8 epílogos para febrero

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8 EPÍLOGOS PARA FEBRERO 1º ESO C y E Curso 2015-2016 Profesora: Carolina Otero

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Posibles finales alternativos para la novela "El aprendiz de héroe" (Alberto Torres Blandina, Ed. Edelvives). Los epílogos han sido escritos por los alumnos en grupo o individualmente en algún caso, así como por la propia profesora. En ellos, Febrero viaja a otros lugares y se encuentra con personajes de otros mitos, desde Ícaro hasta el Colombre. Los textos fueron redactados por alumnos de 1ºESO para cerrar el tercer trimestre y con el fin de regalárselos al autor que, sin saberlo, los generó.

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8 EPÍLOGOSPARA FEBRERO

1º ESO C y ECurso 2015-2016

Profesora: Carolina Otero

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CAPTACIÓN BENEVOLENTE

Este trabajo de redacción refleja todo un trimestre dedicado a la lectura de la novela El

aprendiz de héroe, del autor valenciano Alberto Torres Blandina. Tras leer la obra en

voz alta en la propia clase de Lengua y literatura y comentarla (¡nos negamos a

examinar sobre lecturas!), realizamos un taller de escritura grupal e individual con el fin

de producir posibles finales alternativos para el protagonista de la historia, Febrero.

Asimismo, preparamos preguntas para a charla programada el jueves 9 de junio en el

instituto y una presentación, todo a cargo de los alumnos, por lo que aprovechamos esta

muestra de epílogos (no están todos pero el tiempo corre que se las pela, como el perro

de nuestro protagonista) para incluir algunas fotos del encuentro literario.

Esta muestra, para acabar, recoge el pequeño fruto de todo un curso escolar puesto que,

en contra de lo que dicen muchos que hablan de ley educativa (bla, bla y más bla), la

imaginación, que venimos trabajando desde septiembre con talleres de escritura, es una

herramienta poderosísima. De hecho, Einstein, lector de El Quijote, la tenía en gran

estima.

Gracias por vuestro interés y feliz lectura.

Y vale ya.

La profesora

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FEBRERO VIAJA A TROYA

por Ainhoa Llorente

Otras fuentes cuentan que la historia de Febrero que salió a buscar a su perro Gato es

como sigue... Un buen día, Febrero en busca de su perro, llegó hasta Troya. Se dio

cuenta de que no se podía entrar, ya que había una gran muralla. Por suerte, pasaba un

hombre en caballo, decía ser el mercader, el que llevaba los alimentos a Troya. Febrero

le pidió que si le podía llevar al castillo para preguntar que si habían visto a su perro

Gato. TraS insistir e insistir, el mercader se accedió a llevarle al castillo. Una vez allí,

fue a hablar con los reyes.

-Soy Febrero y estoy buscando a mi perro Gato. Los reyes sorprendidos le dijeron:

-En esta ciudad hay muchos perros...

Febrero triste, bajó la cabeza y dijo:

-¿Y... no hay nada que se pueda hacer?

Los reyes sentían pena por ver así de triste al chico y le dijeron que podían mandar a

algún soldado a ver qué podían hacer. Febrero, emocionado, abandonó el castillo. De

repente se topó con un caballo de madera enorme. Se acercó para ver aquel maravilloso

caballo de madera detalladamente y vio una extraña puerta. La abrió poco a poco y vio

que dentro había personas, mejor dicho, soldados.

-¿Qué hacéis aquí? -dijo Febrero

-Tomar el sol -dijo un soldado enfadado porque les habían descubierto.

-¡Fuera niño, vete de aquí!! -dijo otro soldado, llamado Ulises.

Febrero, asustado, salió del caballo de madera y siguió buscando a su perro. De repente

Febrero escuchó una voz de mujer por detrás de él que decía:

-¡Niñoo, niñoo!.. Era Casandra, a la que todos le llamaban  "la loca de la ciudad".

Febrero se paró y le preguntó:

-¿Qué pasa?

-¡No te acerques a ese caballo, nos van a matar a todos!

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Febrero, sin palabras, siguió adelante. Fue al castillo por segunda vez, para preguntar

que si habían encontrado a su perro. Los reyes le dijeron que era muy dificil encontrar a

un perro en esta ciudad, ya que había muchos.

Febrero, hambriento, se fue del castillo. Llegó hasta una casa de una ancianita y

preguntó que si le podía dar agua y comida.

-¡Ahora mismo! -contestó la mujer. Mientras la mujer fue a la cocina a por comida

escuchó un ladrido similar al de su perro Gato... ¡venía de dentro! Febrero, repetidas

veces, gritó el nombre de "Gato" y... su perro apareció. En ese mismo momento la mujer

salió con la comida y le preguntó:

-¿Es su perro?

-Sií -dijo Febrero muy emocionado.

La mujer dijo que entrara a su casa a comer tranquilamente ya que había encontrado a

su perro. Después de comer, Febrero y su perro abandonaron Troya.

Nada más salir escducharon unos gritos, se asomaron y vieron cómo los soldados de

dentro del caballo de madera estaban matando a todo Troya. Asustados se escondieron.

Cuando vieron que ya no se escuchaba nada salieron a asomarse y vieron que no

quedaba nadie vivo. Alarmados, se marcharon a su pueblo y se lo contaron a todo el

mundo.

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FEBRERO EN CRETA

por Paula Folch, Hugo Ferrandis, Carles Villa y Raquel Viguer

Otras fuentes cuentan que el final es bien distinto...

Parece ser que Dédalo e Ícaro, amigos de Febrero, encontraron a su perro Gato. Lo

encontraron en el laberinto perdido entre las paredes de éste. Le llamaron por teléfono y

le avisaron del hallazgo. Febrero, sorprendido, gritó al aparato:

-¡No puede ser! Y yo buscándolo por mis tierras y resultaba que estaba en el quinto

pino.

-No sé, pero ven volando.

-¡Clarooooo! Podríamos crear unas alas con hierba y ramas para volar.

-Haz lo que quieras pero tráeme a mi perro.

-¡Pues volando iremos!

Crearon unas alas y volaron. Ícaro voló tan alto que la cera de las alas se derritió de tal

manera al agua que tragó agua.

El perro salió de transportín disparado hacia Ícaro. Lo arrastró hasta la orilla y luego

Dédalo le reanimó dándole golpes en el pecho. Continuaron su viaje hasta encontrar a

Febrero y devolverle a su perro Gato.

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FEBRERO EN EL RÍO PARANÁ

por Michael Cedillo y Joaquín Rangel

Otras fuentes cuentan que la historia de Febrero que salió a buscar a su perro Gato es

como sigue.

Febrero, buscando a su perro Gato, pasa por la aldea de los guaraníes y, siguiendo las

huellas de Gato, se puso a recorrer la orilla del rió Paraná y se encuentra a un guaraní

llamado Pita que se lanza al río para encontrar el brazalete de su amada llamada Moratí.

Pita no sale del agua. Moratí le pide ayuda a nuestro héroe:

-Ayudadme, forastero.

-¿Yo?

-¿Sí, quién más si no? Demostrando a mis amigas que Pita haría cualquier cosa por mí,

lancé mi brazalete al río.

- Mmm... Eso explica todo.

Febrero se lanzó al río a rescatar a Pita. Nuestro aprendiz de héroe llegó al palacio de la

hermosa hechicera Cuyá Payé. Allí vio a Gato y a Pita junto a la hechicera. Febrero

llevó con él un collar de la joven Moratí, que hizo recordar a Pita todo y sobre todo a su

amada. Pita, Gato y Febrero salieron de palacio, pudieron salir gracias a Gato, que le

lamió todo el rostro a la hechicera.

Pita, cuando salio del río, fue a buscar a Moratí.Pita le pregunta a Febrero :

-¿Cómo te llamas?

-Me llamo Febrero.

Pita le contestó con una voz alegre:

- Ese no es un nombre.

-Aunque no sea un nombre a mí me gusta.

Felices los amados, le regalan a Febrero una flor de Loto, que Gato se comió de un

mordisco.

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FEBRERO CONOCE A APOLO

por Sofía de Paz et alli

Otras fuentes cuentan que el final es distinto para Febrero, que salió a buscar a su perro

Gato.

Oyó unas voces y se acercó a ver, eran Apolo y Eros que estaban discutiendo. Febrero

decide seguir a Apolo para preguntarle si sabía donde estaba su perro. Cuando Apolo se

detiene para mirar a una bella dama cuyo nombre era Dafne aprovechó para preguntarle,

Apolo no contestó, y sin apartar la mirada de Dafne le dijo:

-Si me ayudas a conquistar a esta dama, te garantizo que te ayudaré a buscar a tu perro.

-Vale, te ayudaré a conquistarla y luego buscaremos a Gato.

-¿Pero no me habías dicho que buscaríamos a un perro?

-Sí, llamado Gato.

-Pero ¿qué clase de nombre es ése? Bueno, dejémoslo, manos a la obra.

Febrero sin consultarle nada a Apolo fue a Dafne y le dijo:

-Hola, ¿no será usted Dafne?

-Sí, ¿Me buscabas?

-Sí, verá, mi amigo Apolo está enamorado de usted, ¿Le gustaría casarse con él? -Apolo

observaba el diálogo atónito.

-¿Apolo? ¿Dónde? Tengo que salir de aquí ahora mismo -dijo Dafne

Cuando Dafne se fue de allí, en ese preciso momento, apareció Gato. Febrero estaba

muy feliz, pero aunque ya había aparecido su perro, él decidió cumplir la promesa que

había pactado con Apolo.

Febrero, sin consultar nada a nadie, se fue a casa de Eros y le robó las flechas y el arco.

Fue corriendo a donde estaba Apolo y le mostró lo que había cogido. Apolo,

sorprendido, dijo:

-¿Qué quieres que haga yo con eso?

-Con esto puedes conseguir que Dafne se enamore de ti -contestó Febrero.

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Febrero se despidió de Apolo y se fue.

Apolo, que observaba a Dafne todas las tardes, sabía que iba a estar allí en el río a la

misma hora de siempre. Ahora lo único que le quedaba era esconderse detrás de un

árbol y esperar a que apareciera Dafne y clavarle la flecha del amor.

Y así fue: su historia duró hasta la eternidad.

Y mientras tanto Febrero se encontraba en su aldea, feliz, con su perro Gato.

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LOS TRABAJOS DE FEBRERO

por Alejandro Lacalle, Llum cabañes y Marta Prats

Otras fuentes cuentan que el final es bien distinto para Febrero, que salió a buscar a su

perro Gato.

Febrero era muy codicioso y le pidió a varios dioses que le concediesen un don. Febrero

llevaba días siendo muy orgulloso, quería poseer todos los tesoros de la Tierra.

Pero, por su prepotencia, la suerte de Febrero empezó a cambiar. La gente comenzó a

darle de lado porque se creía superior, y los trataba como seres inferiores.

Los dioses se enojaron con Febrero, y esto afectó a su perro Gato: desapareció.

Febrero acudió a un templo a pedirle ayuda a los dioses. La respuesta de Zeus tardó en

llegar, pero llegó:

-Febrero, si quieres recuperar el cariño de la gente y a tu perro Gato, deberás realizar los

mismos trabajos que hizo el héroe Hércules. ¡Suerte!

Entonces Zeus desapareció, y de las manos de Febrero apareció una nota donde

aparecían los doce trabajos de Hércules. Febrero salió del templo cabizbajo, ya que

había leído diferentes proezas sobre Hércules, y pensó que era verdaderamente

imposible. Iba caminando sin rumbo, hasta que se encontró a un pequeño toro al que

llamaban Minotauro.

-Me he enterado de la conversación que has tenido con el padre de los dioses, y creo que

no has entendido verdaderamente lo que te ha querido decir- dijo Febrero.

-Al hablar de los doce trabajos de Hércules, te ha querido comentar que estés un tiempo

esforzándote día y noche para conseguir tu propósito, y que no seas tan orgulloso de ti

mismo y luches por lo que quieras conseguir- dijo el Minotauro.

Febrero no quiso pensar más y se puso manos a la obra: dejó de tratar con desprecio e

ignorancia a la gente y quiso comprender que todas las personas en el mundo por

iguales.

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Un mes más tarde de la conversación de Zeus:

-Veo que has cumplido Febrero, y ahora tendrás tu recompensa -dijo convencido el

dios.

-¿Y cuál será mi premio? -preguntó entusiasmado Febrero.

-Te proporcionaré un don -contestó Zeus.

-¿Me dejas a elegir?- volvió a interrogar Febrero.

-¡Claro! -exclamó Zeus.

-Quiero que todo lo que toque se convierta en oro- dijo locamente Febrero.

-Vale, perfecto, y... te entrego a tu perro Gato, lo tenía yo: te merecías el castigo por ser

tan orgulloso de ti mismo explicó Zeus.

-Muchas gracias -contestó Febrero.

Al instante, nada más que la manos de Febrero tocaron a Gato, este se convirtió en oro,

y Febrero lloró desconsolado.

-Eso te pasa por ser codicioso y egoísta. Si lo quieres arreglar, corre y haz que el autor

que está escribiendo este mito se convierta en oro - explicó Zeus.

Y así fue, cuenta la leyenda que Alberto Torres Blandina escribió el libro "El aprendiz

de héroe", pero que el final está escrito por un niño.

Pero, como he dicho antes otras fuentes cuentan que el final es bien distinto para

Febrero, que salió a buscar a su perro Gato.

¿Quién sabe? ¿Estás fuentes...serán falsas?

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FEBRERO EN EL LABERINTO

por Elena Alacreu, Aitana Blasco y Sergio Monedero

Otras fuentes cuentan que el final es bien distinto para Febrero, que salió a buscar a su

perro Gato.

Un día Febrero iba andando y se metió por equivocación en un laberinto y se encontró

con un chico. Era Ícaro, comenzaron a hablar y se llevaron bien:

-¿Qué haces en este laberinto? – preguntó Ícaro.

-Busco a mi perro, Gato – contestó Febrero -¿Lo has visto?

-Aquí los únicos animales que hay están muertos, a no ser que haya llegado hace poco.

-¿Me ayudas a buscarlo?

-Lo siento, no puedo estoy buscando materiales para que mi padre pueda construir unas

alas y escapar de aquí.

-Podemos llegar a un acuerdo, yo te ayudo a buscar los materiales para vuestras alas y

después me ayudas a buscar a Gato.

-¡Trato hecho!

Febrero e Ícaro fueron a buscar materiales, cuando se lo entregaron a Dédalo, para que

empezara a hacer las alas, fueron en busca de Gato. Tras horas buscando encontraron

una pista: el collar de Gato, esa pista les llevó a una cueva.

Cuando llegaron a la cueva se pensaron mucho lo de entrar, pero Febrero había ido a

muchos sitios para buscar a Gato y no iba a permitir que el miedo que le daba la

oscuridad de la cueva le impidiera encontrar a Gato; entonces se armó de valor e Ícaro

como no quería parecer un miedica, siguió a Febrero. Cuando por fin estaban dentro

oyeron un crujido, como si alguien hubiera chafado una rama, Ícaro y Febrero se

quedaron paralizados. A Febrero le saltó un animal al pecho y se asustó, pero al

momento descubrió que era Gato y le abrazó. Salieron fuera de la cueva para volver a

casa, pero Gato no se quería ir, como si se dejara algo en la cueva, entonces Febrero con

dos piedras, consiguió hacer fuego y encendieron una antorcha; al entrar vieron que

Gato se dirigía a un rincón en el que se encontraba una perrita con dos cachorros, ¡Gato

había sido padre!

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Al rato Febrero, Ícaro, Gato y su familia volvieron donde estaba Dédalo y además de las

majestuosas alas, Febrero le pidió que construyera una cesta para la familia de Gato.

Una vez construido todo, Febrero cogió la cesta y se fue fuera del laberinto con Gato

volando, no era gran recorrido, pero, si lo hubiera hecho andando, nunca lo habría

conseguido. Por otra parte, Ícaro y Dédalo intentaron huir, pero a ellos no les bastaba

salir del laberinto, porque les volvieron a meter dentro, por lo tanto, intentaron ir al otro

lado del mar pero no podrían volar ni muy alto porque el calor del Sol derretiría sus

alas, ni muy bajo, porque las olas podrían romper sus alas. Pero el joven Ícaro se

encandiló con el paisaje y voló muy arriba, entonces sus alas se destrozaron y su cuerpo

quedó tendido en el mar como un barco a la deriva.

Febrero se enteró días después cuando corrió el rumor de que unos hombres voladores

habían escapado de un laberinto, uno había llegado a una isla del norte pero el otro por

una causa desconocida había muerto en el trayecto.

A Febrero le afectó la muerte de su amigo ya que sin él no podría haber encontrado a

Gato.

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EN BUSCA DE GATO

por Jorge Chiquillo, Alba Mora, Victoria Gómez y Rubén Sánchez

Febrero se preocupó tanto que decidió emprender un viaje por todo el mundo para

encontrarle.

Por el viaje, se encontró a Zeus, el dios del cielo, padre de los dioses. Se saludaron y

Zeus le preguntó:

-¿Qué haces por aquí chico?

Febrero le contestó:

-Visitando aquí un poco a la peña. He pedido a mi perro.

-Oh...¿puedo ayudarte en algo? - le preguntó Zeus.

-Pues me haría un favor si me construyera unas alas aeroestáticas para poder tener mejor

visión y localizar a mi perro -le pidió Febrero.

-Vale, te ayudaré. Mañana a primera hora te las daré.

-Muchas gracias, te lo agradezco.

Al día siguiente, Zeus le entregó las alas tal como había dicho, pero con unas

condiciones:

-No debes volar demasiado alto porque sino el sol derretirá tus alas.

-No debes volar muy bajo porque sino las olas empaparían tus alas.

Ya era la hora de emprender el vuelo, se puso manos a la obra.

Febrero, en medio del viaje, ve desde lo alto a su perro y, sin pensar, decide bajar a por

él. En el momento en el que su perro Gato lo ve bajando, sus alas no aguantan la presión

y se rompen.

El perro fue consciente de que Febrero había muerto.

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LA LLAMADA DEL MAR

por Carolina Otero

Otras fuentes cuentan que el final es bien distinto para Febrero, que salió a buscar a su

perro Gato.

Resulta que Febrero nunca llegó a encontrar el camino a casa porque, para cuando se

dio cuenta de que había pasado mucho tiempo, el deshielo de los polos había inundado

todos los posibles accesos de vuelta a su aldea. Así que el muchacho se tuvo que

resignar a quedarse en donde se encontraba, siempre cerca del mar.

-Cómo es la vida -filosofaba nuestro héroe-, nunca había visto el mar y he acabado en

un lugar donde solo hay agua salada.

Con estos pensamientos, Febrero alcanzaba justamente una aldea costera y se sentó a

ver a los pescadores amarrar sus barcas en el pequeño puerto. Uno de ellos, Stefano, se

le acercó:

-Muchacho, ¿qué haces aquí tan sólo?

-Nada, ahora sólo ver pasar barcos.

-¿Y tu familia? ¿Les estás esperando?

-No, en verdad ya no tengo a nadie. Vine hasta aquí buscando a mi perro Gato y, tras las

crecidas del mar, estoy atrapado. Sí, ya sé, el nombre de mi perro es raro y el mío,

Febrero, lo es más aún, pero no importa. Nada importa ya...

Stefano puso su mano en el hombro del chico para apaciguarlo ya que había comenzado

a sollozar (sí, los héroes también lloran, no os vayáis a creer, por ejemplo, el Cid

Campeador lloró cuando lo desterraba su rey y Spiderman cuando tiene que dejar a

Gwen por una promesa que le había hecho a su padre). Y entonces le dijo:

-Mañana sale un carguero, ¿te gustaría venir mañana conmigo? Por el vello que te

empieza a crecer en la cara debes de tener ya los 12 o 13 años. Si es así, ya puedes subir

a bordo.

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-¿De verdad?! -preguntó Febrero con ímpetu.

Y así fue que Febrero descansó esa noche en casa de Stefano, y así sería durante más

noches, pero no nos adelantemos que aún no ha sucedido lo más importante de esta

historia.

Al día siguiente, en un día precioso de luz luminoso (le recordó a Febrero a la luz dulce

que se derramaba por los tejados de su aldea, ah, la aldea), se adentraron en el mar.

Interesado por todo el manejo del barco, Febrero no paró de preguntar para qué servía

esto y aquello, olvidándose un poco de su perro Gato, y hasta sintió emoción; por fin

había encontrado su vocación, ser marinero. Él podría llevar a cabo el sueño roto del

mismísimo Jules Verne, que debió continuar su carrera de abogado y dejar las olas solas

en el mar.

De repente, a lo lejos, atisbó una cosa que parecía asomarse y esconderse en el agua, a

unos 200 o 300 metros de allí. Parecía que, aunque el carguero nadaba que se las pelaba,

esa cosa siempre permanecía a la misma distancia.

Stefano vio al chaval pasmado, mirando a la lejanía:

-¿Qué haces allí plantado, Febrero?

-¡Corre! ¡Ven a ver, Stefano!

El hombre acudió y miró también en la dirección que le indicaba el muchacho, pero no

alcanzó a ver nada.

-Es una cosa oscura y enorme que asoma cada cierto tiempo -dijo-, y que nos sigue.

-A pesar de mis cuarenta años -dijo su padre-, creo tener todavía buena vista. Pero no

veo nada de nada.

Como Febrero insistiera, fue en busca de un catalejo y exploró la superficie del mar allí

donde estaba la estela. Febrero lo vio ponerse pálido.

-¿Qué es? ¿Por qué pones esa cara?

-Ojalá no te hubiera escuchado -exclamó el capitán-. Ahora temo por ti. Eso que has

visto emerger de las aguas y que nos sigue no es una cosa. Es un colombre. Es el pez

que los marineros temen más que ningún otro del mundo. Es un escualo terrible y

misterioso, más astuto que el hombre. Por motivos que quizá nunca nadie sabrá, escoge

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a su víctima y, una vez que lo ha hecho, la sigue años y años, la vida entera, hasta que

consigue devorarla.

Así que Stefano, que hizo virar la nave y regresar a tierra vertiginosamente, prohibió a

Febrero que, en lo que durara su estancia con él, jamás volviera a acercarse al mar. Para

el marino, Febrero era secretamente el hijo que nunca pudo tener, así que debía

protegerlo ante cualquier amenaza, eso era lo que debía hacer, sí señor.

Febrero aceptó la prohibición sin mucho rechistar; pensó que no estaría allí más de unos

meses y que pronto podría volver a su casa, cuando por fin construyeran un puente tan

enorme que conectara ese mundo con su mundo. Pero pasaron los días, que luego fueron

meses y más tarde años. Y así fue que Febrero acabó por llamar "padre" a Stefano y

Stefano "hijo" a Febrero. Todo esto incluye diversas peleas del tipo progenitor y

adolescente con contestaciones como "yo no te pedí nacer" o "tú no eres mi padre".

Pasados los años, Febrero encontró acomodo en un trabajo de funcionario (funcionario,

así, en general), buen horario y salario normal. Pero, aunque ocio y negocio son buenos,

el abismo atrae sin freno; apenas había cumplido Febrero 37 años cuando, tras

abandonar su empleo, volvió a casa de su padre, ya un anciano amarillento, y le

comunicó la firme intención de seguir su oficio.

Y Febrero comenzó a navegar, dando prueba de dotes marineras innatas, de resistencia a

las fatigas, de ánimo intrépido. Navegaba, navegaba y en la estela de su carguero; de sol

a luna.Navegar, navegar, ese era su único deseo. Apenas ponía pie en cualquier puerto

después de largas travesías, en seguida lo agitaba la impaciencia por partir. Sabía que

allá, en una línea que llaman horizonte, lo esperaba el colombre y que el colombre era

sinónimo de perdición. Era inútil. Un impulso inexpugnable lo arrastraba de un océano

a otro sin descanso.

Precisamente fue una noche en que la luna puso su dedo índice en el cielo: ya no tuvo

que esperar mucho más tiempo. De repente, el horrible hocico del Colombre emergió al

lado de la barca.

-Aquí me tienes por fin -dijo Febrero, valiente-. Cara a cara.

-Ah -se quejó con voz suplicante el Colombre-, qué largo camino hasta encontrarte.

También yo estoy exhausto. Cuánto me has hecho nadar. Y tú huías y huías, y nunca

has comprendido nada.

-¿Qué debía comprender? -preguntó Febrero confundido.

-Que yo no te he seguido por todo el mundo para devorarte, como tú pensabas. Sólo te

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quería dar alcance para entregarte esto que el rey del mar me dio para ti.

Y el enorme pez sacó la lengua, tendiendo al capitán una esfera fosforescente.

Febrero la tomó entre los dedos y la miró. Era una perla enorme y poderosa. Reconoció

en ella la famosa Perla del Mar, que procura a quien la posee fortuna, poder, amor y paz

de espíritu. Pero ahora era ya demasiado tarde.

-Ay de mí -dijo moviendo la cabeza melancólica-. Qué horrible malentendido. Lo único

que he conseguido es desperdiciar mi existencia; y he arruinado la tuya.

-Adiós, hombre infeliz -respondió el Colombre. Y se sumergió en las aguas tintadas de

noche para siempre.

Así fue como Febrero regresó a puerto y ya se vio muy mayor para hacerse marinero.

Sin embargo, tal vez fue la fuerza de la perla, quién sabe, aún se sentía muy joven para

contar que una vez quiso serlo, pues no hay edad para hacerse escritor y poner en

escritura sentimientos e historias. Así que se procuró unas cuartillas y unos bolígrafos y

se puso a escribir su historia con los ojos llenos de lágrimas pero también de amor. Y,

sumergido en su propio relato, le pareció oír los ladridos de un can que, tal vez,

regresaba a sus brazos. De seguro, que Gato regresaría en alguna de las dos historias, la

de Torres Blandina o la del propio Febrero, porque, aunque han pasado muchos años,

esto es literatura, y en literatura los perros son mucho, pero mucho más longevos.

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