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CHENALHO-CHALCHIHUITAN. CONFLICTO TERRITORIAL A CAUSA DEL ESTADO1

CHENALHO-CHALCHIHUITAN. TERRITORIAL CONFLICT CAUSED BY THE STATE

Miguel Ángel de los Santos Cruz2

Resumen: Los pueblos indígenas luchan permanentemente por el reco-nocimiento legal y práctico de sus derechos propios, entre ellos la libre determinación y la forma particular de resolver sus conflictos. Cuando las instancias del sistema jurídico y político dominante desdeñan esos dere-chos y pretenden resolver las controversias entre pueblos indígenas con base en normas del sistema jurídico dominante, generan conflictos entre pueblos que alcanzan niveles de violencia. En este trabajo se analiza el conflicto territorial entre los pueblos indígenas Chenalhó y Chalchihui-tán, a partir de la errónea medición de sus límites territoriales llevada a cabo por la entonces Secretaría de la Reforma Agraria, y su negativa a reconocer la forma propia de resolver sus controversias. El caso ilustra la dinámica persistente de discriminación y desdén de que los pueblos indígenas son objeto por parte del sistema jurídico y político dominante cuando se encuentran ambos sistemas normativos.

Palabras claves: Pueblos indígenas, derechos indígenas, Sistema jurídico dominante, Sistema jurídico indígena, conflicto territorial.

Abstract: Indiginous people fight permanently for the legal and practical recognition of their rights, among them we find the right to free self de-termination and their particular way of solving their conflicts. When the judicial and political system disdain and ignore those rights, and pretend to solve conflicts among indigenous peoples according to the dominant judicial system they generate conflicts that scalate into violence. In this article we analyse the territorial conflict between the people of Chenalhó

1 Artículo recibido: 14 de julio de 2017; aprobado: 30 de agosto de 2017.2 Profesor investigador de la Facultad de Derecho. Universidad Autónoma de Chiapas. Correo-e: [email protected]

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and Chalchihuitán, emerging from a faulty measurment on the part of the Secretaría de la Reforma Agraria (Secretary of agrarian reform), and its further refusal tu acknwledge their own way of solving such conflicts. This case illustrates the persistent dynamic of discrimination and disdain towards the indigenous puopulation on the part of the dominant judicial and political system when both normative systems clashes.

Keywords: inidgenous population, indigenous rights, dominant judicial system, indigenous judicial system, territorial conflict.

1. Introducción

Chenalhó (San Pedro Chenalhó) y Chalchihuitán (San Pablo Chalchihuitán) son dos pueblos indígenas tzotziles, ubicados en la región de Los Altos, en el estado de Chiapas, cuya existencia data de tiempos prehispánicos; ambos viven y se organizan de confor-midad con su propia cosmovisión, su forma de tomar decisiones y de resolver situacio-nes. Aunque su origen es previo a la existencia del Estado mexicano, la presencia colo-nial primero, y luego la organización política y administrativa de la República mexicana, los han orillado a organizarse y estructurarse también en función de las exigencias del sistema de organización política de la sociedad dominante.

Ambos pueblos toman acuerdos en asambleas, imponen sanciones de acuerdo con su percepción de los problemas y con su sistema jurídico propio; sin embargo, también se organizan en función del Comisariado de Bienes Comunales y del Ayunta-miento municipal. En los dos pueblos, la Asamblea de Bienes Comunales toma las de-cisiones políticas y sociales que atañen al pueblo, y el ayuntamiento se supedita a tales acuerdos, salvo las decisiones de carácter administrativo en que el ayuntamiento fun-ciona con autonomía.

Son pueblos indígenas en los términos que establece el artículo 2º de la Cons-titución Política de los Estados Unidos Mexicanos, y el artículo primero del Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo:

[…] pueblos en países independientes, considerados indígenas por el hecho de des-cender de poblaciones que habitaban en el país o en una región geográfica a la que pertenece el país en la época de la conquista o la colonización o del establecimiento de las actuales fronteras estatales y que, cualquiera que sea su situación jurídica, con-servan todas sus propias instituciones sociales, económicas, culturales y políticas, o parte de ellas.

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2. La conciencia de su identidad indígena o tribal deberá considerarse un criterio fundamental para determinar los grupos a los que se aplican las disposiciones del presente Convenio.

La propiedad territorial de San Pedro Chenalhó y San Pablo Chalchihuitán se encuentra amparada por títulos expedidos al concluir el período colonial: Para el caso de Chenalhó, son los títulos Ejido (1843), Rancho Tam (1847), y Majomut (1850); y para el caso de Chalchihuitán, títulos Llanos de Maxiló (1844), El Desierto (1850), y Tsisim (1888), expedidos en el marco de las leyes agrarias de 1826 y 1827 que ofrecie-ron la posibilidad de que los pueblos compraran sus tierras al gobierno para seguir en posesión de ellas.

Hasta inicio de la década de los 70 del siglo pasado ambos pueblos vivían en calma, manteniendo relaciones sociales y económicas estrechas. Los conflictos que se presentaban se daban al interior de cada comunidad y no implicaban divergencias con los pueblos vecinos. Esta dinámica cambió cuando ambos pueblos decidieron conse-guir el reconocimiento y titulación de sus tierras comunales por parte del sistema jurí-dico dominante.

Como parte del procedimiento agrario, la entonces Secretaría de la Reforma Agraria envió topógrafos para realizar las mediciones del terreno, mismo que al llevarse a cabo erróneamente modificaron el límite natural entre ambos pueblos que es el río, favoreciendo a Chalchihuitán. Al advertir el error, las autoridades de ambos pueblos firmaron un convenio para resolver la diferencia; sin embargo, los trabajos de ejecu-ción de las respectivas resoluciones presidenciales enconaron los ánimos, dificultaron el acuerdo armonioso e implicaron que acudieran al tribunal agrario para dirimir la di-ferencia.

A partir de la revisión y participación activa en el conflicto territorial entre los pueblos, este trabajo pretende analizar el encuentro y tensión entre los sistemas jurí-dicos indígena y dominante. Dado que la búsqueda de solución al conflicto abarca el espacio político, y, de hecho, ha implicado actividad política por parte del gobierno fe-deral y estatal, el análisis también considera, como parte del sistema central dominante las funciones políticas del Poder Ejecutivo en el caso.

Se busca aclarar la posición del sistema dominante frente a los derechos de los pueblos indígenas, en particular la forma en que éstos resuelven sus conflictos internos, así como los efectos, muchas veces negativo, que tiene la intervención del sistema jurí-dico y político dominante en la vida comunitaria de los pueblos.

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2. Pasado colonial

No cabe duda: la dispar relación que establece la sociedad dominante con los pueblos indígenas está marcada por el progresivo deterioro que implica la disminución de la población originaria, la apropiación o disposición de sus territorios y el exterminio de su cultura. Esta relación tuvo su origen en el proceso de conquista, simulado como en-cuentro de dos mundos.

Desde entonces hasta nuestros días, la sociedad dominante se ha negado a reco-nocer la profunda y especial relación que los pueblos indígenas mantienen con la tierra, con el territorio y con los recursos naturales. Esta negación se advierte en el despojo de sus tierras y en el desconocimiento de sus derechos sobre el territorio, los recursos del mismo,3 y también en el rechazo al reconocimiento de sus formas de organización y solución de controversias.

Durante la conquista solía justificarse la apropiación, uso y explotación de las tierras y los recursos naturales en la vieja doctrina del terra nullius, que sostenía que las tierras descubiertas pasaban al dominio de quien las descubriera. Sobre esta base, y asumiendo que las tierras indígenas no tenían dueño, y por tanto podía disponerse de ellas, los conquistadores se apropiaron de las mismas4. Esta misma percepción colonial persiste, y conlleva la minusvaloración de las tierras indígenas cuando no cumplen la finalidad de la explotación en beneficio de otros no indígenas.

La experiencia de San Pedro Chenalhó y San Pablo Chalchihuitán se inscribe en esa dinámica. Ambos son pueblos prehispánicos de los cuales no se cuenta con claros y precisos antecedentes sobre su origen. Calnek (AGI, Guatemala, 161) señala que “la primera referencia a Chenalhó se remonta a 1598”5 y en cuanto a Chalchihuitán no se 3 Hoy día existe una legislación, la Ley de Minería, que reafirma los derechos del Estado sobre el subsuelo en el territorio nacional, incluyendo los territorios indígenas; y existe, además, una ley penal, y otra que protege el medio ambiente, que sancionan el aprovechamiento de los recursos de la superficie de esos territorios. Los pueblos indígenas no disponen del subsuelo, ni de la superficie. El colmo de tal dominación lo representa el hecho de que los indígenas pueden ser sancionados penalmente por cortar un árbol dentro de su territorio.4 Esta injusta relación colonial y postcolonial con los pueblos indígenas ha sido objeto de múl-tiples estudios teóricos, así como de los mecanismos universales de protección de los derechos indígenas. Entre los primeros puede consultarse, Stavenhagen, Rodofo, Derecho Indígena y Derecho Humanos en América Latina, México, El Colegio de México-IIDH, 1988; Florescano, Enrique, Etnia, Estado y Nación. Ensayo sobre las identidades colectivas en México, México, Nuevo Siglo, Aguilar, 1996; y para los segundos, el documento de trabajo final preparado por la Relatora Especial de Naciones Unidas Contra la Discriminación “Prevención de Discriminaciones y Protección a los Pueblos Indígenas y a las Minorías. Las poblaciones indígenas y su relación con la tierra.” E/CN.4/Sub.2/2001/21.5 Orantes García, José Rubén, Derecho Pedrano. Estrategias Jurídicas en los Altos de Chiapas, Méxi-co, PROIMMSE, 2007.

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dispone de datos. No obstante, puede considerarse la afirmación de García de León, para quien la mayoría de la población de los Altos de Chiapas es descendiente de los grupos mayenses que habitaban estas zonas desde antes de la llegada de los conquis-tadores.6

Además, la tradición oral parece ubicar como contemporáneos a ambos pueblos. Por lo menos eso se desprende del siguiente relato:

La tradición dice que los santos patronos, San Pedro (Chenalhó) y San Pablo (Chal-chihuitán), antes de establecerse en sus respectivos pueblos, caminaron juntos, esta-blecieron sus mojoneras utilizando elementos naturales como ríos, cerros, montícu-los, árboles, etcétera, y dieron su palabra de respetar sus rayas y mojoneras.7

Durante el periodo colonial, San Pedro Chenalhó y San Pablo Chalchihuitán, lógicamente, se vieron inmersos en la dinámica que impuso la presencia española. Che-nalhó, al parecer fungió como cabecera de intendencia, y en consecuencia funcionaba como centro administrativo de las encomiendas, repartimientos y tribunas de varias co-munidades y rancherías aledañas.8

Chenalhó también ha fungido como centro comercial y de mercado en la región, a donde suelen acudir las personas de los parajes y comunidades vecinas, entre estas últimas las de Chalchihuitán. La relación entre ambas comunidades ha estado marca-da por un estrecho intercambio comercial, dado que los habitantes de Chalchihuitán acuden a Chenalhó para vender sus productos, o para emplearse como jornaleros. De hecho, de acuerdo con el calendario religioso católico, San Pedro y San Pablo celebran su fiesta el mismo día, y eso también ha contribuido al fortalecimiento de las relaciones de amistad entre ambos pueblos.

La tradición oral también sugiere que ambos santos se visitaban durante las ce-lebraciones del día de San Pedro o San Pablo. Dado que el calendario religioso católico marca el mismo día (29 de junio) de celebración para ambas fiestas, ha sido Chalchihui-tán quien ha recorrido una semana el día de la celebración. La visita de ambos santos era simbólica y considerada muy importante en el fortalecimiento de las relaciones en-tre los pueblos; por eso participaban en el cortejo las autoridades, entre ellos los princi-pales, alcaldes, regidores, y los alféreces, que tenían a su cargo la celebración de la fiesta de los santos. Suelen contar las personas mayores de Chenalhó que, cuando iban llegan-6 García de León, Antonio, Resistencia y Utopía, México, Ediciones Era, 1985, pp. 31-34.7 Exposición en 2009 de Jacinto Arias Pérez, entonces Presidente del Comisariado de Bienes Comunales de Chenalhó, ante el Grupo Multidisciplinario, creado para el estudio y análisis del conflicto entre los pueblos de Chenalhó y Chalchihuitán.8 Orantes García, José Rubén, Derecho Pedrano. Estrategias Jurídicas en los Altos de Chiapas, op. cit., p. 65.

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do los pableros, empezaban a tronar los cohetes, y entonces las autoridades de Chenalhó, que se encontraban en la Iglesia, salían a su encuentro. El mismo recibimiento se daba a los pedranos en Chalchihuitán.

Estas relaciones de intercambio en diversos ámbitos se mantuvieron de genera-ción en generación, pero se vieron afectadas por las diferencias territoriales entre am-bos pueblos.

3.Elconflictoterritorialentrepueblos

Chalchihuitán y Chenalhó, como pueblos colonizados, sufrieron el despojo de sus tie-rras y solo pudieron recuperarlas en el marco de las políticas poscoloniales de devo-lución de las tierras a los pueblos indígenas. Fue así que ambos consiguieron títulos primordiales, propios de la época, manuscritos, de acuerdo con la forma, tinta y letra de la época. Es de notarse que Chenalhó ha llevado a cabo el correspondiente proce-so de autenticación de sus títulos a cargo de peritos calificados del Instituto Nacional de Antropología e Historia o de otras instituciones académicas, mientras que Chalchi-huitán no ha mostrado haberlo hecho; no obstante, tampoco existe razón para dudar de la autenticidad de sus documentos. No debe perderse de vista el hecho de que los pueblos indígenas no requieren contar con documentos de propiedad sobre sus tierras ancestrales puesto que son propietarios originarios; los documentos se hacen necesa-rios a raíz de que el sistema dominante exige tenerlos y los pueblos indígenas se ven obligados a conseguirlos.9

Como se ha mencionado, los Bienes Comunales ancestrales de San Pedro Che-nalhó están amparados por tres títulos expedidos una vez concluido el período colo-nial: Ejido, Tam y Majomut que datan de 1843, 1847 y 1850, respectivamente, recono-cidos en el marco de las leyes agrarias de 1826 y 1827, mismas que ofrecieron la posi-bilidad de que los pueblos compraran sus tierras al gobierno para seguir en posesión de ellas. Por su parte, los bienes comunales de Chalchihuitán se encuentran soportados por títulos como El Desierto, Llanos de Maxiló, primero y segundo; y Ejidos de San Pablo Chalchihuitán, que datan también de mediados del siglo XIX.

En la forma en que se elaboraron, los títulos primordiales delimitan los territo-rios indígenas y reivindican posesiones históricas, inmemoriales, según lo consigna am-pliamente Gruzinski.10 Los títulos que poseen Chenalhó y sus correspondientes planos 9 Otras interpretaciones ven en los títulos primordiales un esfuerzo de los indígenas por escribir su visión de la historia. Así Oudijk Michel R. y Romero Frizzi, María de los Ángeles, “Los Títulos Primordiales: Un género de tradición Mesoamericana. Del mundo prehispánico al siglo XXI” en Relaciones. Estudios de Historia y Sociedad, México, núm. 95, vol. XXIV, 2003, p. 23.10 Gruzinski, Serge, La Colonización de lo Imaginario. Sociedades indígenas y occidentalización en el México español siglos XVI-XVIII, Trad. Jorge Ferrero, México, FCE, 1991, pp. 104-148.

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indican con suficiente claridad que la línea divisoria natural entre los territorios de San Pedro Chenalhó y San Pablo Chalchihuitán es el río. Así por ejemplo, el título Majomut, establece en su plano que el límite lo marca el río Mashilhó.

Ha sido una práctica común entre los Estados nación, como entre entidades, municipios, y aún comunidades aprovechar elementos naturales para demarcar sus pro-piedades. En el derecho internacional se reconoce la práctica ancestral del uti posside-tis, para reconocer las posesiones previas o la que se poseían durante la colonización; también se reconoce la utilización de elementos naturales, como ríos, lagos, montañas, piedras, arboles de larga vida, para delimitar territorios. Sepúlveda afirma que los ríos han constituido una frontera natural por excelencia, por la conveniencia geográfica que presentan.11 En el mismo sentido Ortiz Half, dice que un accidente natural, como los ríos, puede ser útil para determinar las fronteras limítrofes.12

En el caso que nos ocupa, debe notarse que Chenalhó también ha fijado su te-rritorio con el municipio de Pantelhó tomando como referencia un elemento natural, en este caso la cresta del Cerro Balumtón, y varios otros municipios y comunidades han seguido el mismo criterio. Quizá porque es una práctica extendida, Chenalhó y Chalchihuitán no habían tenido ningún conflicto derivado de la fijación de sus límites territoriales.

La armonía se alteró cuando ambas comunidades buscaron el reconocimien-to y titulación de sus posesiones ancestrales. Este proceso se dio en el contexto de las políticas campesinistas de la década de los 70, cuando la política del Estado mexicano animaba la constitución de entidades campesinas y a la vez promovía la integración de los indígenas al modelo referido. Fue entonces cuando ambos pueblos se vieron obli-gados a validar sus propiedades y títulos primordiales con documentos expedidos por el sistema jurídico dominante.

El día 29 de enero de 1970, el Departamento de Asuntos Agrarios y Coloni-zación (posteriormente Secretaría de la Reforma Agraria y actualmente Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano –SEDATU–) declaró iniciado el expediente de reconocimiento y titulación de bienes comunales (en adelante RTBC) de Chenalhó. Para el caso de Chalchihuitán se inició el mismo procedimiento a partir del 14 de julio de 1972.

Como parte del proceso de RTBC, el Departamento de Asuntos Agrarios y Co-lonización inició los trabajos de información y medición de los territorios de ambos pueblos. El procedimiento se llevó a cabo teniendo en cuenta lo dispuesto en la Ley Federal de Reforma Agraria vigente en la época, especialmente los artículos 258 a 262. El artículo 258 señala que los pueblos interesados aportarán “los títulos de propiedad 11 Sepúlveda, César, Derecho Internacional Público, México, Porrúa, 1988, p. 224.12 Ortiz Half, Loretta, Derecho Internacional Público, México, Oxford, 2012, p. 102.

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de la comunidad y las pruebas que estimen pertinentes”, como efectivamente lo hicie-ron Chenalhó y Chalchihuitán.

El artículo 259 impone la localización de la propiedad cuyo reconocimiento se solicita y levantar los planos correspondientes; mientras que el artículo 262 establece que la dependencia dictaminará sobre la autenticidad de los títulos presentados, y con todos los elementos de juicio elaborar el proyecto de acuerdo de reconocimiento y ti-tulación.

Resulta un hecho indiscutible que si los pueblos aportaron sus títulos primordia-les (así consta en el informe sobre los trabajos técnicos y administrativos para el RTBC, de fecha 30 de octubre de 1973), en el caso de Chenalhó autentificados, podía adver-tirse de ellos que el límite entre ambos lo marcaba el río Maxiló. No obstante, en el proyecto de acuerdo de RTBC se consigna una omisión, derivada de la deficiencia con que se realizaron los trabajos técnicos, de la omisión de los títulos primordiales, y del desdén con que se valoran los territorios indígenas. La explicación no puede ser otra, puesto que en el proyecto para Chenalhó13 se señala que “en el vértice 226 se inicia la colindancia natural (río de por medio) con los terrenos comunales de San Pablo Chal-chihuitán”, circunstancia que se omite al presentar el proyecto de acuerdo de RTBC de éste último.14

No obstante la omisión referida, con fecha 29 de agosto y 6 de octubre de 1975, se publicaron en los diarios oficiales de la federación, las resoluciones presidenciales para Chalchihuitán y Chenalhó respectivamente. Fue entonces cuando se advirtió que no se había respetado el territorio ancestral de Chenalhó. Conscientes, ambas partes, de que la afectación derivaba de un error atribuible a la dependencia agraria, los re-presentantes de los pueblos firmaron el día 6 de agosto de 1976 un convenio en que acordaron respetar el límite natural reconocido desde tiempos inmemoriales, que es el río, en sus tres espacios: río Balumpí, Ch´ixte´al y Maxiló.15 En el acuerdo se añade que la ejecución de las resoluciones presidenciales debería apegarse a lo convenido por las partes, y así se lo hicieron saber a la instancia agraria.

El primero de diciembre de 1980 se llevó a cabo la ejecución parcial de la re-solución presidencial de Chalchihuitán, y ello marcó el inicio de una fase superior del conflicto, puesto que la ejecución se llevó a cabo sin considerar el acuerdo entre los 13 Diario Oficial de la Federación, 6 de octubre de 1975, p. 17.14 Diario Oficial de la Federación, 29 de agosto de 1975, p. 16.15 Debe aclararse que no fue éste el único error cometido por la dependencia agraria en el proceso de RTBC de Chenalhó y Chalchihuitán. Antes de enviarse los proyectos de RTBC se advirtieron sobreposiciones de los bienes comunales en la franja comprendida entre Tz´ak Uk´um y Pikinte´tik. En esta ocasión ambos pueblos celebraron un convenio, el 18 de julio de 1974, conocido como el Convenio de Campo Los Toros, en que acordaron dividirse en partes iguales las 105 hectáreas en conflicto. El convenio ha sido respetado hasta hoy en día.

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pueblos. A raíz de la persistencia de la instancia agraria en el error cometido, la idea de que “legalmente” se reconocía un derecho a Chalchihuitán comienza a permear entre los pableros.

En 1981, a efectos de fijar sobre el terreno la ejecución de la Resolución Presi-dencial, Chalchihuitán marcó el territorio que se le reconocía, incluyendo aquel con que se le beneficiaba, estableciendo límites artificiales como son los muros de concreto y el alambrado. Dos años después y ante la falta de una solución negociada al diferendo, Chenalhó destruiría los alambrados y muros.

Durante 17 años ambos pueblos vivieron en aparente calma, pues aunque el conflicto subsistía, Chalchihuitán vivió conflictos internos que le representaron encar-celamiento de sus autoridades municipales por parte del sistema jurídico dominante. Este episodio en la vida de Chalchihuitán trascendió en la vida nacional como la ma-sacre de Tz´ak Uk´um,16 y motivó que Chalchihuitán viviera una dinámica de temor, in-certidumbre y alejamiento con las autoridades del sistema político dominante.

En el año 2000, Chenalhó inicia el proceso de ejecución de su resolución presi-dencial, y en respuesta, el primero de junio de ese mismo año, Chalchihuitán demanda al primero ante el Tribunal Unitario Agrario número tres, la restitución de 58-25-00 hectáreas, que presume se le había despojado y que abarcaba desde Tz´ak Uk´um a Se-ranichimtik. A su vez, Chenalhó demanda la anulación de la ejecución parcial de la re-solución presidencial de Chalchihuitán, llevada a cabo el primero de diciembre de 1980 (realmente 19 de octubre de 1981) y que le favorece con 252 hectáreas.

El conflicto se trasladaba al escenario del sistema jurídico central, colonial, no indígena, agrario, tortuoso y reticente al reconocimiento de los derechos de los pueblos indígenas.

4.Elconflictoenelsistemajurídicoypolíticodominante

Resulta obvio que el conflicto entre ambos pueblos pudo haberse evitado por la depen-dencia agraria a cargo de los trabajos técnicos y administrativos de la RTBC, si hubie-ra considerado y tomado con seriedad la inconformidad planteada con los trabajos de medición y el acuerdo de los pueblos para resolver el error de medición. El convenio del 6 de agosto de 1976 pretendía que la ejecución de las resoluciones presidenciales se guiara de conformidad con el acuerdo tomado, es decir, teniendo en cuenta el límite natural que divide ambos territorios. Queda suficientemente claro que el conflicto fue generado por la dependencia agraria, cuyo nombre actual es SEDATU.16 Según Morquecho, en el paraje Tzakiuc’um, municipio de Chalchihuitán, fueron masacrados once campesinos indígenas. Los autores materiales fueron indígenas instigados por los caciques, también indígenas del mismo municipio. Morquecho, Gaspar, “Febrero de 2014: ¿qué está pa-sando en las comunidades indígenas de Chiapas?”, en Chiapasparalelo, 17 de febrero de 2014.

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La concesión de un derecho a Chalchihuitán en su resolución presidencial y el haberse ejecutado al margen de los límites naturales, generó entre los indígenas comu-neros la expectativa de apropiarse de 700 hectáreas que se encuentran del otro lado del río divido en tres partes: Balumpí, Chisteal y Maxiló. Con base en su resolución presi-dencial y planos de ejecución, Chalchihuitán demanda que Chenalhó desocupe, aunque no lo tiene físicamente ocupado, el área de que se le ha beneficiado durante el proce-dimiento de RTBC, mientras que Chenalhó, alegando derechos ancestrales reclama el respeto y la desocupación de su territorio delimitado por el río.

El sistema jurídico central agrario analizó la controversia y la definió como “con-flicto de límites entre ambas comunidades”,17 mismo que fue resuelto, si bien recono-ciendo valor de prueba al convenio suscrito entre los pueblos para definir los límites naturales que los separan, lo cierto es que la valoración del referido, lejos de analizarlo en el marco del derecho indígena, atendió a criterios agrarios, como son el haber sido suscrito ante la Secretaría de la Reforma Agraria, firmado por las autoridades de ambas comunidades, y no haber sido objetado por ninguna de las partes.

Como suele suceder en el sistema jurídico agrario, los procesos se convierten en interminables por lo lentos y engorrosos que resultan, y en este caso no ha sido la ex-cepción. Chalchihuitán recurrió la sentencia emitida en su contra, y una segunda instan-cia confirmó la misma, ante lo cual interpuso el recurso de amparo directo, logrando el seis de mayo de 2006 la concesión de amparo para efectos de suplir deficiencias en el procedimiento agrario. Hasta hoy día la instancia agraria no ha resuelto la controversia, aunque han trascurrido once años.

Mientras el procedimiento agrario se lleva a cabo, ambas comunidades han su-frido un conflicto social que ha escalado a niveles de violencia, con resultado de dos personas muertas en el área de conflicto.18

Ambos sucesos han revelado la imposibilidad de resolver el conflicto por vías ju-rídicas, dado que ninguna de las partes parece dispuesta a ceder en sus pretensiones con relación al área en disputa, y tampoco ha mostrado disposición para cumplir con una resolución jurídica agraria. Además se evidenció la necesidad de buscar opciones de so-lución consensuadas y en el marco del respeto a los derechos de ambas comunidades.

El 15 de agosto de 2008, a raíz de la muerte de Antonio Jiménez Ruiz, ambas comunidades acordaron la conformación de un Grupo Multidisciplinario, que estudia-ra y analizara el conflicto desde las disciplinas sociológicas, antropológicas, históricas y 17 Sentencia dictada en el expediente agrario número 955/2000 y su acumulado 04/2002, de fecha 06 de junio de 2003, p. 19.18 El día 07 de abril de 2008, Antonio Jiménez Ruiz se encontraba en su terreno, ubicado en el área en disputa, donde fue asesinado a machetazos por indígenas de Chalchiuitán. El día 03 de julio de 2015, un habitante de Chalchihuitán fue asesinado a balazos por un habitante de Chenalhó.

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paleográficas, en función de proponer las alternativas de solución que mejor se apega-ran a la cultura indígena.

El Grupo Multidisciplinario entregó un completo estudio en marzo del año 2010, señalando que los dos pueblos “han sido víctimas de un mal manejo y un mal desem-peño por parte de las instituciones gubernamentales del sector agrario” que causaron la errónea demarcación de sus límites comunes. Así también señala que una solución de fondo requiere una transformación en “la relación política entre ambos pueblos a partir de un mutuo acuerdo de convivencia pacífica, que sea coherente con sus derechos de autodeterminación y que erradique las viejas relaciones de dominación.”

Lamentablemente, el trabajo, el informe, las propuestas y recomendaciones se-riamente elaboradas han sido desdeñados por el sistema político dominante. Cambios en la administración de gobierno, en los operadores políticos que atienden el conflicto, y una actitud política de administración de los problemas sociales, ha resultado en una mayor tensión en la controversia, confrontaciones violentas, y han generado una situa-ción actual que deja como opción previsible el retorno a los tribunales agrarios para continuar con el litigio.

5. Efectos coloniales

El colonialismo despojó o se apropió de las tierras indígenas, el liberalismo devolvió esas tierras pero impuso la necesidad, primero de demostrar la propiedad con docu-mentos y títulos, y luego tener que ser reconocidas y tituladas por el sistema dominante neocolonialista. En esa dinámica han sido involucrados los pueblos indígenas en su re-lación con el Estado: sus tierras, sus formas de organización y sus decisiones requie-ren ser validadas por un sistema jurídico agrario dominante, que no siempre protege y garantiza la propiedad indígena. Seguramente la explicación se encuentra en la concep-ción ampliada de la acumulación originaria de capital a que Harvey hace referencia, sus-tituyendo el concepto, dada su actualidad, por “acumulación por desposesión”19. Las políticas y acciones estatales, evidenciadas en el caso que se expone, no parecen tener otra finalidad que no sea el desconocimiento de los derechos de los pueblos indígenas sobre su territorio.

Es cierto que en la década de los 70 y los 80, cuando las diferencias de límites entre Chenalhó y Chalchihuitán comienzan a presentarse, los derechos de los pueblos indígenas aún se encontraban en sus primero estadios de discusión y reconocimiento.20 Por ejemplo, el Convenio 169 de la OIT solo sería adoptado hasta junio de 1989 y sus

19 Harvey, David, El Nuevo Imperialismo. Acumulación por Desposesión, Buenos Aires, CLACSO, 2005, pp. 111-115.20 Anaya, S. James, Los Pueblos Indígenas en el Derecho Internacional, Madrid, Trotta, 2005.

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disposiciones obligarían a México a partir del cinco de septiembre de 1990. Aunque México había ratificado en 1981 la Convención Americana sobre Derechos Humanos (en adelante Convención americana), los mecanismos de protección y defensa de los derechos, derivados de la misma, aún no se ocupaban de los derechos indígenas.21

No obstante, el hecho de que existiera legislación para llevar a cabo el proceso de RTBC sugiere un reconocimiento de la ocupación y uso ancestral de las tierras que los indígenas venían poseyendo. De hecho, el procedimiento establece la medición de las tierras teniendo en consideración, cuando se cuente con ellos, los documentos his-tóricos de los indígenas. Por tanto, ese procedimiento debería observar tales documen-tos, así como la relación cultural que los indígenas establecen con la tierra. Es decir, los procedimientos de RTBC debieron llevarse a cabo observando estrictamente las pose-siones indígenas y evitando los efectos negativos que un mal procedimiento tuviera en la vida indígena, como sucedió en el caso estudiado.

No se ignora el hecho de que los títulos primordiales son, en no pocas veces, menospreciados porque se les presume falsos, o elaborados bajo la idea errónea de la propiedad o porque fueron los mismos indígenas quienes los elaboraron. Más allá de esta percepción, en el presente caso los títulos reflejan una propiedad y posesión que no había representado conflicto entre los pueblos. Es más, ambos reconocían los lími-tes plasmados en los títulos; por tanto, no había razón para que la instancia agraria no se apegara a ellos.

Para el año 2000, cuando el conflicto territorial entre los pueblos comienza a tornarse violento, el Convenio 169 de la OIT, la Convención Americana, y otros tra-tados que protegen derechos humanos, habían sido suscritos por el Estado mexicano, quien se encontraba obligado a cumplir con sus disposiciones. También la Constitución mexicana había reconocido en el artículo segundo, el carácter pluricultural de la nación mexicana, así como los sistemas normativos indígenas.

Una de las primeras obligaciones que impone la garantía efectiva de los derechos indígenas es justamente la “consideración de las características propias que diferencian a los miembros de los pueblos indígenas de la población en general y que conforman su identidad cultural.”22 Bajo esa perspectiva debió llevarse a cabo el proceso de revisión de la inconformidad surgida a raíz del RTBC. Teniendo en cuenta lo anterior, además de lo dispuesto en el artículo segundo constitucional, con relación a la aplicación de

21 México aceptó la jurisdicción de la Corte Interamericana de Derechos Humanos el 16 de diciembre de 1998, y este órgano resolvería el primer caso en que se abordan problemáticas de los pueblos indígenas en agosto de 2001 (Awas Tingni Vs. Nicaragua).22 CoIDH, Comunidad Indígena Yakie Axa vs. Paraguay, sentencia de 17 de junio de 2005, par. 51.

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sus propios sistemas normativos en la regulación y solución de sus conflictos internos, debió privilegiarse el acuerdo entre los pueblos.

Es cierto que fue en el año 2001 cuando la Corte Interamericana de Derechos Humanos (en adelante la Corte Interamericana), por primera vez analiza los derechos de propiedad y acceso a los recursos naturales de los pueblos indígenas, al resolver el emblemático caso Awas Tingni Vs. Nicaragua23; sin embargo, para entonces las dispo-siciones de la Convención americana resultaban ya de cumplimiento obligatorio para México. En ese sentido el proceso de revisión de la controversia en el juicio agrario de-bió observar lo dispuesto en el tratado referido, en particular el derecho a la propiedad, previsto en el artículo 21, así como la jurisprudencia de la Corte Interamericana en re-lación con la interpretación del referido artículo.

En efecto, para la fecha en que el tribunal agrario resuelve la controversia, el marco jurídico nacional e internacional ya otorgaba una protección más amplia de los derechos indígenas y la misma jurisprudencia internacional ya se había ocupado de cla-rificar la concepción y percepción de los indígenas con relación al territorio.

La significación especial de la propiedad comunal de las tierras ancestrales para los pueblos indígenas, inclusive para preservar su identidad cultural, debieron y deben ser observadas en el proceso de atención y resolución del conflicto territorial.

Esta relación estrecha y especial que los indígenas mantienen con la tierra debe ser reconocida y comprendida como la base fundamental de su cultura, vida espiritual, integridad, supervivencia económica. “Para las comunidades indígenas la relación con la tierra no es meramente una cuestión de posesión y producción sino un elemento ma-terial y espiritual del que deben gozar plenamente, inclusive para preservar su legado cultural y transmitirlo a las generaciones futuras.” Tal es la conclusión de la Corte In-teramericana en el reiterado caso Awas Tingni. En el caso en estudio se reafirma, pues esa es la convicción que han venido sosteniendo los habitantes de Chenalhó. Lamen-tablemente, tanto las instancias políticas como las jurídicas han sido insensibles a esa cosmovisión, y abordan la problemática como un conflicto meramente agrario.

El no corregir en su oportunidad las omisiones en que incurrieron los funcio-narios de la dependencia agraria, no resolverlo en el transcurso de los años, e incluso el hecho de que la misma Secretaría de la Reforma Agraria sostuviera, a pesar de las evi-dentes irregularidades, la validez de sus trabajos, ha generado la percepción de que el reclamo de tierras por parte de Chalchihuitán es legal y legítimo. A su vez, esto ha per-petuado un conflicto entre comunidades que trastoca su vida social y cultural, además

23 CoIDH, Awas Tingni Vs. Nicaragua, op. cit.

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del desgaste económico que implica atender un conflicto por más de treinta años ante instancias políticas y jurídicas.24

Ambos pueblos han sido involucrados en una dinámica perversa que solo se ex-plica en el interés de confrontarlos, en la discriminación por razón de su condición de indígenas, y en el desdeño de sus formas de resolución de controversias. En el caso en estudio, la instancia agraria desestimó el acuerdo entre los pueblos, que habría evitado el conflicto, y ello revela una percepción de la propiedad de la tierra ajena a la cosmo-visión indígena.

La medición errónea o dolosa de los límites territoriales entre ambos pueblos por parte de la dependencia agraria ha generado no solo la controversia agraria que se desarrolla en los tribunales, sino también una dinámica comunitaria entre ambos pue-blos que los hace verse como rivales en la lucha por la tierra, y que los ha conducido, incluso a confrontaciones violentas.

Tampoco las autoridades políticas han sido sensibles al reconocimiento de los derechos indígenas, incluso parecen desentenderse del conflicto, arguyendo que la res-ponsable es la instancia federal agraria. Tal percepción resulta por demás equivocada si consideramos que desde junio de 2011 la Constitución mexicana impone obligaciones en materia de derechos humanos a todas las autoridades.

Es evidente la responsabilidad del Estado mexicano por la violación de los de-rechos de los pueblos indígenas en pugna, y por las secuelas económicas, sociales y pérdida de vidas que el conflicto ha arrojado desde 1975 hasta la fecha. Ello impone la discusión, análisis y solución del conflicto territorial en el marco de los derechos de los pueblos indígenas, de sus mecanismos para la solución de controversias, y asumiendo la responsabilidad del Estado en relación con los derechos humanos.

6. Conclusiones

La dinámica de discriminación y desconocimiento de los derechos de los pueblos in-dígenas persiste. Se evidencia, no solo en el despojo y disposición de los territorios in-

24 Lamentablemente, el caso en estudio no es único, abundan los conflictos agrarios entre comunidades indígenas generados por los trabajos erróneos llevados a cabo por la instancia agraria. Así, por ejemplo, en Oaxaca, se afirma que, hasta el año 2004, la Procuraduría Agraria había registrado al menos 307 controversias agrarias por esta causa. Ver al respecto González Camargo, José Bernabé, “Una Estrategia Integral para la Conciliación de Controversias por límites de terrenos entre núcleos agrarios en el estado de Oaxaca”, en Estudios Agrarios, núm. 27, Sep-Dic. 2004, p. 5; López Bárcenas, Francisco, “Territorios Indígenas y Conflictos Agrarios en México”, en Estudios Agrarios, núm. 32, 2006. También se presenta como constante, el otorgar falsas extensiones o disminuciones, según el caso, de las tierras, lo que genera conflictos jurídi-cos y políticos que muchas veces, como en este caso, también conllevan pérdidas de vida.

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dígenas para fines comerciales, sino también en el desdén de sus sistemas normativos propios para la solución de sus controversias.

Aunque los pueblos indígenas han sido obligados por el sistema jurídico domi-nante a demostrar con documentos sus propiedades, cuando llevan a cabo estos proce-dimientos de reconocimiento y titulación, el mismo sistema jurídico desdeña y cuestio-na tales documentos, generando conflictos territoriales que confrontan a los pueblos indígenas.

Chenalhó y Chalchihuitán han sido víctimas del sistema jurídico y político domi-nante, que los ha involucrado en una controversia territorial cuya escalada de violencia es ascendente, y de cuyos resultados el mismo sistema se desentiende.

Cuarenta años de conflicto ha revelado la responsabilidad del Estado en el ori-gen, evolución y resultado del mismo. Es perentoria la solución del conflicto en el mar-co de los mecanismos e instituciones propias de los pueblos indígenas para solucionar sus controversias, y en ese proceso las instituciones del Estado deben colaborar activa-mente, y no desentenderse.

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