel oscuro en el que ahora se
encuentra. Huele a humedad y hace un frío de muerte. El metro arranca
y se aleja llevándose la última oportunidad de decirle algo a Eva.
Como dos faros, se le echan encima a Hilario dos ojos amarillos y un
hocico desmesurado. Los colmillos, de tan blancos, parecen postizos.
Babean. Son los colmillos de la reina de las ratas que pueblan los corre-
dores deshabitados del suburbano. Detrás de ella van llegando muchas
más ratas enormes en siniestra procesión. Salen de debajo de las vías, se
desprenden del techo cóncavo y de los agujeros de las paredes, llegan
por delante y también por detrás. Todas bailan. Están bailando mientras
agitan las colas. Por fin han dado con un humano minúsculo que echar-
se a la boca. �
Cuentos para el anden.qxd 25/10/2011 12:07 PÆgina 21
© N
aso
Gon
zále
z 20
11
tres rosas amarillaslibrería especializada en relato
C/ San Vicente Ferrer 34
28004 Madrid
Telf/ Fax: (+34) 915 22 81 08
E-mail: [email protected]
www.tresrosasamarillas.com
Cuentos para el anden.qxd 25/10/2011 12:07 PÆgina 22
En uno que me divierte mucho, que es en el tren
del teatro, y sobre todo el de la gira del teatro, que
es como el tren de trenes, porque no sales de él,
vives prácticamente en un tren todas las semanas,
estás para arriba y para abajo, y lo estoy disfrutando
mucho, me encanta el mundo de la gira. Poder
representar una obra así, buena, me parece uno de
los grandes lujos del teatro.
Mi vida gira en torno a mis hijos, y sobre todo
son los aprietos de mis hijos los que han hecho que
los míos ahora ya no parezcan aprietos.
Sin duda ninguna, haciendo "La niña de tus ojos"en Praga, con Fernando Trueba y Cristina Huete. Sin
duda alguna, ha sido el rodaje en el que más cosas
he roto en el hotel.
Necesito que lo que esté a mi alrededor funcio-
ne, tener un mínimo de trabajo, no mucho, para
poder disfrutar de mis hijos, de mi vida, de mi casita
y de mi huerta.
No, no, estoy convencido de que no. Creo que
pasan los trenes que tú quieres que pasen en la
vida, creo que es una cosa que provocas tú, y no
hay que mirar atrás y lamentar los trenes que no
has cogido, yo creo que hay que agradecer los que
has cogido.
Breve, cojonudo.
Los primeros que he leído… Orzowei,
todavía me acuerdo a la perfección de ese libro.
Egosurfing, de Llucia Ramis.
Una vez, grabando zarzuela, con Mari
Carmen Ramírez, íbamos a grabar y me explicó
que el frío contrae las cuerdas vocales y las deja
mucho más finas, mucho mejor, al contrario de
lo que se piensa. Yo me tomo un té frío, doble,
con limón y miel, antes de las funciones.
A oscuras, a un niño pequeño metido en la
cama, y además un cuento inventado.
Mi medio de transporte ideal es el tren.
De hecho yo me muevo mucho en Cercanías.
A la montaña, al valle de Arán, cuando me
quiero refugiar me voy a la alta montaña.
Me gusta que lo he exprimido. Las dos
décadas gamberras de mi vida las he
pasado en Madrid. �
Cuentos para el anden.qxd 25/10/2011 12:07 PÆgina 23
Ministerio de Cultura
Asociación Prometeo
de Poesía
Con la colaboración de: