rashad field - la última barrera

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Rashad Field

La última barrera

Un viaje sufi

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Título original: The last barrierTraducción: Inés Frid.

Diseño de colección: Manuel Ressia.Composición y armado: Micaela Cesarí.

© by, Editorial Troquel S, A. 1994Pihincha 969, Capital. Buenos Aires, Argentina

Primera Edición: octubre de 1994ÍSBN 950-16-0248-6

Impreso en Argentina Printed in ArgentinaQueda hecho el depósito que previene la ley 11.723

Todos los derechos reservados

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dedico este libro a todos los buscadores del Camino y al hombre

que me puso en contacto con él, Hamid.

Ven, acércate, quienquiera que seas;caminante, devoto adorador, amante de la vida, no importa quién seas. La nuestra no es una caravana desesperanzada.Ven, aun cuando miles de veces hayas violado tu voto.Ven, acércate una vez más, ven.

Mevlana Jelalu'ddin Rumi

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Índice

Capítulos

Uno ..................................................................................... 11

Dos....................................................................................... 25

Tres...................................................................................... 37

Cuatro.................................................................................. 47

Cinco.................................................................................... 63

Seis....................................................................................... 83

Siete................................................................................... 105

Ocho................................................................................... 117

Nueve................................................................................. 129

Diez.................................................................................... 147

Once................................................................................... 161

Epílogo............................................................................... 179

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Uno

Todo el que haya oído hablar de mí, que se prepare para venir a verme; todo aquél queme desee, que me busque.Cuando me encuentre -y me encontrará- que no tenga ojos más que para mí.

Shams-i Tabriz

El que no sabe, y no sabe que no sabe, es un tonto: evítalo.El que no sabe, y sabe que no sabe, es un niño: enséñale.El que sabe, y no sabe que sabe, está dormido: despiértalo.Pero el que sabe, y sabe que sabe, es un sabio: síguelo.

Proverbio

Un día de otoño, mientras hacía mi acostumbrada ronda por los negocios de antigüedades de Londres, me topé con una tienda que nunca antes había visto. Como revendedor de antigüedades, cada día visitaba varias tiendas, buscando artículos originales baratos para vender a mayor precio. Ese día me sentí atraído hacia una pequeña tienda, escondida en una calle lateral, que exhibía diversas antigüedades fundamentalmente provenientes de Medio Oriente. El pequeño local estaba muy oscuro y olía a incienso encendido. Apenas entré sentí la poderosa presencia del hombre que se adelantó a recibirme. La primera impresión que recibí fue su tamaño: era alto (más de 1,90) y robusto; recuerdo que vestía un traje azul. Tenía bigotes, usaba gafas y parecía de alrededor de cincuenta años.

'¿En qué puedo ayudarlo?' preguntó.'Me gustaría mirar un poco, si no hay nada en contra', dije. A

esa altura se me había hecho bien evidente la sensación de tremenda presencia, o poder, que parecía llenar el negocio por completo.

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Sonriendo, dijo: 'Con seguridad es usted intermediario, no se fije en los precios marcados. Tómese su tiempo.' Hablaba con cierto acento extranjero y fumaba un cigarro turco incrustado en una larga boquilla.

Recuerdo vagamente la secuencia exacta de los eventos que tuvieron lugar. Lo que sé con certeza es que se instaló en - mí una sensación instintiva muy profunda: este hombre sabía algo del tema que me fascinaba desde hacía tanto tiempo.

Además de comerciar en antigüedades, me dedicaba también a la curación. Algunos anos atrás, me había recuperado de una grave enfermedad gracias a un curandero, y luego descubrí que yo también tenía el don de curar. Todo mi tiempo libre lo empleaba en tratar a personas rechazadas por los médicos ortodoxos. Aquellos que, en términos científicos no tienen esperanzas, sea su enfermedad simplemente psicosomática o terminal. Al mismo tiempo que practicaba ciertos sistemas de curación seguía empeñado en aprender cada vez más sobre el tema. Durante mis investigaciones había leído mucho acerca de los derviches de Medio Oriente, hombres extraordinarios que dedican por entero su vida a Dios, y famosos por sus poderes milagrosos. Más leía acerca de ellos, más crecía mi interés. Estudiar el "camino" de los culis y derviches se había trasformado en la obsesión de mi vida, y sin embargo, hasta ese momento, nunca había encontrado a nadie que conociera los métodos que usaban para curar ni las prácticas espirituales que seguían. Pero allí, en esa diminuta tienda de antigüedades, tuve la certeza de haber encontrado una llave que abriría la puerta a esos secretos. Tomé aliento y encaré al hombre.

"Quizás piense que estoy loco', comencé, 'y disculpe si mi pregunta es indiscreta, pero ¿conoce usted algo de los derviches de Medio Oriente?'

La atmósfera del negocio pareció cambiar súbitamente el hombre se desconcertó un instante, pero recuperó cuidadosamente su compostura, apagó la colilla en un cenicero apoyado sobre el escritorio que estaba frente a él y luego, tras lo que pareció un tiempo interminable, levantó la mirada.

'Qué cosa extraordinaria', dijo. ‘¿A qué se debe su pregunta?''No sé, me sentí instintivamente inclinado a preguntar', le dije.

'Hace tiempo que leo todo lo posible acerca del camino de los derviches, y que busco a alguien que tenga conocimiento directo. Por alguna razón se me ocurrió que quizás usted era de origen medio oriental y podía saber algo al respecto.'

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'Me pregunto por qué se le ocurre eso', dijo suspicazmente.Comencé a sentirme incómodo, deseaba no haber abierto la

boca. Era verdaderamente una situación extraordinaria. Allí estaba yo, un inglés de treinta y cuatro años, revendedor de antigüedades, frente a este hombre enorme a quien nunca antes había visto, y en medio de ambos, un tema esotérico, por decir lo mínimo.

'Por favor, discúlpeme', atiné a balbucear. 'Pensará que soy un atrevido.'

'En absoluto', contestó. Ahora sonreía. 'Nada es casual, ¿no es cierto? Curiosamente, yo también estoy muy interesado en el tema.' Por encima de sus anteojos, me penetraba con su mirada. 'Es hora de cerrar y tengo un poco de tiempo, podríamos tomar un café y conversar un rato, ¿le parece?'

No recuerdo haber salido del negocio ni caminado por la calle buscando un café. La situación producía en mí un efecto extraño. Experimentaba un profundo temor, sin poder darme cuenta del motivo, como si estuviera entrando en un mundo completamente nuevo para mí; y si bien en parte deseaba estar en cualquier otro sitio que no fuera ese, algo en mí se entregaba gustoso a la situación que finalmente cambiaría el curso de mi vida.

Nos sentamos y pedimos café. Su nombre era Hamid, dijo; nacido en Turquía, hacía ya dos años y medio que vivía en Inglaterra. No habló del tema que tanto me fascinaba pero me dio cierta información acerca de los derviches turcos. Me contó que Ataturk, el primer presidente de Turquía, los había prohibido porque habían llegado a tener demasiado poder, incluso en el ámbito político. Me dijo también que todavía había en Turquía personas que conocían los métodos derviches.

Luego, la conversación, aunque de manera liviana, se empezó a transformar en un interrogatorio. Me di cuenta de que Hamid me estudiaba cuidadosamente, y me empecé a sentir incómodo.

Tengo mucha curiosidad por saber cómo surgió su interés en estas cosas', dijo finalmente cuando nos levantábamos para salir del café. 'Qué le parece si cenamos juntos en mi apartamento mañana, así podremos seguir charlando. ¿Tiene alguna restricción dietética?'

Intentando excusarme le expliqué que desde hacía varios años era vegetariano y no quería causarle problemas. 'Ah, muy bien', dijo. 'Justamente otra coincidencia. Acabo de escribir un libro sobre platos vegetarianos en Medio Oriente, de modo que voy a preparar algo especial para usted. Cenaremos juntos, venga

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alrededor de las siete y media.'Sin más, se dio vuelta y desapareció entre el gentío. Por un

momento me quedé allí mirando la calle por la que se había ido. Luego regresé a mi apartamento, donde vivía solo; mi mujer y yo nos habíamos separado hace algunos años. No creo haber dormido más que unas pocas horas esa noche. Mi mente galopaba tratando de acomodar todas las cosas que habían ocurrido en el día.

Durante el año que siguió, pasé todo el tiempo que me fue posible con Hamid. Nos sentábamos durante horas en su tienda y, poco a poco y de manera muy delicada, me fue introduciendo a la enseñanza de los culis, seguidores del camino místico del Islam. Me transformé en su discípulo; recogía con avidez toda la información que podía, pero por alguna razón que me era incomprensible nunca me hablaba del tema que tan particularmente me fascinaba: el arte de la curación. Si le preguntaba algo al respecto, daba un rodeo diciendo que estaba convencido de que yo era una persona sensible y que por lo tanto sabría qué hacer en el momento oportuno, y que eso era suficiente. 'Manténgase en el camino correcto', decía.

No se desvíe. Ponga siempre en cuestión las razones por las que se interesa en estos temas. Es un juego peligroso y se necesita la base de un conocimiento verdadero; de lo contrario se puede errar el blanco.

Una vez por semana iba a su apartamento a cenar. Si lo encontraba todavía cocinando, insistía en que me sentara en silencio hasta que terminara. Siempre trabajaba con gran concentración, y presentaba platos bellísimos; como si cada comida fuera lo más importante de su vida. Nunca tocamos el tema de la dieta vegetariana hasta que un día, levantó la mirada de la ensalada que estaba condimentando, y me preguntó: '¿Por qué es vegetariano?' Yo hice una larga apología del vegetarianismo y su relación con la vida espiritual, pero me interrumpió diciendo: 'Bien, pero yo no soy vegetariano, ¿sabe por qué?'

Negué con la cabeza.Sonrió. ‘No soy vegetariano porque sé que Dios es perfecto, de

modo que cada cosa tiene su lugar en el universo. Y no es que me parezca mal que usted lo sea', agregó, 'pero a medida que avance en el sendero, cada vez estará más capacitado para trasmutar todo lo que se presente en su camino. Algún día hablaremos más acerca de esto.'

Ese año transcurrió rápidamente. Nuestra relación se hacía cada

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vez más profunda. Al poco tiempo Hamid comenzó a asistir a las conferencias que yo daba en aquel tiempo. Eran charlas sobre curación y el así llamado cuerpo "sutil" del hombre, que pueden ver y sentir aquellos que han desarrollado suficientemente su sensibilidad. El mundo estaba despertando a la posibilidad de un nuevo modo de vida y las conferencias sobre estos temas atraían una audiencia numerosa, especialmente entre los jóvenes. Además de las charlas y los talleres de fin de semana, yo participaba en un grupo de meditación. Estudiábamos los diversos métodos, orientales y occidentales, que podían aplicarse en psicoterapia, y el grupo se había hecho muy numeroso. Hamid asistía a las reuniones, siempre del mismo modo: llegaba justo antes de que empezaran y se iba justo al terminar, como para que nadie lo notara. Me había pedido que nuestra relación no se hiciera demasiado evidente por el momento. Al día siguiente hablábamos en detalle acerca de lo ocurrido en la reunión. Aunque había declarado no conocer nada de curación, por sus comentarios, cada vez se hacía más evidente que sabía mucho más de lo que estaba dispuesto a decir.

Luego sucedió algo que cambió el curso de nuestra relación. Un día recibí una carta de un viejo compañero de estudios que me preguntaba si podía ayudar a un amigo suyo. Un hombre que había tenido problemas graves en los últimos años. Su mujer había estado internada en un hospital durante un tiempo y luego lo había abandonado. Desde entonces sufría fuertes episodios de depresión que lo llevaban al umbral del suicidio. A menudo se encerraba en su cuarto durante días. Los médicos y otros curadores que había consultado no habían podido hacer nada por él.Nunca antes había yo atendido un caso como éste, y esa noche, cenando con Hamid, le mostré la carta y le hablé del caso. Para mi sorpresa, se mostró muy interesado y dijo que le gustaría conocer al hombre enfermo.

‘¿Puedo ir contigo?’ preguntó.‘Por supuesto', dije, 'pero verdaderamente no sé qué voy a hacer

con él’.'Si estás de acuerdo, podría ayudarte', declaró mientras servía el

café.'¿Podrías qué?' pregunté alarmado.Me miró sonriendo. ‘Dije que si quieres te ayudaré. Conozco un

poco de estas cosas; hasta ahora no se había presentado la oportunidad de hablar de ello’.

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'En todo este tiempo nunca me dijiste que conocías algo de curación, ¿por qué?' le pregunté, desconcertado.

'No hubo necesidad. Te desempeñabas bien por ti mismo.Además, me interesaba ver cómo funcionaba tu mente. Ahora

bien, si quieres, nos encontraremos aquí pasado mañana a las once de la mañana. No abriré el negocio ese día y quizás tú también puedas tomarte el día libre. Esta noche deberías avisarle al hombre que iremos, y que tiene que comprar un huevo blanco y fresco.'

'Hamid, no entiendo. ¿Qué me pides que le diga?''Que será necesario que compre un buen huevo blanco. Lo tiene

que mantener cerca de sí constantemente durante veinticuatro horas antes de que lo veamos. Que lo tenga en las manos todo el tiempo posible, y durante la noche, que lo ponga cerca de la cama en la mesita de noche, lo más cerca de la cabeza que pueda pero sin riesgo de que se rompa. ¿Está claro? ¡Oh, no te preocupes, no le haremos daño! Ahora ve y llámalo. Puedes llamarlo desde aquí si quieres.'

Me preguntaba cuál sería la respuesta del hombre a mi pedido, pero para mi sorpresa no tuvo nada en contra de mis instrucciones. Dijo que compraría el huevo al día siguiente y que esperaba vemos pronto. También dijo que se sentía mejor de lo que había estado en el último tiempo.

Dos días después, llegué al apartamento de Hamid y lo encontré vestido con su mejor traje, su cabello todavía mojado por la ducha. Tenía en la mano un saco de papel vacío que me extendió, pidiéndome que lo guardara y se lo diera más tarde.

'¿Para qué es esto?' pregunté.'Es para el huevo,' dijo. 'Nos lo llevaremos al irnos.''¿Me dirás qué vas a hacer con el huevo?’ le pregunté.‘Ya lo verás,' dijo, mientras subía al coche. Viajamos en

silencio atravesando Hyde Park hacia Hampstead, donde vivía el hombre. Recorrimos el centro de Londres, dejando atrás Kensington Gardens; la idea de ese hombre que nos estaría esperando sentado sosteniendo un huevo, me parecía tan imposible que comencé a reír.

'¿Qué es lo gracioso?' preguntó Hamid. '¿No quieres que el hombre mejore?'

'Por supuesto que sí', respondí.'Entonces, santo cielo, tómalo con seriedad. Esto no es nada

fácil.'Viajamos en silencio el resto del camino. Nuestro destino era

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una casa pequeña pero bella en la pacífica altura de la colina Hampstead. Hamid estaba de un humor extraño, nunca antes lo había visto así: los ojos semicerrados, movía los labios en silencio como si hablara para sí, o quizás oraba.

Tan pronto como detuve el coche, abrió la portezuela y salió. Me apresuré en cerrar el coche y correr tras él, pero ya estaba dentro de la casa. Nos recibió un hombre de contextura delicada que dijo llamarse Malcohn. Con un despliegue de gestos nerviosos nos invitó a pasar a la sala y nos ofreció té, que Hamid aceptó. Cuando salió, Hamid me miró y me preguntó: 'Bueno, ¿dónde está?’

Involuntariamente miré alrededor como buscando, '¿Donde está qué, Hamid?’

De repente se mostró muy enojado. '¿No eres tú el que tiene sensibilidad? ¡Deberías saberlo!. Hay algo en mal estado en esta casa. Ve y encuéntralo’

'Pero Hamid', protesté, 'no puedo dar vueltas por la casa sin permiso.’

‘Haz lo que te digo. Ve arriba y encuentra lo que está podrido.'En ese momento sentí que era menos incómodo atreverme a

revisar la casa sin permiso que desobedecer a Hamid. No sabía qué buscar, pero había tanta fuerza en su orden, que subí las escaleras sin preguntarme qué estaba haciendo.

Arriba me encontré con cuatro puertas cerradas. Las dos primeras eran de los dormitorios, la tercera del baño. La cuarta era diferente. Era un estudio. En la oscuridad pude vislumbrar un gran cuadro en el medio del cuarto. Me dirigí a la ventana para abrir las cortinas y cuando me di vuelta recibí una impresión tremenda.

El cuadro que estaba en el caballete tenía casi 2 metros de alto pero era tan angosto que producía la impresión de ser mucho más alto. Contenía la figura del cráneo y columna vertebral de un enorme caballo surgiendo de una especie de laguna de aguas calmas. La columna parecía translúcida, como consumida por un fuego débil y el cráneo estaba iluminado desde dentro por un horripilante resplandor rojo. Al mirar más en detalle, vi que había pequeñas llamas saliendo y entrando en las vértebras y las mandíbulas. La sensación macabra que el cuadro trasmitía era aterradora. Cerré la puerta muy suavemente y bajé rápidamente las escaleras. El té estaba servido y ambos hombres conversaban.

'¿Finalmente encontraste el baño?' me preguntó Hamid.

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'Si', respondí, y no supe qué más decir. Hamid preguntó a Malcomí si tenía azúcar negra para el té. El hombre se dirigió una vez más a la cocina y Hamid me preguntó, '¿Y bien, qué es?'

Le describí lo que había visto tan cuidadosamente como pude. Pareció complacido, o quizás aliviado. 'Gracias', dijo.

'Ahora podemos seguir adelante.'Cuando Malcolm regresó con el azúcar, Hamid comenzó

inmediatamente: '¿Tiene usted el huevo que mi amigo le pidió que comprara? Démelo por favor.'

Malcolm sacó cuidadosamente el huevo de su bolsillo y se lo entregó a Hamid. Por un momento, Hamid lo sostuvo, sopesándolo en sus manos. Luego, pidió un lápiz y comenzó a escribir en el huevo letras arábigas. Nadie pronunció una palabra mientras escribía. Cuando la cáscara del huevo estuvo completamente cubierta, Hamid se dirigió a Malcolm con severidad:

'Usted cometió un grave error', dijo. ‘Por el uso inadecuado de la energía sexual se ha expuesto a un gran daño. Sé que es la tercera vez que pide ayuda, ¿es cierto?'

'¿Qué quiere decir?''Dos veces antes recurrió a personas que saben curar pero no

siguió las instrucciones que le dieron. Por ello no mejoró. ¿Estoy en lo cierto?’

Malcolm, avergonzado, explicó que en efecto era cierto, que en dos ocasiones antes había recurrido a curadores, pero que le habían pedido ciertas cosas que él no había podido realizar.

'¿Qué hicieron para ayudarlo?’ preguntó Hamid.'Me dieron hierbas y té, básicamente', dijo.'¿No le prohibieron comer carne roja durante cuarenta días, no

le dijeron que no probara el alcohol en ese lapso?'Malcolm, perplejo y terco al mismo tiempo, preguntó: ¿Cómo

sabe usted eso?''Está en el huevo', respondió Hamid. Toda la información está

en el huevo. Ahora bien, usted pide ayuda, pero ¿aceptará incondicionalmente el tratamiento?'

Malcolm asintió. 'Entonces, traiga una toalla y póngasela alrededor del cuello', dijo Hamid. 'Voy a romper este huevo en su frente.'

Se produjo un silencio helado. Ni Malcolm ni yo nos movimos durante unos instantes, luego Hamid volvió a ordenarle que trajera una toalla. Al regresar, Malcolm parecía desolado y como más

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pequeño que al salir del cuarto. La atmósfera era tan tensa que hasta Hamid temblaba un poco, su frente estaba cubierta de sudor. 'Antes de hacer esto', dijo, 'debe usted prometerme que quemará la pintura que está arriba, y también prometerá no comer carne durante cuarenta días y cuarenta noches y no beber alcohol en ese lapso. Si esta vez no obedece no habrá otra oportunidad. ¿Está claro?'

Malcolm asintió resignadamente. '¿Pero por qué quemar el cuadro?' preguntó. 'Es lo mejor que he hecho hasta el momento’

'Puede ser un buen cuadro, pero no trasmite nada bueno. ‘Mi amigo me lo ha descrito. Espero que sepa disculpamos, le pedí que subiera para encontrar el origen de algo muy malo que sentí en esta casa.'

Hamid se puso de pie. Por debajo de la altura del codo izquierdo de Hamid, yo veía a Malcolm, pequeñito, con los ojos cerrados y la cabeza inclinada. Por un momento, deseé no haber conocido jamás a Hamid. Entonces Hamid dio dos pasos hacia Malcolm, levantó la mano que sostenía el huevo y lo rompió con fuerza contra la frente del hombre, reventándolo justo encima de sus cejas. Literalmente parecía que el huevo había explotado. Yema y clara chorrearon por la nariz de Malcolm y cayeron formando un sucio charquito amarillento en su regazo.

'Dame el saco de papel, por favor', ordenó Hamid.Lo tomó con la mano izquierda y cuidadosamente metió en él la

porquería. Luego, después de mirar a Malcolm y sacarle los últimos pedacitos de cáscara que tenía en la cara, me dio el saco. Finalmente, sacó la toalla del cuello de Malcolm y con enorme ternura le limpió la cara.

'Muy bien', dijo, 'está hecho. Siento haberle ensuciado el traje, pero eso tiene fácil arreglo. Vamos, abra los ojos.'

Hamid sonreía; la atmósfera había cambiado. Había algo liviano en el aire y noté que los rayos del sol atravesaban la ventana y bañaban el sofá en el que habíamos estado sentados.

'Pero recuerde, haga lo que se le ha dicho, porque no habrá otra oportunidad. Vamos', dijo, dirigiéndose a mi. 'Debemos irnos. Trae el saco.'

Y subimos al coche. Sugirió dirigirnos hacia el sur de Londres, donde el Támesis termina su recorrido por la ciudad. Se lo veía jovial, bromeaba acerca de su juventud en Turquía, como si nada hubiera pasado. Entonces le pedí que me explicara.

'No hay nada que explicar', dijo. 'Todavía es muy temprano para

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que aprendas estas cosas. Sin embargo, algún día, si quieres, podremos hablar acerca de esto.'

'Pero el huevo explotó', dije, ‘y luego la yema y la clara cayeron. en un solo lugar. No tiene lógica.'

Hamid rió a carcajadas. "Así es', dijo, 'y el huevo contenía todos los secretos que deseábamos conocer.'

Yo no estaba satisfecho. Había sido testigo de una escena de increíble intensidad, pero la situación, a mi entender, carecía de resolución. Hacía más de cinco años que yo me consideraba curador profesional, y nunca había visto algo tan profundo y poderoso como lo que Hamid había hecho allí. Lo diferente no estaba sólo en la intensidad sino también en elmétodo, Finalmente le pregunté: '¿El hombre está verdaderamente curado? ¿Recobrará su salud ahora?’.

Hamid me dirigió una mirada seria. ‘Eso depende solamente de él', dijo. ‘Le hemos dado todo lo que necesita para recuperarse completamente, pero no podemos forzarlo a que lo acepte. Sólo podemos orar por él’

Estacionamos el coche junto al terraplén del río. Hamid cruzó rápidamente y lo seguí tan pronto como pude. Tenía el saco de papel en la mano y lo tiró al agua. Cualquiera que pasara pensaría que estábamos alimentando a las gaviotas. Observó en silencio cómo se hundía en el agua sucia y regresó al coche.

'Vamos a mi apartamento', dijo. "No hemos almorzado aún y tengo hambre’

Mientras comíamos me dio instrucciones respecto de Malcomí para los próximos cuarenta días. Se negó a hablar del método que había usado y a explicar porqué había sido necesario romper el huevo en la frente del hombre. Su comportamiento me había asombrado, era muy poco común viniendo de él, que siempre desaprobaba todo lo que tuviera que ver con prácticas mágicas. Sin embargo, eso no fue todo: tenía para mí otra sorpresa.

"Mañana parto para Estambul. A principios de enero me podrás encontrar en el sur de Anatolia. Si vienes de la manera correcta, y en el momento oportuno, te recibiré. Pero es necesario que vengas solo, y dejando atrás todo el pasado. Si deseas emprender el Camino, debes abandonar todo lo demás.

No pueden quedar hilos sueltos, ni ropa sucia en el armario, ni cuentas sin pagar. Que nada te impida llegar con las manos abiertas. Hasta aquí, todo lo que hemos hecho juntos no ha sido más que la preparación para este momento. Ahora es tu turno de

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dar el próximo paso: un paso hacia lo desconocido.'Me sonrió, puso su mano en mi hombro y dijo: 'Es cierto que sé

algo sobre los derviches. Discúlpame, pero las cosas en que podamos embarcarnos juntos en algún momento no son para cualquiera; tenía que estar completamente seguro de que en verdad deseabas conocer: con tu corazón, y no sólo con tu cabeza. Pero espero que ya hayas comenzando a comprender estas cosas, ¿cierto?’.

Me dio una postal: "Mira bien esta foto. Algún día, quiera Dios, visitarás este lugar; cuando lo hagas, sabrás que tu verdadero viaje ha comenzado.'Era una foto del interior de lo que parecía ser un gran se pulcro. En primer plano, una magnífica tola dorada cubría lo que imaginé era un féretro sobre el que se veía un enorme turbante azul. Todo estaba muy iluminado, la luz se reflejaba en las coloridas paredes del sepulcro, llenas de doradas inscripciones en árabe labradas sobre azulejos rojos, negrea yverdes. Al dorso de la postal Hamid había anotado su dirección: ‘C/o Casilla de Correo 18, Sidé, Anatolia, Turquía.'

Pasamos juntos el resto de la tarde. No me había dado cuenta hasta entonces de lo ligado que estaba a este hombre y al tiempo que pasábamos juntos estudiando. Pensar que se iba me llenaba de pena, pero también sabía que seguirlo tendría profundas consecuencias en mi vida futura. Nos abrazamos al despedimos; muy conmovido me alejé de la casa hacia la parada del autobús. Era un día frío de noviembre de 1969;aire húmedo, neblina leve, y el olor de hojas quemadas en una plaza cercana.

Para cuando llegué a mi casa había tomado la decisión quizás más importante de mi vida. Había decidido vender mi parte del negocio, atar todos los hilos sueltos y dejar Inglaterra para ir al encuentro de Hamid en Turquía. Fui directamente a mi despacho y le escribí una carta. Luego escribí a mi socio que estaba de vacaciones en América, diciéndole quefinalmente iba a vender mi parte del negocio, que tantas veces me había pedido. Puse también en venta mi apartamento. Escribí cartas a amigos y familiares, tratando de explicar las razones de mi decisión de abandonar indefinidamente Inglaterra e informé al grupo de meditación lo que estaba por hacer. Luego, con gran dificultad, escribí a todos los que habían acudido a mí en busca de

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curación y les di el nombre de una persona que podría ayudarlos en. el futuro. Habían sido dados los primeros pasos; quedaban seis semanas para preparar todo y partir para Turquía.

Seis semanas después estaba en un avión hacia Estambul. En el ínterin había recibido una sola carta de Hamid, diciendo que esperaba verme, y acompañada de una lista de personas que yo debía visitar antes de encontrarme con él en el sur. Estaba muy ansioso e impaciente por verlo, pero aparentemente mi viaje iba a adquirir el carácter de un peregrinaje antes de que pudiera llegar a mi meta.

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Dos

Porque amoexiste un camino invisible que cruza el cielo.Los pájaros transitan ese camino; el sol y la lunay todas las estrellas viajan por él de noche.

Kathleen Raine

Como la flor anuncia el fruto,así la niñez del hombre es la promesa de su vida futura.

Házrat Inayat Kahn

Pasé mi primer día en Estambul caminando por las calles, tratando de acostumbrarme al ruido. Parecía que todos los vehículos accionaban la bocina al mismo tiempo, los conductores se gritaban mutuamente en los sucesivos embotellamientos, y los transeúntes gritaban a los conductores. Montones de niños tiraban de mi abrigo tratando de venderme cosas: en cada esquina había alguien vendiendo algo. Hombres con maletas llenas de pantalones, niños pequeños con bolsos de compras y hombres del Kurdistán, de tez oscura, que insistían en ofrecer alfombras de oración del Lago Van y de Anatolia. Había mujeres arrastrando cajas llenas de utensilios de cocina de plástico en terribles tonos de rosa y verde, y

objetos de la suerte, y canastas llenas de flores. Había ancianos que vendían cortaúñas y en las esquinas se amontonaban gentíos alrededor de braseros en que se tostaban choclos y pescado fresco del Bósforo. A un lado de la calle un anciano ofrecía afilar todo tipo de cuchillos, y del otro había alguien que reparaba máquinas de escribir.

Vagando por las calles me encontré de pronto frente a la Mezquita Azul, uno de los edificios más bellos del mundo, y escuché por primera vez el llamamiento a plegaria que resuena

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entre los techos de las casas. Verdaderamente era un mundo diferente, excitado e inquieto, y quizás un poco atemorizante para quien visita Estambul por primera vez. Caminé

todo el día excepto los momentos en que, exhausto, me senté a beber café turco en esos pequeños cafés en que se sientan los hombres y fuman tabaco negro en pipas turcas mientras contemplan el bullicioso ajetreo de la vida en las calles. Llegada la noche comencé a tener hambre y elegí un restaurante en la parte vieja de la ciudad. Pedí keftá: pequeñas brochetas de carne asada al carbón que se sirven acompañadas de verduras rellenas. Para mi sorpresa la comida no tuvo efectos secundarios, a pesar de tantos años de dieta vegetariana. ¡El cambio que estaba a punto de producirse quizás ya había comenzado!

Esa noche dormí bien en el pequeño cuarto de hotel que había tomado. A la mañana siguiente, tan pronto como terminé mi desayuno, comencé a buscar en el directorio telefónico el nombre de un Sheik -un maestro espiritual- que Hamid me había dado, a quien debía visitar tan pronto como llegara a Estambul. Me había dicho que podría ponerme en contacto con él a través de un grupo llamado Sociedad Metafísica, de Turquía, aunque seguramente no sería fácil obtener su dirección ya que estas cuestiones están siempre rodeadas de un halo de secreto. Sin embargo, por más que buscaba, no llegaba a nada. Esa sociedad no existía en el directorio y no tenía idea de cómo seguir. La dificultad se multiplicaba por el hecho de que no hablaba ni una palabra de turco. Decidí dejar el hotel y dirigirme a la gran plaza moderna rodeada de hoteles, agencias de viaje y de cambio, donde al menos una persona en cada sitio hablaría con seguridad francés o inglés.

Pensé que quizás mi instinto me orientaría, pero preguntara donde preguntara no hallaba pistas. Al llegar la noche estaba casi convencido de que la tarea era imposible. Si no fuera terco por naturaleza, si no hubiera confiado en Hamid tanto como confiaba, esa misma noche habría renunciado a todo. Pero algo me hizo seguir, y decidí buscar al día siguiente en 1a parte vieja de la ciudad: me acercaría a cualquiera que pudiera hablar inglés, y le preguntaría si conocía la Sociedad Metafísica de Turquía.

Al mediodía del segundo día no había adelantado nada, Hamid me había dicho que debía visitar también a otra persona en Estambul, pero había insistido en que era fundamental ver a estas personas en el orden indicado. Estaba a punto de abandonar todo,

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tenía los pies hinchados y llenos de ampollas y sentía una gran desilusión respecto del viaje. Durante la tarde del tercer día entré a una barbería que estaba a poca distancia de mi hotel para recortarme la barba El barbero había trabajado durante dos años en un hotel en París, y estaba encantado de poder practicar su francés. Hablamos de París y Londres, ciudad que había visitado brevemente, y luego de Estambul. Antes de irme le formulé la pregunta inevitable: ¿sabía algo de la sociedad que estaba buscando? 'Oh, sí', respondió, 'Claro que la conozco. Si quiere, puedo acompañarlo...’

¿Así de simple? ¡Después de recorrer la ciudad durante tres días, vengo a encontrar la información que necesito en una barbería a pocos metros del hotel! Traté de explicarle las circunstancias que me habían traído a Turquía, pero el barbero sonrió, y dijo, igual que Hamid había dicho, que no existían las casualidades y que seguramente, si estaba en mi destino conocer a ese Sheik, así sería, y si no, no. Luego agregó: ‘Cuando era joven estuve metido en estas cosas. Pero ahora tengo una familia y un trabajo que me absorbe casi todo el día y no me queda tiempo para estudiar. Sin embargo, dicen que el Sheik es un gran hombre, y espero que pueda usted conocerlo. Pero los de la Sociedad no abren hasta la noche, de modo que quizás sea mejor que regrese a su hotel y que nos encontremos nuevamente más tarde’

Pasé las dos horas siguientes en el hall del hotel, hojeando periódicos viejos que ya había leído en Londres, esperando impaciente que llegara la noche.

Finalmente apareció el barbero, y salimos del hotel. Cruzamos la plaza, y ya oscurecía cuando tomamos una angosta calle lateral. Se levantó un viento frío, y amenazaba llover. La gente se amontonaba en los portones con los cuellos de sus abrigos levantados para protegerse del frío. Las luces de la calle iluminaban el vapor que salía de los desagües. El barbero no hablaba, caminaba apresuradamente y yo casi tenía que correr para mantenerme a su lado. Me pareció que había tomado un camino deliberadamente confuso, porque supe que no sería capaz de volver a recorrerlo solo.

Llegamos a una pequeña plazoleta al final de un cul-de-sac, y allí, sobre la gran puerta de madera de un edificio lucía una placa

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de bronce donde estaba escrito "Societié Metaphysic de Turkiye'. Mi compañero golpeó y al cabo de poco tiempo una mujer de unos cuarenta años abrió la puerta. Tenía el cabello oscuro recogido en la nuca, y la frente libre. Vestía simplemente con falda negra y blusa blanca y no parecía una persona especial. Me miró con agudeza y luego habló con mi compañero brevemente en turco. Entonces entró en la casa y cerró la puerta. El barbero me saludó con una inclinación y desapareció en la calle oscura dejándome solo frente a la puerta.

El tiempo que esperé allí fue suficiente para que mi aprensión se transformara en miedo, Al fin. se abrió la puerta y reapareció la mujer, esta vez con un compañero. Ella hablaba francés y comenzó a preguntarme los motivos de mi viaje a Estambul y mi interés en la Sociedad. Me las ingenié para responder, aunque río estaba seguro de lo que ella quería saber. Por fin me preguntó: '¿Por qué quiere visitar a nuestro Sheik?' Quedé desconcertado hasta que me di cuenta de que con seguridad, mi guía, el barbero, le había hablado de mi búsqueda. Traté de explicarle que mi maestro me había encomendado esa tarea, pero la explicación se tomó confusa. No parecían haber oído hablar de Hamid y siguieron haciéndome preguntas durante unos minutos. De pronto la mujer dijo: 'Vámonos ya’.

Tomamos un taxi y nos dirigimos a una de las zonas más antiguas de Estambul. La noche era oscura y la ciudad, brillantemente iluminada, era un hervidero de gente. El taxi se detuvo en un callejón muy angosto; daba la impresión de que asomándose a la ventana era posible estrechar la mano del vecino de enfrente. Tocamos timbre en una de las viejas casas y esperamos. Al poco tiempo apareció en el balcón un anciano con pijama. Nos saludó y nos indicó que esperáramos. Cuando abrió la puerta estaba todavía con pijama pero se había puesto una chaqueta azul. En el recodo de la escalera había una enorme y bella rosa roja pintada en la pared, de más o menos un metro y medio de alto. Dejamos los zapatos en el umbral y entramos al cuarto donde iba a conocer a la primera persona de la lista encomendada.

Durante al menos dos horas el Sheik se dirigió al grupo hablando en turco; su mujer estaba sentada junto a la puerta, y de tanto en tanto traía más té y bizcochos. Durante todo ese tiempo, el Sheik ignoró mi presencia. Miraba alternativamente a cada uno de los otros, pero cuando su mirada se acercaba a mí, apartaba los

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ojos. Por lo que pude entender, hablaban de un pasaje del Corán. Todos parecían muy entusiasmados y de tanto en tanto mencionaban con mucho respeto el nombre de Alá. En un momento todos comenzaron a llorar por algo que el hombre dijo. Habían pasado ocho horas desde mi entrada a la barbería. Quizás había cometido algún error por el que nunca me sería permitido entrar en contacto con este Sheik y saber sí me recibiría o no. Debe de haber leído mis pensamientos porque de repente se dirigió a mí con una pregunta breve y directa que un hombre de la Sociedad, sentado a mi derecha, tradujo al francés. '¿Por qué vino usted?’ y Comencé a explicar, y durante un tiempo el Sheik escuchó la traducción de mis palabras como si estuviera muy interesado. De repente pareció comenzar a aburrirse. Levantó la mano, y detuvo la conversación. Se produjo un momento de silencio y luego, mirándome directamente, comenzó a hablar. Su voz y la del traductor eran los únicos sonidos audibles en el cuarto; hasta el permanente ruido de la calle pareció desvanecerse.

'Había una vez dos mariposas, una en Londres y una en Estambul. Por amor, volaron la una hacia la otra y cuando se encontraron una murió. ¿Comprende?'

Hizo una pausa antes de continuar. 'Cuando la tortuga deposita sus huevos en la arena, cava un pozo para ponerlos, los cubre, y regresa al mar. Los huevos se incuban no sólo por el calor del sol, como piensa la gente, sino también por magnetismo. Porque la tortuga madre sigue ligada a los huevos de manera invisible, aun cuando haya regresado al mar. Cuando se rompen los cascarones, las tortugas bebés tratan de avanzar hacia el agua. Muy pocas llegan a destino. Los pájaros, deseosos de alimentarse con esas pequeñas criaturas, dan cuenta de ellas; y las que llegan hasta el mar son. recibidas por peces que perciben instintivamente su llegada. De miles de tortugas que nacen, muy pocas regresarán a tierrapara poner sus huevos.'

Mirándome con mucha bondad, agregó: 'Así es, el Sheik no necesariamente sabe a quién le trasmite su enseñanza'.

El grupo parecía feliz, algunos me estrecharon las manos, otros me abrazaron, besándome en ambas mejillas. Yo estaba perplejo. ¿Qué relación había entre las tortugas y el Sheik y su enseñanza? ¿Qué era eso del magnetismo y el sol? Y si yo era una de las mariposas, con seguridad la que había volado desde Londres, entonces ¿había muerto? ¿O el que había muerto era el Sheik?

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Antes de que pudiera enredarme con estas preguntas, el hombre pidió silencio con un gesto. Y contó la siguiente historia:

"Hubo una vez un rosal. Había sido cuidadosamente plantado de modo que sus raíces penetraban profundamente en la tierra que había sido preparada para recibirlas. Las raíces son Abraham. Cuando el rosal creció fue necesario podarlo, a fin de que cumpliera los designios? del jardinero. El tallo, gracias a la buena tierra, las profundas raíces y la poda, creció recto y fuerte. El tallo es Moisés. Un día apareció el brote de la rosa roja más perfecta que jamás se viera. El brote es Jesús. El brote floreció: la rosa es Mahoma.'

El Sheik hizo una pausa y se dirigió luego a su esposa. Ella dejó el cuarto y regresó con una pequeña botella de vidrio. El le indicó que se acercara a mí, y ella cruzó el cuarto hacia mí: 'Tómelo', dijo el Sheik, y dígame qué es.' tomé la botellita en mis manos y olí: ‘Es agua de rosas', respondí. "Attar de rosas. Es la esencia de la rosa.'

El Sheik sonrió y me indicó que me sentara frente a él. Su presencia era sobrecogedora. Tomó mis manos entre las suyas: 'Escúcheme cuidadosamente y durante su viaje, recuerde lo que voy a decirle. Ahora, la humanidad necesita el perfume de la rosa. Llegará un día en que ni siquiera eso necesite.'

Luego se inclinó, besó mis manos, y las elevó hacia su frente. Puso su mano derecha sobre mi cabeza y su grito resonó en todo el cuarto: 'Huuuu’.

Se levantó y abandonó la sala. La reunión había terminado. Buscamos nuestros zapatos y comenzamos a bajar las escaleras. A mitad de camino miré hacia atrás. El viejo Sheik estaba de pie en el recodo de la escalera frente a la rosa pintada en la pared. Se inclinó y se dirigió a mí. El traductor, que estaba detrás de mí, dijo en voz baja: 'Mírela una vez más y recuerde. No olvide la rosa'.

El hombre que fue mi traductor me acompañó de regreso al hotel en un taxi. En el trayecto no hablamos. Yo trataba de descifrar el significado de las historias del Sheik. De pronto, mi guía se dirigió a mí: '¿Comprende usted', preguntó, 'qué quiso explicarle el Sheik con el ejemplo de la tortuga?'

Le dije que en realidad no había entendido mucho, y le pedí que me explicara.

Reflexionó un instante. ‘Le diré algo', dijo finalmente, 'pero

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debe comprender que cualquier respuesta tiene sus limitaciones. La verdad está más allá de toda explicación, de modo que es mejor quedarse con una pregunta que recibir respuestas. Puedo ofrecerle algunas indicaciones, pero, claro, usted tendrá que pensar en esto a su debido tiempo. Vayamos al café del hotel y allí charlaremos.'

Era muy tarde, y las pocas personas que había en la calle caminaban de prisa o se refugiaban de la lluvia y el viento frío. En el hotel el clima era agradable, nos sentamos a beber café cerca del hogar.

'De lo que el Sheik trataba de expresarle, -¿se da cuenta de que la historia tenía que ver especialmente con usted, cierto?- lo fundamental es que usted y yo, toda la humanidad, estamos conectados por un hilo invisible. De modo que cualquier cosa dicha o hecha en un lugar tiene consecuencias en otras partes del mundo. Pero la intensidad de esas consecuencias depende de nuestro nivel de conciencia. Usted ha estado buscando un guía que lo ayude en su viaje. En realidad el guía siempre está disponible, pero si no despertamos nunca nos damos cuenta. Cuando el Sheik dijo que no necesariamente sabe a quién le trasmite su enseñanza, quería decir que cada día él expresa su mensaje a todo el mundo, y si alguien está suficientemente despierto escuchará el llamamiento. Aun quienes nunca llegarán a encontrarse con el Sheik, aun aquellos que están a miles de kilómetros de distancia, pueden recibir el significado interior de su enseñanza, porque el pensamiento está cargado de energía. Además, es necesario recordar que las semillas pueden tardar mucho tiempo en crecer. Lo que está oyendo ahora, y lo que escuchó esta noche de boca de nuestro Sheik, se irá desplegando en usted durante muchos anos. Quizás pueda comprender un poco más gracias a este encuentro.

'El hecho de que el Sheik eligiera la tortuga y no otra criatura se debe a que la tortuga es capaz de existir tanto en el agua como fuera de ella. Sale de un mundo para poner sus huevos en el otro. Después de enterrar sus huevos regresa al mundo de donde vino. Como todo está interconectado, ella permanece ligada de manera invisible a los huevos que puso. Este es el magnetismo del que hablaba el Sheik, que junto con el calor y la energía del sol, madura los huevos. Para que esto suceda es necesario que existan ambos: el sol y esa energía especial que pasa de la madre al hijo. Los huevos maduran pero eso no significa que sobrevivan. Sólo los que son fuertes podrán llegar hasta el mar, donde quizás crezcan y lleguen a viejos y sabios y regresen a tierra para poner

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sus propios huevos. ¿Comprende un poco más ahora?'"No estoy muy seguro', dije. 'Creo que empiezo a entender,

pero pasará mucho tiempo antes de que capte totalmente lo que todo esto significa. A lo que todavía no le encuentro sentido es a eso de la muerte de una de las mariposas.'

'Ah', dijo mi guía, 'eso es difícil de entender para uno que no esta acostumbrado a nuestros métodos, aunque dése cuenta de que el Sheik expresa ideas a través de historias. Recuerde que yo no estoy verdaderamente "explicando" nada. Usted debe encontrar por sí mismo el significado de lo que ha escuchado esta noche.

'Por supuesto que usted es una de las mariposas de la historia; y el Sheik la otra. Dijo que las dos mariposas volaron hacia el encuentro porque así como el discípulo necesita al maestro, el maestro necesita al discípulo para que el mensaje se trasmita. La mariposa es como el alma, pero para que se produzca una verdadera comprensión no puede haber dos almas. Quizás se puede hablar de "mi alma" o "tu alma", pero para llegar al tipo de conocimiento que usted busca es necesario que desaparezca la idea de un alma propia, para poder participar del Alma Única. Usted le agradó al Sheik, y cuando dijo que las dos mariposas se encontraron y una de ellas murió, le comunicaba que llegará un momento en que todo lo que usted cree ser morirá, y entonces podrá comprender.'

Me apretó la mano y dijo: 'Un verdadero encuentro es un encuentro en el corazón, y allí no hay tú ni yo. Ahora debo irme, amigo. Le deseo buena suerte en su viaje. Verdaderamente es el único viaje real posible en este mundo

Se puso de pie, me estrechó las manos nuevamente, y se fue.Era muy tarde cuando subí a mi cuarto, y como estaba

totalmente despierto me pareció innecesario acostarme. Me senté cerca de la ventana contemplando las sombras de la ciudad, los techos de teja, los viejos edificios europeos, los modernos hoteles y las delgadas y oscuras agujas de los minaretes que pronto emitirían la primera llamada a plegaria. Estuve allí hasta que los vendedores ambulantes comenzaron a ofrecer a gritos sus mercancías a los que se encaminaban a sus trabajos. Desde abajo llegaba el sonido de una sorda musiquilla y el eco de lentos pasos sobre el empedrado. En la media luz divisé a un hombre que conducía un enorme oso marrón. Probablemente lo había traído desde el este de Turquía y ahora intentaría hacerlo bailar en las calles o en alguno de los muelles del Bósforo. Me compadecí del

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oso que caminaba toscamente tras el hombre, otro actor en esta ciudad tan contradictoria.

Despuntaba el sol y comencé a pensar cómo haría para encontrar a la segunda persona de mi lista. Sólo tenía su nombre; ninguna dirección. Pero Hamid me había dicho que el hombre trabajaba en una de las sastrerías entre las muchas que hay en la calle de las sastrerías, cerca del mercado principal. Si yo era lo suficientemente sensible, podría encontrar el local. Ubiqué con facilidad el mercado, pero detectar la sastrería específica parecía imposible. Pasé toda la mañana recorriendo una y otra vez las calles de los alrededores, entrando y saliendo de los negocios, buscando un signo que indicara alguna pista.

Hacia la tarde me encontré en la zona de las librerías. Entré en una al azar e inmediatamente me atrajo un pergamino con bellas inscripciones en árabe. El propietario, alborotadamente le dijo algo a un joven que estaba junto al mostrador. El joven salió corriendo del negocio mientras con gestos exagerados el propietario me invitaba a tomar té con él en la trastienda.

Estábamos sentados frente a frente, mesa por medio, bebiendo pequeñas copas de té dulce de menta cuando entró el joven acompañado de un hombre mayor que dijo estar encantado de traducir para nosotros. Lo primero que el librero quería saber era por qué había yo elegido ese pergamino. ¿Comprendía lo que en él estaba escrito? Les dije que no y el otro hombre comenzó a traducir para mí. Eran los versos iniciales de El Corán, la oración cotidiana de todo musulmán, en cualquier parte del mundo. 'En el nombre de Dios, el clemente, el misericordioso...' Por un instante todo fue silencio, y luego con sonrisas y mucha gesticulación el librero insistió en que tomara el pergamino como regalo.

Estuvimos hablando un largo tiempo y luego el librero me indicó que entrara en otro cuarto. Un anciano de enorme cabeza abovedada avanzó desde la oscuridad. 'Este es un derviche verdadero', dijo el traductor, y los tres hablaron en turco un momento. Finalmente el anciano se dirigió a mí, levantó la mano y golpeando mi cabeza, exhaló oí sonido ‘Hu’ igual que lo había hecho el Sheik la noche antes.

Cuando estuvimos nuevamente sentados, frente a nuevas copas de té, le dije al librero cuál era mi misión, y le pregunté si conocía al Sheik que trabajaba en una sastrería. Sacudió la cabeza negativamente y me lamenté: 'Pero cómo haré para hallarlo. Caminé hasta el cansancio y ni siquiera encontré la calle de las

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sastrerías. Además no hablo ni entiendo el turco. La desesperación de mi voz le causó gracia; sonrió y luego se puso de pie indicando que la reunión había terminado. El traductor también sonrió mientras traducía las palabras del librero: ‘Hay un dicho del profeta Mahoma (la paz sea con él):-"Confía en Alá, pero antes ata tu camello." Quizás usted no ha trabajado sobre sí mismo lo suficiente, porque de haberlo hecho, Alá hubiera guiado sus pasos.' Agradecí a los dos hombres, y mientras me alejaba oí que el librero me saludaba 'Salam aleikum' (la paz sea contigo).

Todo ese día deambulé por los alrededores del mercado, por la calle de las sastrerías, preguntando, en inglés y en francés y tratando de encontrar frases turcas adecuadas en mi diccionario. La situación se estaba tornando onírica. Comencé a sentir una especie de distancia y desapego, como si esta búsqueda no estuviera ocurriendo en realidad. Hacia el final de la tarde, cuando el sol se ocultaba tras la Mezquita Azul, y cada minarete de la ciudad dejaba escuchar la última llamada a plegaria, decidí renunciar. Si hubiera sido el momento oportuno habría encontrado al hombre. Sabía que había hecho todos los esfuerzos posibles ese día, y pensé que si realmente era importante para mí conocerlo, tendría otra oportunidad.

Cuando llegué al hotel, estaba exhausto. Apenas si pude lavarme y meditar brevemente antes de caer rendido en la cama. El autobús para Ankara, mi próximo destino, salía de la terminal a las seis de la mañana.

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Tres

Una historia de amor se escucha desde el amor mismo. Porque como un espejo es al mismo tiempo muda y expresiva.

Meviana Jelalu'ddin Rumí

El secreto es deleite. Y es este: entrar en quietud y escuchar; detener el pensamiento, detener el movimiento detener casi hasta la respiración misma; crear una calma interior en la cual, como ratones en una casa abandonada, puedan delicadamente aparecer esas capacidades, esa atención esquiva, demasiado fugaz para el uso cotidiano.

Alan McGlashan, The Savage and Beautiful Country

Los autobuses de Turquía quizás sean los únicos en el mundo en los que el conductor se pasea por el pasillo ofreciendo a los pasajeros colonia para las manos. Me ubiqué en el fondo del vehículo, gozando el olor de la colonia e ignorando las acaloradas discusiones y chismorrees del resto de los pasajeros; mi único deseo era llegar a Ankara, donde debía visitar a un gran hombre, un santo en realidad, según palabras de Hamid. En Inglaterra, pocos meses antes, Hamid me había encomendado estudiar cuidadosamente una frase de ese hombre: 'En el mundo relativo no hay creación; sólo el devenir del Ser.

‘Esa frase', había dicho Hamid, 'contiene uno de los grandes secretos. Algún día, Insh Alá (Dios quiera), llegarás a Ser; serás como la gota que se torna océano. Entonces, y sólo entonces, te será posible "hacer". Mientras no comprendas la omnipotencia de Dios, seguirás creyendo que tú eres causa de algo. Crees que puedes elegir. ¿Verdaderamente crees que elegiste ser mi discípulo? Algo hizo que nos conociéramos. Cuando puedas saber

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qué es, quién es, el origen del encuentro, llegarás al comienzo del Camino.

El autobús llegó a Ankara, Rápidamente retiré mi equipaje y me dirigí, en taxi, hacia la dirección que me había sido dada. No había tiempo que perder; deseaba pasar todo el tiempo posible con este hombre, asumiendo, por supuesto, que me recibiría. Hamid había insistido en que fuera siempre respetuoso y atento, y que no me desilusionara si no era recibido. 'Algunos de los maestros atienden a ciertos discípulos del Camino; otros, a otros. Por lo tanto, aunque alguno de aquellos que te he encomendado ver no te reciba, sigue tu camino. Lo importante es acudir con la justa intención: ellos verán tu grado de sinceridad.'

Avanzamos por calles laterales de la parte vieja de la ciudad, hasta que llegamos a una plaza en la cima de una colina. El área estaba llena de coches aparcados y de negocios que vendían libros religiosos y collares de oración. La gente se apresuraba a entrar en la mezquita, los hombres con la cabeza cubierta por sus capas, realizaban la ablución ritual en la fuente de la entrada. La llamada a oración había sonado ya.

El conductor detuvo el coche en un jardín junto a la mezquita, tomó mi dinero y antes de que pudiera pedirle que me señalara la casa del hombre que yo debía visitar, desapareció por el camino por donde habíamos llegado. Me detuve un momento bajo el sol invernal, mirando la ciudad al pie de la colina, y traté de orientarme. El último de los fieles había entrado a la mezquita, después de lo cual bajaron la cortina de cuero.

Crucé la calle en dirección a los negocios. En el primero encontré al dueño en la entrada, orando sobre una alfombra.

El del segundo también estaba de rodillas a la entrada, pero el propietario del tercero me saludó en inglés: '¿Americano, eh?' En realidad no era una pregunta sino una afirmación y me pareció innecesario corregirlo. ‘Un amigo mío tiene un hijo que estudia en California, en Berkeley. Estudia física pero mi amigo no está contento porque el hijo quiere casarse con una americana que no es musulmana. Parece que ella ni siquiera sabe que es necesario lavarse antes de orar.'

Continuó con su monólogo: ‘E1 problema con los occidentales es que no comprenden el sentido de la ablución ritual. Si creen en Dios, no importa que sean cristianos o musulmanes, pero ¿cómo pueden orar si no saben lavarse?’

'Dígame', lo interrumpí. '¿Conoce a Haji Bayram Wali?. Me

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miró de manera similar a como me había mirado el conductor del taxi ante la misma pregunta, y se tomó solemne.

'Existe Haji Bayram Wali, qué Dios bendiga su secreto', dijo, señalando la mezquita. 'Muchas veces peregrinó a la Meca. Algún día yo también iré.'

Luego me abrazó: 'Qué maravilla que un americano de Berkeley, California, haya oído hablar del gran santo.' Le expliqué que me había sido encomendado hacer un alto en mi viaje hacia el sur, donde me encontraría con mi maestro, para presentarle mis respetos a esto santo, y que también me había sido pedido que antes de acudir meditara sobre una frase suya. Le repetí la frase y esto lo entusiasmó mas aún; salió corriendo de la tienda llamando a sus amigos que en ese momento salían de la mezquita. Una docena de hombres se amontonaron gritando 'Muselman, Muselman' y luego me fueron empujando fuera de la tienda hacia la mezquita. ¡De modo que me conducirían ante su Sheik! Mi excitación concordaba con el entusiasmo de mis compañeros.En la esquina de la mezquita había una puerta, junto a la puerta una fuente en la que todos se detuvieron para lavarse , las manos, los pies y la cara, pidiéndome que hiciera lo mismo. Luego el dueño de la tienda hablo con otro que estaba de pie junto a una pequeña puerta lateral, y entramos a ese cuarto. Cuando mis ojos se adaptaron a la luz del lugar, vi que las paredes estaban cubiertas con inscripciones en árabe.‘Haji Bayram Wali', anímelo mi amigo. Me tomó poco tiempo darme cuenta de que estaba dentro de un sepulcro. La frase de Haji Bayram Wali había sido tan real, sus palabras habían estado tan presentes en mí, que no me imaginé que podía tratarse de un sabio de la antigüedad.

De algún modo se me hizo claro lo que debía hacer. Existe un dicho del Islam: ‘Cuando ores, hazlo con las manos.' Abrí las manos, palmas al cielo, como los otros que me rodeaban. No tenia idea de qué significaba el gesto, pero pensé que si me abría totalmente podría comprender algo. Al hacerlo, sentí una tensión en la garganta y al mismo tiempo un tremendo ardor en el centro del pecho. Comencé a llorar, y mientras rodaban las lágrimas por mis mejillas supe, en un lenguaje sin palabras, lo que significa ser recibido por alguien que mora en un mundo fuera del tiempo y del espacio. Ya no se trata de si está vivo o muerto. En este tipo de

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plegaria se entra en una dimensión completamente diferente. Permanecí largo tiempo en la mezquita.

Al salir a la luz del día me di cuenta de que me había sido permitido dar un paso más. Para este extraordinario viaje, Hamid había trazado un buen itinerario.

Esa misma noche tomé el autobús para Antalya, la última escala de mi viaje antes de unirme a Hamid en Sidé. Le había enviado un telegrama informándole que llegaría pronto, y a medida que me acercaba a mi meta, mi ansiedad iba en aumento.

El autobús llegó a Antalya poco después del mediodía. Frente a la estación había una agencia de viajes y decidí averiguar por el próximo autobús a Sidé. Cruce la calle con mis maletas y pregunté por los horarios. Me respondió el dueño de la agencia, en francés. Nada en Turquía sucede rápidamente; nos quedamos charlando varios minutos, y le dije que iba a pasar cierto tiempo en Sidé, visitando a un amigo. ‘¿Su amigo es inglés?', me preguntó. "No’, le dije, 'es turco, de Estambul, pero suele viajar a Londres’. 'Ah', dijo el hombre, y guardó silencio. Después de una larga pausa, preguntó: ‘¿Usted es inglés?' 'Sí', le respondí. 'Ah', dijo nuevamente. Y otra larga pausa. 'Para llegar a Sidé tendrá que tomar un automóvil o un jeep, a menos que quiera esperar el autobús de mañana’ entonces pasaré aquí la noche; ¿me puede conseguir un cuarto de hotel?' ‘Ah, pero vea, cuando el sol se ponga, será mañana, y mañana es el último miércoles de la luna. Será mejor que se vaya ahora, esta misma tarde, antes de que el sol se ponga. No es bueno dar comienzo a algo en el día equivocado. Pero claro, probablemente usted no cree en estas cosas, ¿cierto?' En realidad era una pregunta.

¡El último miércoles de la luna! Hamid me había explicado que los países islámicos utilizan el calendario lunar en lugar del solar que usamos en Occidente; ciertos días, particularmente el último miércoles y el día trece del ciclo lunar, tradicionalmente se consideran desfavorables para iniciar algo.

Si deseaba llegar debidamente, tendría que viajar a Sidé en ese momento, o esperar hasta el jueves.

El hombre interrumpió mis pensamientos: '¿Su amigo es muy alto y con bigote, y usa gafas?' ‘Sí, sí,' tartamudee, '¿lo conoce?' 'No', dijo, 'pero diez minutos antes de que usted llegara, un hombre así, turco, con bigote y gafas, me preguntó si había visto a un inglés de barba rojiza’ Sonriendo por mi excitación, le pidió a su

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asistente que cuidara mi equipaje y me llevó a la calle: 'Se fue en esa dirección'. Y señaló hacia el mar. 'Apresúrese, quizás pueda encontrarlo.'

Corrí calle abajo, asomándome a las tiendas y a las calles laterales. Llegué hasta la orilla del mar y me detuve un instante, recibiendo el viento frío. Sólo había unos pocos ancianos paseando y perros callejeros buscando comida. Quizás había llegado demasiado tarde. Sentí pánico y comencé a correr nuevamente calle arriba. Nada. Un par de veces creí verlo, pero siempre estaba dando vuelta alguna esquina y cuando yo llegaba, había desaparecido.

Finalmente, con el corazón latiendo fuerte y el pecho dolorido, volví al lugar de origen: la agencia de viajes. El dueño salió a saludarme. 'Ah’ me dijo una vez más, 'justo cuando usted se me calle abajo', señaló la dirección del mar, 'su amigo llegaba por el otro lado', y señaló en dirección opuesta.

'Ahora está en el café de enfrente, tomando té. ‘Vamos, lo acompaño’ Y con el equipaje a cuestas regresamos a la estación de autobús.

No vi a Hamid al entrar en el café, pero él estaba caminando hacia mí. Nos abrazamos con gran calidez y lloré, aliviado, por volverlo a ver.

‘Bien’, dijo, "has llegado justo a tiempo. Bienvenido a Turquía. Tengo un coche esperando, partimos enseguida. Debemos llegar a Sidé antes de que caiga el sol.'

Al pasar por la oficina de la agencia de viajes, camino a Sidé, el hombre que me había ayudado nos saludó con las manos.

Atravesamos plantaciones de olivos y mandarinas. El sol de la tarde tomaba deslumbrante el agua del Egeo. Muchas familias regresaban del campo, los hombres montados sobre burros, las mujeres y los niños caminado al lado. Algunos de los burros estaban tan cargados de canastas o bultos de heno que apenas a se les veían. Había perros corriendo y jugando a mordisquearse mutuamente. Algunas de las mujeres usaban purdah, velo completo, y las faldas de su largos vestidos negros se extendían hacia atrás llevadas por la brisa. Esta escena no había cambiado en quince años. Era natural, conforme al ritmo y armonía del movimiento de la tierra misma.

Llegamos al límite de la villa poco después de la caída del sol. "Desde arriba de esa colina, podemos presentar nuestros respetos a la bella puesta del sol; la vista es verdaderamente impresionante',

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dijo Hamid, señalando por la ventana. ‘Al borde del acantilado, oculto por la colina, hay un antiguo anfiteatro griego. Quizás pronto lo exploremos. Pero ahora estás cansado, y mañana es el último miércoles de la luna.'

Escalamos por las rocas. Desde él mar soplaba un viento frío. Al tope del acantilado ví que en realidad estábamos sobre una de las grandes paredes del anfiteatro. Mirando hacia abajo se podía ver directamente la arena del viejo escenario.

Era como si el tiempo avanzara hacia atrás porque todo parecía estar tal cual como lo había dejado un terremoto olvidado en el fondo de los tiempos. Había pilares amontonados como árboles caídos, aplastados unos contra otros de manera caprichosa. No se veían huellas de ninguna excavación. Parecía que éramos los primeros seres humanos testigos del espectáculo desde que fuera abandonado. La tierra sobre la que nos sentamos estaba sembrada de trozos de mármol y secciones de pilares. Enormes formaciones de lava se extendían hasta la playa, rojas y anaranjadas a la luz del sol poniente. Perfilado contra el mar, Hamid se sentó con las rodillas plegadas y las manos juntas. Parecía estar recogido en profundos pensamientos, sus labios se movían levemente y su rostro reflejaba una intensidad que yo jamás antes había visto.

De repente, Hamid se levantó: 'Debo llevarte a casa antes de que oscurezca.' Caminamos en silencio por la playa de regreso al coche, con el viento frío golpeando nuestras espaldas. ‘Has tenido un viaje muy largo, con seguridad estás muy cansado. Mañana descansarás; y por la noche, cuando el miércoles haya terminado, nos volveremos a encontrar e iremos a cenar al pueblo, será una cena especial.'

Fue corto el trayecto hasta la casa, que pertenecía a un amigo de Hamid que vivía en Estambul. Una casa de dos pisos orientada de manera qué los cuartos daban al patio por tres lados. El otro costado, estaba protegido por una pared alta que garantizaba intimidad completa. En el centro del patio había un bello árbol, parecido a un sauce, cuyas ramas llegaban hasta el suelo. Estaba iluminado por lámparas que colgaban de las ramas y rodeado de canteros de flores. La parte de la casa opuesta a la puerta por la que se entraba al patio era más moderna que el resto y de estilo japonés, larga y baja, fabricada en pino. Había dos cuartos idénticos, uno arriba del otro, con una corta escalera de madera, por fuera, que llevaba directamente al cuarto superior. En el cuarto de abajo, a través de las cortinas, pude ver la luz de una cerilla

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encendiendo una vela y la sombra de una figura que se movía tras la ventana.

'Ese será tu cuarto, el de arriba', señaló Hamid. "Vamos, subamos el equipaje.'

El cuarto era perfecto; simple y limpio, con una ducha pequeña empotrada en un rincón. Había una cómoda con una jarra de agua sobre ella, una lámpara junto a la cama y otra sobre una mesa junto a la ventana. Sobre la mesa había un bol con flores y una versión en inglés de El Corán. 'No dejes la luz encendida ni la puerta abierta', me previno. ‘Los mosquitos aquí son voraces. Yo estoy acostumbrado, pero tú eres rubio, y son particularmente adictos a la sangre europea. Buenas noches.' Me dejó solo y, atravesando el patio, regresó a su dormitorio ubicado en la otra casa, sobre la cocina.

Me acosté y me dormí inmediatamente. Debo de haber estado más cansado de lo que creía porque dormí doce horas. A la mañana siguiente me lavé y desayuné lo que Hamid me había enviado: pan, queso y frutas. Pasé el día tranquilo, sentado en mi cuarto o paseando por el jardín. Fue un día como de ensueño. Me sentía feliz, casi como un niño, caminé por los alrededores mirando las casas, las cercas, los montones de piedras. No sentía el paso del tiempo. En un momento vi a Hamid en la ventana de su cuarto sobre la cocina, pero no pareció verme. Después de la caída del sol, apareció sonriendo. "Puedes ducharte', dijo. ‘Esta noche hay agua. Luego iremos a cenar.'

Caminamos un corto trecho calle abajo hasta un pequeño restaurante frente a la plaza. Era el único en Sidé. Evidentemente todos en la villa sabían que un extranjero había llegado de visita, porque habían preparado una mesa con vistas al Mediterráneo, y un menú especial. El dueño del restaurante se sentó a nuestra mesa y al poco tiempo se nos unieron varios amigos de Hamid. Evidentemente yo había imaginado que la primera noche en Sidé, Hamid y yo charlaríamos sobre mis experiencias en el viaje, pero después de las presentaciones, él y sus amigos se pusieron a hablar en turco. Que yo estuviera allí o no, daba lo mismo.

Fueron trayendo plato tras plato y garrafas de vino turco. Una o dos veces mencionaron mi nombre y tuve la esperanza de ser incluido. Sin embargo, la conversación seguía en turco, mientras yo contemplaba el agua reluciente, comía lo que me daban, y me

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preguntaba qué pasaría a continuación. Quizás, después de todo, no había llegado en el momento oportuno.

Sabía, por supuesto que no debía interrumpir; estaba seguro de que en el momento correcto, la conversación se orientaría hacia las cosas que yo deseaba escuchar. Mientras tanto, me estaba poniendo impaciente. Mi mente repasaba los acontecimientos del día anterior, mi llegada a Sidé, mi cuarto nuevo, y el de abajo, con la vela que había visto encender a través de la ventana...

Me di cuenta de que crecía en mí un sentimiento de soledad y abatimiento tan intenso que temí romper en llanto allí mismo. Luché por recobrar el control pero no podía deshacerme de un enorme pesar que se acentuó al ver una figura que cruzaba la plaza en dirección a nosotros. Al principio no distinguí bien, y luego vi que era una bella joven, alta y de tez oscura. Tenía el cabello negro suelto sobre los hombros, usaba un largo vestido blanco, iba descalza y en sus manos sostenía un manojo enmarañado de lana azul, enredado en su muñecas tan apretadamente que sus manos y brazos parecían atados. El dueño del local se levantó y acercó rápidamente una silla y Hamid escoltó a la mujer hasta la mesa, desenredó con gentileza la lana de sus muñecas, y le sirvió un vaso de vino. Era bellísima, tan delicada y etérea que parecía no pertenecer a este mundo. Me di cuenta de que el sentimiento de soledad que había crecido en mí emanaba de ella.

La mujer inclinó levemente la cabeza cuando Hamid nos presentó. Guardó silencio, pero levantó nuevamente el ovillo de lana y empezó a darlo vuelta torpemente entre sus manos.

Movía las manos lenta y cuidadosamente al principio, buscando con los dedos entre la maraña de lana. Luego comenzó a hundir sus dedos agitadamente en ella.

Hamid se dirigió a mí, sin dejar de mirar a la joven. ‘Está buscando la punta del ovillo', dijo. Extendí mi mano para tratar de ayudarla pero él me tocó el brazo indicando que debía dejarla sola. Al rato se despidió de los otros, me indicó que lo siguiera y condujo a la mujer durante el camino. Marchamos juntos en silencio por la orilla, de regreso a la casa. Justo antes de llegar, ella se dio vuelta y se detuvo un instante mirando el mar. Pude distinguir un rulo de lana al viento tras ella.

Luego se dio vuelta y entró en la casa. Hamid y yo la contemplamos mientras cruzaba el patio. En seguida apareció la luz de una vela en la ventana del cuarto de abajo, brillando tras el mosquitero e iluminando débilmente el árbol.

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Hamid se dirigió a mí: "Ven a mi cuarto mañana a las siete en punto', dijo. Luego me abrazó, besó mis manos, las elevó hasta su frente y se retiró a su habitación.

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Cuatro

He muerto mineral y me transformé en vegetal;y he muerto a lo vegetativo para tornarme animalAl morir a la animalidad me transformé en hombre.¿Por qué entonces el temor a desaparecer en la muerte?La próxima vez que mueratendré alas y plumas como los ángeles;y luego, remontándome por encima de los ángeles,llegaré a serlo que no puedes imaginar.

Mevlana Jelalu'ddin Rumi

Como el amanecer contiene el día, el aliento divino lo contiene todo.

Muhyi-d-din Ibn’Arabi

Amaneció sobre las colinas y los perros de la villa despertaron inaugurando el día. Escuché la llamada a plegaria de los minaretes: 'Alá Hu Akbar, Alá Hu Akbar’ (Dios es grande, Dios es grande). El llamamiento del muezín resuena sobre los techos cinco veces por día convocando a los hombres a dirigirse nuevamente a Dios.

Realicé las abluciones como Hamid me había enseñado en Londres. Me había dicho: 'Si no tienes agua te lavarás con arena; y si no tienes arena te lavarás con una piedra; si no dispones de piedra, límpiate con intención para poder acercarte al momento habiéndote liberado del pasado todo lo posible.' Me lavé muy cuidadosamente esa mañana, rogando poder estar abierto para recibir lo que me fuera dado.

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A las siete en punto golpeé la puerta del ruarlo de Hamid. Me estaba esperando. Me indicó que me sentara en una silla frente a el, y sin rodeos comenzó a hablar. 'Esta mañana voy a enseñarte algo sobre la respiración. Te darás cuenta de que la respiración es el secreto de la vida; sin ella no hay nada. Si se respira de manera correcta se puede elegir cómo viajar. Piensa en el viento: al soplar, lleva consigo todo lo liviano, todo lo que puede desprenderse de la tierra. Lleva el aroma de las flores, las hojas que caen de los árboles y lleva las semillas de las plantas al lugar donde podrán echar raíces. ¡Hay un gran mensaje en esto! Venimos a este mundo en la respiración y salimos de él en la respiración. El hombre medio, que vive la vida mecánicamente, olvida la respiración hasta que, en el momento de su muerte, lucha por llevar aire a sus pulmones, aferrándose a los últimos vestigios de lo que cree que es la vida en este mundo.

La práctica que voy a enseñarte esta mañana, puedes realizarla en cualquier momento, por el resto de tu vida. Parece fácil, pero como cada momento es diferente, cada día es diferente, a veces te será difícil concentrarte. Pero poco a poco llegarás a comprender la importancia de lo que te estoy diciendo.

'Primero, debes aprender a purificar los cuerpos sutiles sometiendo el concepto de cuerpo físico para poder encontrar la matriz invisible a partir de la cual el cuerpo constantemente se está formando. Si aprendes a purificarte, podrás ver con claridad, porque las formas mentales y las proyecciones que oscurecen la clara visión y el oído interior comenzarán a disolverse. Después de todo, es justamente el pensamiento lo que nos separa

Me indicó que acercara más mi silla a la suya. Luego tomó mis manos entre las suyas, con mi palma derecha hacia arriba y la izquierda hacia abajo, formando un circuito a través del cual yo podía sentir la energía que fluía entre nosotros. El efecto calmante fue inmediato.

"Primero verifica que tu espalda esté erguida, luego simplemente observa el subir y bajar de la respiración. Para poder hacerlo se requiere mucha práctica, y son pocos los que están dispuestos a llevar a cabo el esfuerzo necesario. Cuando puedas simplemente observar la respiración, comenzarás a darte cuenta de que estamos tiranizados por pensamientos que nos arrastran constantemente de un lado a otro; y a pesar de que no nos gusta esta verdad, es evidente que tenemos poca permanencia. Pero tú no eres tus pensamientos, del mismo modo que no eres tus

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emociones o tu cuerpo. Si no eres tus pensamientos, y sin embargo te es tan difícil observar la respiración sin ser arrastrado por los pensamientos, ¿no será que algo anda mal?

Al hacer esta pregunta me apretó un poco las manos hasta que lo miré a los ojos. 'Escucha cuidadosamente', dijo, y recuerda lo que digo: mientras no tengas un "yo" permanente, estarás siempre a merced del peligro de ser desviado. Si aprendes a respirar conscientemente, tendrás ocasión de encontrar ese ser interior que es tu verdadero ser.

‘Hoy voy a hablarte de los tres aspectos de la respiración. Para conocer la respiración habría que estudiar la vida entera pero estos tres aspectos -si se los atiende cuidadosamente y se los pone en práctica- pueden llegar a cambiar el curso de tu vida. Se trata del ritmo y la calidad de la respiración y del punto del cuerpo en que se sitúa.

‘Últimamente en Occidente se ha escrito mucho acerca del ritmo de la respiración, que en la India se llama pranayama,' pero pocos saben que los diferentes ritmos enseñados por las distintas escuelas y maestros tienen como fin producir resultados diferentes. Al conducir un automóvil a gran velocidad cuesta arriba, el motor adopta un ritmo bien diferente que cuando vas en bajada, en punto muerto. La velocidad puede ser la misma, pero el ritmo del motor es bien diferente. Lo mismo sucede con la respiración; comprender esto es vital.'

Hizo una pausa. Yo no estaba muy seguro de si debía responder o no, pero antes de que pudiera siquiera intentarlo, prosiguió. El ritmo que voy a enseñarte hoy se conoce como la madre de la respiración. La gente no es consciente de que a cada momento algo "nace", y de que si pudiéramos hallar el ritmo natural que armoniza con las leyes universales que gobiernan nuestra existencia, podríamos contribuir a pacificar este planeta.

‘De modo que ésta es la primera lección: practicar conscientemente un ritmo respiratorio básico. Verifica que tu columna este erguida, para que los fluidos vitales puedan circular fácilmente. Ahora inhala durante una cuenta de siete, haz una pausa de uno, y respira durante otra cuenta de siete. Antes de comenzar la segunda inhalación, haz otra pausa de uno. Es una cuenta rítmica muy simple 7-1-7-1-7. Si practicas verdaderamente, pronto se tomará automática. Trabajemos juntos ahora.'

A medida que me iba relajando y entregando al ritmo, comencé a sentirme muy liviano. Hamid sostenía aún mis manos y yo veía

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el subir y bajar de su abdomen al respirar. Al principio el ritmo era extraño y difícil de seguir, pero luego algo en mí comenzó a despertar lentamente: un observador que podía ver todo lo que estaba sucediendo y sin embargo no se identificaba con nada, ni con el ritmo mismo.

'Bien', dijo Hamid. 'Ahora confía un poco más, relájate y cierra los ojos: simplemente permite que tu cuerpo respire. Deja de lado todo concepto, entrégate al ritmo que fluye y pulsa en todo lo viviente. Este ritmo se llama ley de siete, y al seguirlo te vinculas con el principio armónico de la vida que sólo busca lo perfecto.

'Ahora, al pasar a la próxima etapa, relacionada con la calidad del aire que respiras, seguirás practicando el ritmo 7-1-7.'

'Igual que el viento lleva consigo todo lo liviano que se separa de la tierra, existen muchas calidades que pueden acompañar la respiración si comprendemos el ritmo y si somos capaces de concentramos de manera correcta. Por ejemplo, puedes elegir un color del espectro e incorporarlo a tu cuerpo con la respiración, llenando con él cada célula. Esta práctica es útil en ciertos tipos de curación. Puedes inhalar una vibración fuerte, similar a los bajos de un piano, o puedes inhalar las vibraciones más sutiles que se puedan imaginar que, en este mundo, se encuentran más allá de las ondas sonoras. ¡Puedes elegir cualquier cosa! Puedes inhalar la esencia de una flor o de una hierba del mismo modo que hueles su perfume y reconoces la diferencia. El conocimiento de la respiración es muy vasto; antiguamente pocos lo poseían pero ahora ha llegado el momento de que el mundo comience a comprender. Con el ritmo correcto, y con el conocimiento que te estoy! trasmitiendo, se pueden hacer cosas extraordinarias.

"Pero sólo te estoy dando indicaciones para que puedas trabajar. Cuando hayas practicado bastante este ritmo básico, podremos hablar más en detalle.

"El tercer aspecto, del que deseo hablarte hoy, es el lugar de la respiración en el cuerpo. Igual que el viento lleva la semilla de un lugar a otro, así la respiración puede llevar intención de un área del cuerpo a otra, con un fin determinado. Colocando de manera correcta la respiración podemos aprender a equilibrar el cuerpo. Este es el comienzo del aprendizaje del arte de la trasmutación: el arte de los alquimistas, que nos permitirá cumplir con nuestra responsabilidad como hombres: llegar a ser seres humanos conscientes dedicados a una vida de servicio en esta tierra.

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'Respira ahora conmigo, percibe el ritmo que te he enseñado y absorbe con el aire la calidad más fina que puedas imaginar. Purifícate con el aire. Deja que lave todas tus penas en este momento. Mientras respiramos, siente la energía que se expande desde la coronilla de tu cabeza hacia abajo, recorriendo todo tu cuerpo.'

Al respirar como Hamid me indicaba, me iba relajando y sentía un gran alivio y un sentimiento de libertad que nunca antes había experimentado. Al mismo tiempo tenía que luchar por no perder concentración y conciencia. Hamid sostenía fuertemente mis manos.

'Ahora quiero que respires profundamente varias veces. Cada vez que inhales, trae conscientemente equilibrio a tu ser, y al mismo tiempo asume responsabilidad por tu cuerpo. Has podido deshacerte de mucho de lo que creías ser para descubrir algo verdadero en tu interior: lo que llamamos el observador. Debes aprender a desarrollar este observador un poco más cada día. Estás aquí para aprender a hacerte cargo del vehículo que te ha sido dado. Yérguete con orgullo en este mundo, pero inclínate en el próximo.

Comencé a respirar lenta y profundamente, y pronto Hamid me indicó que abriera los ojos. El cuarto parecía distinto, como si lo estuviera viendo por primera vez. Sentí una paz tremenda y una sensación de seguridad. Todo estaba en el debido orden. Circulaba entre los objetos del cuarto, y en cada objeto mismo, una corriente perfecta: un sentido de comunión, de reconocimiento; las sillas, la mesa, la cama, cada cosa tenía en cuenta a las demás. Ya no eran objetos inanimados sino que formaban parte del Ser viviente. Cada cosa tenía conciencia y hablaba un lenguaje silencioso. Todo era, en Esencia, perfecto.

Hamid separó lentamente sus manos de las mías y se puso de pie. Caminó hasta ubicarse detrás de mí, puso sus manos sobre mi cabeza, y las fue bajando lentamente a cada lado de mi cuerpo, a unos seis centímetros de la ropa. Luego hizo lo mismo por el frente y la parte posterior. Finalmente, me puso las manos sobre los hombros y me dijo que me quedara quieto. Sus manos emanaban un calor tremendo, que me recorría por entero. Permaneció así unos pocos segundos y volvió a sentarse. 'Bien', dijo, 'ahora, cuando hablemos del mundo real, será más fácil que comprendas. Pero antes desayunemos. ¿Sabes hacer café turco? ¿No? Sacudió la cabeza apenado. 'Bueno, debes aprender, y cada

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mañana será tu tarea prepararlo después de la meditación que hagamos juntos. Después de desayunar, nos sentaremos a charlar. Ahora vete a dar un paseo por la playa, y cuando regreses el café estará listo."

Y se fue en dirección a la cocina. Mi cuerpo estaba curiosamente débil y al principio me fue difícil incorporarme de la silla. Descansé unos minutos más y luego me encaminé hacia el mar, para ver los botes de pescadores regresando con la pesca de la mañana.

Mientras caminaba por la playa pensé en el cambio operado en Hamíd. Esa mañana no había sido como las otras veces que estuvimos juntos en Londres. Su actitud emanaba una autoridad que dejaba afuera toda tontería y no daba lugar a medias tintas. Antes, siempre había habido algún momento para hablar de cosas mundanas, reír un poco y compartir una discusión banal; ahora, parecía haber una sensación de urgencia. Sentí que se esperaba de mí más de lo que hasta ahora había intentado. Por cierto que había dado un salto a lo desconocido, pero ahora me daba cuenta de que no había retorno. Me había puesto en las manos de este hombre. El juego había comenzado, y yo no conocía el desarrollo de la trama.

Para cuando regresé del paseo, Hamid había puesto la mesa para desayunar en el patio. Comimos en silencio y después de limpiar todo, me indicó que entrara en la casa. Nuevamente sentados en las sillas de su cuarto, comenzó a hablar como si nunca nos hubiéramos levantado de allí.

"Mientras estés aquí tendremos un tiempo de estudio todas las mañanas. Esto será nuevo para ti, ya que los occidentales parecen pensar que el estudio es acumular información, u obtener conocimientos. Pero recuerda esto: el conocimiento no se puede obtener, es dado. Te es dado en el momento correcto, aunque en realidad estuvo siempre allí, dentro de ti. La palabra educación viene del latín educare, que significa dar a luz. No significa empalmar trozos de información provenientes de alguna fuente exterior. El estudio al que me refiero es el estudio, por amor y conscientemente, de las verdades esenciales, de modo que lo que está en ti, esperando nacer, pueda comenzar a revelarse. Si te esfuerzas estudiando, la comprensión llegará por sí misma. Pero antes de estudiar de este modo siempre debes prepararte; por eso realizamos las prácticas primero. Tienes que aprender a armonizar los tres mundos: el mundo del pensamiento, el del sentimiento y el mundo físico. Estudiar no es -¿como lo llaman ustedes? una tarea

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cerebral. Si estudias sólo con la cabeza, obtienes conceptos de la verdad. Si estudias con el mundo del sentimiento, terminas dando vueltas en perpetuo estado de aleluya, con grandes sentimientos pero sin dirección. Si sólo haces ejercicios físicos para entrenar el cuerpo, puedes terminar tan pegado a la tierra que nunca tendrás aspiraciones de algo más elevado. Es necesario un equilibrio.

Lo interrumpí para preguntarle: '¿Qué quiere decir que el conocimiento es dado y no adquirido?’

'Cuidado, Esa es una pregunta de la mente. No es una pregunta verdadera. Si estuvieras escuchando debidamente, ni se te hubiera ocurrido esa pregunta. Todavía crees que eres capaz de hacer. No has aprendido nada aún. Te he dicho que escuches, que dejas entrar lo que te digo, y no que empieces a buscar explicaciones con tu mente discursiva. Estudiarás escuchando. Si no deseas escuchar, entonces vete; regresa cuando estés dispuesto. Tengo demasiadas cosas que hacer y no me gusta perder tiempo. Derrochar es un pecado. Pecado es falta de conocimiento; de modo que si deseas comprender debes escuchar.'

Desconcertado por la severidad de la respuesta, me di cuenta de que había formulado la primera pregunta que había surgido en mi mente, simplemente para que dejara de hablar un momento, para darle a mi mente racional la oportunidad de incorporar lo que estaba diciendo. No había considerado la pregunta.

'Perdóname por favor’, dije. 'No quise interrumpirte. Sólo deseaba comprender. Sigue, por favor. Haré todo lo que pueda por escuchar.'

'Siento haberte hablado rudamente', dijo. 'Sólo es tu segundo día en Sidé, y estás agotado por el viaje. Pero debes recordar que aquí es diferente que en Londres. Allá dábamos vueltas el uno alrededor del otro, tratando de conocernos, tratando de decidir si íbamos a seguir andando juntos. Luego te fue ofrecida la oportunidad de venir, y aceptarte. Ahora estás en mi casa y cada instante cuenta. Quisiera que estés aquí el menor tiempo posible; no debemos derrochar tiempo. Quiero trasmitirte parte del conocimiento que he recibido para que puedas a tu vez trasmitirte a otros.' Hizo una pausa. 'La devoción a Dios es estudiar a Dios en todos sus aspectos, comprenderlo es conocer todo lo posible acerca de El, servir a Dios es enseñar a otros lo que de El sabes. Por ahora, confía y aprende. Estudia. Y estudia más.'

'¿Hay algún libro para leer?’ pregunte.

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'Por cierto que no', contestó. ‘Durante años has leído, ¿y a donde te condujo la lectura? Tu cabeza está llena de ideas y conceptos, lo que añoras es la experiencia que otros han tenido en el camino. Antes de comprender tu verdadera naturaleza, todas esas ideas y conceptos deben disolverse. Nada de libros -el único libro es el manuscrito de la naturaleza, la lección es la vida misma. ¡Vive apasionadamente! ¿Acaso alguien dijo que este camino es tan serio que no hay en él lugar para la alegría? Este sendero es la aventura más excitante que existe, y debería ser vivida con alegría. El gozo da origen al conocimiento: el conocimiento de que Dios es perfecto e incomparable. ¿Recuerdas que una vez te pregunté por qué eras vegetariano, y te dije que yo como carne porque sé que Dios es perfecto? Me sonrió. Había un brillo en sus ojos. Yo también sonreí.

Yo conocía el tipo de pensamientos y preguntas que se formulaban en tu mente, pero nunca te pedí que cambiaras tu manera de pensar. Siempre comimos juntos los alimentos que tú considerabas correctos. Pero ahora ha llegando el momento de que empieces a comprender. Sólo existe Un Ser Absoluto del cual todo surge; no podemos separar nada de El. Todo en este universo es perfecto y está en debido orden. Que los animales nos sean dados como alimento para que podamos vivir, es parte del juego de la vida. Es parte del proceso de redención’ La redención sólo puede tener lugar a través de la humanidad. El proceso es alquímico; somos meros trasmutadores de energías sutiles. Un gran maestro. Mesana Jelalu'd din Rumí, dijo: ''Muriendo como mineral me transformé en planta; muero como planta para transformarme en animal; muero como animal para transformarme en hombre. Moriré como hombre y surgiré en forma angélica. ¿Por qué entonces sentiré temor a la muerte?" ¿Quién es el que teme morir? ¿Qué "yo" es el que dice "temo a la muerte"? Medita sobre estas cosas hoy.

Dentro de ti está todo lo que ha sido y todo lo que alguna vez será, todo el pasado, y todos los reinos de la naturaleza. ¿Crees que el mundo animal es diferente? Observa al animal.

Come hierba, una hierba que ha ingerido todos los minerales de la tierra, los rayos del sol y otras energías del cosmos. De modo que al comer hierba el animal absorbe, al mismo tiempo que el reino vegetal, el reino mineral. Sólo existe Un Ser Absoluto. Esto significa que debemos responsabilizarnos por el modo en que respiramos. Recuerda esto, y recuerda que, comas carne o no, cada

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vez que inhalas estás absorbiendo elementos del mundo animal. Al inspirar ahora estás tomando parte del aire que yo he exhalado; cuando eras vegetariano inhalabas elementos de la carne que yo había comido, procesada en mí. ¿Eras consciente de ello?

‘Como te dije esta mañana, el secreto de la vida es la respiración. Usando la respiración de manera correcta, todo se puede transformar, y es nuestro deber de nacimiento llegar a ser transformadores conscientes.

Te contaré una historia. Una vez me visitó una joven que había viajado mucho por la India. Durante un año entero sólo se había alimentado de naranjas. Es cierto, sólo naranjas. Esta mujer era muy fuerte, podía cargar un peso enorme sobre sus espaldas. Según la lógica debería haber estado débil, pero en realidad era más sana que la mayoría. Vino a verme porque le habían dicho que yo podía presentarle a ciertas personas de Medio Oriente. La invité a almorzar sin conocer sus hábitos alimenticios. Si bien. fue amable, estaba horrorizada de lo que comíamos. Éramos catorce personas a la mesa, yo había preparado pato al horno con una salsa de curacao y Grand Marnier. Alguien había traído vino clarete y al finalizar el almuerzo bebimos champagne con un sufleé de limón. Ella se disculpó, dijo que seguía una dieta, sacó las naranjas de su bolso y las comió muy lentamente. Lo más admirable fue que debido al horror que le producían nuestros hábitos alimenticios no fue capaz de escuchar lo que se hablaba. En el curso de la conversación yo le había dado al grupo dos nombres y domicilios de personas que ella buscaba conocer. Ella no oyó porque estaba atrapada por la idea de cómo debía ser un guía espiritual, de qué debía alimentarse, etc. Se fue muy desilusionada y hasta enojada con nosotros.

‘E1 secreto de la historia es este: ella había tenido en la India un maestro con el que había estudiado mucho tiempo. Era un asceta y le enseñó la dieta que ella seguía, pero más importantes que la dieta eran las prácticas respiratorias que le enseñaba. Al usar la respiración de manera correcta ella era capaz de absorber todo lo necesario. Ella no sabía que estaba inhalando todo lo necesario de los diferentes reinos ..."Muriendo como mineral me transformo en planta..." ¿Comprendes?'

Esperó en silencio. Abrí la boca para hacer otra pregunta pero me detuve atemorizado.

‘La pregunta que estás a punto de hacer proviene del corazón, haré todo lo que pueda por responderla.'

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‘Si es posible absorber todo lo necesario comiendo naranjas y respirando correctamente, quiero saber por qué comes carne’

La pregunta pareció causarle mucha gracia porque se revolcó de risa, su cuerpo se sacudía y rió hasta que le salieron lágrimas de los ojos.

‘Oh, los occidentales', dijo. '¿por qué no pueden comprender? Como carne porque me gusta la carne.'

La reunión había terminado. Sin una palabra más, salió del cuarto y desapareció en otra habitación más pequeña que estaba separada de donde habíamos estado sentados por un tapiz que ocultaba una puerta. Esperé un momento, y luego crucé el patio en dirección a mi cuarto. Había decidido pasar la tarde en la playa. Me encontraría con Hamid al atardecer en el anfiteatro griego, de modo que tenía tiempo suficiente para descansar y tratar de asimilar lo que se me había dicho.

Tantas cosas habían pasado desde mi llegada dos noches antes que casi me había olvidado de la bella mujer que había conocido durante la primera cena. Y allí estaba, saliendo de su cuarto. Tenía las manos frente a sí, igual que la noche anterior, con el ovillo de lana azul enmarañado y atado en ellas. Me sentí incómodo por entrometerme en su mundo y al mismo tiempo me asaltó una tristeza abrumadora. Ella caminó hacia mí, sin mirarme directamente, la cabeza levemente inclinada, con las manos y dedos apuntando hacia mi pecho. Había tanta determinación en su andar que retrocedí lleno de temor. Sentí que trataba de poseerme y sin embargo no podía apartar mi mirada de sus manos dirigidas hacia mí. Tenía las palmas unidas como en un gesto de plegaria, y la lana azul colgaba enredada hasta su cintura.

Cuando llegó a corta distancia levantó los ojos y me miró. Tratando de no apartar mi mirada de la suya, extendí las manos y cuidadosamente tomé la lana. Cuando sacaba los últimos hilos, sonrió mirando sus manos como si las viera por primera vez. La masa de lana se arrastraba por el suelo. Me incliné a levantarla,-y mientras lo hacía ella comenzó a gritar y siguió gritando, un grito de dolor. Cayó de rodillas y aferró nuevamente la lana en sus manos.

Me agaché para ayudarla y apareció Hamid cruzando rápidamente el patio. Me empujó a un lado, se inclinó y puso sus manos alrededor de las de ella. Inmediatamente ella dejó de gritar y levantó hacia él la mirada, una mirada de niña. Hamid la tomó de las manos y la ayudó a incorporarse, indicándome que

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recogiera la lana. Yo extendí el ovillo hacia ella, pero él tomó la lana, la dobló, la besó, y se la entregó. Luego rodeó a la mujer con los brazos y la llevó hacia la casa.

Los seguí lentamente a través del patio y subí a mi cuarto. ¿Quién sería esa joven? No la había oído hablar, quizás era muda. La compasión con que Hamid la trataba, la extraordinaria gentileza con que la condujo hacia la casa, me hizo pensar que quizás fuera su hija. Pero no era momento de preguntas y me estaba dando cuenta de que era mejor no indagar en cosas que no me concernían directamente.

Habían sucedido muchas cosas desde mi llegada a Sidé y estaba seguro de no comprender ni una fracción de lo que me había sido dado. Traté de recordar si, durante las charlas en Londres, Hamid había mencionado alguno de los temas que tratamos esta mañana. Mi mente se iluminó con una frase que le escuché decir en una cena en Londres: ‘E1 hombre es, un transformador de energías sutiles. Nuestro "Trabajo" en esta tierra es el arte de llevar a la dimensión el punto sin dimensión, para el mantenimiento recíproco del planeta…’

No podía recordar el contexto en que la frase había sido dicha, pero quedó grabada en mi mente. Aquella noche salí de su apartamento preguntándome qué seria el "punto sin dimensión", y qué era el "Trabajo".

Hacia el atardecer, caminaba por la playa hacia el sitio donde debía encontrarme con Hamid para contemplar la caída del sol. Todo estaba desierto; a excepción de tres pescadores que remendaban sus redes en el café, estaba solo. No había vuelto a ver a Hamid desde la mañana y del cuarto de abajo no había salido ningún sonido. Seguramente la joven estaba todavía con él.

Esperé largo rato en las rocas, pero nadie acudió. Oscureció, y finalmente decidí regresar a la casa a ver qué había ocurrido. Había luz en las ventanas y en la cocina se oía el mover de platos. Golpee y entré. No me dio explicaciones de por qué no había ido al encuentro, y yo no pregunté. Me indicó que me sentara y me ofreció un bol de aceitunas negras, un poco de queso blanco y un vaso de vino. 'Come', dijo. ‘La cena tardará un poco todavía.' Lo observé mientras cortaba las verduras, notando la intensidad de cada uno de sus movimientos. Igual que en Londres, no hablaba mientras guisaba. Decía que era una acción sagrada que requería toda la atención y el mayor respeto. 'Agradece todo lo que te da vida', decía, 'y transfórmate en un buen alimento para Dios.'

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Comí algunas aceitunas. Eran extraordinarias, muy diferentes a otras que había probado, y me pregunté dónde las conseguía. Cuando terminó de preparar la comida, le pregunté por las aceitunas. ‘Ah’ dijo, ‘preparar aceitunas como éstas requiere un proceso muy especial.’ Se sentó conmigo y le serví vino. 'Brindemos por las aceitunas’, dijo. 'porque han pasado por un largo proceso para llegar a ser tan deliciosa’ Entonces empezó a reír con fuertes carcajadas que sacudían la mesa al ritmo del movimiento de su abdomen. 'Comiste las mismas aceitunas muchas veces en Londres', dijo. ‘¿por qué no las notaste entonces? Claro que si las hubieras notado, quizás no habrías hecho un viaje tan largo para preguntar por ellas.

'Para preparar estas aceitunas primero es necesario conseguir las de mejor calidad. Luego se lavan cuidadosamente varias veces para eliminar toda la sal. ¿Comprendes?' Asentí, tratando de registrar todo en la mente para poder prepararlas luego. Tomas un frasco bien limpio –perfectamente limpio-, pones en él las aceitunas lavadas y viertes sobre ellas agua hirviendo. Las aceitunas se hincharán. Las dejarás con el agua hasta que se expandan, pero no demasiado tiempo, porque se les quebraría la piel. Luego sacas el agua y agregas al frasco rodajas de limón y menta fresca. Finalmente llenas el frasco con aceite de oliva de primera presión, el más puro que encuentres, que es esencia de aceitunas. Tapas el frasco herméticamente y lo dejas reposar durante cuarenta días y cuarenta noches. Entonces estarán perfectas. De todos modos son buenas después de siete días.'

Y, al verme tratando de memorizar el proceso, estalló en risa nuevamente. 'Vamos’, dijo. 'pongamos la mesa y cenemos. Las aceitunas pueden esperar hasta mañana.'

Nos quedamos charlando hasta bien entrada la noche. No quiso discutir los eventos ocurridos en el día, y frente a mis preguntas, decía: ‘Eso es otra cuestión’, o ‘Todavía no es tiempo de hablar de estas cosas’. Me contó bellas historias de los derviches de Turquía y Persia. ‘Quizás puedas llegar a conocer a alguno', dijo, 'pero no es necesario que salgas a buscarlo. Si tu intención es limpia, alguien vendrá por ti. Eso sí, mantente despierto, o te pasará inadvertido.'

Antes de separarnos esa noche, dijo que debíamos orar. Traté de explicarle que yo no comprendía la oración, que no veía el sentido ni el propósito de la plegaria. 'Entonces tu plegaria será para poder llegar a comprender’, dijo no sin impaciencia. ‘En nuestro camino

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la devoción es necesaria’ Tu problema es que no crees en Dios. Todavía piensas que puedes hacer. Si supieras lo que yo sé, entonces orarías, pero la plegaria de la que te hablo está más allá de las formas. ¿Dónde están tu amor y tu gratitud? ¿Cuántas veces al día recuerdas agradecer? Dependemos completamente de Dios y es a El a quien debemos agradecer. Mientras no sientas gratitud estarás separado de Dios. Has olvidado la plegaria porque has olvidado tu dependencia de El; la plegaria se ha tornado una mera repetición de palabras. Eso no es plegaria. Yo hablo de la plegaria del corazón, un estado en que la vida misma se hace plegaria. Deberías alabarlo al levantarte por la mañana y, antes de dormirte, deberías agradecer todo lo que te ha sido dado. Puede aparecer como una espina que pisas, para despertarte. Puede aparecer como suave viento, o como lluvia. Se presente como se presente, traiga lo que traiga, es necesario agradecer y reconocer a Dios en cada aparición; alabanza y gratitud son las dos manos de la plegaria.'

Guardo silencio durante un momento. ‘Un gran sufi dijo una vez: 'Haz de Dios una realidad y El hará de ti la verdad." Comienza ya, esta misma noche, a tratar de comprender el significado de esto. ¿No deseas ver a Dios cara a cara?'

Sintiéndome rechazado y avergonzado, comencé, muy lentamente al principio, a dar gracias. Fue como si las palabras estuvieran esperando ser emitidas, porque tomaron un ritmo propio.

Y hubo respuesta de la gratitud surgió una alegría que limpió las tensiones y las dudas. La respuesta fue tan inmediata que por un momento dudé y abrí los ojos. Hamid estaba aún allí, sentado frente a mí. Volví a cerrar los ojos y nuevamente sentí mi corazón aliviado.

Nos quedamos sentados en silencio un tiempo. Cuando finalmente me levanté para retirarme a mi cuarto, Hamid me sonrió como desde una gran distancia. No fueron necesarias más palabras esa noche.

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Cinco

Detrás de cada "Oh, Señor" que emites, hay miles de "Aquí estoy".

Mevlana Jelalu'ddin Rumi

El alma recibe del alma que conoce, y no del libro o la palabra.Si el conocimiento de los misterios se origina en el vacío de la mente, es iluminación del corazón.

Mevlana Jelalu'ddin Rumi

Como siempre, a la mañana siguiente a las siete en punto me presenté en el cuarto de Hamid, pero esta vez lo encontré durmiendo. En realidad roncaba: un sordo retumbar bajo las sábanas. Por todos lados había libros y papeles esparcidos; supuse que había pasado toda la noche despierto. Junto a su cama, una pila de papeles más ordenados que el resto, llamó mi atención. El título de la primera hoja era: ‘Un Camino de Entrega y Servicio. Los místicos sufís del siglo trece’. Bajo el título había una cita:

La tierra y la arena están ardiendo. Apoya tu rostro sobre la arena ardiente y sobre la tierra del camino, ya que todo herido por el amor debe llevar en su rostro la marca de la herida, la cicatriz tiene que estar a la vista. Deja que se vea la cicatriz del corazón, porque el que transita el camino del amor es reconocido por sus cicatrices.

Profeta Mahoma (La paz sea con El)

¿Quién era Hamid? No era la primera vez que me hacía esta pregunta. Aparte de las noches que pasamos juntos en su apartamento en Londres, su vida me era desconocida. Muchas

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veces intenté obtener información, pero él siempre desviaba la conversación, indicando que su vida era su vida y que no correspondía que yo hiciera preguntas. Insistía tanto en esto que verdaderamente yo no tenía idea de quién era Hamid.

¿Sería un Derviche? me preguntaba. Esos papeles junto a su cama me intrigaron y me incliné para hojearlos. Los ronquidos continuaban, y aunque sabía que estaba invadiendo su intimidad, la tentación era muy grande.

Estaba a punto de levantar la primera hoja cuando se despertó. Por un instante no se percato de mi presencia. Luego, al verme inclinado sobre sus papeles, saltó y, con el rostro desfigurado por la ira, grito: "¿Que estás haciendo aquí? ¿No has aprendido nada? ¡Entras en mi cuarto sin permiso y tienes el atrevimiento de espiar mis cosas! ¿Qué más has hecho? ¿Qué más has espiado? Vamos, habla.'

Le aseguré que sólo había estado allí unos segundos, y que no había tocado nada. Le expliqué que no había querido despertarlo, y que él me había pedido que estuviera en su cuarto a la hora acostumbrada, que no sabía qué hacer, si irme o quedarme. Me sentía casi enfermo de miedo y vergüenza.

'¡Basta!', me interrumpió. 'Has cometido un grave error, debería echarte de mi casa. En nuestra tradición se nos pide honestidad y, más que nada en la tierra, respeto por la dignidad del ser humano. Tú eres joven, inexperto e inglés, y por eso te han sido admitidos varios errores, pero ahora tendrás que aprender. De ahora en más no entrarás en mi cuarto sin tener permiso, y no preguntarás nada, a menos que te autorice a hacerlo. Si eres atento, y te comportas adecuadamente, podremos continuar adelante Si no, ya encontraré algún otro. No eres tan importante, ¿sabes? Quizás seas un instrumento útil, pero puedes ser reemplazado fácilmente. ¿Comprendes? Ahora ve a preparar el café y el desayuno y déjame solo hasta que te llame.'

‘Lo siento Hamid', le dije. 'Perdóname, por favor.'Fuera!', gritó. ‘No hay lugar para sentimentalismos aquí.

Tenemos mucho trabajo, y si deseas aprender, debes ponerte a trabajar y no arrastrar viejos errores. Está bien que digas 'lo siento', pero no esperes piedad de mi parte.'

Mientras preparaba el café, me di cuenta de que en realidad había esperado piedad en lugar de simplemente disculparme y ver que el momento ya había pasado.

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Media hora después escuché a Hamid gritar desde su cuarto. ‘Ven', ordenó, ‘y sube el desayuno.'

Tenía el cabello todavía mojado, y me saludó como si nada hubiera pasado. 'Bueno', preguntó, '¿qué has aprendido?'

La pregunta era tan inesperada que no encontré respuesta. Varias veces antes había sucedido esto, y cada vez yo había caído en la trampa. Creía tener una idea de qué iba a suceder a continuación, y me sentía tranquilo en la situación, y entonces Hamid salía con algo que destruía completamente la continuidad. Una vez, en Londres, le pregunté por eso. Y me dijo: ‘Para encontrar el Camino es necesario romper el reloj. Debes destruir tus patrones de comparación.'

Me quede en silencio unos minutos, tratando de encontrar una respuesta que le agradara.

No sé que responder', dije. 'Apenas acabo de llegar y me encuentro tan desorientado que no sé qué he aprendido. Es todo tan nuevo, quizás pasen unos días antes de que pueda responder.'

Tonterías', dijo. 'Eres terco y perezoso. Si pudieras escuchar y confiar, podrías responder. Con seguridad has aprendido algo.' Enfatizó las últimas palabras y se inclinó mirándome intensamente a los ojos.

'¿Y bien?''He aprendido que verdaderamente no sé nada, y que el viaje

acaba de comenzar. Hasta el momento todo fue preparación.''Siempre es así, todo es preparación', dijo, 'de modo que esa no

es la respuesta. Ahora nos preparamos para el mundo y que vendrá, pero cuándo vendrá está en manos de Dios, y no en las nuestras. Siempre debemos estar preparados. Prepararse es el arte de permanecer despierto. Si estás despierto quizás algún día puedas ver el mundo real. No esperes entrar en ese mundo si andas dando vueltas como sonámbulo en un sueño. Casi todas las personas están dormidas, pero no lo saben. No despertarás por leer libros que te digan que estás dormido. Ni siquiera si te lo dice un maestro. Sólo puedes despertar si lo deseas, y empiezas a trabajar sobre ti mismo para deshacerte de toda la basura que te impide conectarte con tu verdadera naturaleza. Y despertar no es una experiencia supranormal. He conocido a muchos que se llaman a sí mismos psíquicos y están mas dormidos que otros que no saben nada acerca de estas cosas. Esos se engañan creyendo que si pueden entrar en contacto con algún tipo de "guía" están eximidos

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de hacer el trabajo por sí mismos. Lo único que hacen es ocultar su dolor tras otro conjunto de ilusiones.

'Lo único que se puede hacer es llegar a conocer la Unidad de Dios; entonces todo nos es dado. Si buscas trozos de El, aspectos de la Realidad Única, quedas atrapado en los pedazos, ¿y dónde está entonces la Unidad? Si te detienes en el viaje, para admirar las flores, podrías olvidar el objeto de tu búsqueda y quedarte con las flores. Por cierto que son bellas, pero ¿es lo que verdaderamente quieres? Observa siempre cuidadosamente los motivos que te guían, mira bien lo que haces y por qué lo haces. Busca incesantemente tu verdadera naturaleza, pero no para ti mismo. ¿Comprendes?'

Estaba escuchando y sentí que comprendía al menos algo de lo que decía. Si tratas de desarrollar el ser (cuya existencia verdaderamente no conoces) estás desarrollando una ilusión. Sólo cuando trabajas sobre ti misino por algo mayor de lo que la mente comprende, puede decirse que estás haciendo algo útil y constructivo.

Le expliqué a Hamid lo que sentía. Pareció complacido y dijo 'Ah', varias veces. Finalmente me preguntó: '¿Realmente te gustaron las aceitunas?'

Una vez más me desconcertó. 'Sí, claro', le contesté, confundido. ‘Anoche te dije que me parecían excelentes y me enseñaste a prepararlas.’

Pero no las gozaste verdaderamente si no las comprendiste. ¿Las comprendes realmente?'

¿Que podría querer decir 'comprender las aceitunas’? Eran riquísimas, por cierto, pero ¿cómo era posible ‘comprender’ una aceituna? Busqué desesperadamente una respuesta mientras Hamid, sentado, me miraba impasible, bebiendo café. Finalmente, dijo, exasperado: "No serás tan completamente estúpido como para pensar que estoy hablando de las aceitunas, ¿cierto? ¿Acaso imaginas que después de todo este tiempo, y de todo lo que te he hablado, voy a perder tiempo preguntando por aceitunas? A veces me desesperas. Escucha, por Dios. Estás aquí para aprender, límpiate las orejas y permanece despierto. Todo lo que te digo puede ser entendido en varios niveles. Si te colocas en el plano de escuchar cómo preparar buenas aceitunas, es una cosa; pero deberías ser capaz de ir más allá de eso. No te hubiera contado la historia de las aceitunas si no supiera que puedes comprender. Escucha bien ahora.

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'La sal que conserva las aceitunas es la condición de nuestra vida. Antes de que se pueda emprender un verdadero trabajo, debe ser eliminada por lavado. Para obtener buenos resultados, es necesario elegir las mejores aceitunas, las de mejor calidad. Las aceitunas pueden ser los diversos aspectos de ti mismo; o, cada aceituna puede ser una persona potencialmente útil para el Trabajo. Ha sido dicho que "muchos serán los llamados, pero pocos los elegidos". El frasco, que debe ser lavado cuidadosamente, es el cuerpo, o el espacio ocupado por uno, o por el grupo. El agua adopta el color del envase en que se la coloca, y deseamos que esta agua sea tan clara como un arroyo de montaña. Por ello es tan importante el lavado ritual. Pero de eso ya hemos hablado.

‘Las aceitunas se toman muy delicadas después que se eliminó la sal que las conserva, de modo que hay que colocarlas en el frasco con cuidado y con amor y, desde ya, con conciencia. Luego viene el agua hirviendo; el primer bautismo, el bautismo con agua. Es una inmersión total, que en cierto sentido, en el mundo relativo, es muy dolorosa. Debes comprender que este camino requiere un sufrimiento consciente. Recuerda que el rosal puede producir una rosa perfecta solamente si se lo poda debidamente. La poda puede causar dolor a la planta, pero si la planta comprende la necesidad, se llenará de gozo cada vez que el jardinero se acerque con las tijeras. Si hemos de avanzar en este camino, es necesario reconocer la necesidad del sufrimiento.

‘El agua se deja en el frasco sólo el tiempo suficiente para que las aceitunas se hinchen. La piel no debe romperse, por que si una aceituna se pudre, las otras se arruinarán. El cocinero debe saber cuánto tiempo dejar el agua en el frasco, y a qué temperatura.

'Ahora el cocinero agrega limón y menta. ¡Qué buena combinación de sabores! Deberías probarla con cordero asado, ¡delicioso! Es una mezcla perfecta de ácido y alcalino, positivo y negativo, yin y yang. Y finalmente se agrega aceite de oliva, y entonces las aceitunas quedan equilibradas. Este es el segundo bautismo. Es el bautismo en Espíritu, la esencia de las aceitunas. Esto es alquimia, ¿te das cuenta?, y es un acertijo. Debes agregar algo al potaje, que es al mismo tiempo la verdadera esencia de lo que estás cocinando. Luego aprietas fuerte la tapa y lo dejas durante cuarenta días y cuarenta noches, el tiempo necesario para que ciertos aspectos del proceso creativo se produzcan. Al final de ese lapso todo debería estar equilibrado y mezclado

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adecuadamente. El limón y la menta se habrán mezclado con el aceite de oliva, y el sabor de las aceitunas con el del aceite y con los demás ingredientes, todo se hará uno. El ciclo se ha completado, y todo vuelve a su origen.'

Viendo mi asombro, sonrió. '¿Ves?, es necesario ir más allá de la apariencia de las cosas. Existen en el mundo algunos cocineros verdaderos; si pudieras comer los alimentos que preparan, recibirías todo lo necesario para transformarte de hombre dormido en hombre que ve con los ojos del universo y oye con los oídos del viento y toca con las manos de Dios.'

Durante unos instantes sólo hubo silencio. Se escuchaba el romper de las olas en las rocas y el ladrido de un perro. En ese silencio había paz y anhelo. Más que nunca antes sentí el deseo de morir a todo lo que había en mi mente aislada y egoísta, para encontrar algo puro, el conocimiento. Deseaba ser capaz de volver a la vida cotidiana con algo del mundo real, algo que pudiera ser de utilidad para alguien.

Hamid me miraba atentamente. No encontré nada que decir, pero él sonrió satisfecho. 'Bien’, dijo, 'estás comprendiendo algo. Sin embargo, un poco de comprensión es peligroso, porque te hace vulnerable y fácilmente puedes ser desviado del camino. Al trabajar para descubrir la propia naturaleza, uno se abre a un mundo invisible mucho más poderoso que el mundo que se percibe con los sentidos ordinarios. Quizás pienses que la bomba atómica es poderosa, pero no es nada comparada con el poder de los elementos. Sin embargo, estas cosas sólo se pueden comunicar cuando uno es fuerte y tiene una verdadera convicción. Ahora, tu cuerpo está muy debilitado porque dudas y eres obstinado. El cuerpo pierde energía y se debilita cuando hay duda. Si la creencia es genuina, se dispone de toda la energía necesaria. Tú todavía tienes mucho que andar. Desde mañana tendrás que trabajar más con tu cuerpo. Como has practicado vegetarianismo durante tanto tiempo, tendrás que ser cuidadoso en la ingestión de proteínas. Pero cuando uno se compromete con el Trabajo, necesita, más proteínas que de costumbre porque es necesario quemar todo lo que entra en tu campo magnético.

Cuando estamos juntos, y tú estás abierto, y trabajamos juntos, está bien; pero cuando no estamos juntos, debes comer bien, dormir bien y hacer bien el amor.' Me miró con el rabillo del ojo, y me pareció que me estaba diciendo algo que yo no podía entender.

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'Antes de venir a sentarte conmigo, prepárate y ábrete a lo que te será dado. En otros momentos sal a pasear y goza del sol y del aire fresco. No andes rumiando estos temas, a no ser que recibas instrucciones específicas de mi parte.

Te contaré otra historia. En Londres hay algunos maestros. Por ejemplo, una mujer que es dueña de un restaurante y pasa allí la mayor parte del día, pero pocos la conocen y pocos saben quién es. Una vez oí que le decía a un joven: "Oh, escúchame amigo. El tránsito en Londres es muy pesado. Demasiados coches en la calle, la gente anda enojada y no es amable. Los coches chocan y se dañan mutuamente. Ahora que tú tienes un poco de conocimiento, debes aprender a conducir tu automóvil. Yo soy excelente conductora. Cuando conduzco no choco contra los otros coches, aun cuando ellos choquen entre sí. Conduzco mi coche y observo lo que hago, para así poder hacer el movimiento justo. Recuerda que el tránsito es muy malo ahora, y lo es en todo el mundo. Debes aprender a ser un buen conductor si quieres andar por la ruta."

'¿Crees que estaba hablando de automóviles?’ preguntó Hamid. 'No, estaba hablando del tránsito en el mundo invisible, que verdaderamente está en aumento. Y está en aumento porque lo enoja no ser reconocido. Hay muchos seres humanos que no conocen la naturaleza de las cosas; son llevados de aquí para allá, y antes de que puedan recobrar el control chocan, y es un milagro cuando no se hacen daño. Escucha bien, y ora para poder comprender, y luego recuerda lo que has comprendido.’

Entonces se levantó, se estiró, y para mi sorpresa, eructó sonoramente. Me di cuenta de que la reunión había terminado.

‘Ha llegado el momento de almorzar, y también de que descanses. Beberemos raki, y luego puedes dormir una siesta en la playa. ¿Has bebido raki alguna vez?

‘No’ contesté. 'Ni siquiera sé qué es.’‘Entonces te espera una sorpresa.' Sus ojos brillaban y se puso a

bailar sobre la alfombra, girando con los brazos extendidos y moviendo las manos y los dedos como una bailarina hindú’

'Sólo los hombres bailan aquí’, dijo 'Quizás algún día bailemos juntos. Pero eres tan inglés que quizás tengas ideas equivocadas’. Rompió a reír y luego me abrazó. 'No te preocupes', dijo. 'tienes tanto que aprender, que bailar te hará bien. Veré si puedo encontrar a los gitanos del pueblo contiguo. ¡Ah, qué bella música tocan! Comeremos pescado fresco a la parrilla y conocerás a mi

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amigo Mustafá. Es un enamorado, v como está enamorado canta como un ángel. Tendremos una fiesta y giraremos como giran los planetas. Y tú, mi amigo, aprenderás a ser un hombre y a comportarte como tal

‘Hay algo que quiero preguntarte', vacilé antes de proseguir. 'Quiero saber quién es la joven del cuarto de abajo’.

Se dio vuelta de golpe y mirándome fijo, habló a los gritos:Te he dicho que no hagas preguntas a menos que sea el

momento adecuado, a menos que te haya sido permitido. Te será dicho lo que necesitas saber, cuando corresponda. Esta es mi última advertencia. No harás preguntas acerca de nada que no te concierna. Además, ¡eres un verdadero tonto!'

Lo seguí al café de la plaza. Caminaba rápido, sin apartar la mirada del frente, y yo no sabía si debía seguirlo o no, pero iba corriendo unos seis o siete pasos tras él. Al llegar al café el propietario salió a recibirlo pero Hamid lo apartó. Se sentó a una mesa con vista a los botes pescadores y pidió a gritos una botella de raki. Yo esperé afuera, en la zona de mesas al aire libre, hasta que él pidió otro vaso y me indicó que me sentara frente a él. Sirvió un poquito de un liquido incoloro en cada vaso y luego los llenó de agua. El licor se transformó en una mezcla lechosa, como ajenjo. Sin otra advertencia levantó la copa, tocó con ella la mía, y se bebió el contenido de un trago, indicando que hiciera yo lo mismo. Bebí un trago abundante. ¡Era algo horrible! Me quemó la garganta, produjo temblores en mi espalda y me estrujó la lengua. Traté de sonreír pero tenía las mandíbulas cerradas como si acabara de salir del dentista. Hamid ya había vuelto a llenar mi vaso. 'Bebe', ordenó. ‘De un sorbo esta vez’.

¿Qué clase de enseñanza espiritual era ésta? De un solo trago me bebí el contenido del vaso.

Cuando pude respirar nuevamente, lo miré. El se había servido otro vaso y hablaba en turco con el camarero. Sin dirigirme la mirada, volvió a llenar mi vaso y siguió habando. Esta vez bebí lentamente, me desagradaba el sabor, pero no quería ofender a Hamid que parecía gozar enormemente del raki. El licor producía en mí un efecto extraño. El mundo visible pareció reducirse a dos dimensiones, hasta que finalmente me di cuenta de que estaba borracho.

'¿Qué te está pasando?' preguntó de pronto. '¿No sabes beber, eh, inglés? No hay nada malo si se toma alcohol moderadamente.

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Pero tú has bebido demasiado con el estómago vacío. Eso es una tontería.'

‘Pero tú me diste de beber!''¿Eso qué tiene que ver? ¿No tienes acaso la posibilidad de

tomarlo o dejarlo? Podías elegir, y sin embargo bebiste sin estar habituado y ahora estás borracho. ¿No es muy tonto? Debes aprender a discriminar y si es necesario, a desobedecer. Ahora ve a la cocina y elige lo que quieres comer. Yo ya pedí un plato.’

Yo estaba enfurecido. Esto era un manoseo. Primero me acorralaba y luego me acusaba de ser estúpido. ¿A qué estaba jugando? En Londres había dicho que no era bueno beber más que un poco de vino durante la cena, y aquí consumía grandes cantidades de este licor de gusto horrible diciéndome que yo no estaba preparado para eso. Pero él me había dicho que bebiera...

El alcohol me había mareado y había dejado al descubierto la ira, una ira que antes no había percibido. En la cocina, al acercarme a las cacerolas para elegir la comida, comencé a gritarle en inglés al joven que estaba sirviendo: que no sabía qué quería, que no me importaba nada, y que deseaba volver a Londres donde las cosas eran diferentes.

Como no entendía mis palabras, me sonrió con paciencia y cuando finalmente le señalé uno de los platos, tomó nota y me acompañó hasta la mesa.

‘¿Y bien, dijo Hamid. '¿Qué has aprendido de todo esto? Quizás si bebes otro trago podrás ver todo con mas claridad.'

Sirvió otro vaso y me lo alcanzó. Esta vez bebí sin quejarme; ya no le sentía gusto a nada y estaba a punto de soltarme y comenzar a gritarle, a el, al camarero y al restaurante, cuando todo comenzó a girar y sentí que había llegado el momento de bailar.

'Bailemos', le dije a Hamid, poniéndome torpemente de pie. Tengo un deseo urgente de bailar. Quizás me puedas enseñar una danza turca.'

Llegué hasta el centro de la plaza. Hamid no movió un músculo. Siguió comiendo su almuerzo.

'Ven', grité, ‘bailemos.' Casi caí en brazos del camarero que se acercaba a mí. Lo aferré y comencé a moverme con él ni ritmo de un vals a la antigua arrastrándolo hacia la mesa. Traté de asir el brazo de Hamid.

‘Todos deberían bailar. ¡Es maravilloso estar vivo!'Luego, con un último aliento, tropecé con la mesa y caí a los

pies de Hamid con el camarero encima.

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El golpe me despertó un poco. El camarero, riendo, se incorporó sacudiéndose la ropa. Hamid guardaba un silencio amenazador.

Se levantó, creciendo por sobre mí que yacía en el suelo tratando de poner el mundo en foco.

'Esto', dijo, 'es lo más desagradable que he visto en mi vida. ¿No te dije que no debías beber? Vete a la cama ya mismo.' No sé cómo llegué a la casa y me arrojé en la cama. El raki me produjo un estado extraño, mitad sueño y mitad alucinación, y me sumí en un sentimiento mezcla de miedo y culpa.

No estaba seguro de si me había comportado tan mal en el restaurante o si había sido pura fantasía; de todos modos, la tristeza y el abatimiento que experimentaba hicieron que me preguntara una vez más cuál era el propósito de estar allí.

Creyéralo o no, este era mi tercer día en Sidé. Había perdido el sentido del tiempo. Un día con Hamid no se medía en horas. El tiempo se hacía trizas constantemente. Conmoción tras conmoción rompían el ciclo de la vida normal. No tenía oportunidad de indulgirme, ni de discutir conmigo mismo o de justificar mi propia confusión, porque una confusión seguía a la otra en tan rápida sucesión que mi mente, acostumbrada a un pensamiento lineal, se aturdía rápidamente. ‘La dirección divina’, recordé de pronto lo que Hamid había dicho una vez, 'es llevar a un hombre a la perplejidad.'

Pero junto con la perplejidad me asaltaba el temor de que mi mente se quebrara. ¿Sería capaz de enfrentar lo que está más allá de la mente y de la conciencia? La única esperanza era confiar completamente hasta que el miedo que oscurecía la realidad de la experiencia se disipara. Quizás si pudiera liberarme del miedo sería capaz de escuchar y ver con claridad lo que significaba este viaje extraordinario. ¿Pero como liberarme? Hamid me había dicho que en el camino del conocimiento los que más dudan a menudo se transforman, paradójicamente, en los más gnósticos. Confiar y dudar al mismo tiempo, abandonarse a lo desconocido y al mismo tiempo poner en cuestión a cada instante el motivo, la meta; ¿cómo era posible?

Tirado en la cama en ese estado de medio ensueño inducido por el raki, me di cuenta de que lo que experimentaba era temor a lo desconocido y no el acostumbrado miedo al rechazo. Todo el que sigue un camino espiritual lo hace a partir de cierto tipo de rechazo, de lo contrario no habría búsqueda. Si uno se siente

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totalmente aceptado, ¿por qué buscar? El temor a lo desconocido, por otro lado, es algo que todos debemos enfrentar tarde o temprano. Me di cuenta de que estaba atrapado por el miedo. Quizás por eso Hamid me había emborrachado, para que me soltara y pudiera encarar el problema. Inmediatamente comencé a sentirme mejor, y luego me di cuenta de que nuevamente estaba excusándome, buscando otras maneras, más sutiles, de negarme, de no entregarme a algo superior. Decidí salir a caminar por la playa para despejar la borrachera y luego ver a Hamid lo más pronto posible.

La playa estaba vacía, y soplaba viento frío desde el océano. Corrí por la arena y trepé hasta el anfiteatro. Observando desde allí las ruinas era fácil imaginar los días en que los griegos y los romanos vivían en Asia Menor, y los juegos que se llevaban a cabo en este anfiteatro, en que se usaban seres humanos como carnada de animales hambrientos. ¿Había cambiado mucho el mundo en dos mil anos? Las mismas preguntas seguían sin respuesta. Quizás no existían las respuestas.

Un movimiento detrás de mí. hacia la izquierda, interrumpió mis pensamientos. De repente me sentí incómodo como si yo fuera el intruso, y simulé estar examinando los restos de pilares. ‘Merhaba’ me saludó una voz. Me di vuelta y vi a un anciano sentado detrás de mí en los escalones. Sonreía. Tenía una canasta llena de huevos, cubierta parcialmente con una tela. ‘Merhabá', le respondí, y sonriendo torpemente traté de explicarle en turco que no podía entender su idioma. Me miró muy serio y dijo 'Ah', varias veces. Luego, con mirada penetrante, me preguntó: '¿Muselman?'. Recordando las instrucciones, incliné levemente la cabeza, puse la mano derecha sobre el corazón y dije, 'Alumdulilá' (Toda la gloria a Dios).

Entonces se acercó, se sentó junto a mí y me estrechó la mano con fervor. Muy desconcertado, traté de que no se notara mi incomodidad, mientras él hablaba sin parar y yo sólo lo miraba y asentía con la cabeza. 'Alá', exclamó. "Mahoma Rasul-alá.' Luego, se llevo la mano al corazón, y dijo: 'Derviche, derviche'.

Lo miré atónito. Finalmente había descubierto 'o mejor, había sido descubierto por- un verdadero derviche. '¡Derviche!', repitió por tercera vez, y continuó hablando en turco. El único sonido que me era familiar en su discurso era la palabra 'Mevlana'. Cada vez que la pronunciaba, hacía una pausa y me miraba inquisitivamente. Yo asentía y sonreía ansioso, aunque el

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contenido de su discurso me era incomprensible. Luego tomó mis manos y las besó. Se acercó a mí, tomó mi mano derecha en su izquierda y comenzó a cantar, moviendo el cuerpo hacia atrás y adelante desde la cintura y moviendo su cabeza de lado a lado, al ritmo del canto: 'Hu-Alá’.

Curiosamente, su voz era al mismo tiempo suave y resonante, como si el sonido viniera desde una gran distancia. Se detuvo y me miró expectante. ‘Hu', dijo, poniendo su mano derecha en mi corazón. 'Alá'. Y luego me puso la mano en el hombro. Entrecortadamente, comencé a cantar con él.

'Hu-Alá, Hu-Alá.' Mi cuerpo se iba adaptando al ritmo poco a poco cada sílaba pareció asumir una existencia propia, como si el sonido y yo fuéramos una sola cosa: el canal de transmisión de una fuerza mayor. Sentía el Hu en mi garganta, como un fragmento del océano capturado en una concha marina. Alá resonaba en mi corazón, potente y profundamente. Escuchaba y percibía los sonidos, pero los pronunciaba sin esfuerzo, como si hubiera penetrado en una dimensión que siempre estuvo allí y sólo ahora me incluía.

La alegría que sentí por este encuentro inesperado se transformó en un profundo amor, y en la convicción de que verdaderamente existe algo más allá de la mente; existe Dios, y es la fuente de toda vida. Mi temor se había desvanecido, dando lugar a una confianza completa en el momento y en este anciano sentado junto a mí.

Cambió su canto que ahora era una sola palabra: Alá. Exclamaba el nombre de Dios con tanto fervor que casi me empuja de la roca en que estaba sentado. El aire dentro de mi cuerpo se comprimía en el plexo solar y luego se expandía hacía el corazón, y desde el corazón se expandía hacia el mundo en la segunda sílaba de la palabra. El mundo fenoménico, mi cuerpo, el anfiteatro y la playa y todo mi pasado- se habían desvanecido, devorados por el Nombre. Tampoco había futuro: sólo el momento.

Todo mi cuerpo sudaba, y los dos temblábamos. Me sentía transportado, flotando en mundos de luz y sonido que aliviaban todo dolor, calmaban toda duda, todo sufrimiento y todo temor. De pronto, sentí que me apretaba la mano y me di cuenta de que él había dejado de cantar y que la única voz que se escuchaba era la mía. Intenté abrir los ojos pero no pude. Lo escuché dar un grito suave como el viento. Luego soltó mi mano y me frotó la nuca.

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Cuando abrí los ojos estaba sentado frente a mí. Emanaba tanto amor que casi no pude mirarlo. Diciendo ‘Hu', otra vez, se inclinó y tocó el suelo con la frente, indicando que yo hiciera lo mismo. Luego tomó mis manos en las suyas, las besó, y las elevó hasta su cabeza, igual que había hecho el Sheik en Estambul. Durante un tiempo nos sentamos en silencio y luego se puso de pie y se inclinó para ayudarme a incorporar. 'No, no', protesté, pero tomó con firmeza mi brazo, me sacudió las ropas, y me ayudó a bajar los escalones de piedra hasta la playa. Abajo, hizo una profunda reverencia desde la cintura; se despidió y se alejó por la playa. Yo avancé en dirección opuesta, hacia la casa de Hamid.

El sol caía cuando llegué a la casa. Las preguntas que había pensado hacerle a Hamid esa noche se habían borrado de mi mente. En cambio, al entrar en la casa, no pude decir nada. Hamid me miraba inquisitivamente y me ofreció café. '¿Has estado durmiendo?’, preguntó. Sacudí la cabeza y traté de hablar de lo que había pasado, pero no salían palabras. Lo único que pude hacer fue sonreír como disculpándome y beber el café. No había prisa. Nos sentamos en silencio durante largo rato. Finalmente pude relatarle lo que había vivido.

Hamid escuchaba atentamente. De tanto en tanto me pedía algún detalle. Cuando terminé, me preguntó: 'Bueno, ¿sabes qué significa todo eso?'

Un poco', le dije. 'Sé que Alá es el nombre de Dios, y que Hu significa El. Sé que Hu es el primer sonido de la manifestación del universo. Pero cuando en Londres te pregunté por esto, no me contestaste.'

'No era el momento adecuado, pero ahora que has recibido semejante regalo podemos hablar un poco. Hoy puedes preguntar lo que quieras.'

Pero sin dar tiempo a mis preguntas siguió hablando: ‘Lo primero que debes aprender es el significado de la palabra zikr. Es una palabra de origen árabe que literalmente significa 'recuerdo', y es una práctica cotidiana de todos los que siguen el Camino. Hay muchas maneras de realizar zikr, y la que te fue enseñada hoy, el sonido Hu-Alá, la usan muchos derviches. Por lo que me cuentas, veo que conociste a uno de la orden Mevlevi de Konya, los seguidores de Mevlana Jela-lu'ddin Rumí. Y eso indica que pronto deberás visitar Konya y presentar tus respetos a Mevlana.'

No me dio oportunidad de preguntar por ese viaje a Konya; continuó: 'Quizás te preguntes por qué es necesario el zikr, ya que

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no eres musulmán ortodoxo. Esto no se puede explicar fácilmente. Primero es necesario conocer el significado del zikr en varios niveles, luego hallarás la respuesta por ti mismo. El zikr completo que todos los musulmanes dicen está contenido en las palabras: "La ila ila la", que quiere decir "No existe nada más que Dios", pero los derviches dicen: "La ila ila la' Hu", que quiere decir "No existe nada más que El que es Dios". Dicen que cuando hemos negado nuestra existencia separada, y afirmado la presencia viviente de Dios, todavía hay algo mas, una realidad más allá.

‘No se trata de religión, ni de formas. Estamos hablando del significado interior, la corriente interior de la verdad que está en la base de toda religión. Nuestro camino no se adecua a los que no pueden ir más allá de las formas. Es sólo para los que desean llegar directamente a la Esencia. En el zikr, los ortodoxos dicen: "Alá-Hu", (Dios-El), y los derviches dicen -'Hu-Alá".

‘Hay muchas maneras de realizar el zikr. El maestro debe ver en qué nivel está el discípulo para darle el tipo de zikr correcto. Si el discípulo necesita formas, no se dejarán de lado. La regla es que si el discípulo no está listo para pasar más allá de las formas, entonces se le da un ejercicio.' Se rió recontándose en la silla.

"Pero es necesario que aprendas acerca del zikr'. continuó, 'porque sólo es posible conocer la verdad cuando te hallas en estado de recuerdo constante, cuando estás siempre y completamente despierto. Sólo puedo hablarte de mi experiencia, de modo que te iniciaré en el recuerdo de Dios a través del zikr. En otras tradiciones, por supuesto, existen otros métodos de recuerdo, como la repetición continua de la Plegaria de Jesús en el cristianismo ("Señor Jesucristo ten piedad de mí). Pero nunca se deben comparar los métodos, o pensar que uno es mejor que otro, porque ese tipo de juicio sólo provoca una inarmónica separación. Lo que importa es la actitud del recuerdo. Si sólo proviene de la cabeza, nada sucede. En cambio, cuando el zikr se repite en el corazón, tus plegarias encontrarán respuesta.

Te preguntarás por qué te estoy enseñando, a ti, un occidental, a practicar el zikr en árabe. La respuesta está en el sonido. El árabe es el lenguaje viviente mas cercano al arameo, raíz del hebreo y del árabe, y los sonidos mismos tienen ciertas propiedades que no se pueden traducir a otro idioma’

'Por ahora, seguirás practicando el zikr especial que aprendiste hoy. Cada día meditaras sobre el significado de estas palabras. El significado exacto de las palabras "La ila ila 'la Hu” es: "No, no

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existe Dios sino El que es Dios". Comienzas con una negación, niegas todo para que sólo quede El. Esto significa que renuncias a tu pequeña voluntad en favor de la voluntad mayor: la Voluntad de Dios. Hecho esto, afirmas Su nombre con un grito: "Alá", y luego, si permaneces muy calmo y te vacías, quizás oigas Su respuesta: "Hu”. "Soy el que soy". Es la respuesta del más allá, el sonido de la Divina esencia que está más allá de todo atributo.

"Mañana por la mañana comenzarás. Primero meditarás sobre el significado de las palabras; luego repetirás el zikr "La ila ila ‘la’ Hu” treinta y tres veces, y luego pronunciarás el zikr Hu-Alá, como te enseñó el hombre hoy, durante todo el tiempo que puedas sin perder concentración en el corazón.'

Después de comprometerme a comenzar con el zikr al día siguiente, pregunté a Hamid si conocía al anciano y de dónde provenía. '¿Tiene alguna importancia?’, dijo. ‘¿Por qué estas siempre haciendo preguntas? El hecho es que estaba allí y tú estabas allí, ambos en el mismo lugar al mismo tiempo, por eso se encontraron. No veo lo importante de saber quién era. El momento ya pasó. Y quién sabe, quizás el anciano no estuvo allí, sino sólo en tu imaginación’.

‘Pero yo lo vi. y me enseñó el zikr’, protesté.'Ah, pero, ¿no es que todo está dentro de ti?’Hubo un largo silencio. 'Bueno', dijo finalmente, 'eso fue un

poco duro. Pero algún día comprenderás que lo que experimentas interiormente se manifiesta en el mundo exterior, o en el espejo, para que puedas verte en él. No; no sé quién era.

Quizás estaba de paso. A veces hacen eso. O quizás llevaba una canasta de huevos a su familia. Si corresponde volverás a encontrarlo, si no corresponde, no volverás a encontrarlo.

Siempre debes recordar que sólo existe Un Ser Absoluto, de modo que encuentres a este derviche o a otro, en realidad lo que encuentras es una manifestación del mismo Ser. ¿Comprendes ahora? Nunca dos momentos son idénticos, ese es el milagro de la vida. La Unidad no es un milagro, el milagro es la diversidad de la Unidad. ¡Qué maravilla! Como Dios nunca se manifiesta del mismo modo dos veces, cada instante es un acto de total creación. ¿Recuerdas que una vez te dije que el tiempo es el eterno atributo de Dios?'

Nuevamente experimenté un choque y una distorsión del tiempo, como si la pregunta de Hamid hubiera sacudido mi mente llevándola más allá de sus capacidades.

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'Lo que no comprendo, Hamid, es por qué me suceden estas cosas a mí. Es todo tan extraño, y parece no tener una explicación lógica. Pasan cosas, como el derviche que aparece en la playa, y tú actúas como si nada sucediera.'

"Nada sucedió', me interrumpió. '¿Qué podría suceder? Además, ¿qué quieres decir con "suceder"?'

'Quiero decir que todos estos eventos que ocurren, uno tras otro, o quizás al mismo tiempo,... no sé qué es lo que está pasando, o qué o a quién estoy buscando, ni siquiera quién o qué está buscando.'

'Excelente', Hamid parecía complacido. 'Cuando llegas a ese punto en que no sabes nada y sabes que no sabes, puedes iniciar el camino. Lo único que yo puedo hacer es ayudar a generar las situaciones que te llevarán a ese punto. Pero, en realidad, yo no hago nada, porque sólo existe Dios. Somos Sus actores en el drama que El puso en escena para poder verse a Sí mismo. Deberías meditar todos los días sobre la frase del Hadith del Profeta (la paz sea con él): "Yo era un tesoro oculto que deseaba ser conocido, de modo que creé el mundo para que se Me pudiera conocer".’

Traté de seguir lo que decía, pero más lo intentaba, más cansado me sentía, mi mente ya no podía entender nada. Le pedí más café.

'¿Quizás prefieras un poco de raki ahora que el sol se ha puesto?' Se rió y salió en busca de la botella. ‘No, prefiero no beber', dije, ‘no quiero repetir lo de esta mañana’.

'Debes aprender a controlarte. Si no bebes, ¿cómo sabrás qué grado de control tienes ahora? Te he dicho que no hay nada malo en beber alcohol con moderación. Toma un trago.' Me llenó un vaso. No parecía haber manera de negarse. 'Sólo uno, entonces', dije. Bebimos en silencio, y yo intentaba juntar coraje para formular esa pregunta que no podía sacar de mi mente.

'Dado que dijiste que podía preguntar cualquier cosa hoy, ¿puedo preguntarte nuevamente quién, es la joven del cuarto de abajo?’

"Dije que podías preguntar, pero no dije que yo respondería. No es el momento de hablar de ella: sólo puedo decirte que ha estado muy enferma y la estoy cuidando. En el camino del autoconocimiento, a medida que van cayendo las ilusiones que ocultan la naturaleza esencial de nuestro ser, se corren muchos riesgos. Un maestro que no sabe lo que hace, o que tiene ciertos

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poderes pero carece de conocimiento y experiencia, puede hacer que se desgarre el velo antes del momento oportuno. Entonces el discípulo no tiene nada de qué sostenerse. La joven está en esa situación; pero hay todavía más. Está esperando ser reconocida. ¿Comprendes algo de lo que digo?

¿Quieres decir, reconocida como mujer?''Quiero decir que está esperando ser reconocida como toda

mujer. La bola de lana es el azul de la matriz de su mundo. Está buscando el hilo que la lleve nuevamente al origen. Me pregunto cuántas personas habrá en el mundo que están en su misma situación’ Me miro de costado, y de arriba abajo, y me di cuenta de que debía considerar esta pregunta en varios niveles. Nunca hacía nada sin un propósito. Permanecí en silencio, tratando de comprender qué esperaba de mí.

'¿No te das cuenta de que todas las mujeres se encuentran en la misma situación? Mientras la mujer no es reconocida por un hombre no puedo ser completamente libre. El hombre ha olvidado todo. Sin embargo, si acepta a la mujer podría liberarse. Podría completarse. La mujer, la tierra, ha estado pacientemente esperando que lo haga, pero llegará un momento en que la paciencia se agote.

‘Esta joven nos ha sido enviada para que intentáramos ayudarla, pero también como advertencia y ejemplo. Sé cuidadoso y amable con ella. Es frágil, pero existe la posibilidad de que un día encuentre la punta del ovillo.

'Esta noche quiero estar solo, de modo que busca entretenimiento por ti mismo. Mañana nos vamos de viaje.'

‘Pero, creí que había una fiesta esta noche.'Iba a haber una fiesta, pero eso fue entonces. Ahora, por favor,

déjame. Si ves a la joven, y si todavía no comió, llévala al restaurante. Te veré por la mañana.'

No vi a la mujer esa noche. Esperé que apareciera en el patio pero las persianas de su cuarto estaban cerradas, y cuando oscureció, no se encendió la vela. Seguramente había salido. Comí solo en el restaurante, pensando acerca del día y tomando notas de algunas de las cosas que Hamid había dicho. Esa noche me dormí rápidamente.

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Seis

Confía en Alá, pero antes ata tu camello.

Proverbio

Si fueras vigilante, verías en cada momento la respuesta a tu acción. Si deseas tener un corazón puro, sé vigilante, porque como consecuencia de cada una de tus acciones, algo nace.

Mevlana Jelalu'ddin Rumi

A la mañana siguiente Hamid me esperaba como de costumbre con la mesa del desayuno servida: café turco, frutas y pan. Comimos en silencio y luego dijo: "Nos vamos de excursión hacia el noreste, pasando las montanas. Quiero visitar las ruinas de un templo dedicado a Apolo y puedes acompañarme. Debemos partir muy temprano porque es un largo viaje; volveremos tarde o pasaremos la noche en algún sitio y regresaremos por la mañana. Veremos cómo marchan las cosas. Después de la intensidad de los dos últimos días, éste lo dedicaremos al placer y la relajación. Ve a prepararte.'

Mientras cruzaba el patio, las cortinas del cuarto de abajo se abrieron y vi el rostro de la joven. Me sonrió y abrió la puerta. El cabello le llegaba hasta la cintura y vestía un camisón largo celeste claro. 'Buen día', la saludé.

No pareció haber oído mis palabras porque su rostro no evidenció reacción alguna. Había olvidado averiguar si era sordomuda, de modo que le pregunté si había oído lo que dije. Esta vez asintió con la cabeza y volvió a sonreír tímidamente.

'Nos vamos a pasar el día afuera', le dije. '¿Necesitas algo ¿Puedo hacer algo por ti antes de irnos?' De pie en el umbral del cuarto, su mano sobre el pomo de la puerta, me miraba fijamente. Al cabo de unos instantes comencé a sentirme muy incómodo.

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‘Bueno, te veré mañana’, le dije, y subí corriendo mi cuarto para preparar el bolso.

Era casi el mediodía cuando pusimos el automóvil en marcha para partir. Todo se había demorado más de lo esperado. Hamid había pasado dos horas en el pequeño cuarto detrás del tapiz. Yo había estado equipando el viejo Mercedes con provisiones para varias comidas por si era necesario, ya que pasaríamos por regiones despobladas.

El automóvil era muy viejo, y si bien el motor funcionaba bien, los frenos no eran buenos y los neumáticos estaban casi pelados. Cuando partimos expresé mis dudas respecto de hacer un viaje largo en estas condiciones. Hamid se irritó ‘Confía, confía', dijo. 'Confía en Dios y no te preocupes. Hemos hecho todo lo que podíamos con el coche, ¿qué más se puede esperar de nosotros?’

En una de las pequeñas villas nos detuvimos para tomar café. Junto a nuestra mesa había un joven de unos veinte años que inmediatamente trabó conversación con Hamid. Hablaban en turco pero me di cuenta de que la conversación tenía que ver con nuestro viaje. El joven, con grandes gestos, explicaba algo mientras, con el tenedor, dibujaba sobre el mantel un mapa invisible. Finalmente nos estrechó la mano a ambos, hizo una reverencia y salió del café. '¿Qué decía?’ pregunté. "Parece que justo la semana pasada se abrió una ruta nueva que nos ahorrará un par de horas de trayecto. Aparentemente pasa por las montañas, mientras que la vieja recorre el valle. Dice que es un buen camino, un poco empinado en la cima, pero que el coche puede responder bien. Si vamos por esta ruta tendríamos que pasar la noche en algún lugar porque salimos demasiado tarde. Prefiero llegar allí antes de que oscurezca.'

Mientras nos dirigíamos hacia el camino nuevo, Hamid se puso muy alegre. Nunca lo había visto de tan buen humor, tan relajado. Uno de sus hobbies era diseñar jardines y durante todo el trayecto señalaba los diferentes arbustos y plantas y describía sus características y propiedades medicinales. Justo antes de internarnos en el camino nuevo me ordenó de tener el coche en un pequeño café. Comenzó a gritarle a la gente que estaba allí sentada; simulando estar muy enojado, les señalaba la tierra que estaban pisando y la pared de roca junto al camino. Ellos parecían desconcertados y Hamid golpeó el coche con la mano para enfatizar su discurso. Luego me dijo que continuáramos.

'¿Qué fue todo eso?' le pregunté.

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"Les dije que eran unos tontos ignorantes porque no se daban cuenta de que estaban rodeados por una hierba peculiar que mata los parásitos que infectan a todos los que viven aquí.'

Unos minutos después, todavía reíamos, cuando oímos un estrépito. Detrás de nosotros se acercaba una motocicleta muy vieja. En ella iban tres hombres gritando y agitando las manos en las que aferraban manojos de hierba. Aminoré la velocidad para que nos alcanzaran y nos detuvimos al costado del camino. Hamid los escuchó y luego les gritó una vez más, golpeando el coche con la mano varias veces para acentuar sus palabras. Se los veía muy avergonzados mientras subían a la moto y se alejaban.

'¿Y ahora qué pasó?''Ah, qué idiotas, sacaron la hierba equivocada. Si hubieran

ingerido de esa habrían pasado varias semanas encerrados en el baño!'

Ese era el tono del día. Hasta allí todo había sido fácil y liviano; hasta el automóvil parecía feliz con el viaje. El traqueteo amenazador del motor había cesado, y aunque el camino ahora era tan empinado que teníamos que andar en segunda, todo parecía estar bien. Poco a poco, sin embargo, las condiciones del camino se fueron deteriorando hasta que me di cuenta de que ya no había camino. Al principio había sido una ruta buena, sucia pero llana, pero ahora estaba dejando lugar a lo que sólo podría describirse como una huella de carretas. Era tan estrecha que aun cuando hubiéramos decidido dar vuelta y regresar no habríamos podido y si nos veíamos forzados a detener el automóvil difícilmente los frenos podrían sostenernos, dada la acentuada inclinación del camino. Comencé a temer; en cada curva la cosa se ponía peor. Tras una de ellas, una enorme superficie rocosa se elevó a la izquierda del camino, y del lado derecho apareció un abismo de unos trescientos metros de profundidad. Hamid parecía inamovible; sentado tranquilo, tarareaba. No me atreví a hablarle: sabía que no era necesario tener miedo. Pero yo tenía miedo. Estaba rígido de miedo. No sólo por las condiciones del automóvil y del camino sino también por un sentido de responsabilidad. Estaba conduciendo el coche que transportaba a un hombre que era un maestro del Camino, y en las circunstancias actuales era evidente que cualquier accidente sería fatal. En vano trataba de detener mi imaginación.

Marchábamos a una velocidad, quince kilómetros por hora, que hacía que cada curva pareciera interminable. A esta altura, las

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huellas de carreta eran tan profundas que por temor a arruinar el coche era imposible transitarlas. Fue necesario acomodar el vehículo de modo que mordiera el borde del acantilado por un lado y por el otro la elevación entre las huellas. Yo temblaba y para empeorar las cosas empecé a percibir olor a quemado del motor. Seguramente había recalentado. Eso significaba que era necesario detener la marcha y yo no había llevado agua.

Al dar una nueva curva una estrecha huella se unió a la nuestra del lado izquierdo. Antes de apelar al poco freno que temamos, alcancé a vislumbrar algo que avanzaba hacia nosotros. Un camello joven se arrojó directamente hacia el vehículo, chocando de frente contra él, vaciló un instante y se alejo a toda velocidad por la ruta por donde habíamos llegado.

Yo estaba bañado en sudor y temblaba de manera incontrolable; había perdido completamente el control. '¿Por qué te detienes?', preguntó Hamid bruscamente. 'Sigue. Se está haciendo tarde y las luces del coche son muy pobres'.

Yo no podía moverme. Tenía ambos pies sobre el freno y ambas manos sosteniendo el trozo de alambre que accionaba el freno de mano. El motor echaba vapor a ojos vistas; nunca en mi vida me había sentido tan desesperado. ¿Qué hacía un camello ahí arriba en la colina? ¿De dónde había salido? '¿No te das cuenta de que no hay nada casual?’, dijo Hamid bruscamente. ‘A esta altura no viven camellos y éste corría directamente hacia nosotros. Si no hubieras reaccionado rápido nos habría arrojado al precipicio. ¿Me harías el favor de dejar de temblar ahora y seguir la marcha? Quizás haya otros animales en esta montaña, pero ese no era un camello.'

‘Pero sí, era un camello', proteste, 'Ambos lo vimos.''¿Cómo sabes, idiota? Viste un camello, pero uno que se

comporta de ese modo es un camello muy raro, ¿no te parece?’'¿Qué quieres decir?' A esta altura yo casi gritaba de frustración

y miedo, porque me consideraba incapaz de cambiar de posición si el coche rodaba colina abajo.

‘Era un camello y no era un camello. Pero ahora, por favor, contrólate y sigue manejando antes de que me enoje realmente.'

Intenté nuevamente recuperar el control del coche y finalmente empezamos a movemos. El camino parecía interminable. Hamid empezó a cantar nuevamente, pero yo seguía temblando.

El sol se estaba poniendo cuando llegamos a la cima de la montaña. La vista de los valles de Anatolia era sobrecogedora pero

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estaba oscureciendo y no había tiempo para detenerse. El camino de bajada era largo y la ruta no parecía mejor. Sólo Dios sabía hacia dónde nos conducía ese camino. Era evidente que el joven informante no tenía idea de lo que decía cuando nos recomendó esta ruta. Se me cruzó el pensamiento de que quizás tendríamos que dormir al borde del camino y a medida que caía la noche hacía cada vez más frió. En ese momento Hamid me dijo que detuviera el coche.

‘Pero es necesario seguir’, dije. ‘Está oscureciendo.'‘Es necesario que nos detengamos', respondió. 'La naturaleza

así lo exige’.Desapareció entre los arbustos y regresó al poco tiempo,

cantando para sí como si nada hubiera ocurrido, como si todo estuviera tal como debe ser. 'Sigamos', dijo entrando al coche.

Durante el trayecto de bajada su humor comenzó a cambiar. Primero dejó de cantar y luego se puso muy silencioso. Traté de hablar y le hice preguntas acerca del camello, pero no contestaba, miraba fijamente el camino. Cuando el sendero comenzó nuevamente a parecerse a una ruta, ya estábamos al pie de la montaña. Frente a nosotros se extendía un camino perfectamente llano, recién pavimentado. Un cartel nos informó que estábamos a catorce kilómetros del lugar de nuestro destino.

'¡Lo logramos!' grité entusiasmado, y justo en ese momento se oyó un tremendo crujido detrás del coche y el motor se detuvo. Hamid no se movió. Permaneció sentado impasible, mirando hacia adelante. Yo bajó del coche y me asomé a mirar abajo. El camino estaba cubierto de aceite y se veía el chorro parejo que salía del cárter. ‘Me temo que dimos contra una piedra que rompió el cárter', le dije. '¿Qué haremos ahora?’

'Esperarás que venga otro coche y harás que nos remolque a la ciudad más cercana. No había piedras en el camino.'

"¡Debe de haber habido alguna! Escuché cuando el coche golpeó contra algo.'

'¿Dónde está? Si puedes hallarla, muéstramela.’Busqué todo alrededor y no pude hallar señales de piedra o

roca. El camino era perfectamente llano y los bordes eran de pasto fino.

'¿Bueno?', preguntó. '¿Cómo lo explicas?''Quizás pasó algo con el motor’, atiné a imaginar.‘Nada sucedió en el motor. No había piedras. Has fracasado

totalmente y ahora estamos detenidos en medio de la noche. ¿No

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recuerdas nada? Al pronunciar la palabra "nada" se dio vuelta y me taladró con la mirada. Quedé sin palabras.

No podía comprender de qué me estaba hablando. Debe de haber habido una piedra en el camino. Traté de pensar en qué había fracasado.

'Has viajado hasta Anatolia. En Inglaterra me preguntaste si yo te ayudaría y te dije que era un camino peligroso y que si no confiabas, ambos fracasaríamos. Cada hora desde que estás aquí te he pedido que confiaras. Confía. Confía. ¿Y tú que haces? Fracasas completamente en la prueba de valor, en la montaña te comportas como un escolar baboso y luego, sin siquiera darte cuenta de que fallaste, proclamas a los gritos tu triunfo al llegar al pie. Como si pudieras triunfar en algo. Mi amigo, tú eres nada, y cuanto antes te des cuenta, más pronto serás capaz de comprender un poco de qué se trata este camino. ¿Quién crees que era el joven del café? ¿Crees que fue un encuentro casual, que nos desvió del camino por accidente? Te he dicho que no existe la casualidad. No era lo que parecía ser, así como el camello no era lo que parecía. Ese joven no era un hombre ordinario y tú estabas demasiado dormido como para notarlo.'

'¿Sabías todo desde el principio?’‘Por supuesto que sí, pero durante este breve período he

asumido el papel de guía y maestro para ti de modo que tenía que aceptar lo que se te presentaba como prueba. No sabía exactamente qué iba a suceder, pero fuera lo que fuera tenía que ser aceptado. Tal como ocurrieron las cosas, has fracasado cada centímetro del camino. ¿Cuándo aprenderás a confiar en Dios? Me dijiste que deseabas la Verdad, pero lo que buscas es una verdad sin amor. Dios es Amor, y sin amor no hay nada. Si no crees en Dios no serás capaz de llegar a la Verdad. No puedes pasar por encima de Dios y pensar que llegarás por ti mismo. Es la peor clase de arrogancia. Es obvio que necesitas aprender a ser humilde antes de que podamos seguir trabajando juntos. Ver cómo te comportas me hace pensar que quizás te sobrestimé y en ese caso yo también fracasé en mi misión. Ahora, sal al camino y trata de encontrar un coche’.

Yo estaba azorado. Me sentía como si me hubieran apaleado. Crucé al otro lado del camino y miré hacia el coche. Hamid estaba sentado, absolutamente erguido y quieto, con los ojos cerrados. No pasaba ningún coche ni camión; nada. Yo temblaba de furia y también de frío, Hamid pensaba que había cometido un error, y yo

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estaba seguro de haber cometido el mío: nunca debería haber elegido un maestro que se comportara como éste; dijera lo que dijera debía de haber habido una piedra en el camino. Estaba harto de toda esta historia, y deseaba no haber emprendido nunca el viaje. ¿Cómo pude ser tan estúpido y dejarme convencer de seguir a este hombre hasta Turquía? ¿Quién era él, y qué quería de mí? Por el momento, estaba atrapado, pero tan pronto como pudiera saldría de este embrollo y de este país para regresar a Londres. El sonido de un motor interrumpió mi acalorada conversación interior. No parecía el sonido de un coche ni el de un camión, pero se estaba aproximando. No se veía ninguna luz de modo que me quede en el medio del camino. Dando vuelta a la curva apareció un viejo tractor. Agitando las manos le señalé el coche detenido, explicándole por gestos que no lo podíamos arrancar y le pregunté si era posible que nos remolcara hasta la ciudad mas cercana. Me miró muy seriamente, bajó del tractor y caminó lentamente alrededor del coche. Hamid seguía sentado muy erguido y con los ojos cerrados. 'Hamid', lo llamé, 'encontré un tractor. ¿Podrías hablar con el hombre, por favor?'

'Háblale tú', fue la respuesta.Hacerme comprender fue muy difícil, el conductor del tractor

seguía dando vueltas alrededor del coche, mirándolo como si fuera un objeto de otro planeta. Miró por fuera, por dentro, examinó los neumáticos y los paragolpes y levantó el capó. 'Yok', dijo, que quiere decir 'no' en turco. ‘¿No qué?’, pregunté. 'Coche yok', dijo con firmeza. ‘Ya sé que está yok’, dije, 'por eso queremos que nos remolque', y comencé a hacer todo tipo de gestos frente al coche, simulando que tenía una cuerda sobre mis hombros y con ella lo arrastraba. No pareció impresionarle mi despliegue gestual y dijo ‘yok' varias veces más. Luego se me acercó mucho, y con fuerte aliento a ajo, dijo fervientemente, 'Lira, choc lira.' Esto quería decir que iba a costar mucho dinero, pero yo no estaba seguro de si lo que costaría mucho dinero era arreglar el coche o si él pedía mucho dinero para remolcamos. Le pregunté cuánto, y dibujó en el aceite del camino una cifra absolutamente descabellada. Nuevamente me dirigí a Hamid.

‘Debes pagar', dijo. ‘No tiene sentido tratar de negociar ya que estamos en sus manos.'

'Pero es casi todo el dinero que tengo conmigo.'

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'Se lo darás, y además también pagarás el arreglo del coche, ya que fue por tu error que esto sucedió. Ahora estoy cansado y hambriento y muy enojado. Págale lo que pide y apresúrate.'

Unas horas después el coche estaba en un taller y nosotros en un estrecho cuarto, sucio y mal ventilado, del único hotel de la zona. El precio del arreglo del coche era ridículamente alto y Hamid no me dirigió la palabra mientras comíamos las monótonas provisiones que habíamos llevado de Sidé. En el cuarto había una gran cama doble en la que ambos nos acostamos con la ropa puesta. Justo cuando me estaba durmiendo, Hamid me sacudió rudamente el hombro: 'Recuerda', dijo, 'no había ninguna piedra. Si no hubieras gritado de manera tan estúpida ‘Lo logramos', quizás habríamos seguido sin obstáculos. Ahora antes de que te duermas ora para que tu arrogancia y descuido encuentren perdón. De lo contrario nuestro viaje termina aquí.' Luego se dio vuelta y pronto comenzó a roncar sacudiendo la cama con la vibración.

Por la mañana el mecánico nos dijo que arreglar el coche llevaría un día ya que para repararlo necesitaban traer unos repuestos de una ciudad vecina y el vehículo que recogería los repuestos había ido a otra ciudad para una boda. Los que habían ido a la boda tenían que haber estado de regreso el día anterior, nos informaron, pero debió de haber -sido una gran fiesta, ya que nadie había regresado aún. Me senté a mirar a Hamid que había comenzado a hablarle a un grupo de gente reunida ante la puerta del garaje. No sabía de qué estaban hablando pero ya estaba acostumbrado al comportamiento de Hamid. No importaba en realidad de qué hablara mientras, hubiera alguien preparado para escuchar con un oído interior. Sus palabras trasmitían un significado más profundo que el que se percibía en la superficie. Si hablaba de frases de El Corán, o de los escritos de algún maestro sufi, cada uno de los que escuchaban sacaría del discurso lo que le era posible absorber, ni un gramo mas, ni un gramo menos. A veces lo había visto hablar de una frase en particular y luego me había dado cuenta de que toda la energía de la conversación había estado dirigida a una persona en particular que era la que escuchaba con una actitud justa.

Por mi parte todavía estaba sacudido por las experiencias del día anterior. Estaba amargado y enojado, pero también creía que no tenía sentido abandonar todo en este momento. Era necesario perseverar. Una vez, hacía bastante tiempo. Hamid me había dicho: Para transitar este camino necesitas dos piernas. Una es la

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de la predisposición, o de las posibilidades latentes en ti, y la otra es la pierna de la perseverancia. Si no cuentas con ambas es inútil.'

Era claro que si deseaba seguir adelante debía soltar todo el 'conocimiento’ que creía haber adquirido durante años. Estos tres días habían alterado completamente mi antigua aspiración de llegar a ser un maestro. Me había dado cuenta de que no sabía nada. Durante uno de nuestros primeros encuentros en Londres, Hamid me había dicho que cuando nos comprometemos verdaderamente en este camino nos es dado exactamente lo que necesitamos. Pero me preguntaba si realmente me era necesario todo lo que había vivido el día anterior. Con seguridad debían existir otros métodos para probar mi coraje que el viaje por las montanas; nada me iba a convencer de que no hubo una piedra en el camino. También me perturbaba que después de todo este tiempo, Hamid siguiera siendo un enigma para mí. No sabía nada de él. Era como si la situación se me hubiera escapado de las manos hacía tiempo y todo lo que estaba sucediendo fuera inevitable. No podía dejar de rumiar estas ideas. Una cosa era sentir la inevitabilidad de algo; y otra muy distinta abandonarse a lo que estaba sucediendo. Es fácil saber intelectualmente que es necesario presentarse ante el maestro con ambas manos, pero muy difícil suspender verdaderamente todo juicio.

A medida que la mañana avanzaba me fui calmando y tomé la determinación de tratar de confiar más. No tenía nada que hacer de modo que fui a dar un paseo por las colinas tras la villa. Al mediodía todo estaba tranquilo y calmo. Se había escuchado la llamada a plegaria, y la mayor parte de la villa estaba desierta. Mirando hacia abajo podía ver la plazoleta frente al garaje y el viejo coche aparcado a un lado del camino. El hotel estaba a la vuelta de la esquina, detrás de otros edificios. Algo en la visión que tenía de esa villa polvorienta y tranquila me hizo recordar una cosa que Hamid había dicho una vez acerca de la reversión del espacio.

Me había explicado que el hombre medio cree ser causa de algo, y por eso todo en él se inicia a partir de un ego central que se proyecta sobre la pantalla de la vida. Mientras vivamos en el espacio del ego central, puede haber cambios aparentes, pero no se produce un cambio real. Me era difícil comprender qué era un cambio real. Había dicho que no era cuestión de expansión de la conciencia sino de ir más allá de la conciencia. Y para ir más allá de la conciencia es necesario enfrentarse con la propia identidad.

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Es decir, dejar de lado todo concepto, toda idea, todo pensamiento acerca de lo que uno es. Es necesario morir a lo que crees ser, y nacer a lo que verdaderamente eres; esta es la herencia del alma.

Hamid también me había hablado de otra manera de ver la vida: permitirse ser visto. Había descrito una espiral en movimiento hacia un punto central. 'Lo que eres', dijo, ‘es la manifestación compuesta de un momento de tiempo. Esta espiral está continuamente moviéndose en dirección al centro, re-formándote a cada momento. Pero como tú crees ser causa de algo, el movimiento de la espiral se bloquea. Dios necesita al hombre, pero sólo puede atraerlo hacia Sí cuando el hombre reconoce verdaderamente que necesita a Dios’.

Luego me había enseñado un ejercicio para lo que llamó 'revertir el espacio', que consistía en sentarse muy quieto, con la atención enfocada en el centro del pecho, y lentamente admitir que en lugar de mirar se está siendo observado; en vez de escuchar se está siendo escuchado; en vez de tocar se está siendo tocado; en lugar de comer, uno es alimento para Dios y esta siendo comido. 'Entonces, transfórmate en un buen alimento', había dicho. 'Finalmente, admite ser respirado. Abandónate completamente, en confianza y en la conciencia de que eres impotente frente a Dios, la Causa Primera.'

Me quedé un rato sentado en la colina recordando los últimos días, y de pronto me di cuenta de que había dejado de es forzarme buscando y había empezado a prestar atención a la respuesta. Comprendí entonces que lo más importante en la búsqueda es formular la pregunta; que en lugar de alejar la respuesta yendo en su persecución, se debe preguntar y escuchar al mismo tiempo, con la fe y la confianza de que la respuesta está contenida en la pregunta. En ese momento supe que estaba siendo observado, que estaba siendo escuchado, que me estaba disolviendo y transformando en alimento para el gran proceso de transformación que tiene lugar en el universo. Ya no estaba centrado en ese sitio del que todo parte del 'pequeño yo', en cambio, ‘Yo’ se estaba formando en mí. Al mismo tiempo que estaba muriendo estaba naciendo, y los sentidos que usaba para oír, para ver, para gustar y tocar, eran los sentidos de un Ser abarcante, usados con un propósito que la mente humana no puede comprender. Era un vehículo a través del cual estaba naciendo algo de orden natural. No había necesidad de poner nada en cuestión ni de dudar, porque

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en ese momento había algo que estaba más allá aún de la confianza.

No recuerdo cuánto tiempo estuve sentado allí. Cuando por fin regresé a la villa me sentía en calma. Hamid obviamente sabía lo que estaba pasando y no me molestó más que para decirme que el coche estaría listo por la mañana y entonces proseguiríamos el camino. Su enojo parecía haber desaparecido y estaba charlando con el mecánico y otras personas que se habían reunido. Los extraños sonidos me trasmitían intensidad pero no significado de modo que mi mente se alejó en dirección a la mujer con la lana azul. Al imaginarla esperando en su cuarto en Sidé, sentada junto a la ventana, me pareció que por primera vez era capaz de verla. Permití que me viera, que me mirara y me traspasara con la mirada. Y lentamente comencé a comprender el dolor de toda mujer, de la tierra, esperando ser reconocida para por fin poder liberarse. Ya no la veía como una persona herida sino como un sacrificio viviente para recordar al mundo la responsabilidad que tenemos frente a la mujer, y frente a la mujer dentro de nosotros: el alma no reconocida que espera nacer a la libertad. Durante unos instantes ella se transformó en un espejo para mí, en el que pude ver el reflejo de la mujer en el interior de mi propio ser, y el daño que le hacía con cada momento de olvido.

Hamid interrumpió mi ensueño. Empecé a hablarle de mis pensamientos pero me tomó del brazo: 'Ahora has visto algo, y has probado el sabor de lo que vendrá. Algún día sabrás por qué lleva la lana azul, y entonces verás que la parte más ardiente de la llama, la llama azul, está en el centro del fuego’

'Mañana seguiremos viaje. Los planes han cambiado de modo que iremos a Efeso, a visitar a María. Si partimos temprano llegaremos en un día y tendremos tiempo de prepararnos antes de visitar su capilla.

A la mañana siguiente el coche estaba arreglado. Desayunamos con pan y café en el balcón del pequeño hotel.

‘Hoy comenzamos la etapa siguiente de nuestro viaje. Visitaremos el lugar donde la Virgen María fue a vivir después de la crucifixión. Hay allí una capilla. Por lo general les pido a los que vienen a trabajar conmigo que la visiten antes de venir. Pero en tu caso fue diferente. Tenía que saber si te recibirían los hombres que te envié a ver en Estambul y Ankara antes de pensar

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en las etapas siguientes para ti’. Me miró inquisitivamente. '¿Te resulta difícil comprender estas cosas?’.

Su pregunta me tomó desprevenido; pensé un instante. ‘No puedo decirte si es difícil o no', dije finalmente. ‘La idea de un viaje es nueva para mí. En Inglaterra ya no hacemos peregrinajes. Hay gente que visita Lourdes, pero es diferente. No visitamos sepulcros, este tipo de cosas se considera superstición. En realidad, antes de conocerte la misma idea de Dios no significaba mucho para mí’.

'¿Pero tú crees en Cristo, supongo?‘En realidad, no sé. Creo que una vez existió un gran Maestro

llamado Jesús, pero el Espíritu de Cristo parece haberse perdido. He anhelado llegar a conocer el Espíritu, quizás a esto se debe que haya iniciado este viaje.'

'Entonces, ¿a qué viene esta búsqueda de los derviches?' Hamid sonrió y me miró por encima do sus gafas. "Si lo que deseas encontrar es el Espíritu, que es Cristo, ¿qué te hizo atravesar la mitad del mundo para buscar derviches en Turquía?

'Bueno, creo que los derviches poseen un conocimiento oculto que me podría ayudar…’ Mientras lo estaba diciendo me di cuenta de no era cierto en absoluto. Me percaté de que nunca me había dedicado a considerar qué me llevaba a esta búsqueda. Parecía algo inevitable, pero las preguntas de Hamid me hicieron poner en cuestión si había verdadera necesidad de encontrarlos. ¿Qué estaba buscando yo en realidad?

'Déjame decirte algo acerca del significado interior de la Virgen María antes de que lleguemos a su capilla.’ Hamid parecía determinado a hacerme tomar conciencia de algo.

‘Antes que nada debes comprender que aunque parezca que te hablo de un evento histórico, todo lo que te diga está en ti y esta sucediendo en este momento. No hay otro tiempo; y lo que sucedió hace dos mil anos en nuestro mundo, es parte del desenvolvimiento de este momento; no de aquel momento sino de este preciso instante. No se trata de mirar dos mil años atrás ni de tratar de recapturar aquel momento en tu imaginación. Lo único que debes hacer es despertar. Despertar interiormente en este momento, entonces tendrás comprensión propia. El desarrollo de un evento en el mundo lleva su tiempo, pero la Verdad, y la revelación de la Verdad, siempre está allí, presente’.

Hizo una pausa y permaneció en silencio tanto tiempo que comencé a pensar en el desayuno, en el viaje a Efeso, en la

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reparación del coche. Finalmente se reclinó hacia adelante y me miró como buscando. 'Quiero que me escuches atentamente', dijo. 'Aquieta tu mente y escucha’.

Tu cuerpo es la Virgen María. El Espíritu es Cristo, la Palabra que fue trasmitida a través de Gabriel, el mensajero eterno. El aliento es el Aliento de la Misericordia de Dios, y es ese aliento el que da vida al alma. Mientras el alma no sea animada por el Espíritu no es más que un pájaro sin plumas.

‘Existen muchos caminos hacia Dios, pero el de María es el más dulce y gentil. Si puedes disolverte en María, la matriz, el patrón de la vida, la Divina Madre, serás formado y recibirás forma en Cristo, y Cristo será en ti. Entonces, por el aliento de la Misericordia de Dios, llegarás a Ser, y Lo conocerás. Porque es el aliento de misericordia lo que otorga el ser. En cada momento Dios aparece en forma viviente, y nunca se manifiesta dos veces en el mismo momento.

'María trajo a Jesús al mundo porque fue elegida para hacerlo, y por eso recibió el conocimiento de dar a luz. Se dice que Gabriel, el mensajero, se presentó a María en forma de hombre. Ella creyó que la buscaba como mujer y esto por un momento la inmovilizó y se entregó a su Señor. Si ella no se hubiera relajado, el niño concebido en ese momento hubiera sido irreconciliable, inflexible, hubiera sido imposible vivir con él. Tu cuerpo es la Virgen María, el Espíritu es Cristo, el aliento es el aliento de la Misericordia de Dios. Tu alma está dormida hasta que es animada por el Espíritu Santo. En cada momento de nuestra vida en algún lugar nace un niño. El niño que nace puede ser un ser humano consciente de Dios, o puede ser inflexible, uno que compite eternamente con la vida. La responsabilidad de darse cuenta de estas cosas es inmensa. Si puedes oír lo que te estoy diciendo ahora, comenzarás a comprender. Al ser impregnado con el Espíritu, podrás, insh'Alá, comenzar a conocer, pero esto no te hará la vida más fácil ni más liviana. Quizás te haga la vida más pesada, pero será una vida llena de significado y propósito.

'María es la Divina Madre. María está en el azul de la llama, y María es la matriz de la forma de todas las posibilidades divinas aquí, en nuestro mundo. Es necesario que se la reconozca. Aprende a amar a Dios con todo tu ser, con todas tus partes: corazón, mente y alma; y entonces podrás comprender el significado del nacimiento de virgen. Aprende a orar y tus plegarias regresarán desde la matriz misma que forma al hijo.

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'Al sufi se lo llama "hijo del momento". Al disolverse en cada momento en María, algo se redime para que el hijo pueda nacer, y lo que nace es hijo del momento. Ese niño puede transformarse en un hombre consciente de Dios y entonces será llamado sufi, o puede andar por la tierra sin conciencia, dormido, sin llegar a ser humano, no consciente de Dios ni de las maravillas de Su creación, sin conocerse a sí mismo y por lo tanto no comprendiendo verdaderamente el amor. Tu cuerpo es la Virgen María, recuerda esto en cada momento de tu vida. Esta es la responsabilidad que debemos asumir al recibir conocimiento, al recibir el ser.

'María fue elegida para concebir a Jesús porque mantuvo intacta su pureza. La gente simple llama a esto "virginidad", pero los que saben comprenden que ser puro significa ser completamente adaptable, fluir con cada momento, ser como un arroyo que surge de las aguas de la vida misma. Ser puro es desplegar alegría, y la alegría es la revelación del conocimiento de la perfección de Dios. El Trabajo" que has estado buscando es el Espíritu de Dios, y el Espíritu de Dios es el Cristo que viene a redimir el mundo. El mensajero eterno siempre está dentro de nosotros esperando revelar el momento a través de la Palabra, y el día en que María es reconocida nuevamente, reaparece el Cristo, manifestado en el mundo exterior. Recuerda quién es María, y un día, cuando estés preparado, y cuando Dios así lo quiera, sabrás de qué te he hablado’.

La mayor parte del viaje la pasamos en silencio. Si bien recordaba las palabras que Hamid me había dicho esa mañana y hasta las había anotado en mi cuaderno, sabía que pasarían muchos anos antes de que pudiera comprender su verdadero significado. Recuerdo haberme sentido humillado y avergonzado por haber subestimado una vez más lo que Hamid me enseñaba. En cierto modo mi búsqueda de los derviches parecía ahora carecer de sentido; en realidad, la mayor parte de mi búsqueda hasta el momento me parecía una pérdida de tiempo. Crecía ahora en mí el deseo de llegar a saber qué había detrás de este viaje, de comprender todos los hitos del sendero que me había llevado hasta este momento.

‘No nos detendremos en Efeso ahora’, me dijo Hamid. ‘Ya es tarde y debemos llegar hasta María antes de que caiga el sol. Quizás podamos pasar la noche en la ciudad y recorrerla mañana. La mejor manera de llegar a María es subiendo a pie los seis

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kilómetros de la colina, pero no lo haremos ahora porque estoy muy cansado. Sin embargo, al regresar, deberás bajar caminando.'

El camino de ascenso era empinado con curvas afiladas y una vista extraordinaria de los alrededores. Excepto por los caminos pavimentados y los autobuses llenos de turistas, nada había cambiado mucho desde los tiempos de la crucifixión. Los pastores recorren las colinas con sus rebaños de ovejas y cabras, las plantaciones de olivos dan fruto desde el comienzo de la historia, y las ropas que usan los hombres y mujeres del campo son las mismas que siempre usaron. Era como entrar en una escena bíblica que permanecerá igual hasta el fin de los tiempos.

Nos detuvimos en la cima de la colina y caminamos hacia la capilla. Al principio, la magia del lugar pareció disminuida por los restaurantes llenos de turistas y los negocios de regalos pero luego, el ruido del gentío se fue apagando y al doblar una esquina nos encontramos en medio de una misa al aire libre. Habían levantado un altar y había unas cien personas arrodilladas en el suelo. Había turcos del este, de tez oscura, mujeres con rústicos vestidos negros, y peregrinos de Estambul y Europa. Un sentimiento de profunda paz y quietud interior envolvía el lugar y quise arrodillarme con los demás. 'Vamos’, dijo Hamid, 'primero a María.'

La capilla era una construcción de piedra, muy pequeña, rodeada de árboles inmensos. El interior era frío y sombrío, iluminado por cientos de velas titilantes; cada una, una ofrenda de amor. Compramos velas, las encendimos y las ubicamos cuidadosamente en los nichos de la pared.

Hamid, de pie frente al altar, oraba. Me uní a él y rogué llegar a comprender el propósito de este viaje a lo desconocido, y oré para ser conducido hacia la Verdad.

No nos detuvimos mucho tiempo en la capilla, pronto caminábamos en dirección a uno de los cafés cercanos. ‘Quizás te preguntes cómo puedo orar a Dios a través de María cuando he sido educado en la fe musulmana', me dijo Hamid al sentamos. '¿Sabías que en cada mezquita hay un nicho de oración dedicado a María? No nos preocupa la forma de la religión. Lo que nos interesa es la verdad que en todas las religiones espera, en silencio, ser revelada. Cuando recibes el conocimiento, en tu amor a Dios presentas tu respeto a todos Sus Mensajeros. Algunos son conocidos, otros jamás lo serán.

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‘EI día de hoy marca el principio de una nueva vida para ti, es decir, si has sido lo suficientemente humilde, y si verdaderamente has venido con ambas manos, dejando tras de ti todo. María sólo recibe a aquellos que se le acercan con todo el ser. Es lo mismo que el ojo de la aguja del que ustedes hablan. Para pasar a través del ojo de la aguja es necesario dejar de lado las opiniones, y darse cuenta de que uno no sabe nada. Para ser recibido por María, es necesario que te disuelvas.

'En la tradición islámica, todo comienza con la aceptación de la Unidad de Dios, sólo existe Un Ser Absoluto del que todo brota, y dentro del cual todo existe. Puedo decir que creo en la inmaculada concepción porque comprendo las cosas de las que hemos estado hablando; me interesa el sentido interior de las palabras, y no me atrapa el mundo de las formas.

'Pero por el momento hemos dicho lo necesario. Se está haciendo tarde de modo que pasaremos la noche aquí y cenaremos en un restaurante extraordinario. Por la mañana regresaremos’.

Esa noche me senté al borde de la cama en el cuarto de un hotel en Efeso a ponderar lo que había escuchado durante el día. Hamid se había retirado a su habitación, dijo que quería estar solo después de la visita a María. Yo sentía la misma necesidad y agradecí la oportunidad de sentarme en calma conmigo mismo.

Al poco tiempo, mi meditación se vio interrumpida por los pasos de Hamid que caminaba en su cuarto, ubicado arriba del mío. Lo había visto nervioso antes de retirarse; ahora lo oía caminar todo el tiempo y me pregunté si ocurriría algo. De pronto se escuchó un ruido proveniente de arriba: un sonido como de loza rompiéndose, como si alguien hubiera arrojado un gran objeto contra una pila de platos. Corrí hacia el cuarto de arriba, subiendo de a tres escalones y golpeé la puerta.

No hubo respuesta inmediata pero al tiempo le oí decir: 'Entra.' Estaba de pie en el centro de la habitación. Sobre la mesa al lado de la ventana, había una vasija de vidrio rota y su maleta estaba en el piso, abierta y con toda la ropa revuelta. Sostenía en sus manos las gafas, una de cuyas lentes estaba hecha pedazos.

'Oí un ruido', dije. '¿Algo anda mal?''Si. Algo anda mal. Debemos regresar a Sidé de inmediato.

Prepara tus cosas, partiremos lo más pronto posible.’'Pero Hamid', protesté, 'casi no tenemos luz en el coche y está

oscuro; nos va a llevar toda la noche llegar allí’

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'¿Y eso qué tiene que ver? ¿Cuántas veces más debo decirte que tienes que confiar? Algo anda mal. Todavía no sé qué es, pero debemos regresar de inmediato.’

‘Pero ¿como lo sabes?’, pregunté, asombrado.'¡Basta! Prepara tus cosas y apúrate. Te espero afuera. Ah, paga

la cuenta al salir.' Metió precipitadamente sus cosas en la maleta y bajó rápidamente las escaleras.

Tan pronto como pude me uní a él, que esperaba en el automóvil. Era noche oscura con un cielo lleno de estrellas y noté que había media luna.

Viajamos toda la noche. Hamid no pronunció una palabra. Contemplaba el camino sentado en silencio o se recostaba y dormía, roncando ruidosamente. Las luces del coche eran tan débiles que mantenerme en el camino requería toda mi atención. Como no era temporada de turismo había poco tránsito y al amanecer habíamos llegado a unos cien kilómetros de Anatolia.

‘Directo a Sidé', dijo Hamid. '¿Tienes suficiente gasolina?’"No, no creo que alcance.''No importa. Debemos confiar, no hay tiempo que perder.'Conduje los últimos veinte kilómetros con la aguja indicadora

en cero. Sin embargo, el combustible alcanzó; llegamos a la casa justo cuando la gente de la villa comenzaba a despertar.

Sin esperar a que aparcara, Hamid me hizo detener el coche frente a la puerta y bajó rápidamente. Al bajar se golpeó la cabeza contra el borde de la puerta y sus gafas saltaron. Corrí para recogerlas y se las alcancé. ‘Las gafas no importan', dijo. ‘Vamos rápido’.

Entramos en la casa. Yo no sabía qué esperar; nada parecía fuera de lo normal. Hamid recorrió la casa y luego cruzó el patio hacia el cuarto de la joven. Golpeó la puerta pero no hubo respuesta. 'Ve a buscar en tu cuarto', ordenó.

'¿Qué cosa?’, pregunté.'Debe de haber algo allí. Apúrate.'Corrí escaleras arriba y entré en el cuarto. Ella estaba sentada al

borde de la cama. La lana azul estaba enredada por todos lados, sobre la cama, alrededor de las postes de la cama y diseminada por el suelo. Tenía el cabello desarreglado y los ojos encendidos de ira. Me miró y señaló con ambas manos un sobre que había en el suelo. Lo levanté: estaba dirigido a mí, a cargo de Hamid. Llamé a Hamid que corrió escaleras arriba. 'Ábrelo', dijo, sin mirar a la joven que se levantó para saludarlo.

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Era un telegrama de mi colega, corto y directo. 'Regresa inmediatamente', decía. 'Presencia necesaria por reventa negocio...'

'¡Estúpido idiota!', gritó Hamid. Dijiste que vendrías con ambas manos, sin dejar .nada tras de ti. Ahora veo por qué las cosas fueron tan difíciles. Ahora vete. Regresa y haz lo que tienes que hacer.'

Y sin más palabras abandonó el cuarto. La joven permaneció sentada con sus grandes ojos abiertos fijos en mí. Difícilmente había comprendido lo que Hamid dijera. 'Vamos', le dije, 'te acompañaré a tu cuarto.' La conduje escaleras abajo; ella llevaba el manojo de lana entre sus manos. Abrí la puerta y la conduje hasta la silla junto al escritorio. Ahora lloraba en silencio; grandes lágrimas rodaban por su rostro.

'Debo ir a Inglaterra', dije. "Hay cosas que me requieren allá, pero regresaré tan pronto como me sea posible. ¿Podremos hablar a mi regreso?' No respondió. Volví a subir a mi cuarto y comencé a empacar.

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Siete

Lo que estás buscando es lo que busca.

San Francisco de Asís

Dije: "Eres demasiado cruel."'Debes saber", respondió,"que soy cruel por bondad y no por rencor o perversidad.Al que entra diciendo: 'Soy yo', le golpeo la frente;porque este es el trono del Amor, ¡oh idiota! ¡no es un cobertizo para ovejas!Límpiate los ojos, y contempla la imagen del corazón.'

Mevlana Jelalu'ddin Rumi

'Pero Hamid, ¡tuve que regresar! A veces suceden cosas así que cambian los planes. Ahora todo está arreglado; ya no hay nada que interfiera mi compromiso aquí. Puse todo en manos de un apoderado y le dije que estaría fuera de Londres por un período indefinido de tiempo. Tiene toda la autoridad necesaria para tomar decisiones y firmar papeles por mí.'

Desde mi regreso a Sidé, Hamid casi no me dirigía la palabra. Estuve en Londres menos de una semana y regresé lo más pronto que pude. Le había enviado desde Londres un telegrama para decirle que los asuntos estaban arreglados y que pronto me volvería a reunir con él.

Finalmente, al cabo de tres días de silencio, respondió a mis ruegos y aceptó mis explicaciones.

'Juraste que no habías dejado nada sin concluir. Te dije que no nos era posible iniciar un viaje juntos a menos que vinieras con ambas manos. Parece que no es el momento justo; será mejor que regreses a Inglaterra y rehagas tu vida allí. Quizás dentro de un año estés mejor preparado’.

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'Por favor, Hamid', le rogué. 'Créeme, ahora todo está arreglado, ya no hay nada que me pueda alejar. No hay nada más importante para mí que este momento. De eso estoy seguro.'

'Escúchame atentamente.’ Se sentó muy erguido en la silla y golpeó la mesa con el puno. 'Eres el hombre más terco y obstinado que he conocido en mi vida. No oyes lo que se te dice. No pareces darte cuenta, a pesar de lo que llamas "tu búsqueda", de la importancia de trabajar verdaderamente sobre ti mismo. Crees que tienes derecho a opinar, pero no tienes derecho ni siquiera a pensar que sabes algo. Si deseas comprender el Camino, tienes que sacrificar algo. ¿Lo haces? ¿Verdaderamente haz hecho algún sacrificio? Quizás te has desprendido un poco de tu afán de comodidades, y de ciertos condicionamientos británicos, pero para llegar a comprender es necesario sacrificarlo todo. Si realmente lo hubieras hecho no habrías tenido que regresar a Londres por una ridícula charla de negocios totalmente innecesaria. "No se puede servir a Dios y a Mamón", ¿no es eso lo que ustedes dicen?"

‘¿Por qué estás tan enojado, Hamid?’, le pregunté. '¿Por qué es tan importante una semana? ¿Acaso no volví en cuanto pude? Y si no me hubiera ido entonces, lo más probable es que más tarde me hubieran necesitado por un tiempo más prolongado’

'¿Cómo lo sabes?’, gritó. '¿Qué sabes tú? Todavía no escuchas lo que te digo. ¡Confía, confía, confía! Si hubieras venido con ambas manos, si hubieras confiado en Dios, ¿crees que esto habría sucedido? Sabes que nada se debe al azar. De modo que escucha y te diré la verdadera razón por la que tuviste que regresar a Inglaterra,

‘Una vez iniciado este camino no hay retomo. Después de tu llegada a Sidé comenzaste a autocomplacerte. Te estuve observando. Por orgullo y arrogancia pensaste que habías logrado algo. Pero no hay nada que lograr, sólo se trata de entregarse a una vida de servicio. Y tú te empeñaste en espiritualizar tu ego, siempre aferrado a tus opiniones y conceptos. La meta de este viaje está mucho más allá de lo que puedes concebir.

'Pensaste que la razón de tu regreso a Londres era mera coincidencia o quizás estupidez de parte de tu colega. Pero no es así. En lugar de renunciar a todo y confiar en Dios, mantuviste algo que considerabas necesario para comprar tu seguridad al regresar a Londres. ¿No es eso?’

En ese momento deseé más que nunca antes no haber comenzado este viaje. Me sentía avergonzado. Sabía que lo que

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Hamid estaba diciendo era cierto. Había dejado las cosas arregladas de tal manera que pudieran producir una especie de póliza de seguro, para poder regresar después a la vieja vida como si nada hubiera ocurrido. Después de hacer esos arreglos, aparté el asunto de mi mente por completo, pero cuando mi colega me llamó para que lo ayudara a liquidar la venta del negocio de antigüedades, puso al descubierto mi propia falta de fe.

'Ahora escúchame. No me interesa tu autocompasión y además todavía no he terminado contigo. Hay otra razón por la que me enfureció tu regreso a Inglaterra. Lo que nos llevó a María en Efeso fue una secuencia de eventos muy importante. Allí fuiste iniciado en los primeros pasos en el sendero, en el fundamento de lo que he estado tratando de trasmitir te. Una vez introducido al camino, para pasar a la etapa siguiente de la revelación del misterio, es necesario trabajar con doble intensidad sobre uno mismo. Y justo cuando la revelación había comenzado para ti. debes partir a Inglaterra rompiendo completamente la continuidad de nuestro trabajo. Y la única causa de ese regreso fue tu falta de disposición para sacrificar tu seguridad. Esta es la razón por la que no debes dejar cosas sin terminar, porque cualquier asunto no concluido impedirá que des el paso siguiente hacia un compromiso total. Ahora que has regresado, para que podamos seguir juntos, debes reafirmar tu compromiso.'

Hizo un breve silencio, ponderando cómo seguir. 'Si, con conciencia y honestidad, respondes "lo haré" a la Voluntad de Dios, te compadezco, porque conozco los sacrificios que tendrás que hacer antes de que te sea dado el conocimiento de tu Unidad esencial con Dios.

‘Si deseas contemplar la Verdad, debes aprender a dedicarte a la búsqueda con todo tu aliento, y debes dirigirte a Dios en cada paso. Cada mañana, al despertar, deberías orar para que se te permita servir, no esperando nada a cambio.

'Ahora tendrás que decidir si estas verdaderamente preparado para proseguir, para dedicarte incondicionalmente al Trabajo de Dios en la Tierra’.

Me sentí cercano a Hamid como nunca antes me había sentido, y supe que era capaz de confiar. ‘Sí’, dije. ‘Lo haré.'

Hamid se puso de pie y me abrazó como a un hijo. ‘Me alegro de que hayas regresado', dijo. Te eché mucho de menos.’

Ahora llorábamos los dos, y el amor que fluía entre nosotros disipó lo pasado.

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'Gracias', le dije, 'gracias por aceptarme nuevamente y por ser tan paciente.’

'Cuando tengas conocimiento', dijo, sonriendo, 'dirás "gracias" en cada momento, porque cada momento es esencialmente perfecto. En verdad que Sus obras son maravillosas. Lamento ser tan duro a veces, pero temo que hay personas que sólo así aprenden.

'Ahora descansaremos y mañana por la mañana veremos cómo continuar.

'Además, quiero que sepas que la joven desapareció el día que partiste para Inglaterra. No te lo dije antes porque hasta decidir si te aceptaría nuevamente, no era de tu incumbencia. Me enteré de que viajó a Antalya, pero nadie la ha visto.

Verifiqué en todos los hoteles y agencias de viajes, pero hasta el momento no hay señales de ella. Ya había hecho cosas así antes. Debes orar por ella. Desea intensamente ser ayudada.'

A la mañana siguiente, en lugar de la reunión acostumbrada en su cuarto, dimos un paseo por la playa. Caminamos en silencio hacia el anfiteatro. El día anterior me había sentido cerca de lo que Hamid llamaba un estado de perplejidad, el punto en el que finalmente nos dirigimos a Dios y descubrimos que toda nuestra autoimportancia es ilusión. Cuando tomé conciencia de que nada sabía, de que era incapaz de actuar en la debida dirección para promover el cambio interior que me era necesario, entré en desesperación. Pero Hamid también me había dicho que precisamente en el momento en que nos damos cuenta de nuestra impotencia nos colocamos en el inicio del camino del conocimiento.

Nos sentamos en las rocas frente al océano. Hamid estaba quieto y en silencio, pero, como tantas otras veces, su silencio tenía más intensidad que sus palabras. Parecía que cada momento le era preciado y la profundidad de sus sentimientos agregaba una nueva dimensión a cada acción y experiencia que compartíamos. Cuanto más tiempo pasábamos juntos, menos me importaba el tiempo, y el espacio había sido devorado en el viaje a Londres y de regreso a Estambul. La estructura invisible del tiempo que nos permite experimentar la distancia se estaba disolviendo y por momentos, al darme cuenta de que cada vez había menos cosas de qué aferrarse, menos puntales que mantuvieran vivas las ilusiones que hasta ahora había atesorado, sentía gran temor.

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Hamid se puso de pie sobre la roca en la que estábamos sentados y elevó sus brazos señalando la gran curva de la bahía. Era una mañana perfecta. El viento frío había amainado y el sol, claro y brillante, resplandecía y centelleaba en el agua del mar. Todo estaba muy calmo; se podía escuchar el crujir de los remos de un bote pescador más allá de la punta de las rocas.

'¿No es hermoso?’ me preguntó. 'El único propósito del amor es la belleza. Vivir debería ser un acto de amor. Emana hacia los que te rodean la libertad de este sentimiento. Nunca te dejes controlar por tus pasiones pero osa vivir apasionadamente. Porque sólo conocerás a Dios cuando llegues a amar completamente!

Pero dime, ¿qué has podido comprender realmente desde que tú y yo estamos juntos? No con la mente, sino con el corazón.'

Me aterraban estas preguntas. Era muy difícil dejar de lado mis viejos conceptos, pero era más difícil aún tratar de poner en palabras los pequeños descubrimientos que sentía haber comprendido verdaderamente.

'Creo que lo más importante', comencé, 'es que lo que hasta el momento había creído comprender, no es real. Hubo momentos, sí, destellos de inspiración, pero la mayor parte del tiempo sólo estuve coleccionando información de muchas enseñanzas, y ahora todo eso parece inútil’.

Hamid sonrió. ‘No está mal, ¿cierto?' preguntó.'No sé. Anoche estaba desesperado porque, cuando dijiste que

no había nada que lograr, toda mi vida pasada perdió su significado, pensé que todo había sido una gran pérdida de tiempo. Ya no siento felicidad. No sé lo que siento.'

"La razón de eso es simple', respondió. 'A medida que te deshaces de tus condicionamientos, también pierdes tus hábitos y llega un momento en que todo parece muy negativo. No te preocupes por eso. Si no te sintieras así, se podría pensar que te niegas a soltar algunas de las más preciadas posesiones de tu mente. Siempre hay un sentimiento de pérdida cuando se abandonan las ilusiones, pero es un estado temporario, pasará. Sigue así. ¿Qué más puedes decirme?’.

'Bueno, en Londres me fue muy difícil hablar con la gente, hasta con mis más viejos amigos. Todos parecían mirarme con sospecha y cuanto más trataba de decirles lo que había estado sucediendo conmigo, peor era. No pude comunicar lo que había vivido aquí. Fue un gran golpe; sentí que en cierto modo los había

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traicionado, porque ellos siempre me siguieron en todo lo que yo hice.'

'Ah', dijo Hamid, ‘pero tu misión es tratar de crear un lenguaje nuevo. Todavía no comprendes esto. Cuando finalmente tu corazón se abra, serás capaz de hablar desde allí, y ellos comprenderán lo que dices. Sin embargo, recuerda que cada uno entiende a su manera, no necesariamente del modo en que tratas de expresarte.'

'¿Cómo sabré cuando eso se produzca? ¿Cuándo sabré que verdaderamente estoy hablando desde el corazón?’.

‘Eso no es fácil de responder, pero cuando el corazón se abre, uno sabe. Sin embargo, puedo decirte algo: cuando hables con este lenguaje nuevo, verás que en las personas con las que tratas de comunicarte se producen cambios reales. Igual que la respiración, las palabras traen al mundo relativo un Espíritu, y producen un cambio. Sin un cambio real no hay libertad, ni para el buscador del camino ni para aquellos con los que entra en contacto.

"El corazón es la sede del alma. Cuando hablas desde el corazón, puedes encender fuego en los corazones de los otros. Al reconocerlas, comienzas a despertar a las almas dormidas y ese fuego se va expandiendo; no hay nada más contagioso que el amor.

'Pero si deseas vivir como un ser humano real y así poder dar amor a otros, primero debes morir en amor. Por eso en el Islam se dice: 'Muere antes de morir". Tenemos que aprender a morir en cada momento; y al morir en amor adquirimos la forma del amor.

'Es necesario mucho valor para morir a cada momento. Pero mientras no te entregues verdaderamente no serás un verdadero salik, un viajero del Camino. Un salik es el que se ha encontrado a sí mismo. Y cuando se conoce a sí mismo conoce la verdad, sabe lo que es necesario hacer; contempla todo desde el conocimiento mismo y por ello contribuye al cambio necesario en el momento. Debes comprender que para que la evolución prosiga. Dios necesita el sacrificio y la entrega del hombre.

"Nos encontramos en un momento de la historia humana en que muchas de las formas tradicionales están en decadencia. Muchos tratan frenéticamente de reforzar las formas religiosas, políticas y económicas del modo de vida occidental. Políticos y ecónomos prueban un método tras otro para lograr cierta estabilidad pero nada sucede. No se produce un cambio real. Y los buscadores espirituales, como tu, viajan por el mundo tratando de hallar

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respuestas al dolor y la confusión que padecen. Visitan gurúes en la India, swamis, astrólogos, analistas, y practican por un tiempo sus métodos. ¡Parece que ahora te toca probar el de los derviches!' y me sonrió con complicidad.

'¿Pero hay un cambio real?', prosiguió. '¿Qué cambio real puedes percibir? Todavía existe la misma confusión y persiste el deterioro del viejo orden. Todos buscan respuestas, pero por más que se esfuercen y fabriquen opiniones, nada sucede, porque carecen del valor necesario para enfrentar el cambio. Quieren métodos que se adapten a su sentido de justicia, o explicaciones para fenómenos que no pueden comprender; nada que produzca un cambio real. Pero ¡escúchame! A esta altura, si no se producen cambios reales, si los hombres no se transforman en saliks, se corre el riesgo de que la tierra vuelva al estado de caos primordial. Si no se trabaja suficientemente en el nivel más alto y pronto, podría suceder que viéramos el fin de la civilización en el término de nuestra vida. Ya hemos presenciado un deterioro tremendo, al punto que es cuestionable pensar si todavía estamos a tiempo.'

La intensidad de las palabras de Hamid me aterrorizó. Supe que estaba tratando de comunicarme algo extraordinariamente importante, algo que yo todavía no estaba dispuesto a enfrentar. Mi mente racional bloqueaba el sentido de sus palabras.

Finalmente hablé: '¿Quieres decir que el futuro del mundo, de este planeta, depende de nosotros y de los cambios reales que podamos hacer ahora?.

‘Eso es exactamente lo que te estoy diciendo', respondió Hamid. 'Estamos preparando ahora el mundo que vendrá pero. cuándo vendrá, está en manos de Dios y no en las nuestras. Lo único que puedes hacer ahora es trabajar duro sobre ti mismo, dormir menos y orar más; rogar que te sea dado comprender, y de ese modo te será más fácil cuando llegue el momento. Pero el momento sólo llega cuando ya no tienes pasado, cuando no queda nada que pueda hacer girar infructuosamente tu mente dentro de los patrones habituales. Existen muchas etapas más allá de las que hemos transitado hasta ahora, pero no puedo decirte cuándo estarás preparado para ellas. Puede ser que comencemos dentro de una semana, dentro de un mes o pueden pasar años antes. Todo depende de ti.

‘Lo mismo sucede con el mundo. El mundo está lleno de conceptos e ideas, pero lo que necesita es aceptación para que el amor pueda disolver todo el dolor y el condicionamiento, y el

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hombre y los mundos invisibles pueden cooperar para construir un nuevo modo de vida en este mundo. La mayor parte del tiempo piensas que sólo estoy hablando de ti, porque estas tan autocentrado que no escuchas de manera justa. ¿No ves lo que estoy diciendo? Si verdaderamente te olvidas de ti, entonces lo que digo lo escucharán todos los que pueden oír y no será necesario que abandonemos esta roca para que esto se produzca. Date vuelta como un guante, y entonces las palabras que hablo serán oídas por todas las personas del mundo que están preparadas para oír.'

El resto de la mañana Hamid manifestó un humor jovial; insistía en que ejercitáramos la paciencia momento a momento. Cada vez que yo trataba de iniciar una conversación acerca de lo que habíamos estado hablando, me interrumpía antes de que pudiera completar la pregunta. Cuando me harté de ejercitar la paciencia, le pregunté si podíamos jugar a otra cosa.

'¿Por qué quieres jugar a otra cosa?' preguntó. ‘La paciencia es el juego que puede hacer brotar esa cualidad que tanto necesitas aprender. La paciencia es esencial, porque sin ella actúas demasiado rápido y perturbas el plan. Se siembran las semillas y luego se espera el tiempo oportuno en que crecerán. Si cavas la tierra antes de que estén listas, destruyes lo que has plantado. La paciencia es una de las cualidades más importantes para cualquiera que sigue este camino. Eres demasiado impaciente, por eso es necesario que juguemos a la paciencia."

‘Pero estoy harto de este juego. Tu saltas de una cosa a otra, y justo cuando siento que estamos por llegar a algo, que puedo seguir una línea de pensamiento, te desvías hacia otra cuestión y yo ya no sé dónde me encuentro’

'¡Eso!', dijo con placer. "Eso es exactamente lo que intento. Ahora, corta el mazo, por favor.'

Almorzamos tarde, en el restaurante. La pesca de la noche anterior estaba expuesta y elegimos un plato con diferentes tipos de pescado que sazonados con tomillo e hinojo, el cocinero asó al carbón. Hamid estaba muy conversador y como siempre se reunió un grupo a su alrededor y hablaron en turco. Dos semanas atrás me ofendía su falta de atención hacia mí, pero ahora me agradaba comer tranquilo contemplando a los pescadores que remendaban sus redes junto a los botes amarrados. Algo había sucedido esta mañana; ya no estaba ansioso por comprender, lo único que me

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interesaba era estar tranquilo, escuchar el sonido del agua y sentir el sol de la tarde en mi rostro.

Después de la placentera comida, dormimos una siesta en la playa. Al despertar, Hamid anunció súbitamente que yo haría un viaje al día siguiente, solo. Esto me produjo una sacudida. Además, la joven aún no había vuelto y yo tenía planeado tratar de averiguar adonde había ido al salir de Sidé.

‘No te quejes', me advirtió Hamid. Todavía no comprendes la causa de las cosas. Iras mañana a Konya a visitar a tres grandes santos. Debes hacer hoy los preparativos. Puedes pedirle a Mustafá, el del restaurante, que compre tu pasaje y alquile un coche para llevarte hasta la terminal de autobuses’

‘Pero, ¿y tú qué harás?'.También viajaré mañana. Un amigo me lleva hasta Estambul,

donde visitaré a una prima mía que vive a orillas del Bósforo. Te daré su dirección y cuando termines lo tuyo, podrás ir a buscarme.'

'¿Cuánto tiempo estaré en Konya?’"Eso depende del modo en que vayas. Lo principal es acudir

con la mente completamente abierta. '¿Recuerdas la postal que te di en Londres cuando dijiste que viajarías a Sidé?'

Por cierto era imposible olvidarla, la había llevado conmigo a Turquía. Le dije que la postal estaba en mi maleta y que la miraba frecuentemente.

"Esa postal es una foto del sepulcro de Mevlana Jelalu'd-din Rumi. Debes ir ahora a presentarle tus respetos. Mevlana quiere decir "Nuestro Maestro", y en nuestra tradición se lo conoce como el Polo del Amor. Si acudes de la manera justa y eres recibido, puedes aprender mucho de el.'

'¿En qué época vivió?' le pregunté.‘Mevlana vivió en el siglo trece. Me hubiera gustado contarte

algo de su vida y de su enseñanza, pero ahora creo que será mejor que hagas el viaje. Quizás cuando nos encontremos en Estambul podremos hablar un poco de él.

‘Hay tres sitios que debes visitar en Konya, y debes hacerlo en el debido orden. El primero es el sepulcro de Shams-i Tabriz, el Sol de Tabriz. Fue un derviche errante que condujo a Mevlana al abandono completo a Dios. Luego debes visitar la tumba de Sadru'ddin Konevi, que fue uno de los primeros grandes maestros de Mevlana; representa el lazo entre Mevlana, a quien se denomina Polo del Amor, y Sheik al-Adbar, Muhyi-d-din Ibn'Arabi, a quien se conoce en nuestra tradición como el Polo del

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Conocimiento. Finalmente irás al sepulcro de Mevlana. El también quería que todos danzaran.' No estoy seguro, pero me pareció que Hamid me guiñó el ojo. 'Es una lástima que no estuvieras conmigo en diciembre, cuando fui a Konya para la gran celebración anual del día de su muerte o, como dicen, de su 'noche de bodas', cuando se disolvió en la Unión perfecta.

‘Pero es suficiente ya. Ahora ve y prepara todo lo necesario, luego por favor pasa a saludarme por la mañana antes de irte. Creo que el autobús sale de Antalya alrededor de las seis de la mañana, de modo que deberás levantarte temprano.'

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Ocho¡Deshazte de ti mismo de un solo golpe!con la dureza de una espada bien templada.Como un espejo de acero muy pulido,límpiate de toda herrumbre con contrición

Mevlana Jelalu'ddin Rumi

Existo por ti y tú te manifiestas a través de Mí.Sin embargo, de no haber aparecido Yo, tú no serías.

Muhiy-d-din Ibn Arabi

La temperatura durante el largo viaje hacia Konya fue extremadamente fría. Las estepas de Anatolia eran páramos helados y si bien dentro del autobús hacía más calor, cada vez que nos deteníamos para descansar y refrescarnos, el viento helado penetraba en el autobús y nos hacía correr al restaurante por un poco de sopa y café. La gente iba completamente envuelta en abrigos de piel de oveja y las mujeres se cubrían la cabeza y el cuello con grandes chales. Varios hombres usaban enormes sombreros de piel con orejeras para protegerse del frío y se paseaban por la estación fumando oscuros cigarros turcos. La temperatura toma un efecto especial en la personalidad de esta gente. Ya no se escuchaba la incesante conversación típica del sur de Turquía; los pasajeros esperaban, sentados en silencio, a que sonara la bocina del autobús que nos invitaba a subir y reiniciar el viaje hasta la próxima parada. El anciano que estaba sentado a mi lado sólo me saludó una vez, al comienzo del viaje; ‘Merhaba', había dicho, y eso fue todo. Este fue muy diferente a los otros viajes que había hecho en Turquía, en que la gente se había reunido a mi alrededor preguntando por la razón de mi viaje y hacia dónde iba y qué iba a hacer.

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No sé por qué había imaginado que Konya era una ciudad primitiva, por lo que me sorprendió llegar a una moderna terminal con taxis esperando a los viajeros. Entramos en los suburbios justo cuando el sol comenzaba a ponerse. Ahora las calles estaban iluminadas y las luces de los coches se reflejaban en la nieve al costado de las calles. Fuimos a recoger nuestro equipaje. La paz del viaje se perdió en la excitación de los que llegaban a recibir a amigos y parientes. Una vez más la escena era típica de Medio Oriente, con el ruido, el ajetreo y animación de las calles y mercados.

'¿Taxi, señor? Muy barato.'‘¿Cuánto?’.'Muy barato señor, suba y lo llevo al hotel. ¿si?'¿Pero cuánto?’'Sólo veinticinco liras, precio fijo siempre, señor’'Bueno', dije. ‘Iré con usted, pero no por veinticinco. Le daré

diez liras.'‘Imposible, señor. Precio fijo siempre.''Entonces iré a pie', dije, levantando mi maleta y empezando a

caminar’.'Señor, señor, le haré un precio especial, veinte liras, ¿le

parece?' El taxista corría tras de mí tratando de tomar mi maleta.'Quince’, dije, sosteniéndola y caminando más rápido.'Bien señor, quince y unos cigarrillos’"No fumo', le dije, y entré en el taxi con la sensación de haber

ganado una batalla. Tan pronto como iniciamos el trayecto, fue como sí no hubiera habido una negociación de por medio. Durante el viaje hacia el hotel el chofer me habló de su familia y me hizo las preguntas acostumbradas: si me gustaba Turquía, cuánto tiempo pasaría en Konya, si quería alquilar el coche de su cuñado, etc.

Hamid me había dado la dirección de un hotel céntrico, cercano al sepulcro de Meviana Jelalu'ddin Rumi. Allí me recibió el dueño y me informó que había lugar de sobra porque no era temporada de turismo. '¿Está de paso, no?', preguntó. Le dije que no sabía cuánto tiempo me quedaría. Llevó mi equipaje a un pequeño cuarto del segundo piso, me entregó las llaves y por fin quedé solo.

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Dormí hasta tarde esa mañana, estaba exhausto por el largo viaje, y casi era el mediodía cuando me dispuse a iniciar mi búsqueda. Cuando le dije al dueño del hotel que quería visitar la tumba de Shams-i Tabriz, dijo: 'Oraré para que la tumba esté abierta hoy para usted. A veces lo está y a veces no. Pero si es necesario que usted esté allí, Alá dispondrá que la puerta se abra.'

No había imaginado siquiera que la tumba podía estar cerrada, y Hamid me había dicho que siguiera específicamente el orden de visitas comenzando con Shams-i Tabriz. Fue un duro golpe encontrar las puertas de hierro cerradas y la plazoleta frente a la tumba completamente desierta. Unas cuantas palomas bebiendo de la fuente, eran los únicos habitantes del lugar. La puerta estaba cerrada con candado y no había manera de espiar siquiera por la ventana. Hacía frío y un viento helado soplaba cruzando la ciudad. Me sobrecogió una gran tristeza. Hasta ese momento todas las puertas se me habían abierto; aun mi fracaso en Estambul, al no encontrar al Sheik, no había tenido el carácter de rechazo. Pero esto era diferente; me sentí completamente desolado. Era ilógico, pero cuanto más trataba de luchar contra lo que sentía, más intenso se hacía el dolor. Me senté al borde de la plazoleta y traté de componer mis sentimientos, pero nada parecía cambiar mi humor. Esa puerta cerrada representaba al mismo tiempo todas las situaciones en que había sido rechazado en mi vida. Sin embargo, esta vez, había acudido con ambas manos, estaba seguro.

Traté de recordar el viaje, para ver si había hecho algo que pudiera haber desencadenado esta situación. A esta altura estaba convencido de que nada sucede por azar; por lo tanto, el hecho de que la tumba estuviera cerrada debía significar que tenía algo que aprender. Pero no encontré nada que tranquilizara mi mente. ¿Qué haría ahora? No había nadie a quien preguntar, y no había indicación en la puerta que dijera cuando estaba abierta la tumba.

Debo de haber estado allí una media hora, luchando contra mi depresión, cuando de pronto me di cuenta de qué era lo equivocado. Lleno de arrogancia había presumido que la tumba estaría abierta y que yo sería recibido. Creí que había ido a Konya con todo mi corazón, pero en realidad no había en mí humildad. ¡Eso era! Por supuesto que no sería recibido, porque una vez más había olvidado la actitud correcta. En ese momento comprendí que para el que carece de humildad sólo hay dolor y sentimiento de separación.

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Sentí que en cierto modo ya no tenía sentido por ese día seguir adelante con la visita a las tumbas. Si era necesario visitarlas en cierto orden, sería mejor esperar al día siguiente e intentarlo nuevamente. Pero, como no tenía otra cosa que hacer, decidí buscar la segunda tumba, la de Sadru'ddin Konevi, sin más demora.

Pronto me di cuenta de que no todas las estrechas y retorcidas callejuelas figuraban en el mapa, y a los pocos minutos estaba completamente perdido. El mapa indicaba que la tumba de Mevlana estaba mucho mas cerca y mas fácil de encontrar que la de Konevi, de modo que me encaminé hacia ella. Encontré la salida del laberinto de callejones y allí, al final de la calle, estaba el magnífico sepulcro y museo de Mevlana. De pronto me di cuenta de que el sol estaba casi poniéndose. Había pasado casi todo el día en esta peregrinación y, casi accidentalmente, había llegado a mi destino final. Aparentemente debía visitar la tumba de Meviana primero. Crucé la plazoleta rápidamente y llegué a las puertas justo cuando el guardia salía para cerrarlas. ‘Lo siento, señor, tumba cierra ahora. Abre mañana, insh'Alá’.

De regreso en el hotel me recosté con los ojos clavados en el techo, incapaz de detenerla amargura que me envolvía. Finalmente me quedé dormido y al despertar estaba oscuro. Las luces de la calle ya estaban encendidas; había dormido justo hasta la hora de la cena.

Supe que había estado soñando con Hamid. Era como un espejo, tan pulido que con sólo mirar en él podía ver exactamente lo que estaba sucediendo en ese momento, y de ese modo me acercaba a descubrir la esencia del momento mismo. En el desarrollo del viaje había sido guiado cuidadosamente hacia un lugar en que la búsqueda de la Verdad había comenzado a destruir al buscador, ahora ya no sabía quién era yo ni quién en mí había iniciado este viaje. Era como si me estuviera dando vuelta de adentro hacia afuera. ¡Lo que yo estaba buscando era lo que me buscaba!

Se me hizo claro que Dios desea apasionadamente que conozcamos la Verdad que nos incita a buscar, y que esa Verdad no es otra cosa que El. El fuego está latente en todas partes, pero corresponde a cada uno dar vida y encender la llama del anhelo que nos llevará a El. Somos nosotros los que tenemos que dar el primer paso.

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A la mañana siguiente traté nuevamente de llevar mis respetos a Shams-i Tabriz. La temperatura había cambiado y el hielo se había comenzado a derretir llenando de barro las calles. Las mujeres trataban de evitar los charcos, recogiendo sus largas faldas. Una leve llovizna me recordó a los típicos días de invierno en Londres.

Al dar vuelta a una esquina, ya cerca de la plazoleta, percibí que alguien me seguía. Tuve la clara sensación de estar en peligro. Sin embargo no podía detener ni apresurar el paso. Pronto el desconocido caminaba casi detrás de mí. La tensión se hacía cada vez más intensa hasta que de pronto sentí una mano sobre mi hombro. Giré abruptamente esperando el ataque pero me detuve justo cuanto estaba a punto de golpearlo. Había visto a este hombre antes. En lugar de atacarme me abrazó como a un viejo amigo. Por la fuerza del abrazo y como estaba medio envuelto en su abrigo, no tuve ocasión de verle el rostro. Me hablaba en turco y todo lo que pude en tender fue la palabra Döst, que quiere decir "amigo" en persa. Finalmente me soltó, puso su mano sobre mi corazón y dijo: "Estambul, Estambul". Era el dueño de la librería que conocí en Estambul cuando estaba buscando al Sheik. Era verdaderamente asombroso. ¿Qué hacía ese hombre en las callejuelas de Konya esa mañana? No nos podíamos comunicar bien debido al idioma, pero no pareció molestarse por ello. Me tomó del brazo, hablando todo el tiempo en turco, y antes de que me diera cuenta de lo que estaba ocurriendo habíamos llegado a la tumba de Shams-i Tabriz. Me arrastró hasta las puertas de hierro y allí soltó mi brazo, puso su mano sobre su corazón e hizo una profunda reverencia. Yo repetí sus gestos. Luego me condujo a la puerta de la tumba que nuevamente estaba cerrada. Parecía perplejo, volvió a intentar abrir la puerta. Luego fue al fondo del edificio y lo oí hablar con alguien. Pronto regresó y después de varios minutos de búsqueda en el diccionario comprendí que el hombre que tenía la llave de la tumba estaba enfermo y por eso no abriría ese día.

Esta vez no me deprimí. La presencia del librero era bien significativa y ambos estábamos igualmente entristecidos por no poder entrar al edificio. Finalmente señaló en mi diccionario la palabra "mañana". Mientras tanto, me dijo, debía ir con él. Por sus modales parecía más una orden que una invitación de modo que lo seguí obedientemente en su recorrido por las calles. Caminamos mucho tiempo bajo la llovizna, hasta que arribamos a un pequeño edificio de apartamentos. Me indicó que lo siguiera y subimos

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hasta el segundo piso. A la entrada había una pila de zapatos, y mientras se sacaba los suyos me indicó que lo imitara. Golpeamos y por la puerta entreabierta apareció un rostro de mujer. Dijo: 'Ah', destrabó la cadena y nos hizo pasar.

Todo había sido tan apresurado que no había tenido tiempo de pensar, pero en cierto modo no me sorprendió encontrarme en un cuarto atestado con unos cuarenta hombres de edades diversas, desde adolescentes hasta uno muy anciano, casi doblado en dos, que debía tener como noventa años. El librero me indicó que me sentara en un sitio que se abrió para mí en el sofá. Luego, señalando a las personas del cuarto, sonrió diciendo: Derviches, derviches’. Le indicaron una silla vacía en un extremo del cuarto. Se sentó allí y los demás le hicieron una profunda reverencia, tocando con sus frentes el piso. Comenzó a cantar con voz muy aguda y nasal. La sonora respuesta de los hombres del cuarto producía un extraño contraste. Yo no entendía las palabras pero sí que al final de cada verso los hombres respondían: "Hu-Alá, Hu-Alá.' Pronto comenzó a sonar un gran tamborín y varios derviches empezaron a acompañar el ritmo con palmadas, balanceando el cuerpo al mismo tiempo. Los dos hombres que estaban sentados a mis lados me tomaron de las manos. No había tiempo para preguntar qué estaba sucediendo. Me sentí metido dentro del ritmo y pronto también me uní a ellos en las respuestas. El ritmo se hizo más intenso y rápido, y ahora los derviches, unidos por las manos, se balanceaban hacia atrás y adelante. Los que habían estado sentados en sillas y en el sofá, se pusieron de rodillas en el piso. Otro músico que tocaba una larga flauta de bambú se sumó al tamborín. Cada tanto, el librero cambiaba el ritmo golpeando con la mano en su rodilla o elevaba el tono de las respuestas cantando él más agudo. Al rato golpeó el suelo con las manos e inmediatamente todos comenzaron a cantar "Alá, Alá.' Un joven se puso de pie en el medio del círculo. Yo hacía todo lo posible por unirme a ellos y observar al mismo tiempo, cosa difícil. El librero me miró y, sonriendo me guiñó el ojo justo en el momento en que el hombre que estaba en el centro lo saludaba con una profunda reverencia, doblándose casi hasta el piso. El joven comenzó a girar, muy lentamente primero, sus brazos cruzados sobre el pecho. Poco a poco los giros se hicieron más rápidos; luego fue extendiendo los brazos mientras el ritmo aumentaba y el sonido del tambor se hacía más intenso. Yo tenía puesta una pesada chaqueta de lana y sudaba profusamente. Estaba

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arrodillado en una postura incómoda, mis piernas comenzaron a acalambrarse. Deseaba parar pero los hombres a mis lados me llevaban hacia atrás y adelante al ritmo de la música, hasta que finalmente perdí la sensación del cuerpo. Sólo escuchaba la llamada, 'Alá', que resonaba en mí; sólo veía una luz expandiéndose por todos lados. El derviche que giraba estaba en perfecto equilibrio, con la cabeza levemente inclinada hacia atrás y la izquierda. Sus ojos relucían. Cada tanto, él también gritaba 'Alá'. Sentí que en cualquier momento iba a perder la conciencia y no quedaría nada más que el sonido de la palabra y esa luz intensa que seguía creciendo. Pero entonces, en el momento de mayor intensidad, el derviche detuvo su girar de manera repentina. No parecía estar mareado. Simplemente se detuvo, cruzó los brazos sobre el pecho e hizo una profunda reverencia. Cesó el sonido del tambor, el zikr se fue apagando, y los hombres a mis lados me besaban las manos. El cuarto vibraba pleno de amor y gozo, como sí cada persona recibiera a los otros después de una larga separación.

Después de esto, cada uno se acercó a saludarme y luego sirvieron café. Entonces un joven se acercó a mí y me dijo: “Me llamo Farid, hablo inglés y me hará muy feliz traducir para ti y nuestro Sheik’ Se hizo un profundo silencio a medida que todos se volvían hacia nosotros.

'Por favor', comencé, 'dile que le agradezco que me haya permitido estar aquí con ustedes.' El Sheik aceptó solemnemente mi gratitud, y no fue necesario traducir su respuesta. Todos me sonrieron con gran gentileza.

Me era difícil formular la pregunta que quería hacer. 'Por favor, pregunta al Sheik,' dije finalmente, 'si es él el Sheik que yo debía visitar en Estambul. Y si lo es, por qué no me lo dijo en aquel momento.' Cuando oyó la traducción de la pregunta, el Sheik estalló en carcajadas. Se inclinó hacia adelante y hablo a Farid. 'Nuestro Sheik dice: "Por supuesto que lo soy".

'¿Por qué no me dijo entonces que mí meta había sido cumplida? ¿Por qué no me permitió presentarle mis respetos?'

‘Hay un dicho en El Corán: "Lo probaremos hasta estar bien seguros". Deseaba saber si Alá quería que nos encontráramos. Sabía que si así era. El nos volvería a reunir, de modo que me hizo feliz poder esperar.'

'Pero me habían dicho que el Sheik trabajaba en una sastrería, y tú trabajas en una librería. ¿Qué significa eso?'

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El Sheik volvió a sonreír. Debes comprender que no conozco al hombre que te envió a mí, y que nunca trabajé en una sastrería. Su información no era correcta, pero de todos modos me encontraste, y eso es lo que importa.’

Cada vez que se traducía algo todos los derviches se acercaban para no perder una palabra de la conversación. Durante una hora o más la atmósfera del cuarto se cargó de electricidad. El Sheik explicaba que nunca había oído hablar de Hamid, y negaba todo posible conocimiento intuitivo de nuestro encuentro. Le pregunté si había ido a Konya por alguna razón en especial, y me dijo que iba con mucha frecuencia a visitar a sus amigos y esa era la única razón.

'¿Por qué estabas esta mañana en la plazoleta?', insistí.'De camino a la tumba de Shams-i Tabriz; por la misma razón

que tú estabas allí", contestó. 'Siempre que puedo, visito su tumba, pero ésta fue la primera vez que la encontré cerrada.'

Le dije que había ido el día anterior y le relaté todo lo que ese momento había producido en mí, tratando de explicarle, de la manera más simple posible, cuál era mi búsqueda y todos los eventos de mi vida que me habían conducido hasta este momento. 'Eres demasiado serio', dijo. '¿Por qué eres tan serio? ¿Acaso crees que El no tiene sentido del humor? Con seguridad se está riendo mucho en este momento, viendo a un inglés aquí, entre nosotros, preguntando todas estas cosas, mientras El supo, desde el principio, que todo esto sucedería.

‘hora dime, ¿es la primera vez que te encuentras entre derviches?'

Le expliqué que al principio, el objetivo de mi búsqueda era averiguar si los derviches tenían conocimientos de curación, el tema que más me interesaba entonces, pero que luego habían sucedido tantas cosas que finalmente lo único que me interesaba ahora era encontrarme a mí mismo, conocer el sentido y la utilidad de mi vida en este mundo.

‘Ah', dijo. 'Si buscaras solamente información para ti mismo, jamás nos hubieras encontrado. Por eso tu maestro te hizo esperar tanto tiempo. Sin duda él te habrá dicho que el conocimiento es dado y no adquirido y que no recibimos a los que tratan de coleccionar información. Incluso les damos pistas falsas para que no encuentren lo que buscan. Esto de la curación es muy interesante, pero es necesario recordar que lo primero es Dios, de Quien surge todo lo demás. Los derviches somos muy orgullosos;

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además, sabes que estas reuniones son ilegales en este país. Se te permitió asistir sólo porque tus motivos son sinceros.'

Yo estaba confundido. ¿Cómo era posible que el Sheik no conociera a Hamid y que Hamid lo conociera a él? Formulé esta pregunta lo más cautelosamente posible. Y todos estallaron en carcajadas.

'¿Pero por qué se ríen?, rogué que me respondieran. 'Si no fueras occidental respondió el Sheik, 'no habrías hecho

esa pregunta. Para nosotros es claro, peo no me es posible explicártelo. Si tratara de hacerlo tendría que usar la razón, y la respuesta no tiene nada que ver con la razón.

Si bien el joven que traducía tenía de tanto en tanto dificultad para encontrar las palabras inglesas adecuadas, parecía conocer las ideas que a mí me costaba tanto comprender.

Traté nuevamente, con otra pregunta. ‘Aún no comprendo. ¿Cómo sabía Hamid que yo te encontraría? ¿Y cómo sabía de tu existencia?'

El Sheik hizo silencio unos instantes. Luego dijo: Te contaré una historia. Si puedes comprenderla, obtendrás respuesta a tu pregunta.

‘En el principio era la palabra. Y pronunció Dios la palabra y dijo: “¡Sea!" Y todas las cosas fueron. En ese momento, todo lo que alguna vez sería, fue; esa palabra encerraba todo lo necesario para que todo acaeciera y para que pudiéramos ver más allá de este mundo: el mundo real. De modo que en el principio todo es. Sin embargo, lo que tú ves aquí y ahora no es el mundo real, y lo que te digo, si lo que escuchas es la forma de las palabras, tampoco es real. En cambio, si prestas atención al suspirar del viento, escucharás el mensaje de la verdad. Y si envías tu mensaje con el viento, tarde o temprano alguien prestará atención y lo oirá. No es posible saber con seguridad quién lo escuchará; sin embarco, en Realidad, sólo existe El, de modo que es El Mismo el que escucha el mensaje y El Mismo el que lo envía. Ahora presta atención al sonido del viento.'

El Sheik puso un dedo sobre sus labios y en el cuarto se produjo un silencio total. 'Escucha', repitió, ‘y oirás el sonido de la telepatía.'

Lentamente el cuarto se llenó de sonido; el sonido origen de todos los sonidos: 'Hu', el sonido contenido en el viento. Lo impregnaba todo. Yo ya no buscaba más. El sonido traía la búsqueda, y el mensaje era el sonido 'Hu'. El arte de trasmitir una

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idea de persona a persona a través del espacio es otra forma sutil del lenguaje, y todo lenguaje proviene del primer mandato de Dios que dio Ser al mundo. Por eso se rieron los derviches ante mi pregunta. No era importante si Hamid había oído hablar del Sheik. Lo verdaderamente importante era que estábamos juntos, todos estábamos allí, y la llave que abriría la puerta no era el misterio encerrado en todo esto. El momento era lo que abría la puerta. Sí bien mi pregunta intentaba desentrañar el enigma de la comunicación, lo que verdaderamente estaba preguntando era: '¿Por qué estoy aquí?', de modo que la respuesta podía ser expresada del modo en que fue expresada.

Me pareció que había otra pregunta que podía formular al Sheik. Una pregunta que me acosaba desde hacía tiempo.

'¿Qué es un derviche?’, pregunté.Me miró, e hizo un largo silencio antes de volver a hablar.

'Como sabes', dijo, 'preferimos expresarnos a través de historias, y una de las razones de esto es que se puede escuchar una historia una y otra vez y como cada momento es diferente y nunca se repite, la historia tendrá un nuevo significado cada vez que se presenta; según tu estado de animo, el lugar desde donde la escuches, la hora del día y mil cosas más. De modo que la historia que te contaré no tendrá una interpretación. La escucharás, la estudiarás, y quizás algún día, podrás comprender.'

Y continuó así: 'Había una vez un enjambre de mosquitos. Soplaba el viento y como la ventana de la casa del Sheik estaba abierta, los mosquitos entraron con el viento. Del otro lado del cuarto había otra ventana abierta y los mosquitos que entraron por una salieron por la otra; todos, excepto uno. Este aterrizó en la rodilla de la esposa del Sheik. El Sheik lo miro sonrió y de un golpe lo mató con la palma de su mano. El mosquito que había muerto se transformó en derviche.'

Luego, se puso de pie, oró frente a nosotros e indicó que la reunión había terminado. A Farid y a mí nos señaló que lo siguiéramos hasta la calle.

'Tengo algo que decirte', comenzó. 'Parto esta noche de regreso a Estambul. Si quieres, puedes venir conmigo’.

‘Es muy amable de tu parte, pero prometí visitar las tres tumbas, y no creo que deba irme sin hacerlo’

‘La visita a las tumbas te fue vedada dos veces', dijo. 'Quizás no sea el momento oportuno. Quizás haya algo que debes hacer antes

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de estar preparado para ser recibido. Si quieres, tú y Farid pueden venir conmigo a Estambul. Tú decides.'

Al joven le estaba resultando difícil ocultar su entusiasmo ante el proyecto, pero yo no sabía qué hacer; estaba dividido entre el deseo de seguir conversando con el Sheik y el sentimiento de que debía quedarme en Konya para llevar a cabo lo que mi había sido encomendado.

‘Parto a las siete de la tarde en punto. Si decides venir, únete a nosotros en la plazoleta.'

Tomó a Farid del brazo; se despidieron de mí y quedé solo.

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NueveEl verdadero Conocimiento proviene de tres cosas: una lengua que repite el nombre de Dios. un corazón agradecido y un cuerpo paciente.

Aflaki, The Whirling Ectasy

La razón es ilusión de realidad.

Hazrat Inayat Kahn

Protege tu corazón para que no tienda hacia aquello a lo que has renunciado: las personas y los deseos, las opciones y el esfuerzo; y para que no pierda la paciencia y la armonía y el placer con Dios, en el momento en que sobrevienen las calamidades.

Abdul Aqdir Gilani

Me fue muy difícil tomar una decisión porque toda forma de razonamiento lógico parecía imposible. La idea de acompañar al Sheik a Estambul era muy atractiva, pero estaba mi promesa. Tantas cosas habían sucedido en las últimas dos semanas que en lugar de que los eventos fluyeran uno tras otro, todo orden había desaparecido. Sin orden es casi imposible tomar una decisión consciente, pero lentamente me había ido dando cuenta de que de todos modos somos casi incapaces tomar decisiones conscientes en este mundo. Creemos que podemos elegir entre esto y aquello o decidir si viajamos hacía aquí o hacia allá, pero hay otro modo de vida que solo pide que nos abandonemos para ser llevados al lugar donde debemos estar. En el momento en que sacrificamos nuestra voluntad personal en favor de una Voluntad mayor, la decisión nos es presentada.

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Comenzaba a comprender en carne viva lo que significa entregarse. Al abandonar Inglaterra y dejar atrás mi pasado, me había zambullido en lo desconocido y por ello me era dada ahora la oportunidad de comprender cómo se revela el mundo real en este mundo relativo. En términos normales, los eventos de las últimas semanas carecían de sentido. Viajar casi incesantemente, la serie de coincidencias que no tenían explicación, los encuentros con esta gente extraña, todo parecía ser piezas de un rompecabezas; todas estas cosas le mostraban a mi mente siempre en duda una verdad que era imposible negar: existen leyes que no comprendemos que gobiernan nuestra existencia. Nuestra vida está regida por fuerzas que, si bien son invisibles e intangibles, tienen un poder mayor que cualquier cosa que se ve o experimenta en el mundo físico. Hamid había dicho que había otro lenguaje, el lenguaje del corazón; por lo tanto también debía existir otra manera de comprender que en lugar del razonamiento discursivo, se apoyara en una percepción interior . Caminando por las calles de Konya, esa tarde fría de invierno, sentí la inevitabilidad de todo lo que había experimentado; si podía dejar de interferir el transcurrir de los eventos con mi voluntad personal o tratando de analizarlo todo, podría dejarme conducir hada el conocimiento más elevado que buscaba.

Era bien entrada la tarde cuando regresé al hotel resuelto a entregarme, a relajarme y dejar que los acontecimientos me mostraran qué debía hacer.

Me recosté con los ojos fijos en el techo; el sonido del zikr llenaba mi mente y el cuarto parecía estar lleno de la tremenda sensación de dignidad y presencia de esos derviches que había conocido. Jamás había sentido algo igual y me pareció que si cada ser humano tuviera ocasión de conocer la intensidad del amor a Dios que esas personas tenían, sobrevendría un cambio real que permitiría construir una sociedad nueva basada en el amor y el conocimiento en lugar del miedo, la ambición y la avaricia. No era cuestión de imitar a los derviches en sus practicas, sino de aprender a vivir la vida apasionadamente como lo hacían ellos llevando a cada momento de nuestra vida esa comprensión.

Cuando desperté estaba oscuro pero no recordaba haber caído dormido. Me asaltó el pánico. Medio dormido aún, y temblando, busqué a tientas el reloj. Eran las 9 de la noche. ¡La hora del encuentro había pasado!

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Sin detenerme a pensar, tironeé la ropa de las perchas y las metí en la maleta, con el sentimiento de que era vital llegar a Estambul inmediatamente. Mi mente parecía fijada en esto, y cuando traté de considerar si no debía quedarme un día más en Konya, no tuve dudas de que debía partir inmediatamente hacia Estambul.

El hombre del hotel pareció sorprendido por mi prisa y me preguntó si había cenado. 'Es necesario que coma antes de partir, ¿no?'

'No', dije, ‘no quiero comer, debo llegar a la terminal pronto. Si no sale un autobús ya, esperaré hasta que haya uno.'

Pagué mi cuenta del hotel, tomé un taxi y quince minutos después estaba en la terminal. Corrí a la ventanilla para comprar el billete. '¿Quiere ir a Estambul ahora?', preguntó el hombre. ‘Sí, por favor, ¿a qué hora sale el primer autobús?'

'Bueno, salió hace cinco minutos. Pero pronto saldrá otro por que había muchas personas que querían viajar. De modo que puede tomar este segundo si quiere.'

En la prisa por salir del hotel me había orientado hacia el lugar donde debía estar, y allí estaba: un autobús especial, y todavía había lugar vacío. Era obvio que todo tenia una intención y que no era importante que no hubiera visitado las tumbas. Me sentí aliviado, y me recliné en el asiento con un sentimiento de paz que desde hacía mucho tiempo no tenía. Nuevamente en camino a Estambul y pronto me reuniría con Hamid. Estaba tan feliz que el largo viaje se hizo corto. Ni la incomodidad del asiento me molestaba y dormí gran parte del viaje.

Poco después del amanecer entrábamos en los suburbios de Estambul. Las calles se estaban llenando de vendedores acosando a los que se encaminaban a sus trabajos. Los puesteros de los mercados ya estaban haciendo negocios, vendiendo frutas de todo tipo, verduras frescas y pan recién salido del homo. Los minaretes resonaban con la llamada matutina a plegaria. Esta vez la llegada a Estambul no me resultó amenazante sino más bien como una bienvenida al hogar. Me sentía feliz, como no me había sentido desde el comienzo del viaje. Nada me parecía desagradable, ni el ruido del tráfico, y hasta los tropezones y empujones en la calle me resultaban placenteros esa mañana. A pesar de la falta de sueño, y de todo lo sucedido el día anterior, no estaba cansado. La energía que bullía en mí llegaba incluso a los demás porque la gente se volvía para sonreírme al bajar del autobús y uno de los

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pasajeros me ofreció unas frutas. Era un buen día y prometía seguir siéndolo.

Hallé un taxi sin dificultad y di al conductor la dirección de la prima de Hamid. Había dicho que me esperaba allí; ‘Debes cruzar el río con el ferry', había dicho, 'y luego subir a un autobús que te dejará justo a la puerta’. Traté de explicarle todo esto al conductor, pero no hablaba inglés ni francés. Sólo me sonreía, mostrando grandes dientes amarillentos llenos de coronas de oro. Conducía a gran velocidad mientras yo seguía explicándole que tenía que llevarme al ferry para cruzar el Bósforo. Por estupidez no le había preguntado cuánto me iba a cobrar. Cuando subió a bordo del ferry me di cuenta de que era demasiado tarde para echarme atrás; el hombre tenía la intención de llevarme hasta la casa. ¿Cuánto me costará este viaje? pensé alarmado, pero no había nada que se pudiera hacer; me recliné en el asiento y traté de despreocuparme.

Pasaron tres cuartos de hora más antes de llegar a la dirección que le había dado. La cuenta era tan grande que no me alcanzó el dinero para pagarla. Traté de explicarle que si me permitía llamar a la gente de la casa me prestarían dinero. El conductor se estaba enojando y su sonrisa se había transformado en una mirada muy amenazadora dirigida hacia mi maleta y mis bolsillos. "Espera, espera', le dije, 'sólo será un momento.' Por la excitación de la llegada a Estambul no me había dado cuenta de que era muy temprano y seguramente todavía estarían durmiendo. Toqué el timbre pero nadie contestó, de modo que comencé a golpear en las ventanas. Ninguna respuesta. ¿Qué pasaría si no había nadie en la casa? A esta altura el conductor gritaba y me amenazaba con llamar a la policía y alrededor del coche se había reunido un grupo de personas. 'Amigo, amigo', dije, señalando la casa; pero los de la casa no respondían. Alguien del grupo se acercó a mí y me habló en inglés: ‘El conductor dice que recorrió todo Estambul y que quiere que le pague.' ‘Lo sé', dije, 'pero me he quedado sin dinero. Mi amigo, que está aquí’, dije señalando la casa, "podrá ayudarme.' ‘El conductor dice que si no le paga ya, llamará a la policía.' 'Sí, entendí eso', traté de explicar, 'pero debo encontrar a mí amigo y entonces todo se arreglará.' El hombre que hablaba inglés no se inmutó; parecía como si no me hubiera oído. ‘El conductor dice que no le gustan los americanos.' ‘Pero yo no soy americano', contesté. 'Soy inglés.' Para beneficio de lo que ya era una multitud, el hombre traducía al turco todo lo que yo decía. 'El conductor dice que tampoco le gustan los ingleses. Le gustan los alemanes.' 'No

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me importa quién le gusta y quién no', le grité. 'Por favor, dígale que todo se va a arreglar, y que tendrá su dinero en un momento.'

Y golpeé con tal fuerza la puerta que las ventanas vibraron. Grité: 'Hamid, Hamid.' Esta vez se abrió la puerta y apareció un rostro familiar. Era la joven.

Sus cabellos desarreglados, y la mirada triste, llamaron la atención de la gente. Cuando salió a la calle, vestida con la misma bata blanca y larga que usaba en Sidé, el griterío cesó. El conductor dejó de gesticular pero continuó sosteniendo con fuerza mi maleta. El traductor se quedó detrás de mí con la boca abierta. Uno a uno, los del grupo se fueron alejando en silencio. 'Está bien', le dije al conductor, 'sólo espere un momento.'

Aparté un poco a la joven que permaneció mirando la calle y pasando el manojo de lana parsimoniosamente de una mano a la otra, y volví a llamar: ‘Hamid.'

Hamid salió de un cuarto poniéndose una bata sobre el pijama. No parecía sorprendido. Tampoco me dio la bienvenida. La frialdad de su saludo disipó la poca alegría que me quedaba. Le expliqué la situación del dinero; entró en su cuarto y regresó al momento con doscientas liras. Luego salió a buscar a la joven que estaba caminando por la calle. La gente se había dispersado y el conductor había entrado a su coche. Habían aparecido unos niños que jugaban en tomo a la joven, imitando su lento caminar y sus silenciosos movimientos. Ella parecía ignorarlos, caminaba lentamente calle arriba mientras la brisa mañanera mecía su larga falda. Hamid la llevó hacia la casa y la condujo escaleras arriba. Le di al conductor el dinero y me devolvió la maleta. Finalmente entré en la casa.

El comedor, construido en forma de terraza vidriada, sobre el Bósforo, estaba inundado con la luz del sol matinal. Exhibía enorme cantidad de antigüedades, esculturas y muebles franceses y pinturas del siglo dieciocho. Afuera, el Bósforo se arremolinaba ya en plena actividad: pequeños botes pesqueros se balanceaban a la deriva dentro de los límites de sus ataduras, los pescadores sostenían sus largas redes en popa. En el jardín contiguo, unos niños jugaban con botes de papel y zambulléndose en las aguas menos profundas. El Bósforo tiene trescientos metros de ancho en ese punto y había barcos por todos lados, grandes buques cisternas con bandera rusa; pequeños barcos pesados, a vapor, cargados hasta la borda; barcazas cargadas de carbón; cruceros de travesía

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anclados en medio del agua, transfiriendo a sus pasajeros a embarcaciones más pequeñas. Había botes pesqueros, de carrera, remolcadores, a remo y ferries, moviéndose tan cerca de la casa que casi podía ver los rostros de las personas que estaban en cubierta. La vista era tan absorbente que no me di cuenta de que Hamid había entrado al cuarto.

‘¿Y bien, preguntó.Se había peinado y ahora vestía una amplia camisa turca con

pantalones azules. Comencé a disculparme y le conté que el taxista me había llevado hasta allí porque me fue imposible explicarle lo que quería. Hamid escuchó unos instantes, me dijo que yo era un idiota y luego me invitó a desayunar. No pronunció una palabra acerca de la joven. La atmósfera que había en el cuarto me recordó a la situación de la montaña en que se había enojado tanto. Mientras preparaba el desayuno traté de centrarme y no reaccionar al temor que me estaba asaltando. Algo no andaba bien. Lo sabía. En el hotel, en Konya, me había sentido muy seguro de que estaba haciendo lo correcto, pero ahora todo era distinto. Quizás nuevamente me había equivocado y me pediría que me fuera.

Mi mente estaba ocupada con estos pensamientos, pero durante el desayuno no se habló del tema. Comimos pan y frutas y bebimos café turco, dulce y espeso. Sólo cuando terminamos de comer Hamid me dirigió la palabra:

"Ahora me dirás qué sucedió desde la última vez que nos vimos.'Traté de recordar todo lo ocurrido desde que nos separamos en

Sidé, día por día y hora por hora, con todos los detalles. Quería conocer todo, dónde había estado, qué había comido, con quién me había encontrado, etc. Le dije que las tumbas habían estado cerradas y le conté del encuentro con el Sheik. Esto pareció no interesarle para nada. Gesticulaba con impaciencia ante mis descripciones del zikr y volvía al tema de las tumbas, examinándome cada vez respecto de la cantidad de visitas que había hecho y la razón por la que estaba cerrada.

'¿Y porqué no te quedaste otro día para poder hacer lo que te había encomendado?', preguntó. '¿Crees que te envié hasta Konya por jugar? ¿Y qué me dices del derviche que conociste en el anfiteatro en Sidé? ¿Crees que fue mera coincidencia conocerlo y que te mencionara a Mevlana? Eres tan torpe; torpe y estúpido, y no escuchas. Has olvidado el propósito por el que acudiste a mí. Una vez más he perdido el tiempo contigo.

Pero ésta es la última. Por favor, aprenderás que no estás aquí

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para hacerme perder el tiempo, que no estás aquí para hacer lo que se te ocurra ni para suponer que lo sabes todo. Has venido para que se te inicie en el Camino, a pedido tuyo. Hasta ahora has sido puesto a prueba y casi siempre has fallado. Fallaste en la prueba de valor en las montañas, que también era una prueba de confianza, y aún no puedes ver nada. Sigues prestando atención a las formas, igual que cuando insistías en que una piedra del camino arruinó el coche. Dijiste que confiabas en mí, pero lo niegas una y otra vez. ¿Qué clase de discípulo eres? Tendría que haberte devuelto a Inglaterra y a tu negocio de antigüedades semanas atrás. No eres capaz de escuchar. ¿No comprendes que la creación completa es y siempre será en un único momento? Esto quiere decir que lo que se puede alcanzar en una semana depende por entero de nuestro grado de confianza y de que nos desembaracemos de nuestros pequeños deseos para entregamos a una voluntad mayor y mas elevada: la voluntad de Dios.’

'Pero Hamid', intente.‘No me interrumpas', gritó. 'Me has metido en todo tipo de

problemas por tu falta de confianza, y ahora te comportas impacientemente. SÍ te hubieras quedado un día más en Kenya quizás hubieras sido recibido. Pero ahora has regresado sin haber logrado nada y tendremos que empezar todo nuevamente.'

Traté de decirle por qué había regresado a Estambul, pero me di cuenta de que no tenía una verdadera explicación.

‘¿No ves?, el Sheik dijo que podía viajar con él a Estambul, y dijo que como las tumbas habían estado cerradas dos veces quizás no era el momento oportuno para que las visitara. Entonces pensé que podría volver en otra ocasión’

‘¡No pensaste nada! No hiciste lo que se te había pedido, y no pensaste en absoluto. Te estuve observando atentamente las últimas semanas y veo que todavía estás atrapado en el mundo de la atracción. Quieres llegar a conocer a Dios, ¿cierto? Quieres llegar a Ser, poder amar, ¿cierto?'

'Sí. Hamid. Sí.''Entonces debes comprender que no llegarás a amar a través de

la atracción. No te diste cuenta de que quedaste atrapado por tu caprichoso anhelo de experiencias físicas y fenoménicas y entonces acudiste al zikr y pensaste que era maravilloso y que tu viaje estaba cumplido.'

‘Pero fue maravilloso, Hamid, mira…’

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'Maravilloso puede haber sido, pero no era el motivo de tu viaje a Konya. Te repito, todavía no has superado el mundo de la atracción. Primero debes conocerte a ti mismo, y esto no se descubre solo a través de la atracción. El amor sin conocimiento es apenas un poquito más que inútil. Primero debes conocer, y luego serás conducido, de manera inevitable, al amor. Si intentas el proceso inverso, existe un peligro real de reversión a un estado elemental. ¿Recuerdas que te advertí acerca de la condición del mundo actual? Eres responsable de cuidar tu mundo, y también eres responsable de no revertir a una condición por debajo de tu dignidad. ¿Entiendes lo que digo?'

Estaba muy confundido. Era cierto que me había sentido atraído hacia el zikr, y hacia el mundo de los derviches, ¿pero no fue Hamid el que me inició en este camino al enviarme en busca de ese sheik en Estambul? Le hice esa pregunta.

‘¿No me dijiste', respondió, 'que ese Sheik, o quienquieraque sea, dijo que no me conocía?'‘Sí, respondí.'¿Entonces cuál es tu pregunta? ¿No conoces acaso la respuesta?

Te envié al Sheik para ver si lo encontrabas. Sabía que si lo encontrabas significaba que todavía estabas atado al mundo de la atracción y, de manera inevitable, quedarías cautivado por sus encantos. Si no lo encontrabas, estabas liberado y podías seguir tu camino. El problema es que todavía no te has volcado completamente a Dios. Todavía usas tu voluntad personal; allí está el problema. Si te volcaras a El, sabrías que te será dado exactamente lo que necesitas para que se haga Su Voluntad. Por cierto que el zikr fue maravilloso, una gran experiencia para ti- ¿Pero cuál era el motivo original de tu viaje a Konya? Debías presentar tus respetos a tres santos. Lo que sucedió en realidad fue lo siguiente: al experimentar el zikr con el grupo de derviches, quedaste inmediatamente atrapado en tu voluntad personal, tu propia codicia de experiencias. ¡Eso es una trampa! En lugar de permanecer en Konya hasta que las tumbas se abrieran para ti, te enloqueciste con la idea de viajar a Estambul con el Sheik para que quizás te permitiera repetir la experiencia. ¿No os así?’

'Pero si me ha sido dado lo que necesito, ¿por que estás tan enojado, Hamid?’

'Ah’, dijo, sacudiendo su dedo índice bajo mi nariz, 'si bien en Esencia todo es perfecto, aquí en este mundo es otra historia. Fácilmente podrías haber pasado la prueba con un poco de

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sensibilidad. Tal como fueron las cosas has perdido el tiempo, y te repito, desperdiciar es el único pecado real. De ahí se deriva todo lo demás.

'Ahora debes irte y aprender un poco de paciencia. Me temo que de todos modos no puedes quedarte en esta casa. Mi prima regresa hoy de su viaje, y la joven está también aquí como has visto. Tendrás que ir a una pensión cercana y esperar allí.'

'Pero. Hamid', protesté, 'No puedo ir a una pensión, me he quedado sin dinero.'

"Pide que te manden mas', dijo. ‘En Inglaterra tienes dinero, o tendrás muebles o algo para vender. Vende y paga por lo tuyo. En este camino cada uno tiene que mantenerse a sí mismo. ¿Acaso esperas que yo te mantenga? Aquí tienes la dirección de la pensión.' Me alcanzó un papel escrito. 'Se puede ir a pie, pero por la maleta quizás sea mejor que uses un autobús. Manda a pedir tu dinero y espera en la pensión hasta que yo te llame.'

'¿Cuánto dinero debo pedir? ¿Por cuánto tiempo estaré en la pensión?’

'No tengo idea', respondió. 'No soy el juez depende de muchas cosas. Pero vete ya, tengo mucho trabajo.'

En esa pensión sobre el Bósforo, sin nada que hacer, ni lugar adonde ir, ni libros que leer, comencé a comprender que hasta que no se produce un cambio real, somos totalmente impotentes en este mundo. Día tras día me levantaba temprano. realizaba las diversas prácticas que Hamid me había enseñado en los últimos años y hacía ejercicios físicos para mantenerme ágil. La pensión, igual que la casa, estaba construida sobre la orilla del agua pero mi habitación era un cuartucho pequeño instalado en el fondo, en la parte posterior del patio de piedras en el que había un enorme perro alsaciano encadenado a la pared. Nunca lo dejaban libre pero cada vez que alguien golpeaba a la puerta el perro corría todo lo que le permitía su atadura, ladrando y gruñendo y llegando a poca distancia de la persona que intentaba entrar. Entonces el dueño lo llevaba nuevamente al fondo para que pudiera entrar el visitante. Esta escena se desarrollaba de manera idéntica varias veces al día y si bien la cadena no llegaba hasta la puerta de mi cuarto yo tenía que hacer un camino rodeando el patio porque el perro me ladraba igual que a los que venían de la calle.

Después de mis prácticas mañaneras iba a la casa principal para desayunar. Al cabo de una semana había llegado mi dinero de Inglaterra; tenía suficiente para vivir un lapso indefinido, pero eso

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no mejoró mi estado de ánimo. No había nada para hacer y en la pensión nadie hablaba inglés ni francés. La mayor parte de los residentes salían temprano para sus trabajos y regresaban justo para la hora de la cena, que se servía en un patio vidriado. La cena era la mejor hora del día, por la vista de los botes y, cuando el tiempo lo permitía, de la puesta del sol. Sin embargo, generalmente llovía y soplaba viento frío por las rendijas de las ventanas. Día tras día me sentaba allí a comer sin mucho interés los alimentos que me servían. Muchas veces dormía hasta tarde por puro aburrimiento. Me daba cuenta de que esto era una prueba, pero había olvidado su motivo; de no ser por el temor a lo que pudiera ocurrir hubiera dejado todo allí y regresado a Inglaterra. Hamid estaba a unos pocos minutos calle abajo, pero las llamadas telefónicas nunca eran para mí. Tampoco recibí cartas ni mensajes. Nada.

Cuando no tienes nada que hacer, ningún lugar a donde ir, y nadie con quien conversar, llega un momento en que te das cuenta de que eres totalmente inútil. Quizás imaginaste que tenías cierta misión que cumplir en esta vida, o una voz interior te decía que estabas haciendo lo correcto, o tenías una noción preconcebida de lo que significa tratar de ayudar a tus congéneres. Pero cuando estás solo, únicamente cumpliendo la orden de esperar un tiempo indefinido, comienzas a darte cuenta de que verdaderamente no eres ni sabes nada.

Los primeros días mi mente daba vueltas en redondo, tratando de revisar los eventos que me habían llevado a esta situación. Durante horas me quedaba examinando un aspecto en particular del viaje, tratando de ver si podía comprender algo. Intentaba ver si verdaderamente había confiado en Hamid o si me estaba engañando a mí mismo. Por momentos pensaba que en verdad lo odiaba. Era un enigma para mí, y si bien me había dicho que debía someter mi voluntad a la voluntad de Dios, me parecía que había sacrificado mi libre voluntad por la suya y no por la de Dios. Ahora estaba atrapado, sin voluntad propia. Cumplía con lo que se me había pedido pero en mi mente había una pregunta: ¿Sabía realmente Hamid lo que estaba haciendo? Quizás, pensé, me estaba llevando por un camino errado. Yo había querido imaginar que en este sendero llegaría a ser capaz de superar algunos de mis problemas y que la vida se me haría más llana. Pero estaba sucediendo todo lo contrario. Si antes de viajar a Turquía yo tenía cierta calma mental, ahora carecía de ella en absoluto. Ahí estaba,

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atrapado en Estambul, sin saber qué sucedería a continuación ni si algo de lo que hasta allí había acontecido en mi viaje tenía algún valor. No sabía cuánto tiempo debía permanecer en esa pensión; quizás pasaran meses, quizás años. Y esta idea me sumía en desesperación durante horas, durante días. Me sentía cada vez más inútil, y hasta llegué a fantasear diversas maneras de matarme. Entonces contraje una gripe.

Durante una semana no pude salir de la cama debido a la enfermedad. El dueño de la pensión me traía sopa y fruta pero yo estaba muy débil como para incorporarme y casi no podía tragar. Como no mejoraba y tenía fiebre muy alta, insistió en llamar a un médico que me aplicó penicilina, me cobró una suma extraordinaria y volvió cada día para repetir su actuación. Cada vez me sentía más débil de modo que cuando finalmente la fiebre cedió casi no podía caminar la distancia de cruzar el patio. El dueño no era muy compasivo, se preocupaba por la responsabilidad de tenerme en su casa y sospechaba de mí porque de todos modos lo único que yo hacía era estar sentado o dormir.

Al cabo de otra semana y comencé a mejorar, me sentía un poco más fuerte y el clima se estaba poniendo deliciosamente primaveral. No había recibido señales de Hamid, y a esta altura yo estaba convencido de haber fracasado en la prueba, fuera la que fuera. Estaba débil, había perdido peso, y había dejado de preocuparme por si estaba o no en el sendero espiritual; ya no estaba interesado en la búsqueda de la "Verdad", fuera esta lo que fuera. Lo único que deseaba era recuperar mis fuerzas para poder regresar a Inglaterra y retomar mi vida donde la había dejado. La vida había perdido su sentido, el viaje ya no se me presentaba como una aventura sino como una pesadilla. Me engañaba a mí mismo suponiendo que tenía suficiente valor como para llamar a Hamid si quería. Pero en verdad me aterrorizaba de sólo mirar el teléfono.

Finalmente, un día en que el sol estaba verdaderamente cálido, decidí hacer una excursión por el Bósforo. A diablo con Hamid y todas sus prácticas. Después de todo, el viaje y el aire fresco me harían bien. Todavía estaba muy débil y tenía una tos muy fea, de modo que decidí que lo que necesitaba era un viaje al Mar Negro. Finalmente junté valor y llamé a Hamid para decirle lo que planeaba hacer.

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Ni mi llamado ni enterarse de mi enfermedad lo hicieron reaccionar. 'Es un día tan hermoso, Hamid', dije, 'que me gustaría hacer un viaje por el Bósforo para tomar un poco de aire fresco.'

'Qué buena idea', respondió, 'espero que pases un buen día.'¡Estaba bien! Por primera vez en todas las semanas que había

estado en la pensión me sentía feliz y aliviado. Caminé por el muelle al que arribaban los botes, tomé el primero que recorría el Bósforo y pasé un día perfecto, tomando ferries para cruzar de una a otra de las pequeñas villas de la zona.

No regresé a la pensión hasta que se hizo de noche. A los diez minutos de haber llegado, el dueño golpeó mi puerta y me dijo que tenía una llamada telefónica.

Era Hamid. Con voz fría y distante dijo: 'Mientras estabas de excursión alguien vino a verte. Fue una lástima que esa persona no pudiera esperar y tuviera que volver a irse.' Sin esperar respuesta, colgó.

Volví a mi cuarto y lo encontré más solitario que antes. Todo mi buen humor quedó rápidamente reemplazado por la antigua desesperación. ¿Qué quería decir que alguien había ido a verme? No conocía a nadie en Estambul salvo al Sheik, y con seguridad no había sido él. La voz de Hamid sonaba a que había vuelto a fracasar una prueba, y sin embargo, en lugar de gritarme y ordenarme que me volviera a casa me había dejado suspendido en el vacío. Esa noche pedí que me llevaran vino a mi cuarto. Bebí la botella entera y cuando finalmente caí dormido, había tomado la resolución de regresar a Inglaterra a la mañana siguiente.

Al despertar mi humor había mejorado un poco y decidí realizar un último intento de cumplir con aquello por lo que había sido enviado a esa pensión, fuera lo que fuera. La prueba tenía que ver con la paciencia, eso era claro, pero sentía que había algo más.

Pasó otra semana en medio del tedio y nuevamente decidí hacer un paseo por el Bósforo. Volví a llamar a Hamid y una vez más dijo que la idea le parecía bien ya que todavía no me había recuperado de la gripe. Nuevamente me pareció que todo estaba bien y una vez más al regresar esa noche Hamid me telefoneó. 'Vinieron mientras estabas de paseo', dijo.

A la mañana siguiente empaqué mis cosas, llamé al aeropuerto y reservé billete a Londres para el día siguiente. Deseaba no tener que volver a ver a Hamid ni siquiera para despedirme, pero sabía que debía hacerlo.

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Golpeé la puerta de la casa y me abrió una mujer mayor que resultó ser la prima. 'Entre', dijo, ‘lo estábamos esperando. El almuerzo estará listo enseguida. ¿Almorzará con nosotros?' Me llevó a la sala, me ofreció un cherry y al poco tiempo entró Hamid. 'Aquí estás', dijo, y me abrazó con gran calidez. '¡Pero cómo has adelgazado! Bueno, de todos modos sólo fue una gripe. Supongo que el médico te habrá dado penicilina, que sólo empeora las cosas. Sin embargo, estas mejor ahora, ¿cierto?

Almorzamos como si todo estuviera perfectamente normal. Nadie mencionó la pensión; Hamid y su prima hablaban de la crisis mundial, y de la política en Turquía y Grecia; todas las cosas que se esperan oír en un almuerzo ordinario. Sin embargo, en el momento del café la prima de Hamid se volvió hacia mí y dijo: ‘Me han dicho que desea ser un discípulo del Camino. Me pregunto por qué un inglés, que ni siquiera es musulmán, busca seguir el Camino. Mi primo trató de explicármelo, pero no comprendo. Mi Sheik siempre dice que las personas como usted tienen pocas probabilidades, ya que nunca están dispuestas a ceder. La vida en Occidente es demasiado cómoda, ¿no es cierto?’

Lo último de lo que deseaba hablar era del viaje y de mis razones para iniciarlo, pero cuanto más insistía yo en que había decidido abandonar y regresar a Inglaterra, más insistía ella en pedir explicaciones. Todavía no había tenido oportunidad de decirle a Hamid que había decidido abandonar. Estaba sentado frente a mí, escuchando indiferente mis racionalizaciones. Finalmente entró en la conversación dirigiéndose a ella en turco. Luego, giró hacia mí y dijo: "Puedes irte si quieres, pero justo estaba por arreglar las cosas para que mañana vieras a una persona muy importante. Claro que si no tienes interés... Eres libre de elegir; sin embargo, podría serte beneficioso.'

‘Pero pensé que ya no tenía sentido seguir. Pensé que dado que "ellos", sean quienes fueran, habían venido y se habían ido mientras yo estuve afuera, había fracasado una vez '¡Nuevamente estás del lado de tu voluntad personal!' dijo Hamid irritado. Te he dicho que no eres tú el que juzga. ¿Cómo puedes saber si has fallado la prueba cuando ni siquiera sabes qué se pretendía probar? Si tuvieras paciencia, comprenderías. ¿No te das cuenta de que nada se produce hasta que llega el momento justo? Ahora es el momento justo de visitar a alguien que deseo que conozcas. No sabes si pasaste o no la prueba, y además, no lo sabrás hasta comprobar si esta persona te recibe o no. Si eres recibido, todo

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está bien. Si no, no. Pero tú eres libre de elegir. Vuelve a Inglaterra si quieres. Personalmente no me importa lo que hagas.'

Sin más, abandonó la sala. ¡Maldición! ¿De qué se trataba todo esto? Ya había tenido suficiente, y ahora me estaban ofreciendo más. Lleno de frustración salí en busca de Hamid.

Estaba sentado en la sala del frente charlando con su prima.Está bien', dije. 'Cancelaré la reserva. Pero no entiendo nada.''Bien', dijo, 'entonces puedes pasar la noche aquí.''¿Quieres decir que la joven se fue y ahora hay lugar?''No, todavía está aquí.''Pero dijiste que no había un cuarto para mí.''¿Eso dije?', respondió sonriendo.Al día siguiente, Hamid, su prima y yo fuimos a visitar al

hombre del que Hamid había hablado. Todo lo que me habían dicho de él era que era anciano y que no tenía dientes. Sin embargo, tenía una debilidad: los bombones de chocolate blando, de modo que nos detuvimos para comprar una caja de bombones muy especiales que se fabricaban en un pequeño negocio.

Las únicas instrucciones que había recibido eran que debía ir con mi mejor traje y que visitaría a una persona que era muy importante en este viaje. 'Debes prestar atención a todo lo que sucede', había dicho Hamid, 'aun cuando no comprendas lo que se dice. Debes estar alerta y comportarte con respeto. Eso es lo que importa hoy.'

Cruzamos Estambul en silencio hasta la parte residencial de la ciudad, y nos detuvimos frente a una casa un poco apartada del camino. Hamid golpeó y la puerta se abrió inmediatamente; una mujer nos introdujo en un cuarto amplio, con muebles nuevos de apariencia muy moderna. En un extremo del cuarto había un sofá con una pequeña mesa frente a él. La mujer puso la caja de chocolates en la mesita y nos pidió que nos sentáramos. La silla que me indicaron estaba ubicada frente al lugar central del sofá. Pronto entraron varios miembros de la familia y algunos invitados. Después de las presentaciones se produjo un silencio.

Luego se abrió la puerta y entró un anciano. Era alto y delgado, y su escaso cabello era casi blanco. Parecía muy frágil pero lo primero que se notaba de él eran sus ojos, oscuros y profundos, y su mirada, directa y penetrante. Se detuvo un instante en el umbral, miró alrededor saludando a cada uno en silencio, con esos extraordinarios ojos, sosteniendo la mirada de cada uno durante un instante y pasando luego al siguiente. Su mujer lo tomó del brazo

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y lo ayudó a cruzar el cuarto hasta el sofá, donde se sentó frente a mí. Sin decir nada, se reclinó y respiró profundamente durante un momento. Su mujer, sentada en una silla a su derecha, se adelantó para abrir la caja de bombones y se los alcanzó. El sonrió, agradado, pero insistió en que cada uno se sirviera antes que él. Yo estaba fascinado por la manera que masticaba el chocolate con sus encías, porque era cierto que no tema dientes.

Después de lo que pareció una eternidad, se dirigió a Hamid y le preguntó algo. Se produjo entre ellos una charla con frecuentes referencias a nombres que yo había oído antes, particularmente Meviana Jelalu'ddin Rumi y Konya. Finalmente, el anciano se reclinó en el sofá y cerró los ojos. Parecía estar descansando; el silencio era total, y todos en la sala tenían los ojos cerrados. Yo hice lo mismo, tratando de estar abierto a lo que estaba sucediendo. Al cabo de unos minutos alguien me codeó. Era la mujer del anciano. Me sonrió y me señaló el sofá. El anciano se estaba poniendo lentamente de pie, apoyando ambos brazos en miembros de su familia. Cuando consiguió equilibrarse comenzó a recitar algo en turco, con los ojos cerrados, su mano derecha extendida hacia adelante. Una tremenda emoción invadió todo mi ser. Era como recibir una bendición. Luego abrió los ojos y se inclinó hacia mí. Puso sus manos encima de mi cabeza y sopló: ‘Hu', exhaló. Luego me tomó las manos, me miró profundamente y habló en turco. Dos minutos más tarde se había marchado ayudado por su mujer; antes de desaparecer por la puerta se volvió hacia nosotros, levantó su mano y exhaló ‘Hu’.

Hamid se acercó a mí. 'Está bien', dijo. 'te ha aceptado. Dice que debes ir a Konya inmediatamente.'

'Pero ya estuve en Konya.''Y ahora volverás', dijo. Debes ir a la tumba de Meviana; y

prepararte primero visitando la tumba de Shams-i Tabriz. Luego te sentarás frente al sepulcro de Meviana durante tres días y tres noches para ver si esta vez eres recibido’

'¿Qué otra cosa me dijo?', pregunté. 'Sentí como una bendición.'‘Ah', dijo Hamid, 'oró por ti, pero temo que no puedo

comunicarte lo que dijo. Olvidé decirte que la persona que vino a verte cuando estabas en la pensión era una verdulera del mercado. Vino a casa y dijo: "Me enteré de que tienen un amigo de huésped al que le agradan las verduras. Traje algunas para él.' De modo que si no hubieras ido al Bósforo habrías aprendido algo. Recuerda, sólo hay Un Ser Absoluto, y Se manifiesta de formas diferentes.

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Yo no conocía a la verdulera, pero su aparición me comunicó un mensaje y por eso te traje hoy aquí.'

Sin más palabras, nos retiramos del lugar después de despedimos de la familia. No pregunté quién era el anciano. Me pareció superfluo, porque sabía que había sucedido algo de mucha profundidad y no era necesario decir nada. El viaje de regreso fue en silencio. Ese mismo día, al atardecer, subí al autobús que me llevaría de regreso a Konya.

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DiezEn mi cabeza, como olas los giros se ensortijan;así, gira y ondea tu en la danza sagrada.Danza, entonces, oh corazón, sé como un círculo giratorio.Quémate en esta llama, ¿no ves acaso que es El la vela?

Meviana Jelalu'ddin Rumi

Dios, permite que mi vida exprese Tu palabra.

Hazrat Inayat Kahn

El propietario del hotel me dio la bienvenida como si yo fuera un huésped en su casa, y llevó mis maletas al mismo cuarto en el que había estado algunas semanas antes. Esta vez insistió para que me alimentara y me trajo una bandeja con jalva y tortas de miel con café turco. No parecía sorprendido de verme otra vez, y era muy educado como para preguntarme qué estaba haciendo. Yo sabía que estaba ansioso por saber qué hacía un inglés nuevamente en Konya en invierno pero no había manera de explicar, ni siquiera para mí propia comprensión, qué hacía otra vez allí.

Esa noche, después de saludar al hombre, me senté en mi cuarto; mi mente estaba preocupada con la misión que tenía por delante: sentarme durante tres días y tres noches fuera de la tumba de Meviana Jelalu'ddin Rumi.

De mis lecturas sabía que setecientos anos atrás, en tiempos de Rumi, Konya había sido el centro de una gran cultura espiritual. Muchos de los grandes maestros de la tradición sufi se habían congregado en esa ciudad, y todas las grandes religiones del mundo se habían reunido en Asia Menor como por un designio que unía los caminos; un entretejido de las verdades interiores que

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subyacen a las formas externas de toda religión. En ese tiempo, aparte del Islam, Konya era ya un gran centro del judaísmo y el cristianismo, y el budismo había comenzado a llegar desde la China.

Sabía que Rumi había nacido en Persia en el 1207 de nuestra era, que se había instalado en Konya donde se le conocieron alrededor de diez mil seguidores, y que murió en 1273. Su nombre está vinculado con el do Shams-i Tabriz, el "Sol de Tabriz". Existen muchas historias que relatan el primer encuentro entre estos dos hombres extraordinarios. Una de ellas cuenta que Shams-i Tabriz tomó los manuscritos de los libros que hasta ese momento habían sido el trabajo de toda la vida de Rumi y los arrojó al pozo de agua, diciendo: '¿Quieres que te los devuelva? Te prometo que estarán secos.' En ese momento Rumi reconoció en Shams a su guía espiritual y olvidó los manuscritos que representaban su vida pasada. Abandonó a su familia y a sus discípulos y siguió a Shams al desierto durante dos años y medio. Se dice que los discípulos de Rumi, celosos de Shams, finalmente lo mataron sin embargo su cuerpo nunca fue encontrado. Para entonces su trabajo estaba concluido, y durante setecientos años la influencia de Rumi se expandió por todo el mundo, a través dé sus escritos místicos y su poesía y a través de la orden de los derviches Mevlevi, que él fundó.

Esto era todo lo que sabía de él, y sin embargo, a pesar de que ya había tenido la experiencia de sentir la presencia viva de alguien que ha muerto hace mucho tiempo, todavía no confiaba plenamente en que la presencia de este gran maestro sufi pudiera perdurar durante tantos años después de su muerte. También recordé que Hamid me había dicho en Inglaterra, al darme la postal: 'Algún día, si Dios quiere, visitarás este lugar; cuando lo hagas, sabrás que tu verdadero viaje ha comenzado.'

A la mañana siguiente, realicé el lavado ritual con especial cuidado y me encaminé hacia la tumba de Shams-i Tabriz. Esta vez las puertas estaban abiertas. La plazoleta exterior estaba vacía. Soplaba un frío viento que levantaba papeles y hojas secas y una llovizna fría y liviana hacía brillar el pavimento. Al lado de la puerta había un estante para poner los zapatos y en él, tres o cuatro pares muy ordenados. Acomodé también los míos y entré. A la luz pálida de las lámparas de aceite que iluminaban el lugar, apenas se vislumbraban las siluetas de un grupo de personas que estaban orando.

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Sin embargo, estos detalles carecían de importancia, porque tan pronto como cruce el umbral no pude evitar sentir la increíble presencia que llenaba el cuarto. Fue como entrar en otra dimensión, una en la que el poder del amor es tan grande que parece sacudir toda idea preconcebida, borrar todo pasado, y que estalla adentro abriendo una puerta al corazón. Recuerdo que traté de orar; sin embargo no hubo necesidad de hacer ni decir nada. Sólo tenía que abrirme, permitir que la presencia del amor me penetrara. No sé cuánto tiempo estuve allí, ni recuerdo el momento en que abandoné el lugar para dirigirme hacia la tumba de Rumi a realizar mi larga vigilia. En un momento estaba en la tumba de Shams-i Tabriz y al momento siguiente estaba en el patio de entrada de la tumba de Rumi, sentado en un banco al lado de la fuente, con el abrigo bien cerrado alrededor de mi rostro para protegerme del viento. Había traspasado el portón externo y cruzado el patio hasta la puerta de entrada a la tumba y museo. Había entrado a contemplar la magnífica construcción del edificio y de la tumba misma, que me era familiar por la postal que Hamid me diera en Inglaterra, y luego había regresado al patio, para dar comienzo a mi larga vigilia.

Estuve allí sentado muy poco tiempo cuando sentí que me golpeaban el hombro derecho. Abrir los ojos me costó un tremendo esfuerzo y por un instante no pude enfocar bien. Finalmente, vi a un hombre de uniforme que me dijo consternado: ‘Yok’. '¿Yok qué?', pregunté, sin comprender qué sucedía. 'Yok', repitió con firmeza, señalándome el portón de salida.

Comencé a protestar, pero me detuve cuando el hombre llamó a otro que también vertía uniforme. Esta vez no cabía duda, porque éste hablaba inglés: ‘Lo siento, señor, pero está prohibido sentarse frente a las tumbas. Tiene que visitar a Mevlana y luego lo guiaremos por el museo ¿sí?"

"Pero vea', traté de explicarle, 'me ha sido pedido que me siente aquí. Es decir, me han encomendado que esté aquí sentado tres días y tres noches.'

"Eso es imposible. Por favor, váyase ahora.'Un grupo de personas se había reunido alrededor y ya se había

iniciado la acalorada discusión en turco de costumbre. El primer hombre uniformado me había dado la espalda y estaba explicándole a la gente lo que sucedía, y el segundo me señalaba la puerta amenazadoramente. Yo había llegado desde Inglaterra, había viajado por toda Turquía, aparentemente estaba cerca de la

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meta final de viaje, y había recibido instrucciones de alguien que evidentemente era importante en Estambul de que debía sentarme en la tumba tres días y tres noches. Decidí mantenerme firme y no moverme. Lo peor que podía suceder era que llamaran a la policía, y a esa altura aun la presencia de toda la fuerza policial carecía de importancia. Cerré los ojos una vez más, respiré profundamente, y traté de imaginar que no había nadie a mi lado.

Durante unos minutos esto pareció funcionar pero luego sentí otro golpecito en el hombro, esta vez más fuerte, y alguien me sacudió por los hombros. Traté de seguir meditando, restándole importancia al asunto. Pero entonces escuché una voz, tan bondadosa y gentil que abrí los ojos. Un anciano de barba gris y traje azul a rayas estaba allí de pie frente a mí, sonriéndome.

El anciano tomó mis manos en las suyas, las besó, y las elevó hasta su frente, saludándome. Luego me señaló a alguien del grupo; era Farid, el joven que había traducido mis conversaciones con el Sheik en mi viaje anterior a Konya. Nos saludamos amistosamente. Yo estaba tan sorprendido de verlo y tenía tantas preguntas que hacerle, que casi no podía hablar.

El anciano me" explicaba algo en turco. Farid escuchó un momento y luego tradujo; 'Dice que sabía que tú vendrías. Dice que debes ir con él a su casa, que tiene un cuarto preparado para ti. Dice que vayas ya, por favor, y que también vaya yo para traducir’.

'Pero...', comencé a protestar. Pero fui interrumpido por otra andanada en turco.

‘Dede dice que conoce las instrucciones que te han sido dadas, pero dice que ya no tienen importancia, además, es cierto que no te permitirán estar sentado aquí. Por otra parte, la tumba cierra dentro de media hora.'

El anciano me sonreía como si yo fuera un amigo de toda la vida. "Por favor, pregúntale si conoce al hombre de Estambul que me envió aquí", dije a Farid. Mi pregunta fue traducida y el anciano estalló en carcajadas, cosa que hizo que todo el grupo de personas riera también.

"Dice que por supuesto lo conoce, de lo contrario ¿cómo iba a saber que tú vendrías?'

‘Pero si se conocen, cómo es posible que el otro hombre no supiera que no está permitido estar sentado aquí frente a la tumba de Mevlana?

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Dede dice que él tampoco lo sabía, pero que lo importante no es estar sentado sino la intención.'

Todo esto iba siendo traducido para beneficio de las personas que escuchaban fascinadas con todo lo que estaba ocurriendo. Hasta los guardias ahora sonreían felices. Cada vez que se pronunciaba la palabra Mevlana, se producía un momento de silencio. Yo me había transformado en el foco de atención y todos querían hablarme. Farid se dirigía a uno y otro del grupo alternativamente, tratando de explicar la situación lo mejor posible. Finalmente, como estaban a punto de cerrar, el grupo se fue disolviendo y nosotros tres también nos retiramos. Farid llamó un taxi y nos alejamos de la tumba por las callejuelas de Konya.

El tiempo que pasé con Dede (Dede significa 'abuelo’ o 'anciano") fue un alivio al dolor, la tensión y la lucha de las semanas anteriores. Su bondad, su confianza y su aceptación de mí como amigo, siempre estaban a la vista. Parecía que desde el instante en que pisé la puerta de la tumba de Mevlana había entrado en aguas calmas después de una tormenta que había durado toda mi vida.

Dede no me presionaba, y parecía que su intención era hacer todo lo posible para que yo pudiera descansar. Su mujer guisaba comidas simples por la noche, y Farid siempre estaba a mano para traducir. La mayor parte del tiempo, sin embargo, permanecíamos en silencio. Nos levantábamos temprano por la mañana, nos lavábamos en el pequeño patio. Luego, cuando el muezín llamaba, Dede realizaba su plegaria matutina. Más tarde, después de desayunar, los tres nos íbamos al museo y tumba de Mevlana. Deteniéndose un momento en el umbral, Dede cruzaba los brazos sobre su pecho y hacía una reverencia antes de entrar. Farid me explicó que por tradición nunca se atravesaba un umbral sin antes hacer una pausa para dejar afuera los problemas, tensiones y emociones negativas de la calle y no entrar con ellas a una casa en donde se es huésped. En uno de los cuartos, Dede siempre se inclinaba ante las escrituras que decoraban las paredes. Una de ellas, me informó Farid, dice: Dios es Bello, en verdad, y ama al que es bello'; y otra: 'El verdadero propósito del Amor es la Belleza.'

Una vez que habíamos recorrido las diferentes salas del museo, deteniéndonos en ciertos puntos, volvíamos al patio y él nos hablaba acerca de la vida y enseñanzas de Rumi.

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Dede me dijo que el Camino no tiene una forma, si bien puede parecer que se siguen ciertos rituales. Farid explicó: ‘Nuestra religión es una religión de amor, pero no es religión en el sentido en que ustedes la entienden. No realizamos nuestras prácticas para llegar a Dios, más bien aceptamos primero la Unidad de Dios y de ahí todo procede’.

Durante ese período, me parecía equivocado hacer preguntas. Dede hablaba, o contaba una historia, y luego sonreía y me daba un tiempo para encontrar el significado interior de sus palabras. Una vez me dijo que había cuatro niveles de comprensión y que correspondía escuchar con la mayor atención posible para no tomar las cosas literalmente. 'Dede dice que la mayoría de las personas sólo captan los niveles más obvios. Leen El Corán o los libros sagrados y no ven que todo lo que está escrito tiene otros significados, más profundos que los superficiales. Puedes leer en El Corán acerca de una batalla y pensar que es la historia de una batalla y nada más, pero la batalla no fue sólo un evento histórico. Está siendo ahora. Si lo encaras así, entonces comprendes el segundo nivel, el alegórico. Dede dice que si escuchas las historias que él relata, y te das cuenta de que son transmisoras de algo, quizás puedas captar su significado y no sólo su forma externa, que está destinada a las personas que no desean escuchar la verdad, o que no están preparadas para aceptar todo lo que la verdad implica. Dede dice que hay otros dos niveles más, el metafísico y el místico. Algunas de sus historias, por más simples que parezcan, no son sólo alegóricas sino que revelan alguna de las grandes leyes del universo. Mevlana siempre hablaba de este modo y Dede quiere que tú estudies todos sus escritos. Dice que el nivel más profundo de comprensión es el místico. Es decir, cuando lo que cuenta no son las palabras ni la alegoría, ni las leyes del universo, sino que el corazón se conmueve tan profundamente que la Verdad que encierra se experimenta directamente, en un estado que está más allá del conocimiento o la convicción. Verás a veces que los derviches lloran, porque la belleza de Dios es demasiado difícil de soportar cuando te dejas absorber en ella completamente.'

Dede se sentaba en el patio posterior del museo y hablaba de estas cosas, codeando a Farid para verificar si comprendía las palabras que estaba traduciendo. Luego cuando lo dicho estaba siendo traducido al inglés. Dede me miraba sonriendo, observando cada movimiento y cada una de mis reacciones. Si yo captaba la

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profundidad de su mensaje, él lo percibía, y ponía su mano derecha sobre su corazón haciendo una pequeña inclinación.

Fueron días maravillosos. Lentamente, el caos que había estado experimentando fue adquiriendo la forma de un nuevo orden. Algo estaba creciendo en mí, y comencé a ver que era el Yo real que comenzaba a manifestarse después del desgarramiento de los velos. Dede me habló del entrenamiento de los derviches Mevlevi, que dura mil y un días durante los cuales estudian filosofía, humanidades, los escritos de Mevlana y aprenden a girar. Resolví que algún día, si se me presentaba la ocasión, regresaría a Konya para estudiar y devolver a esta gente el amor que había recibido de ellos.

A veces, por las noches, llegaban amigos de Dede a la casa y se contaban historias y se conversaba hasta tarde. Sólo una vez no fui bien recibido. Uno de los visitantes me miraba por encima del hombro y hablaba con Dede y Farid en voz baja, vi que Dede se enojaba mucho. Primero pacientemente y durante largo tiempo pareció tratar de explicarle algo al hombre. Yo supuse que se trataba de la pregunta acostumbrada: si me había convertido al Islam o no. Finalmente Dede dio un golpe con el puño en la mesita de bronce que estaba frente a él, desparramando las tazas de café, y le gritó al hombre. Farid se dirigió a mí y dijo: 'El hombre pregunta si eres musulmán ortodoxo. Dede le está diciendo que tú crees en Dios y que eso es suficiente.

*

Desde mi primera visita a Konya me había fascinado con los giros de los derviches. En el hall de la casa de Dede había muchos cuadros de fotografías de derviches girando con sus altos sombreros y su ropas ondulantes, sus cabezas levemente inclinadas a un lado. Dede me había mostrado fotos de su hijo girando en la gran celebración de diciembre que se realiza todos los años para el aniversario de la Unión de Mevlana, su maestro y guía desde hace setecientos anos.

Estaba seguro de que tras esta forma de adoración debía existir una razón. Dede me decía que la causa del árbol es el fruto y no las raíces. ‘Y la causa de que el universo llegue a ser en el amor es el hombre', dijo. ‘Es decir, el hombre que llega a amar a Dios de manera perfecta. El llamado hombre Perfeccionado, porque ya no queda nada de él, más que la eterna presencia de Dios.' Si esto era

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así, entonces cuando los derviches giran en estado de éxtasis como tuve oportunidad de ver, debe de producirse algo mucho más profundo que la simple experiencia física; y yo quería descubrir este secreto oculto.

Un día, estábamos sentados en el cuarto de Dede, bebiendo café, y él me dijo algo en turco. ‘Dede dice que debes aprender a girar’, me informó Farid. El anciano movió las manos señalando el piso frente a él, indicando que me pusiera de pie en el medio del cuarto. Un poco incomodado, lo hice y Dede giró sus manos en sentido contrario a las agujas del reloj, señalando con el índice hacia afuera para mostrarme hacía qué lado girar. Dede dice que debes comenzar a girar muy lentamente. Dice que cruces los brazos sobre tu pecho como cuando entras en el museo. ¿Comprendes?' Crucé los brazos como me habían enseñado, colocando la mano derecha sobre el hombro izquierdo y la mano izquierda sobre el derecho. ‘Dede dice que debes practicar con los brazos en esa posición. Trata ahora por favor’.

Con la mayor dignidad que pude reunir comencé a girar hacia la izquierda. Había hecho dos o tres giros cuando me sobrevino un mareo y tuve que parar. Esto hizo que ambos se rieran y Dede comenzó a hablar nuevamente. 'Ves’, tradujo Farid, 'es importante que centres tu cuerpo justo en el medio del pecho, aquí...' Señaló un punto en mi pecho. ‘Si no colocas allí el centro te marearás y te caerás. Sólo si te ubicas en el lugar correcto podrás girar de la manera Justa. El pie izquierdo nunca abandona el suelo. Antiguamente, cuando se enseñaba a girar, se dibujaba en el piso una gran uña, entre el dedo grande y el siguiente, y era necesario girar alrededor de esa uña para que el pie izquierdo nunca se desprendiera del suelo. Porque el trabajo de un verdadero derviche se desarrolla aquí, en esta tierra. El Corán nos dice: 'Yérguete con orgullo en este mundo pero inclínate en el próximo". Debes encontrar el equilibrio entre este mundo y el mundo que vendrá. Ahora vuelve a intentarlo’.

Me concentré completamente en ese punto en medio de mi pecho, cerré los ojos, y traté de girar con el pie izquierdo firmemente anclado.

'No. Con los ojos abiertos, por favor.'Comencé nuevamente, y vi que era mucho más fácil con los

ojos abiertos.'Ahora debes aprender a levantar el pie derecho por detrás de la

pierna izquierda y luego ponerlo del otro lado de la pierna. Como

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si tu cuerpo girara hacia donde apoyas el pie. Pero es difícil, y te llevará cierto tiempo aprender.'

Esta vez, mientras me concentraba en cómo colocar mi pie derecho, perdí el equilibrio porque había olvidado centrarme en el corazón. Me mareé, pensé que me iba a descomponer, y me senté abruptamente. Dede gozaba con la situación, revolcándose de risa. Luego habló con Farid unos instantes.

'Dice Dede que girará para ti, pero que como es anciano sus brazos no se elevan de la manera adecuada. Dice que si quieres aprender, su hijo te enseñará, poro el aprendizaje durará al menos unas seis semanas trabajando duro. Luego, quizás, podrás volver a Inglaterra y enseñar a los ingleses a girar.'

El anciano se puso lentamente de pie Atravesó el cuarto hasta un armario de donde sacó un traje negro y un sombrero alto de fieltro beige. Le alcanzó el sombrero a Farid y extendió el traje frente a él, lo besó y se lo puso. Farid le devolvió el sombrero y el anciano caminó lentamente y en silencio hasta ubicarse en el centro del cuarto. Luego cruzó los brazos, hizo una profunda reverencia, y comenzó a girar muy lentamente. Sus movimientos no parecían representar un esfuerzo para el, era como un suave fluir que recordaba al de un bote que avanza con la corriente del río hacia el mar. Luego, poco a poco, fue girando más velozmente hasta que en un momento desplegó los brazos de modo que la mano derecha quedó elevada palma arriba y la izquierda apuntando hacía el suelo. Era increíblemente bello, como una flor perfecta abriéndose. Su pie izquierdo no abandonó el suelo ni un instante y si bien sus brazos no estaban tan levantados como los de los jóvenes derviches que yo había visto la última vez que estuve en Konya, había tanta dignidad en su movimiento que Farid y yo estábamos conmovidos. La cabeza de Dede estaba levemente inclinada hacia la izquierda, tenía los ojos abiertos y su mirada abarcaba todo el espacio. Estaba flotando en otro mundo, pero su cuerpo giraba en este. Cuando se detuvo, hizo una reverencia y luego, se sacó la ropa y la besó una vez más. Le alcanzó la ropa y el sombrero a Farid y se sentó tranquilamente.

'Ahora’, dijo, 'te diré algo más acerca del girar.'Durante la traducción que siguió, Dede hizo varias pausas para

que cada cosa quedara bien clara, y pedía que mis comentarios le fueran traducidos.

‘Es así,' dijo. 'Cuando giras no giras para ti sino para Dios. Giramos de este modo para que la Luz de Dios pueda descender a

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la tierra. Al girar, eres un canal de transmisión, la luz es recibida por la mano derecha y la izquierda la trae a este mundo. Es lo que los occidentales llaman "alquimia", porque si te concentras de la manera adecuada en la plegaria, estás haciendo el sacrificio necesario. De este modo, la luz, que contiene en sí el orden perfecto, puede pasar a través de ti hacia la tierra. Giramos para Dios y para el mundo, y es lo mas bello que se pueda imaginar.

'Si cuando giras estás en calma y en instado de plegaría, ofreciéndote por completo a Dios, entonces, tu cuerpo gira pero en el centro hay un punto completamente inmóvil. Sabiendo que sólo existe El, experimentas el universo girando alrededor del centro. Cuando giras, las estrellas, los planetas y el universo entero giran alrededor de ese punto inmóvil. Los cielos responden; y los mundos invisibles se unen en la danza. Jesús dijo: "A menos que dances no conoces lo que vendrá'. Por eso giramos. Pero el mundo no comprende. Creen que giramos para entrar en cierto tipo de trance. Es verdad que a veces entramos en cierto estado que ustedes denominarían éxtasis, pero eso sólo sucede cuando sabemos y experimentamos al mismo tiempo. No giramos para nosotros mismos.'

En los días siguientes practiqué en el pequeño cuarto donde se llevaban a cabo las charlas, y gradualmente llegué a comprender lo que Dede me había dicho acerca del girar. Su hijo estaba de viaje de modo que no pude practicar con él. Pero no era momento de forzar, sino de dejarse ser, de dejar que la vida se revelara gentilmente. Un día llevaba al otro de manera natural, tan lentamente como el cambio de las estaciones. Poco a poco el doloroso impacto de las semanas anteriores se fue desvaneciendo y la confusión que había sentido, casi como una herida, estaba comenzando a curar. Me hubiera gustado permanecer allí mucho tiempo, charlando y aprendiendo con este anciano, pero finalmente comencé a sentir que mientras estaba allí negaba algo. Tarde o temprano debía regresar a Hamid. El me había dicho, antes de dejar Estambul, que me esperaría en Sidé. Cada vez era más claro que esta etapa del viaje estaba llegando a su fin. Me aterraba la idea de regresar a Sidé, donde había experimentado tanto dolor; el contraste de los días con Dede y la rutina cotidiana de su casa hacía que mis recuerdos de Sidé fueran más crudos y dolorosos.

Una mañana, desperté de madrugada con la decisión tomada. Después de las plegarias matutinas y el desayuno, pregunté a Dede

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si podía hablar con el. Farid se había ido por unos días, pero creía que era importante pedirle a este hombre permiso para irme. Nos sentíamos tan cercanos que casi era como un miembro de su familia, y mi respeto por él era tan grande que no deseaba hacer nada que pudiera ofenderlo.

Le expliqué, en una mezcla de lenguaje gestual con unas pocas palabras en turco, que sentía que era el momento de regresar a Sidé y a Hamid. Primero pareció no comprender, y luego se dio cuenta de que necesitábamos un traductor. Me indicó que esperara en la casa, se puso su abrigo y sombrero y salió.

Al cabo de unos minutos regresó con un hombre da unos cuarenta años que hablaba muy bien inglés. Después de tomar un café y hacer las presentaciones le pedí que preguntara a Dede si me daba permiso para regresar a Hamid.

Dede escuchó atentamente mis palabras y la traducción de las mismas. Luego, tomando mis manos tal como había hecho el primer día, las besó y las elevó hasta su frente. "Ve con Dios, y con la bendición de Mevlana, y recuerda que este siempre será tu hogar.' Sus ojos estaban llenos de lágrimas. Durante un tiempo permanecimos sentados en silencio. Luego volvió a hablarle al traductor.

Dice Dede que lamenta que te vayas, pero sabe que algún día regresaras. Dice que es tu deber regresar con tu maestro a quien él no conoce pero que debe de ser alguno de esos que pocas veces son vistos. Pide que lleves sus salaams a Hamid, y le agradezcas de parte suya el haberte enviado a Konya.'

'Pero no fue él quien me envió aquí’, interrumpí. 'Fue elanciano de Estambul.''Sí, pero fue Hamid quien te llevó a ver al anciano que Dede

conoce, de modo que el agradecimiento se lo debemos a Hamid.También dice que nunca debes olvidar que sólo hay Un Ser,

sólo Alá; de modo que, en realidad, debes agradecerle a El. Dice que desea darte algo. ¿Lo aceptarás?’

No supe qué decir. A veces es muy difícil recibir, y temía que Dede me diera algo de su propiedad, alguna posesión valiosa. Pero debía aceptar, y dije que me sentiría muy honrado.

Dede dice que desea darte un obsequio muy humilde y con él un mensaje. Dice que uno sin el otro no sería bueno.'

El anciano se inclinó hacia adelante, y tomó de la mesa que estaba frente a él una caja de bronce grabada que abrió cuidadosamente. Sacó de ella una hermosa botella de plata con

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tapón rociador, un envase de agua de rosas típico de Medio Oriente. Pero éste era especialmente exquisito y me lo entregó con ambas manos sin apartar sus ojos de mi rostro.

Dede dice que es para el agua de rosas, la esencia de la rosa. Dice que siente que comprenderás, y espera que seas capaz de brindar agua de rosas a tus amigos. Su mensaje para ti es éste: si sales al jardín y pisas una espina, recuerda dar las gracias, la espina puede lastimar, pero te es dada del mismo modo que te es dada la esencia de la rosa.'

Estaba muy conmovido y sólo supe decir gracias. Dede prosiguió: 'La esencia de la rosa sólo queda expuesta cuando el rosal ha sido podado una y otra vez, y el brote ha llegado a florecer. Dice que debes saber que el instante en que se produce la transformación de brote a rosa sólo lo conocen los que llegan a ser rosas’.

Dejé la casa de Dede al día siguiente. A la mañana temprano fuimos a la mezquita donde Dede oraba, y luego a la tumba de Mevlana por última vez. Dede estaba muy calmo, profundamente conmovido y triste, y nuestros movimientos al recorrer el museo adquirieron un sentido diferente. Como siempre, salimos del edificio caminando hacia atrás y haciendo una reverencia al cruzar el umbral. Luego, después de recoger los zapatos y mi maleta, llamamos un taxi y nos dirigimos hacia la terminal. Farid estaba allí para despedirme, con una gran canasta de frutas, y la esposa de Dede llegó con un obsequio bellamente envuelto: tortas de miel y almendras confitadas.

'Salaam aleikum’ exclamó Dede mientras yo subía al autobús y los saludaba desde los escalones. Le habló a Farid, quién tradujo: ‘No olvides que tu hogar está aquí’

El autobús comenzó a moverse cuando Farid gritó: Dice Dede que no olvides llevar el agua de rosas a Occidente.' Luego, giramos y nos encaminamos hacia el sur.

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OnceNo está lejos el día en que la humanidad cobrará conciencia de que biológicamente está enfrentada a elegir entre el suicidio y la adoración.

Pierre Teilhard de Chardin

Jamás es visto Dios fuera de la materia; y Su expresión másperfecta es en forma de mujer.

Muhyi-d-din Ib Arabi

El Gran Camino no presenta dificultadpara aquellos que no albergan preferencias.Cuando el amor y el odio están ausentes,todo es claro y está a la vista.

Sengtsan, Hsin Hsin Ming

Desde la última vez que había estado en Sidé, el clima había cambiado. Los vientos fríos habían amainado y el sol, ya bien calido, hacía brotar flores en los campos bajo los olivos. Los hombres estaban en las calles, pintando las casas, preparando la villa para la temporada de turismo, y en los campos las mujeres, inclinadas sobre grandes surcos, plantaban las verduras para la cosecha del verano. Alquilé un jeep para viajar de Antalya a Sidé, y mis expectativas eran muy diferentes de las que había experimentado la primera vez. Cuando llegué a Turquía estaba muy entusiasmado ante la perspectiva de descubrir los misterios de los derviches, de adquirir poderes y la posibilidad de vivir de un modo diferente con el conocimiento que esperaba obtener. Los viajes, las pruebas constantes y las desilusiones me llevaron finalmente a enfrentar la idea de que si iba a seguir adelante con

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este camino debía renunciar a todas esas ideas. En el momento presente hay un misterio que sólo se revela cuando hemos soltado todas nuestras esperanzas y temores. El jeep se aproximaba a Sidé por la polvorienta ruta pasando el anfiteatro, y supe que esa sería la última vez, al menos por un tiempo, que trabajaríamos juntos Hamid y yo. No sabía exactamente qué había sucedido, pero algo había cambiado de manera tan radical en mí que era ya tiempo de dejar Turquía para poner a prueba en la vida cotidiana lo que había aprendido y experimentado. Tenía aún los pensamientos y sentimientos en desorden, y todavía había muchas cosas para las que no encontraba explicación, pero, sin esperanza ni expectativas, sabía que en el debido momento comenzaría a comprender.

El encuentro con Hamid ya no me producía temor. En realidad hasta ese momento no me había dado cuenta de lo mucho que le temía. Después del primer entusiasmo de la llegada a Turquía, el miedo había crecido hasta llegar por momentos a transformarse en terror. Hamid todavía seguía siendo un enigma para mí, no obstante, a pesar del misterio y de su extraño comportamiento, estaba convencido de que trataba de trasmitirme algo correcto, y muy importante. Esta convicción me permitió tolerar los momentos más difíciles.

Dede, con su bondad y total aceptación de mí, había ayudado a que me entregara a lo que había tras las palabras de Hamid, tras su ira y aparente dureza. Cuando le conté mis experiencias con Hamid, Dede no cuestionó ni criticó. Simplemente asintió con la cabeza a las traducciones, y con una sonrisa dijo: '¡Qué maravillosos son los caminos del Señor! El manifiesta para cada uno de nosotros todo lo necesario en cada momento.'

Hasta mi segundo viaje a Konya, en que fui recibido por Mevlana, había estado luchando con la idea de que existe un Ser omnisapiente o una fuerza vital a la que estamos eternamente ligados, y que por lo tanto una parte en nosotros siempre conoce la Verdad y siempre la conocerá. En Inglaterra Hamid me había dicho: "El Alma es una sustancia sapiente. Si sabes quién eres entonces sabes lo que Es; esa sustancia impregna toda vida, pero primero debes hallar tu alma, tu ser esencial. Debes descubrir quién y qué eres, y sólo entonces estarás a la entrada del Camino.' Mis expectativas y esperanzas habían producido tantos temores: temor a fracasar, a no poder entrar al Camino. Temor a perder la cordura y la salud en el proceso, temor de lo que significaría renunciar a todo para contactarse con el "mundo real".

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Ahora, que había comenzado a aprender que las expectativas y esperanzas están llenas de arrogancia, me daba cuenta de que no tenía que trabajar sobre el corazón, la sede del alma, sino sobre las innumerables capas de condicionamiento mental, y sobre el cuerpo, y sobre la energía, porque es necesario que fluya libremente para que lleguemos a ser seres humanos equilibrados.

*

Al entrar con el jeep en el patio de la casa, Hamid salió a recibirme. Me saludó normalmente, como si no viniera de muy lejos, pero parecía verdaderamente feliz de verme e inmediatamente entró en la cocina para preparar café. "Siéntate afuera, al sol,’ dijo. "Las flores de la primavera, al abrirse, ofrecen un maravilloso espectáculo. Enseguida salgo.'

En el centro del patio había una pequeña mesa llena de papeles de Hamid. Me senté en una de las sillas de madera pintada de blanco y miré hacia arriba, hacia el que fuera mi cuarto, y luego al de abajo, al de la joven. Las cortinas estaban corridas, pero pude sentir su presencia allí. Ella era otro misterio que anhelaba descubrir.

Hamid se sentó a mi lado y sirvió el café. '¿No es hermosa la llegada de la primavera? Es mi temporada favorita en esta zona de Turquía, cuando el aire es cálido y el frío del invierno se ha ido. En el verano hace un calor insoportable, entonces vuelvo a Estambul. Sin embargo, los turistas vienen a Sidé en esa época, parece que les gusta tenderse en la playa como trozos de madera a la deriva, quemándose y secándose.

"Pero ahora tienes que contarme todo lo que hiciste en Konya. Esperaba ansioso tu regreso. Primero, dime exactamente qué sucedió cuando visitaste a Shams-i Tabriz y Mevlana. ¿Te sentaste allí tres días y tres noches como te fue pedido?

Le describí mis experiencias con todo detalle. Particularmente le interesaban los cambios que había experimentado al entrar en la tumba de Shams-i Tabriz. ‘Al entrar allí, sentí la sobrecogedora presencia de amor. Jamás había sentido algo igual, no había nada que hacer más que permitir que ese poder me penetrara. En realidad, era como si yo no estuviera allí’.

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Hamid se reclinó en la silla. Sus escuetas palabras fueron: ‘Ah, Shams y permanecimos en silencio un tiempo y luego agregó: 'Que nunca te recobres.’

Continué relatándole mi encuentro con Dede, que me llevó a su casa y que conocía al anciano de Estambul. Yo me había estado preguntando por ese anciano desde el día en que Hamid me había llevado a verlo, pero ahora era el momento adecuado para preguntar.

'Estaba esperando ver si finalmente seguirías con tus preguntas', dijo Hamid. 'Pero verdaderamente no tiene importancia. Lo único que importa es que fuiste aceptado por él, lo cual me demostró que, a pesar de lo que yo pensaba, y a pesar de las dificultades que tuviste en la pensión, habías sido aceptado para emprender la etapa siguiente. Aun cuando te dijera su nombre, ¿sabrías algo acerca de él? Digamos simplemente que es un hombre de gran conocimiento. Estaba feliz por ti, feliz de haberte enviado una vez más a Mevlana. Sabía que por fin tus intenciones y motivos estaban liberándose de la ambición y de ideas preconcebidas acerca de lo que esa visita podría implicar. Si tus intenciones no hubieran sido claras, no hubieras encontrado a Dede, que pudo ofrecerte el descanso y la calidez que tanto necesitabas. El no habría ido si no hubieras sido aceptado por Mevlana, porque el amor de Dede por Meviana le permitió saber con exactitud en qué lugar te encontrabas y si estabas en condiciones de iniciar la próxima etapa de tu viaje.

'Ahora estás verdaderamente en el comienzo. Siento que haya sido tan duro para ti. No era mi deseo, pero llegaste a mí con tantas ideas acerca de este camino, y tan convencido de lo que querías y de lo que considerabas útil, que no me quedó otra cosa que preparar las mejores condiciones posibles para que pudieras hacer lo que debías. Como verdaderamente deseabas conocer, no fue difícil diseñar varias escenas en las que tú jugarías un papel, aprendiendo cada vez un poco más.

Tenemos mucho que hablar todavía. Pero, primero voy a preparar mas café y algo para comer. Debes estar con hambre después del viaje,'

Ambos nos reímos cuando volvió con un frasco de aceitunas negras condimentadas con menta y limón. "Estas te estaban esperando', dijo. ‘Las preparé cuando viniste por primera vez, y cerré la tapa herméticamente. Ahora deben estar perfectas.' Y con un guiño me sirvió algunas en el plato. Comimos aceitunas con

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pan y queso, y una ensalada de lechuga y tomates con eneldo fresco.

Cuando terminamos de comer, le pregunté por lo que más ocupaba mi mente en ese momento. 'Hamid, ¿la joven todavía está aquí?' Me miró severamente, y por un momento pensé que nuevamente iba a enojarse. ‘Sí, está aquí en su cuarto’

'Me ha impactado enormemente, a pesar de que he tenido poco contacto con ella. Nunca conocí a alguien igual, es para mí un misterio.'

‘Cuando viniste por primera vez', dijo finalmente, 'no quería que tu atención se desviara; pero ahora ha llegado el momento de que hablemos, y de que revisemos los hilos que quedaron sueltos en el tiempo que hemos estado juntos.

Te habrás dado cuenta de que nuestro viaje juntos ha llegado a su etapa final. Mañana volverás a Inglaterra. No temas ni estés triste, no hay razón para ello.

No pude responder de inmediato. Aun cuando había supuesto que pronto estaría abandonando Turquía, las palabras de Hamid me produjeron una conmoción. De pronto sentí que no podría soportar separarme de él. Como siempre, pareció leer mis pensamientos.

'Vamos, vamos', dijo. '¿Has olvidado que El que buscas no se halla en el mundo de las formas? Siempre que lo olvides te sentirás desilusionado.' Sonrío gentilmente, y se reclinó en la silla.

‘Me preguntabas por la joven. La enviaron aquí para ver si yo podía ayudarla. Ha estado muy enferma, como sabes, y largo tiempo ha estado obsesionada con esa bola de lana. Los médicos de Inglaterra no pudieron ayudarla. Te contaré su historia, pero espero que recuerdes que el verdadero significado está detrás de la superficie de las cosas. El daño que padece proviene de haber ido demasiado lejos sin un aprendizaje correcto. En su anhelo de ser aceptada, y así liberada, acudió a diferentes maestros en diversos países del mundo hasta que, en su afán, perdió contacto con su ser esencial, y todavía no ha encontrado nuevamente el sendero. Se podría decir que trata de renunciar a algo que todavía no conoce.

‘En la revelación de la Verdad hay tres etapas. La primera únicamente es posible por aceptación, por el reconocimiento de nuestra Unidad esencial con Dios. Siempre hemos sido uno con El, pero lo que anhelamos, en lo más profundo del corazón, es el conocimiento de este hecho. No es suficiente con pensar que sabemos, porque eso sólo es un concepto, no un verdadero

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conocimiento. Aceptación significa entrar, una vez más, en ese estado de gnosis del cual hemos sido separados.

'Cuando la joven se te acerca con la lana alrededor de las muñecas, como un animal aprisionado, está rogando que la veas, rogando que comprendas y la liberes a través del reconocimiento y la aceptación. Sin embargo, hasta que no descubras tu verdadero ser, ¿cómo podrías reconocer el de otro?

'Es como si la joven hubiera sido enviada a nosotros como un mensajero, un recordador constante de nuestra responsabilidad al nacer, la responsabilidad de encontrar nuestro verdadero ser para poder ayudar a otros en la búsqueda da la gran liberación. Esta es la segunda etapa: la redención. La tercera a veces se denomina resurrección. Pero te hace falta cierto tiempo en este mundo antes de que estés preparado para comprender.

'Creo que la joven se está recuperando ahora. La veremos más tarde, y notarás un cambio. He estado trabajando con ella para ayudarla a dar nueva forma a la matriz de su verdadero ser. Me puse en contacto con algunos amigos de ella que pronto vendrán a buscarla para llevarla a Inglaterra. También piensan pasar un tiempo conmigo para estudiar.'

Hamid se reclinó en la silla y cerró los ojos. Ya había aprendido lo que significaba esto: debía estar abierto para tratar de comprender lo que había dicho. Durante momentos como ese, sentía como si fuera elevado a una nueva dimensión de comprensión, en la cual la mente racional permanecía quieta y otras facultades, que no sabía nombrar, podían ponerse activas. Al escuchar las palabras de Hamid, supe que la joven con su lana azul no era simplemente una triste criatura, incapaz de cuidarse a sí misma, sino que ella y su dolor representaban algo más grande, que yo todavía no podía comprender. Vi, por un instante, su sitio en mi viaje, y mi lugar en el suyo. Cada pieza del rompecabezas había parecido completa en sí misma; ahora había llegado el momento de juntarlas.

Después de un tiempo indefinido abrí los ojos. Hamid me estaba observando. Nos quedamos en silencio otro rato, y luego dijo: 'Nos queda poco tiempo juntos; debes de tener muchas preguntas.'

En ese momento percibí un sentimiento de gran dolor ante el pensamiento de separarme de Hamid. Al mismo tiempo era como si estuviera experimentando el sufrimiento de la joven. Había una sola pregunta que hacer:

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'¿Por qué todo tiene que ser tan doloroso?’'¿Recuerdas que te dije que te compadecía? Cuando dices

verdadera e incondicionalmente "Lo haré", a una vida de servicio a Dios, siempre será doloroso y al principio habrá Confusión. En las primeras etapas se experimenta "tu" dolor, o "mi" dolor, pero cuando se llega a comprender la naturaleza del camino que hemos elegido ya no vemos el dolor como exclusivamente nuestro, sino que comenzamos a experimentar el sufrimiento de un mundo que ignora la Verdad. Este es el dolor de la separación, el grito del hombre que desea conocer su unidad esencial con Dios. Sin embargo, este dolor no es intencional. Dios nunca deseó que sufriéramos; pero si hemos de llegar al conocimiento, toda ilusión debe ser desgarrada, para que surja la claridad. La causa del dolor está en nuestra arrogancia y orgullo. Cuanto más pensamos que podemos hacer, menos nos damos cuenta de nuestra dependencia completa de Dios, y más se acentúa el dolor.

‘Y tú, mi amigo, eres particularmente obstinado.’Me sonrió y me pareció que en ese momento comprendía la

sencillez básica de la vida, y que las complicaciones las creamos al tratar de escapar de nuestro ser esencial.

Hamid continuó: 'Finalmente llega un momento en que sientes tanto amor, estas tan absorto en la presencia de Dios que agradeces todo lo que se te presenta, porque sabes que proviene de la Única Fuente de Todo. Con esta comprensión, el sufrimiento se toma consciente. Este sufrimiento consciente no es igual al dolor; ni significa que uno goza con el dolor, ni se trata de pensar que sufrir es bueno porque duele. El sufrimiento consciente surge del conocimiento de lo que es necesario para el mantenimiento recíproco del planeta. Esta tierra fue creada para la humanidad, y somos responsables por ella. Del mismo modo que nosotros necesitamos alimento, el mundo también necesita cierto tipo de alimento. Necesita lluvia y sol y el cambio de estaciones para producir fruto, y necesita otro tipo de energía que la humanidad todavía no comprende.

'Cuando alguien llega al verdadero conocimiento, cierto tipo de energía se libera y queda disponible para este gran proceso de mantenimiento recíproco. Normalmente esta energía se libera en cantidades suficientes sólo en los momentos de grandes crisis, y particularmente en el momento de la muerte. Pero ahora hemos llegado a un punto en la vida del planeta en que es necesario

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aprender a morir a cada momento, para renacer en cada momento: vivir y morir conscientemente, para que la tierra pueda continuar evolucionando. Espero que algún día llegues a comprender lo que estoy diciendo. Pero ahora debemos pasar a otras cosas.

'¿Entiendes por qué es necesario que regreses a Inglaterra ahora?'

'Creo que ha llegado el momento de que me aleje para tratar de digerir lo que me ha sido dado. Siento que no puedo absorber más por ahora.'

‘Esa es una de las razones', respondió, 'pero hay otras. Ves, llega un momento en este camino en que es necesario sacrificar la dependencia del maestro. El trabajo del maestro es guiarte para que de una vez y para siempre te orientes hacia Dios, de quien todo proviene. El maestro que encuentras en esta tierra es sólo una manifestación del Único Maestro. Pero si entras en dependencia de la forma, no se produce una verdadera comprensión. Debido a que en tu caso fue necesaria una labor tremenda en muy corto tiempo, existe el peligro agregado de que te imagines que dependes de mí. Esa es una trampa peligrosa, porque verdaderamente yo no estoy aquí. ¡Nunca olvides que sólo existe un Único Maestro!

'Como me entregaste tu confianza cuando todavía no creías en Dios, pude durante un corto tiempo, actuar como tu guía. Pero ahora debes seguir adelante. Vuelve a Inglaterra, asimila el conocimiento que te ha sido dado. Luego, cuando estés seguro de que estás preparado, habrá llegado el momento en que deberás trasmitir lo que has aprendido, tendrás que ayudar a comunicar al mundo el conocimiento de la Unidad. El gran Sheik sufi Muhyi-d-din Ibn' Arabi dijo una vez: "¡Escucha a Dios y vuelve a El! Y cuando hayas oído lo que me fue revelado, grábalo en tu corazón, y cuando hayas comprendido la unidad de lo que he escrito, deshazla en sus partes y vuélvela a juntar. Luego revélala a aquellos que la anhelan y no la ocultes. Esta es la gracia que has recibido, por lo tanto, debes trasmitirla a otros." Por eso decimos: "La devoción a Dios es estudiarlo en todos Sus aspectos, servir a Dios es enseñar a otros lo que de El sabes".

'¡Servir a Dios, ¿hay algo mal bello para hacer?! La verdadera felicidad es ser siervo de Dios y eso quiere decir estar despierto todo el tiempo a las necesidades del momento. Si es tamos dormidos nunca sabremos qué se espera de nosotros. Es imposible tener una idea preconcebida de qué significa el servicio. Nunca se

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sabe, con anterioridad al momento, qué nos será pedido. Cuando entras al camino te colocas en la corriente del servicio para el resto de tu vida. No hay regreso. ¡No creas que puedes servir sólo cuando quieres! Debes estar despierto a las necesidades del momento, a las necesidades de Dios, no a las tuyas propias. Sólo entonces te será dado el privilegio de poder servir.

'Ha sido dicho que sólo hay dos cosas que Dios no puede darnos, y que nosotros debemos darle a El: servicio y dependencia. Cuando nos hacemos conscientes de nuestra dependencia total de Dios, mas allá de todo concepto o expectativa de recompensa, nos es dado exactamente lo necesario para cumplir nuestra tarea. También ha sido dicho que "Dios no tiene necesidades, por lo tanto, dale las tuyas".

Tú tienes un vínculo especial con Mevlana; por eso fuiste enviado a Konya, y fuiste recibido. En Konya ha comenzado tu verdadero viaje.

'Hay algo que quiero tratar de explicarte ahora. Por favor escucha atentamente y trata de comprender.

Mevlana fue un hombre que alcanzó la Unión con Dios y por lo tanto ya no se separó de El. Mevlana y El, a Quien se sometió, fueron uno. Muchos de los que siguen el sendero místico tienen un vislumbre de lo que esto significa, pero la absorción completa, la Unión completa, sólo le es dada a unos pocos. Como a Mevlana le fue dado, no sólo fue completamente absorbido en el Amor Divino, sino que absorbió a todos los anteriores. ¿Comprendes lo que te digo? Si tú alcanzaras ahora la Unidad, en este momento, todo lo que alguna vez fue te sería revelado, ya que El conoce desde el principio todo lo que ha sido. El es amor, amante y amado. El es el maestro, el discípulo y la enseñanza. Sólo existe El a quien todo retorna.

Oro porque algún día llegues a comprender verdaderamente y a ser capaz de trasmitir a otros lo que sabes.'

Me di cuenta de que Hamid estaba cansado y para mí era imposible absorber la inmensa cantidad de conocimiento y energía que me estaba trasmitiendo. Sin embargo, sabía que él quería darme todavía algo más antes de mi partida. Una vez más cambió la conversación de manera abrupta.

'Quizás sientas que te estoy apresurando, que no puedes captar todo lo que te digo. Pero la situación es más urgente de lo que imaginas, y no sé cuándo tendremos ocasión dé volver a vemos. Te he hablado un poco del segundo ciclo de la humanidad. Creo

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que comprendes que estamos al final de uno de los grandes ciclos de la historia y en el umbral del siguiente. Como la evolución no procede en línea recta ni curva sino por ciclos muy definidos, si se comprenden las leyes que gobiernan nuestra vida en la tierra, es posible saber qué se puede esperar. Ahora, al finalizar el ciclo, el conocimiento se irá liberando cada vez más a fin de que se preserve y pase al ciclo próximo. No es casual que nos hayamos conocido y trabajado juntos, ni que fueras enviado a Konya. El conocimiento que te ha sido dado debe ser trasmitido al finalizar este ciclo. No puedo decir qué significa, y nadie puede decirlo. Pero los que han alcanzado el conocimiento de su unidad esencial con Dios forjarán el camino y construirán un nuevo mundo. Sin embargo, ha sido dicho que antes de que este nuevo mundo surja, habrá confrontaciones. La primera confrontación se producirá entre los que saben y los que no desean saber, y la segunda entre los que saben y los que deben aprender.'

'Hamid, ¿quieres decir que habrá una especie de guerra? Me parece que al menos la mitad del mundo no desea saber nada de estas cosas.’

'Mira dentro de ti. ¿No será que estas confrontaciones tendrán lugar allí? Hay una parte en ti, como en todos, que no desea saber, y hay partes que, a su debido tiempo, tienen que aprender, para que ya no haya separación.

'Lo que parece estar fuera de ti está en realidad dentro de ti. No hay nada afuera, por eso la batalla es en primer lugar en tu propio ser. Si más y más personas se someten a estas dos confrontaciones, es probable que veamos la batalla materializada en el mundo exterior. No estoy diciendo si habrá o no una guerra. Lo que sí digo, sin lugar a dudas, es que todo el mundo llegará algún día a saber que depende completamente de Dios. La elección que cada uno de nosotros debe hacer es la de someterse a Dios ahora, hoy, en cada momento; no en un futuro nebuloso cuando ya no tengamos el privilegio de elegir. Pero de una manera u otra, la confrontación tendrá lugar.

'Si hay suficiente trabajo espiritual, es posible que con el tiempo, se evite un gran desastre. Pero yo no soy quien juzga. El segundo ciclo de la humanidad llegará y con él la reaparición de Cristo. Hay quienes creen que volverá en forma de hombre, y otros que no. Pero eso no importa. Lo que interesa es que nos encontraremos en el conocimiento de la Unidad. Sea cual fuere el significado de la Segunda Aparición, y suceda como suceda, sólo

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puede producirse en el conocimiento oculto, interior, que subyace a todas las grandes religiones y las une. La Nueva Era no significa la formación de una nueva religión. Lejos de ello. Ya no habrá necesidad de una forma religiosa. Todo eso desaparecerá. Cuando llegas a la esencia ¿todavía te aferrarás a la forma? ¿Cuando has bebido del agua de vida, necesitas aún el vaso que la contiene? No. Una vez cumplido su propósito puede surgir algo nuevo. Lo que digo es que lo que vendrá no se parece a nada visto anteriormente, no será igual a las grandes civilizaciones de la antigüedad. Estoy hablando de un modo de vida completamente nuevo, y los que conocen la Unidad deben forjar el camino ahora. Sólo los que pueden tomar decisiones a partir de un conocimiento real pueden dar vida y orden a la Nueva Era.

'Pero es suficiente por hoy. Tomaremos un descanso. Luego cenaremos en el restaurante, será una cena especial ya que es tu última noche aquí, y podremos charlar durante la comida. Mientras tanto ¿por qué no das un paseo por la playa? La arena está caliente, aun cuando el agua todavía está fría, pero estoy seguro de que sabrás aprovechar el descanso.'

Se fue caminando lentamente hacia la casa, hizo una pausa para oler una de las flores del centro del patio. Me sentí muy solo y muy triste. Me parecía que el conocimiento y la experiencia que Hamid me había dado habían estado esperando durante siglos, y que los que los poseían sólo podían liberarse cuando los trasmitían. El temor que Hamid me había inspirado había desaparecido, sólo tenía un profundo anhelo de comprender lo que estaba tratando de enseñarme.

Evoqué todos los momentos con él, tratando de recordar todas las cosas dichas y los eventos que habían ocurrido. Vi el viaje como un patrón, una espiral que llega al centro e inmediatamente vuelve a partir hacia la periferia. En el trayecto se producen ciertos choques que posibilitan el pasaje a la siguiente etapa. Cuando se llega al centro mismo, ya no quedan conceptos sino sólo la necesidad de mirar hacia afuera y volver al lugar de donde se ha partido.

El lugar más allá de toda forma, más allá de todo dogma y fanatismo religioso, más allá de todo concepto mental, estaba representado para mí por Meviana Jelalu'ddin Rumi, porque fue la experiencia de Amor absoluto mismo que sacó del medio todo concepto y forma exterior. De algo estaba seguro: si has de ayudar a otros debes saber quién eres, y para saber quién eres es necesario

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amar a Dios más que a ninguna otra cosa para que, finalmente, sólo El sea. Únicamente así podremos servir.

Regresé de la playa justo cuando el sol se estaba poniendo. AI día siguiente tendría que encarar el regreso a Londres y a la fría lluvia de la primavera británica. En cierto modo temía, porque me sentía desnudo como un niño recién nacido, o como alguien que se ha quemado por quedar expuesto a los elementos, y está esperando que crezca la piel nueva. Pero era un desafío y empezaba a sentir una fuerza creciendo dentro de mí, una fuerza que me asistiría en los cambios inevitables que se producirían por mi deseo de mantener lo que había aprendido en medio de la vida más normal y ordinaria.

Al acercarme a la casa vi que había un vehículo extraño, un minibus, estacionado frente a la casa. Me había acostumbrado tanto a estar solo con Hamid que mi reacción inmediata a la presencia de otros fue una especie de celoso enojo. Me detuve un instante para recobrar el control y me di cuenta de que probablemente el vehículo pertenecía a las personas que Hamid había mencionado que iban a estudiar con él. ¿Qué era esto, posesividad? ¿Acaso no deseaba yo que el conocimiento que me había sido dado fuera trasmitido a la mayor cantidad posible de personas?

Supe que la batalla con lo que se interpone en el camino hacia la verdad es constante, y que cada día de nuestra vida debemos luchar contra todo lo que lleva a la separación.

'Allí está', me saludó Hamid jovialmente cuando entré al cuarto. Tenemos una sorpresa, llegaron las personas de que te hablé. Han conducido desde la India a través de Afganistán y les llevó menos tiempo del que pensaban, de modo que llegaron antes. Ven a conocerlos.’

Se hicieron las presentaciones. Eran cinco, dos hombres y tres mujeres. Uno de los hombres había conocido a la joven en Londres, y había mantenido contacto con ella.

'Les estaba hablando de ti y de algunas de las cosas que has estado haciendo. Parecen preocupados.' Hamid se reclinó en la silla riendo. La urgencia de la mañana y de las cosas que trató de comunicarme había desaparecido. Volvía a ser el de siempre, el Hamid que conocí en Londres. En silencio le pedí ayuda; porque la sorpresa del encuentro con estas personas y el hecho de que

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quedaba tan poco tiempo y tanto para hablar me resultaban intolerables.

En respuesta a mi mudo pedido, dijo: "Bien, aquí estamos. ¡Qué cosa! Pero el Señor es el que sabe, de modo que tendremos una fiesta esta noche.’

Me señaló con un guiño: ‘El regresa a casa mañana, y ustedes inician el viaje. Así es. Uno viene y se va y otros vienen.’ Y luego se van. Sin embargo es El, el Único Dios, el que viene y se va al mismo tiempo.

'Ahora tenemos que hacer los preparativos para dormir esta noche, y luego nos prepararemos para la cena. Mandaré a avisar al restaurante que somos ocho en vez de tres. ¡Se pondrán muy contentos!'

Cuando nos volvimos a encontrar, escuché el relato de sus aventuras durante el viaje por India y Afganistán pero me fue imposible hablarles de mis experiencias. Todos estábamos frente a un nuevo comienzo, pero yo estaba regresando a Inglaterra y ellos llegando a Turquía. Se los veía tan frescos y entusiasmados, tal como yo había estado. Sentían que había algo que aprender de los derviches, o de Hamid, y si bien sus motivos eran diferentes, yo podía ver que sus ideas de lo que iban a encontrar eran similares a las que yo había tenido. Me sentía muy en calma, casi incapaz de hablar. Me di cuenta de que estas personas todavía no habían aprendido a hacer preguntas, y sin preguntas no hay respuesta. Recordando las palabras de Hamid, traté de dejar que el momento se desplegara frente a mí, sin proyectar idees ni opiniones acerca de lo que debería ser. Todo era exactamente como era, y era como debía ser. Cuando apareció Hamid con la joven, el cuadro se completó. Esa noche estaba muy bien vestida y peinada. y algo había cambiado en sus ojos. La desesperación se había esfumado. Y además la lana azul ya no estaba enredada en sus muñecas sino ordenada en una madeja, que llevaba en su mano izquierda.

Ella le dio la mano a cada uno y luego Hamid la acercó a mí. 'Bueno', dijo, mirándonos a ambos. Había en los labios de la joven una leve sonrisa. '¿Bueno?', repitió Hamid. Ella vaciló, pidió ayuda con los ojos, pero Hamid permaneció inmóvil, sosteniéndola del brazo, sonriente. El silencio era total y la tensión tremenda. Lentamente ella se apartó de Hamid y dio un paso hacia mí de modo que casi no había distancia entre nosotros. Respiraba agitada y sentí que estaba a punto de romper a llorar. Sin apartar sus ojos de los míos, extendió su mano y me entregó la madeja de

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lana. Hamid nos tomó en sus brazos; ambos llorábamos alivia dos. Finalmente tomó a la joven por la mano y acercándose al grupo que acababa de llegar dijo: 'Cuídenla bien’ Luego, riendo, nos invitó a ir a cenar.

Esa noche comimos muy bien, sardinas frescas asadas al carbón en brochetas, pulpo marinado en aceite de oliva. Había pequeñas albóndigas de carne picante y muy condimentada, acompañadas de berenjenas y tomates rellenos, y arroz cocinado con frutas secas y hierbas. Como plato principal Hamid había ordenado un enorme pescado producto del trabajo de la noche anterior. Lo presentaron en una bandeja, con la piel crujiente, bañado con mantequilla y romero fresco y decorado con trozos de limón y pepino.

Los pescadores estaban encendiendo las lámparas de sus botes para iniciar su trabajo nocturno. La luz proyectaba la malla de las redes extendidas sobre las cubiertas de los botes. Algunos hombres cantaban al prepararse para navegar. El cielo estaba lleno de estrellas.

‘Ahora’, dijo Hamid mirándome, 'tienes una tarea. Cuéntale a esta gente el peregrinaje que has hecho, y algo de lo que has aprendido. Con seguridad sabes ahora que la vida es verdaderamente bien ordinaria’

No recuerdo exactamente qué les dije, pero sé que hablé del servicio, y del mundo real, de un mundo ordenado, de la luz pura, del mundo que espera y anhela manifestarse en este mundo relativo, pero que sólo puede presentarse cuando somos seres humanos conscientes, despiertos a la Realidad. Creo que hablé de renunciar a todo preconcepto acerca del camino, y a toda idea de lo que suponemos buscar. Hablé del zikr y del recuerdo de Dios, hablé de Dede y de cómo había llegado a Mevlana, pero creo que no fue lo que dije sino lo que sentía y experimentaba mientras hablaba lo que los conmovió. 'El lenguaje del corazón', les dije, 'es el lenguaje del amor.’

Entonces, justo cuando me estaba poniendo demasiado intenso, aparecieron los gitanos. Estaba por incursionar en la idea de la aceptación cuando fui interrumpido por un disparo, seguido de un griterío. Llegaron a la plazoleta unos diez gitanos. Uno de ellos tenía una pequeña pistola que disparaba al aire, los otros golpeaban tamborines y uno afinaba un violín.

El dueño del café se adelantó y nos indicó que fuéramos. Me senté frente a Hamid y a la joven. El me miró gentilmente y sentí el mismo amor que había sentido en Konya. Los otros habían

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dejado un espacio libre entre las mesas y danzaban al son de la música de los gitanos.

'Ahora danzamos', dijo Hamid. "Mañana partirás, pero antes de que te vayas nos sentaremos juntos. Todavía hay una barrera que debes cruzar. Es la última barrera antes de que puedas lanzarte a un nuevo modo de vida. Pero ahora dancemos…’

'Una cosa más, Hamid’, dije. 'Acerca del asunto del huevo en Londres.’

'¿Qué hay con el huevo?’ preguntó inocentemente, mirando a los que bailaban.

"Bueno, dijiste que no tenemos que apegamos a loa fenómenos, y que esas cosas no son necesarias, ¿por qué rompiste un huevo en la cabeza del hombre?'

Giró hacia mí. "Ese pequeño detalle no sólo estaba destinado al hombre enfermo', dijo. También era para ti. Recuerda: yo sé lo que los atrae’

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EpílogoLa razón es impotente ante el Amor. Sólo el amor es capaz de revelar la verdad del Amor y del Amante. El camino de nuestros profetas es el camino de la Verdad. Si deseas vivir, muere en Amor; muere en Amor si deseas permanecer vivo.

Mevlana Jelalu'ddin Rumi

Cuando haya renunciado al mundo de modo que ya no lo tenga en cuenta para sus propios deseos ni conforme a los impulsos de su propio yo, sino sólo para cumplir los mandamientos de Dios, entonces se le encomendará hablar al mundo y establecer contacto con él porque ahora hay una porción para él en el mundo que no puede ser descartada y que no ha sido creada para ningún otro.

Abdu Qadir Gilani

Hamid me indicó que me sentara bajo un olivo, junto al lecho de un río seco que llegaba hasta el mar. Había hecho mucho calor todo el día, habíamos pasado la mañana sentados en el patio antes de bajar a la playa. Ahora la brisa del atardecer arremolinaba hojas secas, y movía el polvo marrón formando espirales alrededor de mis pies. Las cigarras emitían un sonido continuo que me hizo recordar las colinas sobre Efeso. Podía sentir el lugar en que el mar lavaba la ensenada en el codo del lecho del río. Allí estaba ella ahora, tendida al sol con los otros. Hamid y yo habíamos caminado hasta allí desde la playa para pasar nuestro último tiempo juntos en soledad antes de mi regreso a Londres. Habíamos hablado poco, gozando de los secos sonidos del atardecer. Finalmente se dirigió a mí.

Todavía hay algo más que quiero trasmitirte', dijo. 'En cierto sentido es lo más importante, pero si no supieras ya algo de lo que

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voy a hablarte, entonces no podrías escuchar lo que tengo que comunicarte’

De pronto sus modales cambiaron; nuevamente era el maestro y yo el discípulo. 'Siéntate erguido', me ordenó. 'Tu espalda debe estar erguida para que la energía pueda fluir libremente. Si la energía no fluye, tu comprensión será parcial. Las palabras por sí mismas sólo son velos de la verdad. Si no estás despierto, otra vez te habrás separado. La comprensión no proviene de los sentidos; la comprensión viene por sí misma. Es el desborde del conocimiento que se produce en un acto de gracia para el cual debemos preparamos.

"Hoy vamos a ir juntos al encuentro del Hombre Perfecto, el Maestro que ha llegado a amar a Dios de manera tan perfecta que los atributos de Dios pasan a través de él hacia el mundo, revelándose. Hasta aquí, en nuestras charlas y prácticas, sólo nos ocupamos del trabajo necesario sobre sí mismo y para prepararse para este viaje. Hoy tendrás un sabor del trabajo a realizar.

‘Permanece muy quieto, con la espalda erguida, respira tranquilo. Elige la calidad más fina del aire del espacio que te rodea. Inhala profundamente, retén el aire un momento y deja que se irradie desde el centro como luz. Ahora cierra los ojos y retira tus sentidos del mundo exterior.

‘La iniciación que vas a recibir es peligrosa. Hay muchos obstáculos en el camino y debes confiar en mí absolutamente. Si no confías, si pierdes valor, no podré ayudarte y ambos podemos fracasar y no llegar a destino. Es extremadamente importante que escuches mis palabras y hagas lo que te digo de manera inmediata. No vaciles, y recuerda: ¡confía!'

¿Cuántas veces me había dicho lo mismo? Una vez creí que sabía qué era confiar, pero luego comenzaron las pruebas y supe una y otra vez lo que significaba fracasar, no saber confiar. Se necesita tanta entrega, y tanto valor para ser capaz de confiar absolutamente...

'Quiero que imagines que estás caminando por un sendero en un valle; frente a ti hay una montaña. Cerca de la cima, sentado fuera de una cueva, el Hombre Perfecto te espera. Estás ascendiendo por el sendero, en cada paso eres consciente de la tierra que estás pisando. La tierra está caliente; quítate los zapatos para poder sentirla con más facilidad. Presta atención al pasto a cada lado... ¿puedes ver las mariposas que se alimentan del néctar de flores silvestres? ¿Puedes oír los insectos? Observa atentamente: ¿qué

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notas mientras caminas? Ahora ves que el sendero comienza a adentrarse en la montaña. Es un sendero empinado, pero debes abandonar el valle y empezar a trepar.’

Percibí el cambio que se producía al dejar atrás el valle. El sentimiento era diferente. Todo a mi alrededor había pinos apuntando al cielo, cada uno tratando de alcanzar la luz. Estaba oscuro en el bosque, el sol no atravesaba la espesura de los árboles. La canción del viento entre las ramas era el único sonido audible. Durante un momento sentí temor, y entonces escuché la voz de Hamid nuevamente.

'Sigue caminando, tienes que andar un largo camino. No te des vuelta ahora.'

Avancé por el sendero. Después de un trecho escuché un sonido de agua a mi izquierda. Giré en esa dirección y llegué a una serie de cascadas sobre enormes piedras grises. Al fondo se formaba una profunda corriente de agua que giraba en espiral atrayendo todo hacia sí y proyectándolo luego en brillantes corrientes que rodaban dentro y fuera de las rocas, formando más remolinos. Me senté y descansé un momento, observando y escuchando. ¡De pronto me di cuenta de que el agua estaba viva! Cada burbuja de la espuma liberaba una forma sutil al estallar, cada corriente y cada remolino clamaba; '¡Mira. ¿ves quién soy? ¿Escuchas mi voz?!’ Percibí que el agua me estaba observando. No era yo el que la miraba sino que al saber que podía verme yo reconocía lo que era y lo que estaba diciendo. Me pregunté cómo había podido pasar mi vida mirando los elementos sin permitirme ser visto, sin revertir el espacio.

Hamid habló nuevamente. 'Cuidado. Lo que ves puede desviarte, porque querrá absorberte. Lo que has visto te permite comprender y quizás puede darte poder sobre ciertos aspectos de la energía. Eso es todo. Ahora respira profundamente; siente cómo te purifica el elemento agua. Déjate purificar, y sigamos adelante.'

Mi mente volvió a la playa. El sonido de las olas me hizo pensar en el surf de la bahía. Ella está allí ahora, tendida al sol con sus amigos, su piel color arana. O quizás está nadando, lejos en las rocas.

Me puse de pie y seguí caminando. El aire se hacía más liviano y pude ver parches de luz solar entre los árboles que iluminaban el sendero. Ahora había menos árboles; pronto llegaría más alto que el nivel de los pinos, a la pared rocosa.

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'Bien. Has visto el sol a través de los árboles y reluciendo en el agua. Ahora quiero que sientas el sol en tu pecho al dejar atrás los árboles. Siente el sol como si fuera la primera vez en tu vida, o la última. Es el sol de las primeras horas de la mañana y calienta cada parte de tu cuerpo, expandiéndose desde el centro de tu pecho hacia las venas, por tus brazos, por tus piernas y sube por la espalda hasta la cabeza de modo que calienta todo tu cuerpo. Este es el elemento fuego que quema los desechos para dejar sólo luz pura. Siente cómo te purifica el fuego del sol.’

Me relajé en la calidez de la luz solar y me di cuenta de que también tenía conciencia, y una voz que podía ser oída. Era una voz diferente de la de la tierra y el agua, pero también me hablaba y me atraía hacia sí. En ese momento escuché sonidos, voces que me llamaban: "¿Por qué seguir?" ¿Qué más quieres lograr" "Nos reuniremos nuevamente".

Sentí todo mi cuerpo brillar y me invadió un anhelo que jamás había conocido antes, como si se hubiera despertado una gran fuerza que me atraía hacia sí. Hamid tironeó de mi manga. '¡Despierta! Vuelve. No es esto lo que viniste a buscar. Te han sido mostrados los elementos sólo para que pudieras reconocerlos y tuvieras cierto poder sobre estos aspectos del mundo natural y de ti mismo.

Toma mi mano ahora, porque es necesario seguir avanzando/ Nos movimos juntos. En la distancia las voces seguían llamándome, pero su atracción se disipó en la medida en que regresaba mi confianza.

'Estamos llegando al último de los elementos, el aire. Debes tener cuidado, porque es el más poderoso. En las antiguas culturas su fuerza era reverenciada como un dios, con sus propias leyes de iniciación. Te enfrentarás ahora a una prueba, pero yo estaré aquí para guiarte. Recuerda que si confías estarás bien.

Imagina ahora que eres un águila, posada sobre una roca. Anda, ve hacia allí. Ahora deja que tus miembros se alivianen como el águila desplegando y sacudiendo sus plumas en el aire mañanero. Extiende tus brazos un poco para sentir el viento entre ellos y tu cuerpo y separa un poco las piernas. Respira. Inspira como nunca antes lo has hecho. ¡Déjate respirar! ¡Deja que el viento te respire! Siente el viento soplar en tu cuerpo, entre los músculos y las fibras, en tus venas, en cada átomo...'

Permití que mi cuerpo se relajara y traté de imaginar qué sentiría un águila posada sobre una roca. Tuve una sensación de

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poder, ¡quizás podría planear en el viento! Sentí el aire penetrarme, separando átomos de moléculas, atravesando músculos y fibras. ¡Ya no respiraba, era respirado! Al mismo tiempo sentí una oleada de vértigo y mareo y me di cuenta de que algo estaba tratando de arrancarme de la montaña. Luché para permanecer alerta, pero no podía evitarlo: me estaba deslizando en un profundo sueno. Podía oír la voz de Hamid a gran distancia, pero sus palabras se alejaban llevadas por el sonido del aire que corría a través de mí. Era tan fácil dejarse ir, entregarse al viento. Tan fácil y tan bueno. Siempre había querido volar en él espacio lejos de la tierra y del mar, planear cada vez mas alto con el viento. No había necesidad de continuar...

En ese momento me estremeció un confuso griterío, muchas voces al mismo tiempo y alguien que me sacudía: ‘No debes dormirte. Debes permanecer despierto. ¡Despierta! ¡Despierta! El viento está tratando de arrancarte de la roca. No habrás llegado tan lejos para quedarte dormido Justo ahora. ¡Despierta!

Con cada átomo de la fuerza que me quedaba luché por despertar. El viento todavía rugía a través de mí, pero poco a poco pude nuevamente ver lo que me rodeaba. 'Confía, aférrate a todo lo que tienes. Muéstrale a este elemento que lo reconoces y que algún día serás su amo. Entonces el viento será tu amigo.'

Bajé de la roca, hacia el sendero. "Has dejado atrás los elementos, de aquí en más debes seguir solo. Delante de ti, sobre la roca, está el que buscas conocer, has hecho este viaje para tener este encuentro.’

¡Casi me había olvidado! El Maestro estaba allí, el representante de la Verdad en la tierra. ¿Pero qué era ahora esa verdad? Nada había más hermoso, más poderoso que los elementos del aire y el fuego, las fuerzas del agua y la tierra. 'Sigue, sigue. Yo ya he estado allí; ahora mi trabajo es guiar a otros que han sido preparados como tú lo has sido. Avanza con conciencia y humildad. El te está esperando. Cuando lo encuentres, te sentarás frente a él. Yo estaré aquí, pero cuando llegues a él oirás mi voz dándote instrucciones. Haz lo que te digo y no temas.'

Entonces se detuvo y yo seguí solo. La última parte de la ascensión era empinada y difícil, sentí temor; no temor de morir, ni tampoco temor a fracasar, sino el miedo a lo que está más allá de los fenómenos, más allá del tiempo y el espacio.

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Subí rodeando la roca. Mi pie resbaló y con las manos me elevé los últimos tramos. El ruido de mis pies sobre la roca era el único sonido audible. Tenía la boca seca. Del otro lado de la roca había una estrecha garganta que debía escalar.

Traté de estar despierto en cada átomo de mi ser, porque sabía que él estaba allí. Usando las manos y los brazos me fui elevando sobre la empinada superficie rocosa.

¡Sentí su presencia! Por un momento tuve tanto temor que no pude avanzar ni mirarlo. Pero escuché la voz de Hamid. 'Sigue. Haz lo que te dije. Siéntate a corta distancia frente a él. Todo está bien.'

Me senté y durante un largo tiempo no pude levantar mi mirada. Me corrían lágrimas por el rostro, no de amargura ni pesar sino de absoluta felicidad y gratitud. Levanté la mirada. Me pareció ver un rostro que era muchos rostros; todo giraba a su alrededor, pero el rostro mismo estaba inmóvil. Su sonrisa disipó mi temor; sólo había ese momento en que estaba contenido todo lo que fue, y todo lo que será.

'Siente el amor perfecto que emana hacia ti de Nuestro Maestro, el amor que rompe toda ilusión, el amor incondicional, que calma y redime. Sólo existe el Maestro y tú y el Amor Absoluto manifestado por él para llenar cada parte tuya.'

Sentí que mi corazón se abría a sus palabras. Nunca antes me había dado cuenta de que el amor tenía un sonido, pero ahora el sonido del amor me traspasaba. No se parecía a ningún otro sonido y sin embargo los contenía a todos. Nada quedaba en pie ante su poder; cada parte de mi ser vibraba, resonaba con ese sonido que giraba surgiendo del centro. Todo era sonido, girando en círculos, moviendo los planetas en sus órbitas, impregnando cada átomo y cada molécula. Lo que yo había creído ser, murió allí, fue absorbido en él, fue redimido por él, de regreso a la fuente de vida.

Luego oí nuevamente la voz de Hamid. Pase lo que pase, no te duermas. Debes estar más despierto que nunca. Se te ha permitido sentir la presencia eterna del amor. Siente ahora la luz de Dios que emana hacia ti desde el Maestro.'

Lentamente el sonido amainó y comencé a sentir el brillo de pura luz que emanaba de el hacia mí, penetrando todo mi ser, creciendo en intensidad. Primero eran colores, miriadas de colores brillantes dentro de esa luz única, como luciérnagas en el océano. Cada una volando hacía mí, estallando en luz dentro de mí, cegándome. Era tan bello que quedé cautivado.

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'¡No apartes tu rostro!' fue la orden. Al oír esas palabras los colores se intensificaron y luego, de los muchos colores emergió un matiz perfecto de azul que iluminó todo. Era como si se hubiera transformado en el instrumento de una luz azul tan intensa que anulaba el resto de los colores. Desapareció el dorado del sol y los amarillos y rosados del amanecer, los rojos, guindas y verdes. Sólo el azul infinito.

Recordé las palabras, "No apartes el rostro", y no sé de dónde surgió el pensamiento de que si uno tuviera suficiente valor y estuviera preparado para morir en vida, desde la belleza de los colores surgiría la pura luz blanca, la luz que hace visibles los colores. Había viajado mucho tiempo y ahora sentía que podía aceptar esa luz. No deseaba ninguna otra cosa.

Desde el momento en que acepté o reconocí ese anhelo comenzó a producirse un cambio. Primero comenzaron a relucir en la luz azul unas franjas plateadas que centelleaban con un brillo tremendo, y luego, desde dentro del azul, surgió una blancura cegadora. Parecía venir desde el centro de la vida. Era una luz más brillante que la luz, anterior a toda luz que se haya visto en este mundo. Me entregué a ella, me abrí a ella, dejé que tomara hasta el último vestigio de mi pasado, purificándome, hasta que no quedó nada de mí.

La voz de Hamid llegó desde muy lejos: Para que algo se manifieste en este mundo es necesario que el Poder Divino desgarre el velo que nos separa del mundo real. Deja que ese poder te llene.'

Yo estaba muy quieto, esperando, entorpecido por todo lo que estaba sucediéndome. Luego, aparentemente lejos al principio, escuché el retumbar como de un trueno en las distantes colinas. El trueno se transformó en bramido y me llevé las manos a los oídos para apartar el sonido. Me di cuenta entonces de que el sonido también estaba dentro de mí y que no podía hacer nada para escapar de él. Quería silencio más que nada en el mundo. Miré al Maestro, rogando, pero estaba completamente inmóvil e imperturbable; el poder del sonido simplemente me atravesó. Llegó un momento en que sentí que ya no podría tolerarlo más y entonces, a través del bramido llegó la voz de Hamid, firme y calma, que nuevamente me decía: ‘No temas. Pocas personas tienen esta oportunidad. Sólo tienes que entregarte al poder del que todas las cosas surgen y estarás a salvo.'

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Nuevamente me abrí, soltando toda resistencia. Desde el sonido creció una visión de mundos naciendo, de sistemas galácticos naciendo a la vida, de luz cristalizando en formas, y escuché una voz que me decía: ‘Conoce y comprende. Por cada verdadero acto de entrega que un hombre realiza, nace un sistema galáctico, y siempre que un ser humano encuentra su verdadero Ser, un universo entero ve la luz. Ahora que has visto y has sido visto puedes sentir la paz que nunca antes conociste.’

A medida que la visión se iba desvaneciendo sentí que había tenido un vislumbre de comprensión de la perfección. Era posible aceptar de manera incondicional lo que es, lo que ha sido y lo que será. Todo estaba allí. No había principio ni fin; el Creador y lo creado eran uno. Todo es en un momento. Todo es El. Ese es el secreto de la predestinación. Nada ha sucedido jamás, porque todo está aquí.

La sobrecogedora presencia radiaba una paz que trascendía toda separación. Al darme cuenta de la Unidad y Perfección de Dios, El y yo fuimos uno y la paz que sentí en El estaba dentro de mí. Parecía que ya no había nada más que hacer. Sólo quedaba ser.

Permanecí sentado en la montaña Mirándolo. En la conciencia no hay tiempo. La tierra gira, las estaciones pasan, los hombres y mujeres nacen y mueren, mundos surgen y desaparecen, todo allí, en el espacio en que estaba sentado. Todos los maestros, santos y profetas de todas las épocas se manifestaron en esa escena y después de contar su historia desaparecieron en la eternidad del Ser. En esa paz perfecta me di cuenta de que todos los grandes maestros surgían de esa presencia del Ser y trasmitían su enseñanza, igual que los soles y las estrellas, los relámpagos y la lluvia, y los niños que nacían. Luego oí la voz de Hamid.

‘Es hora de que abras los ojos. Pero prepárate con cuidado, porque lo que verás te sacudirá. Es la última prueba en esta etapa del viaje juntos, la última barrera que debes cruzar.

'Quiero que lentamente traigas tu conciencia nuevamente al mundo. ¿Puedes sentir tu cuerpo? Bien. Ahora trata de sentir tu respiración. Escucha el latido de tu corazón, siente la sangre que corre por tus venas. Mueve los dedos un poco. Siente tu cuerpo. Huele el aire de la montaña, traga saliva...'

De pronto me sentí muy confundido. No me encontraba en el mundo real que había estado experimentado ni parecía estar en el mundo que había dejado en el valle. Podía oír la voz de Hamid, pero para mi asombro no sabía de dónde provenía. Moví los

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dedos, respiré profundamente. Traté de hacerme consciente de mi cuerpo sentado allí en la montaña interior.

'Ahora, muy lentamente, abre los ojos.'De pronto supe lo que era estar completamente solo. ¡No había

nadie allí!Cerré los ojos nuevamente y traté de comprender. ¿Estaba

soñando? ¿Dónde me encontraba? ¿Dónde estaba Hamid? ¿Dónde estaba el Maestro que Hamid había llamado el "Hombre Perfecto"? Estaba completamente solo, fuera de la caverna en la montaña interior.

No había nadie allí, ni siquiera una piedra sobre la que pudiera haber estado sentado. Frente a mí había una cueva. Detrás, se extendía el valle y el sendero que había ascendido para llegar a ese lugar. No me atreví a mover la cabeza; sólo trataba de percibir con los ojos lo que estaba sucediendo.

'Ahora vuélvete y mira al valle, ¡hazlo! Gira ahora. Hazlo.' Lentamente me di vuelta. ‘Mira el valle. Ese es tu mundo. En el valle hay personas que esperan ascender esta montaña para conocer la Verdad. Ahora tienes una última tarea. Como acto de dedicación a este mundo debes por fin entregar tu vida para una vida de servicio.

‘No había un Maestro en la montaña. Fue un juego de la imaginación, y sin embargo es así: no conocemos el amor hasta que llegamos a amar a Dios de manera perfecta. El amor nace en ti cuando te entregas a Dios para que sólo exista El, y de este modo la posibilidad del hombre perfeccionado. Todo lo que siempre te fue preciso conocer está aquí, ahora, dentro de ti. Al morir a ti mismo renaces en la eternidad en la que todo lo que fue y será espera ser liberado para llevar vida a la humanidad muriente. Esta es una libertad terrible, pero es la única libertad real.'

Una vez más miré alrededor. No había nadie allí, nada se movía en el polvo del camino, no había siquiera la piedra sobre la cual estuviera sentado. Yo estaba solo.

Respiré lentamente y en silencio, observando el subir y bajar de mi respiración. Mi espalda dolía en el lugar del contacto contra la dura corteza del olivo. Mis piernas cataban acalambradas y no tenían sensibilidad. Seguramente estuve sentado allí mucho tiempo. La escena había cambiado. El valle que se extendía ante mí había dejado lugar al lecho seco de un río que llegaba hasta el mar. Las cigarras en el olivar producían un sonido constante y desde la distancia llegaba el sonido del surf de la bahía.

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Luego sentí una mano sobre mi brazo y al levantar la mirada encontré los ojos de Hamid. Brillaba en ellos profundamente el amor y la confianza. Sonrió. ‘Ven, Reshad’, dijo, 'volvamos a casa. Nos están esperando.'

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