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ACERCA DEL AUTOR

El licenciado David Noel Ramírez Padilla nació en San Juan de los Lagos, Jalisco. Obtuvo el título de

Contador Público, en 1972, en el Tecnológico de Monterrey, y en 1974 la maestría en Administración en la

misma institución.

Es profesor titular en el Tecnológico de Monterrey desde 1972 y ha desempeñado cargos como director de

la carrera de Contaduría Pública (1976-1981); director del Departamento Académico de Contabilidad (1978-

1981); director de la División de Administración y Ciencias Sociales (1981-1990); rector de la Zona Norte

(1991-2008) y de las zonas Norte, Sur y Occidente (2008-2010) del Tecnológico de Monterrey. Desde enero de

2011 es rector del Tecnológico de Monterrey.

Es autor de diversas obras, entre las que se encuentran: Contabilidad administrativa; Contabilidad de costos;

Empresas competitivas; Felicidad, ¿dónde estás?; Parejas sedientas de felicidad; Integridad en las empresas; Edad dorada:

vívela a plenitud, todas editadas por McGraw-Hill interamericana; e Hipoteca social, editada en versión impresa

por McGraw-Hill interamericana y en versión digital por la Editorial Digital del Tecnológico de Monterrey.

A lo largo de su trayectoria ha recibido innumerables reconocimientos, entre los que se encuentran:

premio “Pricewaterhouse”; premio “Elizundia Charles”; presea “Ramón Cárdenas”; presea “Profesor

Distinguido 1997”, otorgada por el Instituto Mexicano de Contadores Públicos; presea “Jalisciense

Distinguido”, otorgada por el Gobierno de Jalisco, “Caballero de la Orden de San Gregorio Magno”, otorgado

por Su Santidad Juan Pablo II; Medalla al Mérito Cívico, otorgada por el Gobierno de Nuevo León; presea a la

participación ciudadana “Ricardo Margáin Zozaya”, otorgada por el Consejo Cívico de las Instituciones de

Nuevo León, y la presea “San Rafael Guízar y Valencia”, otorgada por la Conferencia del Episcopado

Mexicano.

Ha promovido desde hace cuatro décadas la cultura ética y los valores en los foros universitarios y en la

sociedad. Participa activamente en proyectos de compromiso social para el desarrollo de diferentes

comunidades.

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INTRODUCCIÓN

Hoy nuestra sociedad vive uno de los momentos más decisivos de su historia. Nuestro entorno se

caracteriza por cuatro rasgos: individualismo, materialismo, hedonismo y permisividad. En este contexto

parecería que cada quien piensa sólo en sí mismo, en pretender acumular riqueza sin esfuerzo, valiéndose de

cualquier medio y en especial de la corrupción. Pero ante este escenario vacío y superficial, vemos también a

seres humanos preocupados por proteger y blindar a las nuevas generaciones inculcándoles valores y

formándolos para que tengan un propósito de vida y sean felices.

Es preocupante el aumento día con día del número de personas cuyo propósito en la vida es pertenecer a

una sociedad que todo perdona, menos no ser rico. Con frecuencia, a través de los medios de comunicación

nos enteramos de actos de corrupción en diferentes sectores de la sociedad, como resultado de una cultura

equivocada respecto de querer hacerse ricos de manera rápida y fácil, sin tener en cuenta que la creación de

un patrimonio para vivir dignamente es fruto del esfuerzo y el trabajo de toda una vida, no de negocios

cuestionables que se realizan en días o meses.

La corrupción es lo que más lastima y genera miseria en un país. Dicho flagelo, lejos de disminuir, ha

mostrado un incremento sustancial en México: en el Índice Global de Competitividad 2014-2015 ,1 presentado en

agosto de 2014 por el Foro Económico Mundial, con sede en Davos, Suiza, nuestro país descendió seis

posiciones, de la 55 a la 61, debido en particular a la corrupción, la carga fiscal y una burocracia ineficiente.

El compromiso ciudadano es prácticamente nulo y olvidamos que la construcción de un país debe ser

fruto de la participación de todos, no sólo del gobierno. Los ciudadanos no exigimos rendición de cuentas ni

nos involucramos de manera activa en las políticas públicas y en los asuntos del país.

Por otro lado, vivimos en una sociedad frívola e indiferente ante la pobreza y la desigualdad social que

sufren millones de mexicanos, fenómeno que con el transcurso de los años se ha incrementado debido a la

falta de solidaridad, la cual implica aceptar que todos somos responsables de todos.

El entorno descrito nos plantea el gran compromiso que tenemos de enfrentar estos desafíos, tarea que

alcanzaremos cuando todos los que participamos en la formación de seres humanos nos empeñemos en hacer

de ellos hombres y mujeres de bien.

Escribí este libro para hacer un llamado urgente a todos los que participamos en la formación de seres

humanos para que despertemos de nuestro letargo y actuemos lo más pronto posible, para evitar que exista

otra generación de personas anestesiadas y sin rumbo, cuyas vidas carezcan de propósito, pero sobre todo

para procurar que sean felices y plenas, y no condenarlas a ser mediocres y pasar por la vida “sin pena ni

gloria”. Se dice que Dios está demasiado ocupado para hacer, de nadie, alguien . Por ello, el llamado que

hago se dirige en particular a los padres de familia, a las instituciones educativas, a los medios de

comunicación y a las instituciones religiosas.

REFERENCIAS

1 Disponible en: http://reports.weforum.org/global-competitiveness-report-2014-2015/ [consulta: 20 de agosto de 2014].

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Quienes somos padres de familia recordemos que nuestros hijos no decidieron venir al mundo: nosotros

decidimos traerlos. Por ello, asumamos nuestra responsabilidad de formarlos para trascender. Estemos atentos

a ellos desde su concepción hasta su madurez. Hagamos de cada hijo una obra maestra, no una obra fallida.

Aquellos que somos maestros, asumamos nuestro compromiso de formar seres humanos para que

trasciendan y no solamente instruirlos. Esto conlleva asumir el papel de un escultor que emplea su tiempo en

crear obras maravillosas, es decir, en suprimir lo que les sobra, añadir lo que les falta y evaluarlas

constantemente para descubrir qué cualidades tienen, con el fin de perfeccionarlas, y cuáles defectos, para

suprimirlos. De esta manera, los educadores nos convertiremos en los principales socios de los padres para

hacer de los hijos que nos confían, seres humanos con un propósito de vida, plenos y felices.

Los medios de comunicación tienen el deber de fortalecer, a través de sus diferentes instrumentos, valores

hoy casi ausentes: verdad, justicia, solidaridad, responsabilidad y respeto al Estado de derecho, etc. Los medios

de comunicación no pueden ser sólo un espejo de la sociedad: son espacios que deben llamar a la reflexión,

a la creación y al desarrollo de un mundo mejor. Hoy, por desgracia, contribuyen muy poco a la formación de

los ciudadanos, y es preciso que asuman un papel de moldeadores de seres humanos que tengan como meta

crear valor a la sociedad.

Las instituciones religiosas tienen el compromiso, a través de sus diferentes medios, de evangelizar, de

ayudar al ser humano a encontrar su razón de vivir, de poner el énfasis en que lo esencial de todas las

religiones es vivir al servicio de los demás, es decir, vivir haciendo el bien.

ESTRUCTURA DE LA OBRA

Este libro consta de diez capítulos. En el primero se analizan los principales retos y desafíos que implica

formar a un ser humano en el siglo XXI. En el segundo se exponen los principales retos que enfrentan los

protagonistas que participan en la formación de un ser humano. El tercero se dedica a profundizar en los

desafíos que hay que atender en la etapa prenatal con miras a crear un entorno en el que el ser humano en

ciernes tenga un desarrollo óptimo en el vientre materno. En el cuarto se estudian los retos que se enfrentan

en la formación durante la infancia, desde el nacimiento hasta los seis años, que es cuando los pequeños

empiezan a descubrir el mundo. En el quinto, se comparten recomendaciones para los padres y las

instituciones educativas, con el objeto de que los niños entiendan el mundo y actúen con responsabilidad en

él. En el sexto se presentan los retos y desafíos que implica formar un hijo en la etapa de la adolescencia. En

el séptimo capítulo se analizan los dilemas que hay que enfrentar para que la etapa de la juventud sea plena y

constituya el detonante de un futuro promisorio. En el octavo se describe el perfil de las actitudes,

competencias y habilidades que las universidades deben desarrollar para asegurar un arribo exitoso al mundo

laboral a sus egresados, así como las actitudes necesarias para entender la razón de vivir y trascender. En el

penúltimo capítulo se reflexiona en torno a cómo vivir la adultez y cómo construir el legado que hay que dejar

a la sociedad. Por último, en el capítulo diez se expone el compromiso imperioso de dejar huella en el mundo

y de arribar con la frente en alto al final de nuestra existencia.

Este es un libro sencillo y directo, basado en la premisa de que un buen escritor es aquel que logra

simplificar lo complejo para que sea entendible. Su estilo busca que sea accesible para un público extenso y

que logre despertar el compromiso de todos aquellos que debemos transformar vidas para que trasciendan. Es

fruto de más de cuatro décadas dedicadas a formar universitarios y de participar en el fortalecimiento de la

sociedad a través de los valores.

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Cuando nos referimos a trascender, nuestro objetivo es, ante todo, que nuestros hijos y estudiantes logren

tener un propósito de vida; que sean felices, plenos y que creen valor a la sociedad; que contribuyan a lograr

un mundo más justo y digno para todos; en síntesis, que conozcan el bien, se apasionen por él y, sobre todo,

vivan haciéndolo. No nos referimos a que luchen para que el día de mañana les construyan un monumento o

que se le ponga su nombre a una avenida; si lo logran, qué bueno, pero lo esencial para trascender es vivir

haciendo el bien.

AGRADECIMIENTOS

Una obra siempre es resultado de un cúmulo de experiencias personales que se ven enriquecidas por el

diálogo y el intercambio con otras personas. Quiero agradecer el apoyo invaluable de Carlos Astengo,

Francisco Ayala, Dolores Coronado, Felipe Montes, María Guadalupe Piña, Carolina Posadas, Xitlally Rivero,

Sandra Sánchez, Nora Cayetano y Eduardo Zapata, así como el de todos aquellos que aportaron a esta obra con

sus consejos.

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CAPÍTULO I

Retos y desafíos para la formación de un ser humano en el siglo xxi

En este capítulo se analizan los principales retos y desafíos que enfrentamos quienes somos protagonistas en la

formación de seres humanos, entre los cuales se encuentran el debilitamiento de la institución de la familia

en la sociedad, la interrogante de que si dar todo a los hijos realmente los forma, el desconocimiento del

perfil de las nuevas generaciones por parte de los formadores, la transformación del modelo educativo, el

papel de la tecnología y el entorno actual de la sociedad.

Antes de analizar estos diferentes desafíos, es preciso entender que “formar para trascender” implica el

desarrollo integral de la persona, que comprende sus actitudes, sentimientos y valores, de modo que, como

afirmamos, le permitan encontrar su propósito de vida, convivir dignamente en su comunidad, ser feliz y

dejar un legado en bien de la sociedad.

De ninguna manera será correcto restringir el concepto anterior a instruir, trasmitir conocimiento y

enseñar destrezas; si bien esto es relevante, no es lo esencial. Hoy abundan seres humanos que no obstante

dominan tecnologías, competencias, habilidades e información, sus vidas carecen de sentido. Un

acercamiento más profundo nos revelaría que no se sienten plenos y, mucho menos, felices.

EL DEBILITAMIENTO DE LA INSTITUCIÓN DE LA FAMILIA

En las tres décadas recientes la institución de la familia se ha ido resquebrajando y debilitando. Esta situación

no contribuye de manera alguna a la formación de un hijo para que trascienda. El incremento en el número

de familias disfuncionales y el de divorcios ha minado la autoridad de los padres, quienes gastan sus energías

en dirimir sus diferencias en lugar de enfocarlas en la formación de sus hijos para que trasciendan en la vida.

Los datos del inegi confirman la situación descrita al ilustrar cómo ha cambiado la institución de la

familia en México (véase tabla 1.1).

Esto se debe a que las circunstancias en las que se desarrolla la dinámica familiar han cambiado en los

últimos años, sobre todo debido a los nuevos roles de los padres, un estilo de vida más acelerado, la influencia

de los medios de comunicación y la tecnología, y un replanteamiento de la escala de valores, entre otros

factores.

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Hoy, formamos una generación en la que encontramos cada vez más niños y jóvenes inútiles y carentes de

las actitudes y competencias que se requieren para enfrentar un mundo cada vez más complejo. Es lamentable

que la mayor parte de los padres prefiramos hacer muchas cosas por ellos y no les exigimos que se hagan cargo

de sus responsabilidades de manera independiente; al hacer esto, los privamos de asumir una cultura del

esfuerzo. Esta filosofía ha dejado de prepararlos para el mundo de hoy y los estamos conduciendo a la

mediocridad.

Es preocupante, asimismo, la postura que buen número de padres hemos tomado ante la formación de

nuestros hijos: nos hemos vuelto muy laxos y suaves. Somos incapaces de corregirlos ante un error. En

ocasiones, corresponde a nuestras parejas desempeñar el papel de la figura regañona y dura ante el papel

opuesto del otro. No sólo los padres, también los maestros hemos cambiado nuestra manera de educar a los

niños y los jóvenes, ya que de una cultura estricta y rígida, nos hemos desplazado hacia una cultura tolerante y

complaciente, en gran parte para congraciarnos con nuestros alumnos. Esta manera de educarlos en nada los

beneficia, en particular a aquellos niños y niñas que, por naturaleza, son menos disciplinados y ordenados que

los demás. Ellos requieren mayor carácter y rigor de parte de sus padres y maestros, de manera que les

ayudemos a formar su autodisciplina y su voluntad.

Los padres no los corregimos por sus faltas debido al temor a que se enojen y, con frecuencia, más bien los

adulamos, lo que fomenta en ellos una autoestima desmedida y prepotencia. También los sobreprotegemos.

El número de divorcios de recién casados va en aumento, en su mayoría a causa de una visión egoísta

generada por un profundo individualismo y una gran falta de sacrificio y de entrega de uno hacia el otro. Por

desgracia, es frecuente hallar parejas que se han casado y que en los primeros diez años de su matrimonio

renuncian con facilidad a dicho compromiso, sin haber realmente dejado atrás la adolescencia; es decir, son

adulescentes: sujetos inmaduros en lo individual o como pareja, incapaces de comprender el daño que les hacen

a sus hijos.

DAR TODO A LOS HIJOS, ¿LOS FORMA?

Otro desafío consiste en la abundancia de recursos o dinero que les allegamos, lo cual no es malo si cuentan

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con valores firmes que les permitan entender su uso correcto. Por ello, los padres debemos estar conscientes

de no dar a nuestros hijos recursos sin sentido, sino sólo lo que requieren realmente. El problema no es

poseer dinero, sino que su posesión no esté acompañada de una buena formación basada en valores.

Los padres de familia tenemos que reconocer que hoy prevalece en nosotros un afán de que nada les falte a

nuestros hijos, quienes crecen en la abundancia; les damos todo lo que nos piden para que no nos molesten.

Esta cultura es del todo contrastante respecto de la que vivimos muchos de nosotros mientras crecíamos: nos

formamos en una cultura de austeridad y, a menudo, incluso sufrimos privaciones y enfrentamos adversidades,

lo que nos llevó a ser cuidadosos con los recursos y a procurar el ahorro, algo olvidado por las actuales

generaciones. Por ello, los padres de familia debemos educarlos de manera que entiendan que la vida es una

carrera de obstáculos, y que deben prepararse para que ninguno de dichos obstáculos los amedrente ni les

impida seguir adelante.

Dar todo a los hijos para comprar su cariño o para hacerlos pertenecer a un grupo social es un gran error

que los padres cometen; la causa de esto, en cierta medida, es que hacer lo contrario, es decir, educar y formar,

requiere enorme esfuerzo y tiempo. Es más fácil decir sí que decir no. Les ofrecemos todo para congraciarnos con

nuestros hijos, sin darnos cuenta de que lo más grave de esta cultura es que nos ha llevado a perder

autoridad ante ellos, y los hemos privado de la cultura del esfuerzo, que constituye la mejor aliada para que

un ser humano crezca.

Muchos padres piensan que evitar carencias a sus hijos es su principal misión, pero no sólo les evitan

carencias sino que los llenan de cosas superfluas:1

De juguetes, cuando necesitan responsabilidad.

De dinero, cuando necesitan atención.

De videojuegos, cuando necesitan jugar al aire libre.

De internet, cuando necesitan interacciones sociales significativas.

De “facilidades”, cuando necesitan desarrollar capacidades propias.

De “éxitos”, cuando necesitan logros propios.

De privilegios inmerecidos, cuando necesitan perseverancia y esfuerzo personal.

De viajes, cuando necesitan nuestro tiempo.

De cosas materiales, cuando necesitan paz interior en sus almas.

De tarjetas de crédito, cuando necesitan aprender a ganarse el dinero.

Suavizarles el camino, en lugar de prepararlos para enfrentar un mundo más complejo, nos ha llevado a

crear una generación inadaptada. A mis alumnos les reitero siempre que la mejor aliada para crecer es la

adversidad, pues en ella demostramos nuestra valía, forjamos nuestro carácter y aprendemos nuestros

límites. Nos conocemos mejor. Sin ella, jamás podremos trascender. Estoy convencido de que, si algunas

competencias debemos desarrollar en nuestros hijos para enfrentar el mundo, son éstas:

El coraje y el carácter, para que enfrenten la adversidad de forma que se levanten de sus fracasos,

lo cual se conoce como “capacidad de resiliencia”. La palabra resiliencia ha sido tomada de la

metalurgia y define la capacidad de los metales de resistir golpes y recuperar su estructura

interna. Es esencial esta habilidad para enfrentar la adversidad; gracias a ella, miles de seres

humanos han salido adelante durante las crisis.

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La entrega y la pasión, para lograr sus sueños y que otros los sigan, siempre con la humildad

necesaria para ser admirados y respetados.

Una cultura emprendedora con una gran dosis de innovación.

La flexibilidad, para que sepan responder con rapidez a los retos y circunstancias que se les

presenten en la vida.

La capacidad de administrar los recursos de manera inteligente.

En resumen, más que garantizar comodidades, debemos administrar los retos para que todos estos seres

humanos a los que formamos sean capaces de trascender.

REFERENCIAS

1 Jesús Amaya Guerra y Evelyn Prado Maillard, Padres ausentes, hijos desconectados y vacíos, México, Trillas, 2012, p. 88.

EL DESCONOCIMIENTO DEL PERFIL DE LAS NUEVAS GENERACIONES

El gran reto al que hoy los padres y las instituciones educativas nos enfrentamos es al compromiso de

conocer y entender, a fondo, el perfil de las nuevas generaciones . El término generación milenio, utilizado por

primera vez por la revista Advertising Age en 1993, 2 se usa para describir en términos sociodemográficos a

aquellas personas que nacieron entre 1985 y 1999. Esta es una generación de jóvenes entusiastas y activos, con

habilidades y competencias que les permiten utilizar la tecnología con gran facilidad; dueños de una cultura

más global y diversa; preocupados por el medio ambiente y el impacto de sus acciones para la ecología; que

muestran respeto y tolerancia por otras culturas; que necesitan y desean encontrar sentido a sus vidas, y cuyo

comportamiento, que presentamos a continuación, se distingue de las anteriores generaciones. Este perfil de

comportamiento lo describe muy bien Chip Espinoza en su libro Managing the Millennials: Discover the Core

Competencies for Managing Today’s Workforce (Gestión de la generación del milenio: descubrir las competencias básicas

necesarias para la gestión de la fuerza laboral actual). Espinoza, quien es jefe ejecutivo del grupo Consulting

GeNext, describe los nueve rasgos que caracterizan el comportamiento de la generación milenio:3

1. Son soberanos. Expresan su deseo de hacer lo que quieran en su propio horario.

2. Necesitan ser reconocidos. Desean ser admirados y premiados por las acciones más simples. Deben

ser incentivados de manera continua.

3. Se aburren con facilidad. No soportan el aburrimiento ni las rutinas. Quieren novedades constantes

y estímulos diversos. Les gusta lo divertido y lo ameno, y odian lo monótono.

4. Son egocéntricos y narcisistas. Se preocupan primero por cómo son tratados y no por cómo deben

tratar a los otros. Velan por sus propios intereses y no les importan lo demás. Crecieron con unos

padres que los hicieron el centro de su vida, concentraron toda la atención en ellos y satisficieron cada

uno de sus caprichos.

5. Son vulnerables. Responden enojados y con resentimiento a las críticas y la evaluación. Esperan que

los feliciten, aun cuando su desempeño sea pobre. Son muy frágiles ante las frustraciones. Deben ser los

primeros en los deportes, en la música y en la escuela. Sus padres los sobreprotegen para que siempre

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obtengan éxito.

6. Son rudos y descorteses. Presentan conductas vulgares comunes y dicen malas palabras. No dicen

“por favor” ni “gracias”. Es una generación informal y de “tuteo”. Son descuidados en su hablar, vestir y

negociar.

7. Son miopes. Su visión es sólo del presente y no ven el futuro como área de desarrollo. Únicamente

desean satisfacer sus necesidades inmediatas, sin considerar las consecuencias futuras.

8. Son distraídos. No se concentran ni ponen atención a los detalles. No tienen memoria de trabajo. No

son persistentes en tareas que consideran aburridas o no les interesan.

9. Son apáticos. Son difíciles de motivar, ya que sus pasiones están en la satisfacción de lo inmediato.

Son indiferentes, irresponsables y poco comprometidos con una vida real y con un sentido de la vida

significativo.

REFERENCIAS

2 “Generation Y”, Advertising Age, vol. 64, núm. 36, 30 de agosto de 1993, p. 16.3 J. Amaya Guerra y E. Prado Maillard, op. cit., p. 10.

También podemos afirmar que muchos de estos jóvenes milenio, al igual que los nativos digitales, término

acuñado por Marc Prensky para abarcar a quienes nacieron a partir del año 2000,4 en pleno auge de la

tecnología digital, son desesperados, desean la inmediatez, están sobreprotegidos, no aguantan la frustración,

viven con excesos y están hiperconectados con diferentes sitios de manera simultánea: redes sociales, videos,

videojuegos, mensajes instantáneos, llamadas, música, imágenes y foros de comentarios, etc. Ante este

escenario, es fundamental la presencia y el apoyo de sus padres para su formación; si no estamos presentes, les

será más difícil tener clara su razón de vivir y caerán con facilidad en depresión, adicciones, ansiedad,

problemas emocionales y pobre desempeño en sus estudios; esto ocasiona, como hoy constatamos, un

número mayor de niños y jóvenes desadaptados que son capaces de realizar actos de corrupción para obtener

un puesto, de caer en actitudes o actividades delictivas, de ingresar al crimen organizado o, en un caso

extremo, de recurrir al suicidio.

Ante este contexto, el esfuerzo por aprender y crecer, y sobre todo el de adquirir una formación para

trascender, prácticamente se anula. En la actualidad, abundan jóvenes que no tienen tiempo ni pasión por la

lectura de libros: sólo leen mensajes en las redes sociales y en sus celulares. No les interesa profundizar, a

través de la lectura, en el conocimiento ni formarse mejor. Impera lo superficial. Vivimos una cultura del

descarte, no de la dignidad y, mucho menos, de la trascendencia.

TRANSFORMACIÓN DEL MODELO EDUCATIVO

Hace poco más de cuarenta años la educación era estricta y exigente, centrada en la autoridad del profesor,

quien era la ley y siempre tenía la última palabra en cuanto a la enseñanza y la disciplina. La instrucción

fomentaba la memoria y la repetición, y el profesor poco se empeñaba en motivar a los alumnos; él

simplemente llegaba al salón de clase y explicaba, en forma expositiva y directa, los contenidos de su materia.

Por su lado, el alumno se limitaba a escuchar en silencio y con atención, tomaba notas y se esforzaba por

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aprender cuanto escuchaba. Por su parte, los padres de familia participaban en este proceso a través de la

firmeza y, algunas veces, disciplinaban con el castigo físico.5 Para bien o para mal, esos tiempos han quedado

atrás.

En el ámbito educativo hoy es frecuente escuchar que algunos maestros afirman lo siguiente: “Mis alumnos

plagian contenidos para sus trabajos y exámenes, tienen poco interés por estudiar, se distraen fácilmente,

comen dentro del salón, llegan tarde a la clase, son desobedientes, constantemente hacen uso de su tecnología

móvil, no tienen planes de vida y no saben qué quieren hacer”. Ante estas conductas, los maestros debemos

responsabilizarnos de nuestro rol de formadores y actuar para que los estudiantes corrijan sus actitudes

equivocadas.

En la actualidad, la educación se centra en los intereses y necesidades del alumno, quien participa más

activamente en su proceso de aprendizaje, comprendiendo, construyendo, organizando y creando. La

disciplina es más democrática porque el estudiante construye las normas y los límites en compañía de sus

padres y maestros. La función de los adultos es la de facilitadores y mediadores, no de formadores. Cada

estudiante posee un mayor control y autoridad para gobernar su propia vida.6 Pero ello no debe impedirnos

asumir nuestro rol de formadores.

REFERENCIAS

4 M. Prensky, “Digital Natives, Digital Immigrants”, On the Horizon, mcb University Press, vol. 9, núm. 5, octubre de 2001.5 Jesús Amaya Guerra, Fracasos y falacias de la educación actual, México, Trillas, 2005, p. 8.6 Ibid., p. 9.

En los veinte años recientes, disciplinas como las ciencias de la educación, la psicología cognitiva, la

sociología y la neurociencia han hecho aportaciones extraordinarias en cuanto a ideas, modelos, sistemas y

estrategias para el desarrollo de una educación integral, lo que ha propiciado la transformación del modelo

educativo.

Hoy, como nunca antes, sabemos cómo educar a los estudiantes, cómo motivarlos y qué les interesa de

verdad. Sin embargo, cuando vemos la manera en que se comportan, en ocasiones parece no haber

resultados positivos; tal vez se ha puesto mayor énfasis en el desarrollo de las competencias relacionadas con

la cognición en demérito de la formación del ser humano. Ejemplos de lo anterior son los siguientes:

Los niños, desde los tres o cuatro años de edad, desobedecen a sus mayores y faltan al respeto

tanto a los adultos como a sus mismos compañeros.

Los niños y adolescentes son víctimas de las “nuevas epidemias” del milenio, como son internet,

las adicciones, el teléfono celular, los videojuegos y el culto a la belleza física, en menoscabo de

sus relaciones con su familia.

Los estudiantes muestran poca tolerancia a las frustraciones y poca resiliencia.

Los estudiantes universitarios carecen de las habilidades mínimas de lectura, escritura,

comunicación oral y escrita, pensamiento y razonamiento matemático.

Los estudiantes recurren con facilidad al plagio, sin tener conciencia de que se trata de una

conducta incorrecta.

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Estos son sólo algunos signos que muestran un debilitamiento en la educación familiar y escolar. Algo

sucede, ¿qué es? Pasamos de una educación rígida, en la que el maestro era la autoridad suprema y quien

fijaba reglas inviolables, a un nuevo enfoque en el que el maestro es facilitador y adapta su método de

enseñanza al perfil de cada uno de los estudiantes. Sin embargo, una interpretación errónea de lo anterior

puede llevar a los profesores a ser demasiado condescendientes y poco exigentes respecto del aprendizaje y la

formación de los estudiantes.

Como conjunto de teorías, el enfoque centrado en el alumno determina una serie de principios que

definen el deber ser del aprendizaje, y son las escuelas las que deben interpretarlos e implementarlos

inteligentemente en sus aulas.

De acuerdo con las experiencias y reflexiones de maestros que han estudiado y practicado este nuevo

enfoque, es factible caer en el error de considerar más significativo el esfuerzo y la intención de aprender que

el dominio del aprendizaje. Se corre el peligro de que el alumno defina el aprendizaje como el simple empeño

de hacer, y no de adquirirlo en forma permanente. El profesor ha dejado de aplicar medidas correctivas

disciplinarias con la idea de que es suficiente con que el niño o el joven reflexione acerca de su mala

conducta, en lugar de hacerse responsable de esta y actuar en consecuencia.

Es importante revalorar el método expositivo tradicional, que fue capaz de permitir que millones de seres

humanos se desarrollaran y lograran el éxito profesional y personal. En mi opinión, tenemos que enriquecer

el nuevo modelo educativo con la formación de la resiliencia, la disciplina, la calidad académica, la

exigencia en las evaluaciones y reglas a respetar en el proceso de aprendizaje. De esta manera, aprovechando

lo mejor de cada uno de los enfoques, podremos formar mejor a las nuevas generaciones para que trasciendan.

EL USO CORRECTO DE LA TECNOLOGÍA

Cómo educar a nuestros hijos para usar correctamente la computadora y las demás tecnologías móviles

constituye un gran reto. No crearles conciencia sobre su uso adecuado, provoca un cúmulo de alteraciones:

se hacen adictos a internet, lo cual puede provocar en ellos ansiedad por la tecnología, estrés cuando no

tienen acceso a ella, resultados mediocres en sus estudios, ausencia en las reuniones familiares, carencia de

actividades deportivas y de recreación con amigos, y fragilidad en su salud por los desvelos, etc. Además, por

medio de internet se accede a contenidos inadecuados, con poco o nulo valor, e incluso a información falsa.

Esta situación se torna grave sobre todo por cómo repercute en las conductas de los seres humanos desde

temprana edad, llevándolos en ocasiones a tener experiencias, de manera irreflexiva, que los marcan

negativamente para toda su vida.

Cuando se les crea a los hijos conciencia del uso correcto de la tecnología, son invaluables las ventajas

que esta brinda para que ellos aprendan, fortalezcan su cultura y disfruten todo lo que este mundo les ofrece

para crecer como personas.

¿CÓMO FORMAR PARA TRASCENDER ANTE UN AMBIENTE PERMISIVO, MATERIALISTA,HEDONISTA E INDIVIDUALISTA?

El gran reto que encaramos los padres de familia y las instituciones educativas es formar a las nuevas

generaciones en un entorno que, hoy por hoy, obstaculiza y frena su trascendencia . En el presente, miles de

jóvenes luchan por pertenecer a una sociedad que aplaude a quien logra riqueza económica, que privilegia el

Page 16: Formar para trascender - Tecprod77ms.itesm.mx/podcast/EDTM/I002_Formar Para... · El licenciado David Noel Ramírez Padilla nació en San Juan de los Lagos, Jalisco. Obtuvo el título

individualismo y renuncia al compromiso social con los menos favorecidos; en síntesis, una sociedad cuyos

dioses son el dinero y el poder.

Las circunstancias descritas son artificiales y efímeras, y arrebatan a los seres humanos la paz interior que

sólo conservan aquellas personas capaces de liberarse de la esclavitud del materialismo, el hedonismo, la

permisividad y el individualismo.

Por ello, afirmamos que el corrupto sólo lleva pan sucio a sus hijos, fruto de dinero malhabido, al

olvidar que sus hijos tienen hambre de dignidad, de tener un padre y una madre que miren con la frente en

alto y las manos limpias. ¡Qué difícil formar un hijo si vivimos con un credo de vida erróneo!

La mejor manera de formar a nuestros hijos en este ambiente que obstruye la trascendencia es educarlos

en la cultura del esfuerzo, con el cometido de contrarrestar el hedonismo, el cual favorece el mínimo

esfuerzo y la mediocridad; en la cultura de la verdad, ante una permisividad que propicia, de manera

equivocada, actuar en función de lo que la mayoría hace o dice. Este es el caso de la corrupción en México,

que lejos de disminuir ha crecido. Es muy importante recordar que no porque la mayoría haga algo, esto se

convierte en ético: el mal es mal aunque todo el mundo lo haga, y el bien es bien aunque nadie lo practique.

Como respuesta a un fuerte individualismo, lo correcto es reforzar en los hijos la cultura de la solidaridad,

sobre todo en un país herido por la pobreza y la desigualdad social. No olvidemos que todos somos

responsables de todos y que se es más feliz dando que recibiendo.

Por último, ante el materialismo debe imperar “la cultura del ser antes que la del tener”. Pobres de

aquellos que fincan su felicidad y su trascendencia en las cosas materiales; aquellos que lograron trascender,

vivieron para servir a los demás, en lugar de servirse de ellos para acumular bienes.

El gran reto es formar a nuestros hijos para que luchen por ser tan grandes que todos quieran alcanzarlos,

y tan humildes que todos los admiren y respeten.

Los retos y desafíos analizados en este capítulo deben motivarnos a reflexionar para entregarnos con pasión

a la más noble tarea que se le puede encomendar a un ser humano: convertirse en protagonista en la

formación de otro ser humano para que éste trascienda y, a través de ello, colabore en la construcción de un

mundo más justo y digno para las nuevas generaciones.