cuentos para reflexionar

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EL NIÑO QUE PUDO HACERLO...

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Dos niños llevaban toda la mañanapatinando sobre un lago helado cuando, depronto, el hielo se rompió y uno de elloscayó al agua. La corriente interna lodesplazó unos metros por debajo de laparte helada, por lo que para salvarlo laúnica opción que había era romper la capaque lo cubría.

Su amigo comenzó a gritar pidiendo ayuda,pero al ver que nadie acudía buscórápidamente una piedra y comenzó agolpear el hielo con todas sus fuerzas.Golpeó, golpeó y golpeó hasta que con-siguió abrir una grieta por la que metió elbrazo para agarrar a su compañero ysalvarlo.

A los pocos minutos, avisados por losvecinos que habían oído los gritos desocorro, llegaron los bomberos.

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Cuando les contaron lo ocurrido, no parabande preguntarse cómo aquel niño tanpequeño había sido capaz de romper unacapa de hielo tan gruesa.-Es imposible que con esas manos lo hayalogrado, es imposible, no tiene la fuerzasuficiente ¿cómo ha podido conseguirlo? -comentaban entre ellos.

Un anciano que estaba por los alrededores,al escuchar la conversación, se acercó a losbomberos.-Yo sí sé cómo lo hizo -dijo.-¿Cómo? -respondieron sorprendidos.-No había nadie a su alrededor para decirleque no podía hacerlo.

Eloy Moreno. Adaptación de un cuento popular.Incluido en “Cuentos para entender el mundo”

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♕ El dueño de una tienda estaba poniendo enla puerta un cartel que decía: "Cachorros enventa". Como esa clase de anuncios siempreatrae a los niños, de pronto apareció unpequeño y le preguntó:

- ¿Cuál es el precio de los perritos?

El dueño contestó:

- Entre treinta y cincuenta dólares.

El niñito se metió la mano al bolsillo y sacóunas monedas.

- Sólo tengo $2,37. ¿Puedo verlos?

El hombre sonrió y silbó. De la trastienda salióuna perra seguida por cinco perritos, uno delos cuales se quedaba atrás. El niñitoinmediatamente señaló al cachorritorezagado.

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¿Qué le pasa a ese perrito? -preguntó.

El hombre le explicó que el animalito tenía lacadera defectuosa y cojearía por el resto de suvida. El niño se emocionó mucho y exclamó:

- ¡Ese es el perrito que yo quiero comprar!

Y el hombre replicó:

- No, tú no vas a comprar ese cachorro. Sirealmente lo quieres, yo te lo regalo.

El niñito se disgustó y, mirando al hombre a losojos, le dijo:

- No, no quiero que usted me lo regale. Creoque vale tanto como los otros perritos, y lepagaré el precio completo. De hecho, le voy adar mis $2,37 ahora y cincuenta centavos cadames, hasta que lo haya pagado todo.

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El hombre contestó:

- Hijo, en verdad no querrás comprar ese perrito.Nunca será capaz de correr, saltar y jugar comolos otros.

El niñito se agachó y levantó su pantalón paramostrar su pierna izquierda, retorcida einutilizada, soportada por un gran aparato demetal. Miró de nuevo al hombre y le dijo:

- Bueno, yo no puedo correr muy bien tampoco,y el perrito necesitará a alguien que lo entienda.

El hombre se mordió el labio y, con los ojosllenos de lágrimas, dijo:

- Hijo, espero que cada uno de estos cachorritostenga un dueño como tú.

En la vida no importa quiénes somos, sino quealguien nos aprecie por lo que somos, nosacepte y nos ame incondicionalmente.

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♕ Hubo una vez un rey que convocó a todos lossolteros del reino pues era tiempo de buscaresposo para su hija. Todos los jóvenesasistieron y el rey dijo:"Os voy a dar una semilla diferente a cada unode vosotros. Al cabo de seis meses deberántraerme en una maceta la planta que obtengany el que presente la mejor se casará con laprincesa".Uno de los jóvenes plantó su semilla, pero ellano germinaba. Mientras tanto, todos los demásjóvenes no dejaban de hablar y mostrar lashermosas plantas y flores que habíansembrado en sus macetas.Pasaron los seis meses y todos los jóvenesdesfilaban hacia el castillo con hermosísimas yexóticas plantas.Con la cabeza baja y muy avergonzado, ibahacia el palacio el joven cuya semilla nogerminaba, con su maceta vacía. Los demáspresumían de sus plantas y al ver a nuestroamigo se reían y burlaban.

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En ese momento el alboroto fue interrumpidopor la llegada del rey. Hicieron sus respectivasreverencias mientras se paseaba entre todas lasmacetas admirando las plantas. Finalizada lainspección hizo llamar a su hija y llamó de entretodos al joven que llevó la maceta vacía.Atónitos, todos esperaban la explicación deaquella acción.

El rey dijo entonces: "Éste es el nuevo heredero.A todos ustedes se les dio una semilla infértil, ytodos trataron de engañarme plantando otrasplantas. Este joven tuvo el valor de presentarsey mostrar su maceta vacía, siendo HONESTO,sincero, leal y valiente, cualidades que un futurorey debe tener y que mi hija merece".

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♕María y su mamá decidieron adoptar unahermosa gatita y le pusieron por nombre“Naranjitas”, pues tenía su hermoso pelaje decolor naranja. Naranjitas siempre acompañabaa María a la escuela y jugaba con sus amigas.Era una gatita muy buena y tranquila, siemprehacía feliz a María con su compañía.

Pero un día, una de las muñecas favoritas deMaría se cayó de la cómoda y Naranjitas seasustó mucho y comenzó a arañarla, dejándolatotalmente fea y destrozada. María se enojótanto que fue por un vaso de agua fría y laderramó sobre el hermoso pelo de Naranjitas.La pobre gatita comenzó a temblar del frío ychillando se escapó por la ventana. María muyenojada, tomó a la muñeca destrozada en susbrazos y trató de arreglarla.Pasaron los días y la gatita no regresaba, labuscaron día y noche, pusieron anuncios portodos lados, pero no había señal de queestuviera bien.

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María comenzó a sentirse muy mal, puesextrañaba la compañía de su mascota y se sentíaculpable al haberla tratado tan mal. María llorabaporque se acordó de todas esas veces que se leolvidaba darle agua y comida, o cuando la dejóencerrada en un cuarto, o la vez que le jaló la colapara hacerla enojar. Y aunque su mamá le compróuna muñeca nueva, está no tenía vida, ni siquierase movía y mucho menos podía sentir quequisiera jugar y estar con ella.

Pero un buen y afortunado día, por la ventana sevio una patita naranja y después otra patitanaranja ¡era Naranjitas!. Su hermoso pelajenaranja que brillaba por el sol, iluminó el rostro yel corazón de María. Ésta se acercó, la abrazó ynunca más la trató mal, pues sabía que era másimportante los amigos, la naturaleza y losanimales... que las simples cosas. Y que habíasiempre que tratarlos bien, valorarlos con amor ydelicadeza, porque en una de esas, tal vez seescapan por la ventana y jamás vuelven.

Autor: Deby Zamora.

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♕ En un frondoso bosque, de un panal sederramó una rica y deliciosa miel, y lasmoscas acudieron rápidamente y ansiosas adevorarla. Y la miel era tan dulce y exquisitaque las moscas no podían dejar de comerla.

Lo que no se dieron cuenta las moscas es quesus patas se fueron prendiendo en la miel yque ya no podían alzar el vuelo de nuevo.

A punto de ahogarse en su exquisito tesoro,las moscas exclamaron:

- ¡Nos morimos, desgraciadas nosotras, porquererlo tomar todo en un instante de placer!

Las moscas: en verso

A un panal de rica miel

dos mil moscas acudieron,

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que por golosas murieron,

presas de patas en él.

Otra dentro de un pastel

enterró su golosina.

Así, si bien se examina,

los humanos corazones

perecen en las prisiones

del vicio que los domina.

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♕ Hubo una vez un brujo malvado que unanoche robó mil lenguas en una ciudad, ydespués de aplicarles un hechizo para que sólohablaran cosas malas de todo el mundo, se lasdevolvió a sus dueños sin que estos se dierancuenta.De este modo, en muy poco tiempo, en aquellaciudad sólo se hablaban cosas malas de todo elmundo: "que si este había hecho esto, que siaquel lo otro, que si este era un pesado y elotro un torpe", etc... y aquello sólo llevaba aque todos estuvieran enfadados con todos,para mayor alegría del brujo.

Al ver la situación , el Gran Mago decidióintervenir con sus mismas armas, haciendo unencantamiento sobre las orejas de todos. Lasorejas cobraron vida, y cada vez que alguna delas lenguas empezaba sus críticas, ellas secerraban fuertemente, impidiendo que la genteoyera. Así empezó la batalla terrible entrelenguas y orejas, unas criticando sin parar, y lasotras haciéndose las sordas...

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¿Quién ganó la batalla? Pues con el paso deltiempo, las lenguas hechizadas empezaron asentirse inútiles: ¿para qué hablar si nadie lesescuchaba?, y como eran lenguas, y preferíanque las escuchasen, empezaron a cambiar loque decían. Y cuando comprobaron quediciendo cosas buenas y bonitas de todo y detodos, volvían a escucharles, se llenaron dealegría y olvidaron para siempre su hechizo.

Y aún hoy el brujo malvado sigue hechizandolenguas por el mundo, pero gracias al mago yatodos saben que lo único que hay que hacerpara acabar con las críticas y los criticones, escerrar las orejas, y no hacerles caso.

Autor: Pedro Pablo Sacristán

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♕Daniel se reía dentro del auto por lasgracias que hacía su hermano menor, Carlos.Iban de paseo con sus padres al LagoRosado. Allí irían a nadar en sus tibias aguasy elevarían sus nuevas cometas. Sería un díade paseo inolvidable. De pronto el coche sedetuvo con un brusco frenazo. Daniel oyó asu padre exclamar con voz ronca:

- ¡Oh, mi Dios, lo he atropellado!- ¿A quién, a quién?, le preguntó Daniel.- No se preocupen, respondió su padre-. Noes nada.

El auto inició su marcha de nuevo y la madrede los chicos encendió la radio, empezó asonar una canción de moda en los altavoces.

- Cantemos esta canción, dijo mirando a losniños en el asiento de atrás. La mamácomenzó a tararear una tonada. Pero Danielmiró por el vidrio trasero y vio tendido sobrela carretera el cuerpo de un conejo.

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- Para el coche papi, gritó Daniel. Por favor,detente.- ¿Para qué?, responde su padre.- ¡El conejo, le dice, el conejo allí en lacarretera, herido!- Dejémoslo, dice la madre, es sólo un animal.- No, no, para, para.- Sí papi, no sigas - añade Carlitos-. Debemosrecogerlo y llevarlo al hospital de animales. Losdos niños estaban muy preocupados y tristes.

- Bueno, está bien- dijo el padre dándosecuenta de su error. Y dando vuelta recogieronal conejo herido.

Pero al reiniciar su viaje fueron detenidos unpoco más adelante por una radio patrulla de lapolicía vial, que les informó de que una granroca había caído sobre la carretera por dondeiban, cerrando el paso. Al enterarse de laemergencia, todos ayudaron a los policías aretirar la roca.

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Gracias a la solidaridad de todos pudierondejar el camino libre y llegar a tiempo alveterinario, que curó la pata al conejo. Lospapás de Daniel y Carlos aceptaron aacogerlo en casa hasta que se curara.

Unas semanas después toda la familia fue adejar al conejito de nuevo en el bosque.Carlos y Daniel le dijeron adiós con pena,pero sabiendo que sería más feliz enlibertad.

FINAutor: Álvaro Jurado Nieto, Colombia

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♕ Hace muchos años había un Emperador tanaficionado a los trajes nuevos que gastaba todassus rentas en vestir con la máxima elegancia. No seinteresaba por sus soldados, ni le atraía el teatro, nile gustaba pasear en coche por el bosque, a menosque fuera para lucir sus trajes nuevos. Tenía unvestido distinto para cada hora del día, y de lamisma manera que se dice de un rey que seencuentra en el Consejo, de él se decía siempre:

-El Emperador está en el ropero.

La gran ciudad en que vivía estaba llena deentretenimientos y era visitada a diario pornumerosos turistas. Un día se presentaron dostruhanes que se hacían pasar por tejedores,asegurando que sabían tejer las telas másmaravillosas que pudiera imaginarse. No sólo loscolores y los dibujos eran de una insólita belleza,sino que las prendas con ellas confeccionadasposeían la milagrosa virtud de convertirse eninvisibles para todos aquellos que no fuesenmerecedores de su cargo o que fueranirremediablemente estúpidos.

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-¡Deben ser vestidos magníficos! -pensó elEmperador-. Si los llevase, podría averiguar quéfuncionarios del reino son indignos del cargo quedesempeñan. Podría distinguir a los listos de lostontos. Sí debo encargar inmediatamente que mehagan un traje.

Y entregó mucho dinero a los estafadores para quecomenzasen su trabajo.

Instalaron dos telares y simularon que trabajaban enellos; aunque estaba totalmente vacíos. Con todaurgencia, exigieron las sedas más finas y el hilo deoro de la mejor calidad. Guardaron en sus alforjastodo esto y trabajaron en los telares vacíos hastamuy entrada la noche.

«Me gustaría saber lo que ha avanzado con la tela»,pensaba el Emperador, pero se encontraba un pococonfuso en su interior al pensar que el que fuesetonto o indigno de su cargo no podría ver lo queestaban tejiendo. No es que tuviera dudas sobre símismo; pero, por si acaso, prefería enviar primero aotro, para ver cómo andaban las cosas. Todos loshabitantes de la ciudad estaban informados de laparticular virtud de aquella tela, y todos estabandeseosos de ver lo tonto o inútil que era su vecino

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«Enviaré a mi viejo ministro a que visite a lostejedores -pensó el Emperador-. Es un hombrehonrado y el más indicado para ver si el trabajoprogresa, pues tiene buen juicio, y no hay quiendesempeñe el cargo como él».

El viejo y digno ministro se presentó, pues, en lasala ocupada por los dos pícaros, los cuales seguíantrabajando en los telares vacíos.

«¡Dios me guarde! -pensó el viejo ministro,abriendo unos ojos como platos-. ¡Pero si no veonada!». Pero tuvo buen cuidado en no decirlo.

Los dos estafadores le pidieron que se acercase y lepreguntaron si no encontraba preciosos el color y eldibujo. Al decirlo, le señalaban el telar vacío, y elpobre ministro seguía con los ojos desencajados,pero sin ver nada, puesto que nada había.

«¡Dios mio! -pensó-. ¿Seré tonto acaso? Jamás lohubiera creído, y nadie tiene que saberlo. ¿Esposible que sea inútil para el cargo? No debo decira nadie que no he visto la tela».

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-¿Qué? ¿No decís nada del tejido? -preguntó unode los pillos.

-¡Oh, precioso, maravilloso! -respondió el viejoministro mirando a través de los lentes-. ¡Quédibujos y qué colores! Desde luego, diré alEmperador que me ha gustadoextraordinariamente.

-Cuánto nos complace -dijeron los tejedores,dándole los nombres de los colores ydescribiéndole el raro dibujo. El viejo ministrotuvo buen cuidado de quedarse las explicacionesen la memoria para poder repetirlas alEmperador; y así lo hizo.

Los estafadores volvieron a pedir más dinero,más seda y más oro, ya que lo necesitaban paraseguir tejiendo. Lo almacenaron todo en susalforjas, pues ni una hebra se empleó en el telar,y ellos continuaron, como antes, trabajando enel telar vacío.

Poco después el Emperador envió a otrofuncionario de su confianza a inspeccionar elestado del tejido y a informarse de si el trajequedaría pronto listo. Al segundo le ocurrió loque al primero; miró y remiró, pero como en el

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-Precioso tejido, ¿verdad? -preguntaron los dostramposos, señalando y explicando el preciosodibujo que no existía.

«Yo no soy tonto -pensó el funcionario-, luego,¿será mi alto cargo el que no me merezco? ¡Quécosa más extraña! Pero, es preciso que nadie se décuenta».

Así es que elogió la tela que no veía, y les expresósu satisfacción por aquellos hermosos colores yaquel precioso dibujo.

-¡Es digno de admiración! -informó al Emperador.

Todos hablaban en la ciudad de la espléndida tela,tanto que, el mismo Emperador quiso verla antesde que la sacasen del telar.

Seguido de una multitud de personajesdistinguidos, entre los cuales figuraban los dosviejos y buenos funcionarios que habían ido antes,se encaminó a la sala donde se encontraban lospícaros, los cuales continuaban tejiendoafanosamente, aunque sin hebra de hilo.

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-¿Verdad que es admirable? -preguntaron los doshonrados funcionarios-. Fíjese Vuestra Majestad enestos colores y estos dibujos -, y señalaban el telarvacío, creyendo que los demás veían perfectamentela tela.

«¿Qué es esto? -pensó el Emperador-. ¡Yo no veonada! ¡Esto es terrible! ¿Seré tonto? ¿O es que nomerezco ser emperador? ¡Resultaría espantoso quefuese así!».

-¡Oh, es bellísima! -dijo en voz alta-. Tiene mi realaprobación-. Y con un gesto de agrado miraba eltelar vacío, sin decir ni una palabra de que no veíanada.

Todos el séquito miraba y remiraba, pero ningunoveía absolutamente nada; no obstante, exclamaban,como el Emperador:

-¡Oh, es bellísima!-, y le aconsejaron que se hicieseun traje con esa tela nueva y maravillosa, paraestrenarlo en la procesión que debía celebrarsepróximamente.

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-¡Es preciosa, elegantísima, estupenda!- corría deboca en boca, y todos estaban entusiasmados conella.

El Emperador concedió a cada uno de los dosbribones una Cruz de Caballero para que lasllevaran en el ojal, y los nombró CaballerosTejedores.

Durante toda la noche que precedió al día de lafiesta, los dos embaucadores estuvieronlevantados, con más de dieciséis lámparasencendidas. La gente pudo ver que trabajabanactivamente en la confección del nuevo traje delEmperador. Simularon quitar la tela del telar,cortaron el aire con grandes tijeras y cosieron conagujas sin hebra de hilo; hasta que al fin, gritaron:

-¡Mirad, el traje está listo!

Llegó el Emperador en compañía de sus caballerosmás distinguidos, y los dos truhanes, levantandolos brazos como si sostuviesen algo, dijeron:

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-¡Estos son los pantalones! ¡La casaca! ¡El manto!...Y así fueron nombrando todas las piezas deltraje. Las prendas son ligeras como si fuesen unatela de araña. Se diría que no lleva nada en elcuerpo, pero esto es precisamente lo bueno de latela.

-¡En efecto! -asintieron todos los cortesanos, sinver nada, porque no había nada .

-¿Quiere dignarse Vuestra Majestad a quitarse eltraje que lleva -dijeron los dos bribones-, para quepodamos probarle los nuevos vestidos ante elgran espejo?

El Emperador se despojó de todas sus prendas, ylos pícaros simularon entregarle las diversaspiezas del vestido nuevo, que pretendían haberterminado poco antes. Luego hicieron como siatasen algo a la cintura del Emperador: era la cola;y el Monarca se movía y contoneaba ante elespejo.

-¡Dios, y qué bien le sienta, le vaestupendamente! -exclamaron todos-. ¡Quédibujos! ¡Qué colores! ¡Es un traje precioso!

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-El palio para la procesión os espera ya en la calle,Majestad -anunció el maestro de ceremonias.

-¡Sí, estoy preparado! -dijo el Emperador-.¿Verdad que me sienta bien? -y de nuevo se miróal espejo, haciendo como si estuvieracontemplando sus vestidos.

Los chambelanes encargados de llevar la colabajaron las manos al suelo como para levantarla, ysiguieron con las manos en alto como siestuvieran sosteniendo algo en el aire; por nadadel mundo hubieran confesado que no veíannada.

Y de este modo marchó el Emperador en laprocesión bajo el espléndido palio, mientras quetodas las gentes, en la calle y en las ventanas,decían:

-¡Qué precioso es el nuevo traje del Emperador!¡Qué magnífica cola! ¡Qué bien le sienta! -nadiepermitía que los demás se diesen cuenta de que

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no veían nada, porque eso hubiera significado queeran indignos de su cargo o que eran tontos deremate. Ningún traje del Emperador había tenidotanto éxito como aquél.

-¡Pero si no lleva nada! -exclamó de pronto un niño.

-¡Dios mio, escuchad la voz de la inocencia! -dijo supadre; y todo el mundo empezó a cuchichear sobrelo que acababa de decir el pequeño.

-¡Pero si no lleva nada puesto! ¡Es un niño el quedice que no lleva nada puesto!

-¡No lleva traje! -gritó, al fin, todo el pueblo.

Aquello inquietó al Emperador, porque pensaba queel pueblo tenía razón; pero se dijo:

-Hay que seguir en la procesión hasta el final.

Y se irguió aún con mayor arrogancia que antes; y loschambelanes continuaron portando la inexistentecola.

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♕ ¡Caramba, todo me sale mal! se lamentaconstantemente Uga, la tortuga. Y es que no espara menos: siempre llega tarde, es la última enacabar sus tareas, casi nunca consigue premios ala rapidez y, para colmo es una dormilona.

¡Esto tiene que cambiar! se propuso un buen día,harta de que sus compañeros del bosque lerecriminaran por su poco esfuerzo al realizar sustareas.

Y es que había optado por no intentar siquierarealizar actividades tan sencillas como amontonarhojitas secas caídas de los árboles en otoño, oquitar piedrecitas de camino hacia la charcadonde chapoteaban los calurosos días de verano.

-¿Para qué preocuparme en hacer un trabajo queluego acaban haciendo mis compañeros? Mejores dedicarme a jugar y a descansar.

- No es una gran idea, dijo una hormiguita. Lo queverdaderamente cuenta no es hacer el trabajo enun tiempo récord; lo importante es acabarlorealizándolo lo mejor que sabes, pues siempre tequedará la recompensa de haberlo conseguido.

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No todos los trabajos necesitan de obrerosrápidos. Hay labores que requieren tiempo yesfuerzo. Si no lo intentas nunca sabrás lo queeres capaz de hacer, y siempre te quedarás con laduda de si lo hubieras logrados alguna vez.

Por ello, es mejor intentarlo y no conseguirlo queno probar y vivir con la duda. La constancia y laperseverancia son buenas aliadas para conseguirlo que nos proponemos; por ello yo te aconsejoque lo intentes. Hasta te puede sorprender de loque eres capaz.

- ¡Caramba, hormiguita, me has tocado las fibras!Esto es lo que yo necesitaba: alguien que meayudara a comprender el valor del esfuerzo; teprometo que lo intentaré.

Pasaron unos días y Uga, la tortuga, se esforzabaen sus quehaceres.

Se sentía feliz consigo misma pues cada díaconseguía lo poquito que se proponía porque eraconsciente de que había hecho todo lo posible porlograrlo.

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- He encontrado mi felicidad: lo que importa noes marcarse grandes e imposibles metas, sinoacabar todas las pequeñas tareas quecontribuyen a lograr grandes fines.

FIN

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♕ Había una vez dos ranas que cayeron en unrecipiente de crema.

Inmediatamente sintieron que se hundían; eraimposible nadar o flotar mucho tiempo en esamasa espesa como arenas movedizas. Al principio,las dos patalearon en la crema para llegar al bordedel recipiente pero era inútil, sólo conseguíanchapotear en el mismo lugar y hundirse. Sintieronque cada vez era más difícil salir a la superficie arespirar.

Una de ellas dijo en voz alta:

- No puedo más. Es imposible salir de aquí, estamateria no es para nadar. Ya que voy a morir, noveo para qué prolongar este dolor. No entiendo quésentido tiene morir agotada por un esfuerzo estéril.

Y dicho esto, dejó de patalear y se hundió conrapidez siendo literalmente tragada por el espesolíquido blanco.

La otra rana, más persistente o quizás mástozuda, se dijo:

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- ¡No hay caso! Nada se puede hacer para avanzaren esta cosa. Sin embargo ya que la muerte mellega, prefiero luchar hasta mi último aliento. Noquisiera morir un segundo antes de que llegue mihora.

Y siguió pataleando y chapoteando siempre en elmismo lugar, sin avanzar un centímetro. Horas yhoras!

De pronto … de tanto patalear y agitar, agitar ypatalear…la crema, se transformó en manteca.

La rana sorprendida dio un salto y patinando llegóhasta el borde del pote.

Desde allí, sólo le quedaba ir croando alegrementede regreso a casa.

Si eres de los que comparte Emoticono smile milgracias por tu apoyo Emoticono heart en serioEmoticono smile que tengas bonito día.

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Había una vez una extraña selva llena de monosbubuanos. Los bubuanos eran unos monos delargos brazos y piernas cortitas, que dedicabantodo el tiempo a adornar sus brazos de coloridas ybrillantes pulseras. Cada cierto tiempo les visitabael macaco Mambo, con su carro lleno de pulseras ycachivaches. En una de sus visitas, apareció conuna enormes y brillantísimas pulseras, las másbonitas que había llevado nunca. Y también lasmás caras, porque nunca antes había pedido tantopor ellas.Todos los bubuanos, menos Nico, corrieron portodas partes a conseguir plátanos suficientes parapagar su pulsera. Siendo tan caras, tenían que serlas mejores.

Pero Nico, que guardaba plátanos por si alguna vezen el futuro hicieran falta, y que a menudo dudabade que todas aquellas pulseras sirvieran para algo,pensó que eran demasiado caras. Pero como noquería desaprovechar la visita de Mambo, rebuscóentre sus cachivaches algo interesante, hasta darcon una caja extraña llena de hierros torcidos. "Nosirve para nada, Nico", le dijo el vendedor, "puedesquedártela por un par de plátanos".

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Así, Mambo se fue habiendo vendido sus pulseras,dejando a los bubuanos encantados y sonrientes.Pero al poco tiempo comenzaron a darse cuenta deque aquellas pulseras, tan anchas y alargadas, nodejaban mover bien los brazos, y eran un verdaderoproblema para hacer lo más importante en la vidade un bubuano: coger plátanos. Trataron dequitárselas, pero no pudieron. Y entonces resultóque todos querían los plátanos de Nico, que eran losúnicos en toda la selva que no estaban en losárboles. Así, de la noche a la mañana, Nico seconvirtió en el bubuano más rico y respetado de laselva.

Pero no quedó ahí la cosa. Aquella caja de raroshierros torcidos que tan interesante le habíaparecido a Nico y tan poco le había costado, resultóser una caja de herramientas, y cuando Nicodescubrió sus muchas utilidades, no sólo pudoliberar a los demás bubuanos de aquellas estúpidaspulseras, sino que encontraron muchísimas formasde utilizarlas para conseguir cosas increíbles.

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Y así fue como, gracias a la sensatez de Nico, losbubuanos comprendieron que el precio de las cosasnada tiene que ver con su valor real, y que dejarsellevar por las modas y demás mensajes de losvendedores es una forma segura de acabarteniendo problemas.Autor.. Pedro Pablo Sacristán

Enseñanza:El valor de las cosas no viene dado por lo que cuestan,así que es fundamental saber cuál es el valor real de lascosas

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El Rey Midas

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Érase una vez un rey muy rico cuyo nombre eraMidas. Tenía más oro que nadie en todo elmundo, pero a pesar de eso no le parecíasuficiente. Nunca se alegraba tanto comocuando obtenía más oro para sumar en susarcas. Lo almacenaba en las grandes bóvedassubterráneas de su palacio, y pasaba muchashoras del día contándolo una y otra vez.

Midas tenía una hija llamada Caléndula. Laamaba con devoción, y decía: Será la princesamás rica del mundo. Pero la pequeña Caléndulano daba importancia a su fortuna. Amaba sujardín, sus flores y el brillo del sol más que todaslas riquezas de su padre. Era una niña muysolitaria, pues su padre siempre estababuscando nuevas maneras de conseguir oro, ycontando el que tenía, así que rara vez lecontaba cuentos o salía a pasear con ella, comodeberían hacer todos los padres.

Un día el rey Midas estaba en su sala del tesoro.Había echado la llave a las gruesas puertas yhabía abierto sus grandes cofres de oro. Loapilaba sobre mesa y lo tocaba con adoración

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Lo dejaba escurrir entre los dedos y sonreía al oírel tintineo, como si fuera una dulce música. Depronto una sombre cayó sobre la pila del oro. Alvolverse, el rey vio a un sonriente desconocido dereluciente atuendo blanco. Midas se sobresaltó.¡Estaba seguro de haber atrancado la puerta! ¡Sutesoro no estaba seguro! Pero el desconocido selimitaba a sonreír.

- Tienes mucho oro, rey Midas -dijo. Sí -respondióel rey-, pero es muy poco comparado con todo eloro que hay en el mundo. ¿Qué? ¿No estássatisfecho? -preguntó el desconocido.¿Satisfecho? -exclamó el rey-. Claro que no. Pasomuchas noches en vela planeando nuevos modosde obtener más oro. Ojalá todo lo que tocara setransformara en oro. ¿De veras deseas eso, reyMidas?. Claro que sí. Nada me haría más feliz.Entonces se cumplirá tu deseo. Mañana por lamañana, cuando los primeros rayos del sol entrenpor tu ventana, tendrás el toque de oro.

Apenas hubo dicho estas palabras, el desconocidodesapareció. El rey Midas se frotó los ojos.

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Debo haber soñado -se dijo- , pero qué feliz sería sieso fuera cierto. A la mañana siguiente el reyMidas despertó cuando las primeras lucesaclararon el cielo. Extendió la mano y tocó lasmantas. Nada sucedió. Sabía que no podía sercierto, suspiró. En ese momento los primeros rayosdel sol entraron por la ventana. Las mantas dondeel rey Midas apoyaba la mano se convirtieron enoro puro. ¡Es verdad! -exclamó con regocijo-. ¡Esverdad!.

Se levantó y corrió por la habitación tocando todo.Su bata, sus pantuflas, los muebles, todo seconvirtió en oro. Miró por la ventana, hacia eljardín de Caléndula. Le daré una grata sorpresa,pensó. Bajó al jardín, tocando todas las flores deCaléndula y transformándolas en oro. Ella estarámuy complacida, se dijo.

Regresó a su habitación para esperar el desayuno,y recogió el libro que leía la noche anterior, peroen cuanto lo tocó se convirtió en oro macizo.Ahora no puedo leer -dijo-, pero desde luego esmucho mejor que sea de oro.

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Un criado entró con el desayuno del rey. Québien luce -dijo-. Ante todo quiero ese melocotónrojo y maduro. Tomó el melocotón con la mano,pero antes que pudiera saborearlo se habíaconvertido en una pepita de oro. El rey Midas lodejó en la bandeja. Es precioso, pero no puedocomerlo, se lamentó. Levantó un panecillo, perotambién se convirtió en oro.

En ese momento se abrió la puerta y entró lapequeña Caléndula. Sollozaba amargamente, ytraía en la mano una de sus rosas.

- ¿Qué sucede, hijita?, preguntó el rey.- ¡Oh, padre! ¡Mira lo que ha pasado con misrosas! ¡Están feas y rígidas!.

- Pues son rosas de oro, niña. ¿No te parecen másbellas que antes?.

- No -gimió la niña-, no tienen ese dulce olor. Nocrecerán más. Me gustan las rosas vivas.

- No importa -dijo el rey-, ahora toma tudesayuno.

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Pero Caléndula notó que su padre no comía y queestaba muy triste.

-¿Qué sucede, querido padre?, preguntó,acercándose. Le echó los brazos al cuello y él labesó, pero de pronto el rey gritó de espanto yangustia. En cuanto la tocó, el adorable rostro deCaléndula se convirtió en oro reluciente. Sus ojosno veían, sus labios no podían besarlo, susbracitos no podían estrecharlo. Ya no era una hijarisueña y cariñosa, sino una pequeña estatua deoro.

El rey Midas agachó la cabeza, rompiendo a llorar.¿Eres feliz, rey Midas?, dijo una voz. Al volverse,Midas vio al desconocido.

¡Feliz! ¿Cómo puedes preguntármelo? ¡Soy elhombre más desdichado de este mundo!, dijo elrey. Tienes el toque de oro -replicó eldesconocido-. ¿No es suficiente?.

El rey Midas no alzó la cabeza ni respondió:

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¿Qué prefieres, comida y un vaso de agua fría oestas pepitas de oro?. El rey Midas no pudoresponder. ¿Qué prefieres, oh rey, esa pequeñaestatua de oro, o una niña vivaracha y cariñosa?.

Oh, devuélveme a mi pequeña Caléndula y te darétodo el oro que tengo -dijo el rey-. He perdido todolo que tenía de valioso. Eres más sabio que ayer, reyMidas -dijo el desconocido-. Zambúllete en el ríoque corre al pie de tu jardín, luego recoge un pocode agua y arrójala sobre aquello que quieras volvera su antigua forma.

El rey Midas se levantó y corrió al río. Se zambulló,llenó una jarra de agua y regresó deprisa al palacio.Roció con agua a Caléndula, y devolvió el color asus mejillas. La niña abrió los ojos azules. Con ungrito de alegría, el rey Midas la tomó en sus brazos.Nunca más el rey Midas se interesó en otro oro queno fuera el oro de la luz del sol, o el oro del cabellode la pequeña Caléndula.