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Un Salvador para Ti 1 UN SALVADOR PARA TI Ilustrador: Tim Shirey Escrito: Jennifer Haaijer Traducido por Marie Carballosa Revisado por Maribel Sánchez Publicado por: LA ALIANZA PRO-EDUCACIÓN ESPIRITUAL DEL NIÑO ALIANZA PRO-EDUCACIÓN ESPIRITUAL DEL NIÑO C. Córcega 568, 1º2ª 08025 BARCELONA, España. Tel: 934 366 837 [email protected] www.apeen.com www.picayjuega.com Cinco lecciones bíblicas para niños Copyright © 1993 Child Evangelism Fellowship® of Europe. Todos los derechos reservados. Utilizado por el permiso. Se puede reproducir solo para uso personal y no lucrativo. Visita www.teachkids.eu/es para ver detalles del permiso. ¡POR FAVOR NOTAR! Las ayudas visuales para esta se pueden comprar en la mayoría de las oficinas de APEEN y tiendas en línea. Para tener una lista de las oficinas de APEEN y tiendas online en Europa, visita www.teachkids.eu/es y pica en "Direcciones”.

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Un Salvador para Ti

1

UN SALVADORPARA TI

Ilustrador: Tim Shirey

Escrito: Jennifer Haaijer

Traducido por Marie Carballosa

Revisado por Maribel Sánchez

Publicado por:

LA ALIANZA PRO-EDUCACIÓN ESPIRITUAL DEL NIÑO

ALIANZA PRO-EDUCACIÓN ESPIRITUAL DEL NIÑOC. Córcega 568, 1º2ª

08025 BARCELONA, España.Tel: 934 366 837

[email protected]

www.picayjuega.com

Cinco lecciones bíblicas para niños

Copyright © 1993 Child Evangelism Fellowship® of Europe.

Todos los derechos reservados. Utilizado por el permiso.

Se puede reproducir solo para uso personal y no lucrativo.

Visita www.teachkids.eu/es para ver detalles del permiso.

¡POR FAVOR NOTAR!

Las ayudas visuales para esta se pueden comprar en la mayoría de las oficinas de APEEN

y tiendas en línea. Para tener una lista de las oficinas de APEEN y tiendas online en Europa,

visita www.teachkids.eu/es y pica en "Direcciones”.

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CONTENIDOLección Página Resumen de unos pasos básicos para aconsejar al niño que tiene 3 inquietudes de conocer a Cristo como su Salvador personal.

Lección 1 El nacimiento de Cristo 5 Lección 2 Jesús sana a un paralítico 9 Lección 3 El juicio y la crucifixión de Jesús 13 Lección 4 La resurrección de Cristo 17 Lección 5 El gran Rey 21

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RESUMEN DE UNOS PASOS BÁSICOS PARA ACONSEJAR AL NIÑO QUE TIENE INQUIETUDES DE CONOCER A CRISTO COMO SU SALVADOR PERSONAL.

Asegúrate de que el niño comprenda las siguientes verdades:

Dios: ¿Quién es Dios?

Dios nos hizo. Nos habla por medio de la Biblia.

Dios es Santo y Puro. Nos ama.

El pecado: ¿Qué es el pecado?

El pecado es desobedecer los mandamientos de Dios. Es estar contra Dios.

Da ejemplos de pecados concretos.

El niño es pecador por naturaleza y práctica.

El pecado merece castigo.

El Salvador: ¿Quién es el único que puede quitarte el pecado?

¿Por qué puede sólo Él quitar tu pecado?

Dios el Hijo murió en la cruz por los pecadores.

El Señor Jesucristo resucitó de los muertos. Es el Señor.

Explica cómo ser salvo.

Explica lo que Señor quiere que haga el niño, y lo que hará Cristo.

1. Usa un versículo bíblico (Juan 1:12, 3:16, Hechos 16:31, Romanos 6:23, 10:13).

2. ¿Qué quiere el Señor que tú hagas?

3. Que hará el Señor?

Avisa en cuanto a dificultades en la vida como creyente.

Pregunta: ¿Quieres confiar en Cristo ahora, o prefieres pensar mas en esto?

Anima al niño a orar en voz alta (si está preparado) pidiendo al Señor que le salve.

Háblale de la seguridad de la salvación.

1. Vuelve al versículo bíblico que utilizaste antes.

2. Explica al niño que su vida ha de cambiar.

3. Explícale algunas de las grandes verdades que se aplican a la vida de un creyente: es hijo de Dios, ha sido perdonado, Dios es su Padre, va al cielo.

Mas tarde, da unos consejos en cuanto a la vida espiritual.

Lee y obedece la Biblia. Habla con Dios, tu Padre celestial. Cuenta a otros lo que el Señor ha hecho por ti. Pide al Señor que te perdone cuando peques. Reúnete con otros creyentes. Recuerda lo que Cristo promete: “No te dejaré”.

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LECCIÓN 1El nacimiento de CristoPasajes bíblicos: Mateo 1:18-25; Lucas 1:26-38,2:1-20.

Énfasis especial: Jesucristo, el único Salvador.

Versículo para memorizar: “Todo aquel que invocare el nombre del Señor será salvo” Romanos 10:13.

Esto ocurrió una sola vez y nunca más volverá a ocurrir ¡jamás! ¿Habéis oído esta historia alguna vez?

Lámina 1-1

Hace mucho tiempo vivía una mujer en un pueblecito muy lejano. Ella no era famosa ni rica. Pero un día, le ocurrió algo sorprendente que la asustó. Escu-chó a alguien entrar en su casa y le dijo: “¡Hola!”. Ella no esperaba ninguna visita y se sorprendió al verlo, pues no lo conocía. No era ninguno de sus ve-cinos y tampoco era José, el hombre con quien se iba a casar. Este visitante era distinto, muy diferente. Él era un mensajero de Dios, un ángel enviado desde el cielo, donde vive Dios. No sabemos como era su aspecto, pero cuando la

mujer joven lo vio, le tuvo miedo.

“No temas”, le dijo el ángel con ternura, “Dios te ha escogido para algo muy especial. Vas a dar a luz un niño y le llamarás Jesús. Él será muy grande, porque es el Hijo de Dios.”

La joven estaba muy asustada y confundida. Eso era imposible, “pero ¿cómo puede ser que ocurra esto? ni si-quiera estoy casada,” dijo ella. El ángel le explicó que ella sería la madre del niño, pero que Dios sería el Padre. Cada niño tiene una mujer por madre y un hombre por padre. Pero este bebé sería diferente. Él no tendría a un hombre por padre, sino que Dios sería el Padre. Nunca antes y nunca jamás volvería a ocurrir nada igual. Sé que esto es muy difícil de comprender para ti y para mí. Aunque no lo entendemos, lo creemos, porque esto está escrito en la Biblia. Este bebé era el Hijo de Dios. Dios sólo tiene un Hijo y el ángel dijo que Él vendría al mundo como un bebé.

La joven sorprendida le dijo al ángel: “Si esto es el plan de Dios, entonces estoy dispuesta a ser su sierva, hágase conmigo conforme a tu palabra”. Entonces el ángel la dejó.

¿Alguno de vosotros conoce el nombre de esta joven? Su nombre es María. Al encontrarse sola en su casa en Nazaret, repasaba en su mente todo lo que el ángel le había dicho. Ella tenía tantas cosas en que pensar… y tantas preguntas. “Es imposible que esto me pase a mí...” Para Dios todo es posible. ¿Habrá alguien que crea esa historia? ¿Y que dirá José, el hombre con quien se iba a casar?

Al principio José se molestó, pero Dios le dijo que el niño que María iba a tener era el Hijo de Dios. Entonces José aceptó casarse con María, para él sería un honor ayudar a criar a este niño tan especial.

Lámina 1-2

Debió haber mucha emoción en la casa de María y José al preparar todas las cosas para el nacimiento del bebé. Los meses pasaron muy rápido, y muy pronto el niño nacería. Pero un día José le dijo a María que debían viajar a Belén.

”José, es un viaje muy largo. ¿Tenemos que viajar ahora?” Le pregunto María con ansiedad. “Me temo que sí. El emperador quiere contar todas las perso-nas que viven en su imperio. Así que, tenemos que ir a Belén para que nues-

tros nombres sean inscritos en un libro allí.”

Así que, se prepararon para el largo viaje y salieron hacia Belén. Quizás María viajó montada en un asno. Por fin llegaron al pueblo, estaban muy cansados. “Vamos a buscar un lugar donde podamos descansar”, pensaron ellos. Pero eso fue más difícil de lo que ellos se habían imaginado. El pueblecito estaba lleno de gente. Uno tras

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otro, los mesoneros meneaban sus cabezas y les decían que “no había lugar en el mesón”. María estaba muy, muy cansada. Necesitaban un lugar para descansar. Un mesonero les sugirió: “Hay un establo donde pueden descansar si no les importa dormir allí”. No era lo más deseable, pero pensando en María, decidieron quedarse allí. Entraron en el establo y se acomodaron lo mejor posible. Quizás también había animales durmiendo allí.

Lámina 1-3

¡Shhh! (Maestro/a haz un sonido como de un bebé llorando). Eso era el lloro de un bebé, un recién nacido. Sí, allí mismo en el establo, el bebé de María había nacido. ¿Recordáis quién es el padre del niño? (permite que los niños respondan a su pregunta). ¡Sí, es Dios! Esto lo recordamos en Navidad, el Hijo de Dios vino al mundo.

Con mucho cariño y ternura, María y José cuidaban al niño Jesús envolvién-dole en pañales (tiras de tela). Y por supuesto no tenían una cunita para el

bebé. “Usaremos este pesebre que esta aquí”, dijo José. Un pesebre era donde se ponía hierba o paja para que los animales comieran. Le pusieron paja limpia y lo arreglaron para que el niño Jesús durmiera allí.

María y José miraban con admiración al niñito. Sí, era un niño precioso. Esos pies tan pequeñitos y perfectos. Sus manitas y deditos ¡qué maravilla! Necesitaba que le alimentaran y le cuidaran como cualquier otro bebé. Pero este niño era diferente, era el único Hijo de Dios. Antes de nacer como un bebé vivía con Dios su Padre en el cielo. Su vida con Dios no tuvo comienzo. Él ya existía cuando se creó el mundo. Él fue el Creador del mun-do. “Todas las cosas por Él fueron hechas” (Juan 1:3). Pero ahora Él se hizo como un bebé, pequeño, indefenso y se encontraba durmiendo su primera noche en un pesebre, ¡Qué distinto era esto del cielo, donde Él siempre había vivido!

“Su nombre es Jesús”, decían María y José. Dios les había dicho a los dos como debían llamarle. El nombre Jesús tiene un significado maravilloso, significa “El Salvador”, alguien que salva a otros. Dios envió a Su único Hijo, porque tu y yo tenemos un gran problema con el pecado, necesitamos ser salvos.

(Maestro/a sería bueno mostrar un cuadro o foto, de un niño, montado en una cartulina o algo por el estilo, para usar como audiovisual en este momento).

Dejadme que os cuente una historia de un niño que se llamaba Alejandro y que tenía este mismo problema...

“No, no, de verdad que yo no he sido”, decía Alejandro a su madre. “Miguel lo ha hecho”. Miguel sólo tenía dos añitos y ni siquiera se había dado cuenta de lo que pasaba. La madre creyó a Alejandro y él se sintió muy feliz de que así fuera. Ella no sabía que Alejandro había estado jugando con la pelota en el salón, cosa que no estaba permitida. Pero su mentira le había evitado problemas.

¿Alguna vez has dicho una mentira para evitar problemas? ¿Alguna vez has desobedecido a tus padres? Cuan-do lo haces, estás desobedeciendo a Dios. En la Biblia, Dios nos manda no mentir y también nos dice: “...obe-deced a vuestros padres”. Cuando desobedeces a Dios, tienes un gran problema. Esas cosas desagradan a Dios, y Él a esto le llama pecado. Dios es bueno, puro y recto y Él castiga el pecado. Ese castigo viene después que hayas muerto, cuando te encuentres con Dios y tengas que darle cuenta por la manera en que le has desobede-cido. La Biblia dice: “por cuanto todos pecaron” (Romanos 3:23), así es que, todos tenemos un gran problema. Tú necesitas ser rescatado, de otro modo, serás castigado para siempre por todo el mal que hayas hecho. Pero puedes ser rescatado, porque el Hijo de Dios ha venido al mundo para ser el Salvador. Un ángel le dijo a José: “llamarás su nombre Jesús, porque Él salvará a Su pueblo de sus pecados” (Mateo 1:21).

Parecía como si sólo María y José supieran de Su venida. La gente estaba muy ocupada en Belén y no sabían lo que estaba ocurriendo en el establo. Fuera de la ciudad, la noche estaba tranquila. En la misma región había unos pastores que velaban y guardaban sus rebaños. Para ellos era una noche más.

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Lámina 1-4

Hasta... que de pronto, una luz grande y brillante, iluminó todo el cielo. Una vez más se apareció un ángel de Dios. Al igual que tú y yo, los pastores jamás habían visto un ángel. Tuvieron mucho miedo y se cubrieron la cara con sus manos.

“No temáis”, les ángel el dijo. “He aquí os traigo buenas nuevas... os ha nacido hoy... en Belén, un Salvador”. “Hallaréis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre”.

De repente el cielo se llenó de ángeles, y todos alababan a Dios. Estaban tan impresionados con lo que Dios ha-bía hecho, que decían: “¡Gloria a Dios!”. Jamás se habían visto tantos ángeles en la tierra. Dios estaba haciendo algo maravilloso.

Él ama muchísimo a la gente, como a ti y a mí, sabe del gran problema que tenemos. Somos desobedientes (pecadores). Por eso, envió a Su único Hijo para salvarnos del castigo que merecemos. Él quiere salvarnos del pecado, cambiarnos y ayudarnos a vivir de una manera que le sea agradable. Estas son las buenas nuevas que el Ángel dio a los pastores. Por eso los ángeles alababan a Dios.

Los pastores estaban maravillados y temerosos, conmovidos y perplejos mientras miraban y escuchaban.

Lámina 1-5

De repente el cielo se oscureció una vez más. La venida del Salvador había sido anunciada, así que los ángeles regresaron al cielo. Pero, ¿cómo puede un bebé salvar a estos pastores de sus pecados? ¿Qué puede hacer para rescatar-nos y librarnos a ti y a mí del castigo de Dios?

Este bebé también era Dios. Así que era muy especial. Él creció como tú, aprendió a caminar y a hablar, jugaba con sus amiguitos y hacía otras cosas propias de un niño, aunque era alguien muy diferente. Él nunca se metió en

líos como tú y yo. Nunca mintió, nunca desobedeció a Dios, era perfecto. Transcurrió el tiempo y cuando tenía alrededor de treinta y tres años, lo mataron, clavándolo en una cruz, sufrió muchísimo. Mientras estaba allí en la cruz, Dios lo castigó por nosotros a causa de nuestros pecados. Allí Él cargo con todas nuestras menti-ras, desobediencia, nuestros malos pensamientos, nuestro egoísmo, enojo, envidia y todo lo malo que hay en nosotros. La Biblia dice que el Señor Jesús “se dio a sí mismo por nuestros pecados” (Gálatas 1:4). Él nos amó muchísimo, tanto, que estaba dispuesto a ser castigado en nuestro lugar, el tuyo y el mío.

Nadie te ama tanto como Él. Sí, y todavía te ama, porque no está muerto. Murió y fue sepultado, pero después de tres días resucitó, ahora vive y nunca más volverá a morir. Está en el cielo, te escucha y te puede ver. Si tú le pides que te libre de tu pecado y te cambie ¡Él lo hará! Dios promete que “todo aquel que invoque el nombre del Señor será salvo” (Romanos 10:13). Él es el único Salvador. Tal vez, quisieras pedirle que sea tu Salvador, pero no estás seguro de cómo hacerlo. Quizás tienes algunas preguntas. Yo, con mucho gusto, hablaré contigo y te enseñaré lo que la Biblia dice acerca de cómo pedirle a Dios que te salve. Después de la clase, por favor, ven y habla conmigo (designa un lugar donde pueda hablar con el niño/a). El Señor Jesús es el Salvador que necesi-tas, es Aquel que los pastores necesitaban también.

Lámina 1-6

“Pasemos, pues, hasta Belén, y veamos esto que ha sucedido, y que el Señor nos ha manifestado” (Lucas 2:15).

Esto es lo que los pastores dijeron. Para ellos el escuchar de este aconteci-miento no era suficiente, sino que querían ver por sí mismos. Tú también tendrás curiosidad y te preguntaras: “¿Será este el Salvador para mí?”. Eso quiere decir que reconoces que el Señor Jesús murió por ti, y que necesitas

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el perdón que Él te puede dar. Confía en el Señor Jesús, dile que has pecado y que quieres que te perdone y te salve. Él lo hará, te perdonará, cambiará tu vida y será tu Salvador. No digas: “me gusta la historia”. Toma tu decisión sobre lo que has oído. No puedes ir a Belén, pero puedes hablar con Jesucristo y pedirle que te salve ahora. Los pastores se hubiesen perdido algo grandioso si sólo hubiesen escuchado las buenas nuevas, pero dejaron su rebaño y fueron a la ciudad para ver.

Lámina 1-7

Ellos no sabían la casa a donde ir en Belén. El ángel les había dado una señal. ¿Recuerdas cuál era esa señal? ¡Sí! El niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre.

Ellos buscaron aquí y allá hasta que encontraron el establo cerca de un mesón. Se asomaron y vieron a un hombre y a una mujer. Cerca de ellos estaba el pe-sebre. ”Este debe ser el lugar”, pensaron ellos. Sus corazones latían llenos de

emoción.

Silenciosamente, entraron y miraron maravillados al niño. Probablemente se arrodillaron al lado del pesebre y reconocieron que este bebé era el Salvador. Todavía no entendían que un día Él moriría por sus pecados, por los de María, por los de José y por los nuestros.

Los pastores le dijeron a María y a José lo que el ángel les había dicho. Les contaron de la gran multitud de án-geles. Quizás esto ayudó a María y a José a comprender que maravilloso era este niño.

Lámina 1-8

Poco después llegó el tiempo en que los pastores debían regresar al campo para cuidar sus rebaños. Dijeron adiós y miraron al bebé por última vez. Mientras caminaban, iban contando a otros por el camino lo que habían visto.

“Dios ha enviado al Salvador que había prometido”. “Lo hemos visto en el es-tablo en Belén”. “¡Regocijaos! Dios ha sido bueno con nosotros. El Salvador ha venido”.

“Un ángel nos habló acerca de Él. ¡Oh, jamás olvidaremos ese coro celestial, la gran multitud de ángeles!”.

Y así sucesivamente, las noticias se extendieron. Desde entonces, muchísimas, pero muchísimas personas, han oído las buenas nuevas. Hoy, tú las has oído también, pero si sólo oyes y no haces nada respecto a ello, tendrás un gran problema. Todo lo malo que haces te alejará de Dios y serás castigado para siempre.

Jesucristo te puede salvar hoy. ¿Sabes tú que has desobedecido a Dios y mereces su castigo? ¿Estás arrepentido por las cosas malas que has hecho? ¿Deseas tú ser diferente? Entonces díselo al Señor Jesús, ahí donde estás sen-tado. Puedes decirle algo así: “Señor Jesús, me arrepiento por todo lo malo que he hecho. Quiero ser diferente. Gracias por venir al mundo y morir por mí. Por favor, sálvame ahora”. Así es como se “invoca el nombre del Señor”. Si haces esto, serás salvo. Dios promete que: “Todo aquel que invocare el nombre del Señor será salvo”. Él te salvará también. Dios dijo que el Señor Jesús “salvará a su pueblo de sus pecados” (Mateo 1:21).

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LECCIÓN 2Jesús sana a un paralíticoPasaje bíblico: Marcos 2:1-12.

Énfasis especial: Jesucristo perdona tus pecados.

Versículo para memorizar: En un club de 5 días, repita Romanos 10:13. Si sólo es una reunión de una sola vez enseñe: “En Jesucristo.... tenemos perdón de pecados” Efesios 1:7.

Lámina 2-1

Las noticias se extendieron rápidamente:

“Ha vuelto a la ciudad; venid, vamos a verlo”. “Es el mejor maestro que he conocido”.

“Quizás sane a un enfermo y eso no me lo quiero perder”. “Mi vecino me ha hablado de Él; quiero verlo por mí mismo”.

Estaban hablando del Señor Jesucristo. ¿Recuerdas la última lección que aprendimos sobre cómo había nacido Jesús? Ahora ya era un hombre. Él ahora se encontraba en su casa en Ca-pernaum y mucha gente se apresuraba para ir a escucharle. Había algunos que no estaban muy entusiasmados. Eran unos gruñones y celosos. “¿Y quién es este individuo?”, “¿y quién se ha creído que es?” “Mira a ese gentío que se amontona alrededor de Él para escucharle”. “Quizás debemos ir y ver qué les está diciendo”, gruñían ellos. Estos hombres eran muy religiosos y frecuentemente hablaban de Dios pero no les gustaba y no querían a Su Hijo, el Señor Jesucristo.

La casa, donde se encontraba Jesús enseñando, estaba tan llena de gente, “…que no cabían ni aún en la puerta”; todos escuchaban atentamente lo que el Señor Jesús enseñaba acerca de Dios y cómo podían ser salvos. Era un buen maestro y no había otro que enseñara como Él. Muchos no se daban cuenta de que cada palabra que el Señor Jesús decía procedía de Dios. No sabían que Él era Dios, que era el unigénito Hijo de Dios. Tenía aparien-cia de hombre; era hombre, pero también era Dios. Por eso era tan maravilloso escucharle, aunque estuvieran apretados.

Lámina 2-2

En un lugar no muy lejos de la casa donde Jesús estaba, había un hombre muy enfermo. Era un paralítico y no se podía mover. Los médicos no podían curarle. No había medicina que pudiera ayudarle así que se pasaba todo el día en su cama. ¿Te puedes imaginar no poder correr, pasear, saltar…?

Pero esto no era el único problema que este hombre tenía. Había algo más, algo que la gente no podía ver fácilmente. Muchas, pero muchísimas veces este hombre había desobedecido los mandamientos de Dios. “No codiciarás

(desear lo que no es tuyo). Amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón...”. Pero muchas veces este hombre se olvidaba de amar a Dios. Y si se pudiera escribir en un libro todas las cosas malas que este hombre hizo, seria un libro muy grande, enorme.

Suponiendo que hubiese tal libro escrito acerca de ti o de mí, ¿qué cosas diría? Quizás diría que eres celoso, que tienes celos de tu hermano porque a él le regalaron un fantástico coche de control remoto, tú te sientes tan celoso que no querrías hablarle aún siendo su cumpleaños. Dios nos manda, “no codiciarás”. Has desobedecido a Dios, porque deseabas el coche de tu hermano y eso se escribirá en tu “libro”, eso y muchas otras cosas malas que has hecho contra Dios.

“Apaga la tele” te dice tu madre. ¿Le obedeciste?

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¿Peleas con tu hermano/a? ¿Das portazos porque tienes mal genio? ¿Piensas cosas malas de tu compañero/a del colegio? ¿Dices mentiras? ¿Haces trampas (chuletas) durante un examen en el colegio? Ni siquiera has pensado en Dios en el día de hoy.

Y podríamos seguir pensando en más cosas malas y feas que se pueden escribir en ese “libro”. Pero realmente no es necesario ese libro, porque Dios sabe de todas las cosas malas que has hecho. Incluso sabe lo malo que vas hacer en el futuro. Él ve esto como un gran problema. A este gran mal se le llama pecado. Dios jamás podrá decir, “Oh, no importa si has pecado”. No, nunca diría eso. Dios es un Dios bueno y justo. Cuando desobede-cemos o pecamos contra Dios, Él tiene que castigar ese pecado. El castigo llega después de morir. Leemos en la Biblia: “…y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez y después de esto el juicio” (Hebreos 9:27). Cuando uno muere, Dios castiga a aquel que ha hecho lo malo contra Él. El castigo de Dios por el pecado durará para siempre. Esto es lo que yo merezco y es lo tú mereces también.

Lámina 2-3

De repente hubo un ruido en su portal. Cuatro de sus amigos entraron en su casa y le dijeron, “¡Vamos pronto! Jesús está en la ciudad”.

¿Jesús? Posiblemente este hombre había oído hablar de Él. “Es el maestro, el que sana a los enfermos. Quizás…” Pero no tuvo mucho tiempo para pensar, porque sus amigos levantaron su cama y salieron a la calle con él.

“Estamos seguros que Él te puede sanar,” le decían. No les importaba que la gente les viera cargando su cama; ellos creían que el Señor Jesús podía ayudar a su amigo.

Pronto llegaron a la casa donde estaba el Señor Jesús. Aunque había mucha gente, intentaron entrar, pero no pudieron. Era casi imposible, nadie les dejaba pasar. ¡Que disgusto!

Lámina 2-4

Pero sus cuatro amigos no se desanimaron. Hablando entre ellos mismos se les ocurrió una idea. Se dirigieron al lado de la casa donde había una escalera que subía al techo. Con mucho cuidado subieron con su amigo hasta llegar al techo. En aquella época los techos se hacían de barro mezclado con paja que se extendía sobre las vigas y luego se dejaba secar. Los hombres pusieron a su amigo en la cama con cuidado sobre el techo. Luego comenzaron a hacer un agujero en él. Estaban decididos a ayudar a su amigo. Tenían la seguridad de

que Jesús podía sanarle. Es el Hijo de Dios, el Hijo único de Dios y puede hacer cualquier cosa. Para Él nada es difícil. Estos hombres tenían mucha razón en confiar en Él. Pero, ¿sería posible hacer llegar a su amigo hasta Jesús?

Cuando el agujero fue lo suficientemente grande, los cuatro amigos bajaron con mucho cuidado a su amigo en su cama dentro de la casa.

Imaginaos la sorpresa de la gente cuando vieron a los hombres haciendo el agujero en el techo. Quizás algunos trozos cayeron sobre sus cabezas. Indudablemente, el Señor Jesús paró de enseñar, viendo como bajaba el para-lítico en su cama y como fue depositado delante de Él. Todos podían ver que este era un hombre muy enfermo. ¿Podría el Señor Jesús ayudarle? Todos miraban y escuchaban.

Lámina 2-5

¿Qué piensas que dijo el Señor Jesús? (Deja que los niños respondan.) Él, le dijo al hombre: “Hijo, tus pecados te son perdonados”. Pero, ¿qué dice? ¿Qué es lo que está diciendo? ¿Cómo es que el Señor Jesús no ha sanado a este po-bre hombre? pensaban algunos. ¿Qué cosa quiere decir... “tus pecados te son perdonados”? El Señor Jesús veía que este hombre tenía dos problemas: su pecado y su enfermedad. El pecado es el problema más grande que una perso-na tiene. Y este hombre lo tenía. Si este problema no se resuelve, entonces no

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puede entrar en el cielo y vivir con Dios, él estaría separado de Dios para siempre, sufriendo sin Dios.

Así que, en ese momento el Señor Jesús perdonó todos los pecados de este hombre. Y la Biblia dice que el Señor nunca más se acordará de sus pecados (Hebreos 8:12). Ahora Dios le ha dado vida eterna y un día cuando su vida termine aquí en la tierra, pasará a vivir con Dios en el cielo. Eso es lo que quiere decir “tus pecados te son perdonados”.

Sería imposible que este hombre o cualquier otro fuese perdonado si Dios no hubiese tenido un plan maravi-lloso para perdonar el pecado. Hemos aprendido en Su Palabra que Dios odia el pecado y no permite que el pecado entre en el cielo. Dios debe y tiene que castigar todo pecado. Por eso Él envió a Su único Hijo, el Señor Jesucristo, para que fuese castigado por nuestro pecado y por los pecados del hombre paralítico. El Señor Jesús nunca hizo nada malo, siempre obedeció a Dios, Su Padre. Fue crucificado y murió en la cruz. “Cristo murió por nuestros pecados” (1ª Cor. 15:3). Si Dios no hubiera hecho este plan, nadie jamás podría ser perdonado. Dios nos amó tanto que dio a Su Hijo para que muriera en nuestro lugar. El Señor Jesús sufrió y murió volun-tariamente, sufriendo el castigo que nosotros merecíamos. Nadie más te puede amar tanto. Estoy seguro que el paralítico se dio cuenta de lo mucho que Jesucristo le amaba. Es maravilloso saber que el problema mas grande de nuestras vidas ya ha sido resuelto. Sé que él estaba muy contento porque el Señor Jesús le había perdonado sus pecados.

Lámina 2-6

No obstante, no todos estaban contentos con lo que observaban. Había algu-nos que se enfadaron. No decían nada, pero pensaban muchas cosas.

“¿Por qué habla este así?... ¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios?” “¿Quién se ha creído que es? Después de todo ¡Sólo es un hombre cualquiera! ¿Por qué no sanó al enfermo, para que nosotros podamos ver si es capaz de sanarlo? Nadie puede ver si sus pecados son perdonados, porque sólo Dios

perdona los pecados. Esa es una manera muy fácil de hablar”.

Los pensamientos malos de estos hombres fueron interrumpidos cuando el Señor Jesús les habló. “¿Porqué estáis pensando estas cosas?” Se quedaron boquiabiertos al descubrir que Él conocía sus pensamientos. “¿Qué? ¿Cómo sabe lo que estamos pensando?” Sí, lo sabía porque Él es Dios y Dios sabe todas las cosas. “...Él conoce los secretos del corazón” (Salmo 44:21). Él conoce todos tus pecados que serán escritos en ese libro grande del cual hablábamos al principio. Así que, el Señor Jesús conocía los pensamientos de estos hombres.

Él les hizo una pregunta: “¿Qué es más fácil decir, tus pecados te son perdonados o decir, levántate y anda?” Pero ellos no supieron como contestarle. ¿Por qué no? (Deja que los niños respondan). Ninguno de ellos era capaz de perdonar pecados ni sanar al hombre.

“Para que sepáis que puedo perdonar pecados”, les dijo el Señor Jesús, miró al paralítico y le dijo, “Levántate, toma tu lecho y vete a tu casa”.

Lámina 2-7

Todos fijaron su vista en el enfermo. El paralítico se movió, se levantó y to-mando su cama se fue. Todos se quedaron asombrados. Podían ver que el hombre estaba completamente sanado. Jesucristo, el Hijo de Dios, ¡lo había hecho!

Él también puede hacerlo para ti. Tú tienes el gran problema del pecado. Tú sabes que muchas veces has desobedecido a Dios. Quizás te sientes muy triste, lo lamentas y quieres ser perdonado/a. Escucha estas palabras maravillosas de

la Biblia: “En Jesucristo tenemos el perdón de pecados” (Efesios 1:7). Eso quiere decir que si confías en el Señor Jesús para que perdone tus pecados, lo hará. Él murió para que pudieras ser perdonado y resucito. Él vive y aunque tú no le puedas ver, Él si te ve a ti.

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Quizás estás perplejo, un poco confuso, no logras entender como puedes creer en el Señor Jesús. Pienso en un chico, le llamaremos Antonio. Él se subió a una pared muy alta de una casa muy vieja que estaba en ruinas, era su escondite favorito. Pero cuando intentó bajar, no pudo. Se oscureció y él se encontró sólo. Pero de pronto escuchó unos pasos y la voz de su padre. “Papá, no puedo bajar,” dijo Antonio. Su padre se acercó y le dijo sua-vemente, “salta Antonio, y yo te cogeré”. Antonio sabía que su padre era un hombre fuerte, así que, saltó. Y su padre le cogió. Él creía en su padre y confiaba en él.

Así, tú también puedes creer y confiar en el Señor Jesús. Él te escucha cuando le hablas. Podrás decirle algo así: “Señor Jesús, perdóname por todo lo malo que he hecho. Gracias por morir por mí para que yo pueda ser per-donado. Por favor, perdóname ahora”. Si confías en Él, recibirás el perdón de tus pecados y entonces todos tus pecados serán borrados y no será necesario escribirlos en ese libro grande. Dios nunca más se acordará de tus pecados. Ahora si que estás preparado para vivir con Dios para siempre. Es maravilloso poder ser perdonado.

Lámina 2-8

El hombre que había sido traído por sus amigos se sentía feliz. Su pecado había sido quitado y también su enfermedad. Podía mover sus brazos y sus piernas. Podía caminar. La gente que no se quería mover para dejarle pasar con sus amigos cuando estaba en su lecho, ahora le habrían paso. Estoy seguro que sus amigos corrían tras él. Todos estaban entusiasmados y emocionados. “¡Jamás hemos visto tal cosa!”, exclamaban. “¡Esto es algo que sólo Dios puede hacer!”

Ese día, caminando hacia su casa, era muy especial para ese hombre. Estaba completamente sano y completa-mente perdonado. Que bueno y bondadoso había sido el Señor Jesús con él.

El Señor te ama. Él quiere perdonar tu pecado ahora mismo. Si de verdad lamentas haber desobedecido a Dios, ¿por qué no le pides perdón al Señor Jesús ahora mismo? Entonces todo tu pecado será perdonado y olvidado por Dios. Recuerda Su promesa en la Biblia: “En Jesucristo tenemos el perdón de pecados” (Efesios 1:7).

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LECCIÓN 3El juicio y la crucifixión de JesúsPasaje bíblico: Mateo 26:26- 57; 27:1- 66; Juan 19.

Énfasis especial: Jesucristo llevó el castigo por nuestro pecado.

Versículo para memorizar: “Cristo murió por nuestros pecados conforme a las Escrituras” 1ª Corintios 15:3.

NOTA PARA EL MAESTRO: Cuando enseñes esta historia, debes mostrar la lamina negra (Lámina 3-1) en las secciones marcadas con *.

Antes de contar la historia, explique a los niños que piensen por qué la lámina negra se muestra en ciertos puntos de la historia.

Lámina 3-1

Alicia se acurrucaba debajo de las mantas e intentaba no pensar en el colegio.

“Alicia, ¿te has levantado? Ya vamos tarde”, decía su madre. “Si mama, me he levantado,” * le contestó, tirando de las mantas, tapándose bien.

Después de un corto espacio de tiempo, escuchó unos pasos subiendo las es-caleras, así que saltó de la cama.

Todo era un: corre, corre. Rápidamente se vistió, desayunó y en sus prisas se olvidó lavarse los dientes, metió sus libros de cualquier manera en su mochila y salió corriendo, olvidándose de su bocadillo.

En el colegio se encontró con Susi, la “sabelotodo” Susi. “¿Hiciste tus deberes?” preguntó Susi. “Claro que sí, fue muy fácil”, * mintió Alicia.

“¡Hola Alicia!”, le llamó “Phil” (se pronuncia “Fil”). “Ya vi que venías con “sabelotodo” Susi,” dijo con una son-risa maliciosa. “Es una pesada. De verdad que la odio,” * murmuró Alicia.

Después todos estaban en la clase. Algunos de los deberes de Alicia estaban mal hechos. Se enfadó muchísimo y golpeó su pupitre con sus libros, * porque tuvo que hacerlos otra vez correctamente, mientras sus compañe-ros hacían manualidades. Por fin terminó y pudo unirse a sus compañeros. Estaban pintando y esto era algo que a Alicia le gustaba hacer y lo hacía muy bien. Pero muy pronto se terminó el tiempo y había que guardar las pinturas y los pinceles. “¿Todo está guardado en el armario?” preguntó la profesora. “Sí,” contestó Alicia, fingiendo que no veía el pincel en el suelo.* Salió rápidamente con sus compañeros.

(Hable con los niños y pregunte por qué estaba esa lámina negra allí).

La lámina negra aparecía cada vez que Alicia desagradaba a Dios. Era mentirosa, mala y se enfadaba. Al hacer estas cosas, ella estaba desobedeciendo los mandamientos de Dios. Si alguien saca una lámina negra cada vez que tú o yo desobedecemos a Dios tendrían que sacarla muchas veces. Ninguno de nosotros vivimos de la manera que Dios desea. La Biblia dice: “No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno” (Romanos 3:12). Nadie puede vivir una vida perfecta, nadie hace lo bueno. Sólo hubo una persona que jamás se le pudo enseñar una lámina negra. Esa persona fue el Señor Jesucristo. Él vivió una vida perfecta. Nunca mintió, nunca fue malo y jamás odió a nadie. Había algunos que lo vigilaban para ver si le descubrían algo para culparlo.

Lámina 3-2

Una noche sus enemigos lo arrestaron. Lo llevaron a una especie de tribu-nal, el problema era que no encontraban nada para culparle. Hasta pagaron a algunos hombres para que mintieran contra Él; pero cuando estos hombres contaron su historia, nadie les creyó. Todo el mundo sabía que eran mentiras.

Por fin el juez, que era un líder religioso, se dirigió al Señor Jesucristo y le pre-guntó: “¿Eres tú el Hijo de Dios?” El Señor contesto: “Yo Soy.”

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“¡Eso es todo lo que necesitamos!” exclamó el juez enfadado. “Debe morir por decir semejante cosa”, dijeron los otros.

¿Hizo algo malo el Señor Jesucristo al decir que Él era el Hijo de Dios? ¡No! Estaba diciendo la verdad. La Biblia nos dice una y otra vez que Él es el Hijo de Dios, el Único. Había vivido en el cielo con Dios el Padre, antes de venir a la tierra. Dios había hablado desde una nube diciendo: “Este es mi Hijo amado.”

Pero los líderes de los judíos no querían creer esto. Le odiaban cuando decía que, “Yo y el Padre uno somos” (Juan 10:30). Ellos procuraban matarlo porque decía tal cosa. Así que, lo condenaron a muerte. Ellos estaban seguros de que el gobernador romano, Poncio Pilato, estaría de acuerdo. Pero antes de enviarlo a Pilato, le die-ron unos puñetazos y le escupieron en el rostro.

Lámina 3-3

En la sala de Pilato, el gobernador romano miraba al hombre que tenía delan-te. “Los judíos le tienen envidia; por eso lo han traído aquí”, pensaba. Entonces Pilato le hizo algunas preguntas al Señor Jesús, pero Él permanecía callado.

Pilato sabía que era un hombre bueno y que no merecía la muerte. Mientras el gobernador romano pensaba sobre lo que debía de hacer, recibió un mensaje de su esposa: “¡No tengas nada que ver con ese hombre bueno!” Pilato sabía que su esposa tenía razón, pero también sabía que se ganaría la antipatía del

pueblo judío y que podía perder su puesto como gobernador si lo dejaba libre. “¿Qué mal ha hecho?” preguntó a los líderes judíos. Ellos no podían decirle que mal había cometido, porque Jesús nunca había pecado. En la Biblia leemos que “en Él no había pecado” (2ª Cor. 5:21). Eso quiere decir que Él nunca tuvo malos pensamien-tos, nunca dijo una palabra mala. Todo lo que hacía era para agradar a Dios. No era culpable. Pero los judíos gritaban: “¡Crucifícale! ¡Crucifícale!” (Cuando alguien era clavado en una cruz y moría de esa manera, se le llamaba crucifixión).

Pilato estaba muy asustado para pensar y hacer lo correcto. Así que, tomo una palangana con agua y se lavó las manos, así estaba diciendo que él no era culpable de la muerte de este hombre. “Ningún delito hallo en Él,” dijo Pilato, “tomadle vosotros y crucificadle”.

Lámina 3-4

Eso era lo que los judíos querían oír. Su enemigo tan odiado moriría. Entre-tanto Pilato permitió que los soldados golpearan al Señor Jesús. Entonces le pusieron un manto de color escarlata y una corona tejida de espinas sobre su cabeza. Se burlaron de Él diciendo: “¡Salve, Rey de los judíos!” Le escupieron y le golpearon otra vez. El Señor Jesús no decía nada, ni una palabra. Él estaba como mudo. Podía haber destruido a sus enemigos, porque Él era Dios; pero no lo hizo. Sufrió todas esas cosas, porque Él te ama a ti y a mí. Sabe que hace-

mos muchas cosas que le desagradan, así como Alicia, la chica de quien os hablé al principio de esta historia. Sabe que jamás podremos vivir con Él por causa de nuestro pecado. Incluso, antes de que Dios hiciese el mun-do, Él ya había planeado enviar a Su Hijo para que quitara nuestro pecado. El Señor Jesús sabía que tenía que sufrir las burlas y bofetadas de los soldados para cumplir el plan divino de Dios.

Lámina 3-5

Bruscamente los soldados le quitaron el manto de color escarlata y le dieron una cruz en la cual sería clavado. Era muy pesada y Él se encontraba débil después de los azotes que los soldados le habían dado, así que, tropezaba y se caía. Los soldados obligaron a otro hombre que llevara la cruz hasta el Monte Calvario, donde iba ser crucificado.

Allí los soldados crucificaron al Señor Jesús. Clavaron sus manos y pies con

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unos clavos grandes. Entonces levantaron la cruz y la colocaron en posición vertical. Allí colgado en la cruz, el Hijo perfecto de Dios vertió la sangre preciosa.

¡Qué cruel e injusto! ¡Qué doloroso para el Señor Jesús! La Biblia nos dice: “Mas Él, herido fue por nuestras re-beliones” (Isaías 53:5). “Rebeliones” quiere decir desobediencia a Dios. Esas heridas que sufrió el Señor fueron por culpa de nuestra desobediencia. Él, el Hijo de Dios, llevó nuestra culpa y castigo en la cruz.

Lámina 3-6

La gente que observaba lo que estaba pasando en el monte Calvario, no enten-día por qué sus amigos estaban destrozados al ver que su amigo tan bueno y querido era tratado tan cruelmente. Sin embargo, sus enemigos estaban muy contentos, ya no tenían que preocuparse por sus milagros y enseñanzas.

Otros dos hombres, ladrones, fueron crucificados también. Ellos fueron casti-gados por haber hecho cosas malas. Miraban como el Señor Jesús estaba col-

gado en medio de ellos. Le hablaban bruscamente, “¡Vamos, sácanos de aquí!” No se lamentaban por el mal que habían hecho. Sólo querían que el Señor Jesús los librara de ese terrible castigo y muerte. Él no les contestó.

Entonces uno de los ladrones dejó de maldecirle. Es como si de pronto hubiese comprendido la situación en que se encontraba. Le dijo al otro ladrón: “¡Cállate! Nosotros a la verdad sí estamos recibiendo lo que merecemos. Este Hombre no merece este castigo”.

Este ladrón entendía que pronto moriría. Entonces se encontraría con Dios. ¡Qué terrible encontrarse con ese gran Dios tan puro y bueno! Si hay pecado en tu vida y te encuentras con Él, ¿Qué le dirás? Pero ¿quién le puede ayudar? En ese momento él se lamento por haber vivido una vida tan mala. De algún modo sabía que el Señor Jesús podía ayudarle. Así que se dirigió al Señor Jesús y le dijo: “Señor, acuérdate de mi cuando vengas en tu reino”.

Aunque él estaba sufriendo mucho, el Señor amaba al ladrón. Le dijo: “Hoy estarás conmigo en el paraíso”. (Allí es donde está Dios). El Señor Jesús estaba sufriendo el castigo por los pecados del ladrón también. De esa ma-nera Él le perdonó todos sus pecados y le preparó para poder encontrarse con Dios.

El Señor Jesús puede hacer lo mismo por ti hoy mismo si lo deseas. Si de verdad te arrepientes y le pides al Señor Jesús que quite todo tu pecado, Él lo hará. Quizás desees hacerlo, pero no sabes cómo. Me gustaría explicártelo otra vez con la Biblia. Cuando los demás se hayan ido, por favor, quédate en tu asiento. Entonces hablaremos de lo que Dios dice en la Biblia. Necesitas que el Señor Jesús quite todos tus pecados así como lo hizo con el ladrón. Que maravilloso, ahora él no tenía miedo a morir, porque sabía que iba a vivir eternamente con Dios.

Piensa como el Señor Jesús sufrió por ese ladrón y por nosotros. Pero, lo peor estaba aún por venir.

Lámina 3-7

A las doce del mediodía, el cielo se oscureció. Normalmente a esa hora el sol está muy alto. Ahora esa extraña oscuridad permaneció por tres largas horas. En esa oscuridad Dios castigaba a Su Hijo Unigénito, como si Él hubiese he-cho cosas malas, como mentir, odiar, asesinar a personas, pensar mal de otros, robar, decir palabrotas o hacer muchas otras cosas malas. Pero nosotros sabe-mos que el Señor Jesucristo jamás hizo semejantes cosas. Pero ahí en la cruz Él tomó nuestro castigo. “Cristo murió por nuestros pecados” (1ª Cor.15:3). El

castigo fue tan terrible que ni nosotros podemos entenderlo. De pronto se oyó un grito en esa oscuridad: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” Era el Señor Jesús clamando a Dios. Su Padre le había dejado porque en ese momento el Señor Jesús estaba cargando con nuestros pecados. Dios es un Dios santo y puro que no puede ver el pecado. Esta fue la única vez que el Padre abandonó a Su Hijo. Por fin el sufrimiento había terminado. El Señor Jesús exclamó: “¡Consumado es!” y murió. Él había hecho todo lo necesario para quitar nuestro pecado. ¿Querrá decir esto que los pecados de todo el mundo han sido quitados y todos vivirán con Él en el cielo? ¡No! ¡De ninguna manera! La Biblia habla bien claro, tienes que confiar en el Señor Jesús para que

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Él quite todos tus pecados. Y es entonces cuando tus pecados te son perdonados y podrás ir al cielo.

Supongamos que estás muy enfermo y el doctor te da una medicina y te dice: “toma esta medicina y pronto te pondrás bien”. Pero si pones esa medicina sobre la mesita de noche, la miras y no te la tomas, ¿te pondrás bien? ¡Claro que no! Tienes que tomarla. Eso es exactamente igual con ese gran problema de tu pecado. Hoy has escuchado lo que el Señor Jesús ha hecho por ti. Pero solamente escuchando acerca de Él, no te quitará tu pecado ni te salvará del castigo de Dios. Tienes que pedirle al Señor Jesús que quite tu pecado, si es que de ver-dad te arrepientes y quieres que te salve. Puede hacerlo porque está vivo. Él vive hoy. La Biblia dice: “Porque de tal manera amó Dios al mundo que ha dado a Su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, (eso quiere decir estar apartado de Dios y ser castigado para siempre) mas tenga vida eterna” (Juan 3:16). Si has confiado o creído en el Señor Jesús, no serás castigado por tus pecados en la eternidad. Es más, te dará el regalo de la vida eterna, conocerás a Dios y serás de Él para siempre. Esta es la razón de porque el Hijo de Dios sufrió y murió.

Lámina 3-8

Sus amigos no entendieron esto. Tristemente unos poquitos de ellos quitaron su cuerpo de la cruz y cuidadosamente lo envolvieron en lienzos y lo pusieron en una tumba. “Jamás le veremos”, pensaban ellos. No sabían de la maravillosa sorpresa que les esperaba.

El Señor Jesús ¡resucitó! Él vive hoy. Así que, puedes pedirle que te perdone y que quite tu pecado, entonces morará en tu vida y te ayudará a vivir para Él. Tú puedes reconocerle como tu Salvador.

En la Biblia leemos que “todo aquel que cree en Él no perecerá, mas tendrá vida eterna”. ¿Qué pasará con aque-llos que no creen en Él? Ellos perecerán y serán castigados por siempre jamás.

¿Y tú que vas a hacer? ¿Por qué no confías en el Señor Jesús ahora? Si te arrepientes por todo lo malo que has hecho en tu vida y quieres ser perdonado, díselo al Señor Jesús ahora mismo, allí donde estás sentado. Puedes decir algo así: “Señor Jesús, sé lo mucho que sufriste y moriste por mí. Gracias Señor. Por favor quiero que me salves. Quiero ser tuyo para siempre. Quiero vivir una vida que te agrade”. Si tú confías en Él no te perderás, sino que tendrás vida eterna (Juan 3:16).

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LECCIÓN 4La resurrección de CristoPasaje bíblico: Juan 20.

Énfasis especial: Porque Jesucristo ha resucitado, podrás tener paz con Dios.

Versículo para memorizar: “Haciendo la paz mediante la sangre de su cruz” Colosenses 1:20.

Introducción:

“¿Qué pasa?”, preguntó Martín a Estefanía, quien se encontraba muy triste. “El viejo Bartolomé, que vivía en el piso de arriba ha muerto,” dijo Estefanía. “¡Oh!” Martín no sabia que decir. “Era muy bueno conmigo. Siempre me hacía un regalo para mi cumpleaños”, dijo Estefanía. “Ánimo! No puedes hacer nada al respecto,” dijo Mar-tín. “Estoy triste porque ya no le veré más. ¿Qué es la muerte?” continuó Estefanía.

Martín no estaba muy seguro de como contestar a esa pregunta; él había oído a su hermano mayor hablar de ello. “Cuando te mueres ese es el final de tu vida”, le contestó. Pero eso, a Estefanía le entristecía aún más. Ni ella ni Martín conocían lo que Dios nos dice en la Biblia acerca de la muerte. Dios dice que cuando alguien muere, ese no es el fin de la persona. El cuerpo de esa persona es enterrado, pero la parte que piensa, que ama, la que es feliz o se entristece, esa sigue viviendo. La Biblia llama esa parte, el alma. Tu alma, el verdadero tú, vive aún después de la muerte.

Lámina 4-1

Los amigos del Señor Jesús sabían que su alma no estaba muerta. Pero ellos estaban muy, muy tristes. Estaba muerto; de eso estaban seguros. Su cuerpo envuelto en lienzos con especias aromáticas fue puesto en una tumba. Una piedra enorme había sido puesta a la entrada del sepulcro.

Jamás se habían sentido tan confundidos. “¿Cómo es que el Hijo de Dios ha muerto? Era tan bueno. Ha sufrido una muerte cruel. No es justo. Jamás le

veremos otra vez, está muerto”.

Probablemente eso era lo que estaban pensando. Aún no entendían que la muerte del Señor Jesús era algo que Dios había planeado. Todas las personas como tú, tú, tú, y yo también, luchamos contra Dios. Dios manda: “No codiciarás”. Tú tienes un amigo al que le han regalado una bicicleta nueva, mientras que a ti te han regalado una de segunda mano. Y tú te pones muy triste y te da mucha envidia. Dios manda: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Pero tú piensas mal de otros, peleas con otros y riñes con los demás. Al desobedecer a Dios le estás diciendo: “¡No quiero seguir tus caminos!” Tú luchas contra Dios. Por supuesto que Dios se disgusta con todos los que luchan contra Él. Pero no deja de amarnos. Dios nos amó tanto que dio a Su único Hijo, el Único, para que muriera por nosotros, para que pudiera haber paz entre Él y nosotros.

Sus amigos jamás olvidarían ese día tan terrible. Al día siguiente se encontraban muy tristes y solos. Les parecía como si todos los días fuesen iguales. Habían esperado tanto, pero sus esperanzas se habían hecho añicos.

Lámina 4-2

Temprano el domingo por la mañana, dos amigos del Señor Jesús, Pedro y Juan, fueron sorprendidos cuando unas mujeres vinieron corriendo hacia ellos. Estaban muy nerviosas. “Se han llevado al Señor del sepulcro y no sa-bemos donde le han puesto; fuimos muy temprano a la tumba para ungir el cuerpo con especias. La piedra grande fue quitada. El cuerpo no está. ¡Tenéis que ayudarnos!”

Juan y Pedro se pusieron tristes al pensar que los enemigos del Señor Jesús hicieran una cosa como esta. Fueron corriendo para ver por sí mismos. Juan llegó primero al sepulcro, se paró en la entrada y miró hacia dentro con asombro. Luego llegó Pedro tras él y entró al sepulcro. Él también se quedó maravillado.

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Lámina 4-3

Allí, delante de sus ojos, vieron los lienzos que habían envuelto el cuerpo del Señor. Estaban puestos bien ordenados. El cuerpo del Señor Jesús no estaba allí. Para Pedro y Juan estaba claro que su cuerpo no había sido robado. Algo más había ocurrido.

El Señor Jesús había vuelto a la vida. Él no estaba en la tumba, porque ¡estaba vivo! Nadie jamás había hecho semejante cosa antes. Era algo que sólo Dios podía hacer, haciendo que Él viviera otra vez, Dios estaba mostrando a todos

que el Señor Jesús, de verdad, era Su Hijo.

Pedro y Juan salieron de la tumba pero ya no estaban tristes. Caminando hacia sus casas se sentían muy felices. Posiblemente recordaron lo que el Señor les había dicho muchas veces, que después de su muerte, Él viviría otra vez. Sí, Él estaba vivo. No estaba en la tumba. Pero ¿dónde estaba?

Lámina 4-4

Pedro y Juan no sabían que el Señor Jesús actualmente se encontraba en el huerto donde estaba el sepulcro. Alguien más estaba allí, María Magdalena, una mujer que el Señor Jesús había salvado. Estaba deshecha porque ella creía que el cuerpo había sido robado. Estaba llorando y vio a alguien que le decía: “¿mujer, por qué lloras?”.

Ella contestó: “Señor, si tu lo has llevado, dime donde lo has puesto”. Él le dijo, “¡María!”.

Ella conocía esa voz. Le miró otra vez. Era el Señor Jesús. “¡Maestro!”, le dijo.

De verdad era el Señor Jesucristo. El cuerpo no había sido robado. Él estaba allí a su lado hablando con ella, ¡estaba vivo! “Subo a mi Padre”, le dijo a María. Pronto regresaría al cielo. Él nunca más volvería a morir. En la Biblia el Señor Jesús dice: “El que vivo, y estuvo muerto, mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos” (Ap. 1:18). Aquellos que han confiado en el Señor Jesús para que les perdone sus pecados vivirán con Él para siem-pre. La vida con el Señor Jesús jamás tendrá fin, porque Él jamás morirá. Pero aquellos que no han confiado en Él, siguen siendo enemigos de Dios. Ellos no vivirán con Él, irán a un lugar que se llama el infierno, un lugar de castigo.

María Magdalena era uno de aquellos a quien el Señor Jesús había perdonado. Ella estaba emocionada al poder hablar con Él una vez más... Corrió para avisar a sus amigos, “¡He visto al Señor!”.

Lámina 4-5

El domingo no fue un día triste como ellos habían pensado. Poco a poco co-menzaron a descubrir lo que había ocurrido en ese día. Muy temprano en la mañana, un ángel había quitado la piedra del sepulcro para que la gente pudiera ver que el Señor Jesús no estaba allí. Cuando eso ocurrió los soldados que estaban de guardia huyeron atemorizados.

Esa misma noche los amigos del Señor Jesús se juntaron para hablar de todos los acontecimientos de ese día. Tenían mucho de que hablar. Algunos habían

visto al Señor Jesús, pero no todos. Se aseguraron que las puertas estuviesen bien cerradas. Temían que los líderes religiosos vinieran para arrestarlos. Sólo pensar en eso, les daba mucho miedo.

De repente una cosa maravillosa ocurrió. El Señor Jesús estaba allí en el cuarto. Él no había abierto ninguna puerta para entrar, pero sin embargo allí estaba en medio de ellos. ¿Cómo entró? Ahora había algo diferente en su aspecto. Él ahora podía entrar y salir sin tener que abrir o cerrar puertas. Pero su cuerpo era verdadero. Algunos ya lo habían tocado; otros lo habían visto comer. Ahora todos ellos lo podían ver. Se habían quedado boquiabiertos.

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Lámina 4-6

Entonces Él les dijo: “Paz a vosotros”. ¿Qué quería decir con esto? ¿Que no riñeran entre sí mismos?” No, sólo quería que no se preocuparan o que no tuvieran miedo, Él estaba allí con ellos.

Hay algunas cosas por las que tú y yo sí debemos preocuparnos. Debes preo-cuparte por la manera en que desobedeces a Dios; estás luchando contra Él. Deberías pensar seriamente lo que va a pasar cuando tú mueras, si sigues des-obedeciendo a Dios. La Biblia dice que cuando mueras, el verdadero tú, tiene

que encontrarse con Dios. Que espantoso es el tener que encontrarte con Dios si todavía eres enemigo de Él, si todavía estas luchando contra Él. Dios tendría que castigarte para siempre. Pero el Señor sigue diciendo “Paz” a sus amigos. Entonces Él les enseñó algo para hacerles entender por qué ellos podrían tener paz. Les mostró la herida de su costado, les enseñó Sus manos para que vieran las marcas de los clavos.

Él había muerto por ellos y por nosotros. Murió para que hubiera paz entre Dios y nosotros. A veces cuando hay una guerra alguien intenta que los dos bandos dejen de pelear. Sólo había una manera para que pudiera haber paz entre nosotros y Dios: que Su único Hijo muriera por nosotros. Él lo hizo, pues dio su vida para reconciliarnos con Dios.

Él hizo “la paz mediante la sangre de su cruz” (Colosenses 1:20). Cuando Dios resucitó a Jesús, Él mostró que la muerte de su Hijo tiene poder para hacer la paz entre nosotros y Dios. Cuando tú te arrepientes de haber estado luchando contra Dios y le pides al Señor Jesús que te perdone y quite tus pecados, entonces habrá esa paz entre tú y Dios. Ya no serás el enemigo de Dios. Entonces ya no te preocuparás por lo que pasará cuando te mueras. Dios te llevará al cielo para que vivas con Él para siempre. Es maravilloso que el Señor Jesús viva.

Lámina 4-7

Todos sus amigos en ese cuarto estaban muy excitados. Pero había uno de ellos que estaba ausente: Tomás. Por supuesto que los otros le habían dicho, “hemos visto al Señor”. Le dijeron lo que habían visto y oído. Pero Tomás exclamó: “No creeré hasta que vea en sus manos las marcas de los clavos y los toque”. ¿Piensas que Tomás tenía paz en su interior? ¡No! Por ocho largos días él había visto como los otros estaban contentos y felices. Pero, para Tomás su historia pare-cía muy maravillosa para que fuese verdad. Quizás, el pensaba: “Si es verdad,

no me lo quiero perder”. Por supuesto que se aseguró de estar con los otros discípulos más a menudo.

Lámina 4-8

Pasaron ocho días y ocurrió lo mismo. El Señor Jesús traspasó las puertas cerradas y una vez más les dijo: “Paz a vosotros”. Entonces Él dijo: “Tomás, pon tu dedo en las heridas. No seas incrédulo, sino creyente”. El Señor deseaba que Tomás creyera también. Ese hombre era importante para Él. Tú también eres importante para Él y quiere que dejes de luchar contra Dios. Quiere que creas que Él murió para hacer la paz entre tú y Dios. Él vive hoy aunque tu no lo puedes ver; puedes estar seguro así como Tomás lo estuvo en ese momento.

Tomás dijo con temor y asombro: “¡Señor mío y Dios mío!” Tomás creyó. Ese día su vida cambió por completo. Ahora él tenía esa paz que tenían los otros; él ahora estaba seguro de que el Señor Jesús estaba vivo.

Tú no puedes ver al Señor Jesús hoy, porque está en el cielo, pero tú también puedes creer en Él ¿Quieres dejar de pelear o luchar contra Dios y desobedecerle? ¿Reconoces que Jesucristo ha muerto para traer paz entre tú y Dios? ¿Quieres creer en Él ahora mismo? Puedes hablar con Él allí mismo donde estás sentado. No necesitas hablar en voz alta; puedes decirle algo así: “Señor Jesús, siento mucho el haber desobedecido a Dios y luchar contra Él. Por favor, deja que haya paz entre nosotros ahora. Gracias por morir por mí para que haya paz entre nosotros.” Dios promete que si confiamos en el Señor Jesucristo, “tenemos paz para con Dios” (Romanos 5:1) y cuando muramos, viviremos con Él para siempre.

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LECCIÓN 5El gran ReyPasaje bíblico: Mateo 28:16-20; Hechos 1:1-11; Apocalipsis 1:9-19; 22:20.

Énfasis especial: Jesucristo es Rey.

Versículo para memorizar: En un club de 5 días se repite:“Haciendo la paz mediante la sangre de su cruz” Colo-senses 1:20. Si es una solo una reunión, se enseña: “Toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor.” Filipenses 2:11.

Introducción

“¡Ese era el árbol donde teníamos nuestra casita!” exclamó Simón. Él y su hermano estaban visitando la granja donde habían vivido.

“Y mira, ese es el estanque donde jugábamos a carreras con nuestras barcas”, dijo Patricio.

“¿Recuerdas cuando te caíste en el agua, Patricio, y luego entraste a escondidas para que mamá no te viera?”, dijo Simón.

“¡Qué divertido es volver y visitar la granja, hay tanto que recordar!” dijo Patricio.

Lámina 5-1

Los amigos del Señor Jesucristo también tenían mucho que recordar, el tiem-po que pasaron juntos alrededor de Galilea. Recordaban cómo con solo cinco panes y dos peces, el Señor Jesús había dado de comer a más de 5,000 personas en el monte. Jamás olvidarían la noche que les cogió una tormenta en el mar. El Señor Jesús mandó que la tormenta se calmara y los vientos obedecieron al Señor. Cuantas veces se habían sentado a la orilla del lago para escuchar Sus enseñanzas. ¡Ese lugar estaba lleno de recuerdos! Fue muy considerado de su

parte al enviarles un recado, de que Él se reuniría otra vez con ellos en este mismo lugar.

“Allí está el Maestro”, dijo alguien, señalando a una persona a una distancia. “No, ese no es Él”, dijo otro.

Mientras esa persona se acercaba, podían ver claramente que sí era Él. “¡Es el Señor!” exclamaron. Estaban emocionados de que su Señor y Maestro no estaba muerto. Él había muerto en una cruz, pero al resucitar, mostró que es más poderoso que la muerte.

Ellos ya lo habían visto y habían hablado con él muchas veces desde entonces, pero cada vez que lo veían, se emocionaban. Él había muerto, pero ¡Él vive otra vez! Ahora Él viene a decirles algo muy importante.

Lámina 5-2

“Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra”, les dijo. ¿Qué? ¿Toda po-testad? Sí, Dios el Padre le había dado a Su Único Hijo el poder de hacer lo que le pareciera. Él puede levantar reyes, gobiernos y ejércitos para que hagan lo que Él quiere. Sus amigos apenas podían creer lo que les estaba diciendo. Pero además, les estaba diciendo: “Id por todo el mundo, dando las buenas nuevas a toda persona”. ¿Qué “buenas nuevas” quiere el Señor que digamos al mundo? Él quiere que todos desde entonces y ahora conozcan que Él es Dios

el Hijo, que murió en la cruz, llevando el castigo que nosotros merecíamos por nuestros pecados. Por supuesto, quiere que la gente sepa que Él está vivo y puede ser el Rey de sus vidas y que quita el pecado de todos. Dios te ama y quiere que tú escuches estas buenas nuevas también. Pero sólo escuchando no te vale de nada, tú tienes que confiar en el Señor Jesús para que te salve del pecado y que sea tu Rey. Estas son las buenas nuevas que los discípulos tenían que decir.

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Ellos querían decirlo, pero algunos de ellos tenían miedo: “¿Qué pasará con nosotros? ¿Quizás nos arresten o nos maten?” Pero la otra cosa que el Señor Jesús les dijo ayudó para calmar sus temores: “He aquí yo estoy con vosotros todos los días” prometió. Él tiene todo poder, así que, donde quiera que estuvieran, Él cuidará de ellos.

Lámina 5-3

No mucho tiempo después, parecía como si Él no podía permanecer con ellos. El Señor Jesús y sus discípulos subieron a un monte que se encontraba a una corta distancia de la ciudad de Jerusalén: el monte de los Olivos. Allí habló con ellos, pero no se sentó como solía hacerlo sino que poniéndose de pie les habló. Otra vez les dijo: “Id por todo el mundo hablando a la gente de mí. Siempre estaré con vosotros”. Entonces ocurrió algo muy extraño. Poco a poco comenzó a subir, subir, subir. Sus amigos estaban asombrados y miraban bo-

quiabiertos hasta que una nube le ocultó de su vista. Él regresó al cielo con su Padre. Sus discípulos con los ojos puestos en el cielo fueron sorprendidos por dos ángeles que les decían: “¿Por que estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús volverá a la tierra de la misma manera que le habéis visto ir al cielo”.

El Señor Jesús todavía no ha vuelto a la tierra, pero algún día Él volverá. Hasta entonces, reinará desde el cielo. Aunque los discípulos ya no lo podían ver, ellos podían estar seguros de que siempre estaría con ellos.

Lámina 5-4

¿Recuerdas lo que el Señor Jesús había dicho a sus seguidores? Ellos debían ir por todas partes del mundo hablando a otros sobre Él.

Supongamos que tú llegas a un pueblo donde todas las personas tienen una terrible enfermedad mortal y conoces una medicina que puede ayudar a sa-narles, ¿qué harías? (Permita que los niños respondan). Por supuesto que tú les hablarías de la medicina.

Esto sucedía en la época de los discípulos. La gente de su tiempo desobedecía a Dios, mentían, peleaban, sen-tían envidia y se enfadaban los unos con los otros. Ellos no amaban a Dios.

Pasa lo mismo en el día de hoy. Todo el mundo va por su camino en vez de ir por los caminos de Dios. La Bi-blia dice: “cada cual se apartó por su camino” (Isaías 53:6). Por eso es que tú y tu hermano os peleáis y gritáis el uno al otro; por eso es que te comes tu chocolatina sin compartir con tus compañeros. Tú también tienes este problema, el problema del pecado. Es un problema aún más grande que la peor enfermedad que puedas tener. Dios debe castigar a aquellos que le han desobedecido. Ese castigo llega después que uno muere y dura para siempre. Los seguidores del Señor Jesús conocían la respuesta a este problema. Ellos comenzaron a hablarles a otros sobre la respuesta. Algunos de ellos hablaron con sus familiares y sus amigos, otros hablaron a grupos grandes de personas en las calles. Escúchales y tú oirás la respuesta para esos problemas que tienes en tu vida.

“Jesucristo fue la Persona especial que Dios había prometido enviar. Él es el Hijo Único de Dios. Él murió por nuestro pecado cuando fue clavado en la cruz. Pero Dios le resucitó y le hizo Señor y Rey sobre todas las cosas”.

Muchos de los que estaban escuchando sabían que tenían que hacer algo sobre el problema de su pecado. Ellos preguntaron: “¿Qué debemos hacer?”.

Los seguidores del Señor Jesús contestaron: “Arrepentíos de vuestros malos caminos y mirar al Señor Jesús, confiar en Él para que les salve. Cuando lo hagáis, todos vuestros pecados serán borrados para siempre”.

Miles de personas hicieron eso. ¡Qué emocionante fue para los discípulos ver todas aquellas personas poner su confianza en el Señor Jesucristo! Cuando Dios borra todos tus pecados, ¡los borra para siempre! Quizás a ti también te gustaría confiar en Él, pero no estás seguro de cómo hacerlo, o quizás tienes algunas preguntas. Cuando terminemos y los demás hayan salido, no te vayas, quédate allí donde estás y con mucho gusto te ex-plicaré lo que la Biblia dice acerca de cómo confiar en el Señor Jesús. Los discípulos también estaban contentos de tener tiempo para poder explicarle a la gente cómo confiar en el Señor Jesús.

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Lámina 5-5

No todos estaban contentos de ver como estos discípulos estaban predicando. Muchos de los líderes estaban muy enfadados que la gente confiara en Jesu-cristo. Comenzaron a hacerles la vida imposible a los cristianos. Un joven que se llamaba Esteban, fue apedreado hasta la muerte porque él hablaba a otros sobre el Señor Jesús. Muchos de ellos fueron encarcelados; otros fueron mata-dos a espada. Sin duda alguna, los cristianos deberían dejar de hablar de Jesu-cristo. Pero no lo hicieron. Ellos sabían que su Señor era Rey sobre todo y que

Él permitía que estas cosas sucedieran. Era parte de su plan. Sabían que si la gente no oía sobre El Señor Jesús y confiaban en Él para ser salvos, jamás, pero jamás vivirían con Dios. Así que, ellos seguían hablando a otros.

Las cosas comenzaron a ir de mal en peor cuando el emperador quería que le adoraran como si fuese un dios. Los cristianos rehusaron. “El emperador no es el Señor. Jesucristo es nuestro Señor”, dijeron ellos. Muchos fueron echados a los leones y otros fueron quemados vivos. Si tú confías en el Señor Jesús para que quite todo tu pecado y que sea tu Rey, algunas cosas difíciles pueden ocurrir. No serás echado a los leones, pero quizás alguien de tu familia puede que se ría de ti. O quizás tú seas el único de tu clase que obedezca al profesor/a o no hagas chuletas en el examen. Es difícil ser diferente. Como los discípulos, tú también puedes recordar la promesa del Señor Jesús: “Yo estoy con vosotros, hasta el fin del mundo”. Él, es Rey sobre todo y está con cada uno de los que le aman.

Uno de aquellos quien le amaba era Juan. El había sido un amigo muy cercano del Señor Jesús. Había visto como muchos de sus amigos habían sido matados; Él mismo fue encarcelado, pero nunca se rindió.

Lámina 5-6

Cuando Juan era muy anciano, los soldados vinieron una vez más; lo arres-taron y lo subieron a un barco. Cuando él y los otros prisioneros estuvieron todos a bordo, el barco zarpó hacia el mar abierto. ¿A dónde los llevaban? Después de un tiempo, allí en la distancia vieron una isla pequeña. El barco se dirigió hacia ella y atracó allí. Bajaron a Juan y a los demás prisioneros y luego el barco zarpó otra vez. La isla se llamaba Patmos, era pequeña, aproximada-mente unos 12 kilómetros por 7. Ésta era su prisión. Sin duda alguna, habría

un carcelero cruel para asegurarse de que no se escapara ninguno y les hiciera trabajar duramente. Quizás el trabajo de Juan era extraer el mármol de una cantera. Hacia mucha calor y era un trabajo muy duro para un anciano.

Con mucha frecuencia Juan habría pensado: “El Señor Jesús está conmigo, aquí en este lugar; lo sé, porque Él lo prometió”. Estoy seguro que él recordaba que el Señor Jesús es Rey sobre todo, su Rey podía librar a Juan de esa isla, si quisiera. El Señor Jesús habría de tener una razón para Juan en ese lugar. Sí, Él tenía un plan mara-villoso...

Lámina 5-7

Un domingo por la mañana, Juan vio al Señor Jesús. ¡Sí! de verdad que lo vio. Era grande, poderoso y brillante, de la manera que Él es ahora. Fue tan mara-villoso para Juan que cayó como desmayado a los pies del Señor.

El Señor Jesús es el más poderoso y grandioso sobre todo, pero a la vez es muy bondadoso y cariñoso. Puso su mano derecha sobre Juan y le dijo: “No temas, yo soy el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos”. Apocalipsis 1:18.

Este el Señor Jesús, el que quita todo tu pecado y te salva del castigo que mereces. Cuando tú dejes tus caminos malos y te vuelvas a Él, te ayudará a vivir la vida que Dios desea para ti. Él lo hizo para Juan; ayudó a Juan a vivir una vida para Él. Juan había sido un hombre con un temperamento muy fuerte, pero el Señor lo cambió.

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Lo convirtió en un hombre muy bondadoso y paciente. También te puede cambiar a ti. Si eres malo/a, Él te ayuda a ser amable. Si eres mentiroso/a, Él te ayuda a ser honesto/a. Tú necesitas que el Señor Jesús quite todo tu pecado y que te cambie. Él es un Rey grande y maravilloso, salva del pecado y cambia las vidas; Él reina sobre todo; sabe todo lo que va a pasar en nuestro mundo.

Él enseñó a Juan algunas de las cosas que van a ocurrir. Incluso Juan vio como es el cielo, un lugar lleno de alegría y felicidad. Él vio una gran multitud de personas que cantaban al Señor Jesús, el Gran Rey. También vio Juan el terrible castigo que ha de venir sobre aquellos que no quisieron confiar en el Señor Jesús para que Él les salvara. Juan escribió todo lo que vio, y lo podemos leer en la Biblia, al final de todo. La última cosa que Juan escribió es muy, muy importante, algo sobre el Rey, el Señor Jesús. Juan le oyó decir: “Vengo pronto”. El Señor Jesús no ha venido todavía, pero vendrá. Él le dijo a Juan que viene y, recuerda, que los ángeles dijeron que Él vendrá otra vez a la tierra.

Lámina 5-8

Un día (nadie sabe cuándo) Él vendrá de repente del cielo. Vendrá en un abrir y cerrar de ojos. Su venida no será anunciada en los periódicos ni en la televi-sión. Pero cuando venga, todo el mundo lo sabrá. Aquellos que han puesto su confianza en Jesús para que les salve, serán arrebatados en el aire para encon-trarse con Él. Vivirán con Él para siempre. Todos aquellos que no quisieron confiar en el Señor tendrán mucho miedo y tratarán de esconderse. Pero, cada uno de ellos tendrá que encontrarse cara a cara con Él. Él será su juez y tendrá

que castigarlos para siempre. Entonces será muy tarde para confiar en Él como su Salvador.

Cuando el Señor Jesús habló de Su venida, Él dijo: “¡Estad preparados!” ¿Cómo puedes estar preparado? ¿Re-cuerdas lo que los seguidores del Señor Jesús dijeron a la gente? Ellos dijeron: “Arrepentíos de vuestros caminos malos y confiad en Jesucristo”. ¿Quieres dejar todo lo malo de tu vida? Ahora mismo puedes decirle al Señor Jesús que quite todo pecado de tu vida. Dios promete que tus pecados “serán borrados”. ¿Estarás listo cuando Él venga otra vez?

Juan anunciaba Su venida y dijo: “Ven, Señor Jesús”.

Después que Juan fue librado de su cautiverio, le permitieron regresar con sus amigos. Pero él nunca olvidó lo que oyó y lo que vio en la isla. Lo mejor de todo era que había visto a su Rey.