recuerdos - ramon cerda sanjuan

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Camilo, el protagonista de est

novela, es un anciano de 78 añoque nos relata desde la residencia

en que se encuentra, su

experiencias sexuales. Durante s

vida ha sabido disfrutar del sexo eodas sus facetas. Casado por tre

veces con mujeres muy distinta

entre sí.

En la residencia la vida no es fáci

pero encontrará un nuevo amor

Casilda, de 66 años, una mujedulce y educada. La novela finaliza

con un desenlace totalmente

nesperado que nos hará ver la

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cosas de otro modo.

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Título original: Recuerdos

Ramón Cerdá Sanjuán, 2010

Editor digital: jvdivxePub base r1.2

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Capítulo 1

Me llamo Camilo

Resulta curioso, cómo una personcomo yo, que nunca ha escrito más ddos líneas seguidas, haya iniciado est

relato, ahora, con setenta y ocho años después de haber rebasado con crecemi esperanza de vida. ¿Cuánto mápuedo vivir? Quién sabe, tampoc

mporta demasiado. He sentido umpulso, un ansia incontrolable po

escribir, y lo cierto es que no tengo nad

mejor que hacer en mi tiempo libre

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Recibo pocas visitas, y mis compañerode residencia dan escasa conversaciónLa mayoría de ellos están continuament

absortos, hipnotizados diría yo, con emaldito televisor. Todos se apelotonaen el comedor, la sala mixta d

esparcimiento la llaman aquí, mirando nada en concreto, unos con expresióausente, otros con cara de mer

aburrimiento, pero allí pasan las horasAlgunas de las mujeres hacen calcetmientras la mayoría de los hombreuegan al dominó. Personalmente detest

este juego, por lo que me cuesta haceamistades aquí dentro.

 No creo que nadie llegue nunca

eer estas páginas, seguramente acabará

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algún día en la chimenea de lresidencia para avivar el fuego envierno. Tampoco importa, el simpl

hecho de escribirlas me aporta paz y mreconcilia conmigo mismo, eso esuficiente compensación al esfuerzo qu

e exijo cada día a mi vista cansada.La residencia es pequeña, con sol

nueve habitaciones, seis de ellas co

res camas cada una y las otras con soldos. Bueno, lo cierto es que nunca antehe estado en ninguna otra, por lo quampoco puedo comparar demasiado

Hasta es posible que sea grande. Ahorsomos quince personas las que aquconvivimos, sin contar las cuatro de

servicio. De ese modo tenemos espaci

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suficiente, pero no sé qué ocurrircuando esto esté lleno, porque no parecsobrar tanto. Aquí todo son normas

ormas generales, normas para lavisitas, normas específicas para ecomedor…

He sido el último en ingresaraunque los supero a todos en edad, persi dejamos aparte mis problemas d

próstata que me obligan a meacontinuamente, y algún que otrdesajuste estomacal, estoy convencidde que estoy en mejores condiciones qu

os demás. Ya de joven el médico mdiagnosticó una úlcera, pero después dantos años, las molestias siguen siend

as mismas que al principio. La verdad

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dudo que se trate de una úlcera, mábien parece una gastritis que se calmcon dos pastillas de Almax en un par d

ocasiones o tres al día. Cuando fallecimi mujer, mis hijos decidieronternarme en esta residencia, desd

entonces parece que he envejecido dieaños, y la úlcera, o lo que demonios seaha empeorado bastante.

 No sé si habrá sido por ahorrarsalgún duro, pero me temo que estresidencia no es la más adecuadancluso he llegado a pensar que no est

egalizada por alguno de locomentarios que he podido escuchar. Ldueña es un auténtico ogro, gorda y co

pelos por todas partes, aunque no suel

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meterse demasiado con los residentesegún he podido comprobar. Si lconocierais, no os podríais creer qu

estos días he tenido fantasías sexualepensando en ella. Es increíble, nporque piense que no pueda tene

fantasías a mis años, al fin y al cabo eprácticamente lo único que puedo tenerLo realmente sorprendente es que hay

podido excitarme con esa foca. Hasta eposible que ella haya sido en parte lresponsable de que me haya decidido escribir. Es, posiblemente, lo que me h

hecho darme cuenta de lo cambiante quha sido mi vida sexual, creo que soy ucaso bastante extraño, aunque tampoc

podría asegurarlo, porque hay cosas qu

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no se cuentan, y uno nunca puede sabequé experiencias y sentimientocomparte con otras personas. Es algo as

como lo que me ocurrió el otro díaCuando estoy acostado y me da poirarme un pedo, me gusta levantar la

sábanas y olerlo. Es algo de lo qusiempre me he avergonzado, y nunca lhe confesado a nadie. Pensaba que sol

a mí podía pasarme una cosa así, hastque el otro día, pillé a Augusto haciendo mismo cuando nos acostamos. Éiene la cama justo a mi lado, a m

derecha, son unos camastros horriblecon patas metálicas, como de hospitapero algo más pequeñas, con ruedas

Pude verlo con claridad, además d

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escucharlo previamente, porque tiene lventana en el cabezal de su cama, había luna llena, por lo que se podía

distinguir algunos detalles a pesar dque la luz del cuarto ya estaba apagadaEn fin, aquí cada cual tiene sus manías

como en cualquier otra parte, peracentuadas por la edad avanzada dodos nosotros. Tengo la seguridad d

que más de la mitad tienen sufacultades mentales más que menguadas  esto en cualquier momento pued

parecer más un psiquiátrico que un

residencia de ancianos, estoy rodeadde gente con síntomas de Alzhéimer, ambién de esa otra enfermedad qu

hace que a uno se le muevan los brazo

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de forma exagerada y sea incapaz dmeter una llave en la mayor de lacerraduras, no recuerdo cómo demonio

se llama, pero les pasa a casi todos lode aquí. Y la mayoría han de soportafuertes tratamientos que los deja

prácticamente sedados, yo en cambiengo un pulso más que aceptable

Comparto habitación con Augusto, a

que ya he nombrado antes, y coPascual. Augusto era ferroviario y tienahora setenta años, Pascual dice que erfuncionario de aduanas, pero no acab

de creérmelo, no sé porqué. ¿He dichque me llamo Camilo? Mi vida ha sidsiempre muy completa, y nunca me h

faltado de nada hasta que con mi últim

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matrimonio dilapidé lo poco que mquedaba de la fortuna de mis abuelosTampoco importa demasiado, salvo po

el hecho de tener que malvivir en estresidencia. Sin duda, con mi anteriosituación, hubiera podido agenciarm

algo más digno, pero pienso que hvivido lo suficiente y bien, sin apenarabajar. Lo cierto es que si viviera m

médico, no se podría creer que con lque yo he abusado del alcohol y deabaco, pudiera estar tan fresco a lo

setenta y ocho. Y eso sin contar m

adicción al sexo y el hecho de qudurante algún tiempo estuve tomanddrogas. Todavía fumo, ¿y qué pasa? M

parece una tontería lo que dicen la

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cajetillas de tabaco, sí, eso de que fumaprovoca cáncer y chorradas por eestilo. De mucho más jóvenes que yo

no fumadores, han muerto de cáncermirad a mi médico, todavía no se habíubilado y ya lo han enterrado, ahor

debe de estar criando malvas. El que sha de morir, se muere de un modo u otro poco puede hacer uno por remediarlo

Además, si durante toda nuestra vida noesforzamos por hacer ejercicio, y noprivamos de los mejores placeres parvivir más, ¿de qué nos sirve? Es mejo

vivir bien cincuenta años, siprivaciones, que jodido durante ochentaMi madre, que en paz descanse, era d

as que decía que venimos al mundo

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sufrir. ¡Y un cuerno! Eso no son más questupideces.

Es curioso cómo puede llegar

cambiar una persona con el transcursdel tiempo. Posiblemente haya sidprecisamente eso lo que me ha llevado

escribir, además de mi fantasía con lfoca, mi propia fascinación en lransformación de mi personalidad

desde los catorce años, cuando tuve mprimera experiencia sexual, hasta lfecha, en la que ya solo pienso en esexo cuando hurgo en el pasado, y poc

más.Parkinson, ahora lo recuerdo, sí, es

es lo que tiene todo el mundo por aquí,

odos se les agitan los brazos. A

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algunos, hasta se les cae la sopa de lcuchara antes de que llegue a la bocaEsto de hacerse viejo es una mierda

odo son enfermedades y sensibleríaso que nunca he llorado, ahora tengo lágrima fácil. Debo de estar y

chocheando, y hasta creo que me hvuelto a enamorar. ¿Será posible? Nono es de la foca, eso fue algo merament

sexual, un impulso morboso. El amor edistinto, aunque muchas veces vayauntos amor y sexo, no tiene por qué se

así, y menos a mis años. Hace sei

meses tuve una erección estandacostado y me desperté sobresaltadocreía que estaba enfermo, pero me d

cuenta al despertarme de que lo habí

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soñado, allí no había ninguna erecciónni nada que se le pareciera. Sé que otroa mi edad todavía tienen una ciert

actividad sexual, pero no es mi casoHace ya ocho años que mi única zonerógena es el cerebro, y mis erecciones

usando el vocabulario de ahora, podrídecirse que no son más que virtualesTuve unas fiebres extrañas a los setent

que el médico no supo diagnosticaclaramente, y desde entonces ya no hvuelto a sentir nada en la entrepiernaDe hecho mi último matrimonio fu

contemplativo, realmente me convertí eun voyeur   de lo más retorcido, commás adelante contaré. Pues sí, creo qu

me he enamorado como un imbécil. Ell

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se llama Casilda, y tiene sesenta y seiaños, es viuda y no tiene hijos, o mábien debería decir que no tiene familia

nunca recibe visitas y se la ve muy solaEs guapa, o por lo menos lo fue doven. Sí, mi corazón se acelera cuand

está cerca, ella a veces me mirímidamente, juraría que le gusto. Tenga sensación de que algo nos une, e

como si la conociera de toda la vidaPuede que parezca ridículo enamorarsa estas alturas, hasta a mí me lo parecepero ¿acaso no tengo yo derecho

enamorarme? Ahora es cuando uhombre, supongo que también una mujernecesita más compañía, estar cerca d

gente con la que compartir sentimientos

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  creedme si os digo que la compañídel resto de los viejos de unresidencia, no es suficiente, por mucho

que sean. Una persona necesita otrcosa, y estar aquí encerrado rodeado dreliquias del siglo pasado no es lo má

reconfortante. Antes las cosas eran dotro modo. En una misma casa vivíacomo mínimo tres generaciones, y lo

hijos cuidaban de los padres hasta questos morían, luego sus hijos locuidarían a ellos en la misma casa, y lafamilias siempre permanecían unidas

Ahora parece una aberración compartiel hogar de ese modo, y a los viejos noraen a estos sitios. Son lugares mu

ristes, ¿sabéis? Es cierto que nos dan d

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comer, y podemos acostarnos cada dísin demasiadas preocupaciones, salvseguir vivos un día más, pero en e

fondo no somos más que objetos, comcajas de cartón viejo llenas dsentimientos y recuerdos que no sirve

para nada y que ocupan demasiadespacio. Nos cuidan porque somos sfuente de ingresos, pero nada más, e

como el alquiler que se les paga a loguardamuebles, esos enormes localedonde los trastos viejos y el mobiliarise llenan de polvo esperando a que e

propietario los vuelva a reclamar parutilizarlos en alguna otra casa. Pero aqua nadie nos reclamará nunca, ya n

servimos para amueblar otra vivienda

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por muy vieja que esta sea, somos comun coche viejo al que por muchas piezaque se le cambien, apenas si consigu

mantener el ralentí y que consumcombustible a cambio de nada porque yno lleva a su dueño de un lugar a otro

El otro día soñé en un mercadillosiempre me ha gustado ir a esos sitios comprar cualquier cacharro inútil po

cuatro duros, pero en mi sueño yo no iba comprar, tampoco vendía nada, en msueño yo era la mercancía, estaba tiradunto con un montón de libros viejos

ámparas rotas, discos rayados, videode dudoso origen, y hasta unas bateríade coche. La gente llegaba e ib

comprando cosas por muy poco dinero

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Yo me iba quedando cada vez más soloa habían vendido todos los libros y l

mayoría de los videos. También había

vendido un par de baterías. Cuandfinalizó la jornada solo quedaba yo, y edueño de aquello se fue y me dej

irado, solo, en lo que antes había sidun bullicioso mercadillo lleno de gente rastos viejos. Estaba solo, boca arriba

soportando un sol de justicia. A pesar dmi bajo precio ya nadie me considerabuna buena oportunidad. Ese día mevanté francamente mal, pero el sueñ

no reflejaba otra cosa más que la pura cruda realidad, de forma metafóricapero realidad al fin y al cabo. Si y

hubiera vivido otros tiempos, ahor

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quizás estaría con mis hijos y lecontaría historias a mis nietos, esta viejcaja de cartón serviría para algo, a

menos para entretener a las criaturas enseñarles algunas experiencias qupudieran servirles en el futuro. No ha

nada tan deprimente como sentirsnútil. Cuando uno puede hacer cosas

por el mero hecho de decidir n

hacerlas, se siente poderoso, en cambiocuando uno quiere hacer algo y npuede, entonces es horrible. Aquí hagente a la que tienen que acompañar a

baño cada vez que tienen que hacer sunecesidades. Al menos yo todavía mvalgo por mí mismo, y me conformo, n

me queda otro remedio. Pienso que serí

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mucho peor estar en la piel de otros. Sir más lejos, Justo, con setenta y poco

años, está solo en una habitación, y un

enfermera tiene que ir cada pocas horaa limpiarlo y levantarlo porque se ahogsi está muchas horas acostado. Es un

auténtica piltrafa humana, y por eso creque la eutanasia debería de estapermitida. He oído que ahora la había

egalizado en Holanda, o no sé en qupaís europeo, y que la gente se podrídesplazar allí para que se la aplicasenYo no me encuentro con ánimos par

suicidarme, pero estoy convencido dque más de uno de los de aquí dentrfirmaría gratamente lo que fuer

necesario para que les inyectaran alg

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que los dejara durmiendo y ya nuvieran de ese modo necesidad d

despertar. Tuve un hermano tres año

menor que yo, que murió hace ya ucuarto de siglo aproximadamente, y qupor cierto, no fumaba. Desde lo

diecisiete años estuvo inválido, en unsilla de ruedas, no era parapléjico, sinetrapléjico, por lo que las mano

apenas si podía usarlas, al principio aúhacía algunas cosas, podía comer siayuda de nadie, leía y veía la televisiónCon el tiempo, cada vez perdía má

facultades, hasta que ya ni se le entendíal hablar, ni podía comer, ni siquiereer. Sufrió lo indecible durante años,

manifestó sus deseos de morirse ciento

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de veces. ¿Acaso no podía decidir posí mismo? Pues parece que no, que nenemos derecho a morir, hasta qu

laman a nuestra puerta, y entoncedejamos de tener derecho a vivir parener que morirnos queramos o no. A lo

enfermos y a los viejos deberíadejarnos elegir y no complicarnos lvida, porque cuando uno ha hecho tod

o que debía hacer en este mundo y ya ne queda más que sufrir enfermedades esperar la muerte, debería tener locasión de poder elegir. Claro que un

puede suicidarse cuando quiera, pero nes lo mismo, a la gente le suele faltavalor para estas cosas, y en mucho

casos, como le ocurría a mi hermano

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ampoco pueden hacerlo sin ayuda. Unvez lo intentó. No sé cómo, fuacumulando pastillas de sus distinto

ratamientos, durante meses, quizáncluso años, y en un descuido de l

persona que lo estaba cuidando, se la

omó todas. Tuvieron que hacerle uavado de estómago. ¿Para qué?, m

pregunto. ¿Por qué nos empeñamo

antas veces en llevarles la contra a lodemás? Nos gusta decidir por nuestrcuenta, pero nos resulta difícil dejar quo hagan los otros, siempre hemos d

uzgar y rectificar la conducta ajenaCuando uno comparte la vida con lpersona amada, es distinto, o supong

que debe de ser distinto. No pued

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asegurarlo porque en mi caso estoy solorodeado de viejos a los que no conocíde nada hasta hace pocos días. Cada fi

de jornada me acuesto pensando en qual día siguiente alguno de nosotros no sevantará. Por la edad que tengo, podrí

ser yo mismo el primero, aunque tengque admitir que creo que caerán algunoantes que yo.

Solo conservo dos bienes de valormi Rolex de acero y oro, y mi plumMontblanc, una de esas grandes, negrauna Meisterstuck n.º 149, según cre

recordar. Sé que está grabado el nombren la pluma, pero soy incapaz de leerloni siquiera con las gafas. Es con es

pluma con la que estoy escribiendo esto

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mi letra es bastante mala, a pesar de quescribo despacio porque me canso cofacilidad. Ya he dicho que nunca h

enido demasiada costumbre de escribir  además, mis condiciones físicas n

son las idóneas, pero me siento bien

unca pensé que esto de la literatura lpermitiera a uno hablar consigo mismoLos recuerdos van surgiendo poco

poco, o a trompicones, y yo voplasmándolos en el papel. Es como salguien me dictara lo que debo escribir.

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Capítulo 2

El armario

Yo estaba como cada noche en earmario de mi enorme habitación dmatrimonio. Tenía un gran espejo

desde su interior se podía veperfectamente toda la habitación. Uncama grande, en consonancia con eamaño de la alcoba. En la cabecer

había un Picasso de la época cubistaDebo decir que era una copia, eoriginal estaba dentro del armario

colgado justo detrás de donde yo m

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bien iluminada. Unas estanteríarecubrían las paredes y allí conservabalgunos de mis libros preferidos, entr

ellos toda la colección de novelaeróticas a las que tanta afición hdispensado siempre. En el suelo habí

una cómoda y suave moqueta gris, unto con el Picasso que antes h

mencionado, tenía dos pequeñas pintura

de Dalí, también auténticas, cuyacopias estaban colgadas de las parededel comedor. Al armario —seguirlamándolo así, a pesar de todo—, s

podía acceder por una puerta falsa de lbiblioteca contigua, o por el propiespejo si se activaba un pequeñ

mecanismo oculto. Normalmente solí

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puerta-espejo y delataba mi presenciaEra una lástima y tenía pensadsolventar el inconveniente algún día

Lamentablemente dejé de utilizarlo antede tener solucionado el problema. Parsuplir la falta del tabaco, instalé u

pequeño mueble bar en el interior qume permitía servirme las copas combinados que me apetecían. Ya h

dicho también que una de mis aficioneera la bebida. No solía emborracharmepero sí que me entonaba con frecuenci sin cargos de conciencia.

Tenía también una pequeñcolección de objetos sexuales, algunode ellos de gran valor, concretamente u

par de estatuillas de América latina

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ambas representaban una figura humancon un enorme falo en erección. Alldentro tenía lo que en sí mismo ya s

podía considerar una colección. Eraconsoladores de todo tipo, unovibradores y otros no, algunos de ello

de cierta antigüedad. El objeto mácurioso era una cadena que decían quhabía servido a no sé qué santo de l

edad media para disciplinarse mientraoraba. Dudo de su origen, pero parecantigua de verdad. También tenía uátigo y una correa de las que se usa

para atar a los perros, y más de cievideos con todo tipo de pornografía. Lapelículas podían verse allí mism

porque disponía de un aparat

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reproductor, que no solía utilizar.Activando un pequeño interruptor

podía escucharse todo lo que ocurría e

a habitación, gracias a un sofisticadsistema electrónico. Como puedsuponerse, el hecho de que sig

lamándolo armario, poco tiene que vecon la realidad, salvo la apariencia quiene viéndolo desde el exterior. Lo

espejos cubren toda una pared, la mitade la cual corresponde a lo que es lestancia descrita, y la otra mitad es uarmario verdadero, tan grande com

este, pero con acceso normal, sin ningúipo de mecanismo secreto. En el otr

armario existía una distribución d

estanterías y cajones que permitían tene

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odo nuestro vestuario, el de mi mujer el mío, así como todos los zapatos della, los cuales superaban el medi

centenar. En cambio yo, solo disponíhabitualmente de tres pares de zapatosSiempre me ha gustado el buen calzado

pero no le he visto nunca la utilidad ener demasiados. De hecho, los tre

pares eran prácticamente iguales. M

mujer en cambio era una viciosa destos complementos y tenía de todos locolores y formas.

Recuerdo que estaba leyendo una d

mis novelas eróticas preferidas, su títulera algo así como  Elogio a l

madrastra, de Mario Vargas Llosa

cuando se encendió la luz del cuarto,

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a amplia estancia quedó totalmentvisible desde mi ubicación. Entró mmujer. No sé si lo he dicho, pero m

mujer, mi última mujer, tenía cuarenta cinco años menos que yo, era unovencita a mi lado, porque rondaba lo

reinta, y yo ya había vivido lo míoSiempre me he preguntado qué fue lque me llevó a tomar tal decisión

casarme de nuevo ya con tantos años, sin posibilidad de mantener unarelaciones sexuales decentes. Ya dijque a causa de las malditas fiebre

quedé con aquello colgando siremedio, yo que siempre había sido taactivo sexualmente. Era una paradoja

pero esa mujer, casi una niña para mí

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podía ser mi nieta, me embrujó, sus ojode fuego parecieron sorber mi cerebroasí fue, quedé hechizado y nos casamo

apenas veinte días después dconocernos. Claro que yo le dije que npodía pensar en mantener relacione

sexuales conmigo, lo cual no parecimportarle, pero me preguntó por quba a casarme con ella entonces, si n

quería beneficiármela. —Lo que yo siento por ti es amor, uprofundo amor, y me gustas más quninguna de las mujeres que he conocid

en mi vida. Quiero tenerte conmigo, eses todo.

 —¿Entonces me quieres de verdad?

 —Pues claro que te quiero. Además

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uviera otras relaciones. Se lo di todhecho, no necesitaría engañarme parenerme contento.

Solo le exigí una condición, y erque cualquier relación que tuvieradebería de mantenerla en nuestr

habitación, y nunca debía apagar la luzYo la estaría mirando desde el interiodel armario. Al principio se sorprendi

un poco, se quedó algo cortadaconfundida, hasta avergonzada diría yopero fue un instante, era una viciosa, ya lo sabía, era puro sexo y vicio

aquello la excitó sobremanera. No pusreparos y me dijo que haría todo lposible para que yo me divirtiera. Y

vaya si lo hizo. Durante los casi cuatr

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años que estuvimos casados, pasaropor aquella alcoba más de cien hombres  con casi todos repetía. Sus amores l

duraban entre una semana y un mes. Soluno, creo recordar que duró algo másCristina siempre fue muy ardiente,

raía a sus amantes casi cada día a casa.Ella acababa de entrar a l

habitación como había dicho,

enchufado la luz, la cual permaneceríencendida mientras se lo hacía con samante de turno, de eso estaba segurporque siempre había cumplido. Inclus

en ocasiones en las que alguna de suparejas insistía en apagarla, ella snegaba rotundamente.

Entró descalza y únicamente llevab

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ropa interior, unas braguitas de encajminúsculas, de color negro, y usujetador a juego, también minúsculo e

contraste con sus grandes tetas quparecían querer abandonar aquelloescasos trozos de tela. La acompañaba

dos jóvenes algo mayores que ella. Esresultó ser mi segunda sorpresa. Lprimera fue que entrara ya medi

desnuda a la habitación, la otra, comdigo, que fueran dos sus acompañantesunca me había comentado que tuvier

alguna fantasía sexual de ese tipo. Si

duda intentó sorprenderme a propósito  vaya que lo consiguió. Los do

hombres eran delgados aunque bie

formados y musculosos, y uno de ellos

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según pude comprobar poco despuésba muy bien equipado, ya lo creo, alg

verdaderamente envidiable. El otro er

más poca cosa, o más normal debierdecir. Cuando entraron, todavía llevabaoda su ropa, y ella los estaba besando

ambos. Les dijo algo al oído, algo quno pude escuchar, aunque por lo que ves debió decir que se desnudaran, per

el uno al otro. Ella siguió besándolos ambos, mientras se notaba la excitacióde ellos cada vez mayor. Les acarició epecho a los dos, e introdujo sus mano

debajo de los slips, una debajo de caduno. No sé si se lo dijo ella o fue poniciativa propia, pero el hecho es qu

os dos chicos empezaron a besarse. A

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principio me repugnó un poco la escenamás que nada por lo inesperada, porqucosas mucho más fuertes habí

presenciado, y en algunas inclusparticipado. Fue Cristina la que lequitó los  slips  y quedaron con lo

respectivos miembros al descubiertoMientras ellos seguían besándose acariciándose, ella se agachó a la altur

de sus cinturas y empezó a chupaaquellas dos pollas. Primero una y luegotra, sin dejar de masajearlas con sudelicadas manos de largas uñas pintada

de rojo sangre.Subieron a la cama los tres, a

principio ella quedó en medio de lo

dos chicos, cada uno de los cuales

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acariciaba y chupaba con deleite lmitad del cuerpo de ella que le habíocado en suerte, y compartían los beso

de sus labios carnosos, sensuales, llenode vida y deseo. Las manos de ambos sencontraron finalmente en el sexo d

ella, y los dos la penetraron al unísonocomo si estuvieran siguiendo el guión duna película pornográfica, con su

dedos. Ella gemía y se retorcía, lleganda tener cuatro y hasta cinco dedoacariciando su vulva e introduciéndose a vez en su vagina. Sus gemidos s

convirtieron en gritos de placer cuandellos, sin dejar de penetrarla de aquemodo, mordisquearon sus tetas. Cad

cual se hizo cargo de una de ellas,

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a volvía loca. Cuando su respiración shizo algo más relajada, empezó dnuevo a chupar las dos pollas, esta ve

de forma más salvaje, como si se laquisiera comer. Ahora eran ellos los qugemían. Se bajó de la cama y lo

hombres se pusieron en posiciónvertida, en un sesenta y nueve. Nunc

había visto uno así. En mis película

porno había podido contemplar variaveces esa postura, pero siempre entrparejas heterosexuales, o de dohembras. Aquello era nuevo para m

debía admitirlo, pero me gusto. Ya lcreo, me estaba convirtiendo en eperfecto voyeur , el que siente un enorm

placer sexual al contemplar a los demá

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en actos impuros, y disfrutaba dverdad, a pesar de mi total y declaradmpotencia. Era otra forma de placer

pero igualmente sexual, igualmentplacentero, y debo decir que menoagotador, uno no jadeaba, no sudaba, e

definitiva, uno no se tiene que esforzaen absoluto, ni en buscar su propiplacer, ni en complacer a su pareja. S

es un simple espectador y los demás soos que trabajan y se han de emplear fondo por satisfacer al otro.

Cristina pronto volvió a la cama,

levaba en la mano un bote dubricante. Se puso una buena cantida

del líquido en una de sus manos, entr

os dedos, y los introdujo en el culo d

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uno de ellos, el de la polla grande, parentendernos, que es el que estaba encimdel otro. Por un momento, este dejó d

chuparle el miembro a su pareja, y jadesonoramente. En ese instante el otrseguía chupándole el pene mientra

Cristina tenía dos de sus dedontroducidos en el culo, casi hasta e

fondo, ayudados sin duda por el pode

ubricante del líquido maravillosoCuando ya pareció acostumbrarse ener los dedos de Cristina en snterior, siguió chupando la polla de s

compañero de cama. Cristina miró hacidonde yo estaba. Por un momento creíque podía verme, estaba sonriente

mientras acariciaba con una mano l

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espalda del hombre y con la otra metía sacaba sus dedos con ahínco. Se notabque estaba disfrutando lo indecible,

pesar de que ya se había corrido. Lengua parecía no caberle en la boca

un hilillo de saliva le chorreaba por un

de las comisuras de sus enormes labiosgoteando en la espalda de aquel tipo.

 No sé el tiempo que pasó, pero ell

seguía mirándome, o mejor dichomirando el espejo, porquevidentemente no podía verme, aunquuviera la certeza de que yo sí que l

estaba contemplando.Sacó los dedos del culo y se acost

en la enorme cama. Ellos dejaron d

chuparse mutuamente.

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Cristina estaba con las piernaotalmente abiertas. Desde mi posició

privilegiada podía verle claramente l

vulva, todavía mojada por sus líquidoorgásmicos. El hombre al que habíestado enculando la mont

violentamente, metiéndole su enormrabo hasta el fondo de la vagina, ella sestremeció y lanzó un único, per

enorme gemido. Luego empezó sacudirse encima de ella, ahora podíver su culo brillante a causa del líquidutilizado. Ella empezó a gemir de nuevo

más pausadamente, de forma cada vemás rítmica, pero más intensa. Fuentonces, antes de que ella se corrier

de nuevo, cuando el otro hombre s

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acercó a la pareja y cogió al primerpor la cintura. Este dejó de agitarse pounos instantes, mientras el otro l

penetraba con una facilidad pasmosasin duda gracias a la buena lubricacióprevia. Volvió a moverse, en realida

era el único de los tres que lo hacíaCristina permanecía totalmente quietmientras la montaban, y el otro estab

quieto con las piernas abiertas y suúnicos movimientos eran los quocasionaba su compañero al penetrauna y otra vez a mi esposa.

Mi mujer gritó de nuevo y empezó convulsionarse, aunque con el peso dos dos encima de ella su cuerpo apena

se movió. Se corrió con unos grito

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enormes mientras arañaba con suafiladas uñas a sus compañeros dcama, después fue el de la polla grand

el que se corrió, también con fuertegritos y quedó cuasi inmóvil encima dCristina que relajó sus piernas. El otro

al ver que ya nadie se movía, empezó agitarse mientras con sus manoacariciaba al mismo tiempo a Cristina

al otro hombre. Sus sacudidas eran cadvez más fuertes, hasta que acablegando al orgasmo también, apenas u

minuto después prácticamente e

silencio. Yo seguí leyendo a VargaLlosa.

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Capítulo 3

La Albufera

 —¿Qué estas haciendo? —era la voronca de la foca peluda la que se dirigía mí.

Yo estaba en ese momento en eporche de la residencia, lo cierto es quhacía bastante fresco, pero tenínecesidad de escribir y era el sitio má

ranquilo, aunque sabía que no podíestar allí, fuera de las horareglamentarias. Aquellas malditas regla

de presidiario me tenían frito.

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 —Nada —apenas pude ocultar mnerviosismo mientras guardaba en lograndes bolsillos de mi albornoz azu

con cuadros escoceses mi Meisterstuc las hojas garrapateadas de mi diario.

 —Deberías estar en la sala d

esparcimiento —otra vez aquel estúpidnombre para el cuarto de mierda de lele.

 —Ahora mismo, es que tenía calor—aquella gorda y enorme mujer mmiraba con ojos desafiantes, y volví sentir esa rara excitación que m

urbaba. No me lo podía creer. La tía e

horrible, lo juro, pero me la imaginé

cuatro patas, allí mismo en el suelo, co

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a falda levantada y su enorme culoambién peludo —según yo suponía qu

debía tenerlo—, al descubierto, si

bragas. Me vi a mí mismo alargando lamanos y acariciando el inmenso traserdel tamaño de un seiscientos, mientra

sus enormes capas de celulitiemblaban como la gelatina de fresa qu

nos sacaban los miércoles de postre

Esa gelatina atractiva y agradable a lvista pero que solo sirve para jugueteacon ella con la cuchara, porque al finaresulta incomestible como el plástico

Le acercas un dedo y cuando la tocas sagita, tiembla como temiendo que vas comértela. En realidad no debería d

ener ningún miedo, porque como digo

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no hay quien se atreva a comérsela, nsé por qué se empeñan en sacarla una otra vez. Hay veces en las que esto

seguro de que incluso es la misma, unsemana tras otra.

Ella me mira obscenamente y m

saca la lengua mientras babea en esuelo de gres de tercera, penosamentcolocado, lleno de irregularidades

defectos de todo tipo. Yo me bajo lopantalones y la penetro mientras sigcogiéndole el culo y la cabalgo, lcabalgo…

 —¡Camilo! ¿Se puede saber qucoño estás pensando? Deja ya de poneesa cara de imbécil.

Me he vuelto a ver sorprendido, n

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consigo evitar estos pensamientos, estochocheando y no puedo dejar de pensaen el sexo, lo mío debe de ser y

obsesivo. De pronto me reí, estabpensando en lo que dijo ayer Augusto, ede los pedos.

 —¿Sabéis que la vida del hombre eotalmente cíclica?

 —¿A qué te refieres? —l

preguntamos al unísono Pascual y yo. —A los cuatro años, tener éxito eno hacerte pipí en los pantalones¿verdad?

 —Supongo que puede verse así —lrespondí yo.

 —A los doce años, tener éxito e

ener amigos, a los veinte años, tene

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éxito es tener relaciones sexuales, a loreinta y cinco años, tener éxito es tene

dinero. Y luego, se invierte el ciclo,

os sesenta y cinco años, tener éxito eener relaciones sexuales, a los setenta

cinco años, tener éxito es tener amigo

—vivos—, y a los ochenta y cinco añosener éxito es no hacerte pipí encima.

Sí, supongo que Augusto tenía razón

 yo ya me debería de sentir afortunadsi no me meaba en los pantalones, y pesar de eso seguía ofuscado coaquellas malditas fantasías.

 —Este tío es imbécil —oí murmuraa la foca.

 —Ya voy, ya voy —le coment

mientras me dirigía a la zona d

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esparcimiento, a ver qué coño estabaechando en la tele.

Allí estaban todos, menos Justo qu

estaría acostado adormecido por eratamiento. Augusto me miró mientra

reía entre dientes, sin duda se imaginab

a bronca que me había echado aquellmole de grasa andante que me seguíunos pasos por detrás de mí, como u

enorme guardaespaldas. Pepe, Felipe Carlos, los que compartían la habitaciócontigua a la nuestra, estaban jugando adominó, otra vez aquel maldito juego,

as mujeres estaban todas viendo la telemenos Casilda que seguía con scalceta. Levantó la mirada, sus dulce

ojos estaban brillantes. Por un moment

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hasta pensé que ella también me queríaque me amaba como yo sentía que lamaba. Con ella imaginaba escenas d

un amor romántico, de película eblanco y negro y cándidos besocensurados, y con la gorda imaginad

as más escabrosas escenas de películporno a todo color y con situaciones do más explícitas. Mi cabeza parecí

desordenada y poco amueblada, pero afin y al cabo era mi cabeza y debíconvivir con mis pensamientos y mimanías. Si podía desear a algo ta

ndeseable como la maldita regenta de lresidencia, ¿por qué no iba enamorarme de una mujer dulce, aunqu

vieja? Yo era mucho más viejo todavía

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Para mujer joven ya tuve a Cristina, después de todo, mi relación sexual coella nunca fue física. Más motivos a m

favor para sentirme capacitado parmantener una relación de amor sin sexcon Casilda. Además, seguro que n

enía las necesidades lúbricas dCristina.

Me sentí lanzado a hablar co

Casilda, a decirle que la amaba, allídelante de aquellos viejos, en la «salde esparcimiento», en voz alta, para quodos supieran lo que yo sentía, para qu

odos dejaran de ver la tele y de jugar adominó aunque fuera por una vez, perCasilda bajó la vista y siguió haciend

punto, por lo que mi impulso se detuvo

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decidí dejarlo para otro día, parcuando estuviera más inspirado, cuanda viera a solas en alguno de lo

pasillos. La invitaría a fumar. Sabía qufumaba a escondidas a pesar de questaba prohibido. Todo estab

prohibido, y como mis hijos no veníanunca a verme, no podía agenciarmabaco. Le pediría un cigarrillo

Pascual, él sí que tenía.Aquel rostro dulce, me recordó poun momento a uno de mis primeroamores, con su mirada huidiza, tímida

Me pareció ver aquella cara de niñaPor mucho que me esforcé no pudrecordar su nombre. ¿Cómo podía n

recordar el nombre de la joven qu

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resultó ser una de mis primeraexperiencias sexuales? La memoriuega muy malas pasadas. Cuand

deambulo por la residencia me vienen a cabeza las cosas más disparesncluso de mi infancia. Cosas que creí

olvidadas desde hacía años, apareceahora de repente, de forma claraRecuerdo a mi madre preparándome u

poco de pan con aceite para lmerienda, después de haber ayudado mi padre en la pesca. Otras veces mretuerzo los sesos intentando recorda

algo que he hecho el día anterior y nhay forma de hacerlo. Y otras vecesrecuerdo cosas antiguas, y en cambio n

puedo traer a mi memoria alguno

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detalles que no debiera haber olvidadoLa mente es un misterio.

Era muy niña, recuerdo su car

perfectamente. Yo tendría por aqueentonces aproximadamente unoveintidós o quizás veintitrés años

Dios! ¡Ella no tendría ni doce años¿Cómo no iba a tener cara de niñaPodía verla perfectamente en mi mente

Aún no me explico cómo pude ser tadepravado. Juro que no la violé, de esestoy seguro, pero yo tendría que habesido más responsable y no debí d

aprovecharme de aquella niña, aunquengo mis dudas sobre si fui yo quien s

aprovechó de ella, o ella de mí. Tem

que con el tiempo transcurrido, uno

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cincuenta y seis años, haya olvidadalgún detalle escabroso. Dicen que lmente tiende a olvidar las cosas mala

que uno vive. A veces hasta he pensadque yo mismo la obligué, y es que ynada está seguro en mi cabeza.

Yo tenía familia en la Albufera dValencia, recuerdo haber ido con mpadre a visitar a uno de mis tíos y

pasar con él un día de pesca. Él noenseñaba las artes para capturaanguilas con las que luego hacer ufabuloso all i pebre. Recuerdo el olor

cieno como si lo estuviera percibiendahora mismo. Aquel olor me molestabmucho entonces, aunque lo recuerdo co

cariño. Era una sensación que todo l

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mpregnaba, hasta las personas que allvivían. Cuando no se limpiaban lsuficientemente a conciencia la

anguilas, dejaban un regusto en epaladar, que también recordaba laciénagas donde se criaban los bicho

escurridizos.Mi tío preparaba uno de los mejore

all i pebre de toda la Albufera, y teng

que admitir que sus anguilas nuncenían gusto a cieno. Eran las quimpiaba mi padre, e incluso yo mismoas que con nuestra inexperiencia e

ales lides, dejaban ese rastro asquerosque todavía noto en el paladar cuandpienso en ello.

Fue allí donde conocí a la chica

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niña debería decir. Su carita sonrosadadulce, de muñeca de porcelana, con supequeños pero ya incipientes pechos

ambién sonrosados como pude apreciapoco después. Quedé absorto con sbelleza infantil, aunque también oliese

ciénaga. Ella bajó inmediatamente smirada tímida que por un momento scruzó con la mía. Era evidente que yo l

gustaba, o al menos eso es lo que en modavía poca experiencia con el sexcontrario, me pareció adivinar. Toddesapareció a nuestro alrededor po

unos momentos, las anguilas, loaparejos de pesca, mi padre, mi tíoSolo existíamos ella y yo rodeados d

un cielo azul cegador, como el de u

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cuadro de Sorolla.Creo que fue esa misma tarde, o ta

vez al día siguiente, no recuerdo mu

bien, cuando me dijo que la acompañara la Dehesa. Ella no era mi prima, no ssi lo he dicho. La conocí en casa de m

ío, pero no nos unía ningún parentescoEra huérfana de padre, y a veceayudaba a mi tío en las labores d

remendar las redes y los aparejos dpesca, a cambio de un poco de comidaEra muy pobre; también lo era mi tíoaunque él tenía más posibilidades d

ganarse modestamente la vida.La vida allí era distinta a la ciudad

muy diferente. Todo era apacible

ranquilo, excepto quizás algún día d

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fiesta, o el día de los sorteos de loredolins, donde se sorteaban ladistintas zonas de pesca para todo u

año. Mi tío me contó que en una ocasióe correspondió el primer puesto en e

sorteo y que pudo elegir la mejor zon

de la Albufera para pescar: la sequiotaEse año fue muy bueno, y gracias a esoaunque no salió de pobre, sí que pud

cubrir unas deudas que tenía, y costearsalgunos buenos aparejos de pesca paros años siguientes, que no serían ta

buenos. No ganó más dinero porque par

explotar esa zona del lago, se necesitabuna inversión importante, y él no tenícapital. Tuvo que recurrir a préstamo

de usureros de Valencia que acabaro

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con la mayor parte de su beneficio. Lcierto es que le pasó aquello poorgullo, por no pedirle dinero a m

padre que sé que se lo hubiera prestadsin mayor problema, pero mi tío era musuyo, y no quería depender de nadie qu

uego le pudiera echar algo en cara.Ella se llamaba Manuela, ahora l

acabo de recordar, y como digo, me dij

que la acompañara aquella tarde a lDehesa, para lo cual cogimos una de lados barcas de mi tío, la más vieja, lque utilizaba antes de lo de la sequiota

Luego compró otra mejor, de segundmano, a una señora que había quedadviuda unos años atrás. La humedad y la

fiebres acabaron con su marid

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prematuramente.A mí no se me daba muy bien eso d

erchar , y es que las barcas de l

Albufera no tienen remos, sino un largpalo que se hunde en el agua hasta tocael fondo y con el que se empuja para qu

a barquichuela avance. Más qucomplicado, lo que resulta es agotadorLa posición del barquero recuerda a l

de los gondoleros de Venecia. Pocierto, yo estuve en Venecia hace ymuchos años con mi primera mujer. Slamaba Marta, era muy guapa y d

familia rica; fue un maldito matrimonide conveniencia de los que arreglan lopadres. Ahora eso ya no es habitual

pero por aquel entonces todavía solí

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hacerse en ciertas esferas.Me salieron llagas, yo tenía mano

pequeñas y suaves de niño rico qu

nunca antes hizo nada en su vida, y erayecto hasta la Dehesa fue lo má

agotador que había hecho hasta aque

momento. Recuerdo que la pequeñManuela iba sentada en uno de loaterales de la barca, no sé si era el d

babor o el de estribor, nunca los hdistinguido. Tampoco sé si unembarcación tan pequeña tiene babor estribor, ni si la popa va delante

detrás, pero no importa, el caso es quba sentada en la parte delantera derech  yo podía verla desde mi posición d

perchar. Vestía una falda larga casi hast

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os pies, falda que en algún tiempo pudser blanca, pero que ya había tomado eono indefinido de la Albufera. Llevab

una especie de paquete tapado en unpequeña manta a su lado, el cual no mquiso decir qué contenía. Mi curiosida

ampoco era excesiva y no insistSupuse que sería la merienda.

Antes de llegar a la Dehesa, n

recuerdo lo que tardamos, pero mpareció una eternidad, ella se levantdescuidadamente la falda y yo pudentrever hasta la altura de los muslos

os tenía carnosos y generosos e imaginque terminaban en unas enormes nalgas

o sé cuanto vi y cuanto imaginé, per

o cierto es que mi excitación resultab

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evidente. Con aquellas grandes faldauno nunca sabía a ciencia cierta lo qupodía encontrar debajo. Ahora la

vestimentas son de otro modo y lamozas lucen sus cuerpos de forma máevidente, con faldas cortas o pantalone

ajustados, aunque las más jóvenes ya sestán descuidando, y la moda actuaparece que se dirige hacia prenda

amplias que esconden la belleza de lfigura femenina. Notaba que los caloreme subían hasta la raíz del pelo, entre mesfuerzo con la percha y mis malo

pensamientos. Estaba sudando, y mnotaba palpitaciones en la entrepiernaRecuerdo que para mis adentros pensab

una y otra vez que no era más que un

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niña, y que no debía de pensar en ellcomo hacía con las chicas de mi edadJuro que me sentía como un depravado

aunque no podía dejar de mirar a travédel hueco de su falda e imaginar el finade aquellos maravillosos y tierno

muslos.Por fin llegamos a nuestro destino,

ella bajó rápidamente de la embarcació

cogiendo el misterioso paquete mientrame sonreía ampliamente, sus grandedientes desiguales y ligeramentamarillentos, unidos a una mirad

misteriosa, completaron mi excitaciónYa no sabía qué me dolía más, si lamanos por culpa del viaje o mi henchid

polla a causa de esa bendita, o quizá

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maldita imaginación mía. Tuve quseguirla a grandes zancadas, lmuchacha corría y reía, mientras s

dirigía a una cercana arboleda. Loodavía abundantes pájaros que po

aquel entonces había en la zona volaba

asustados ante la visita inesperada. —Ven aquí —me dijo ella mientra

se dejaba caer en el suelo jadeante

sudorosa por el esfuerzo.Me acerqué, su corazón latídesbocadamente, supuse que por lcarrera desde la barca, pero pronto m

di cuenta de que su alborozo teníambién una gran parte de contenid

sexual.

Sus dientes maravillosos seguían a

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descubierto, y con su amplia sonrisa y ebrillo de sus ojos me dijo que la besarao eso fue lo que yo quise entender

Recuerdo que miré a mi alrededornervioso, imaginaba que toda lAlbufera nos estaba mirando y que m

apalearían en el momento en que osarocar aquellas delicadas carnes,

simplemente rozar sus sabrosos

húmedos labios.Pronto me vi encima de ellabesándola ardientemente, nuestraenguas jugueteaban entre sí. Abrí lo

ojos por un momento y vi que ella mestaba mirando, lo cual todavía mexcitó más.

Mi mano derecha se dirigi

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emblorosa por la excitación hacia unde sus muslos, y siguió subiendo covoluntad propia mientras yo continuab

besándola. Pronto alcancé sus nalgas, no pude evitar una enorme sorpresa adarme cuenta de que no llevaba ningú

ipo de prenda interior. Nunca supe sfue algo premeditado, o que las chicade la Albufera tenían por costumbre n

levar bragas de ningún tipo. Nuncdespués tuve relaciones con ninguna otrchica ni mujer de la zona, y nunca matreví a preguntarle a Manuela e

verdadero motivo de tal carencia en evestuario. Mi mano investigaba a ciegaspero mi mente podía ver cada detalle d

odo lo que palpaba con fruición

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Ciertamente las piernas terminaban eun culo grande y suave como yo habímaginado en la barca.

Ella apartó mi cara de la suya, cosuavidad, su mirada había cambiado poa cada vez mayor excitación, ahora er

profunda, no parecía la cría que yo sabíque era. Sin dejar de mirarme, y sidecirme una sola palabra, se apartó alg

de mí. Yo estaba de rodillas sobre lierra húmeda. El día anterior habílovido y toda la Dehesa olía a hierba

con el aroma característico del camp

cuando llueve. El olor del ambiente sentremezclaba con el de Manuela, qume recordaba al de la ciénaga, aunqu

resultaba agradable en su cuerpo joven

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erso. Permanecía acostada, boca arriba sin dejar de mirarme con esa profund

mirada que he descrito, se subió lo

amplios pliegues de la falda hasta lcintura, quedando por primera vez antmi vista sus muslos perfectament

orneados y su entrepierna, sin apenavello, sonrosada y mojada por lexcitación. Abrió más sus muslos ant

mí, y sin dejar de mirarme introdujo upar de dedos de su mano izquierda en lvagina, mientras que con su manderecha se acariciaba el clítoris. Por s

habilidad, cualquiera diría que habíhecho aquello miles de veces. Un hilillde saliva apenas perceptible comenzó

salirle por la comisura de sus labios. S

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mirada parecía cada vez más extraviadaYa no parecía mirarme fijamente, sinque era como si lo hiciese a través mío

su mirada seguía la dirección de mi carpero noté que había dejado de verme. Sestómago empezó a convulsionarse, y s

culo se levantaba del suelo y volvía bajar una y otra vez, hasta que empezó gemir, primero suavemente, terminand

en un salvaje y más profundo gemido. Scuerpo se relajó, y su mirada recobró eenfoque inicial. Noté que volvía verme. Con su mano derecha se limpi

a saliva que había corrido por smejilla. Yo había quedado enormementsorprendido por la actuación de aquell

niña, pero mi excitación no habí

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bajado, sino todo lo contrario, notabque mi polla quería salir de su encierr quería viajar hasta el interior de aque

cuerpo sudoroso que se me entregaba taespontáneamente. Me quité la camisa comencé a desabrocharme el pantalón

pero Manuela me dijo que me detuvieraque todavía era pronto para eso. Ante masombro, cada vez mayor, alargó s

mano hasta donde se encontraba lo quluso de mí, había identificado como lmerienda. Quitó la pequeña manta qucubría lo que resultó ser una especie d

aula. En su interior había una enormanguila. Nunca había visto una damaño siquiera similar. Era larguísima

  su diámetro, estoy seguro que no er

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nferior a los cinco centímetros. Estabmuerta, pero debió estar viva hastpocas horas antes, su carne era todaví

otalmente tersa y en modo alguno habíempezado a descomponerse, a pesar dque ese tipo de animales tienen una gra

facilidad para alcanzar los primerosíntomas de putrefacción.

 —¿De dónde has sacado eso?

 —La he robado —me dijo cosonrisa y voz de niña. —¿Robado? —Sí, la guardaban para la fiesta

Aquí tenemos la costumbre de que quiepesca la anguila mayor, debe dguardarla para regalarla en el sorteo.

 —¿Y cuándo es ese sorteo?

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 —El mes que viene. —¿Y cómo va a aguantar eso si

pudrirse todo un mes?

Su sonrisa se convirtió en carcajada —No seas tonto, la guardan viva, l

que ocurre es que al sacarla del vivero

no la he podido mantener con vidaademás, no conviene que pueda moverspara lo que hemos de hacer con ella.

 —¿Nos la vamos a comer entonces—Yo seguía obsesionado con la idea da merienda, aún no me explico porqué.

 —Anda, dámela, no seas tonto.

Yo mismo la saqué de la extrañaula oxidada y se la di. Se me resbal

en un par de ocasiones, su tacto er

suave y muy resbaladizo. No er

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repugnante por sí mismo, pero la vistde la enorme serpiente, porque máparecía una serpiente que una anguila

añadía algo extraño al tacto. No pudevitar un cierto asco, aunque intenté quno se me notara. Se la entregué

Manuela que estaba acostada allí mismdonde minutos antes se había corrido dforma tan inesperada ante mí, sus muslo

seguían abiertos y tanto su pubis comos labios de su vagina, permanecíaodavía ante mi vista, y mi excitación s

resistía a bajar, a pesar del tacto de

asqueroso animal.Ella la cogió hábilmente con sus do

manos.

 —Bésame.

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Yo me agaché para poder hacerlomis manos, todavía mojadas por econtacto con la anguila comenzaron

ocarle sus pequeños pechos por encimdel vestido que aún llevaba puesto.

En esos momentos no pude verlo

pero mientras la besaba, comenzó ntroducir en su vagina el enorm

animal. Pronto la oí gemir una vez más

su beso se volvió torpe, entrecortado.Dejé de besarla y pude ver cómoayudada por sus dos manos, introducía sacaba la parte delantera de la anguila

Ahora tenía los ojos cerrados, y nparecía en modo alguno tener en cuentmi presencia. Por un momento no sup

qué hacer, hasta que me decidí

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desabrocharle los botones de la partsuperior del vestido para dejar a la vistsus pequeños y blancos pechos. Lo

besé y luego mordisqueé sus pezonescosa que hizo que su excitacióaumentara. También la mía. Mientra

seguía besando, lamiendo y mordiéndolas tetas, ella no dejaba de mover su

manos para conseguir lo que me pareci

una extraña penetración. Pronto noté quvolvía a convulsionarse y una vez máse corrió ante mí. Por un momento abrios ojos y el último gemido, cas

aullido, lo terminó ahogándo en mi bocmientras me besaba.

Se incorporó, aunque siguió sentad

con el culo desnudo sobre la cort

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hierba, y la falda totalmente remangada. —Desnúdate —me dijo en un ton

de voz difícil de interpretar.

Si mi excitación era ya enorme hastese momento, mi corazón pareciacelerarse un treinta por ciento más ant

sus palabras. Me quité sin dudarlo lozapatos, los pantalones y localzoncillos. Mi polla estaba enhiesta

cimbreante. De reojo vi la anguila tiraden el suelo, y por un momento sentvergüenza del tamaño de mi instrumentoLa verdad es que las comparacione

resultan generalmente odiosas, y ehecho de que minutos antes ese enormanimal estuviera en el interior d

Manuela, donde ahora me disponía

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penetrar, me generaba un ligersentimiento de inferioridad. ¿Sadaptaría su vagina al menor tamaño d

mi modesto falo? Pero lo cierto es qununca llegué a saberlo, porque cuandme dispuse a penetrarla, ella me detuv

con suavidad y me dijo al oído quodavía era virgen y que se reservab

para el que tuviera que ser su marido

Me pareció tan incongruente lconfesión, después de todo lo quacababa de ver que no supe cómo actuaraunque no fue necesario porque sin deci

palabra me cogió la polla y la metió esu boca, por lo que pronto dejé dpensar en lo que me había dicho par

concentrarme en el intenso placer de

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amiéndome toda la longitud del penmientras con una de sus manos lmasajeaba cada vez más rápido.

Me tocó de nuevo con suavidad loestículos y me miró.

Sus ojos estaban acuosos, con un

mirada viciosa que me hacía perder econtrol.

 —Ya puedes sacar la leche.

Volvió a meter mi rabo en su boca rápidamente llegué al tan esperadclímax. Descargué todo mi semen en enterior de ella, parte del cual rebos

por la comisura de sus labiodeslizándose por el cuello.

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Capítulo 4

Mano de santo

Era una noche lluviosa, pero siexcesos. El agua golpeaba ligeramentel cristal de la habitación, produciend

un murmullo muy agradable, no habíormenta, pero sí un ligero viento qumovía las hojas de los árboles deardín. Estas noches de lluvia son la

mejores en la residencia, porque mpermiten pensar y soñar, me relajo y molvido de la monotonía de mi existenci

en este estúpido lugar. En noches así n

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quisiera dormirme, y preferiría disfrutaotalmente de la lluvia desde l

protección de la habitación.

 —¿Cuánto tiempo hace que no tieneuna erección así?

Era Augusto, se había levantado po

enésima vez para ir al baño y volvía coos pantalones del pijama medio bajado

mientras sonreía al ver su erección. S

e notaba que era el primer sorprendidpor ella. No pude evitar sonreír al pensar qu

había venido con los pantalones bajado

desde el cuarto de baño que estaba en epasillo, enfrente de la habitación dondpasaba los días enteros el viejo Justo

Me imaginé a la foca persiguiéndolo po

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os pasillos gritándole «fóllame»«fóllame», mientras se levantaba lfalda y su enorme, peludo y flácido cul

se movía como la gelatina de lomiércoles.

 —¿Te quieres callar y dejarm

dormir? —le recriminó desde la otrparte de la habitación Pascual, con voronca y pastosa.

Sin duda ya estaba durmiendo y el i venir de Augusto acabó despertándolo —Mira —me dijo Augusto sin hace

caso de los comentarios de Pascual.

Mientras me decía que mirasempezó a contornear su cintura y su pense movió a derecha e izquierda. August

estaba como un niño que acabara d

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descubrir su sexualidad.Era una erección bastante lamentabl

  bien poca cosa, pero desde luego

comparada con mi situación de totanactividad eréctil, era todo un triunf

de la naturaleza.

 —No seas crío —le dije, sin podeevitar una ligera envidia.

Se metió en la cama sin subirse lo

pantalones. —Esta noche podré cascármela¿tienes idea del tiempo que hace que no hago?

 —¿Por qué no me cuentas algo de tmujer? —siguió—, de esa que dices quera una niña rica malcriada a la qu

uviste que espabilar para que fuera úti

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en la cama. —No seas guarro y duérmete. —Anda, no me jodas, que para un

vez que tengo una erección, me gustaríener algo en lo que pensar, antes de qu

se me duerma durante otros dos meses.

 —¿No querrás cascártela a la salude mi mujer? —fingí sentirmndignado.

 —Bueno, es que la mía no era gracosa, y no recuerdo nada de ella qupueda excitarme lo suficiente.

 —¿¡Queréis callaros!? —Pascual s

puso la almohada sobre la cabeza.El agua seguía golpeando lo

cristales y los comentarios de August

me habían hecho retroceder mucho

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años, a la época en que me casé coMarta por un acuerdo entre mis padres os de ella. Era de buena familia, a

gual que lo era yo, y entonces todavíresultaba bastante habitual concertaalgunos matrimonios en nuestra esfer

social. La verdad es que era guapa y npuedo decir que me importara casarmcon ella, aunque entonces tampoco sabí

o inapetente que podía resultar en lcama. Había sido educada de forma murigurosa por unos padres enormementreligiosos, y todo lo relacionado con e

sexo, salvo los necesarios ndispensables encuentros para l

procreación, era para ella, asqueroso

antinatural y en contra de Dios. Fu

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errible, no pude hacer el amor con ellhasta un mes después de casados, y tuvque soportar que me acusara d

pervertido por propasarme en miocamientos cuando nos acostábamos.

Una vez metido en ambiente, pront

me vi hablando en voz alta contándole Augusto aquella parte de mi vida. Por lvisto ya debí contarle algo co

anterioridad, aunque si he de sesincero, no lo recordaba. —Al principio fue horrible —le dij

—, me tenía que masturbar más que u

adolescente con granos porque no habíforma de hacérmelo con ella, y todavíera pronto para buscar sexo fuera d

casa. Creo que debo de agradecerle a m

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amigo Pedro sus consejos, sin los cualemi matrimonio hubiera terminado mupronto, a pesar de lo que pudiera

opinar mis padres o los suyos. Yo nestaba dispuesto a cascármela a diarieniendo una hembra en casa. Recuerd

que una noche de borrachera en la qunos juntamos algunos amigos en el badonde solíamos reunirnos, estuvimo

hasta las tantas bebiendo. Los amigoban poco a poco abandonando el localborrachos y agotados, hasta que nadmás quedamos Pedro y yo en uno de lo

extremos de la barra de acero que ecamarero acababa de limpiar coLarios.

 —¿Qué coño te pasa? —me dijo.

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Yo estaba ya muy borracho y con lengua suelta, y no me costó nad

empezar a hablarle de mis problemas

como si hubiera estado esperando toda noche a que me lo preguntara.

 —Mi mujer odia el sexo, y cuand

legue a casa, tendré que cascármelantes de acostarme para no tener qumeterle mano debajo de las sábanas. ¿T

parece poco? —Las mujeres son todas unaestrechas. Lo que le ocurre a la tuya eque necesita un marido que la domine

no un calzonazos como tú. —¿De verdad crees que soy u

calzonazos?

 —Por supuesto, mírame a mí, en m

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casa tengo a mi mujer esperándome y sme apetece, esta noche habrá sexo, si nme apetece, o me voy de putas

simplemente me acostaré cuando llegu  punto. No tengo por qué darl

explicaciones, y su obligación com

esposa es complacerme cuando a mí mapetezca, y darme hijos cuandconvenga. Tú no has sabido imponer t

autoridad y ella se aprovecha de tdebilidad. Si sigues así, sin reaccionaral final no habrá forma de conseguinada de ella, y acabarás siendo u

pelele. Hay muchas mujeres qusimplemente no hacen el amor porque lven como algo sucio, pero cuando s

sueltan son las más putas de todas

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Hazme caso y verás como no sernecesario que te la vuelvas a cascar.

 —Muy convencido te veo. No l

engo tan claro, tú no la conoces. —Pues claro que estoy convencido

¿Dónde la tienes ahora?

 —¿Dónde tengo qué? —A tu mujer, que dónde está.Miré el reloj, eran las tres de l

mañana. —¿Dónde va a estar a estas horasEn cama.

 —Bien, tú quieres ponerla e

vereda, ¿no es cierto? —Si, claro —recuerdo que dije n

muy convencido.

 —¿Estás dispuesto a aceptar mi

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métodos sin ponerme trabas?Yo empezaba a estar nervios

porque no veía claro el asunto, pero a

mismo tiempo estaba realmente harto dmi situación marital, de manera quasentí sin abrir la boca. Pedro me pus

un brazo por encima del hombro. Saliento apestaba a güisqui. Supongo quel mío no se quedaba atrás.

Su mirada era turbia y la lengua se lrababa, pero parecía tener claro lo ququería hacer. Yo por mi parte no supmponer mi voluntad, entre otras cosa

porque no la tenía en aquellomomentos. Acercó más su boca a moído para hablarme sin que nos oyera e

camarero. A esa distancia su aliento er

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ntolerable. No podía creer lo questaba oyendo. Aún hoy me asombro dque entonces llegase a aceptar lo que m

proponía. La única explicación posiblque se me ocurre, eran los ocho o mágüisquis con hielo que llevaba en e

cuerpo a esas horas.Salimos del bar, Pedro todavía tení

su brazo por encima de mi hombro, no

apoyábamos el uno al otro y estoconvencido de que debíamos de tener uaspecto lamentable, por suerte creo quno nos vio nadie, excepción hecha debarman que por su oficio ya estaba máque acostumbrado a ciertocomportamientos.

Yo había llegado en coche, pero n

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me atreví a cogerlo, y mucho menos pedirle a Pedro que condujera él, asque fuimos andando medio dand

umbos y cogidos como los doborrachos que éramos, hasta casa. Habíuna llena y su luz plateada se reflejab

en el suelo mojado, acababa de lloveevemente. Las luces tenían también su

reflejos en el suelo, el olor de las calle

mojadas era estupendo y contrastaba coa fetidez de nuestros respectivoalientos.

 No sé el tiempo que pasó hasta qu

legamos a casa de Pedro, porque sempeñó en pasar primero por allí. Eesos momentos no sabía a qué se debí

su insistencia. Bajó con una bolsa d

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plástico bastante abultada, me volvió coger por encima de mis hombros y dnuevo sentí su aliento en mi cara

Seguimos hasta llegar a mi casa, el cases que cuando llegamos, al menos yome sentía ya algo más despejado, l

caminata y el aire fresco habíareducido la sensación de abotargamientcausado por el alcohol. Lo curioso e

que el güisqui no me gusta demasiadopero es bien cierto que tiene la ventajde que apenas causa resaca, a diferencide otras bebidas alcohólicas. Recuerd

que una vez cogí una borrachera copacharán y no lo olvidaré en mi vidafue horrible, aún me parece esta

vomitando. La cama parecía movers

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como la de la película de  El Exorcista

Eso me ocurrió apenas tendría veintaños, y ya nunca más lo he probado. M

he emborrachado con cerveza, cogüisqui, con cava y con vino, no bebnada más, cualquier otra cosa tien

efectos perniciosos al día siguiente, coa cerveza y el vino también me duele l

cabeza por la mañana, así que cuand

parece inevitable que me emborrachedefinitivamente me inclino por bebegüisqui a pesar de que me guste mábien poco. La otra opción sería el cava

pero a condición de que sea brut nature

Abrí la puerta con el llavínntentando no hacer ruido, siguiend

nstrucciones de Pedro. En casa, n

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habría nadie más que Marta que sin dudestaría en cama durmiendo, probablemente roncando, porqu

roncaba, era preciosa como un ángepero roncaba como un demonio.

Entramos en la habitación, ella n

nos había oído llegar, debía estar en esfase del sueño profundo en el que a une cuesta despertar. Efectivamente se l

oía roncar y dormía boca abajo. Llevabpuesto un camisón blancsemitransparente que dejaba adivinar econtorno de sus bragas también blancas

el camisón estaba ligeramente subidpor encima de sus pantorrillas, tengque admitir que tenía unas pierna

preciosas, bueno, unas piernas y todo l

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demás.Pedro sacó de la bolsa de plástic

una especie de precinto adhesiv

entelado, cortó un trozo de unos veintcentímetros, y como el que estacostumbrado a ello, se lo colocó

Marta en la boca. Inmediatamente dejde roncar y se despertó sobresaltada, loojos le brillaron en la oscuridad, intent

darse la vuelta, pero Pedro se lmpidió poniéndose encima. Me dijque le alcanzara la bolsa y sacó unacuerdas de su interior. Marta gemía y s

retorcía intentando librarse de PedroCon una de las cuerdas le ató las domanos juntas al cabezal de la cama,

con otras dos las piernas por separado

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una a cada uno de los lados del somierde manera que quedó boca abajo con lapiernas muy abiertas. Yo creía esta

soñando, la cabeza me daba vueltas, odo aquello no me parecía real e

absoluto, Marta seguía gimiendo, eso s

con mucha menos intensidad y apenas smovía, sin duda porque se dio cuenta dque todo esfuerzo resultaba inútil, lo

nudos de Pedro parecían hechos poalguno de los marineros de las películade piratas.

Marta me miraba incrédula, o a

menos eso era lo que me parecía en lpenumbra de la habitación. No habíamoencendido la luz para no despertarl

antes de hora, y después de haberno

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acostumbrado a la semioscuridad, ya nera necesario. La claridad de la lunentraba por la ventana y era más qu

suficiente. Pedro se acercó a Marta y lsusurró algo al oído. Nunca me dijeroni el uno ni la otra qué fue lo que dij

Pedro, a pesar de que lo preguntposteriormente en varias ocasiones.

Él se metió una mano en el bolsillo

sacó una de esas navajas suizas quienen un montón de herramientasdesplegó una de las hojas y abrió coella el camisón de arriba abajo, dejand

al descubierto toda la espalda de Martasus bragas, y sus piernas bien torneadasno llevaba sujetador, casi nunca l

utilizaba porque con sus pecho

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pequeños no lo necesitaba. Utilizandambién la pequeña navaja, hizo do

cortes en los laterales de las bragas

irando posteriormente de ellas, lacogió con una de sus manos, oliéndolapausadamente antes de dejarlas cae

sobre la cama. Ahora estaba Martúnicamente con el camisón totalmentabierto, por lo que podía vers

perfectamente todo su cuerpo, salvo lobrazos que seguían cubiertos por ligera tela blanca. Yo estaba mu

excitado, no tienes idea de cuánto, m

daba la sensación de que mis pantaloneban a reventar por la presión.

Pedro se acercó por última vez a l

bolsa de plástico y sacó de ella una

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disciplinas de cuerda áspera, y sin mápreámbulos azotó una docena de veces mi mujer, principalmente en el trasero

aunque también le alcanzó la espalda os muslos. En los sitios donde habí

golpeado más de una vez, la piel llegó

abrírsele y pequeñas gotas de sangrempezaron a surgir de debajo de lepidermis amoratada, una vez más s

acercó a su oído y le dijo algo, ellasintió ligeramente con la cabeza, Pedro le quitó el esparadrapo que lapaba la boca, de un solo tirón. Mart

gimió y ahogó un grito que no supdistinguir si era de dolor o de placerquizás fue una mezcla de ambas cosas

Me extrañó que no aprovechara aque

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momento para gritar y pedir auxilio, qué se yo para qué, el caso es que no lhizo, supongo que porque Pedro la debi

amenazar de una forma muy eficaz. Smirada había cambiado, era profundaextraña, pero no veía odio en ella, po

un instante pensé que le había gustado lque le había hecho Pedro. Más tardsupe que había sido así.

 —Muy bien jovencita —era Pedrquien ahora hablaba de manera que yambién podía oírle, su voz era profund autoritaria, a la vez que suave.

 —Espero que aprendas la lecciónmi amigo dice que eres incapaz dsatisfacerlo, y yo no me lo creo, está

demasiado obsesionada no sé con qu

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deas que te hacen ver las cosas de otrmodo, pero te vamos a hacer disfrutacomo nunca, y te garantizo que vas

cambiar de opinión con respecto asexo. Y si no lo haces, al menos dejaráque Camilo haga lo que tenga que hace

cuando le apetezca porque esa será tobligación. ¿Me entiendes? —Ellvolvió a asentir sumisa. A pesar de qu

a no tenía el esparadrapo, no dijpalabra alguna. —Tómala —me dijo Pedro mientra

señalaba con la mano extendida e

cuerpo desnudo y medio ensangrentadde Marta.

La miré, ella me devolvió la mirada

esa extraña mirada que yo no sabí

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descifrar, no me dijo nada, yo seguía siener claras las cosas y me quedé com

petrificado hasta que Pedro insistió e

que me la follara.Me quité la ropa de cintura par

abajo, no recuerdo haberme quitado l

camisa, mi polla pareció aliviada aiberarla de la opresión de lo

pantalones, estaba tan morada como e

culo de mi mujer, me subí a la cama y lmonté, mi pene entró con una facilidaextrema en su interior, fue en esmomento cuando me di cuenta realment

de lo excitada que ella estaba, encontrsu vagina totalmente mojada, hasta pensque había llegado a corrers

simplemente de los azotes y de l

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humillación a la que había sidsometida, ese pensamiento me excitodavía más y empecé a sacudirme com

un loco encima de ella, la oía gemirahora sabía yo que era de placer, aunqusin duda también debían de dolerle la

heridas, porque además, yo la tenícogida violentamente del culensangrentado.

Pedro se desnudó completamente se puso sobre los brazos de Marta qupermanecían atados al cabezal de lcama, su polla, también en erección

apuntaba a la cabeza de Marta, la cogicon ambas manos con suavidad, dirigió su polla a la boca de ella que l

recibió como si la esperara, mientras y

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seguía follándola, ella le chupaba lpolla a Pedro, el rostro de este comenza desfigurarse por la excitación, esto

seguro de que a mí me ocurría lo mismonunca hasta entonces disfruté tanto duna relación sexual, y todavía no podí

creerme lo que ocurría, estaba seguro dque en cualquier momento iba despertar con la polla a punto d

reventar y tendría que ir a cascármela acuarto de baño como tantas otras veces.Mis manos estaban ensangrentadas

causa de las pequeñas heridas de Marta

ella seguía chupando el cipote de Pedr yo no pude resistir más la excitación

mis movimientos se aceleraron

continué bombeando encima de ell

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hasta correrme, grité mientraeyaculaba, y ella por un momento ssacó la polla de la boca para dejar oí

unos gemidos ahogados. Me bajé de lcama mientras volvía a meterse la pollen la boca, ayudada por Pedro porqu

enía muy poca maniobrabilidad atadcomo estaba.

Poco después él la cogió del pel

violentamente apartándole la caraCambió de posición y se puso donde yhabía estado unos minutos antes, la azotun par de veces más, esta vez con la

palmas de las manos, y ella lanzó unogemidos mucho más evidentes que loanteriores. Pedro metió sus dedos en l

vagina y la masturbó durante un par d

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minutos, Marta seguía gimiendo cadvez más hasta que su orgasmo fuevidente, abrió los ojos como platos

me miró babeante mientras gritaba y scorría. Pedro demostró ser muy hábil eesas cuestiones. Cuando sacó sus dedo

mojados, aprovechó para relajar ubricar el esfínter del culo para lueg

sodomizarla. Se movía despacio, hast

que consiguió una relajación suficientque le permitía moverse más aprisdentro de ella. Marta me seguímirando, yo estaba en ese momento d

pie, todavía con la camisa puesta, y notcómo volvía a tener otra erección, mexcitaba ver cómo la sodomizaban, s

cara era puro éxtasis, estaba realment

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disfrutando.Pedro dejó de sodomizarla y l

penetró nuevamente, esta vez por l

vagina, donde después de apenas medidocena de sacudidas acabó corriéndoseSe bajó de la cama, y antes de vestirs

e dio otra palmada en el trasero a Martque lanzó otro gemido.

 —Ahh, ahh, ahh —la cama d

Augusto pareció cobrar vida propia. —¿Pero qué haces? —¿Cómo que qué hago? Se supon

que me la estaba cascando, ¿no?

Yo ya lo había olvidado, la verdaes que el relato me devolvió al pasadde una forma totalmente absorbente

parecía que lo estuviera viviendo d

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nuevo, incluso noté una gran excitaciómientras se lo contaba a Augustoaunque claro está, no tuve ningún tipo d

erección. En ello fue más afortunado mcompañero de habitación que a pesar dos achaques de la edad consiguió tene

un orgasmo. —Oye, eso que me has contado te l

has inventado. ¿Verdad?

 —¿Por qué iba a inventármelo? Ea pura realidad, mi vida sexual desdque me casé hasta esa noche memorablfue un auténtico desastre. Ese dí

cambió mi vida, y la de Marta, posupuesto.

 —Pero dejaste que Pedro se l

irara.

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 —Bueno, cuando uno lleva el cochal taller porque no funciona, acabdejando que lo pruebe el mecánico, ¿no

 —Hombre… sí, pero no es lmismo.

 —Gracias a ese polvo, después tuv

mujer para rato, y no me discutía, eso sde vez en cuando tenía que utilizar ladisciplinas. Pronto pude averiguar qu

eso era precisamente lo que mácachonda la ponía, lo de que la ataran ne hacía mucha gracia, pero los azote

siempre fueron mano de santo. L

ástima es que murió joven, cuando ynuestra vida sexual era excelente. Pocantes de morir me confesó porqué l

excitaba tanto que la azotara.

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 —¿Por qué? —¿De verdad quieres saberlo? ¿N

me dirás que me lo invento?

 —Claro que quiero saberlo, oye, nquería ofenderte, simplemente me hparecido muy fuerte lo que me ha

contado, pero sí, te creo. Cuéntame. —Augusto estaba realmente interesadoaunque suponía que ya había quedad

satisfecho sexualmente para al menodos o tres meses, y ahora simplementsentía curiosidad.

 —Como ya te dije, provenía de un

familia religiosa y de niña tuvo uneducación muy severa, sobre todo poparte del padre que era militar. Pue

bien, lo que me contó, lo hizo cuando y

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su padre había muerto, estoy seguro dque no me lo hubiera dicho de seguicon vida, pero unos meses antes de qu

muriera mi mujer, él decidió saltarse lapa de los sesos con el revolver d

reglamento y el uniforme de gala puesto

Puso perdida la biblioteca de su casa.Marta estudió en un internado d

monjas, donde pasaba toda la semana d

unes a viernes. Cada viernes por larde era su padre quien ibpersonalmente a recogerla y la llevaba casa.

El día que me contó Marta lo que locurría de niña, me hizo abrir un cajódonde ella guardaba la ropa interior, e

el fondo, debajo de sus braguitas habí

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unas disciplinas muy parecidas a las quo usaba con ella, más antiguas, d

menos calidad, pero parecían igualment

efectivas. Yo me quedé musorprendido, y lógicamente le pedí qume lo aclarara.

Cada viernes, después de que spadre la recogiera del internado, desdos doce años, y hasta que cumplió lo

diecisiete, la llevaba a la biblioteca, lobligaba a desnudarse completamente a ponía sobre sus rodillas, azotándol

con las disciplinas que entonces yo tení

en las manos, a la vez que le decía quhabía sido una niña mala. Mientras lazotaba, con la otra mano la tocaba po

odas partes. Cuando ya le parecí

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suficiente, se bajaba los pantalones y lobligaba a que se la chupase hastcorrerse en su boca, así una y otra ve

cada semana, incluso durante lavacaciones escolares. Su madre nsabía, o hacía como si no supiese nada

Él se pegó el tiro precisamente en emismo sillón donde cada semana su hijsatisfacía sus instintos perversos

posiblemente porque no pudo soportapor más tiempo su mala concienciaQuién sabe, o porque ya no tenía quiese la chupara, sinceramente espero qu

fuera por lo primero.Lo que resulta curioso es que alg

an traumático se despertara de form

positiva años después cuando Pedro po

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casualidad utilizó un método similar aque su padre había utilizado tantas otraveces con anterioridad. Es más fáci

comprender la aversión al sexo quparecía tener cuando se casó conmigoque su reacción posterior, aunque e

cierto modo lo comprendí cuando ellme confesó que si bien al principiloraba y se quería morir, luego empez

a gustarle y esperaba con ansias qulegara el viernes por la tarde parrecibir su castigo por ser una niña mala

Las personas somos muy extrañas

o mismo he disfrutado muchas vececon situaciones que a otros les hubieracausado repulsión. Tú me acabas d

preguntar que cómo pude permitir qu

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Pedro se la follara delante de mí. Puea ves, me excitó, además de arreglar m

vida marital. Cada cual es un mundo. T

mismo te acabas de correr mientras yo tcontaba unas cuestiones privadas que nendrían por qué interesarte.

 —¿Crees que yo también soy upervertido?

 —Todos lo somos, unos más qu

otros, y algunos de nosotros, por lacircunstancias, quizás ni siquierlegamos a darnos cuenta de ello nunca

pero no es mi caso, porque yo si qu

puedo decir que he disfrutado de mvida sexual, incluso después de nenerla. He tenido experiencias de tod

clase, hasta en la época en que m

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relación con Marta fue buena. Aprincipio lo hacía para demostrarme mí mismo que era yo quien mandaba

que podía hacer cualquier cosa sin que Marta le importara. Ella tragaba coodas mis historias y luego, si a mí m

apetecía, la tomaba, e incluso la hacídisfrutar, porque en el fondo, aunque ldolían ciertas cosas, gozaba con ello, s

sentía utilizada y esclava, y eso llenaba de satisfacción. Sí, créelolegados a esa situación, era la muje

perfecta, la esclava ideal. Cuánta razó

uvo Pedro, aunque lo cierto es quacertó por pura casualidad, porque dser otra, hubiéramos acabado los dos e

comisaría, y de arreglarse el matrimoni

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nada. Muchas veces me pregunto srealmente Pedro creía que lo que iba hacer sería bueno para mí,

simplemente se aprovechó de lsituación para tirarse a mi mujer en mipropias narices, pero da igual, l

mportante es que la cosa saliera bien, así fue.

Recuerdo que una vez coincidí co

una amiga íntima de Marta de su tiempde internado en una pequeña fiesta. Mmujer estaba en casa porque no sencontraba bien, o porque no le apeteci

acudir, no lo sé con seguridad. El cases que la chica que te comento tambiéacudió sola a la fiesta, nos presentamos

hablamos de la gente común qu

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conocíamos, y lógicamente de Marta.Raquel estaba ya muy borracha,

pronto comenzó a soltársele la lengua,

a decirme que me había casado con unfrígida insoportable y que comprendíque me fuera a las fiestas solo dejándol

en casa. Me contó que de jóvenerechazaba cualquier contacto con lochicos y que no se podía hablar de sex

con ella, porque siempre acababnsultando a las compañeras y diciendque eran unas guarras y que irían anfierno por comentar esas cosas.

 —¿Nunca te ha ocurrido algo así i?

Parece ser que a Augusto lo habí

relajado su orgasmo y ya no m

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escuchaba. El muy cabronazo me tenídesvelado con su insistencia de que lcontara algo sobre mi primera mujer,

ahora me encontraba con la cabeza llende recuerdos y sin nada de sueño que mpermitiera aletargarme el resto de l

noche.Estoy viejo, muy viejo, y cada ve

me cuesta más dormir. Bueno, me cuest

más dormir, comer, mear, andar… Todme cuesta más. Son cosas de la edad, lmaquinaria se va oxidando y se tienemenos energías, las pilas se agotan

cada día tienen menor capacidad drecarga. Pero ahí estaba Augustdurmiendo como un bendito, totalment

relajado, y Pascual que hacía rato qu

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andaba roncando a pesar de mis relatosAhora tendría una noche entera podelante para rememorar acontecimiento

pasados.

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Capítulo 5

La fiesta

Ya ha amanecido, es casi hora devantarse. He pasado toda la noche e

vela y precisamente ahora empiezo

ener más sueño que un muerto. Ecuerpo le gasta a uno muchas pasadas, con la edad estas cosas empeoranAhora me tendré que levantar junto co

os demás y caminaré como un zombi eresto del día, y todo por culpa dAugusto que ha acabado desvelándom

de forma irremediable.

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Aprovecho para levantarme anteque los demás, no sea cosa que todavíme quede dormido y luego me cuest

despertarme. Me dirijo al cuarto dbaño que está fuera de la habitaciónenfrente de la de Justo. Me miro en e

espejo, lo que veo cada día me gustmenos, apenas me queda pelo, el pocque sobrevive es claro y canoso, teng

a cara con más arrugas que un camprecién arado y unas ojeras que me llegaa los zapatos, de un color moradsospechoso. De la nariz cada vez m

salen más pelos y más largos, conformpierdo los de la cabeza parece que mcuelguen por la nariz. ¿Serán los mismo

que se reencarnan buscando una segund

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oportunidad? Mis cejas cada vez somás irregulares con pelos de distintoamaños, algunos crecen de maner

anormal y se enroscan sobre lopárpados. Son duros y me los tengo quarrancar porque crecen de form

extrañamente rápida. Duele, eso darrancarse los pelos duele un montón

o quiero ni pensar en lo que debe se

depilarse las piernas con cera. Lamujeres deben estar locas o quizáengan un organismo diferente al nuestro

Es horrible. Y qué decir de los ojos, lo

engo apagados, como sin vida, vebien, o al menos no tengo necesidad dponerme gafas, aunque claro está que n

veo igual que hace unos años, pero e

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suficiente, al fin y al cabo, para lo qume queda por ver… Tengo una especide velo acuoso que me cubre la mirada

o son cataratas, o al menos eso es lque me dijo el oculista la última vez quo visité, pero mis pupilas han perdid

brillo y ahora son menos cóncavas quhace unos años, casi planas, y se mresecan porque parece ser que me falta

as lágrimas. He olvidado las orejasTambién de ellas me salen cada vez mámatojos de pelos, unos blancos, otronegros, unos largos encrespados y duro

  otros muy finos, canosos, lisos. Loóbulos que siempre los he tenid

pequeños y redondeados, desde hac

algunos años no hacen más que crecer

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ahora parezco uno de esos aborígeneque se ponen pesos en las orejas parestirárselas. También la punta de la narime da la sensación de que me hcrecido, cada vez se parece más a unpatata deforme. Hay que ver en lo qu

uno se convierte con el paso del tiempoMientras se es joven nada le parecexcesivo, uno se siente inmortal y serí

capaz de cualquier cosa, pero conformnos hacemos viejos nos damos cuenta do débiles que somos, de lo corta que e

nuestra vida y de lo poco que hemo

hecho. Dicen que las generacionefuturas podrán vivir mucho más, persiempre será insuficiente. ¿Qué son cien

o incluso doscientos años con relación

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os miles, millones de años de nuestrentorno? Nada, el ser humano sersiempre algo pasajero que se creernmortal e insuperable durante uno

años, para caer en la decadencia y lsenilidad un tiempo después y acaba

muriéndose rodeado de la miseria físicde su cuerpo.

Ya están aporreando la puerta

Menos mal que me he levantado primer  puedo disfrutar tranquilamente decuarto de baño. En realidad hay cuatren la residencia, pero solo podemo

utilizar dos de ellos, uno los hombres otro las mujeres. Los otros dos estáfuera de uso, aunque parece ser que un

es el que utiliza el personal de servicio

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Muchas veces me imagino a la focsentada en la taza del inodoro, con senorme culo rebosando por los laterales

Ha de ser digno de ser visto. —¿Te queda mucho? —una voz s

oye en el exterior, creo que es Felipe, n

estoy seguro, todos los viejos acabamoeniendo una voz parecida, cascada

floja.

 No me molesto en contestar, otraveces soy yo el que me tengo quesperar, y eso que me cuesta aguantar laganas de mear, porque cuando uno e

oven puede pasar doce o más horas sir al baño y no ocurre nada, aparte das molestias y cosquilleos ocasionado

en la vejiga y algún que otro escozo

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pasajero en la punta de la polla, pero yno es lo mismo, ahora cuando a uno lentran ganas de mear, hay que joderse

se mea pronto o uno acaba haciéndoselencima. Hoy le ha tocado a Felipfastidiarse, después de inspeccionar mi

arrugas y mis pelos de las orejas y de lnariz, voy a lavarme la cara y lodientes, arreglarme el poco pelo que m

queda, y mear, claro, que no se molvide mear antes de salir de aquí. Y sme apuran me sentaré en la taza, no haprisa.

Vuelven a aporrear la puerta, haque ver lo pesados que llegamos a seos viejos, claro que a lo mejor está

preocupados por si me ha pasado algo,

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si simplemente se ha atascado la puert no hay nadie dentro. Decido contesta

para tranquilizar al auditorio.

 —Ya va, ya va, un poco dpaciencia.

Cesan los golpes de momento

parece ser que me han oído y se haresignado a su suerte. Otro día me tocara mí esperar.

He pasado toda la noche pensanden Raquel, aquella joven que conocí ea fiesta. Sí, era bastante feúcha, y ni s

culo ni sus tetas eran destacables, per

enía algo que atraía de verdadposiblemente sus labios carnosos y sudientes irregulares, grandes y limpios,

sus ojos, también grandes, muy vivos

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¿Cómo los tendrá ahora? ¿Le habrsucedido lo mismo que a mí y los tendrplanos, sin brillo, sin vida? Quién sabe

el tiempo hace estragos en los cuerpode los viejos, pero en las mujereparece peor la cosa, al fin y al cabo, l

belleza y el atractivo siempre se havalorado más en las mujeres que en lohombres. El hecho de que nosotro

echemos barriga no parece importanteen cambio que lo haga una mujer lconvierte enseguida en carne de cañópara el resto de personas que la rodean

Y cuando envejecen, ¿qué voy a decirAlgunas, las más afortunadas, conservaparte de su belleza, pero las que no ha

sido nunca bonitas y ahora además s

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desnuda entre mis brazos. La mudescarada, mientras hablaba conmigo, sme acercaba y rozaba uno de sus pecho

en mi brazo, luego el otro. Podía notasus duros pezones, tersos, en tensiódebajo de su fina blusa, sin sujetador d

por medio, y el mullido tacto de supequeñas tetas. Lo hacía de manera quparecía inconsciente, pero al final llegu

a la conclusión de que ninguno de sugestos, ninguna de sus actitudes, ernocente. Estaba predispuesta

acostarse conmigo desde el prime

momento y no paró hasta conseguirloporque lo consiguió, lo cierto es que ssalió con la suya y yo no me hic

demasiado de rogar.

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Llevaba una falda bastante corta, pesar de lo formalista que era la cena, pronto tuve ocasión de comprobar qu

no usaba ropa interior de ningún tiposalvo unas medias con liguero. Unamedias blancas, de un blanco niev

igeramente azulado. Los ligueroambién eran blancos, como la propi

falda. Solo el suéter era de un colo

distinto al blanco, también muy claroposiblemente amarillo, o beis.Bailamos un par de piezas. Era mu

buena bailarina, yo siempre he sido u

bailarín nefasto, pero si la pieza no emuy complicada, sé dejarme llevar procuro no pisar a mi pareja, lo cua

muchas veces es suficiente para cubri

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el expediente y no hacer demasiado eridículo.

En la segunda pieza, algo má

movida que la primera, ella dio un girrápido y su falda giró grácilmentalrededor de su pequeña cintura, a l

vez que se levantaba. Fue en esmomento, al verla reflejada en uno dos espejos de la sala, cuando me d

cuenta de que no llevaba ropa interioroté un subidón inmediato, las sieneempezaron a bombear más sangre de lhabitual y mi excitación se disparó a l

vez que se elevaban mis palpitacionesDebió notarlo porque se cogió a mí comás ímpetu, arrimando todo su cuerpo a

mío, rozando sobre mí sus pezones y l

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entrepierna. No era así, pero a mí mdaba la sensación de que todo el mundnos estaba mirando, de que todos s

habían dado cuenta de que no llevabropa interior, y creí estar desnudo emedio de toda esa gente. Ese sentimient

de vergüenza, pronto desapareció, y coél, todo a nuestro alrededor. De repentno existía para mí nadie más qu

Raquel, la grácil y sensual bailarina coengua de víbora. Raquel odiaba Marta, y pronto pude darme cuenta dque el sentimiento resultaba ser mutuo

De ahí que fuese tan humillante parMarta el hecho de que me acostara coRaquel. Cuando se lo dije esa noche, l

saltaron las lágrimas, pero no me mir

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con odio, sino más bien con resignacióncomo si interpretara que era un castigque merecía recibir. Una forma pervers

de disfrutar, de sentirse humilladaesclava de su amo que era yo.

En un momento dado de la fiesta

después de bebernos otra copa, yo yhabía perdido la cuenta de las qulevaba en el cuerpo, nos apartamo

igeramente de la multitud, aunquseguimos en el salón principal, cerca duna de las grandes cortinas de cretonestampada con grandes flores absurda

de color azulón. Raquel me acercó a lpared, y luego se puso delante de míAmbos quedamos de cara al gran salón

seguíamos a la vista de todos lo

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nvitados. Ella se levantó la falda por lparte de atrás, de manera que su culdesnudo quedó pegado a mi pantalón

Hábilmente me desabrochó lcremallera y buscó con su delgada suave mano por mi entrepierna hasta qu

sacó mi pene de su lecho. Fue ellmisma la que lo introdujo en su vaginsuavemente. La estaba penetrando a l

vista de toda la multitud, en cualquiemomento se podría acercar alguien saludarnos, o a preguntarnos cualquiecosa. Mi corazón debía de ir a mi

palpitaciones por minuto. Ella se girpor un momento y vi reflejado en suojos todo el vicio y perversión de

mundo, me sonrió dejando a la vista su

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grandes y desiguales dientes blancos, pasó su lengua por la parte baja de sabio superior. Sentí que mi poll

doblaba su tamaño dentro de ella. Yo nme movía, desde mi posición no podíhacerlo porque estaba totalment

arrimado a la pared. Era ella la qurealizaba contracciones con su vaginade manera que el cuerpo apenas parecí

moverse debajo de la falda, nadie qunos estuviera viendo podría nuncsospechar lo que estábamos haciendo

otaba las contracciones y sent

aumentar cada vez más el placerEmpecé a sudar, la cara la teníardiendo, y comencé a sentir pánico d

a situación, pero el miedo me excit

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odavía más, ella seguía moviendo muigeramente sus caderas, su culo rozaba parte delantera de mi pantalón, y s

vagina se contraía continuamenteapretando y soltando presión, parvolver a apretar y aflojar, así una y otr

vez. Estaba ya a punto de correrme debió notarlo, porque se giró de nuevigeramente, volvió a sonreírme y m

dijo muy suavemente que me corrierdentro de ella. —Anda, córrete dentro de m

mientras todos nos miran. Nadie sabe l

que estamos haciendo, aunque quizáalguien sospeche algo, hoy podrácorrerte a gusto y no como con la frígid

de tu mujer. Echame tu leche mientras e

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resto de invitados se aburremortalmente con sus copas en la mano.

 No pude soportar más la tensión

me corrí. Fue un orgasmo extrañporque no podía moverme, no pudarquear mi cuerpo, ni dejar que el place

se reflejara en mi rostro, pero lacontracciones de Marta hicieron todo erabajo quedando completament

satisfecho. Miré a mi alrededor, una vemás tuve la sensación de que todo emundo sabía lo que estaba ocurriendode que todos murmuraban entre sí qu

me estaba tirando a Raquel, o más bieque Raquel se me estaba tirando a modas las miradas recaían sobr

nosotros, fue una sensación muy rara

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pero placentera, muy gratificante. Sretiró suavemente, yo todavía tenía uncompleta erección, por lo que me cost

acomodar de nuevo mi pene en su sitioTuve que forzarlo ligeramente.

Raquel estaba satisfecha con s

hazaña, creo que en aquel momento nuvo ningún orgasmo, pero el placer que daba el hecho de haberme seducid

delante de todos era más que suficientpara ella. —Voy al lavabo, noto que tu lech

me está corriendo por las piernas haci

abajo y pronto todo el mundo podrverla deslizarse por encima de mimedias —rio y se fue dejándome sobr

a pared, junto con la espantosa creton

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de flores azules.Cuando salió del lavabo, me mir

pícaramente y me sonrió, per

contrariamente a lo que esperaba, no sacercó donde yo estaba. En cambio sque lo hizo a un joven alto y moreno

algo desgarbado que también parecíhaber acudido solo a la fiesta. La vacercarse, remolonear a su alrededor

rozar con sus pezones el brazo de él, edefinitiva, lo que había estado haciendconmigo poco antes. No podía creer lque estaba viendo. Pronto estuvieron lo

dos bailando, ella cada vez más pegada él, y apenas diez minutos despuéestaban los dos al otro extremo de

salón. El contra la pared, al lado de otr

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horrible cortina de cretona, idéntica a lque me estaba rozando en ese momentoElla también de cara al salón. Me mir

descaradamente, se giró y le dijo algo su actual partenaire y volvió a mirarmeMe miraba fijamente, con descaro. Y

adivinaba lo que estaba sucediendoElla sabía que yo lo sabía y eso debíde excitarla todavía más. Estaba com

nmovilizado, no podía apartar mmirada de la suya, me hipnotizaba. Se lestaba tirando delante de todos, iguaque había hecho conmigo, pero con l

particularidad de que ahora tenía uespectador especial, un espectador qusabía con certeza lo que estab

ocurriendo, y eso la hacía disfruta

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odavía más. Notaba una erección cadvez más poderosa en el interior de mipantalones. Pronto terminaron y ell

volvió a dirigirse al lavabo después ddecirle a él —imaginé—, que su leche estaba corriendo por las piernas y qu

pronto todo el mundo podría verldeslizarse por encima de sus mediasAntes de dirigirse al lavabo me volvió

mirar, su mirada profunda atravesó todel salón, apagó el murmullo de toda lmultitud, congeló todas laconversaciones, en ese momento sol

volvimos a existir ella y yo.Esa noche, cuando llegué a casa, l

conté a Marta lo de la fiesta, le dije qu

había conocido a su amiga Raquel, y l

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dije todo lo que me había dicho sobrella. Después de cenar me recreé coos detalles sobre mi escarceo sexua

aunque omití la parte en que yo habísido abandonado como un perro para sesustituido por otro. Otro que no fue má

que un objeto sexual de Raquel, como ymismo minutos antes. Esta parte preferno contarla, y nunca la conté. Solo ahor

que estoy recordando cosas ha vuelto mi mente. Este capítulo quizás deba dagradecérselo a Augusto que es sin dudel culpable de mi noche de insomnio.

Raquel… la había olvidadotalmente, es una de esas personas qu

causa una profunda sensación en la vid

de uno, pero que luego, tan bruscament

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como entra en ella, vuelve a salir. Nuncmás volví a verla.

Marta apenas comió; yo en cambi

enía mucho apetito, de manera qudevoré un par de filetes de ternera pochecha, como Marta me la preparaba

Sabía que me gustaba la carne cascruda y me complacía en todo despuéde aquella primera noche con Pedro.

Cuando terminé de cenar me apartigeramente de la mesa echando haciatrás la silla, y le dije a Marta que sacercara, ella todavía estaba masticand

con desgana un poco de ensalada.La cogí y la coloqué sobre mi

rodillas, levantándole a continuación l

falda. Sabía que no llevaría bragas, l

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había ordenado que nunca debíutilizarlas cuando estuviera conmigonunca, aunque tuviera la regla, lo cual s

que le ocasionaba más de un disgusto eesos días, porque aunque no la teníabundante, no llevar bragas la obligab

a utilizar tampones en lugar dcompresas, lo cual le resultadncómodo y ridículo. El hecho de qu

levara el tampón con el hilo colgandentre sus piernas y que yo podía verlasí en cualquier momento, la humillabodavía más.

En su culo todavía había restos dos últimos azotes que le había dado u

par de días antes con las disciplinas,

aunque las heridas estaban totalment

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cerradas, se apreciaban aún lomoretones y algunas zonas rojas amarillentas. Le di unos azotes fuerte

con la palma de mi mano totalmentabierta durante más de diez minutos, ellgemía y lloraba, hasta que acab

corriéndose. Desde hacía unos meses yhabía descubierto que si llegaba a ucierto nivel de dolor, el placer que ell

sentía se disparaba hasta conseguir eorgasmo. Notaba un cambio en lonalidad de sus gemidos, luego se llenaba la boca de saliva y empezaba

babear de forma intensa, de manera quun hilillo caía al suelo desde una de lacomisuras de sus labios. Su mirada s

ausentaba, me miraba pero parecía n

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verme, y luego gritaba, gritaba y mpedía que le pegara más fuerte. Lprimera vez que me lo pidió quedé mu

sorprendido, no lo esperaba, pero lcomplací. Ella misma decía que habísido mala y que merecía que le pegara

  acababa corriéndose. Cuando estabsobre mí, como en esa ocasiónerminaba mojándome los pantalone

con sus jugos vaginales.Ese día la azoté con una especiantensidad, y cuando se corrió, levanté y la apoyé sobre la mesa, si

molestarme en apartar los platos. Scara cayó sobre un trozo de filete que yhabía dejado, y el pelo se le llenó d

puré de patata.

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 —Sí, has sido muy mala —le dijmientras me bajaba los pantalones y localzoncillos—, he tenido que acostarm

con Raquel porque has sido muy mala enía que castigarte.

La penetré violentamente y m

sacudí dentro de ella, los platos con lorestos de ternera y puré de patatas smovían al mismo ritmo y la ensuciaba

cada vez más. Me corrí casnstantáneamente, apenas con cuatro cinco sacudidas dentro de ella.

Recuerdo que la dejé tirada, sobre l

mesa, con el camisón levantado y lapiernas apoyadas en el suelo, y me fui dormir.

 —¡Qué coño pasa ahí dentro! —Er

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a inconfundible voz de la foca—. ¡Sade ahí, maldita sea, acaba de mearsFelipe a la puerta del cuarto de baño! Y

hay otros dos que quieren entrar. ¿Tcrees que es solo para ti?

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Capítulo 6

Recuerdos

Cuando salí del cuarto de baño, lcierto es que la imagen resultó sebastante cómica. Por una parte all

estaba Felipe, todo compungido, ciertamente se había meado, no lo podíocultar. Tenía todo el pantalón depijama mojado, y en el suelo, justo a su

pies y rodeando sus zapatillas afelpadahorribles de color marrón claro, ahoroscurecido por el tiempo y segurament

por el resto de meadas anteriores, u

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pequeño charco amarillento. A su ladestaba la foca que parecía una domadorde circo encarándose a un león poc

colaborador. Su bigote era más evidentque otras veces y sus enormes tetasubían y bajaban al ritmo de s

respiración entrecortada, como si de umontacargas con exceso de peso sratara. A su alrededor estaban lo

demás. Parece ser que había pasado máiempo del debido en el interior decuarto de baño porque todos me mirabacon cierta mala leche, pero nadie dij

nada, excepto algún insulto que ahora nrecuerdo que escupió, más que dijo, mquerida foca.

Pero fue un día triste, muy trist

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porque ya al salir me llamó la atencióque no estuviera también Augusto en lcola del cuarto de baño. Al fin y al cab

era de los primeros en despertarse. Memí lo peor, no sé, fue como un ma

presagio, cierto que podía esta

simplemente dormido después de lrelajado que había quedado la nochanterior, gracias entre otras cosas a m

breve relato, pero a mí me ocurren esacosas y pocas veces me equivocoCuando tengo un presentimiento malonormalmente sucede o sucederá en poc

iempo, y así fue. Me apresuré a volvea mi cuarto, entre otras cosas para evitaas miradas de mis compañeros que y

notaba incrustárseme en la nuca

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noche anterior creí que se habídormido mientras le hablaba, fue cuandmurió. Al menos se fue tranquilo y feliz

relajado después de su esporádicorgasmo. En el fondo lo envidié. Allseguía yo, con mis recuerdos, mi

problemas, mis achaques de vejestoriosoportando compañías muchas vecedesagradables, y Augusto, el único co

el que me relacionaba en cierto modome abandonaba. Pero así es la vida, lmuerte nos persigue, primero se lleva nuestros seres más queridos, a aquello

de los que dependemos más, nuestropadres, nuestros amigos, nuestraparejas, e incluso a veces y contr

natura, nuestros hijos. La muerte no

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ronda siempre, y juega con nosotros, conuestros sentimientos, esperandposiblemente su oportunidad idóne

para llevarnos con ella. La parca epaciente, muchas veces no tiene prisa simplemente nos ronda un día y otro

regocijándose de su poder, sabiendo qunos puede llamar en cualquier moment que nosotros no podemos hacer oído

sordos a su llamada. Otras veces ecaprichosa y veleidosa como una mujerlevándose con ella a un niño o algun

persona joven que todavía no ha vivid

o suficiente, y dejando viejoachacosos que en el fondo tenemoganas de irnos con ella, de descansar, d

buscar un refugio más allá de est

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mundo. Unos dicen que no existe nadmás, yo ya no sé qué pensar, pero no mmporta, el caso es que aquí poco m

queda por hacer, recluido entre estacuatro paredes, como si fuera un malditpreso. ¿En qué clase de socieda

estamos? Aquí estoy tirado, sin recibivisitas de nadie, comiendo mierda gelatina y soportando compañía

ngratas. Ya no sirvo para nada, no soútil para la sociedad, aunque en mi casodebo de admitir que nunca resulté dexcesiva utilidad para nadie. Nunca h

rabajado para ganarme la vida porquno lo he necesitado y siempre me himitado a satisfacer mis caprichos.

Por suerte aún me quedan recuerdo

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agradables, recuerdos que me recuerdanvalga la redundancia, mi extraño pasadleno de sexo. Ahora, cuando ya hac

años que el sexo para mí ha dejado dexistir físicamente, mi cuerpo se hadaptado a la nueva situación volviend

cada vez más importantes esorecuerdos que me sirven de sucedánede lo que podría ser una vida sexual d

viejo hipocondríaco. Quizás no sea tadesafortunado, tal vez mi vida sexuaque ahora se limita a mi zona cerebrasea más apasionada y llena que la d

muchos compañeros de residencia quaunque posiblemente no estén taimitados como yo en el plano físico

seguro que lo estarán en el mental. M

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pensamiento sigue abierto, comsiempre, a cualquier sugerencia actividad, soy una persona con poco

prejuicios a quien nunca le ha importadsatisfacer las tentaciones de la carnecon independencia de que pudiera hace

daño o perjudicar a otras personas. Emi época más activa sexualmente, nexistía el pánico que actualmente ha

con el maldito sida. A lo más, a uno se podían pegar algunos hongos, o clarestá, una sífilis o algo más grave, perque en las esferas en las que yo siempr

me he movido, no era muy habituaJamás he utilizado preservativo. Una veo intenté y aquello era una auténtic

mierda. Resultaba mucho más placenter

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hacerse una paja en un cuarto de bañhúmedo. Claro que ahora es distintoPosiblemente me hubiera tenido qu

acostumbrar a utilizarlo porque nunca ssabe. De hecho mi última mujerCristina, murió de sida, y a saber

cuántos contagió antes de que susíntomas fueran evidentes.

Docenas.

Muchas de las personas que ypodía ver a través de mi armario, lacuales disfrutaban del cuerpvoluptuoso de mi mujer, se convertiría

en sombras pocos meses despuésporque ella nunca utilizaba tampocpreservativo con ninguna de sus parejas

ni con las más habituales, ni con la

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esporádicas. A mí nunca me importópor una parte porque pertenecía a otrépoca menos sensibilizada al fenómen

del sida, y por otra parte, porque edefinitiva yo no corría peligro algunoAl fin y al cabo mi relación con Cristin

se limitaba a eso, a ver lo que ella hacícon los demás. Fue mi época de voyeur

menos activa que otras, pero igualment

reconfortante. Disfrutaba con elloncluso cuando la enfermedad avanzó eella y comenzó a adelgazar de formespantosa. Su cuerpo era apenas un

sombra de lo que había sido poco antespálido, esquelético, con pechomenguantes y caídos, pero aú

conservaba gran parte de s

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morbosidad. En cierto modo, su aspectamentable de los últimos mesesodavía me excitaba más que s

voluptuosidad anterior. Algo en scuerpo la hacía extraña, diferente, suhuesos sobresalían por todas partes, s

había convertido en anguloso y spalidez dejaba entrever en algunapartes su riego sanguíneo.

Sus parejas cambiaron. Estaba clarque ya no atraía al mismo tipo dhombres, ya no por el simple hecho dcautivarlos físicamente o no, sin

porque su aspecto denotaba que podíestar gravemente enferma y la gente másensata o que tenía más que perder, si

duda la rehuía. No sé de donde sacab

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sus nuevos  partenaires, pero era gentde peor calaña. Mucho peor. Erealidad, aunque he dicho que murió d

sida, eso no es exacto, lo cierto es qumurió asesinada, y yo lo vi con mipropios ojos, pero la verdadera caus

fue el sida porque quien la mató nhubiera llegado nunca a compartir camcon ella de no ser por el cambio en su

elecciones que con toda seguridad svio obligada a hacer en sus últimomeses de existencia. De todos modohubiera muerto poco después,

seguramente habría sufrido mucho máspor lo que morir de ese modo resultó seuna liberación para ella, y en ciert

manera también para mí.

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 Nunca podré olvidar aquella nocheoche cerrada sin luna. Llovía, no d

forma abundante, pero sí incesante. U

igero viento soplaba en el exterior. Esnoche también tuve un presentimientoLa muerte estuvo en casa antes de qu

sucediera aquello, sin duda fue a tanteael terreno, a ver si valía la pena llevarsa mi mujer esa noche o sería mejo

esperar más tiempo a que su cuerperminara por desintegrarse a causa da enfermedad. Estuvo toda la tard

rondando la casa, yo sentía el frío e

mis venas, incluso llegué a pensar quhabía venido a buscarme a mí. Mencontraba inquieto, intranquilo

desasosegado. No sabía qué era lo qu

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estaba ocurriendo, pero tenía la certezde que era maligno, que algo malocurriría ese mismo día. Lo sabía,

ambién sabía que nada podía hacer parevitarlo. Eso era lo que por otro lado mranquilizaba. Mi impotencia me hací

cómodo, porque si nada podía hacer yode nada valía la pena que mpreocupara. Sé que es un planteamient

egoísta, pero práctico. ¿De qué mhubiera servido estresarme mántentando evitar algo que por otra part

no sabía lo que era? Cuando algo n

iene remedio, es mejor dejarlo correrAsí es como he llegado a viejo, de otrmodo es muy posible que no lo hubier

conseguido. El estrés en cierto mod

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dicen que es beneficioso, pero mejoque sean otros los que disfruten de essupuesto beneficio. Yo siempre h

preferido vivir más tranquilo, y ecorazón solo se ha acelerado durantmis prácticas de sexo.

Casi podía verla a mí alrededorMás tarde llegué a estar convencido dque vino a por mí y que finalmente

solo por casualidades del destinodecidió cambiar de presa al ver locasión propicia y el estado lamentablde Cristina.

Durante las últimas semanas, sactividad sexual había aumentado dforma significativa, cambiando d

pareja casi cada día, y en dos o tre

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ocasiones, incluso organizó pequeñaorgías en la habitación. Recuerdespecialmente una por lo extraña qu

resultó. Digo extraña por dos cosas; eprimer lugar porque compartió a spareja con otra mujer, y porque su pape

fue mucho más pasivo de lo habituaSiempre había dirigido la escena, ecambio en esa ocasión no lo hizo. H

enido tiempo para pensar después dodo lo sucedido, y la actitud de suúltimas semanas podría explicarse spensaba que lo que estaba buscando er

un final rápido a su vida. Posiblementel asesinato del que fue victima lo habíestado ella provocando ya desde tiemp

atrás. De ahí sus continuos cambios d

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pareja, con gente cada vez de más bajcalaña y peligrosa, quizás a eso se debísu mayor actividad sexual, com

buscando desesperadamente una salidque no llegaba, fue un cambio de actitudque provocaba violencia hacia ella.

Sí, había olvidado ese hecho eparticular, pero ahora que estabrememorando la noche en que l

mataron, lo he recordado perfectamente  creo que debería de contarlo anteporque merece una atención especial. Ehecho de que además se humillara as

no solo ante sus compañeros de camasino ante mí mismo, resultaba cuantmenos extraño. Porque ella sabía que y

seguía allí, como cada noche, seguí

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dependiendo de ella, de su actividacada vez más perversa. Lo que msorprendió es que ya no me humillab

ella a mí, sino que se humillaba ante míeso era algo que no formaba parte de spersonalidad. Posiblemente estab

avergonzada de hasta dónde habílegado, de su comportamiento conmigo

Llegué a pensar —mucho después— qu

ncluso era una forma de pedirmperdón por su comportamiento. No lsabré nunca, la gente es tan complicadao debiera decir somos, que uno nunc

sabe a qué atenerse con seguridad.Sus acompañantes, un hombr

malencarado, con barba de tres días, co

el pelo medianamente largo y sin lava

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desde hacía meses, apestando a alcoho—esto último lo imaginé a través decristal—, bastante fornido, con much

vello por todo el cuerpo, especialmenten el pecho y en la espalda, y una mujeque en algún tiempo fue bonita, pero qu

a estaba muy estropeada. Era evidentque las drogas habían hecho mella eella. Aparentaba cuarenta y cinco

cincuenta años, aunque adiviné que tenímuchos menos, tal vez no pasaba de loreinta. Hacía rato que los estaba oyend

por la casa, pero no pude verlos hast

que entraron en la habitación. Habíaestado bebiendo los tres, y mi mujeenía el peor aspecto que yo había vist

hasta entonces. Ya estaba totalment

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desnuda, ojerosa, con el pelo enredado sin una pizca de maquillaje, lo cuahacía que su palidez no se disimulas

como otras veces, parecía muertancluso la expresión de su cara habí

desaparecido. Posiblemente habí

omado alguna droga a la que no estabacostumbrada.

Se mostraba servil con la pareja, lo

cuales entraron magreándose besándose entre ellos, todavícompletamente vestidos mientraCristina sostenía dos vasos de lo qu

parecía ginebra, o posiblemente  gin

ónic. Desde donde yo estaba no sdistinguían las posibles burbujas de l

ónica. Ella no bebía, los vasos qu

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sostenía eran los de ellos que prontestuvieron encamados y medidesnudos. Se limitaba en esos momento

a mirarlos y a sostener las bebidasSeguía sin tener expresión en el rostroTampoco me miraba directamente

ravés del espejo como otras vecesQuizás había olvidado que yo estaballí, o tal vez se avergonzaba de s

misma. Había perdido cascompletamente sus caderas, las cualequedaron con un diámetro similar a sestrecha cintura. Los pechos los tení

odavía más caídos de lo normal, o esme pareció, y a través de ellos sadivinaban todas las venas azules.

El tipo empezó a hacerlo con s

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pareja delante de Cristina. Ambogemían y gesticulaban de formexagerada. No llegaron a corrers

entonces, lo cierto es que la mujer no lhizo durante todo el tiempo qupermanecieron en la habitación. Ell

abandonó la cama y él se sentapoyando los pies en el suelo. Su penseguía totalmente erguido y mojado po

os flujos vaginales de la ramera, porqua mí me dio la sensación de que era esouna puta, posiblemente contratada pomi propia mujer.

 —Acerca esos vasos mamona —ldijo él con voz gruesa y pastosa Cristina.

Ella obedeció sumisamente y l

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entregó uno a él y otro a ella. El la cogidel brazo y la obligó a arrodillarsmetiéndole su polla en la boca. Ell

comenzó a chupársela pausadamente, siel entusiasmo que yo había visto tantaveces anteriores. La otra se paseab

desnuda por la habitación con el vaso ea mano, pero sin perderlos de vista.

 —¿Qué tal lo hace esta tía? —l

preguntó burlonamente ella.El se limitó a sonreír. Ella se acercpor detrás de Cristina y derramó lo que quedaba en el vaso por la espalda. S

imitó a abrir los ojos que tenía cerradohasta ese momento. Ellos reían la gracia

 —¿Estaba fresquito?

 —Esta es de las que lo prefiere

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caliente —le dijo él guiñándole un ojo.La prostituta pareció entenderl

enseguida porque se acercó más

Cristina y pude ver como miccionencima de ella. No lo hizo en su espaldcomo había hecho con la ginebra, sin

en plena cabeza, alcanzando la zonpúbica del hombre y obligando Cristina a beber indirectamente de aque

íquido. Ambos reían sin cesar. Cristinpareció no inmutarse, como si esperascualquier cosa, como si nada lsorprendiera.

El tipo le sacó la polla de la bocpoco después.

 —Chupa por aquí —le dij

obligándola a beber los restos de orin

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de su cuerpo y lo que seguía goteanddesde el pelo.

Luego, y con una sola man

cogiéndola del brazo, la lanzó sobre lcama. Era como una pluma para él, poo que el esfuerzo fue mínimo. Por aque

entonces Cristina debía pesar ya pocmenos de cuarenta kilos. Quedó caídboca abajo y él la montó sin cesar d

reír estúpidamente. Cristina no smovía, ni gemía. Desde mi posición npodía ver si tenía los ojos abiertos cerrados. Parecía no importarle nada d

o que hacían con ella. La ramera lomiraba con indiferencia.

Cuando terminó, se vistieron

salieron ambos de la habitación

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dejando a Cristina sobre la camadesnuda, mojada, humillada, apenas smovió, ni siquiera se levantó par

avarse, hasta la mañana siguiente. Unde los vasos permanecía derramadunto a ella. Mirándol

retrospectivamente, vuelvo a pensar qudebía de estar totalmente drogada parcomportarse de ese modo, aunque si h

de ser sincero, tampoco me importdemasiado porque una vez más habícumplido su función y yo había podidverla actuar, excitándome de nuevo.

Pero aquella noche fue distinto. Ellno estaba tan ida como en esa ocasióanterior, se la veía totalmente lúcida,

se había maquillado ligeramente la cara

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o cual ocultaba las señales de lenfermedad en su rostro, aunque no asen el cuerpo que evidenciaba su estad

cada vez más consumido.Seguía inquieto por la presenci

ndescriptible que notaba a m

alrededor, la lluvia, el viento y loscuridad acrecentaban mi sensacióextraña, mi inquietud.

El era delgado, alto, muy morenoTenía algunos rasgos agitanados aunqupuedo asegurar que no era gitanoLlevaba al cuello un amplio collar d

oro macizo, y un reloj igualmentostentoso en su muñeca izquierda. En lderecha, una esclava con eslabones ta

exagerados como los de su collar,

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gualmente de oro, a juego con unenorme sortija en su dedo meñique. Eipo estaba delgado como digo, por l

que el hecho de que llevara la sortija eel dedo meñique me sorprendió

ormalmente uno se pone los anillos e

ese dedo después de engordar, cuanda no le cabe en los otros, o cuandleva muchos anillos y por lo tant

necesita de la ayuda de todos sus dedopara lucirlos. No era el caso, llevaba usolo anillo y estaba delgado. Eso fue lque me hizo pensar que era robado

quizás sea una tontería y mideducciones sean aventuradas, pero fuo que pensé en ese momento. Tampoc

era algo excesivamente importante, per

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el hecho de que antes de irse rebuscasen todos los rincones de la casa y slevase algunas de las joyas que Cristin

guardaba, me hizo pensar que no mhabía equivocado.

La cosa se desarrolló como tanta

veces anteriores. Ella se desnudsensualmente y luego despojó de toda lropa a su compañero de cama. La

piezas de oro destacaron entoncemucho más en su cuerpo morenotalmente desnudo. Ella no intent

quitarle ninguna. Sin duda la excitaban

sobre todo el collar que se cimbreabante sus ojos cuando él la estabposeyendo sobre la cama.

Fue una verdadera maratón, no m

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explico cómo podía tener tanta energíaUna de las veces, la primera, lo hicierode pie, ella estaba apoyada en l

ventana, mirando al exterior, la lluvigolpeaba ligeramente los cristales y lagotas de lluvia se arrastraban por e

cristal. El la tenía cogida por su yestrecha cadera y bombeaba detrás della con verdadero ahínco hasta que s

corrió por primera vez. Se estuvierobesando, todavía de pie, delante de lmisma ventana. No había perdido lerección en absoluto, y no necesit

ninguna recuperación para volver empezar, esta vez ya sobre la cama euna postura más habitual. Ella estab

como hipnotizada por el movimient

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oscilante del enorme collar que brillabante sus ojos mientras la penetraba. Eesta segunda ocasión ella pareci

disfrutar mucho, imagino que ya estabmás excitada, porque en el anterioencuentro apenas hubo prolegómen

alguno. Él volvió a correrse después do que a mí me pareció una eternidad.

Cuando terminó este segund

encuentro, se acercó a mí, por umomento me dio la sensación de qusabía que yo estaba allí. No podía serCristina siempre era muy cauta en esta

cuestiones, pero juro que pensé quncluso podía verme a través del espejo

Seguía completamente desnudo y co

aquella erección incansable que tant

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me hubiera gustado tener en mis buenoiempos. Cristina seguía en la cama, coas piernas entreabiertas y su vagin

otalmente mojada. Sonreía. —Ven aquí —lo dijo él sin dejar d

mirar el espejo, por lo que por u

momento incluso creí que me lo estabdiciendo a mí. Mi corazón se aceleró, hice un ademán de echarme hacia atrá

en mi sillón, como ocurre cuandconduces y de repente algo se estrella eel cristal, inconscientemente uno aparta cara a pesar de que sabe que est

protegido por la luna del coche.Ella se levantó. Pareció adivinar su

ntenciones. Cuando llegó a su altura, l

arrimó con suavidad al espejo, d

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manera que todo su cuerpo entró econtacto con el cristal. Podía verlperfectamente, toda entera, tod

desnuda, con los restos de su encuentrsexual en la entrepierna. Sus pechos, ymucho más pequeños, parecieron si

embargo, inmensos al aplastarse contrel espejo. Sus pezones quedarorodeados y aparentaron quere

esconderse en el interior de las tetasSus brazos estaban extendidos, comabrazándome a mí. El armario quedmanchado a la altura de su pubis cuand

él la volvió a penetrar desde atrás y ellquedó totalmente arrimada. Era bastantmás alto que mi mujer, por lo que podí

ver su cara perfectamente. No la mirab

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a ella, se miraba a sí mismo en eespejo, volví a pensar que a quiemiraba era a mí, recordé aquell

presencia extraña que me rondaba toda tarde, y pensé que quizás era é

mismo, su aura la que deambulaba po

allí. Llegué a creer que tenía podereextrasensoriales, y no sé cuántas cosamás. Todavía hoy, varios años despué

de la escena, tengo pesadillas en las quveo esta última parte, a Cristinadelgada, pálida, sobre el cristal, sobresaliendo por encima suyo, la car

agitanada de aquel individuo.Lo que hizo después todavía m

asustó más, me hizo temer por mi vida

legué a convencerme de que sí qu

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conocía mi existencia, de que sabía quos estaba viendo, de que luego vendrí

a por mí…

El tercer encuentro sexual fuambién muy largo. Cristina estab

extasiada frente a mí. Ella tambié

parecía mirar a través del espejo y ssabía que yo la estaba viendoexcitándose por ello. Nunca antes s

había acercado tanto. Ocasionalmente spaseaba cerca de él. Una vez incluso sapoyó durante unos instantes, despaldas al mismo, mientras besaba a s

esporádica pareja, pero nada parecido o que estaba ocurriendo esa noche.

Unos instantes antes de correrse po

ercera vez, apartó sus manos d

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Cristina, aunque seguía agitando sucaderas penetrándola sin cesarncansablemente. Con la mano izquierd

se desabrochó la enorme esclava y se lquitó. El cierre de la pulsera era muextraño, nunca había visto cosa igua

Aquello no podía existir en el mercadosin duda era algo fabricadexpresamente. El cierre tenía la form

de un pequeño cuchillo, y parecía taafilado por ambas partes como una hojde afeitar. Su pequeña hoja brilló ante eespejo.

Parecieron pasar horas, pero fucosa de segundos. Apartó ligeramente lcabeza de Cristina del cristal, y si

esfuerzo, sin pensarlo ni un sol

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nstante, la degolló ante mí, ella ni senteró, no llegó a percatarse del peligrono se dio cuenta de nada. Un enorm

chorro de sangre cubrió el espejo. Supiernas quedaron flácidas, no cayó asuelo porque él seguía presionándol

contra el cristal. La sangre continumanando y se arrastró hacia abajocubriendo el contorno de sus pechos, d

su estrecha cintura, de sus piernas, legando posteriormente al suelo. Yseguía horrorizado, no consegumantener el control de mi vejiga y m

meé de forma instantánea, soltando todo que tenía en el interior sobre el sillón

Cristina estaba todavía con los ojo

abiertos, pero evidentemente habí

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muerto. Él continuó con el acto sexuahasta correrse dentro de ella una vemás. No la soltó hasta que no termin

otalmente, luego ella se deslizó poco poco por el cristal, arrastrando consigo que me parecieron litros de sangre

erminando caída en el suelo, comagazapada en la base del armario.

La muerte, que es lo que yo estuv

sintiendo toda la tarde, había cumplidsu misión, y dejé de tener miedo porqupude notar cómo abandonó la casalevándose consigo a Cristina. Ya n

emí que ese hombre supiera dónde mencontraba, ni que pudiera atacarme. Dpronto me sentí a salvo, horrorizado

pero a salvo.

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Luego fue la policía. La malditpolicía. Yo siempre he respetado lautoridad, pero aquellos dos qu

vinieron… mierda. ¿Por qué tuvieroque venir ellos?

Los dos agentes que acudiero

cuando denuncié el crimen y el robo, yhabían estado en casa antes.

Los dos.

Estuvieron en casa y en la cama coCristina. ¿Por qué precisamente ellosEso fue muy duro para mí. Los docuchicheaban entre sí. Sé que hacía

comentarios sobre Cristina, y sobre lque habían hecho con ella. Uno de elloera un verdadero depravado, l

recuerdo perfectamente. Perdí lo

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nervios, sé que los perdí cuando debí dhaber conservado la calma, porque al fi al cabo se trataba de la autoridad. L

maldita autoridad.Cristina estaba tal cual se habí

deslizado por el cristal. El armari

seguía lleno de sangre, ella de sangre semen. Solo tenían que analizar esemen, seguro que encontrarían grande

cantidades. Podía verse a simple vistescapando de su interior. Analizarlpara saber quién había sido el asesino¿Para qué estaban las pruebas de ADN 

odos esos inventos modernos?¿A qué venía tanta pregunta? ¿Po

qué querían saber si nos llevábamo

bien, si la quería? ¿Por qué encontr

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cierta sorna en el tono de voz de uno dellos cuando me comentó la gradiferencia de edad que había entre ella

o? ¿Qué insinuaban?Debí decirles que los había visto

os dos con mi mujer. Que uno de ello

había utilizado su porra reglamentaricomo consolador porque su ereccióapenas duró treinta segundos y acab

corriéndose encima de la colcha. Sdebí decirle que sabía perfectamentque Cristina se había reído de él y de spolla flácida, que a diferencia de s

porra, no era «de reglamento». No lo hice porque no quería qu

descubrieran mi escondite, ni qu

supieran nada sobre el acuerdo entre m

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mujer y yo. Tampoco quise perjudicarlo que ellos se sintieran amenazados.

Sí, aquel capullo ni siquiera se quit

os calcetines, era un impresentable y nsoportó que Cristina se riera de él. Lpuso las esposas. Llevaba dos juegos

uno lo utilizó en las muñecas y el otro eos tobillos. Ella se estaba divirtiendo,

no cesó en sus burlas, diciéndole qu

cuando lo vio en comisaría le habíparecido mucho más hombre. Él parecímpasible, pero estaba fuera de s

Todavía no sé como no acabó mal l

escena. Al final se limitó a masturbarlcon la enorme porra y al ver que ella scorría como una loca, se calmó. No l

volvió a insultar, ni siquiera le pidió qu

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a desatara. Se incorporó como pudo o besó y acarició con las manos atadas

El no recuperó la erección, de maner

que antes de desatarla volvió penetrarla con la porra hasta que elluvo otro orgasmo.

El muy cerdo ahora estaba allcontemplando el cadáver de Cristina, haciendo comentarios con s

compañero. Cuchicheaban y me mirabade reojo. No era justo.

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Capítulo 7

La foca

Todavía no entiendo por qué no nodejaron ir al entierro de AugustoCuando yo grité desesperado desde m

habitación, todos los que esperaban coansia entrar en el cuarto de bañvinieron a ver qué pasaba. Ya nparecían tener prisa en mear, sobre tod

Felipe que a su manera ya había saciadsu deseo. La foca se abrió paso empujones entre la gente.

 —¿Qué coño pasa ahora?

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 —Augusto ha muerto.Ella se acercó y le tomó el pulso. —Bien, así tendremos una cam

ibre y uno menos al que aguantar. Nadie se atrevió a replicarle, n

siquiera yo.

Entraron en la habitación Hortensi  Obdulia. También llegó, sin dud

atraído por el follón que se habí

montado, Juanjo, que era uno de loceladores de la residencia, un chicoven, de aproximadamente treinta años

esbelto, incluso atractivo me atrevería

decir. —¿Hay algún problema? —s

dirigió directamente a la foca.

 —Nada, que este la ha palmado

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Mira —dijo mientras levantaba lsábana—, el muy guarro tiene localzoncillos en los tobillos. Parece se

que antes de morirse tuvo malopensamientos —sonrió.

Pronto se encargaron de despejar e

camino. Nos dijeron que nos vistiéramo  bajáramos al comedor. Yo no quis

hacerlo, pero al quedar a solas con l

foca y el celador, esta no dudó en darmun guantazo con su enorme mano abiertaSe me marcaron sus cinco rollizos dedoen la cara. No soy de los que ofrece l

otra mejilla, de manera que decidobedecer y salir de allí. Como querísaber dónde iban a llevar a Augusto

decidí quedarme cerca de la puerta qu

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estaba entreabierta, para ver si podíescuchar algo.

El pasillo estaba a oscuras, y supus

que la intensa luz que alumbraba lhabitación, les impediría verme desde enterior. Yo, en cambio, sí que podí

verles con cierta claridad, aunque dforma algo incómoda porque la puertapenas estaba abierta unos quinc

centímetros.Pude oírlos perfectamente, quedandasombrado de lo que oí, y de lo qupude ver después. No hicieron ni cas

de Augusto, al que habían vuelto cubrir con la sábana, esta vez tapándolncluso la cabeza.

 —Bien, nos hemos quedado solos,

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esta banda de estúpidos está demasiadacojonada como para venir a ver qupasa. Puedes aprovechar para satisface

a tu gordita.«Gordita», así parece ser qu

lamaba el celador a la foca, aunque é

no había abierto la boca todavíaMientras ella le dijo eso, se habíacercado a él y ya le pasaba una de su

rechonchas manos por la entrepierna. No podía creer que estuvieraiados, pero a pesar de lo gorda, pelud fea que era, generaba morbo. A mí m

o daba, y estoy convencido de quambién se lo producía al celador

Además, él era un joven con buen

presencia como ya he dicho antes,

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aprovecharon la cama de Pascual parniciar sus escarceos. Tuve suerte

porque de utilizar la mía que estaba a

otro lado de la habitación, no los habrípodido ver, me hubiera tenido quconformar con oírlos, o mejor dicho

con oírla a ella, porque era la única qugemía y gritaba. También decía cosaspero no podían entenderse, estaba com

fuera de sí, como posesa. La cama squejaba con sus sacudidas, y llegaba moverse, a pesar de que las ruedaestaban trabadas con el freno d

seguridad. El celador estaba absorto coas tetas, evidentemente eran lo que máo atraía. Las apretaba con ambas mano

e introducía su cara entre ellas, lueg

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chupaba una, luego la otra. —¡Muérdelas! —conseguí entende

que decía ella.

Obedeció sin rechistar y empezó morderle las tetas y los pezones, ellgimió con mucha más fuerza, cogiendo

arañándole el culo.Abrió las piernas y le cogió la polla

ntroduciéndola en su interior

nmediatamente se perdió entre lenorme mata de vello negro ensortijado, le cogió luego la cabeza a acercó a una de sus tetas, insistiend

en que la mordiera otra vez. Inclusdesde donde yo estaba empezaban notarse las marcas de los mordiscos

uno de los pechos había comenzado

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sangrar cerca del pezón.La carne le temblaba como un flan

como la gelatina de los miércoles

Sonreí al darme cuenta de que no era lprimera vez que la comparaba con emaldito postre incomestible.

Cogió la lamparilla de noche questaba sobre la mesilla de PascualEstaba encendida, Pascual siempr

olvidaba apagarla. Mientras Juanjseguía mordiéndola violentamente, elliró de la lámpara que se desenchufó aensarse el cable. La acercó al traser

de él, el cual lanzó un grito y dejó dmorderla.

 —¡Me has quemado zorra! —le dij

mientras la abofeteaba cuatro o cinc

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enamorado de ella. Me sentí como uquinceañero con su primera novia. Nsabía qué decir.

 —¿Qué te pasa? —insistió. —Nada, nada, me he quedado u

rato en la escalera, he sentido mucho l

de Augusto. —Pobrecito —me cogió de un braz

con sus dos manos, mi corazón lati

desenfrenadamente.¿Sentiría lo mismo que yo? ¿Seríposible que todavía alguien se pudierenamorar de un viejo? Las preguntas

as inquietudes se agolpaban en mcabeza.

Estuvimos así un largo rato

apartados de los demás que paseaba

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por el recinto sin rumbo fijo.Casilda en cierto modo m

recordaba a mi segunda mujer, creo qu

odavía no he hablado de ella. Slamaba María. Me casé pocos mese

después de que falleciera Marta. No e

que no sintiera la muerte de Marta, lque ocurre es que yo no podía vivisolo, necesitaba de una mujer qu

estuviera conmigo cada día. Marta mhabía malacostumbrado, su servilismcontinuado, el hecho de que yo lo fuerodo para ella, en cierto modo me hací

a mí también depender de su compañíaecesitaba de ese sentimiento, me hací

sentir importante, amado, invencible.

Con María no fue lo mismo, per

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ambién resultó ser bastante dócil. Nuve los mismos problemas sexuales qu

con Marta, pero he de admitir qu

ampoco me dio tantos placeres durantos años que compartimos.

Con María yo jugaba ya sobr

seguro porque durante varios meseantes de morir mi esposa, compartíecho habitualmente con ella.

Marta lo sabía, incluso se la llegué presentar una noche, cosa que no habíhecho con mis otras conquistas. A lsumo le contaba algunos detalles, per

nunca me había atrevido presentárselas. Con María era distintofue una relación más estable, de hecho

mientras estuve con María no estuve co

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ninguna otra, salvedad hecha de mesposa a la que satisfacía puntualmentuna vez por semana. El resto de los día

eran para la dulce María. Nuestro matrimonio resultó el má

aburrido de los tres que tuve en mi vida

si bien no me puedo quejar demasiadoEstando casado con María también tuvaventuras fuera de casa, aunque

diferencia de lo que ocurría con Martanunca se me ocurrió contárselo. No lhubiera comprendido. Era imposible quo comprendiera, a pesar de que ell

misma había sido mi amante coanterioridad y colaboró a que yo lpusiera los cuernos reiteradamente

Marta. Pero María era así, no le cabí

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en la cabeza que yo pudiera desear alguien distinta de ella. De hecho, nsiquiera cuando estaba casado co

Marta le dije ni una sola vez que todavíhacía el amor con mi mujer. Tuve qudecirle que hacía meses que ni siquier

dormía con ella, y que nuestrmatrimonio no era más que un arreglentre nuestros padres.

De manera que yo seguí con mi vidaun tanto irregular, un tanto calaverapero cuidando las apariencias en casaEra lo que más me molestaba, para m

era mucho más cómodo mi matrimonianterior, donde no tenía necesidad dmedir las palabras ni de ir con cuidad

por si un día llevaba un cabell

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femenino en la chaqueta, o podía oler otra fémina. Todos estos detalledesencadenan en un importante estré

que no me gusta soportar.Recuerdo que en uno de mi

escarceos durante mi prime

matrimonio, cuando llegué a casa le hicel amor a Marta, y cuando terminamome preguntó por qué no le había dich

que venía de estar con otra. —¿Cómo lo has sabido? —lpregunté.

 —Has estado comiéndole el coño

oda tu cara huele a chocho, y no eprecisamente el mío.

Era cierto, recordaba que me habí

avado, pero ya se sabe que cierto

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olores son pertinaces. Nada ocurrió eesta ocasión, porque tenía carta blancpara hacer lo que yo quería, pero co

María todo tenían que ser precaucionesa fuerza de ello pronto me acostumbré ener más cuidado con mis conquistas,

de hecho nunca se enteró, muriendconvencida de que era la única mujer dmi vida. También murió, sí, creo qu

seré uno de los pocos hombres deplaneta que por tres veces se ha quedadviudo.

Que yo sepa, María fue la únic

mujer que no compartí con otro. A Marta compartí con Pedro y a Cristina co

docenas de desconocidos, entre ellos, a

menos dos policías y un asesino. E

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cuanto a mis amantes, ninguna tuvo lexclusiva conmigo.

Un día creí haberla pillado con la

manos en la masa al volver del trabajoEstaba con un jovencito de unoveintidós años, los vi saliendo de l

habitación. Inmediatamente imagincosas, claro está, aunque pronto me dcuenta de que no había ocurrido nada

Era su sobrino que estaba de visitaResultaba un tanto amanerado, y pocpodía yo imaginar en aquel momentoodo lo que ocurriría poco después.

 No puedo decir que me sintieratraído por él entonces, de hecho apenae hice caso. Cenó con nosotros y Marí

nsistió en que se quedara unos días e

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casa. A mí no me importó y no pusobjeciones.

Esa noche hice el amor con María

ada que destacar, como tantas otraveces. Hacía calor y lo hicimos sobras sábanas y no debajo de estas como

ella le gustaba. La luz apagada, comera su costumbre, la ventana permanecíabierta y entraba suficiente claridad. A

mí me gustaba contemplarla mientrahacíamos el amor.Cuando terminé, me levanté a bebe

 a comerme un yogur. Casi siempre qu

ermino de hacer el amor, me apeteceOtros acaban fumándose un cigarrilloo prefiero los lácteos.

Salí de la habitación y allí estaba él

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Pronto me di cuenta de que nos habíestado mirando. Yo seguía desnudo, éme miró de arriba abajo. No dijo nada

Me dirigí a la cocina sin hacecomentario alguno, y cuando volví acostarme, Román, que así se llamaba e

sobrino de mi mujer, ya no estaba allíPor un momento esperé encontrarlo emi habitación, pero no fue así.

Al día siguiente, durante edesayuno, me miraba con descaro, emodo alguno se había avergonzado poel hecho de que lo pillara espiándonos

  con su mirada parecía desafiarme que yo hiciera alguna observaciódelante de María, pero preferí n

hacerla, al fin y al cabo, ¿qué iba

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decir?María salió de compras esa mañana

Yo no tenía nada que hacer, como d

costumbre, y no me apetecía salir, dmanera que me quedé a leer un rato ecasa. María le preguntó a Román s

quería acompañarla, pero también sexcusó y dijo que prefería quedarse ver la tele un rato.

Al poco de abandonar María la casase acercó donde yo estaba y me rozó couna de sus manos. Yo levanté la mirada.

 —¿Qué, te divertiste anoche con l

función? —Sí, tienes un culo perfecto —y

esperaba cualquier respuesta evasiva

menos lo que al final me contestó. M

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quedé cortado, sin saber cómo continuaesa conversación.

 —¿Nunca has estado con alguien d

u mismo sexo? —continuó él al ver quo no decía nada.

Su voz era muy suave, melosa

igeramente amanerada. Yo me sentíncómodo.

 —No…

 —No lo dices muy convencido. —Pues sí que lo estoy, sperfectamente que nunca he estado coun tío.

 —Vale, vale, no te pongas ashombre. Era solo un poco de cotilleo.

 —¿A qué viene tanta curiosidad?

 —Quería saber si todavía era

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virgen —me lo dijo arrimando suabios a mi oreja.

 Noté su respiración suave y no pud

evitar excitarme, a pesar de que eabsoluto me apetecían ese tipo dexperiencias.

 —¿Virgen? —le dije yo un tantnseguro.

 —Sí, ya me entiendes, virgen po

detrás.Creo que me ruboricé. No sabía quhacer con mis manos, las cuales estabasudorosas por los nervios.

Por lo visto él se dio cuenta de questaba ganando terreno, y se volvió máatrevido. Se sentó a mi lado, muy cerca

con su cuerpo pegado al mío. Yo estab

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nquieto, pero no me aparté. Todavía nsé por qué.

Puso una mano sobre mi muslo

empecé a notar una erección que intentevitar porque no quería que él se diercuenta del efecto que estaba teniend

conmigo. —No sabes lo que te pierdes. A m

me gustan los hombres maduros y co

experiencia con las mujeres. Sois lomás interesantes. Yo puedo ofrecerte lque María no podría darte nunca, puedo ser tan cariñoso como ella.

Mi erección perdió el control y shizo evidente. Se percató de ello y pasa mano de mi muslo a mi entrepierna

Mi pene latía con fuerza. Fui incapaz d

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apartarle la mano, creo que ni siquierabrí la boca. Era superior a mí y msentía dominado por su personalidad

unca hubiera pensado que tuvieranta. No lo aparentaba, con su aspect

de niño grande, parecía eso, un niño. E

cambio su magnetismo era real desbordante.

Cogió con su mano libre una de la

mías, y con suavidad la dejó sobre ssexo. Noté su erección sin ningundificultad. Nunca antes le había metidmano a un hombre. Estaba hecho un lío.

María todavía tardaría en volveporque cuando salía de compras por lmañana, incluso era posible que n

viniera a comer, le apasionaba El Cort

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nglés. Algunas veces iba cuando abríaa las diez de la mañana, y no volvía casa hasta las diez de la noche cuand

finalmente cerraban. Estoy convencidde que más de una vez tuvieron quecharla educadamente para poder cerrar

Román acercó sus labios a los míosYo aparté ligeramente la cara de formautomática. Él se acercó más y dejé d

resistirme. Eran tan suaves y tasensuales como los de la más cariñosde las mujeres. Incluso algo carnososcomo a mí me gustaban. Pronto nuestra

enguas se entremezclaroconvirtiéndose en una sola. Me acaricicon ella la parte interior de mis labios,

as dos caras de mis encías. Tenía un

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gran experiencia besando. Su mano shabía introducido mientras en el interiode mi pantalón. No noté que me bajar

a cremallera, pero evidentemente lhizo, y pronto tuve mi polla entre sumanos.

Resulta curioso cómo la menthumana asocia cosas. Hace apenas upar de horas que he descubierto qu

Augusto ha muerto, y ya estorecordando aspectos de mi relación comi segunda mujer, cogido de la mano dquien creía que me ignorab

completamente. La realidad ecambiante y pienso que distinta parcada uno de nosotros. El cerebro no

engaña, nos la juega como quiere. E

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otro día leí, bueno en realidad ya hacbastante tiempo porque aun no habívenido a esta residencia, que muchos d

esos engaños de los que no nopercatamos se producen como defenspara nuestro organismo. Indicaban uno

ejemplos curiosos, en uno de ellodecían que en entornos agresivos compodía ser África, si una persona ve,

cree ver una pequeña parte de un tigr—no recuerdo si hablaban precisamentde este tipo de animal, pero para el cases lo mismo—, el cerebro humano tien

a facultad de reproducir al animaentero para que se pueda reaccionar corapidez ante el peligro. No se trata má

que de un engaño, pero con una buen

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finalidad, una especie de mentirpiadosa. ¿Hasta dónde llegaran este tipde alucinaciones? ¿Cómo podemo

distinguir la realidad de la ficciónPosiblemente muchas de las cosas quvemos como ordinarias y totalment

normales, al final no son más qucreaciones cerebrales, imágenenventadas por nosotros mismos si

saberlo, sin sospecharlo, sueños edefinitiva. Soñar despierto, eso es lque a veces creo que me pasa, muchaveces confundo sueños pasados co

realidades presentes. ¿Hasta qué puntvivimos nuestra propia vida y no somovíctimas y simples peones de nuestr

maginación?

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Hay días en los que siento una fatigenorme, posiblemente a causa de ledad, estoy muy viejo, no lo sé, el cas

es que las jaquecas cada día son máfuertes. Nunca antes había sufrido ddolores de cabeza similares. Las siene

me palpitan, siento agobio injustificado  solo noto alivio cerrando los ojo

durante un buen rato, alejándome con e

pensamiento de mí mismo.Ahora me preocupa que la foca mhaya visto finalmente bajar la escalerasi descubre que los he estado espiand

es capaz de cualquier cosa, creo quhasta podría matarme, siempre me hparecido que es una mujer si

escrúpulos. Tengo miedo. No m

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mportaría morirme hoy mismo, en estpreciso instante, no le temo a la muertepero tengo verdadero pánico al dolor, a

sufrimiento, nunca he soportado siquierque me pincharan para hacerme uanálisis de sangre, soy aprensivo

ncluso diría que algo hipocondríaco.Ahora tengo una nueva compañera

¿Querrá pasar el resto de su vid

conmigo? ¿Podré compartir con ella mirecuerdos, mis temores, mis miedos?¿Por qué estaba hablando d

Román? Sí, creo que porque unas cosa

levan a otras, no sé muy bien por qudigo esto, mis recuerdos son comlashes, lo que recuerdo lo hago co

odo tipo de detalles, no importa qu

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hayan pasado décadas, en cambimuchas otras cosas las he olvidado. Ecerebro está diseñado para olvida

sistemáticamente, la capacidad mentade archivo parece limitada y al finasolo conserva aquellas cosas que ha

dejado una mayor huella. Posiblementrecordarlo todo sería más un castigo quuna bendición. Si no olvidásemos nada

recordaríamos también cada pequeñdetalle de cada hora de nuestra vidauestro cerebro se bloquearía

perderíamos la razón. De cuando er

niño me acuerdo de muy pocas cosas, ecambio sí que permanecen en mi mentalgunos detalles de cuando iba con m

madre a comprar chocolate, o de lo

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primeros días de escuela, cuando yo mquedaba llorando y mi madre se iba casa. Rememoro la angustia, el temor d

aquellos días. De mi padre apenas nadancluso me cuesta imaginar su aspecto

su cara, su voz. Solo algún día de pesca

pero no puedo ver su rostro.Otra vez me ha dolido la cabeza, d

repente estoy en mi habitación, solo d

nuevo, con mis recuerdos. Ni siquiera sdónde está Casilda. Hace un momentestaba bajo, con ella. Recuerdo cosas dmi juventud y en cambio no cómo h

subido hasta aquí. Tampoco sé qué hores, no sé dónde he dejado mi reloj. Posuerte todavía conservo mi pluma, m

querida pluma, y las cuartillas dond

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escribo cada día. ¿Podré seguiescribiendo?, ¿hasta cuándo? No sé sestos dolores de cabeza se repetirán mu

a menudo, o si afectarán a mi memoriaDeberé de aprovechar cada momentque me quede de lucidez. ¿A qué s

deberá mi obsesión por escribir?Pronto tuve mi polla entre su

manos. Román sabía perfectamente l

que estaba haciendo. Cada movimientde su mano lo sentía en todo mi cuerponotaba un cosquilleo inigualable en mespalda, en las piernas, en el cuello. M

sentía flotar.La metió en su boca, en su dulc

boca, entre sus labios carnosos, y n

noté para nada sus dientes hasta que é

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no quiso. Cuando ya estabenormemente excitado, empezó rozarme con ellos, provocando u

cambio en mi placer. Nadie me lo habíhecho como él hasta entonces, pensé qume sentiría violento, que me daría asco

que simplemente no conseguiría teneuna erección, pero ocurrió todo lcontrario. Cuando quise darme cuent

estábamos los dos totalmente desnudossobre la cama. Afortunadamente Maríno la había hecho, por lo que nendríamos que rehacerla para esconde

nuestra actividad.Me hizo ponerme a cuatro patas y m

acarició todo el cuerpo, por arriba y po

abajo. Dulcemente, como la má

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esfínter se relajó casi automáticamentecomo esperando más cariciasabandonándose por sí solo a las nueva

atenciones que le estaban otorgandoAlguien, un desconocido prácticamentese había detenido por fin en ese órgan

an olvidado, en esa parte de mi cuerpque ni siquiera yo conocía, que ymismo ignoraba.

Fue el preludio de la sodomía, mmantuvo en esa postura que tanto mhubiera avergonzado si me hubiespodido ver María, pero con Román n

me importaba, no tenía pudor, me sentíotalmente suyo. Me acarició con su

dos manos desde el cuello hasta e

nacimiento del culo, luego las piernas

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especialmente en su cara interior. Ypodía notar su pene rozándome podetrás, como explorando el terreno. M

penetró.Me tenía cogido de la cintura

empezó a moverse, adentro y afuera

entamente al principio, márápidamente después. De vez en cuandsoltaba una de sus manos de mis cadera

 me acariciaba con ella distintas partede mi cuerpo. Entre ellas mis testículosMe los cogió sin dejar de penetrarme, lcombinación de placeres resultab

extraña, indescriptible.Ahora vas a sentir cómo se hinch

mi polla dentro de ti y te llena con m

placer, me dijo sensualmente. Yo estab

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ambién a punto de correrme, y ansiosde que él lo hiciera dentro de mí. Siduda iba a experimentar una sensació

otalmente distinta a cualquier otra quantes hubiese tenido. No diré que fue mmejor experiencia sexual, pero sí qu

resultó la más inesperada, el mejoregalo que recibí de otra persona. Esatención hacia mí, atención que yo n

había buscado, hacía que me sintierseducido, amado, me sentía comsupongo que se puede sentir una mujecuando es halagada con todas la

atenciones por un hombre.Se corrió dentro de mí y me sent

nundado de placer y semen. Si en es

momento alguien o algo hubiera siquier

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rozado mi pene, estoy seguro de quhubiera eyaculado espontáneamente, taera mi excitación.

Se dejó caer sobre mi espalda y mdijo que me acostara. Lo hice y él siguidentro de mí, quedando sobre mi cuerpo

acostado, compartiendo cada centímetrde piel. Seguía notando su erecciónaunque después de correrse, el volume

de su pene disminuyó ligeramente, o esme pareció al menos. Estuvimos uargo rato así, hasta que su erecció

desapareció totalmente.

Me dio la vuelta y me mordisqueas tetillas mientras empezaba

manosear de nuevo mi pene, y

otalmente dispuesto y preparado par

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erminar.Lo volvió a meter en su boca, d

nuevo sentí sus carnosos labios sobre m

cipote, volví a sentirme en el cieloEstaba flotando, flotando…

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desnuda, con su inmensidad carnosa antmis ojos. Estoy convencido de que sodavía fuera capaz de tener un

relación sexual normal, intentaríseducirla, sí, su sola presencia murbaba.

 No sabía nada, no podía saberloaunque posiblemente lo sospechara, y tavez solo intentaba que yo m

descubriera, que confirmara susospechas. —¿Qué es eso que escribes en t

habitación?

Me sentí pillado in fraganti, npodía admitir que estaba escribiendalgo porque querría verlo, querría leerl

 me descubriría.

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 —¿Escribir? —intenté mostrandiferencia—, en realidad no escrib

nada, simplemente me entreteng

haciendo algunos garabatos con mpluma. Nada de interés, siempre lodestruyo después de hacerlos, es un

forma de pasar el tiempo sin aburrirmdemasiado.

Ella no pareció muy convencida co

mi explicación, aunque tampoco insistióDebería de tener cuidado, no podídejar mis escritos en cualquier parte.

Ahora ella estaría alerta e intentarí

descubrirme. Debería de tener mácuidado que nunca, pero a pesar de todno puedo vencer mi deseo de escribir

de comunicarme conmigo mismo

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ravés de mis recuerdos. Hoy tendríque ser prudente y no escribir, pero npuedo evitarlo, estoy pensando esto y y

me dirijo a la habitación a continuaralgo me oprime la cabeza y me obliga sacar de ella mis pensamientos.

Marta, el recuerdo que más mabruma es precisamente el más antiguoMarta prevalece sobre María y sobr

Cristina. Si tuviera que elegir, lelegiría a ella, a pesar de nuestrnefasto comienzo como marido y mujerSoportaba todos mis vicios, mi

comportamientos, cualquier cosa que yhiciera la comprendía, e inclusntentaba justificarla. Hasta me incitab

a veces a comportarme inmoralment

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con ella. Los recuerdos de su padrseguían atormentándola en sus últimodías, a pesar de que me lo contó todo, d

que descargó toda su concienciconmigo, todo lo que la abrumaba, lque la oprimía. Un día se sentía ta

culpable que me pidió que la castigasde un modo especial. Ya no le bastabamis palizas sexuales, el uso de la

disciplinas apenas eran ya un sucedánepara ella. Necesitaba más para curar ssentimiento de culpa. Fue entoncecuando pensé en Pedro, el amigo que m

había ayudado a recuperar a Marta. Lconté lo que ocurría, él ya sabía que mrelación con Marta había mejorad

enormemente gracias a su intervenció

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me estaba pidiendo una relación máfuerte con otro hombre. Quizás coPedro. Estoy seguro de que s

experiencia esporádica con él la habímarcado lo suficiente como pardesearlo, aunque no se atrevía

pedírmelo directamente.Pedro se mostró entusiasmado con l

dea. Se sintió como un expert

consultado por un ignorante, y me dijque él sabía como satisfacer a Marta. —¿Ves como yo tenía razón? Toda

as mujeres son iguales, necesitan caña

saber quién manda en casa. Soncapaces de pensar y solo funcionan

base de sentimientos. Corazón, y n

cerebro.

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Esa forma de pensar a mí me parecíexcesivamente machista, y solo lcompartía en parte después de mis año

de relación con la sumisa Marta, pero nera el momento de discutir con Pedrosinceramente necesitaba su ayuda y n

debía de contradecirlo. Me limitaría seguir sus consejos a ver qué pasaba.

Esta vez ya no supuso una sorpres

para Marta. Cuando esa noche entramoos dos en casa, nos estaba esperandosabía que yo buscaría a Pedro, cada veestaba más convencido de ello. Tanto s

actitud como su vestimenta la delatabanLlevaba puesto un camisón de sedotalmente transparente, sin ningún tip

de ropa interior debajo. El camisón l

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legaba hasta los tobillos, aunque comdigo, nada ocultaba. Estaba más desnudque si no llevara nada de ropa, y si

maquillaje alguno, aunque se habíhecho una limpieza de cara profunda, su rostro estaba perfecto, suave, con un

sensualidad infantil, sin aditivos. Nlevaba anillos, ni pendientes, ni nad

similar, estaba preparada para se

castigada. Se la veía feliz, entregada. Yambién lo estaba al darme cuenta dque había acertado con mi decisión dbuscar a Pedro, y él estaba entusiasmad

con la situación. Todo fue perfecto hastese momento.

Luego ocurrió aquello.

Pedro se quitó la ropa. M

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sorprendió ver que llevaba un ridículanga de piel que conservó puesto com

única prenda. A mí me dijo que m

desnudara y lo hice completamente. Solde pensar en lo que podía ocurrir mpredisponía a estar excitado.

 —Esta vez no será necesario que tamordacemos. ¿Verdad? —le preguntPedro a Marta.

Marta asintió sumisamente. —Bien, recibirás el castigo qumereces y te sentirás purificada —sonrió.

Yo no me atreví a preguntarle qubamos a hacer, y me limité a espera

que él dirigiera la situación. Se notab

que estaba en su salsa. Sentí curiosida

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por conocer su vida sexual en casaCómo trataba a su mujer, siempre svanagloriaba, de que hacía lo que querí

 que quien mandaba era él, pero yo nacababa de creérmelo.

Marta estaba totalmente dispuesta.

En esta ocasión, Pedro iba muchmás equipado que años atrás, cuandvisitamos por primera vez y po

sorpresa a Marta. Lo primero que hizfue atarla con dos cuerdas, en una lnmovilizó las manos a la espalda, coa otra le ató los pies, dejand

aproximadamente cincuenta centímetrode cuerda de manera que pudiescaminar a pasos cortos. Acto seguid

sacó unas disciplinas de la bolsa, much

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más pesadas y grandes que las otrascasi parecía un látigo de siete colas deipo que se podía ver en alguna

películas de piratas. Sin mápreámbulos, salvo en todo caso algunonsultos que ahora no recuerdo dirigido

a Marta, comenzó a golpearla coaquella especie de extraño látigo. Lgolpeaba encima del camisón de sed

ransparente que llevaba, el cual prontquedó totalmente destrozado y hechirones, tanto por delante como por l

espalda, principalmente por detrás qu

era donde dirigía la mayor parte de logolpes. Marta comenzó a sangrar en lapiernas, las nalgas, la espalda, e inclus

as manos que no podía apartar porqu

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permanecían atadas encima del culoGemía a cada golpe y las lágrimas lsaltaban involuntariamente de los ojos

Hacía esfuerzos por no gritar de dolor.Pedro la lanzó de un empujón si

miramiento alguno sobre la cama

quedando boca arriba en una posturbastante incómoda debido a suataduras. La vista de la sangre m

excitaba. Nunca el uso de las disciplinahabía llegado a aquel extremo, y siduda esta vez le quedarían algunacicatrices. Pedro se acercó a ella y l

colocó una pinza metálica en cada unde los pezones. Marta lanzó dos sendogritos, ya no podía controlar más e

dolor que sentía. La presión de la

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pinzas era continua, y si ella se movíaambién lo hacían los pesados artilugios

con lo cual el dolor debía de aumenta

sin duda. Los restos del delicadcamisón estaban ensangrentados y smezclaban con las heridas de su cuerpo

Fue entonces cuando Pedro se quitó eanga de cuero y la montó por primer

vez aquella larga noche. La sangre pas

de un cuerpo al otro con el roce, y lapinzas se movían por las acometidas dPedro, arrancando leves quejidocontinuados a Marta. Desde donde y

estaba podía ver el culo de Pedrsubiendo y bajando sin cesar, tambiépodía distinguir sus testículo

balanceándose mientras la penetraba. E

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ambién comenzó a gemir, incluso griten un par de ocasiones, estaba fuera dsí. A Marta debían de habérsel

dormido los brazos y las manos por lpostura, pero seguía sin decir nada, solgemidos y algún que otro grito s

escapaban de su garganta. Él sacó spolla y se colocó encima de su caraobligándola a que se la chupara. No s

conformaba con ello, sino que siguirealizando movimientos arriba y abajocomo si siguiera penetrándola, aunquutilizando su boca en lugar de su vagina

Para poder moverse mejor se colocó cuatro patas, en posición invertida Marta, concretamente quedó mirándom

a mí, su expresión era desencajada, l

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hubiera corrido todavía, pero era segurque estaba disfrutando.

De repente note fuego en las nalgas

fue inesperado, Pedro me habígolpeado violentamente, aunque una solvez, con aquellas disciplinas, me salt

a piel del trasero en varios puntos noté cómo sangraba. No se lo recriminporque de hecho me había excitado

Supongo que no hubiera aguantado coplacer una paliza como la de Martapero un único golpe y en aquel momenthizo que me corriera de inmediato.

Pedro estaba fumando un cigarrilloSe acercó a Marta y la besó, los restode semen pasaron de una boca a otra

Mientras la besaba quemó con e

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cigarrillo que llevaba encendido, una das tetas de ella, en dos o tres sitios. N

gritó porque él tenía atrapada su boca

pero sus ojos se abrieron como platos vi el sufrimiento en ellos, unas gruesaágrimas le cayeron por los laterales

Pedro dejó de besarla y apagó ecigarrillo en el otro pecho. Esta vez sque gritó desesperadamente.

 —Te has portado muy bien —le dijPedro mientras le quitaba las pinzas dos pechos.

Unas gotas de sangre salieron de la

heridas provocadas, y Pedro le chupos pezones tragando la sangr

derramada.

 —Ahora solo te queda pasar un

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prueba y quedarás totalmente purificadahabrás pagado por todos tus pecados malos pensamientos. ¿Estás dispuesta?

 —Sí —dijo débilmente mientraasentía a su vez con la cabeza.

Su voz había sonado ronca, lo habí

dicho con esfuerzo. No pidió que ldesatáramos. Tampoco había pedido que quitáramos las pinzas.

 —Antes de seguir te daremos upremio.Pedro le introdujo un dedo en l

vagina, mientras que con la boca empez

a chupar sensualmente el clítoris. Eresultado fue rápido, pronto sconvulsionó espasmódicamente y s

corrió.

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 —¿Qué vamos a hacer ahora? —matreví a preguntar.

 —Nos la vamos a tirar los dos otr

vez, pero ella deberá de sufrir upoquito mientras —sonrió sádicamente.

Yo sentí algo de miedo, temía qu

pudiéramos hacerle demasiado dañoaunque por lo que había podido vehasta ese momento, ella parecía esta

disfrutando de verdad.Pedro cogió una bolsa de plásticransparente bastante grande y un roll

de precinto adhesivo. Le colocó la bols

en la cabeza y la cerró a la altura decuello con el precinto. Ella empezó respirar con dificultad dentro de l

bolsa.

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 —Se va a ahogar —dije yo. —No te preocupes, tiene aire par

algunos minutos. Cuando se le termin

romperemos la bolsa y recuperará ealiento, mientras, hemos de follarla. Lfalta de aire la excitará mucho más.

Dicho y hecho, la montó nuevamentea bolsa estaba totalmente empañada y l

cara resultaba difícil de distinguir. L

bolsa se movía al ritmo de srespiración. Sus gemidos podían oírsealgo más ahogados, pero se oían.

Esta vez Pedro se corrió en l

vagina y me cedió posteriormente epaso. Pude notar su semen en mi pollao cual aumentó mi deseo morboso haci

Marta. Se repitió otra vez, cuando má

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concentrado me hallaba, note otracerazo en el culo y no pude controla

de nuevo mi orgasmo que fue rápido

automático, aunque enormementsatisfactorio.

Pedro se acercó a Marta y rompió l

bolsa para que pudiera respiraibremente.

Los recuerdos me atormentan, d

pronto veo a Cristina, degollada ante men aquel cristal a través del cual, tantacosas había podido ver en mis últimoaños de matrimonio. En cierto modo m

sentía culpable por su muerte, por otrparte, pienso que nada hubiera podidhacer para evitarla. Ella es quien habí

buscado a su pareja aquella noche

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siempre lo hacía. Salía a la calle y anteo después acababa con alguien en lcama, principalmente los fines d

semana cuando acudía a las discotecaque eran su lugar de caza preferidoCristina era una auténtica viciosa de

sexo, y yo su esclavo voyeur  y cornudoSiempre la veía a través del cristasiempre, excepto una vez en que m

pidió que estuviera al pie de la cammirándola a ella y a su pareja de esnoche, porque dijo que al tío le excitabque lo miraran mientras follaba. Cuand

Cristina le dijo que estaba casada y qua su marido no le importaría estapresente mientras él se la beneficiaba

dice que perdió el control y le pidió, l

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suplicó que hablara conmigo.Yo accedí, aunque insistí en verl

antes. A tal efecto los esperé en e

nterior del armario, y cuando lo vcuando me pareció que no resultarípeligroso, entonces salí. Lo hice por l

parte de atrás, por la biblioteca, porquno quería que descubriera nadie mescondrijo.

El tipo era un verdadero pervertid cuando se corrió lo hizo mirándome mí, en lugar de mirar a Cristina. Aurecuerdo su cara descompuesta, fuera d

control. Me recuerda a la que teníPedro aquella última noche.

Si me remuerde la conciencia por l

de Cristina que no pude evitar, cómo n

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me va a remorder la conciencia poMarta que murió mientras yo le hacía eamor. Calculamos mal la capacidad d

aire de la bolsa, mejor dicho, Pedrcalculó mal, yo ni siquiera lo tuve ecuenta para nada. Cada vez que l

pienso, siento un escalofrío. En emomento de correrme, Marta ya debíde haber muerto.

 Nos asustamos mucho, la cosa se nohabía ido de las manos, cuando Pedrrompió la bolsa y los dos vimos quMarta no cogía aire, nos faltó también l

respiración. Durante unos minutopermanecimos allí, junto a ellasudorosos todavía por nuestra recient

actividad sexual. Había sido u

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accidente, pero lo cierto es que lhabíamos matado. La cosa terminó mamuy mal. ¿Cómo podríamos explicársel

a la policía? Era impensable.Pedro me ayudó a deshacerme de

cadáver. La enterramos en la falda d

una montaña, a más de cuatrocientokilómetros de casa. Al día siguientdenuncié su desaparición.

 Nunca la encontraron. Nunca pudolvidarla.

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pillaba a Casilda leyéndolos, caeríarayos y centellas en el interior de lresidencia. En un principio decid

contárselo verbalmente, y en algunos dnuestros encuentros empecé haciéndolalgunos comentarios. Le hablé de mi

res mujeres, pero no pude entrar edetalles. Casilda era demasiadsensible, se escandalizaría si le hablab

de sexo, podía adivinarlo. Se veía unmujer extremadamente educada, qusiempre había estado rodeada de lujoParece ser que proviene de una famili

de alcurnia venida a menos, pero leducación y la exquisitez siemprpermanecen. No podía arriesgarme

ofenderla con mis relatos. Quizás má

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adelante, cuando nos conociéramos má  yo tuviera una mayor confianza co

ella.

Es una lástima, porque hubiera sidagradable compartir más cosas coCasilda, pero no era prudente… todavía

Apenas hace un par de semanas quhablamos, y ya la considero casi commi cuarta esposa. Naturalmente no no

hemos casado, ni le he insinuado nadde ello, pero yo la quiero, y creo quella a mí también, o al menos me aprecide una forma singular, mucho más que

cualquier otro vejestorio de lresidencia.

La foca nos ha mirado mal un par d

veces, cuando ve que nos apartamos de

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grupo y nunca vemos la televisiónSiempre estamos juntos y hablamos. Eposible que sospeche que estamo

confabulando contra ella. Buenoampoco sería tan descabellado, despuéde todo es casi como nuestro enemigo

Juanjo, el celador que está liado coella, parece más sensato, no se mete conosotros, y los otros van y vienen, per

no parecen tener un horario fijo. Pasacasi desapercibidos y nunca los he vistantes de las once. Tres veces posemana viene la enfermera que es la qu

se encarga de algunos tratamientos, lmalo es que si alguno de nosotronecesita algo adicional, es la propi

foca la que se encarga de ello. Esper

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no necesitarlo nunca.Casilda sigue recordándome más

María, mi segunda esposa, y teng

miedo de que le ocurra lo mismo que ella. María simplemente se fue, locurrió como a Augusto, un día l

encontré muerta en la cama por lmañana. El día anterior habíamos hechel amor, y por la mañana estaba muerta

El médico dijo que fue un ataque acorazón. Me resultó muy triste, desdentonces y hasta que cogí aquellamalditas fiebres que me dejaron con l

mpotencia que aun arrastro hoy en díaquise olvidar. Otros se hubieran echada la bebida, desesperados, yo lo hice a

sexo, mi naturaleza es distinta, siempr

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he sido diferente. Sexo sin control. Fuentonces cuando empecé a frecuentafiestas en las que se organizaban orgías

al principio me costó contactar con estipo de gente. En la mayoría de ellas n

podía acceder si no llevaba pareja

ocurre algo así como en los clubes dntercambio, lo cual me fastidió bastant

al principio, hasta que decidí contratar

una prostituta para que me acompañara as fiestas haciéndose pasar por mmujer. Lo que ocurre es que me costabuna fortuna porque la puta quería cobra

por cada individuo que se la tirase, y eesas fiestas ya se sabe, me podía salipor un ojo de la cara, de manera qu

negocié con ella un precio medio s

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acudía conmigo a varias y acabaceptando.

El alcohol y las drogas tenía

protagonismo propio, pero yo solírefugiarme más en el sexo. De todomodos acabé probando la coca y la

sospechosas pastillas de diseño, lahabía de todos los colores y formascreo que eran algo similares a las qu

ahora consumen los jóvenes paraguantar despiertos todo el fin dsemana e ir de discoteca en discotecaLa ruta del bacalao la llaman. Las de la

orgías dicen que las traían de EstadoUnidos, aunque no tengo ni idea, solo sque podíamos pasar toda la noch

follando, cambiando de pareja sin parar

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era un total desenfreno que lo dejaba uno molido para el resto de la semana

o dejé toda esta mierda hasta qu

conocí a Cristina, después de lafiebres.

Pero fue antes cuando tuve m

aventura más extraña de este tipo, unexperiencia que me marcó durantmucho tiempo, y de la que todaví

arrastro las secuelas de lo ocurridoDespués de aquello estuve más de tremeses sin acercarme a una mujer. Fualgo accidental. En una casa de camp

de los alrededores se celebraba lo qulamaban una fiesta de disfraces erótica

donde todos los asistentes tenían qu

acudir disfrazados y con alguna máscar

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o algo similar que les cubriera el rostroYo no tenía ni idea de que eso pudierexistir, y como digo, lo descubrí po

accidente. Mi amigo Juan estabnvitado a una de esas reuniones porqurabajaba como traductor en un

mportante empresa, y un cliente suyo shabía mostrado agradecido entregándoluna entrada. Juan me lo comentó un

noche de borrachera, y me confesó quno se atrevía a ir. Por mucho que lfiesta fuera de máscaras, temía que smujer lo descubriera y no querí

arruinar su matrimonio.Le pregunté qué pensaba hacer a

respecto y me contestó que simplement

no iría.

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Miré el pase y vi que tenía unúmero. Le dije que si no acudíaposiblemente existiese algún control

su cliente pudiera sentirse ofendido saveriguaba que lo había despreciado.

 —¿Qué puedo hacer entonces?

 —Dime dónde es, dámela a mí, y yacudiré. Luego te cuento lo que hocurrido por si tu cliente te hace algú

comentario, y tú te quedas en casa, cou mujer y sin que corra peligro tmatrimonio.

Luego me arrepentiría, pero m

argumento lo convenció de inmediato. Aos dos minutos ya tenía la entrada en e

bolsillo y una explicación clara d

dónde sería el acontecimiento.

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Al llegar, bastaba con acercarse a lpuerta y entregar la invitación. Tdejaban pasar sin preguntas. Yo me sent

un tanto perdido en el interior. Habímúsica, canapés, y bebida, como ecualquier fiesta normal. La música er

estridente, de discoteca, y todosncluidos los camareros, llevaban algun

máscara. Unos iban disfrazados, otro

no, por lo visto lo del disfraz no erobligatorio. Solo la máscara. Yo comno lo sabía sí que acudí disfrazado coun ridículo traje de mosquetero. Ningun

de las mujeres llevaba lo que podínterpretarse como un disfraz. Todaban con trajes de noche, más o meno

lamativos, pero que no tenían bajo m

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punto de vista la calificación ddisfraces. Por supuesto, tambiélevaban sus máscaras.

La mayoría llevaba alguna copa ea mano. Algunas parejas estaba

bailando. Yo no sabía qué hacer. M

amigo tampoco me explicó gran cosporque nunca antes había estado en unfiesta similar. Intenté pasa

desapercibido hasta que averiguase algmás sobre la forma de proceder. Lauces se atenuaron. Hice alguno

cálculos y vi que había más hombres qu

mujeres, aproximadamente una mujepor cada dos varones. No fue hasta máentrada la noche cuando algunas pareja

que se habían formado, al parece

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espontáneamente, abandonaron el saló  desaparecieron en unas habitacione

del piso de arriba.

Yo seguí sin atreverme a hacer nad me limité a beber otro güisqui.

Una mujer se me acercó, pude ole

su perfume francés mucho antes de qulegara a mi lado. De su cara solo podí

ver parte de sus ojos verdes a través d

a máscara. Eran preciosos, con muchvida en su interior. Yo supuse que ellsolo podría ver de mí lo mismo, miojos, que por cierto también son verdes

 No me dijo nada, era algo que yo yhabía observado, aunque no estabseguro porque no podía ver los labio

de nadie. Por lo visto nadie hablaba

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Luego pensé que era para que no lopudieran conocer los demás por lavoces. Siguiendo con el protocolo qu

estaba adivinando, no dije palabra y mimité a dejarme llevar por aquell

mujer. Era una hembra madura, co

amplias caderas y unas piernas bieorneadas, algo gruesas para mi gusto

Sus pechos tenían un tamaño aceptable

uego pude apreciar que eran mubonitos y que a pesar de la edad, no loenía demasiado caídos.

Me llevó a una de las habitacione

de la planta alta, era una habitación mupequeña, con una cama en su interioque parecía muy grande. Pronto pud

comprobar que se trataba de un efect

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óptico debido a la propia pequeñez da habitación, en realidad tenía eamaño normal de una cama d

matrimonio, pero de las de antes, cuanderan algo más pequeñas, no como ahorque suelen ser bastante mayores. Estab

pintada con un color cálido, y las lucepermanecían encendidas, eran muenues y daban un ambiente agradable a

habitáculo. No vi ningún interruptor, poo que supongo que no hubiera podidapagarlas de haberlo querido, de todomodos tampoco me lo propuse. El lech

a había sido utilizado esa nocheposiblemente por la misma mujer que sme había acercado y con la que ahor

me estaba metiendo en la cama despué

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de quitarme el ridículo disfraz.Llevaba un vestido azul de noche

con algunas lentejuelas en los laterales

de esos a los que uno no se puedarrimar sin salir con algún rocdesagradable y una especie d

sarpullido en la piel. Se desnudó antmí, los dos conservamos la máscarpuesta, era de lo que se trataba, todo e

mundo buscaba unas relaciones sexualesin compromisos, sin ataduras, y ademácon gente de su entorno, posiblementalgunos de los participantes venían co

su mujer o su marido, y durante la fiestcada uno iba cambiando de pareja tantaveces como le apetecía. Luego n

sabrían con quien se habían acostado, n

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habría continuidad en las relaciones, ndesengaños amorosos, solo sexo hasta lsaciedad. Las mujeres llevaban la mejo

parte, al menos en aquella ocasiónporque como mínimo salían a dohombres cada una. De todos modo

parece ser que muchos de ellos tambiérepitieron a pesar de todo.

Supongo que se pagaría por acudir

ese tipo de fiestas porque de un modootro se tendrían que financiar. Todlevaba unos gastos, y solo l

parafernalia y la gente del servicio y

debían de costar una pequeña fortunaTampoco lo supe porque a mi amigo lhabían invitado, y por lo tanto nada l

costó el pase que me cedió a mí

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gracias al cual ahora me encontrabdisfrutando de aquella mujer madura con experiencia que se había empeñad

en ponerse encima de mí. Me estabcabalgando y podía ver sus senobalancearse al unísono. Unos pecho

preciosos, con unos pezones bastantestropeados. Se notaba que había sidmadre más de una vez y que había usad

poco el biberón. Incluso conservaba uncicatriz en la barriga, bastante grandque parecía producto de alguna cesáreaTenía algo de celulitis en las caderas, e

a zona de las pistoleras, pero nlegaba a resultar demasiad

antiestético. En líneas generales era un

mujer estupenda que se conservaba mu

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bien. Posiblemente su marido estabahora con otra desconocida, tal vez erel que se oía gemir en la habitación d

al lado.De vez en cuando se agachaba y su

pechos rozaban mi cuerpo, todo ello si

dejar de moverse encima de mí. Notaba presión cambiante de su vagina en m

pene, y en dos ocasiones en las qu

estuve a punto de correrme, supo cómpresionármelo para evitar que lo hicierantes de hora. La tenía cogida del culosus blandas carnes abrazaban mis dedo

que se perdían entre ellas rodeados duna morbidez suave y muy agradable.

Muchas veces he ido con putas a la

que no he vuelto a ver, a las que n

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conocía previamente, pero aun así, emorbo no es el mismo, puedo garantizaque la mayor morbosidad se alcanza e

una situación de este tipo, donde por unparte no conoces quién es tu pareja, y tpareja no sabe quién eres tú

Posiblemente al día siguiente coincidacon ella en el trabajo —no es mi casodebo de reconocerlo—, o en u

restaurante, o incluso en tu misma casaA partir de un momento como esecuando compartes lecho con undesconocida que además sospechas qu

es de tu mismo entorno, luego cualquiemujer con la que te cruzas te puedparecer ella.

Se irguió sobre mí, sus músculos s

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ensaron, no dejó de mantenerme dentrde ella, con una mano comenzó acariciarse el clítoris, mientras con l

otra se masajeaba violentamente ambopechos, primero uno, luego el otrouego intentaba cogérselos ambos a l

vez, con la cabeza hacia atrás podía vea esplendidez de su cuello, sin adorno

de ningún tipo. Se corrió conmig

dentro, las paredes vaginales vibrabaalrededor de mi pene, ella scontorneaba ante mí, la cicatriz de svientre se tensó, parecía bailar ante m

vista, sus pechos cimbreaban. No pudsoportar más la tensión y me corrí coella, es una de las pocas veces en la

que mi orgasmo ha coincidido con el d

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mi pareja. En las películas parece qusiempre ocurre así, pero es algo pocusual en la realidad. Esa vez fue de es

modo, muy especial. Cayó agotada sobrmí. Perdí la erección y mi pene salió posu cuenta de tan cálido albergue,

quedamos así unidos, sudadosadeantes, durante más de diez minutosuestros cuerpos se fusionaron despué

del éxtasis, éramos solo uno. Noamábamos sin conocernos. Era perfect  lo seguiría siendo mientras no no

quitáramos las máscaras.

O al menos eso pensaba yo.Tres meses.O más…

Sí, para mi enorme actividad sexua

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fue toda una vida. No me atrevía compartir lecho con nadie. Apenas mmasturbé en cuatro o cinco ocasione

durante todo ese tiempo, y solo cuandno podía soportar más la tensiónSupongo que en ese tipo de fiestas, má

de una vez alguien se habrá enamoradde su pareja desconocida, alguien lhabrá buscado posteriormente de form

desasosegada.Pero no fue ese mi caso.Yo no me enamoré, aunque la muje

valía la pena, ya lo creo que valía l

pena. Era una mujer estupenda y se ladivinaba una inmensa personalidadApasionada y cariñosa, amante de s

marido y de sus hijos, de su familia

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pero que a la vez disfrutaba con loplaceres de la carne. Una mujer perfecthubiera dicho yo.

Pero no era ese el motivo de mdesesperación, no podía decirse que yestuviera enamorado, pero s

desesperado.Después de permanecer junto

durante aquellos minutos posteriores a

simultáneo orgasmo, ella acarició mmáscara con una de sus manos, comdespidiéndose, y se levantó parvestirse. Yo permanecí en la cama

observando aquel cuerpo que me habíhecho disfrutar esa inolvidable nocheSe dio la vuelta. Tenía un culo bonito

con una pequeña cicatriz en e

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nacimiento de la espalda. Una pequeñcicatriz inconfundible, única. Tenía lforma de una paloma con sus ala

abiertas, como iniciando el vuelo. Uvuelo imaginario que uno veía cómo sremontaba por su columna vertebra

hasta perderse en su melena rizada. Unmelena de un moreno claro.

Solo podía existir en el mundo un

cicatriz como esa, tan perfecta, tasimbólica a la vez, y en aquel lugar. Amenos eso es lo que decía mi madrcada vez que enseñaba la pequeñ

cicatriz de su hijita a sus amistades. Erel más bonito símbolo de la libertad.

Mi pulso se aceleró, mi semblant

detrás de la máscara debió de mostra

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auténtico terror. Aquello no podía ser.Se vistió y salió de la habitación si

más despedidas.

Me duele la cabeza otra vez, parecque me va a estallar. No puedo seguiescribiendo. Todo da vueltas a m

alrededor. Pienso en Marta, en María, eCristina, en mi hermana, en Román, eManuela, en Raquel, en todas esa

mujeres desconocidas o no, que haestado conmigo alguna vez, pienso en lfoca, en Casilda. Todo sigue dandvueltas.

La cabeza me va a estallar. Laágrimas salen solas de mis ojos, si

pedir permiso, sin darme opción

mantener mi dignidad ante mí mismo.

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RAMÓN CERDÁ SANJUÁNEmpresario y novelista, nacido en 196en la ciudad de Ontinyent (Valencia).

Además de por su andadura profesionacomo asesor de empresas desde 1990 fundador de Sociedades UrgentesRamón Cerdá es conocido por s

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actividad literaria, habiendo publicadhasta la fecha numerosas obras densayo, y principalmente, novelas.

En sus novelas podemos encontrar uncombinación de misterio, acciónpersonajes peculiares y algunapinceladas de temas paranormales. Hdesarrollado en sus tramas la clonaciónel espiritismo, los viajes astrales, l

reencarnación, la posesión diabólicaas psicofonías o las alucinaciones

entre otros temas. Se trata de novelas d

género, que se podrían clasificar entrnegra/thriller/ psicothriller /policíaca, ncluso terror.

Destaca su trilogía de LA HABITACIÓN

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DE LAS MARIPOSAS EL FANTASMA D