casa de recogimiento para prostitutas de caracas, 1683-1706
Post on 04-Jul-2015
656 Views
Preview:
DESCRIPTION
TRANSCRIPT
República Bolivariana de Venezuela Universidad Central de Venezuela Facultad de Humanidades y Educación Escuela de Historia Caracas
TRABAJO DE GRADO PARA OPTAR AL TÍTULO DE LICENCIADO EN HISTORIA
CASA DE RECOGIMIENTO DE CARACAS Corrección de las públicas pecadoras por la
devoción, 1683-1706
Ingª. Susana Rebon López C.I. V-5.315.275
Profesor Tutor: Guillermo Durand
1
Entonces una mujer de la ciudad, que era pecadora, al saber que Jesús estaba a la mesa en casa del fariseo, trajo un vaso de alabastro con perfume; y estando detrás de él a sus pies, llorando, comenzó a regar con lágrimas sus pies, y los enjugaba con sus cabellos; y besaba sus pies, y los ungía con el perfume. Cuando vio esto el fariseo que le había convidado, dijo para sí: Este si fuera profeta, conocería quién y qué clase de mujer es la que le toca, que es pecadora. (…) Y vuelto a la mujer, dijo a Simón: ¿Ves esta mujer? Entré en tu casa, y no me distes agua para mis pies; mas ésta ha regado mis pies con lágrimas, y los ha enjugado con sus cabellos. No me diste beso; mas ésta, desde que entré, no ha cesado de besar mis pies. No ungiste mi cabeza con aceite; mas ésta ha ungido con perfume mis pies. Por lo cual te digo que sus muchos pecados le son perdonados, porque amó mucho (…) Y a ella le dijo: Tus pecados te son perdonados. (…) Tu fe te ha salvado, ve en paz.
Lc, 7, 37-50
2
Índice Introducción ......................................................................................................3 Capítulo I En beneficio de las públicas pecadoras arrepentidas .....................................16
A.- La prostitución pública: mal menor o marea de desmanes ...................16 B.- Los Soldados de Cristo contra las mancebías ......................................23 C.- Las Casas de Arrepentidas y las Casas de Recogimiento ...................34
Capítulo II La Casa de Recogimiento de Caracas ...........................................................40
A.- De la mar la sal, de la mujer mucho mal ...............................................40 B.- Para reformación de las costumbres .....................................................56
Conclusiones ..................................................................................................71 Anexo .............................................................................................................75
Transcripciones Real Cédula del 2 de marzo de 1666 ..................................................75 Real Cédula del 30 de diciembre de 1697 ..........................................77
Recopilación de las Ordenanzas de Mancebía de Sevilla (1553) ...............80 Plan de Trabajo…………………………………………………………………..88
Bibliografía .....................................................................................................95 Cronología ....................................................................................................102
3
Introducción En la sociedad colonial venezolana del siglo XVII, la prostitución de la
mujer era considerada un pecado en vez de un delito. De hecho, estas
mujeres eran denominadas públicas pecadoras, y en esa definición también se
incluían a todas aquellas mujeres que fueran acusadas de cometer pecado de
lujuria, ya fuera porque vivieran en concubinato o porque cometieran adulterio.
En todo caso, la Corona de España se preocupó por proveer soluciones
particulares a este asunto, con motivo de los cambios suscitados por la
Contrarreforma, aplicando la concepción impuesta por el Concilio de Trento,
en cuanto a una visión ética de la conducta sexual, basada en la contención de
las pasiones como valor principal. Esta moral se tradujo en una normativa que
se ocupó en especial de la mujer como prostituta. Sin embargo, cabe decir que
los principales promotores de este nuevo concepto en el trato de la
prostitución, fueron los Jesuitas y en especial el fundador de la orden, Ignacio
de Loyola, quienes comenzaron a crear las Casas de Arrepentidas. Su
influencia en la Casa Real de España se hizo sentir al punto que lograron que
se crearan por parte de la Corona, instituciones de beneficencia análogas a las
Casas de Arrepentidas, conocidas de ahí en adelante en la legislación
castellana e indiana como Casas de Recogimiento o Casas de Recogidas, las
cuales se fundaban en las ciudades principales a petición de la Iglesia o de los
Gobernadores. Estaban bajo la protección del Patronato Real y eran
financiadas adicionalmente por medio de Obras Pías y por donaciones que
4
hacían los Obispos. Al internar a las mujeres prostitutas en estas Casas, se
trataba de alejarlas de los lugares de pecado por medio del aislamiento social
y corregirlas por la devoción religiosa, brindándoles un refugio para la carne y
para el espíritu, siendo los Jueces Eclesiásticos los únicos encargados de
determinar los casos que ameritaran tal medida.
La fundación de estas instituciones se verifica en las Indias durante todo
el siglo XVII y buena parte del siglo XVIII, hasta que surgen las ideas de la
Ilustración y se desacraliza la sociedad, por lo que la prostitución pasa a ser ya
un problema social y no religioso exclusivamente, enfocado en el orden de la
higiene y prevención del delito común asociado por siempre a esta actividad. A
partir de ahí, a las prostitutas se las confinó en las Casas de Misericordia y su
regeneración se lograba a través del trabajo utilitario y de la formación en
alguna profesión propia de su sexo.
En momentos anteriores y desde la Baja Edad Media, la prostitución
era considerada en toda la Cristiandad un mal menor, un pecado menor, por lo
que se podía permitir a los jóvenes solteros salir con prostitutas, con el objeto
de que no fueran motivo de disturbio para las doncellas, las casadas y las
viudas. Por lo tanto, la prostitución se ejercía bajo la supervisión y control de
las municipalidades y los lugares dedicados a tal fin se conocieron como
mancebías públicas.
En Caracas, en particular, hasta lo que se sabe, no se llegaron a
establecer mancebías públicas como en la metrópoli, más que nada por las
enormes dificultades que los españoles confrontaron por décadas para
5
consolidarla como ciudad, debido a la resistencia que opusieron por años las
poblaciones indígenas del Valle de Caracas a las acciones de invasión y
conquista de sus territorios por parte del imperio español, por lo que la ciudad
creció lentamente en población. Posteriormente el interés público se centró
principalmente en proteger a la ciudad del ataque de piratas y corsarios, y ya
para 1623 se publicaba la Pragmática Real de Felipe IV que extinguió la Casa
Pública o Mancebía. Sin embargo esto no exime que existiera la prostitución
en la ciudad. Por lo tanto vemos como en 1692 se funda la Casa de
Recogimiento de Caracas, por petición expresa de Don Diego de Baños y
Sotomayor, como parte de su gestión como Obispo de la Diócesis de
Venezuela (1683-1706).
El Obispo Diego de Baños y Sotomayor redactó e hizo todas las
gestiones para que se aprobaran y se pusieran en vigencia las Constituciones
del Sínodo Diocesano de Santiago de León de Caracas de 1687, en las cuales
indica en forma expresa, en el apartado sobre el concubinato, que está
construyendo por esa época una Casa de Recogimiento para mujeres. Estas
Constituciones adaptaron magistralmente los postulados morales de la
Contrarreforma previstos en el Concilio de Trento (1545-1563), a la realidad
vivida por la sociedad colonial de la Diócesis de Venezuela.1
Este aspecto particular de la vivencia de la mujer, dentro de la sociedad
colonial de Caracas, apenas ha sido estudiado, y no pasa más allá de breves
menciones en trabajos de investigación relacionados con la historia de los
1 Gutiérrez de Arce, Manuel, El Sínodo Diocesano de Santiago de León de Caracas, 1975.
6
sitios de reclusión carcelaria, o de las Obras Pías. La historiadora Ermila
Troconis de Veracoechea menciona en su libro Las Obras Pías en la Iglesia
colonial venezolana2, la fundación de la Casa de Recogimiento de Caracas en
1692, la cual se conocería como Hospicio de Nuestra Señora de la Caridad y
sería parte integral del Hospital del mismo nombre, e indica el uso particular
que se le daba al Hospicio y la Obra Pía que sirvió para el financiamiento del
mismo. En su obra Orígenes de la pobreza en Venezuela3, la autora hace
mención expresa y más detallada del objeto de esta particular institución de
beneficencia. El cronista de Caracas Enrique Bernardo Núñez en su obra La
ciudad de los techos rojos4, también menciona la fundación y el carácter de
esta institución, así como la emisión de Reales Cédulas relacionadas con el
proceso de fundación, pero sin entrar en mayores detalles.
El período escogido para historiar (1683-1706), correspondiente a la
gestión de Don Diego de Baños y Sotomayor, como Obispo de Caracas,
permite analizar las relaciones entre la sociedad colonial, la prostitución y la
legislación indiana aplicada a la Diócesis y Gobernación de Venezuela, así
como la relación de la Iglesia con el Estado en sus roles de ductores de la
sociedad, además nos permite valorar el interés que el problema de la
prostitución, como pecado público, revistió para la Corona Española, al punto
de crear una institución de beneficencia para dar una solución acorde al orden
moral vigente.
2 Troconis de Veracochea, Ermila, Las Obras Pías en la Iglesia Venezolana, 1971. 3 __________________________, Orígenes de la pobreza en Venezuela, 2002. 4 Núñez, Enrique Bernardo, La ciudad de los techos rojos, 1988.
7
Desde la óptica política es un periodo de consolidación del régimen
colonial; la ciudad de Caracas aún estaba más preocupada por hacer obras de
ingeniería militar que reforzaran la seguridad frente a los posibles ataques de
piratas y corsarios, y por problemas relacionados con la cosecha y comercio
del cacao, que por los problemas de interés social.
La prostitución en la América colonial y en la Venezuela colonial en
particular, desde la perspectiva histórica, ha sido escasamente tratada.
Apenas se menciona su existencia en las obras de temas relacionados, y la
razón subyacente es la poca cantidad de documentos escritos conocidos hasta
el momento, pues según la moral de la época, el honor de la mujer y por ende
el de la familia, estaba por encima de cualquier consideración, por lo que los
expedientes sobre esas trasgresiones eran catalogados como secretos y en
algunos casos eran luego eliminados por la Iglesia, para no fomentar las
conductas desviadas al llegar al conocimiento de personas inocentes y a la
vez proteger la reputación de los involucrados y sus familias. Los estudios que
destacan este tema, están básicamente referidos a las instituciones que
regularon tal actividad, y mencionan la dificultad que han tenido de obtener
fuentes hasta el momento, para el periodo histórico objeto de esta tesis,
encontrando escasas menciones en expedientes judiciales, sobre la reclusión
de alguna mujer en particular por prostituta. Las pesquisas realizadas en el
Archivo Histórico de la Arquidiócesis de Caracas, arrojaron un resultado nulo
en cuanto a expedientes judiciales sobre casos de prostitución durante el
período de estudio, aunque era el Juez Eclesiástico el que estaba a cargo de
8
aplicar la normativa relacionada con la reclusión de las públicas pecadoras en
la Casa de Recogimiento, encontrándose únicamente los relacionados con la
fundación, cuidado y mantenimiento de la Casa de Recogimiento en la sección
de Obras Pías, y otros pocos que mencionan la Casa en las secciones de
Cédulas Reales y Libros Diversos, y en el Archivo Histórico Municipal de
Caracas en el libro de Cédulas Reales, se encuentran documentos en los que
el Rey solicita información sobre su construcción, los cuales constituyen las
fuentes primarias manuscritas utilizadas en esta tesis. De inestimable valor
son las transcripciones de los textos de El Sínodo Diocesano de Santiago de
León de Caracas de 16875, realizadas por Manuel Gutiérrez de Arce, y la
catalogación y resúmenes de los libros de la Sección de Obras Pías del
Archivo Histórico Arzobispal de Caracas realizadas por Ermila Troconis de
Veracoechea en su obra ya citada Las Obras Pías en la Iglesia colonial
venezolana. 6
Asimismo, se consultó una variada bibliografía que permitió un
acercamiento a la época estudiada; en su mayoría obras de historia social,
jurídica y política, y en particular Historia de la Iglesia colonial española y de
Indias, desarrolladas por autores venezolanos y extranjeros, estudiosos del
período colonial venezolano, así como de las demás sociedades coloniales del
subcontinente americano.
5 Gutiérrez de Arce, Manuel, Ob. cit.
6 Troconis de Veracochea, Ermila, Ob. cit., 1971.
9
Como tema relacionado podemos destacar el concubinato en la colonia
venezolana, y de alguna forma los autores que han tratado este aspecto como
Elías Pino Iturrieta, en su obra Contra lujuria, castidad7, proporciona una visión
sobre los usos y costumbres relacionados con la conducta sexual y de los
valores morales asociados a ésta en la sociedad colonial venezolana, y
aunque estos estudios versan básicamente sobre el siglo XVIII, son
igualmente válidos para el estudio del siglo XVII, pues en materia de
costumbres, usos morales y normativas relacionadas con la sexualidad de la
mujer y su rol en la sociedad, no se verificaron cambios significativos hasta la
llegada de las ideas de la Ilustración, y aún así los cambios en la mentalidad
fueron lentos.
Sobre la educación de la mujer en la época colonial tenemos la obra de
Ildefonso Leal, La educación de la mujer en la época colonial venezolana8, en
la cual se puede apreciar lo que se esperaba que fuera su comportamiento por
lo que se les enseñaba. En cuanto al rol de la mujer en la sociedad colonial
americana, este es tratado ampliamente en las obras de las autoras
mexicanas Pilar Gonzalbo Aizpuru y Asunción Lavrin. De Pilar Gonzalbo
Aizpuru podemos destacar Familia y orden colonial9 y de Asunción Lavrin
tenemos la Introducción de la obra colectiva Sexualidad y matrimonio en la
7 Pino Iturrieta, Elías, Contra lujuria castidad. Historias de pecado en el siglo XVIII venezolano,
1992. 8 Leal, Ildefonso, “La educación de la mujer en la época colonial venezolana”, en La mujer en la Historia de América, Tomo I, 1995. 9 Gonzalbo Aizpuru, Pilar, Familia y orden colonial, 1998.
10
América hispánica, siglos XVI-XVIII10, de la cual es coordinadora. De igual
manera la autora francesa Fréderique Langue, ha estudiado en sus obras, al
menos tangencialmente, el tema de la prostitución en Caracas, en especial en
el trabajo publicado en la obra colectiva bajo la coordinación de Elías Pino
Iturrieta, Quimeras de amor, honor y pecado en el siglo XVIII venezolano
(1994), titulado Las ansias del vivir y las normas del querer. Amores y “mala
vida” en Venezuela colonial.11
Si bien son escasos, existen estudios sobre la prostitución y sobre la
institución de las Casas de Recogidas en España y en otras ciudades de
América, pudiendo mencionar a los historiadores españoles Andrés Moreno
Mengíbar, Francisco Vázquez García y María Dolores Pérez Baltasar, a las
mexicanas Josefina Muriel y Margo Glanz y a la chilena Patricia Peña
González.
Andrés Moreno Mengíbar y Francisco Vázquez García, en Poderes y
prostitución en España (siglos XIV-XVII). El caso Sevilla12, desarrollan un
estudio sobre cómo cambió la percepción de la prostitución por parte del
Estado como consecuencia de la Contrarreforma, al incorporar los decretos
tridentinos en la legislación castellana y de Indias, y de cómo fueron los
jesuitas los principales propulsores de la abolición de los prostíbulos públicos o
10 Lavrin, Asunción, (coordinadora). Sexualidad y matrimonio en la América Hispánica, 1991
11 Langue, Fréderique, “Las ansias del vivir y las normas del querer. Amores y mala vida en Venezuela colonial” en Elías Pino Iturrieta (Coordinador) Quimeras de amor, honor y pecado en el siglo XVIII venezolano, 1994. 12 Moreno Mengíbar, Andrés y Vázquez García, Francisco, “Poderes y prostitución en España (siglos XIV-XVII). El caso Sevilla”, en Criticón, Nº 69,1997.
11
mancebías y de la creación de las Casas de Recogidas como establecimiento
de beneficencia del Estado, aspectos estos que constituyen los antecedentes
de la fundación de la Casa de Recogimiento de Caracas. La valoración de las
fuentes utilizadas en ese estudio, como los archivos de las Arquidiócesis y de
las municipalidades, en particular las secciones que tuvieran que ver con la
creación de Hospicios y Hospitales, y el tipo de documentos referidos, como
las Constituciones Sinodales de Granada, sirvieron de pista para realizar el
arqueo de fuentes preliminar de esta tesis y constituyen una guía metodológica
para el abordaje de los antecedentes morales, sociales y políticos de la
creación de las Casas de Recogimiento.
María Dolores Pérez Baltasar, en Orígenes de los recogimientos de
mujeres13, estudia en particular, la forma y el nuevo concepto de tratamiento
de la mujer, para que se alejara y denigrara de la prostitución al brindarle todas
las condiciones consideradas necesarias para bien vivir, de las cuales la más
importante era el adoctrinamiento en los valores cristianos de la contención por
la devoción, lo cual constituyó una política positiva del Estado español a favor
de la mujer. Además menciona la fundación de estas instituciones en las
ciudades americanas y desarrolla brevemente el caso de la fundación de la
Casa de Recogimiento de Buenos Aires, el cual sirve de base metodológica
para esta tesis.
13 Pérez Baltasar, María Dolores, “Orígenes de los recogimientos de mujeres”, en Cuadernos de Historia Moderna y Contemporánea, VI, 1985.
12
Patricia Peña González en La Casa de Recogidas de Santiago, un
hospital de almas14, hace un estudio sobre el rol de la mujer en la sociedad en
el Chile colonial, además de presentar una interesante relación de las lecturas
habituales que se permitían a las mujeres para su formación social y religiosa.
Trabaja además, los antecedentes de las Casas de Recogimiento y menciona
los diferentes tipos que se crearon pudiendo ser de prevención o de corrección
y para las diferentes calidades de mujeres. Estudia el proceso de fundación de
la Casa, las dificultades para conseguir fondos para su construcción, y hace un
interesante estudio de las Constituciones y Ordenanzas de dicha Casa, que
son especialmente ilustrativas sobre el carácter y operatividad de la misma, y
que sirve para conocer en detalle el objeto de dichas instituciones.
Ildefonso Leal en La educación de la mujer en la época colonial
venezolana15, desarrolla una breve semblanza de la obra en pro de la
educación femenina realizada por el Obispo Diego de Baños y Sotomayor
durante su gestión en Caracas, haciendo especial mención del interés que
tenía el prelado en la creación de la Casa de Recogidas de Caracas.
Fréderique Langue, en Las ansias del vivir y las normas del querer.
Amores y “mala vida” en Venezuela colonial, publicada en la obra colectiva
bajo la coordinación de Elías Pino Iturrieta, Quimeras de amor, honor y pecado
14 Peña González, Patricia, “La Casa de Recogidas de Santiago, un hospital de almas”, en
Anales de la Universidad de Chile, sexta serie, Nº 6, 1997. 15 Leal, Ildefonso, “La educación de la mujer en la época colonial venezolana”, en La mujer en la Historia de América, Tomo I, 1995.
13
en el siglo XVII16, estudia el repertorio de pecados vigentes en la sociedad
colonial entre los que se encuentra la prostitución y destaca la dificultad
encontrada trabajando documentos sobre trasgresiones sexuales, al tratar de
diferenciar a la prostituta de la mujer que se relacionaba ilícitamente con varios
hombres de su vecindario. También menciona el uso de la Casa de
Recogimiento como lugar de reclusión para las mujeres pecadoras.
Elías Pino Iturrieta, en Contra lujuria, castidad17, desarrolla un breve
estudio sobre las Constituciones Sinodales de 1687, redactadas por el Obispo
Diego de Baños y Sotomayor, donde destaca la importancia de tales
normativas en la formación de la sociedad colonial.
Basada principalmente en los documentos y obras mencionadas, la
tesis se desarrolla en dos capítulos y demuestra que la Casa de Recogimiento
para mujeres de Santiago de León de Caracas, fundada en 1692, fue una
institución de beneficencia que formó parte esencial de las prácticas
sociopolíticas del Imperio Español, como brazo secular de la Iglesia Católica,
en la aplicación de la nueva concepción moral impuesta por el Concilio de
Trento, para la prevención, control y corrección por medio de la devoción
practicada en aislamiento, de la mujer, que de acuerdo con los preceptos
morales y religiosos imperantes, estuviera en peligro de desviar su conducta
sexual, o que ya la hubiera desviado a causa del pecado de lujuria.
16 Langue, Fréderique, “Las ansias del vivir y las normas del querer. Amores y mala vida en
Venezuela colonial” en Elías Pino Iturrieta (Coordinador) Quimeras de amor, honor y pecado en el siglo XVIII venezolano, 1994. 17 Pino Iturrieta, Elías, Contra lujuria castidad. Historias de pecado en el siglo XVIII venezolano, 1992.
14
El primer capítulo En beneficio de las públicas pecadoras arrepentidas,
trata del análisis del proceso y de los diferentes aspectos que motivaron al
Estado español, a proceder a incluir dentro de los fines de protección social,
una institución que beneficiara a las prostitutas, la cual estaría bajo el control
directo de la Iglesia, por considerar esta trasgresión de la mujer un pecado en
lugar de un delito.
El segundo capítulo La Casa de Recogimiento de Caracas presenta el
análisis del proceso de fundación de La Casa y la particular concepción que de
esta tenía su fundador, el Obispo Diego de Baños y Sotomayor, tal cual lo
expresó en las Constituciones Sinodales de 1687.
El anexo contiene la trascripción de dos Cédulas Reales;18 la del 2 de
marzo de 1666, en la que la Reina Regente Mariana de Austria exhorta a las
autoridades civiles y eclesiásticas de Indias, para que velen por la moral y las
buenas costumbres, y la del 30 de diciembre de 1697 en la que el
Rey Carlos II se dirige al Maestro de Campo Francisco de Berroterán,
Gobernador y Capitán General de la Provincia de Venezuela (1693-1699),
pidiéndole que informe sobre la construcción del Hospital de Mujeres o Casa
de Recogimiento de Caracas; y por último se presenta la reproducción íntegra
de la Recopilación de las Ordenanzas de Mancebía de Sevilla de 155319, las
18 Archivo Histórico Municipal de Caracas AHMC. Reales Cédulas, Libro 1596-1696,
F 30/31/31r/88/88r/89. 19 Las mismas aparecen citadas en la obra de Moreno Mengíbar, Andrés y Vázquez García,
Francisco, “Poder y prostitución en Sevilla (siglos XIV-XX)”, 1998, p. 257-263, y son la trascripción de las Antiguas ordenanzas municipales de la ciudad de ronda y su jurisdicción mandadas pregonar por orden del rey Don Felipe II….año 1568. Ronda. Málaga. 1889, p. 304-311, disponibles en el Archivo Municipal de Ronda.
15
cuales fueron promulgadas como válidas para todo el Reino de Castilla por
Felipe II en 1570, manteniendo su vigencia hasta el 10 de febrero de 1623,
cuando fueron proscritas definitivamente las mancebías en todo el Reino de
Castilla por Real Pragmática de Felipe IV, y que norman en su primera parte la
labor de los padres de la mancebía encargados de las casas o boticas, y de
velar del buen curso y orden del negocio, y en su segunda parte, la actividad
de las prostitutas.
16
Capítulo I
EN BENEFICIO DE LAS PÚBLICAS PECADORAS ARREPENTIDAS
La institución de la Casa de Recogimiento para mujeres, surge como
consecuencia del cambio en la visión de la prostitución como un mal menor.
De ser ejercida en los reinos ibéricos desde el siglo XIV, en forma pública a
cargo de los gobiernos municipales y muchas veces en inmuebles alquilados
propiedad de la Iglesia, pasa a ser vista, a consecuencia de los cambios
suscitados por el Concilio de Trento, como una exacerbación del pecado, por
lo que su abolición y prohibición por parte del Rey se hizo inminente.
A.- La prostitución pública: mal menor o marea de desmanes
En la España de la Baja Edad Media, la monarquía delegó en los
ayuntamientos la regulación de la prostitución, y esta se expresó legalmente
por medio de ordenanzas que en particular se conocieron como ordenanzas
de mancebía20, por ser este el nombre con que se designó a los inmuebles
donde las prostitutas ejercían “el torpe oficio”. Al parecer el Reino de Aragón
fue el más temprano en regular dicha actividad a seguidas del Reino de
Castilla, donde el Rey Fernando El Católico impuso el mismo sistema de
mancebías.21 El objeto primordial de esta práctica legal era mantener a las
prostitutas recluidas para que no ejercieran su oficio en la calle, lo cual era
causa de escándalo y disgustos, por estar esta actividad ligada a hechos 20 Véase en el anexo la recopilación de las Ordenanzas de la mancebía de Sevilla (1553).
21 Bruquetas de Castro, Fernando, La historia de los burdeles en España. De lupanares,
puteríos reales y otras mancebías, p. 97.
17
delictivos, en sociedad con rufianes, alcahuetes y ladrones, además de ser la
viva expresión del pecado de la lujuria, el cual de esta forma se hacía público,
contraviniendo las normas morales y religiosas imperantes en la época, e
instituidas por la Iglesia cristiana. Al permitir el ejercicio de la prostitución en
las calles, se sometía a las “mujeres buenas” y a las personas de bien, al mal
ejemplo que tan perniciosa costumbre ocasionaba, además de arriesgarse a
perder a los jóvenes hijos víctimas del vicio y de la inseguridad personal,
trastornando el sistema del matrimonio monógamo, base de la familia cristiana,
sobre la cual se fundaba la sociedad medieval monárquica europea.
Sin embargo, una vez que se prohibía el ejercicio de la prostitución, las
autoridades municipales encargadas de la policía de la ciudad, se quejaban
del aumento de los ataques a las doncellas, a las viudas y a las mujeres
casadas, por parte de mozalbetes que actuaban en grupo. Estos ataques se
perpetraban bajo la excusa de que la mujer estaba sola y que ella los había
provocado con su lascivia. Fuera verdad o no, el caso es que aún cuando
trastornaban el orden establecido, tampoco era prudente reprimir
excesivamente a los infractores por ser estos hijos de vecino y no delincuentes
en un sentido estricto.22 Es por esto que se estableció el sistema de mancebía
en acuerdo entre la monarquía y la Iglesia, encargando de su gobierno a los
municipios.
22 Una descripción detallada del modus operandi empleado por las bandas juveniles en
ciudades medievales francesas como Dijon, se puede leer en Jacques Rossiaud, “Prostitución, sexualidad y sociedad en las ciudades francesas en el siglo XV”, en; Ariés Philiphe, A Béjin, Michel Foucault y otros, Sexualidades Occidentales. p. 135-138.
18
Los representantes eclesiásticos formularon justificaciones sobre la
conveniencia de permitir el ejercicio de la prostitución en forma controlada a la
manera de la prostibula publica romana23, citando principalmente a San
Agustín, Doctor de la Iglesia, en especial su obra De Ordine24,
Cap. IV, 12, titulado Los males ordenados contribuyen al decoro del universo,
donde expresa: “¿Qué cosa más sórdida y vana que la hermosura y las
torpezas de las meretrices, alcahuetes y otros cómplices de la corrupción?
Suprime el lenocinio de las cosas humanas y todo se perturbará con la
lascivia; pon a las meretrices en el lugar de la matronas, y todo quedará
envilecido, afeado y mancillado.”
Por otra parte en el matrimonio no era lícito desahogar las pasiones
carnales y así lo expresaba Alfonso X El Sabio en su obra Las Siete Partidas25,
imprimiéndole fuerza legal, en la Ley 9 del Título II de la Cuarta Partida;
“ca muy desaguisada cosa faze, el que usa de su muger tan locamente, como
faría con otra mala”, pasando seguidamente a tolerar a las barraganas como
un mal menor, en la Partida IV, Título XIV; “Barragana, defiende Santa Iglesia,
que non tenga ningún christiano, porque biven con ellas en pecado mortal.
23 ”En la Hispania romana, los lupanares exhibían indistintamente una representación de
Príapo (dios menor representado como un niño con un pene enorme y siempre erecto, al que se consideraba hijo de Dioniso, el dios de la risa, la fiesta y el vino, y de Afrodita), o un enorme falo príapico en la puerta…Y aunque no fue el imperio el que trajo la prostitución a Hispania, fueron los romanos quienes organizaron esta práctica que llegó a tener un éxito excepcional…(siendo llamadas) Prostibulae (las mujeres) que permanecían todo el día y gran parte de la noche a las puertas del lupanar…”; Bruquetas de Castro, Fernando, La historia de los burdeles en España. De lupanares, puteríos reales y otras mancebías, p. 74
24 Hipona, Agustín de, Obras completas, www.agustinus.it (portal web de la Orden de los
Agustinos Recoletos). 25 Las Siete Partidas del muy noble rey Don Alfonso El Sabio, glosadas por el Lic. Gregorio López, del Consejo Real de Indias de S.M.
19
Pero los sabios antiguos que fizieron las leyes, consintiéronles, que algunos
las pudiesen aver sin pena temporal: porque tovieron que era menos mal, de
aver una, que muchas”, continuando en la Ley 2 del mismo título;
“Comunalmente según las leyes seglares mandan, todo ome que no fuesse
embargado de Orden, o de casamiento, puede aver barragana, sin miedo de
pena temporal; solamente que non la aya virgen, nin que sea menor de doze
años; ni tal biuda, que biva honesta, e que sea de buen testimonio.”
Sin embargo, en la mayoría de los casos el tener barragana suponía
cometer adulterio, pues por lo general eran hombres casados de acuerdo a las
conveniencias de las familias según era la costumbre, los que cometían la
trasgresión. Frente a esta situación la prostitución regulada, que suponía el
aislamiento de tal actividad a las afueras de las ciudades en recintos cerrados
y con las mujeres recluidas, identificadas26 y supervisadas por la autoridad
municipal, además de ofrecer protección a la población en general frente a las
enfermedades asociadas a este oficio como la sífilis, conocida como mal de
bubas27, ofrecía una solución a la alteración del sistema de alianzas
matrimoniales, sostén del régimen social. Por lo tanto la fornicación con
prostitutas, se consideró un mal menor, pues evitaba la aparición de los hijos
ilegítimos, manteniendo así el nombre y la herencia dentro de la familia
26 Las prostitutas de acuerdo a las ordenanzas de mancebía, debían ir vestidas de forma especial, siguiendo la costumbre ya impuesta de antiguo por los romanos; “Según avanzó el imperio se les llamó togate, porque entonces a las mujeres públicas se les obligó a usar la toga para que se diferenciaran de las matronas romanas, quienes tradicionalmente usaban la túnica conocida como estola.”; Bruquetas de Castro, Fernando, La historia de los burdeles en España. De lupanares, puteríos reales y otras mancebías, p. 76.
27 Moreno Mengíbar, Andrés y Vázquez García, Francisco, Ob. cit., 1997, p. 41.
20
constituida, evitando las consabidas disputas patrimoniales, y fue catalogado
dicho acto por los teólogos como fornicación simple. Por esta se entendía la
que se realizaba solutus cum soluta, y se tomaba como una de las formas más
leves de violación del sexto mandamiento o de la forma en que se cometía el
pecado de lujuria, y así se contemplaba en los confesionarios utilizados en la
Baja Edad Media.28
Esta situación se revierte a partir del Concilio de Tentro (1545-1563), y
es entonces cuando la fornicación simple pasaría a formar parte de los delitos
de creencia juzgados por el Tribunal de la Inquisición. Santo Tomás de Aquino
ya había hecho una síntesis en el siglo XIII, sobre los pecados sexuales, y fue
esta la guía que siguieron los teólogos tridentinos. 29
En la Suma Teológica (II-IIae), q. 154, Las especies de la lujuria, y en
específico en el artículo 2 titulado ¿Es pecado mortal la fornicación simple?, el
teólogo consideraba que efectivamente era un pecado mortal porque atentaba
contra el orden natural, pues el objeto del coito era la procreación la cual debía
de hacerse dentro del matrimonio monógamo, para así poder atender a los
descendientes y procurarles sustento y educación cristiana, además que la
búsqueda del placer en sí, era considerada la fuente de los peores estragos
para el cuerpo, el cual era considerado el templo de Dios mismo, y aclara a los
partidarios de la prostitución pública: “Hay que sostener que, sin ningún lugar a
duda, la fornicación simple es pecado mortal, a pesar de lo que dice la Glosa
28 Moreno Mengíbar, Andrés y Vázquez García, Francisco, Ob. cit., 1997, p. 38.
29 Schwartz, Stuart, Ob. cit., p. 52 y 53.
21
sobre Dt 23,17, «que no haya prostituta... : Prohibe el trato con las meretrices,
cuya torpeza es venial». En efecto, no es venial, sino venal, lo propio de las
meretrices”.
Sin embargo, los tribunales del Santo Oficio “...no se preocuparon en
absoluto por los pecados asociados a la fornicación con prostitutas hasta 1560
aproximadamente, justo cuando Felipe II incorporaba los decretos tridentinos a
la legislación civil de sus reinos y cuando otros reinos de la Cristiandad
comenzaban a suprimir los burdeles públicos.”30
Desde 1573, la Inquisición consideró herética la afirmación por parte de
los hombres solteros de que fornicar con una prostituta no era pecado de
lujuria, es decir que no era un pecado mortal. Para la Iglesia fue difícil imponer
esta especie, pues los acusados alegaban repetidamente que habían pagado
y que el rey permitía y organizaba las mancebías, lo cual estaba de acuerdo al
sentido común; “Cristóbal Blanco, un hombre «rústico», sostuvo en 1576 que
no podía ser pecado mortal, puesto que los prelados toleraban las «mancebías
públicas». María García, una viuda de Antequera, no podía entender por qué
practicar sexo con prostitutas era considerado pecado «si para esto estaban
allí» y pensaba así porque «el rey permitía oviese aquellas casa». El mismo
argumento fue esgrimido en 1586 por un tintorero de Arnedo quien no podía
comprender cómo visitar a una prostituta podía constituir pecado, dado que
«consentían las autoridades y el rey las casas de las mugeres públicas».”31
30 Moreno Mengíbar, Andrés y Vázquez García, Francisco, Ob. cit., 1997, p. 39. 31 Schwartz, Stuart, Ob. cit., p. 59
22
Frente a esta situación los eclesiásticos comenzaron una intensa labor
de divulgación de las nuevas bases doctrinales por medio de obras escritas,
entre las cuales destacaban la de Fray Luis de Granada, Guía de pecadores
(Granada, 1570), y las de Francisco Farfán, canónigo penitenciario de
Salamanca, Tres libros contra el peccado de la simple fornicación (Salamanca,
1585), y su Regimiento de castos y remedio de torpes, donde se ponen xxxviii
remedios contra el pecado de la torpeza (Salamanca, 1590). Farfán en sus
escritos dirigidos a la gente del común, contrapone a la satisfacción del deseo
venal, las nociones de orden y castidad, valorando la contención sexual del
hombre como una virtud, en concordancia con los postulados tridentinos.32
Las Constituciones Synodales de la ciudad de Granada de 1573,
elaboradas por el arzobispo Pedro Guerrero, denunciaban directamente a las
mancebías públicas como antros de pecado donde las prostitutas moriscas
enemigas de la fe corrompían a los hombres. Poco antes, entre 1560 y 1570,
se habían verificado en la ciudad levantamientos de los moriscos, por lo que
para la monarquía era conveniente esta campaña que se orientaba a la
unificación nacional por medio de una sola creencia.
Por su parte los jesuitas, desde antes del Concilio de Trento, y liderados
por su fundador San Ignacio de Loyola, comenzaron toda una ofensiva
orientada a eliminar la prostitución pública, que duró casi un siglo. Para este fin
utilizaron variadas tácticas, que iban desde predicar directamente a las
prostitutas para que abandonaran el oficio y a la vez crear la Casa de
32 Ibidem, p. 52-54.
23
Arrepentidas para darles cobijo, lo cual llevó a cabo el propio San Ignacio en
Roma en 1542, o hacer cumplir al pie de la letra las ordenanzas de mancebía
de 1570 decretadas por provisión de Felipe II, en lo que se refería a la
observancia del cierre de las mancebías durante los días domingos y fiestas
religiosas, hasta gestionar ante la corte de España la legislación sobre el cierre
de las mancebías en todo el reino, lo cual obtienen de Felipe IV en 1623. 33
Es especialmente interesante apreciar, como las mismas razones que
se esgrimieron para hacer valer el establecimiento de las mancebías, fueron
sobre las que se fundaron los alegatos para proscribirlas: El resguardo del
orden social y la protección de la institución del matrimonio y la familia.
B.- Los Soldados de Cristo contra las mancebías
La existencia de la prostitución ya fuera clandestina o permitida llegó a
ser un asunto de tal importancia, no solo por el aspecto moral al que estaba
ligado, sino por los grandes recursos que generaba, al punto de ser otorgado
como merced real, el derecho a instalar una mancebía y poder disponer de las
ganancias generadas. En más de una ocasión los municipios reclamaron para
sí este derecho frente a particulares favorecidos por el rey como recompensa
por sus servicios al nuevo régimen. Una de las primeras evidencias es la que
se refiere a la mancebía de la ciudad de Salamanca, cuya merced otorgó en
1497 el príncipe Juan, hijo de los Reyes Católicos, al mozo de ballesta del rey,
García de Abarrastigui. El Concejo Municipal apeló a los Reyes el
33 Moreno Mengíbar, Andrés y Vázquez García, Francisco, Ob. cit., 1997, p. 41.
24
otorgamiento de dicho fuero para la ciudad, al cual accedieron, dando además
una indemnización al mozo de ballesta que lo resarciera de su pérdida. Varias
ciudades presentarían iguales solicitudes, ganando por supuesto las afectas al
Rey.34
El beneficiario de la merced real, quien quiera que fuese, una ciudad o
un particular, se hacía cargo de la construcción o disposición de un inmueble,
ya fuera en propiedad o arrendado a terceros, para uso de la mancebía,
nombrando al “padre” de la misma que era el encargado de seleccionar a las
mujeres que vivirían y ejercerían su oficio en ellas. La forma en que debía
operar se establecía por medio de ordenanzas municipales, de las cuales la
más elaborada y depurada fue la de la Mancebía de Sevilla de 1553, la cual
con posterioridad fue hecha extensiva, con pocas modificaciones, a todas las
mancebías del Reino por Felipe II en 1570.35
La ordenanza se divide en dos partes bien diferenciadas: la primera
norma el desempeño del “padre de la mancebía”, y la segunda el oficio de las
prostitutas. Comienza estableciendo que “…ninguno pueda ser padre de la
dicha mancebía sin que sea nombrado por la dicha ciudad y tenga título de
ello…”, por otra parte y a fin de proteger a las prostitutas le prohibían al padre
de la mancebía, “…directa ni indirectamente alquilar ropa alguna, ni camisa, ni
toca, ni gorguera, ni saya, ni sayuelo, ni otra cosa ninguna a ninguna muger de
la dicha mancebía, ni quedar a pagar por ella a ninguna persona… ” , y de
34 Bruquetas de Castro, Fernando, La historia de los burdeles en España. De lupanares, puteríos reales y otras mancebías, p. 108. 35 Véase la recopilación de la Ordenanza en el anexo.
25
seguidas se estipulaba que no podían recibir “…ninguna muger empeñada, ni
sobre ella ni sobre su cuerpo puedan dar ni prestar dineros algunos directa ni
indirectamente por ninguna via ni forma que ser pueda, aunque ella propia lo
consienta y aunque la tal muger los pida prestados para curarse ni para otra
necesidad que tenga…” .
Para que las ordenanzas estuvieran acordes con la moral cristiana,
quedaba establecido, que si así lo deseaba, la prostituta podía dejar la
mancebía y entrar en una casa de recogimiento, aún cuando presentara
deudas con el “padre de la mancebía”; “…qualquiera muger que quisiere
salirse de su pecado e recoxerse y ponerse en buen estado lo pueda hacer
libremente, no embargante que deba dineros por qualquier vía o modo que los
deba, y que los tales padres no las puedan compeler a que no salgan del mal
oficio y pecado en que están.”
Permitían a las mujeres salir a comer donde quisieran, pero prohibían el
funcionamiento de tabernas dentro de los recintos de la mancebía para evitar
desórdenes, para llevar un mejor control de la actividad para la cual fueron
creadas, y para “…que las dichas mugeres de la mancebía ayan de ir a
buscar y traer la comida y bebida porque demás que teniendo la comida la
dicha mancebía se empeñarían y comerían demasiado, y con el incentivo del
mucho comer y beber ofenderían mucho más a Nuestro Señor en el dicho
pecado, y el tiempo que se ocuparen en ir a buscar la dicha comida dexarían
de ofender a Nuestro Señor en el dicho pecado.”
26
Era responsabilidad del padre velar que todas las mujeres que ejercían
dentro de la mancebía gozaran de buena salud, acerca de la cual debían
informar; “…ordenamos y mandamos que los tales padres no consientan a
ninguna muger estar enferma en la dicha mancebía, ni las curen, ni les den
medicina alguna, sino que luego hagan saber a los diputados nombrados por
la ciudad para que ellos las hagan llevar a los hospitales…”.
La prostituta debía pagar un arriendo por el uso de la botica36, incluidos
los muebles y otros enseres necesarios para el oficio dentro de la mancebía, y
que se detallan en la ordenanza; “…no puedan llevar ni lleven por alquiler de
botica y cama, y silla, y candil, y estera, almohada y otras qualesquier cosas
que les suelen dar y alquilar para executar su mal oficio más que a razón de
un real por cada un día, conque la cama sea de dos colchones y tenga su
sábana y manta y almohadaa…”,
Las mujeres, de acuerdo a esta ordenanza, no podían permanecer en la
mancebía los domingos, días de fiesta, Cuaresma, cuatro témporas y vigilias,
además, las puertas de la mancebía debían cerrarse por esos días, lo cual
reducía a casi la mitad los días del año en que podían ejercer el oficio, siendo
protestada esta medida con posterioridad por varias ciudades, llegando a
obtener del Rey la revocación de la misma con excepción de la Semana Santa
o Cuaresma.37
36 Botica: Según el Diccionario de Autoridades de 1770 (RAE), “Antiq. La vivienda o aposento
surtido del ajuar preciso para habitarlo”. 37 Bruquetas de Castro, Fernando, Ob. cit., p. 132.
27
Otro aspecto importante es el establecimiento de la indumentaria de las
prostitutas38 para evitar que se confundieran con las “mujeres buenas”;
“…de aquí adelante que ninguna de las dichas mugeres de la dicha mancebía
no puedan traer ni traigan mantos, ni sombreros, ni guantes, ni pantuflos,
como algunas suelen calzar, y solamente traigan cubiertas mantillas amarillas
cortas sobre las sayas que trageren y no otra cobertera alguna…”.
Si bien les era permitido a las mujeres salir a comer fuera de la
mancebía, no se les permitía salir en la noche, pues es sabido que “…ay
muchas en la dicha mancebía que tienen palacios alquilados fuera de ella,
donde se van de noche a dormir con hombres fingiendo ser mugeres de más
calidad y engañándoles y llevándoles por ello muchos dineros, de lo qual se ha
recrecido e puede recrecer muchos escándalos, muertes, heridas y otros
graves incombinientes…”
Se prohibía trabajar en la mancebía a las mujeres casadas, a las que
tenían a sus progenitores en la ciudad y a las mulatas, en el caso de las
casadas y de las hijas, para proteger a las familias de la infamia, y en el caso
de las mulatas para no manchar la herencia con sangre de negros, los cuales
en esa época eran o habían sido esclavos en algún momento.
38 Felipe II en Pragmática de 18 de Febrero de 1575, (Novísima Recopilación… Libro XII,
Título XXVI, Ley VI), estableció adicionalmente que: “Las mugeres que públicamente son malas personas, y ganan por ello en estos Reynos, no puedan traer ni traigan escapularios ni otros hábitos ningunos de Religión, …Otrosí mandamos, que las tales mujeres no lleven á las Iglesias ni lugares sagrados almohada, coxin, alhombra ni tapete;…Todo lo cual queremos, que se guarde, cumpla y execute como en esta ley se contiene, quedando en su fuerza y vigor las demas leyes de nuestros Reynos, que hablan de los trages y vestidos, y otras cosas á las dichas mujeres públicas tocantes, en lo que esta no fueren contrarias.”
28
Por último se estipulaba que los mozos de justicia no podían tener
mujeres en la mancebía, lo cual fue protestado posteriormente y eliminado.
“(Esto) da una idea de la implicación de los ejecutores de la ley en el negocio.
Sin ellos no puede entenderse la complejidad del mismo, ya que eran los
responsables de la policía en las calles, quienes a su vez debían advertir de la
presencia de las mujeres trabajando por cuenta propia y de los delitos que se
pudiesen cometer. El temor a que estos mozos se negaran a aplicar la nueva
directiva, pues podía ir contra sus intereses personales, fue lo que llevó a
rechazar aquella iniciativa que estaba encaminada a erradicar la corrupción y
el abuso.” 39
En la legislación española estaba prohibido el ejercicio de la prostitución
fuera de las mancebías, debido al escándalo que ocasionaban entre las
personas de bien, y a que por otra parte era considerado un ejercicio desleal
del oficio respecto a las mujeres recluidas en las mancebías, pues disminuía la
afluencia de clientes a las mismas, ocasionando con ello un perjuicio
económico al municipio. En principio a estas mujeres infractoras se las
apresaba y pasaban a la cárcel común, en contacto con todo tipo de
delincuentes, lo cual en vez de regenerarlas las pervertía más, y aún cuando
desde el siglo XVI ya se estableció la separación de hombres y mujeres, en la
mayor parte de los recintos carcelarios esto no se cumplía, por lo que la mujer
estaba sometida a injurias y violaciones de todo tipo por parte de la población
39 Moreno Mengíbar, Andrés y Vázquez García, Francisco, Ob. cit., 1997, p. 132.
29
carcelaria masculina, incluidos los propios carceleros.40 Adicionalmente en el
caso de la mujer, a esta se la consideraba no solo transgresora de leyes
penales, sino que además era transgresora de la moral cristiana que dictaba el
comportamiento esperado de una “mujer buena”. Es decir que era considerada
delincuente y pecadora a la vez.
En vista de esta situación desventajosa para la mujer, a principios del
siglo XVII, Sor Magdalena de San Jerónimo 41 crea y promueve el concepto de
las Casas Galera, los cuales eran centros de reclusión concebidos
exclusivamente para mujeres, cuyo objeto era corregir a la mujer desviada.
En estas Casas se recluían a las mujeres que habían cometido delitos leves,
por vagabundear o mendigar, o por hacer escándalo y no mantener una
conducta acorde con el modelo vigente en la sociedad de la época, y entre las
conductas desviadas moralmente y trasgresoras de la legalidad, se encontraba
el ejercicio de la prostitución en las calles y sitios públicos.
Sor Magdalena de San Jerónimo, quien ya había sido la administradora
de la Casa Pía de Arrepentidas de Santa María Magdalena en Madrid, a la
cual entraban las prostitutas que querían dejar el oficio, por voluntad propia y
por el tiempo que quisieran estar, escribió un tratado titulado, Razón y forma
de la Galera y Casa Real, que el rey, nuestro señor, manda hacer en estos
reinos, para castigo de las mujeres vagantes, y ladronas, alcahuetas,
40 Vassallo, Jaqueline, “Delicuentes y pecadoras en la Córdoba tardo colonial”, (ciudad de
Argentina), p. 111. 41 Almena, Elisabet, “Mujeres y cárceles. Pasado y presente de las cárceles femeninas en
España”, en Congrés penitenciari internacional: La funció social de la política penitenciària, p. 160-162
30
hechiceras, y otras semejantes, publicado en 1608, obteniendo rápidamente el
favor del rey Felipe III.
En el tratado describe el objeto de un centro de esas características,
dejando bien estipulado que es exclusivamente para las “malas mujeres”, que
debe ser cerrado al exterior, sin ventanas, disponiendo de dos salas, una
destinada a dormitorio y otra para la labor, con la cual las mujeres ayudan a
sus gastos de manutención y destierran el ocio, causa principal de las
conductas desviadas, cumpliendo así con el fin de transformar estas
“malas mujeres” en “mujeres buenas” de acuerdo a lo estipulado por la moral
cristiana, y propone a la vez un reglamento para esto. 42
Para febrero de 1546, el Papa Paulo III envía al Concilio de Trento, en
el cual quedaron sentadas las bases doctrinales de la Contrarreforma, a los
jesuitas Diego Laínez, Alfonso de Salmerón, Pedro Fabro y al teólogo San
Pedro Canisio. Una vez terminado el Concilio, la Orden concentra sus
esfuerzos en divulgar y aplicar los postulados de renovación emanados,
fundando congregaciones con el fin de emprender misiones de
recristianización. 43
42 “En este sentido, se podría rebatir, en cierta manera la tesis de Foucault, según la cual el
castigo que mayoritariamente se aplicaba durante el Antiguo Régimen a las personas infractoras de las leyes y normas sociales era un castigo corporal. Efectivamente, no es hasta finales del dieciocho y principios del diecinueve que, con el surgimiento de las ideas correccionales, el castigo se convierte en castigo moral del alma y la voluntad. Sin embargo, este argumento solo es válido en el caso de los hombres infractores y no lo es en el caso de la mujeres.” Almena, Elisabet, “Mujeres y cárceles. Pasado y presente de las cárceles femeninas en España”, en Congrés penitenciari internacional: La funció social de la política penitenciària, p.163.
43 Correa Castelblanco, Jaime, San Ignacio de Loyola. p. 6.
31
En 1571 con ocasión de la aprobación de una reforma a las Ordenanzas
de Mancebía vigentes desde 1570, en la que se reducían los días de fiestas
religiosas en las que estarían cerradas las mancebías, el jesuita Pedro
Guerrero, arzobispo de Granada, comenzó con la Congregación del Espíritu
Santo, una campaña exigiendo que se respetaran los días santos no
permitiendo ejercer el oficio a las prostitutas y espantando a los clientes más
atrevidos que se acercaran a la mancebía en esas ocasiones.
En Sevilla, desde 1580, el jesuita Padre León, comenzó con apoyo de
algunos notables de la ciudad a ejercer acciones contra las mancebías,
similares a las llevadas a cabo en Granada con anterioridad, llegando también
a fundar dos casas para mujeres arrepentidas. 44
La campaña continuaba con altibajos, y más tarde en 1589, el arzobispo
de Granada, Vaca de Castro, reactivó la Congregación del Espíritu Santo, con
el fin preciso de procurar el cierre definitivo de las mancebías. Esta vez los
jesuitas se dedicaron a redactar documentos, que desmontaran los
argumentos esgrimidos hasta la fecha por los teólogos partidarios de la
existencia de los burdeles públicos.
En 1610, Vaca de Castro es nombrado Arzobispo de Sevilla, y se une al
Padre León, en sus acciones contra las mancebías, las cuales llegaron a tener
visos de guerra campal, pues el municipio, los padres y los arrendatarios de
las mancebías, encontrándose entre estos últimos incluso órdenes religiosas
44 Moreno Mengíbar, Andrés y Vázquez García, Francisco, “Sexo en la Edad Media y el
Renacimiento. El ocaso de las mancebías castellanas”, 2001, p. 40
32
como los franciscanos, no estaban dispuestos a asumir semejante pérdida sin
oponerse al cierre.
Posteriormente en 1621, se comisionó una misión en Granada, liderada
por el mercader Gabriel López de Mendoza, para que se presentara en Madrid
ante El Consejo de Castilla, solicitando el cierre de las mancebías, con ayuda
del aparato teórico generado en años anteriores por los teólogos jesuitas, el
cual presentaba una nueva lectura de los escritos de los Padres de la Iglesia,
que se utilizaron durante siglos para justificar la prostitución pública.
En Granada a mediados de 1622, el jesuita Jerónimo Velásquez,
prefecto de la Congregación del Espíritu Santo, publica un panfleto en su
segunda edición, en donde entre otras cosas acusaba a las prostitutas de
fomentar el pecado de la sodomía, y lo exponía como argumento validísimo
para promover el cierre definitivo de las mancebías: “…Pues si las mujeres son
maestras del pecado nefando (…) claro está que si se permiten en la casa
pública, habrá muchos discípulos que aprendan y ejecuten el pecado nefando;
y si se quitan cesará la escuela del vicio sodomítico; y por lo menos habrá
menos de este pecado,(…). Luego las casas públicas de las rameras se deben
quitar en todo el Reino, pues de ellas se ocasionan los pecados sodomíticos y
nefandos que allí se enseñan y son más graves que la simple fornicación, y
hasta ahora se permitían y toleraban estas casas públicas solamente para
evitar mayores pecados…”45
45 Citado en Bruquetas de Castro, Fernando, La historia de los burdeles en España. De lupanares, puteríos reales y otras mancebías, p. 166.
33
El Consejo de Castilla se reunió en 1622, votando a favor de la clausura
del burdel y la Junta de Reformación sancionó la medida el 4 de febrero de
1623, mediante Pragmática Real de Felipe IV:46 “Ordenamos y mandamos,
que de aquí adelante en ninguna ciudad, villa ni lugar de estos Reynos se
pueda permitir ni permita mancebía ni casa pública, donde mugeres ganen con
sus cuerpos; y las prohibimos y defendemos, y mandamos se quiten las que
hubiere; y encargamos a los de nuestro Consejo, tengan particular cuidado en
la ejecución, como de cosa tan importante;…”47
Con esta Pragmática se selló la suerte definitiva de las mancebías,
quedando si acaso las quejas y lamentos de los asiduos, de los cuales nos da
cuenta Quevedo en sus versos:
“¡Oh mesón de la ofensas!, ¡oh, paradero del vicio,
En el mundo de la carne para el diablo baratillo! (...)
¿Dónde fue el pecar a bulto, si más fácil menos rico?
¿En dónde los cuatro cuartos han sido por muchos siglos
ahorro de intercesiones, atajo de laberintos?(…)
Los deseos supitaños, el colérico apetito
¿A dónde irán que no aguarden el melindre o el marido?48
46 Moreno Mengíbar, Andrés y Vázquez García, Francisco, Ob. cit., 1997, p. 42-45. 47 Novísima Recopilación, Libro XII, Título XXVI, Ley VII. 48 Quevedo, Francisco de, “Obras Completas”, p. 307-309.
34
C.- Las Casas de Arrepentidas y las Casas de Recogimiento
Como solución al problema de desocupación de las prostitutas, los
Jesuitas fundaron las Casas de Arrepentidas, las cuales con posterioridad, y
luego de una larga campaña ante la Corte de España en pro de su fundación,
son tomadas como modelo en todo el Reino, para la creación de las
denominadas Casas de Recogimiento o Casas de Recogidas, quedando estas
últimas a cargo del Patronato Real, con lo cual pasan a ser una institución de
Estado, cuya fundación, gobierno y administración estaba a cargo de los
Obispos y Gobernadores.
Para 1542, San Ignacio de Loyola comienza a predicar a las prostitutas
de Roma en sus días de descanso, incitándolas a que dejaran la mancebía y
se acogieran en la Casa de Arrepentidas que fundó por esa misma época, y la
cual dejó a cargo de la Compañía de La Gracia.49
Estas casas que brindaban una alternativa de vida, a las mujeres que
habían dejado el oficio de prostitutas por motivos morales, no fueron una idea
innovadora de los Jesuitas, pues hay referencias de que ya existían desde
antiguo en otras ciudades de la Cristiandad50, pues si bien para la época se
abogaba por la permanencia de las mancebías, también había la conciencia,
de que ante todo estas mujeres estaban en pecado, y por lo tanto era un deber
49 Moreno Mengíbar, Andrés y Vázquez García, Francisco, Ob. cit., 1997, p. 43. 50 “En París, ciudad profética, (…) el cordelero Jean Tiserand fundó hacia el año 1490 el
Refugio de las jóvenes de París, después denominado Refugio de las jóvenes penitentes,…”, Rossiaud, Jacques, Prostitución, sexualidad y sociedad en las ciudades francesas en el siglo XV, en Ariés Philiphe, A Béjin, Michel Foucault y otros, Sexualidades Occidentales. p. 147
35
cristiano brindarles una salida digna cuando así lo requirieran. Sin embargo, es
a los Jesuitas a quienes se debe que estas casas pasasen de ser obras de
iniciativas aisladas y de origen privado o eclesiástico, a ser asumidas por el
Estado, en este caso la Corona de España, como parte de sus funciones de
beneficencia pública, basadas en la normativa moral establecida en el Concilio
de Trento.
En el transcurso de la campaña por el cierre de las mancebías, los
Jesuitas fundaron Congregaciones que se hicieron cargo exclusivamente de
fundar y mantener las Casas de Arrepentidas, como fue la obra del Padre
León, quien hacia 1580 fundó dos Casas para acoger a las prostitutas que
siguiendo sus prédicas, exhortos y consejas, decidían de una vez por todas
dejar la prostitución, cada una a cargo de una Congregación, formadas por
sacerdotes jesuitas y por caballeros, y es sabido que frecuentemente éstos
pagaban a las prostitutas el importe de sus labores del día, con tal que no
ejercieran el oficio y pudieran atender a sus discursos en favor de una vida
honesta y virtuosa.51
En Madrid se funda una Casa de Recogidas en 1601, en el local del
hospital de Peregrinos fundado en 1555, para dar acogida a mujeres de
conducta dudosa que querían cambiar de estilo de vida. En 1619 se constituye
legalmente y queda protegida por el Real Patronato, creándose un reglamento
específico para su dirección y funcionamiento, siendo expresión de la política
positiva del Estado español hacia la mujer, a la cual consideró susceptible de
51 Moreno Mengíbar, Andrés y Vázquez García, Francisco, Ob. cit., 1997, p. 44.
36
regeneración y redención por medio de la devoción y del trabajo, con que sólo
manifestaran su voluntario arrepentimiento, cosa que no sucedió con relación
a los hombres. 52
El objeto de las Casas de Recogidas, que en principio fue acoger a las
prostitutas arrepentidas, se amplió para ejercer una labor de prevención
procediéndose a fundar Casas que también acogieran a las niñas y doncellas,
que por su condición social pudieran estar en riesgo de terminar en la
prostitución, o a las mujeres que por su viudez pudieran estar obligadas a la
mendicidad. También se acogía en estos recintos a las mujeres que quedaban
embarazadas fuera del matrimonio, para lo cual se habilitaban salas
denominadas de “partos vergonzosos”, o se destinaban a la reclusión por la
fuerza a mujeres que eran objeto de denuncias por transgredir las normas de
la moral sexual imperante.
Esta normativa de beneficencia pública se extendió a América
principalmente hacia mediados del siglo XVII, acogiendo también a las niñas y
mujeres indias, con un claro sentido de asimilación cultural y religiosa, objeto
del proceso de colonización. En la Recopilación de Leyes de Indias53, en el
Libro I, Título III, Ley XVIII, se contempla: “Que los Virreyes visiten cada año el
Colegio de las Niñas de México, y le favorezcan en la forma que se ordena.
Mandamos a nuestros Virreyes de la Nueva España, (…) ordenen que tengan
52 Pérez Baltasar, María Dolores, “Orígenes de los recogimientos de mujeres”, en Cuadernos
de Historia Moderna y Contemporánea, VI, p. 17. 53 Recopilación de Leyes de los Reinos de Indias, reproducción en facsímil de la edición de Julián Paredes de 1681, 1973.
37
la doctrina y recogimiento necesario, y que aya personas que miren por ellas, y
se crien en toda virtud, y ocupen en lo que convenga para el servicio de
Dios,…”. Y continúa la Ley XIX, dictada por Felipe IV el 8 de junio de 1624:
“Que se hagan y conserven Casas de Recogimiento en que se crien las Indias.
(…) Y mandamos que con muy particular cuidado procuren su conservación, y
donde no las huviere, se funden y pongan en ellas Matronas de buena vida y
ejemplo, para que se comunique el fruto de tan buena obra por todas las
Provincias, y les encarguen, que pongan mucha atención y diligencia en
enseñar a estas doncellas la lengua Española, y en ella la doctrina cristiana y
oraciones, exercitandolas en libros de buen ejemplo, y no les permitan hablar
la lengua materna.”
La Casa de los Niños Expósitos y Mujeres Recogidas de Santafé de
Bogotá se funda el día 1 de diciembre de 1642, y tenía como objeto ser el
lugar de reclusión de las mujeres transgresoras del orden social, tal como lo
expresaba la Real Audiencia: “Porque en esta ciudad y grandisimos
desordenes de que el S. Provisor me ha informado con su cristiano celo en
pecados publicos y mujeres perdidas, que por leves causas ponen diborcios a
sus maridos con animo de que las depositen en casas particulares por vivir
con toda livertad, y esta Real Audiencia no tiene como castigar este genero de
gente sino con destierros que no tienen devida execusion por esconderse en
partes ocultas..”54
54 AGN. Policia, Colonia, T. 1, f. 106, citado en Ramírez, María Himelda, “Expósitos, mendigos
y montes píos en la época colonial.”, en Revista Credencial Historia, Nº 29, 2000.
38
En Santiago de Chile, el Obispo Fray Diego de Humanzoro, en carta del
4 de marzo de 1672, expuso la necesidad de fundar una Casa de Recogidas,
“…como remedio de los pecados públicos de esta Ciudad, i en especial del de
la deshonestidad de las mujeres de mal vivir…”,55 siendo aprobada la solicitud,
luego de gestiones por parte de la Real Audiencia para su fundación, por Real
Cédula del 10 de septiembre de 1707 de Felipe V, pues “…siempre será mui
del servicio de Ds. Remover de el comercio de la república mujeres
escandalosas como las referis haver en el Reino y rreducirlas a un decente
rrecoximiento…”
Este movimiento fundacional, que continuó hasta mediados del siglo
XVIII, obedecía expresamente a dictámenes de la Corte, en concordancia con
los postulados del Concilio de Trento, y por cuyo cumplimiento veló a lo largo
de los años, por medio de sucesivas leyes, ordenanzas y reales cédulas, tal
como se aprecia en la Real Cédula del 2 de marzo de 1666 de la Reina
Regente Mariana de Austria, donde encomienda en forma expresa, y extensiva
a todo el Reino, la prevención, vigilancia y corrección de los pecados públicos
a las autoridades eclesiásticas y seglares por igual:
“Por quanto el Rey mi señor (que santa gloria aya) con todo se lo
encargo repetidamente a sus comisionados y tribunales diesen
las ordenes necesarias para que en la juridision de su distrito se
atendiese mucho a la enmienda de los pecados publicos,
55 Carta del Obispo Humanzoro al Rey, Santiago, 22 de octubre de 1672, citada en Peña
González, Patricia, “La Casa de Recogidas de Santiago, un hospital de almas”, en Anales de la Universidad de Chile, sexta serie, Nº6, 1997, p. 6.
39
deviendo yo continuar tan justo proposito, He resuelto encargarles
lo mismo con todo aprieto para que por este medio se concilie la
proteccion de Dios nuestro Señor a beneficio desta Corona y
conviniendo que se lleve con el mismo cuidado para este fin en
las Indias occidentales Islas y tierra firme del mar océano, He
tenido por bien dar la presente por la qual mando a los Virreyes,
Presidentes y Governadores de aquellas provincias y ruego y
encargo a los Arzobispos y obispos de las iglesias metropolitanas
y catedrales de los que cada uno en su distrito y jurisdicción
atiendan mucho a que se cultiven las buenas costumbres
castigando los vicios y procurando que con las penas impuestas,
o las que pareciere ymponer se reprima la relaxacion que se
experimenta (…) tomando muy por su quenta la reformacion de
las costumbres en eclesiasticos y seglares cada uno por lo que le
toca y que se desarraigue la semilla de los pecados publicos
disponiendo por los medios que tubieren por mas justos y
eficaces la enmienda y correccion dellos…”56
56 Véase el texto íntegro y referencias de la Real Cédula en el Anexo.
40
Capítulo II
LA CASA DE RECOGIMIENTO DE CARACAS
Don Diego de Baños y Sotomayor57, como parte de su gestión al frente
de la Diócesis de Venezuela (1683-1706), funda a finales del siglo XVII, la
Casa de Recogimiento de Santiago de León de Caracas. La fundación de este
establecimiento obedeció a los lineamientos sobre la prevención y control de
las públicas pecadoras, establecidos con anterioridad en las Constituciones del
Sínodo Diocesano de Santiago de León de Caracas, elaboradas y aprobadas
durante su gobierno eclesiástico, las cuales fueron la expresión del espíritu de
la Contrarreforma, en concordancia con los mandatos emanados del Concilio
de Trento, adaptadas magistralmente a la realidad vivida por la feligresía de la
Diócesis colonial bajo su cuidado.
A.- De la mar la sal, de la mujer mucho mal
Santiago de León de Caracas a finales del siglo XVII, capital de la
Diócesis y de la Gobernación de Venezuela, en conformidad con la normativa
vigente, ameritaba la fundación de un establecimiento de beneficencia, para el
57“Lima, c. 1637 – Caracas, 15.5.1706. Decimoquinto Obispo de la Diócesis de Venezuela. Su
padre, Diego de Baños, Oidor, lo llevó a Santa Fe de Bogotá donde terminó sus estudios. (…) fue ordenado sacerdote en Popayán (Colombia) en 1661. Pasó a España a perfeccionar sus estudios (…). Fue luego nombrado predicador del Rey y capellán de honor de la capilla Real. Presentado para Obispo de Santa Marta (Colombia), se le expidieron las bulas el 13 septiembre de 1677; (…). En 1683, en ausencia del gobernador Pedro Jerónimo Royo se encargó del gobierno civil de Santa Marta (...). Por bulas del Papa Inocencio XI del 15 de febrero de 1683, fue trasladado a la sede de Caracas, (…).Reunió (…) un importante Sínodo Diocesano, que promulgó las constituciones sinodales (…). Terminó (…) el edificio del seminario y organizó sus estudios; erigió en Caracas la iglesia de Santa Rosalía y fundó en la catedral la Capilla de Nuestra Señora del Populo.”, entrada Baños y Sotomayor, Diego de, en el Diccionario de Historia de Venezuela, Fundación Polar, p. 293.
41
control y cuidado de la mujer catalogada por la Iglesia y por la sociedad como
pública pecadora.
De acuerdo con la Real Cédula del 2 de marzo de 1666, 58 de la Reina
Gobernadora Mariana de Austria, la vigilancia y control de los pecados
públicos era responsabilidad de los Arzobispos, Obispos y Gobernadores, de
todo el Reino. Era deber de quien ostentaba la máxima autoridad, ya fuera
ésta eclesiástica o seglar, cuidar que las personas se condujeran de acuerdo a
los preceptos morales establecidos, velando así por el bienestar de la
sociedad, tal como un pastor vela día y noche por su rebaño, conociendo a
cada una de las ovejas, a las cuales les procura todos los cuidados necesarios
para que estén sanas y no se extravíen del rebaño. En la doctrina judeo-
cristiana, Dios es el Pastor de los hombres, y confía a sus elegidos, reyes y
prelados, esta misión.
“El pastor ejerce el poder sobre un rebaño más que sobre un territorio
(…) reúne, guía y conduce a su rebaño (…). El papel del pastor consiste en
asegurar la salvación de su grey (…). No se trata únicamente de salvarlos a
todos en conjunto cuando se aproxima un peligro, sino que es más bien una
cuestión de benevolencia constante, individualizada y orientada a un fin (…)
vela para que todas sus ovejas, sin excepción sean recuperadas y salvadas
58 Véase el texto íntegro y referencias de la Real Cédula en el Anexo.
42
(…). Se ve obligado a conocer su rebaño en su conjunto y en detalle. El poder
pastoral supone una atención individual a cada miembro del rebaño” 59
Todos los miembros de la feligresía deben ser atendidos a la medida
de sus necesidades individuales y de grupo. Como parte de su misión pastoral,
el Obispo Don Diego de Baños y Sotomayor, redacta en 1687 unas nuevas
Constituciones Sinodales para la Provincia de Caracas60, con el fin de
promover la enérgica corrección de las desviaciones que presentaba la
sociedad colonial, en cuanto a la vida espiritual y eclesiástica, encauzándola
de acuerdo a la ortodoxia dictada por el Concilio de Trento, y que estuvieron
vigentes durante más de doscientos años.61
En el Título XVI de las Constituciones, se establecen las pautas que
rigen las visitas pastorales y sus objetivos, siendo explícita en el artículo 290,
en cuanto a que “(…) no solamente han de ser visitadas las personas
eclesiásticas, sino las seculares, en los casos mixti fori, que nos pertenecen; y
deben nuestros visitadores inquirir de sus pecados públicos, como
concubinatos, incestos (…), y los demás casos que por derecho nos tocaren,
59 Foucault, Michel, La vida de los hombres infames (ensayos sobre desviación y dominación), p. 91.
60 “Estas constituciones entraron en vigencia, 10 años después, por oposición del gobernador Diego de Melo Maldonado, quien las remitió a la Audiencia de Santo Domingo para su consideración, y de allí fueron enviadas al Consejo de Indias que las aprobó en 1697 y rigieron en Caracas hasta 1904, año en que fueron sustituidas por la Instrucción Pastoral de las primeras conferencias del episcopado venezolano.", entrada Baños y Sotomayor, Diego de, en el Diccionario de Historia de Venezuela, Fundación Polar, p. 293.
61 Gutiérrez de Arce, Manuel, Ob. cit., p. 29.
43
según estas constituciones (…), les hemos de señalar la jurisdicción que lleva,
reservando a Nos lo que conveniente nos pareciere.” 62
Las violaciones del sexto mandamiento, que trata del pecado de la
lujuria, podían tener expresión pública, y eran objeto de especial cuidado por
parte de las autoridades eclesiásticas y seglares, pudiendo ser tratadas estas
causas por ambas jurisdicciones, siendo denominadas “mixtas, o mixti-fori,
porque ni por su naturaleza son eclesiásticas, ni su conocimiento le está
absolutamente reservado a la Iglesia, cuyo fuero se adquiere a prevención, y
pueden tratarse en los tribunales eclesiásticos y legos (…).”63
En el Título VI, se propone una “cartilla” para que los curas y maestros
enseñasen la doctrina de la Iglesia, y en la Tercera Parte se tratan los
mandamientos. Sobre el sexto mandamiento dice:
“P. Qué se prohíbe en el sexto mandamiento?
R. Todo género de lujuria, y torpeza, fuera del matrimonio.
P. Y quién guarda este sexto mandamiento?
R. El que es casto en palabras, obras y pensamientos. (…)
P. Qué cosas nos ayudan a ser castos?
R. La oración, frecuencia de sacramentos, las ocupaciones, y
buenas compañías.
P. Y cuáles nos dañan?
R. La ociosidad, la destemplanza, las visitas curiosas, libros y
conversaciones ocasionadas.” 64
62 Gutiérrez de Arce, Manuel, Ob. cit., p. 133. 63 Ibidem, p. 278.
64 Ibidem, p. 65.
44
La continencia sexual, luego del Concilio de Trento, se hace extensiva
al varón de cualquier condición y estado, seglar o lego, casado o célibe, y no
sólo como era antes, un deber y característica de la “mujer buena”, por lo que
el hecho de permitir las mancebías o prostíbulos públicos, como había venido
sucediendo por siglos en los territorios de La Cristiandad, a partir de ese
momento no tenía basamento doctrinal, pasando a ser entonces la única forma
de contacto sexual permitida, la que sucedía dentro del matrimonio cristiano, y
que tenía como fin esencial la procreación, garantizando así el cuidado
material de los hijos habidos y su formación como buenos cristianos .
Como tal, el pecado de la lujuria era una amenaza constante a la
sagrada institución del matrimonio. Con el fin de poner freno a estas
situaciones de riesgo, el Obispo Diego de Baños y Sotomayor también legisló,
y en el Título VIII, que trata “De Los Concubinatos”, define este pecado en el
artículo 61: “Es el amancebamiento, o concubinato, un trato ilícito, y
comunicación torpe, que el hombre tiene con una mujer, como si fuera propia,
dentro o fuera de su casa.”65
Entonces, aún cuando para el momento ya no fueran legales en el
Reino los prostíbulos públicos o mancebías públicas, era muy probable que la
prostitución se ejerciera en forma encubierta en casas particulares.
65 Ibidem, p. 304.
45
El siguiente artículo, el 62, dice: “Débese atender, si es público, o
secreto, y la calidad de las personas, y sus estados, para que según la
gravedad, y circunstancias, se dé el castigo.” 66
Y continúa en los artículos 63 y 64, definiendo las penas para los
pecados, de acuerdo a las categorías expuestas en el artículo anterior, y que a
continuación se citan completos:
“63.-Si fuere público, y el que le comete, con poco temor de Dios,
habiendo sido amonestado, no se aparte de culpa tan grave, y fuere probado
causar algún escándalo: Mandamos, que en conformidad de lo que tiene
determinado el Santo Concilio de Trento, sea excomulgado, sin darle
absolución, hasta que salga de la culpa, y evite la ocasión próxima: Y si la
mujer fuere de alguna cuenta, sea reclusa en la casa de recogimiento, y
hospital de mujeres, que con el favor de Dios estamos acabando, para este
efecto, por el tiempo, que nos pareciere convenir; y en los demás lugares, en
donde no le hay, procuren nuestros jueces, desterrarla, y usar del remedio,
que pareciere más necesario, para que se evite el escándalo, y ofensa de Dios
Nuestro Señor.
64.-Los señores, que tuvieran esclavas, y las consintieren estar
amancebadas, o las expusiesen a pecar: Mandamos, sean amonestados, y
requeridos, para que las tengan en recogimiento, y no las consientan vivir
distraídamente, y en mal estado; y si no evitaren tan grave delito, como digno
ejemplar castigo, por la primera vez, serán condenados en ocho pesos de
66 Idem.
46
plata; y por la segunda en el duelo, que aplicamos para el hospital de mujeres
de esta ciudad, y sala de recogidas; y por la tercera, sean privados del
dominio, y señorío, que en las dichas esclavas tuvieren; sobre que
encargamos gravemente las conciencias a nuestros jueces, si omitieren la
ejecución de dichas penas.” 67
En estos artículos el Obispo Diego de Baños y Sotomayor deja cuenta
expresa de su obra en favor de la mujer, al encargarse de construir un hospital
y una casa de recogimiento, donde esta pueda obtener cobijo y la sanación del
alma y del cuerpo, instituciones de beneficencia que ya existían en otras
ciudades del Reino, apreciándose de acuerdo al texto, que para el prelado la
mujer era una víctima frágil de la extralimitación del poder y de malicia del
hombre, haciendo una distinción especial cuando el hombre es un señor, al
cual castiga pecuniariamente a favor de las obras que llevaba a cabo; el
Hospital de Mujeres y la Casa de Recogidas de la ciudad de Santiago de León
de Caracas, y en cuanto a la mujer pecadora si es “de alguna cuenta”, se la
destina a retirarse a esta casa. El Obispo tiene amplio poder de decisión sobre
el tiempo que debe permanecer la mujer en el encierro, y esta decisión la
basará en su conocimiento como pastor de la grey. Esta es la expresión del
celo y del poder pastoral.68
67 Idem.
68 Foucault, Michael, en La vida de los hombres infames (ensayos sobre desviación y dominación), p. 18, define este tipo de reclusión: “Encierro-sustitutorio: el que se impone a alguien que no depende de la justicia criminal (bien por la naturaleza de sus fallas que son únicamente de orden moral o de conducta; bien por un estado privilegiado: por ejemplo los tribunales eclesiásticos que, desde 1629, no poseían ya el derecho a imponer penas de prisión en sentido estricto, pero podían ordenar al culpable que se retirase a un convento;
47
La notoriedad del pecado también es objeto del cuidado del pastor,
pues no es bueno que otras ovejas tomen ejemplo de las descarriadas, por
eso los castigos son severos, al punto de llegar a ser, el pecador consecuente,
objeto de la excomunión de acuerdo a los dictados tridentinos. El pastor es
responsable por su rebaño y debe dar cuentas de su actuación: si una oveja
se pierde, él también es responsable, de ahí el celo que demuestran los
prelados en las obras de salvación, pues se trata también de la suya propia.69
Para ayudar a la labor de corrección y de salvación, durante los siglos
XVI y XVII, los prelados y frailes se dieron a la tarea de escribir textos
moralizantes que promovían el sistema patriarcal basado en la doctrina
cristiana del matrimonio monogámico, en el que la mujer era la principal
guardiana de los valores familiares, del honor y de la correcta formación
cristiana de los hijos.
La visión de estos moralistas oscilaba entre ver a la mujer como un ser
débil y sometido a las tentaciones del hombre, como se infiere en las
Constituciones Sinodales del Obispo Diego de Baños y Sotomayor, o por el
contrario era vista como Eva pecadora, fuente de la perdición del hombre, y de
la cual se espera lo peor, tal como reza un antiguo proverbio castellano que
aún hoy se escucha: “De la mar la sal, de la mujer mucho mal”.
las órdenes reales de encierro son con frecuencia un medio para el privilegiado de escapar de la justicia criminal; las mujeres eran enviadas a las casas de reclusión por fallas que los hombres espiaban en galeras). Conviene señalar que salvo este último caso, el encarcelamiento-sustitutorio se caracteriza en general por el hecho de que quien lo decide no es el poder judicial; a demás su duración no queda fijada de una vez por todas y depende de un fin hipotético: la corrección. Es más un castigo que una pena.”
69 Ibidem, p. 94.
48
La mujer era la causa de la perdición y de la desgracia del hombre,
porque provocaba los accesos de lujuria en este, al ocuparse alevosamente de
vestirse y aderezarse para tal perverso fin. Era entonces “la mujer mala”.
Fray Antonio Ezcaray, “Predicador de su Majestad”, en su obra de
descriptivo título, “Vozes del dolor, nacidas de la multitud de pecados, que se
cometen por los trages profanos, afeytes, escotados, y culpables ornatos, que
en estos miserables tiempos, y en los antecedentes ha introducido el infernal
dragón para destruir, y acabar con las almas, que con su preciosísima sangre
redimió nuestro amantísimo Jesús”, publicada en 1691, manifiesta: “Tengo
experiencias de quinze años de Indias, he visto lo mas de España la vieja, he
andado las mas Islas de Barlovento, parte de la tierra de Caracas, Cumaná, y
Cumanagotos, toda la Nueva Vizcaya, y mucha parte de la Galicia, algo de
Goaxaca, lo más de Nueva España, he visto algo, callo mucho, y más
lloro...”70, y de acuerdo a estas vivencias y en su opinión como teólogo y
moralista, concluye que los trajes utilizados por las mujeres de la época y en
particular por las señoras de consideración, por él denominados profanos,
como opuesto a lo religioso y sagrado, así como los escotes y “culpables
ornatos”, eran la fuente de multitud de pecados en la sociedad colonial,
oponiéndose sobre todo al Sexto Mandamiento de la Ley de Dios; “…la
profanidad es leña con que se conserva, arde, y fomenta el fuego infernal de la
luxuria ; …la Castidad no se cria entre estas pajas, sino entre espinas.”71 Y
70 Ezcaray, Fray Antonio de, Vozes del dolor…, p.37. 71
Ibidem, p.32.
49
aclara a los lectores, para evitar dudas sobre el conocimiento que pueda tener
un humilde fraile en asunto tan material, que la ha obtenido de fuentes
confiables: “Quanto digo, assi en el valor de los generos, como en el nombre
de los trages, y profanidades, lo he consultado con los mismos mercaderes, y
con mujeres virtuosas, y desengañadas, que me han dicho todas las
menudencias que escrivo, que para hablar con propiedad de estas materias, y
con verdad, mejor lo sabe una mujer, que un Theologo.”72
La mujer al vestirse con profanidad provoca. Causa daño al hombre que
la ve. Lo pierde en la lujuria. Es una “mujer mala” la que esto hace. Es la
tentadora. Lo bello entonces no es necesariamente siempre bueno. El
predicador exhorta a no ver los trajes sino sus efectos: “Y si quieren conocer
los daños, que causan con lo que oy se ponen… no mires los trages, y ornatos
en su causa, sino en sus efectos. La bala, la centella, el rayo, pocas vezes, o
ninguna se vén, y no es facil conocer por ellos su actividad: mirad los efectos,
mirad los estragos que causan donde dan, y conocereis la actividad de su
ardor. Preguntadles a los miserables hombres lo que padecen en verlas
compuestas,…, miraos a vosotros mismos, y vereis en que riesgo os aveis
visto…Ni el Sacerdote dando la Comunión esta libre, ni el Predicador
predicando, ni el Confesor confesando, porque de pies a cabeza son una
rama, y peste de las almas…La mujer mala es como una red barredera, que
todo lo coxe. En esta red cae el Muchacho, el Viejo, el Estuduiante, el Literato,
72 Ibidem, p.35.
50
el Artífice, el Soldado, el Eclesiastico, y el Secular…Dios nos libre de tal
bestia.” 73
Para Fray Antonio Ezcaray el poder de la “mujer mala” es tremendo, y
frente a su arte en el acicalamiento, el hombre se muestra débil y está
irremediablemente indefenso. El predicador justifica y razona esta situación, la
cual explica con un ejemplo, para comprensión del lector, estando de acuerdo
con el hecho bien conocido por el común de las personas en todos los
tiempos, de que no solo hay que serlo, sino también parecerlo, por lo que el
vestido y la apariencia es importante, y es responsabilidad moral del que lo
porta, sobre todas las consecuencias perturbadoras y pecaminosas que de
este hecho se deriven: “Dirás, caen porque quieren: muchos caen sin querer,
porque no pueden mas, y porque las ocasiones, y provocaciones son tales,
que ni la ancianidad vive segura, y todo nace del ornato culpable, que provoca,
y da atrevimiento, para que los hombres se arrogen a donde no se arrojaran, si
vieran honestidad. Y es tanta verdad esto, que si en un concurso pusieran una
mujer en superior grado mala, vestida con decencia y honestidad: y en otro a
una mujer en grado superior virtuosa, vestida con profanidad, respetaran los
hombres a la que era mala en superior grado, y se arrojaran a burlarse de la
que en superior grado era virtuosa. Tanto puede la honestidad (en el vestir),
que a la mala la haze parecer buena; y tanto puede la profanidad (en el vestir),
que a la buena la haze parecer mala.”74
73 Ibidem, p. 40-41.
74 Ibidem, p. 41-42.
51
Y remata su razonamiento con un aval formidable, la opinión, que según
él, le han suministrado un gran número de mujeres que así se comportan,
demostrando su total responsabilidad y conocimiento sobre los efectos que
provocan en los hombres con su conducta: “Mas de mil mujeres en distintas
Ciudades y Villas, y Pueblos me han dicho: La que quiere ser vista se
compone; la que no, anda limpia, pero no compuesta. Y se prueba con alguna
razon algo fuerte: aunque las vayan a ver a su casa, si no estan compuestas,
ninguna sale aunque la llamen dos, y tres vezes; y estando compuestas, aun
antes de llegar la visita estan ya aguardando en el estrado. Ergo se componen
para ser vistas; ergo salen a ser vistas porque estan compuestas.”75
De acuerdo a como lo expresa Fray Luis de León en su obra publicada
en 1583, La perfecta casada, la “mujer buena” debía permanecer en su casa
ocupada en las labores de mantenimiento del hogar, y si era preciso salir,
debía ser con causa muy justificada, como visitar a un enfermo o ir a un
servicio religioso, e ir vestida con modestia, porque “Forzado es que, si no
trata de sus oficios, emplee su vida en los oficios ajenos, y que dé en ser
ventanera, visitadora, callejera, amiga de fiestas, enemiga de su rincón, de su
casa olvidada y de las casas ajenas curiosa, pesquisidora de cuanto pasa, y
aún de lo que no pasa inventora, parlera y chismosa, de pleitos reveladora,
jugadora también y dada del todo a la conversación y al palacio, con lo demás
75 Ibidem, p. 42.
52
que por ordinaria consecuencia se sigue, y se calla aquí ahora por ser cosa
manifiesta y notoria..”76
Advierte también sobre los efectos que la ociosidad provoca, no solo en
el ámbito de lo público y conocido, sino que va mas allá y alerta sobre lo que la
mujer sin oficio hace en la privacidad de su casa: “Y si todas las ociosas no
salen a lo público de las calles,…, sus abscondidos rincones son secretos
testigos de sus proezas, y no tan secretos que no se dejen ver y entender”,
refiriéndose así a la mujer de tal conducta como aquella que según cita, “Vio
un mancebo y llegase a él y prendióle, y díjole con cara relamida, blanduras:
Hoy hago fiesta y he salido en tu busca, porque no puedo vivir sin tu vista, y al
fin he hecho de ti presa…Ven y bebamos la embriaguez del amor, y
gocémonos en dulces abrazos hasta que apunte la aurora”.77
Para evitar estas situaciones que derivaban de la ociosidad, recomienda
que a la par de los oficios del mantenimiento y cuidado de los hijos, del esposo
y de la casa, la mujer se debía mantenerse ocupada hilando, y pasa a describir
las cualidades y asuntos que ocupan a una “mujer buena”: “Ciñose de
fortaleza y fortificó su brazo. Tomó gusto en el granjear; su candela no se
apagó de noche. Puso sus manos en la tortera y sus dedos tomaron el
huso…Tres cosas pide aquí Salomón, y cada una en su verso: que sea
trabajadora lo primero, y lo segundo, que vele, y lo tercero que hile. No quiere
que se regale, sino que trabaje. Muchas cosas están escritas en loor del
76 León, Fray Luis de, La perfecta casada, p. 72.
77 Idem.
53
trabajo, y todo es poco para el bien que hay en él; porque es la sal que
preserva de corrupción a nuestra vida y a nuestra alma;… ”78
Un siglo después, aún prevalecía en España y en la Indias estos
preceptos morales, y es Fray Antonio de Ezcaray, uno de los predicadores que
lo recuerda con fervor y pasión a su feligresía, para estas fechas algo más
relajada y vanidosa, gracias a la mayor riqueza de que gozaban en ese
momento, fruto del proceso de colonización: “El Espíritu Santo en los
Proverbios pinta a la mujer fuerte, y casta, cuyo valor no tiene comparación
con los tesoros del orbe, y dice della, que trajo consigo el huso, y la rueca de
hilar, y hacer obras de manos, para significarnos, que todo va a una, ser mujer
casta, y honrada, y hilar, y trabajar: y sin duda no es de menos honor en una
mujer saber jugar bien el huso, y la abuja, que en un hombre la espada y la
daga.”79
De acuerdo a los moralistas es la “mujer buena” la que debe
mantenerse casta y ante todo resistirse a las tentaciones. Ser ejemplo de
fortaleza espiritual, de modestia y de virtud. La mujer tiene el poder de perder
al hombre o de mostrarle el camino de la decencia y de la castidad. Si es
“mujer buena”, lo salvará, si es “mujer mala”, lo condenará. El “Predicador de
su Majestad”, se esmera en hacer ver a su feligresía esta situación por medio
de una historia ejemplar narrada en términos sencillos y directos, que vale la
pena citar completa: “…una doncella de hermoso rostro la pretendio un
78 Ibidem, p. 70. 79 Ezcaray, Fray Antonio de, Ob. cit., p.255.
54
Cavallero con instancias, a quien la sierva del Señor despidió una, y muchas
vezes; y viendo que la perseguia, ya en la calle, ya en la Iglesa, ya en su
casa, enviándola recaudos, se resolvió a no salir de su casa, ni aun a Missa,
haziendo carcel rigurosa de su misma habitación. Instó al Cavallero, y viendo
que no hallaba modo para librarse de él, determinó por medio de una criada (o
polilla de las honras) enviarle a llamar para desengañarle. Vino el Cavallero
muy contento, juzgando, que ya se rendia a hazer su gusto, y voluntad; y la
Noble, y virtuosa señora le dixo: Mucho admiro, que sea tanta vuestra
molestia, y que me tengais cautiva en mi casa, sin dejarme salir aun a Missa:
para qué perseverais en una cosa tan imposible? Decidme, que hallais en mi
para apasionaros tanto? A que respondió el Cavallero: Vuestros ojos son la
causa, pues desde que los vi quedé prendado de ellos. Entonces la Noble
Doncella, y sierva del Altísimo, con soberana inspiración de Dios (que de otra
fuera pecado) sacó un cuchillo de un estuche, y sacandose a si propia ambos
los ojos se los arrojó a el Cavallero, diciéndole: Si mis ojos os tienen
enamorado, dexadme a mi y llevaos mis ojos. Con esta accion corrigió la
osadia de aquel mancebo, dexandole convertido, y dio a los presentes
ejemplo, y desengaño para que anden con modestia.”80
Después de tan dramática escena, pasa a calmar al lector impresionado
por tanto sacrificio a favor de la virtud, suavizando tamaña exigencia: “No
quiero, hombres, y mujeres, que os saqueis los ojos, que lo que intento es,
andeis modestas, assi en el trage, como en la compostura del cuerpo, no
80 Ibidem, p. 50-51.
55
entrando en las Iglesias con tantos ademanes, y tornos, que los movimientos
del cuerpo brindan a los hombres, y ocasionan, aunque seais honradas, a que
os tengan por lo que no sois, sino por lo que pareceis. Desseo la salvacion de
vuestras almas, tanto como la mia propia…”81 Y luego da un consejo práctico y
relativamente fácil de ejecutar, (o por lo poco, menos duro aunque no menos
lúgubre y morboso como se verá, que aquello de sacarse los ojos), que les
ayuda, si lo hacen al pie de la letra y con asiduidad, a dominar el deseo de
vestirse con profanidad y de dejarse llevar por los encantos de la vanidad y de
la lujuria: “Componeos, asseaos, y hazed lo que quisieredes; pero a de ser con
condicion, que pongais delante una calabera, una imagen de nuestro Redentor
Jesu Christo, y otra de la Virgen al pie de la Cruz; a cada cinta, a cada
peynadura, y compostura, que os pongais, bolved el rostro a la calabera, y
decid: De qué te sirven muger
Essas galas, y escotados
Si te han de comer los gusanos?
Buelve tambien el rostro a Jesu Christo, y dile: Señor, no dize esta
compostura con essa desnudez. Buelve luego el rostro a la Reyna de los
Angeles, y dila: Señora, es posible, que siendo yo vuestra esclava quiera
andar con tanta vanidad, y vos siendo mi Reyna esteis con tal humildad,
descencia, y pobreza? O Señora! Mas parece que soy hija de Herodias, que
no vuestra.”82
81 Ibidem, p. 51-52
82 Ibidem, p. 52.
56
Finalizando con la exposición de las ventajas que se obtiene por ser una
persona virtuosa, y las desgracias que provocan no solo en si mismas, sino en
los demás, de hacer lo contrario: “Hombres, mujeres, probad a hazer esto, y
vereis la reforma que hay en vuestras vanidades. Decidme, si por parecer
bien, y por conseguir vuestros desseos, passais tantos tormentos, cuydados, y
penalidades; quanto mas facil será tomar este consejo para agradar a Dios,
hazer bien a vuestras almas, y a las de vuestros proximos a quien
escandalizais, y llevais a el Infierno con vuestras profanidades?”83
La amenaza del castigo eterno, al parecer fue efectiva, pues
amedrentaba incluso a las “mujeres de mal vivir”, las cuales arrepentidas
tenían la opción última de acudir al pastor espiritual en busca de sosiego y de
remedio a su desgraciada situación, quien por la salvación del alma de la oveja
descarriada, y por la suya propia, siempre estaba dispuesto a extender su
cayado para el rescate, tal como lo hicieron tantos obispos y eclesiásticos en
España y en la Indias.
B.- Para reformación de las costumbres
A instancias del Obispo Don Diego de Baños y Sotomayor, se funda en
el año 1692, la Casa de Recogimiento u Hospicio para Mujeres de Santiago de
León de Caracas, como parte integral del proyecto de construcción del
Hospital para Mujeres de la ciudad, conocidos ambos oficialmente desde su
creación por la denominación de Santo Hospital y Hospicio de Nuestra Señora
83 Ibidem, p. 52-53.
57
de la Caridad. Esta obra de beneficencia estaba bajo la supervisión,
administración y control directo del Rey y de la Iglesia, contando para su
mantenimiento con la Obra Pía de la Hacienda de San Nicolás de Cocorote84,
de San Felipe, instituida por Doña María Josefa Marín de Narváez85, en ese
mismo año de 1692 en que fallece.
La labor de construcción de la Casa de Recogimiento para mujeres la
comienza el Obispo hacia 1685, apenas a un año de haber asumido el cargo,
al ver el estado deplorable en que se encontraban estas “mujeres de mal
vivir”.86 De esta situación hacía responsable a la pobreza en que se hallaba
para ese momento la provincia y a la pereza de las mujeres en cuestión, que
se negaban a trabajar, “contentándose las mujeres con andar públicamente
por las calles pidiendo limosnas (…) y echando a sus hijas de siete años para
arriba desnudas a pedir por las calles sin reservar la noche, de que han
resultado y resultan muchas desdichas”. 87
84 Troconis de Veracoechea, Ermila, Ob. cit., p. 7.
85 “María Josefa Marín de Narváez. Caracas, 1668 – d. 1692. Bisabuela paterna de Simón Bolívar, hija natural reconocida del capitán Francisco Marín de Narváez.”, entrada Marín de Narváez, María Josefa, en el Diccionario de Historia de Venezuela, Fundación Polar, p. 827.
86 Para la historiadora mexicana Asunción Lavrin, en su obra “La celda y el siglo: epístolas conventuales”, citada en Glanz, Margo, “La ascesis y las rateras noticias de la tierra: Manuel Fernández de Santa Cruz, obispo de Puebla”, en Anales de Literatura Hispanoamericana, Nº 25, referencia 8, p. 97; “El argumento de la pérdida de la honra fue bien socorrido desde el siglo XVI y siguió sirviendo para solicitar recogimientos, colegios y conventos, casi siempre cerrados a mujeres de castas o ascendencia mixta. No por tan repetido deja de ofrecer dudas el argumento de la caída en una vida deshonrosa. La prostitución femenina no fue como en España, autorizada por la municipalidad ni suficientemente común para crear una situación de zozobra social, y se deben albergar dudas en cuanto a la inevitabilidad de la perdición.”
87 Archivo General de Indias (AGI), Audiencia de Santo Domingo, Legajo 683. Minuta de Real Cédula, de 26-III-1688, en la que el Rey agradece al Obispo de Caracas el estado en que ha puesto el hospital de mujeres, citada en; Leal, Ildefonso, “La educación de la mujer en la época colonial venezolana”, en La mujer en la Historia de América, Tomo I, p.187.
58
Se preocupó además, Don Diego de Baños y Sotomayor por la
prevención de este tipo de situaciones desgraciadas, por lo que luego de
solucionar en gran parte el proceso de construcción de la Casa de Recogidas
de Caracas, se dedicó a promover paralelamente la construcción de un
recogimiento para niñas blancas en estado de pobreza y desamparo, y le
escribe al Rey haciéndole saber su proyecto: “Me determiné fiado de la
Providencia de Dios a comprar una casa en frente del Monasterio de la Pura y
Limpia Concepción de esta ciudad, capaz y con muy linda disposición (…)” 88.
En esta casa las niñas aprenderían en clausura los usos de la religión
de acuerdo a como se hacía en los conventos y beaterios, exigiéndose el
silencio, el recato en el vestir y en el actuar, la obediencia a los superiores y la
diligencia en las labores mujeriles que les encomendaran, y con las cuales se
tenía previsto contribuir con el financiamiento de los gastos de la casa, al
menos en parte. Esta obra de beneficencia tan importante para el Obispo, al
punto de disponer para ella de un inmueble de su propiedad, quedó inconclusa
por no contar con la provisión de suficientes fondos para su terminación y
posterior funcionamiento. La casa pasó a manos de la Catedral de Caracas,
por disposición testamentaria del Obispo, al momento de su fallecimiento.89
La Casa de Recogimiento de Caracas u Hospicio y el Hospital de
Nuestra Señora de la Caridad, corrieron con mejor suerte, al contar con la
88 AGI, Audiencia de Santo Domingo, Legajo 218. Carta del Obispo de Caracas al Rey, de 6 de
noviembre de 1690, citada en: Leal, Ildefonso, “La educación de la mujer en la época colonial venezolana”, en La mujer en la Historia de América, Tomo I, p.187.
89 Leal, Ildefonso, Ob. cit., p.186-188.
59
Obra Pía de la Hacienda de San Nicolás de Cocorote en San Felipe, instituida
por Doña María Josefa Marín de Narváez, para su funcionamiento, además de
gozar de los beneficios adicionales que le correspondían por ser también una
obra que disfrutaba de los auspicios del Patronato Real, de acuerdo a las
Leyes de Indias90, y para 1696, María Muñoz de Narváez, parienta de María
Marín de Narváez, dona una suma en efectivo para la Obra Pía de la Casa de
Recogidas de Caracas u Hospicio de Mujeres en específico91, para ser
colocada a censo como era la costumbre en estos casos, percibiendo un
interés o corrido, que por general era del cinco por ciento anual.92
En la Real Cédula del 30 de diciembre de 1697, en la que el
Rey Carlos II se dirige al Maestro de Campo Francisco de Berroterán,
Gobernador y Capitán General de la Provincia de Venezuela (1693-1699),
pidiéndole que informe sobre la construcción del Hospital de Mujeres o Casa
de Recogimiento de Caracas, se detallan los primeros ingresos y donaciones
de enseres con que contó la obra, en particular los aportes efectuados por
Doña María Muñoz de Narváez, los cuales estaban en un principio bajo el
cuidado del administrador de los bienes de Don Pedro Jaspe de Montenegro,
el Licenciado Don Antonio de Barba:
90 Leyes de Indias, Libro I, Título VI, Ley II: “Que no se erija Iglesia ni lugar pio sin licencia del
Rey. Porque Nuestra intención es, que se erijan, instituyan, funden y construyan todas las Iglesias Catedrales, Parroquiales, Monasterios, Hospitales y Iglesias votivas, lugares pios y religiosos, donde fueren necesarios para la predicación, doctrina, enseñanza y propagacion de nuestra Santa Fé Catolica Romana, y ayudar con nuestra Real hazienda quanto sea posible, para que tenga efecto, y á Nos Pertenece el Patronazgo Eclesiastico de todas nuestras Indias, y tener noticias de todas las partes y lugares donde se deven fundar y son necesarios.(…)”
91 Troconis de Veracoechea, Ermila, Ob. cit., p. 37.
92 Ibidem, p. 7.
60
“(…) quehaviendo ajustado las quentas resulto de alcanze contra
el hospital de Nuevemillqui Nientos y veinte y siete, quezedio y
ademas dio Camas y otras cosas parasu Servicio y ornamentos
Alajas de Plata para el culto dela Capilla haviendo ayudado
tambien ala fabrica material que quedava concluida y quela Renta
regulada por un quinquenio importaba al año mill seiscientos y
ochenta y ocho pesos y quesolo faltaba de ymponer unzenso de
seis mill pesos, deprincipal (…)”93
Otros ingresos con los que contó la Casa de Recogimiento u Hospicio,
fueron las rentas de cinco tiendas compradas por el administrador Don Pedro
Jaspe de Montenegro, y de tres casas situadas en la esquina de Mercaderes,
como formas seguras de ingresos fijos.94
Los blancos conocidos como “mantuanos”, que poseían haciendas de
cacao, así como cualquier otro tipo de propiedades que generaran ganancia, o
cantidades en efectivo como capital o principal que generaran rentas
conocidas como censos, por lo general las otorgaban por la vía testamentaria,
para que éstas contribuyeran a mantener total o parcialmente, las obras de
beneficencia pública a cargo de la Iglesia, conocidas como Obras Pías, y que
constituían, de acuerdo a la doctrina cristiana católica, una garantía de
93 Archivo Histórico Municipal de Caracas (AHMC), Sección Reales Cédulas, Libro 1596-1696, Folio 88 anverso y reverso. Véase la trascripción de la Real Cédula en el Anexo.
94 Existen referencias de los cobros efectuados de las rentas de las cinco tiendas en; Archivo Histórico de la Arquidiócesis de Caracas (AHAC), Sección Obras Pías, Tomo I, Doc. Nº 10, 1721, F 377/416, y se menciona la compra de las tiendas y de las casas en; Archila, Ricardo, Historia de la Medicina en Venezuela. Época Colonial, p. 96.
61
salvación espiritual o al menos de alivio de los trabajos a los que se verían
sometidas en el Purgatorio, las almas de los donantes una vez fallecidos.95
En el caso de la Casa de Recogimiento de Caracas, se dio la
particularidad de recaer en la misma persona del Obispo de Caracas, la
función de Patrono Real y la de Patrono de la Obra Pía. Esta última
circunstancia fue consecuencia del deseo del primer Patrono, según consta en
el Documento 2 del Tomo I, Año 1692, de la Sección de Obras Pías del
Archivo Arquidiocesano de Caracas: “En Santiago de León de Caracas el
escribano público compareció en la casa del Proveedor Pedro Jaspe de
Montenegro, regidor Perpetuo y Alguacil Mayor del Santo Oficio de la
Inquisición de Caracas, quien estaba gravemente enfermo, pero en su entero
juicio. Declara ser el Patrono de la Obra Pía que mandó imponer Dña. María
Marín de Narváez, difunta, referente al Hospital de Mujeres y por el derecho
que tiene, nombra y elije por Patrono de la misma al Ilustrísimo Sr. Dr. Dn.
Diego de Baños y Sotomayor.” 96
Posteriormente esta decisión de nombrar Patrono de la Obra Pía al
Obispo Diego de Baños y Sotomayor, se extiende a perpetuidad a los demás
95 “Las obras pías en Venezuela durante la colonia tienen las características siguientes: 1) Administración dirigida y fiscalizada por la Iglesia. 2) Utilización de las rentas de los bienes legados y no del capital. 3) Función caritativa. 4) Los bienes destinados a una obra pía no podían ser utilizados para fines ajenos a ella. 5) Perpetuidad de los bienes.” Troconis de Veracoechea, Ermila, Ob. cit., p. 4 y 5. 96 “María Josefa Marín de Narváez. Caracas, (…) Casó a los 13 años de edad con Pedro
Ponte Andrade Jaspe de Montenegro. Este era sobrino de su tutor el proveedor Pedro Jaspe de Montenegro (…).”, entrada Marín de Narváez, María Josefa, en el Diccionario de Historia de Venezuela, Fundación Polar, p. 827.
62
Obispos de la Diócesis de Caracas, tal como se indica en la Real Cédula del
30 de diciembre de 1697, en la que el Rey Carlos II se dirige al Maestro de
Campo Francisco de Berroterán, Gobernador y Capitán General de la
Provincia de Venezuela (1693-1699), pidiéndole que informe sobre la
construcción del Hospital de Mujeres o Casa de Recogimiento de Caracas.97
La obra como tal de la Casa de Recogidas, no era precisamente de
mayor interés para los vecinos de una ciudad como Caracas que para la fecha
de su construcción y fundación, estaba bajo la amenaza constante de ataque
de piratas, bucaneros, corsarios y de la armada francesa98, y que según el
censo que realizó durante su gobierno, el Capitán General y Gobernador Don
Francisco de Berroterán, a quien también le tocó fortificar y organizar la
defensa de la ciudad para repeler a los corsarios ingleses, era de apenas
6.000 habitantes. Sumadas a toda esta zozobra, estaban las epidemias de
viruela y vómito negro que sufrió por esa época, la ya escasa de por sí,
población de Caracas,99 por lo que el Gobernador Berroterán, para resolver tal
97 AHMC, Sección Reales Cédulas, Libro 1596-1696, Folio 88 anverso y reverso. Véase en el Anexo.
98 “Diego de Melo Maldonado. Gobernador y Capitán General de la Provincia de Venezuela entre 1682 y 1688. (…) Recién iniciada su gestión se realizan preparativos para enfrentar en el Puerto de La Guaira un ataque de la escuadra francesa que no llega a efectuarse. (…) En septiembre de 1686 se produce una alarma general por la presencia de embarcaciones piratas frente a Cabo Codera; el 2 de octubre parten los piratas luego de haber hecho pequeños robos en la costa. La exhausta situación de la Cajas Reales en la provincia fue la aparente causa de la no ejecución de la orden real del 31 de julio de 1686 de fundar el pueblo de Higuerote con fines defensivos. (…)”, entrada Melo Maldonado, Diego, en el Diccionario de Historia de Venezuela, Fundación Polar, p. 882.
99 En el periodo de gobierno del Obispo Don Diego de Baños y Sotomayor, se sucedieron cuatro epidemias de viruela en los años 1687, 1692, 1693 y 1695, una de peste bubónica en 1689, cuatro de fiebre amarilla en 1687, 1691, 1694 y 1696 y una de sarampión en 1692, tal como se reseña en; Archila, Ricardo, Historia de la Medicina en Venezuela. Época Colonial, p. 111-132.
63
situación, tomó medidas de profilaxis y llegó al extremo de disponer que se
vendieran al costo provisiones traídas de Maracaibo y Margarita, para atender
la población y evitar la hambruna. 100
Es posible que esta fuera una de las razones, la de evitar contagios y
enfermedades a la población, por la cual al proyecto de construcción de la
Casa de Recogidas u Hospicio, se le sumó el del Hospital de Mujeres,
promoviendo su utilidad como recurso particular, de prevención del contagio y
de propagación de las enfermedades venéreas, al disponer de un lugar donde
se pudieran aislar a estas “mujeres de mal vivir”, y evitar los estragos de estas
enfermedades al resto de los habitantes de la ciudad y el escándalo que esto
provocaba.
El hospital como institución era un lugar de acogida de los desposeídos
de fortuna, o personas solas y abandonadas por sus familiares por diversas
razones de índole social y moral, que estaban sumamente enfermos o
moribundos, y a los cuales se les auxiliaba materialmente y espiritualmente
para “bien morir”, administrándole los sacramentos y aislando a los individuos
peligrosos para la salud de la población. La atención al enfermo era
dispensada por un personal caritativo ya fuese religioso o laico.
El médico atendía solo la situación de crisis del enfermo, pronosticando
la evolución de la enfermedad y prescribiendo lo necesario para la cura o alivio 100 “Francisco de Berroterán. Irún (España) – Caracas, 20.12.1713. (…) Organizó milicias
contra los piratas; así, en 1696, cuando el Conde de Blanack, Gobernador de la Martinica, anunció la toma de Caracas, Berroterán, a través de la publicación de un bando ordenó que todos los vecinos, mayores de 14 años, acudiesen a sus banderas y reunió 6 compañías: 3 de blancos, 2 de pardos libres y una de negros libres. (…)”, entrada Berroterán, Francisco de, en el Diccionario de Historia de Venezuela, Fundación Polar, p. 352.
64
de los síntomas, basado en una relación individual entre el médico y el
enfermo. No había una organización de conocimiento que permitiera
establecer las generalidades y particularidades de un cuadro clínico, o la
transmisión de las experiencias positivas o negativas del ejercicio médico
dentro del hospital, por lo que la medicina y el hospital se desarrollaban en
campos de acción diferentes hasta mediados del siglo XVIII, que es cuando
comienza a conformarse la medicina hospitalaria.101
En las Constituciones Sinodales de la Diócesis de Caracas de 1687, en
el Título IX, Constitución 57, se define la función y el objetivo del hospital como
institución al cargo y cuidado de la Iglesia: “Son los hospitales, lugares, píos, y
casas religiosas, en donde con especialidad deben ejercitarse la caridad con
los pobres de Jesucristo, que a ellos se cojen, para ser curados: Por lo cual
encargamos a los mayordomos, a los capellanes, y hospitaleros, la asistencia
y cuidado de ellos, entendiendo, que en cada uno se presenta Jesucristo,
pobre, mendigo, para que con toda caridad, y amor, sean tratados, esperando
larga retribución de la mano del Señor, que la promete, diciendo: Que lo que
se hace por el menor de sus pobres, se hace por su divina Majestad.”
Y seguidamente en la Constitución 59, se indica como primer mandato, que los
enfermos deben recibir sin falta los Sacramentos de la Confesión y de la
Comunión al tercer día de haber ingresado al hospital.102
101 Foucault, Michael, en La vida de los hombres infames (ensayos sobre desviación y dominación), p. 55, establece que; “El hospital, como institución importante, e incluso esencial para la vida urbana de Occidente desde la Edad Media, no constituyó una institución médica y, en esa época, la medicina era una profesión no hospitalaria.”
102 Gutiérrez de Arce, Manuel, Ob. cit., p. 208,209.
65
De acuerdo al Obispo Diego de Baños y Sotomayor, “para que se evite
el escándalo, y ofensa a Dios Nuestro Señor”103, era preciso y conveniente
someter al encierro a las públicas pecadoras en la Casa de Recogidas u
Hospicio, ya fuera este voluntario o por decisión del Juez Eclesiástico. Con el
encierro se suponía que la mujer debería aquietarse y reflexionar sobre su
situación desgraciada, pues en principio no había intención de castigar con el
aislamiento, sino de evitar las situaciones de pecado a un alma débil y frágil.
Por lo tanto, conforme a lo establecido en las Constituciones Sinodales, “para
reformación de las costumbres” es que se encerraba a la mujer pecadora.
Al momento de fundar una Casa de Recogidas, se elaboraba el
documento de constitución y se definían las normas a seguir, tanto por el
personal a cargo como por las internas. De este documento de fundación y del
reglamento de la Casa de Recogidas de Caracas, no se tiene noticia, ni se ha
podido localizar ningún ejemplar o referencia del contenido hasta el momento,
así como tampoco de algún cuaderno de registro de las mujeres que
ingresaron a la casa durante el gobierno del Obispo Diego de Baños y
Sotomayor. Las causas pueden ser varias; que nunca se hicieran estos
documentos y registros, lo cual extraña dada la demostrada aplicación del
Obispo a confeccionar normas y establecer procedimientos, o que
simplemente se perdieran en el desorden de las guerras de independencia y
desastres que asolaron posteriormente la ciudad. En cuanto a los cuadernos
103 Ibidem. Título VIII, Constitución 63, De los Concubinatos. Constituciones Sinodales de la
Diócesis de Caracas, p. 304.
66
de registro de ingreso y egreso de las mujeres a la casa, es probable que una
vez llenos estos, se destruyeran para proteger la honorabilidad de las mujeres
y de sus familias, y facilitar así su inserción en la sociedad colonial.104
Existen sin embargo otros documentos de esta misma especie,
correspondientes a la fundación de las casas de recogimiento por la misma
época y en América, que pueden ser tomados como fuente referencial válida
en el caso de la Casa de Recogidas de Caracas, pues permiten obtener una
visión general del objeto de la institución y las características de
funcionamiento.
Un caso bien documentado es el de la Casa de Recogidas de Santiago
de Chile, fundada en el año 1722, por el Obispo de la ciudad, Juan de
Sarricolea y Olea, quien promulgó las constituciones y ordenanzas de la Casa,
aunque desde 1672, Fray Diego de Humanzoro ya venía solicitando al Rey su
construcción.105 En estas ordenanzas se puede apreciar qué se perseguía
obtener de las internas con las prácticas del encierro y de la devoción.
El artículo 32, es claro al establecer que el encierro al que se somete a
la mujer pecadora es con el fin de ayudar a apartarla de las situaciones de
tentación, y no el castigarla ni afligirla: “(…) este nuevo medio de reclusión tan 104 Un reglamento muy posterior a la fundación de la Casa de Recogidas u Hospicio de
Caracas, elaborado en 1803, que sin embargo no se ha incluido en esta tesis por ser de un año que no corresponde con el periodo de estudio, se encuentra en el Archivo Arquidiocesano de Caracas en la sección de Obras Pías, Tomo X, legajo 13, y está trascrito íntegramente en; Troconis de Veracoechea, Ermila, Las Obras Pías en la Iglesia Venezolana, (Fuentes para la Historia Colonial de Venezuela. Nº 105), p. 261-265.
105 “Constituciones y ordenanzas que han de observar las Beatas Colegialas, esclavas de Jesús y mugeres recogidas y amparadas de su Santísimo nombre que residieren en ella.” Biblioteca Nacional de Santiago, Manuscritos Medina, vol. 234, pz. 6247, citado en; Peña González, Patricia, “La Casa de Recogidas de Santiago, un hospital de almas”, en Anales de la Universidad de Chile, sexta serie, Nº 6, p. 2.
67
decente, en queno se mira como en el destierro y la cárcel pública la pena y el
castigo sino la medicina y el remedio en que no se tira a afligir el cuerpo con
prisiones, incomodidades y penurias, sino á liberar el espiritu del cautiverio del
pecado (…)”. 106
Sumado al encierro, se sometía a la interna a una vida monacal bajo la
estricta supervisión de la Rectora de la Casa, que contemplaba la disciplina del
silencio, el recato, la frugalidad en la alimentación, el respeto de los horarios
normados para cada actividad, y las prácticas religiosas a lo largo del día
como tomar la confesión, comulgar, oír misa, hacer ejercicios espirituales,
recibir instrucción sobre la doctrina de la Iglesia y leer libros devotos, pues
como lo expone el Obispo fundador en el artículo 23: “(…) la frecuentación de
estos sacramentos (es) la mas eficaz medicina de las almas y el mas
saludable antidoto contra el veneno de los vicios y el freno mas poderoso para
sujetar las pasiones de la carne.”107
El inmueble de la Casa de Recogidas de Caracas u Hospicio y del
Hospital de Mujeres, fue construido adosado al Hospital de San Pablo, en
terrenos que actualmente corresponden al Teatro Municipal de Caracas y sus
alrededores entre las esquinas de San Pablo, Municipal y Reducto108,
pertenecientes a la Parroquia de Santa Teresa.
Tenemos como referencia la Real Cédula del 30 de diciembre de 1697:
106 Ibidem, p. 4. 107 Ibidem, p. 5.
108 O también se pueden ubicar en la actualidad los terrenos donde se construyó el Hospicio por la siguiente dirección: Av. Oeste 8 entre Av. Oeste 10, cruce con Av. Sur 4, Santa Teresa, Caracas.
68
“(…) la fabrica de unquarto de Curación para mugeres agregado
al Hospital de San Pablo de essa Ciudad, que es demi Real
Patronato Herresuelto declarar queno obstante lo ejecutado porel
referido Patronato de Jaspe Montenegro, la Sala de Curación
para Mugeres y hospital que fundara de los vienes de Doña Maria
Muñoz de Narváez debe seguir la naturaleza del Hospital de San
Pablo aqueesta agregada y comotal sea demi Real Patronato
(…)”109
Otra referencia de la ubicación del inmueble de la Casa de Recogidas la
tenemos en un documento de 1713, en donde el Administrador de la Obra Pía
de San Nicolás de Cocorote, el Señor Alonzo Gutiérrez de Ponce, presenta la
relación de los gastos realizados en la construcción de un paredón y tapias de
la Barranca de Caruata, pertenecientes al Hospicio de Mujeres o Casa de
Recogidas, por lo que sabemos que la propiedad lindaba con esa quebrada,
que efectivamente en la actualidad pasa por debajo de los alrededores de las
esquinas de Municipal y Reducto.110
El Obispo Mariano Martí, muy posteriormente, en fecha 29 de marzo de
1772, como parte de su visita pastoral, inspecciona el Hospital de San Pablo y
el Hospicio y Hospital de Mujeres, y en la relación indica que ambos inmuebles
estaban contiguos a la Iglesia de San Pablo de esa misma parroquia. Luego
de exponer los resultados de la visita del Hospital de San Pablo, continúa con
la relación de lo concerniente a la Casa de Recogidas u Hospicio y al Hospital
de Mujeres:
109 AHMC, Sección Reales Cédulas, Libro 1596-1696, Folio 88 reverso.
110 AHAC, Sección Obras Pías, Tomo I, Doc. Nº 6, 1713, F 97/257.
69
“Inmediato a este se encuentra el Hospital de Mujeres, cuyo título
el Hospicio de N. S. de la Caridad en donde hay salas de
enfermas, su Mayordomo el Bachiller Dn. Joseph de la Sierra. Las
rentas alcanzan a sus principales a cuarenta y siete mil trescientos
cuarenta y dos ps. que redituan dos mil doscientos secenta y seis
para la mantencion de las enfermas que son doze; esclavas seis,
la rectora y su familia que alcanzan a once. Aquí se prenden las
mujeres escandalosas por el Juez Eclesiástico.”111
Comparando la información acerca del monto de los ingresos de la
Casa de Recogidas u Hospicio de Mujeres que suministra el Obispo Martí en
su relación de la visita pastoral a esa institución, con la obtenida de la Real
Cédula del 30 de diciembre de 1697 para la época de la fundación, podemos
deducir que dado que los ingresos no aumentaron significativamente en casi
dos tercios de siglo de funcionamiento, es altamente probable que la
capacidad de mujeres que podían ser recibidas en el Hospicio, se mantuvo
mas o menos constante en el tiempo desde sus inicios, es decir que para el
momento de la fundación pudo haber oscilado entre ocho y diez el cupo de
camas disponibles.112
La Casa de Recogimiento de Caracas u Hospicio de Nuestra Señora de
la Caridad funcionó, desde su fundación en 1692 y durante todo el siglo XVIII y
hasta mediados del siglo XIX, aún bajo el nuevo régimen de independencia de
111 Martí, Mariano, Documentos relativos a su visita pastoral de la Diócesis de Caracas,
1771-1784, volumen 6, Libro primero del Compendio, p. 16. 112 Según la Real Cédula del 30 de noviembre de 1697, la renta era de 1.688 pesos anuales
más 300 pesos correspondientes al 5% del censo de un propio de 6.000 pesos, suma en total 1.988 pesos, comparado con los 2.266 que declara el Obispo Martí en su visita, no hay gran diferencia.
70
España, sujeta a las normativas dictadas por las Constituciones Sinodales de
1687 y bajo el Patronato de la Iglesia Católica, cumpliendo con su objetivo de
dar refugio a las mujeres arrepentidas de vivir en situación de pecado, para
que por el aislamiento y la devoción encontraran la paz del alma, y la salud y
sosiego del cuerpo, hasta el año 1845, cuando el Obispado de Caracas lo
cede al Gobierno Provincial de Caracas, como consecuencia del proceso de
secularización del Estado acaecido durante el siglo XIX.113
113 AHAC, Sección Obras Pías, Tomo XV, Doc. Nº 51, 1845, F 618/624.
71
Conclusiones
La Casa de Recogimiento para mujeres de Santiago de León de
Caracas, fundada en 1692, fue una institución de beneficencia que formó parte
esencial de las prácticas sociopolíticas del Imperio Español, como brazo
secular de la Iglesia Católica, en la aplicación de la nueva concepción moral
impuesta por el Concilio de Tentro, para la prevención, control y corrección por
medio de la devoción practicada en aislamiento, de la mujer, que de acuerdo
con los preceptos morales y religiosos imperantes, estuviera en peligro de
desviar su conducta sexual, o que ya la hubiera desviado a causa del pecado
de lujuria.
El Estado español procede a incluir dentro de los fines de protección
social, una institución que beneficiara a las prostitutas, la cual estaría bajo el
control directo de la Iglesia, por considerar esta trasgresión de la mujer un
pecado en lugar de un delito. Este proceso fue lento y se produjo por
presiones directas de la jerarquía eclesiástica católica, en particular por parte
de los Jesuitas, orden religiosa que ejercía gran influencia entre los miembros
de la Casa Real española, y que concluye con la abolición en 1623, de las
mancebías donde se ejercía la prostitución pública y cuyo funcionamiento
databa de tiempos de los Reyes Católicos, y la posterior fundación de las
Casas de Recogimiento que necesariamente tenían que proveer, a aquellas
mujeres que ya no deseaban ejercer “el torpe oficio” en forma clandestina, una
alternativa de inclusión social.
72
La fundación de estas casas fue en principio asumida en exclusiva por
la Iglesia Católica, mucho antes de que el Estado español lo hiciera, y antes
incluso del Concilio de Trento, puesto que desde el momento de la fundación
de las mancebías públicas o prostíbulos municipales, se entendía que estas
mujeres vivían en estado de pecado, y que la fornicación simple si bien no se
consideraba un pecado mortal, no dejaba de ser un pecado, por lo tanto, si las
mujeres deseaban dejar la mancebía, los padres de la mancebía estaban
obligados a dejarlas ir, tal como rezaba en las Ordenanzas de Mancebía que
normaron esta actividad en el Reino de España, y era el deber de la Iglesia
facilitarles de forma práctica tal decisión al proveerlas de un refugio.
A partir del Concilio de Trento, el proceso de fundación de las Casas de
Recogimiento se acelera, con el fin de apoyar en forma práctica y realista, la
labor de imposición de los nuevos postulados tridentinos, que consideraron la
contención del deseo carnal en el hombre, tal y como se aplicaba a la mujer
desde siempre, un nuevo valor moral.
La persistencia demostrada por la jerarquía de la Iglesia en hacer valer
los nuevos preceptos, dio sus frutos. El Imperio Español, baluarte del
catolicismo, apoyó efectivamente la fundación de las Casas de Recogimiento
en todo el reino, al disponer de los fondos del Patronato Real para estos fines.
En América el proceso de fundación fue especialmente exitoso desde
mediados del siglo XVII, hasta mediados del siglo XVIII. La mayoría de las
ciudades principales fundaron Casas de Recogimiento a petición de los
Arzobispos, Obispos, Virreyes y Gobernadores, como parte de la labor de
73
prevención y control de los pecados públicos, que tan esmeradamente la Casa
Real Española se empeñó en imponer en unión con la Iglesia Católica.
Aún cuando la ciudad de Caracas durante los años del gobierno
eclesiástico del Obispo Diego de Baños y Sotomayor (1683-1706), estaba más
ocupada de la actividad económica de la siembra del cacao que soportaba la
economía local, o de la solución de la defensa de la ciudad de los ataques de
piratas y corsarios, este Obispo supo cumplir con su misión de acuerdo con lo
que se esperaba de un Pastor de la Iglesia, realizando una significativa labor a
favor de las mujeres blancas catalogadas como “públicas pecadoras”, al fundar
la Casa de Recogimiento de Caracas, conocida como Santo Hospital y
Hospicio de Nuestra Señora de la Caridad, en la cual, luego de arrepentirse de
su proceder, éstas podían contar con un refugio donde corregir su conducta.
Esta Casa de Recogimiento fue normada de acuerdo a los postulados morales
dictados por las Constituciones Sinodales de 1687, de las cuales fue autor el
propio Obispo, y funcionó bajo los auspicios de la Iglesia desde 1692 hasta
1845, cuando pasa a manos del poder civil, como parte del proceso de
secularización del Estado ocurrido hacia el final del siglo XVIII y durante todo
el siglo XIX.
La visión del Obispo de Caracas sobre la mujer, al considerarla un ser
sometido a los desmanes del hombre, víctima que podía ser redimida si se le
daba la oportunidad de salvación, no era compartida por todos los
eclesiásticos. Había otro enfoque según el cual la mujer era la provocadora del
pecado de lujuria con sus artimañas, y que sumía al hombre en tan
74
desdichada situación. Eran pues dos visiones encontradas: La Magdalena
arrepentida y la Eva seductora.
Prevaleció entre los jerarcas de la Iglesia la primera visión, por lo que
efectivamente se crearon los medios para dar auxilio y poder brindar a la mujer
pecadora, la oportunidad de redención por medio del aislamiento de las
situaciones de pecado y por la devoción religiosa, al fundar la Casas de
Recogimiento donde podrían llegar a cumplir tal objetivo, y ser acogidas
nuevamente por la sociedad como ovejas rescatadas del infortunio por su
Pastor, siendo una de las ciudades favorecidas con esta obra positiva del
Estado español, la ciudad de Caracas.
75
Anexo
Transcripciones
Los documentos transcritos se encuentran en el Archivo Histórico Municipal de
Caracas, en la sección Reales Cédulas, Libro 1596-1696.
La transcripción es de tipo literal, de acuerdo a las normas para transcripción
de documentos de la 1° Reunión Internacional sobre Archivos de Washington,
octubre 1961. 114
Real Cédula del 2 de marzo de 1666
En la que la Reina regente Mariana de Austria exhorta a las autoridades civiles
y eclesiásticas de Indias para que velen por la moral y las buenas
costumbres.115
Folio 30 anverso
1 La Reyna Governadora
2 Por quanto el Rey mi señor (que santa gloria aya) con todo se lo encargo
repetidamente asus comisionados
3 y tribunales diesen las ordenes necesarias para que enlajuridision de su
distrito se
114 Durand, Guillermo y González, Antonio José, Paleografía Práctica, (Su aplicación en el estudio de los documentos históricos venezolanos), 1992, p. 114-120. 115 Los textos en corchetes corresponden a rotos en el documento original, que se completaron con los textos del folio 31 anverso y del folio 31 reverso, los cuales corresponden a otra copia de la misma Real Cédula, y aún cuando esta última también está muy mutilada, el texto referido aparece claramente escrito.
76
4 atendiese mucho ala enmienda delos pecados publicos, deviendo yo
continuar tan
5 justo proposito, Heresuelto encargarles lo mismo con todo aprieto para que
por este
6 medio seconcilie laproteccion de Dios nuestro Señor abeneficio desta
Corona y con
7 viniendo que se lleve con el mismo cuidado para este fin enlas Indias
occidentales
8 Islas y tierra firme del mar océano, Hetenido por bien dar lapresente por la
9 qual mando alos Virreyes, Presidentes y Governadores de aquellas
provincias y ruego
10 y encargo alos Arzobispos y obispos delas iglesias metropolitanas y
cathedrales
11 dellos que cada uno en su distrito y jurisdicción atiendan mucho aquese cul
12 tiven las buenas costumbres castigando los vicios y procurando que conlas
penas
13 impuestas, o las que pareciere ymponer se reprima la relaxacion que se
expe
14 rimenta en [el de los] Juramentos tomando muy por su quenta la
reformacion
15 delas costu[mbres] en eclesiasticos y seglares cadauno por lo queletoca y
que
77
16 se des ar[raigue la] semilla delos pecados publicos disponiendo porlos
medios
17 que tubier[en por ma]s justos y eficaces la enmienda y correccion dellos
como
18 lo fio de [sujeto al] servicio de Dios nuestro señor y mio fecha en Madrid a
dos
19 de M [arzo de mil s]eiscientos y sesenta y seis años
20 Yo la Reyna
Real Cédula del 30 de diciembre de 1697
En la que el Rey Carlos II se dirige al Maestro de Campo Francisco de
Berroterán, Gobernador y Capitán General de la Provincia de Venezuela
(1693-1699), pidiéndole que informe sobre la construcción del Hospital de
Mujeres o Casa de Recogimiento de Caracas.
Folio 88 anverso
1 El Rey
2 Maestro de Campo Don Francisco de Verroteran Cavallero dela or
3 Den de Santiago mi Governador y Capitan General dela provincia de
4 Venezuela. En despacho de treze de octubre de mill seiscientos y no
5 Venta y dos osmande me informareis el estado delafabrica del
78
6 Hospital de Mugeres quefundo enessa Ciudad Doña Maria Nunez
7 de Narvaez su fundación Cantidad y Calidad de Rentas y perpe
8 tuidad, y queos aplicareis ala liquidación y ajuste delas quentas
9 del tiempo quefue Administrador Pedro de Jaspe de Montenegro cobran
10 do los alcanzes silos hubiese yamismo si hubiese hecho algun
11 ofrecimiento, y en su cumplimiento decis en Carta de treinta de Abril lo
12 fundo el hospital para Curación de Mugeres dejando poder para tes
13 tar a Pedro Jaspe de Monte negro y ensu virtud senombro asimismo
14 por Patrono y después al obispo de essa Iglesia yasus sucesores concuya
15 administrazion quedava corriendo El Licenciado Don Antonio de
16 Barba Administrador delos Vienes de pedro Jaspe, y quehaviendo ajus
17 Tado las quentas Resulto de alcanze contra el hospital de Nuevemillqui
18 Nientos y veinte y siete, quezedio y ademas dio Camas y otras cosas
parasu
19 Servicio y ornamentos Alajas de Plata para el culto dela Capilla haviendo
ayu
20 Dado tambien ala fabrica material que quedava concluida y quela Ren
21 ta regulada por un quinquenio importaba al año mill seiscientos y ochenta y
ocho pesos
79
Folio 88 reverso
1 y quesolo faltaba de ymponer unzenso de seis mill pesos, deprincipal aiya
2 emposesion sehavia dehacer después depasados seis años dela
Administración deel
3 Lizenciado Don Antonio Barva quees el tiempo quela havia de servir según
4 Voluntad del referido Pedro Jaspe. Visto en mi Consejo delas Indias
5 con los autos que remitisteis enesta razon los antecedentes deesta materia
6 ylo pedido porel fiscal, reconociendo queen Virtud delpoder que dio para
testar
7 la Doña María Muñoz de Narváez nopudo nidevio nombrarse por Pa
8 trono del referido hospital, y Consiguientemente dejan nombrado al obispo
9 de essa Iglesia yasus sucesores respecto dequetal facultad enel nose
exprese
10 y quesu Voluntad fue solo la fabrica de unquarto de Curación para mugeres
11 agregado al Hospital de San Pablo de essa Ciudad, que es demi Real
Patronato
12 Herresuelto declarar queno obstante lo ejecutado porel referido Patronato
de Jas
13 pe Montenegro, la Sala de Curación para Mugeres y hospital que fundara
14 de los vienes de Doña Maria Muñoz de Narváez debe seguir la naturaleza
15 del Hospital de San Pablo aqueesta agregada y comotal sea demi Real Pa
80
16 tronato y ensu conformidad nombrareis como mi Vize Patrono
Administrador
17 de esta fundación elqual a de dar fianzas legas llanas y abonadas a satis
18 fazion delos ofiziales Reales de essa Ciudad,
Recopilación
Las Ordenanzas de la Mancebía de Sevilla de 1553 que se presentan, han
sido transcritas de las Antiguas ordenanzas municipales de la ciudad de
Ronda y su jurisdicción mandadas pregonar por orden del rey
Don Felipe II….año 1568. Ronda. Málaga. 1889, p. 304-311, disponibles en el
Archivo Municipal de Ronda, y que fueron promulgadas como válidas para
todo el Reino de Castilla por Felipe II en 1570, manteniendo su vigencia hasta
el 10 de febrero de 1623, cuando fueron proscritas definitivamente las
mancebías en todo el Reino de Castilla por Real Pragmática de Felipe IV.116
Las Ordenanzas norman en primer lugar la labor de los padres de la
mancebía encargados de las casas o boticas, y de velar del buen curso y
orden del negocio, y en segundo lugar norman la actividad de las prostitutas.
116 Moreno Mengíbar, Andrés y Vázquez García, Francisco, “Poder y prostitución en Sevilla (siglos XIV-XX)”, 1998, p. 257-263.
81
Ordenanzas de la Mancebía de Sevilla (1553)
Las ordenanzas que los muy ilustres señores del Cavildo e regimiento de esta
ciudad mandan que de aquí adelante guarden e cumplan los padres que son o
fueren de la mancebía de esta ciudad y otras personas a quienes toca o atañe
son las siguientes:
Primeramente ordenamos y mandamos que de aquí en adelante ninguno pueda
ser padre de la dicha mancebía sin que sea nombrado por la dicha ciudad y
tenga título de ello, y antes y primero que use el dicho oficio jure en manos del
escrivano del dicho Cavildo de la dicha Ciudad que guardará y terná los
capítulos que de suso serán contenidos y declarados, so las penas que en ellos
se contienen.
Ordenamos que el padre o padres que fueren en esta dicha ciudad no puedan
él ni otro por él directa ni indirectamente alquilar ropa alguna, ni camisa, ni toca,
ni gorguera, ni saya, ni sayuelo, ni otra cosa ninguna a ninguna muger de la
dicha mancebía, ni quedar a pagar por ella a ninguna persona, so pena que por
la primera vez que lo hiciere y le fuere probado pague de pena mill maravedíes
e pierda todas las ropas que ansí alquilare o comprare, o quedare por fiador de
ellas, y se repartan en esta manera: la una parte para los Propios y la atra parte
para el denunciador que lo denunciare; y por la segunda vez tenga la pena
doblada.
Item, ordenamos y mandamos que el tal padre o padres no puedan recivir ellos,
82
ni otros por ellos, ninguna muger empeñada, ni sobre ella ni sobre su cuerpo
puedan dar ni prestar dineros algunos directa ni indirectamente por ninguna via
ni forma que ser pueda, aunque ella propia lo consienta y aunque la tal muger
los pida prestados para curarse ni para otra necesidad que tenga, so pena que
por la primera vez caiga e incurra en pena de dos mill maravedíes y tenga
perdidos los dineros que ansí prestare y por la segunda vez tenga la pena
doblada, e las penas se repartan por la forma arriba contenida.
Otrosí, ordenamos y mandamos que porque podría ser que al presente aya
algunas mugeres empeñadas e por no tener de qué pagar, aunque quieran salir
de pecado y recoxerse, que puesto les está mandado otras veces por la justicia
de esta ciudad no lo hagan, que qualquiera muger que quisiere salirse de su
pecado e recoxerse y ponerse en buen estado lo pueda hacer libremente, no
embargante que deba dineros por qualquier vía o modo que los deba, y que los
tales padres no las puedan compeler a que no salgan del mal oficio y pecado
en que están.
Item, conformándonos con las ordenanzas antiguas de esta ciudad por las
quales está prohibido que en la mancebía pública no aya tabernas donde den
de comer ni beber, por las causas en las dichas ordenanzas contenidas y
porque la dicha razón milita en los padres de la mancebía, ordenamos y
mandamos, prohibimos y defendemos que los dichos padres dentro de la dicha
mancebía e fuera de ella de manera alguna no puedan tener ni tengan tabernas
ni tavancos donde guisen de comer, ni vendan guisado ni por guisar, ni tengan
83
taberna, ni vendan vino a las mugeres que ganaren en la dicha mancebía, ni a
otras personas, ni vendérselo al fiado ni al contado, ni en otra manera, sino que
las dichas mugeres de la mancebía ayan de ir a buscar y traer la comida y
bebida porque demás que teniendo la comida la dicha mancebía se
empeñarían y comerían demasiado, y con el incentivo del mucho comer y beber
ofenderían mucho más a Nuestro Señor en el dicho pecado, y el tiempo que se
ocuparen en ir a buscar la dicha comida dexarían de ofender a Nuestro Señor
en el dicho pecado, lo qual mandamos así hagan y cumplan los dichos padres
de la mancebía, so pena de seiscientos maravedíes aplicados en la forma
susodicha por la primera vez e por la segunda aya la pena doblada.
Item, ordenamos y mandamos que los tales padres no consientan a ninguna
muger estar enferma en la dicha mancebía, ni las curen, ni les den medicina
alguna, sino que luego hagan saber a los diputados nombrados por la ciudad
para que ellos las hagan llevar a los hospitales, so pena que por la primera vez
aya de pena mill maravedíes repartidos en la manera que dicho es, y por la
segunda vez la pena doblada.
Item, ordenamos y mandamos que los tales padres no puedan llevar ni lleven
por alquiler de botica y cama, y silla, y candil, y estera, almohada y otras
qualesquier cosas que les suelen dar y alquilar para executar su mal oficio más
que a razón de un real por cada un día, conque la cama sea de dos colchones
y tenga su sábana y manta y almohada, so la pena arriba dicha, aplicada en la
forma de suso declarada.
84
Item, ordenamos y mandamos que en la dicha ciudad de aquí adelante, quando
por su señoría se arrendaren las boticas de la mancebía, que su señoría sea
servido de las mandar arrendar con las condiciones de suso contenidas y las
mismas guarden y cumplan las otras personas que tienen y tubieren
arrendadas las boticas y mesones que hay en la dicha mancebía.
Item, pedimos y suplicamos a la dicha ciudad que desde aquí adelante y dende
luego su señoría nombre un veinte e quatro e un jurado que sean diputados de
en quatro en quatro meses para ver y visitar los dichos padres e se informen si
guardan y cumplen lo de yuso contenido, y que siempre quede uno de los
dichos diputados viexos para el otro que nuebamente se nombrare, y que lo
hallaren que es cosa dina de remedio hagan saber al asistente o a sus
thenientes para que lo manden guardar y executar, no obstante que nosotros
seamos y quedemos jueces para lo ver y visitar y proveer en el caso lo que sea
justicia conforme a lo aquí ordenado.
Item, ordenamos y mandamos, prohibimos e defendemos que las dichas
mugeres de la mancebía no estén ni residan en ella ganando en ninguno de los
días de domingos, fiestas y quaresmas y quatro témporas y vigilias del año,
antes mandamos que en los tales días las puertas de la dicha mancebía estén
cerradas y que el padre no las abra ni consienta abrir para el dicho efecto, so
pena a la muger que ganare los tales días en la dicha casa le sean dados cien
azotes y al padre que lo consintiere e no lo impidiere y estorbare le sea dada la
misma pena.
85
Item, porque por ordenanzas de esta ciudad e leyes de estos reinos está
mandado y prohibido que las mugeres públicas de la mancebía traigan ábitos
diferentes y señales por donde sean conocidas e diferenciadas de las buenas
mugeres, mandamos de aquí adelante que ninguna de las dichas mugeres de
la dicha mancebía no puedan traer ni traigan mantos, ni sombreros, ni guantes,
ni pantuflos, como algunas suelen calzar, y solamente traigan cubiertas
mantillas amarillas cortas sobre las sayas que trageren y no otra cobertera
alguna, so pena que por cada vez que fueren halladas en otro ábito lo pierdan
con más trecientos maravedíes, repartidos en la forma susodicha.
ltem, porque ay muchas en la dicha mancebía que tienen palacios alquilados
fuera de ella, donde se van de noche a dormir con hombres fingiendo ser
mugeres de más calidad y engañándoles y llevándoles por ello muchos dineros,
de lo qual se ha recrecido e puede recrecer muchos escándalos, muertes,
heridas y otros graves incombinientes, mandamos que en dando la oración
antes que anochezca todas las mugeres se recojan a la dicha mancebía y
duerman y estén toda la noche dentro de ella sin salir a otra parte alguna, so
pena de seiscientos maravedíes a cada una que lo contrario hiciere, y so la
misma pena mandamos al padre que ansí lo guarde y cumpla y no permita ni
consienta que se haga otra cosa.
Item, porque se ha visto por expiriencia que de averse recivido y recivirse en la
dicha mancebía mugeres casadas que tengan sus padres en esta ciudad, o
mulatas, se han seguida e pueden seguir grandes incombinientes, escándalos,
86
muertes e heridas, ordenamos y mandamos que de aquí adelante no recivan en
la dicha mancebía las dichas mugeres casadas ni que tengan sus padres en la
tierra, o mulatas, ni el padre las pueda recivir para que ganen ni para que a él le
sirvan en las dichas mancebías, so pena de mill maravedíes por cada una de
las que ansí reciviere contra esta prohibición y más diez días de cárcel.
Item, ordenamos y mandamos que de todo lo susodicho se hagan sus tablas y
se pongan en la dicha mancebía y en el lugar donde a todos pueda ser público
y notorio lo en ellas contenido, e no puedan pretender ignorancia; y el padre o
padres que ansí no las tubieren incurran en pena de dos mill maravedíes
aplicados como dicho es.
Item, mandamos que el padre de las mugeres no consienta ganar, ni dormir
noches, ni siestas a ninguna muger fuera de la dicha mancebía si no fuere a
comer o cenar y luego volberse a la dicha mancebía, so pena que por cada vez
que lo contrario hiciere qualquiera de las dichas mugeres, o él por consentillo,
incurra en pena de seiscientos maravedíes repartidos la mitad para los Propios
y la otra mitad para el denunciador, lo cual manda executar desde el día que se
le notificare, e que no tenía mas de una casa en que moren, pues no ganando
en ella las dichas mugeres le basta.
Ítem, por quanto la maior parte de los que tienen estas mugeres en la mancebía
son mozos de la justicia y no es posible que alguna vez sus amos no sean
sabidores de ello, ordenamos y mandamos que los tales mozos no las puedan
tener como está dispuesto por leyes de estos reinos, y cada y quando que se
87
averiguare a qualquiera de ellos tener las tales mugeres en el partido o fuera de
él, le sean dados cien azotes y quatro años a galeras, y por la segunda vez los
azotes sean doblados y sea echado a galeras por toda su vida; y asimismo si la
tal justicia a quien hubieren fuera sabidor de ello y lo consintiere, sea privado de
oficio real y pague cien mill maravedíes aplicados como dicho es.
De las quales dichas ordenanzas pedimos e suplicamos a la dicha ciudad, pues
su señoría nos cometió que las hiciésemos, que su señoría las mande
confirmar e aprobar para que confirmadas y aprobadas se pregonen
públicamente en la dicha mancebía y en otras partes donde combiniere para
que venga a noticia de todos e no puedan pretender ignorancia.
Las quales dichas ordenanzas mandan que se guarden y cumplan en todo
como en ellas se contiene y no excedan de lo en ellas y en cada una de ellas
contenido, so las penas en ellas declaradas, por el tiempo que la voluntad de la
ciudad fuere. E porque venga a noticia de todos se manda pregonar
públicamente fecho.
Fecho en Sevilla, miércoles siete días del mes de mayo de mill y quinientos y
cincuenta e tres años"
88
Plan de Trabajo
Exposición de la idea central del trabajo
A continuación se presenta el plan de trabajo seguido de una síntesis de cada
una de las ideas principales que se desarrollaron en la tesis. El esquema
consta de dos ideas principales, seguidas de sus ideas explicativas.
Idea Central
La Casa de Recogimiento para mujeres de Santiago de León de Caracas,
fundada en 1692, fue una institución de beneficencia que formó parte esencial
de las prácticas sociopolíticas del Imperio Español, como brazo secular de la
Iglesia Católica, en la aplicación de la nueva concepción moral impuesta por el
Concilio de Trento, para la prevención, control y corrección por medio de la
devoción practicada en aislamiento, de la mujer que de acuerdo con los
preceptos morales y religiosos imperantes, estuviera en peligro de desviar su
conducta sexual, o que ya la hubiera desviado a causa del pecado de lujuria.
La idea central se trabajó a partir de dos ejes temáticos: El análisis del
proceso y de los diferentes aspectos que motivaron al Estado español a
proceder a incluir dentro de los fines de protección social una institución que
beneficiara a las prostitutas, la cual estaría bajo el control directo de la Iglesia,
por considerar esta trasgresión de la mujer un pecado en lugar de un delito. El
segundo eje temático de la idea central está relacionado con el análisis del
89
proceso de fundación de la Casa de Recogimiento de Caracas y la particular
concepción que de esta tenía su fundador, el Obispo Diego de Baños y
Sotomayor, tal cual lo expresó en las Constituciones Sinodales de 1687.
I) La institución de la Casa de Recogimiento para mujeres, surge como
consecuencia del cambio en la visión de la prostitución como un mal
menor. De ser ejercida en los reinos ibéricos desde el siglo XV, en
forma pública a cargo de los gobiernos municipales y muchas veces
en inmuebles alquilados propiedad de la Iglesia, pasa a ser vista, a
consecuencia de los cambios suscitados por el Concilio de Trento,
como una exacerbación del pecado, por lo que su abolición y
prohibición por parte del Rey se hizo inminente.
A) La prostitución pública vista antes y después del Concilio de
Trento. Justificaciones y denuestos teológicos y morales.
a. Argumentos que la justificaban como herramienta legal
de control social y protección de la institución familiar.
1. La prostitución pública como desahogo de la
fogosidad sexual de los hombres solteros,
evitaba que estos violentaran a las mujeres
honestas.
2. Fornicar con una prostituta se consideraba el
menor de los pecados mortales.
90
3. Invocación de los Padres de la Iglesia para su
justificación.
b. Argumentos que la objetaban a la luz de la nueva
cruzada de cristianización suscitada por la
Contrarreforma.
1. Valoración de la contención sexual del hombre.
2. El Santo Oficio la consideró como un acto de
herejía.
3. Invocación de los Padres de la Iglesia para su
objeción.
B) La prostibula publica como institución municipal, situada en el
establecimiento o zona conocida oficialmente como mancebía,
enfrentó la arremetida de la Iglesia por brazo de los Soldados de
Cristo, hasta lograr su total prohibición en todo el Imperio
Español.
a. La prostitución en el ordenamiento legal de España.
1. Las mancebías. Características y funcionamiento.
2. Reclusión en galeras, de las prostitutas que
ejercían fuera de las mancebías.
b. Los Jesuitas hacen cumplir las ordenanzas de
mancebías, que estipulaban que estos recintos debían
permanecer cerrados durante las fiestas religiosas y los
domingos, a la vez que abogan en contra de la
prostitución.
91
1. El caso de Granada. Las ordenanzas de
mancebías de 1570.
2. El caso de Sevilla. Las prostitutas y el Padre
León.
3. Pragmática Real de 1623 sobre la abolición de
las mancebías.
C) Como solución al problema de desocupación de las prostitutas,
los Jesuitas fundan las Casas de Arrepentidas, las cuales con
posterioridad, son tomadas como modelo para la creación de las
denominadas Casas de Recogimiento o Casas de Recogidas,
quedando estas últimas a cargo del Patronato Real, pasando así
a ser una institución de Estado, cuya fundación, gobierno y
administración estaba a cargo de los Obispos y/o Gobernadores.
a. Las Casas de Arrepentidas de los Jesuitas.
b. Las Casas de Recogimiento en España y en las Indias
y su legislación. Proceso fundacional en las principales
ciudades y los diferentes tipos de casas de acuerdo a
sus objetivos, que se crearon durante el siglo XVII.
c. Prevención, vigilancia y corrección de los pecados
públicos a cargo de Obispos y Gobernadores, según
se estipulaba en la Real Cédula del 2 de marzo de
1666.
92
II) Don Diego de Baños y Sotomayor, en su gestión al frente de la
Diócesis de Venezuela (1683-1706), funda a finales del siglo XVII, la
Casa de Recogimiento de Santiago de León de Caracas. La
fundación de este establecimiento obedeció a los lineamientos sobre
la prevención y control de las públicas pecadoras, establecidos con
anterioridad en las Constituciones del Sínodo Diocesano de
Santiago de León de Caracas, elaboradas y aprobadas durante su
gobierno eclesiástico, las cuales fueron expresión del espíritu de la
Contrarreforma en concordancia con los mandatos emanados del
Concilio de Trento, adaptadas magistralmente a la realidad vivida
por la feligresía de la Diócesis colonial bajo su cuidado.
A) Santiago de León de Caracas a finales del siglo XVII, capital de
la Diócesis y de la Gobernación de Venezuela, ameritaba la
fundación de un establecimiento de beneficencia para el control y
cuidado de la mujer catalogada por la Iglesia y por la sociedad
como pública pecadora.
a. El pecado de lujuria en las Constituciones Sinodales de
1687.
1. Tratamiento de acuerdo a la calidad de la
pública pecadora.
2. Valoración de la continencia sexual.
93
3. La Casa de Recogimiento como lugar de
corrección.
b. La valoración de la conducta sexual de la mujer en la
sociedad hispana del siglo XVII, en particular en
Venezuela.
1. La conducta sexual de la mujer buena de
acuerdo a los cánones religiosos y morales del
siglo XVII. Textos moralizantes.
2. El recato sexual. La honestidad en el vestir para
evitar las provocaciones de Eros.
3. Labor de vigilancia y corrección a cargo del Juez
Eclesiástico.
4. La política del silencio de los pecados públicos.
Ausencia de mención de actos de prostitución,
con el fin de evitar la corrupción de las personas
honestas.
.
B) La Casa de Recogimiento u Hospicio para Mujeres de Santiago
de León de Caracas, fundada en 1692 a instancias del Obispo
Don Diego de Baños y Sotomayor, como parte integral del
proyecto de construcción del Hospital para Mujeres de la ciudad,
conocidos ambos oficialmente desde su fundación por la
denominación de Santo Hospital y Hospicio de Nuestra Señora
de la Caridad, como obra de beneficencia bajo la supervisión,
administración y control directo del Rey y de la Iglesia, la cual
94
contó para su mantenimiento con la Obra Pía de la Hacienda de
San Nicolás de Cocorote instituida por Doña María Josefa Marín
de Narváez, en ese mismo año de 1692 en que fallece.
a. La labor del Obispo Don Diego de Baños y Sotomayor,
en favor de las públicas pecadoras.
b. El Santo Hospital y Hospicio de Nuestra Señora de la
Caridad es instituido como Patronato Real y Obra Pía.
c. Objetivo de su fundación.
d. Supervisión Real del proceso de fundación y
establecimiento. (Reales Cédulas del 2 de noviembre
de 1696 y del 30 de diciembre de 1697.)
e. Ubicación física del establecimiento.
f. Características de funcionamiento.
C) Hacia finales del siglo XVIII, la Casa de Recogimiento u Hospicio
de Mujeres, según constató el Obispo Mariano Martí durante su
visita pastoral, había pasado, de ser casa de corrección para
mujeres blancas, a aceptar a mujeres de cualquier calidad que
se encontraban en el mayor desamparo, manteniéndose en
funcionamiento bajo la administración de la Iglesia y bajo los
preceptos de las Constituciones Sinodales de 1687.
95
Bibliografía
Fuentes primarias manuscritas
Archivo Histórico de la Arquidiócesis de Caracas (AHAC)
Sección Libros Diversos, carpeta 67L, Reales Cédulas, Doc. 27. Sección Obras Pías, Tomo I, Doc. Nº 2, 1692, F 10/11. Sección Obras Pías, Tomo I, Doc. Nº 6, 1713, F 97/257. Sección Obras Pías, Tomo I, Doc. Nº 10, 1721, F 377/416. Sección Obras Pías, Tomo XV, Doc. Nº 51, 1845, F 618/624.
NOTA: Se incluyen los documentos del siglo XVIII que contienen referencias o datos importantes al período de estudio (1683-1706), y del siglo XIX que contienen información sobre el destino final de La Casa de Recogimiento. Archivo Histórico Municipal de Caracas (AHMC)
Reales Cédulas, Libro 1596-1696, F 30/31/31r/88/88r/89.
Fuentes primarias impresas
Actas del Cabildo de Caracas, 1677, Tomo XV. Caracas, Ediciones del Concejo Municipal de Caracas, 1997. Aquino, Tomás de, Obras Completas, www.dominicos.org (portal web de la Orden de los Dominicos), 2008. Arbiol, Francisco, La familia regulada, con doctrina de la sagrada escritura, y Santos Padres de la Iglesia católica. Madrid, por Joaquín Ibarra, 1764. Ezcaray, Fray Antonio de, Vozes del dolor, nacidas de la multitud de pecados, que se cometen por los trages profanos, afeytes, escotados, y culpables ornatos, que en estos miserables tiempos, y en los antecedentes ha introducido el infernal dragón para destruir, y acabar con las almas, que con su preciosísima sangre redimió nuestro amantísimo Jesús, Thomás López de Haro, Sevilla, 1691. Gibergues, Abate de, La castidad, Introducción de J.M. Núñez Ponte. Caracas, Empresa El Cojo. S/f.
96
Guerrero, Pedro, Constituciones Synodales. Granada, Lorenzana, 1573. Gutiérrez de Arce, Manuel, El Sínodo Diocesano de Santiago de León de Caracas de 1687. (Fuentes para la Historia Colonial de Venezuela. Nº 124, Nº 125). Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1975. Hipona, Agustín de, Obras completas, www.agustinus.it (portal web de la Orden de los Agustinos), 2008. Las Siete Partidas del muy noble rey Don Alfonso El Sabio, glosadas por el Lic. Gregorio López, del Consejo Real de Indias de S.M. Madrid, Compañía General de Impresores y Libreros del Reino, 1843. La Santa Biblia. Antiguo y Nuevo Testamento. Antigua versión de Casiodoro de Reina (1569), revisada por Cipriano de Valera (1602). Revisión de 1960. Caracas, Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960.
León, Fray Luis de, La perfecta casada, Espasa-Calpe, Madrid, 1980. Martí, Mariano, Documentos relativos a su visita pastoral de la Diócesis de Caracas, 1771-1784, (Estudio preliminar y coordinación por Lino Gómez Canedo). Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1989. Novísima Recopilación de Leyes de España. Dividida en XII libros. En que se reforma la Recopilación publicada por el Señor Don Felipe II, en el año de 1567, reimpresa últimamente en el de 1775: Y se incorporan las pragmáticas, cédulas, decretos, órdenes y resoluciones Reales, y otras providencias no recopiladas, y expedidas hasta el de 1804. Mandada formar por el Señor Don Carlos IV. Madrid, s.n., 1805. Nuevo Testamento. Traducción de Pedro Ortiz. Bogotá, Ediciones Paulinas, 2000. Recopilación de Leyes de los Reinos de Indias, reproducción en facsímil de la edición de Julián Paredes de 1681. Madrid, Ediciones Cultura Hispánica, 1973. Tapia, Fray Diego de, “Confesionario mas lato en lengua cumanagota”, en Algunas obras raras sobre la lengua cumanagota, Julio Platzmann (compilador). Leipzig, B.G. Teubner, 1888.
97
Fuentes bibliográficas Acosta, Vladimir (coordinador), Diosas, musas y mujeres, Caracas, Monte Ávila Editores, 1993. Almécija, Juan, La Familia en la Provincia de Venezuela, 1745-1798. Madrid, Editorial Mapfre, 1992. Althusser, Louis, Ideología y aparatos ideológicos de Estado (Freud y Lacan). Buenos Aires, Ediciones Nueva Visión, 1988. Archila, Ricardo, Historia de la Medicina en Venezuela. Época Colonial. Caracas, Tipografía Lux, 1961. Ariés Philiphe, A Béjin, Michel Foucault y otros, Sexualidades Occidentales. Buenos Aires, Editorial Paídos, 1987. Ariés Philippe y Geroges Duby (coordinadores) Historia de la vida privada. Poder privado y poder público en la Europa feudal. Madrid, Taurus, 1989, vol 3. _____________________ (coordinadores) Historia de la vida privada. El individuo en la Europa feudal, Madrid, Taurus, 1989, vol 4. Bernardo Núñez, Enrique, La ciudad de los techos rojos. Caracas, Monte Ávila Editores, 1988. Bruquetas de Castro, Fernando, La historia de los burdeles en España. De lupanares, puteríos reales y otras mancebías. Madrid, La Esfera de los Libros, S.L., 2006. Correa Castelblanco, Jaime, San Ignacio de Loyola. Santiago de Chile, Compañía de Jesús, 1994. De Rougemont, Denis, El amor y occidente. Barcelona-España, Kairos, 1997. Duby, Georges, El amor en la Edad Media y otros ensayos. Madrid, Alianza Universidad, 1988. Durand, Guillermo y González, Antonio José, Paleografía Práctica, (Su aplicación en el estudio de los documentos históricos venezolanos), Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1992.
98
Foucault, Michel, Vigilar y castigar. El nacimiento de la prisión. México, Fondo de Cultura Económica, 1975. ______________, Historia de la sexualidad (la inquietud de sí). México, Siglo Veintiuno Editores, 1987. Tomo III. ______________, La vida de los hombres infames (ensayos sobre desviación y dominación). Argentina, Editorial Altamira, 1985. Gonzalbo Aizpuru, Pilar, Familia y orden colonial. México, El Colegio de México, 1998. Gutiérrez, Alfonso, El Concubinato y la estabilidad familiar en Venezuela. Caracas, Ediciones Trípode,1987. _________________, Las mujeres en la Nueva España educación y vida cotidiana. México, El Colegio de México,1987. Hernández Iglesias, Fermín, La Beneficencia en España. Madrid, Establecimientos Tipográficos de Manuel Minuesa, 1876. Lavrin, Asunción (coordinadora), Sexualidad y matrimonio en la América Hispánica, Siglo XVII-XVIII., Barcelona, Grijalbo, 1991. Leal, Ildefonso, “La educación de la mujer en la época colonial venezolana”, en La mujer en la Historia de América, Tomo I, (Obra enciclopédica bajo la supervisión de Ramón J. Velásquez). Caracas, Asociación Civil La Mujer y el Quinto Centenario de América y Venezuela, 1995. Leites, Edmund, La Invención de la mujer casta. España, Siglo Veintiuno Editores, 1990. Moreno Mengíbar, Andrés y Vázquez García, Francisco, “Poder y prostitución en Sevilla (siglos XIV-XX)”, Tomo I, Sevilla, Universidad de Sevilla, 1998. Navarro, Marysa y Stimpson R., Catherine (compiladoras), Sexualidad, género y roles sexuales. México, Fondo de Cultura Económica, 1999. Ots de Capdequi, José María, El estado español en las Indias. México, Fondo de Cultura Económica.1957. _____________________, Historia del Derecho Indiano en América y del Derecho Indiano. Madrid, Aguilar, 1961.
99
Pallares, Eduardo, El procedimiento inquisitorial. México, Imprenta Universitaria, 1951 Paz, Octavio, La llama doble (Amor y erotismo). Colombia, Seix Barral, 1993. Pellicer, Luis Felipe, La vivencia del honor en la Provincia de Venezuela 1774-1809 (estudio de casos). Caracas, Fundación Polar, 1996. ____________, Entre el honor y la pasión. Caracas, Fondo Editorial de Humanidades y Educación, 2005. Pino Iturrieta, Elías, Contra lujuria castidad. Historias de pecado en el siglo XVIII venezolano. Caracas, Alfadil Ediciones, 1992. ___________________, Ventaneras y castas, diabólicas y honestas. Caracas, Planeta, 1993. ___________________ (Coordinador) Quimeras de amor, honor y pecado en el siglo XVIII venezolano. Caracas, Planeta, 1994. ___________________, Ideas y mentalidades de Venezuela, Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1998. Quevedo Villegas, Francisco de, “Obras Completas”, Tomo tercero y segundo de las Poesías, (con notas y adiciones de D. Marcelino Menéndez y Pelayo). Sevilla, Sociedad de Bibliófilos Andaluces, Impresos de Francisco de P. Díaz, 1907. Rodríguez, José Ángel, Babilonia de Pecados. Caracas, Alfadil, 1998. Sosa Llanos, Pedro, Nos Los Inquisidores (el Santo Oficio en Venezuela), Caracas, Universidad Central de Venezuela, 2005. Troconis de Veracoechea, Ermila, Las Obras Pías en la Iglesia Venezolana, (Fuentes para la Historia Colonial de Venezuela. Nº 105). Caracas, A.N.H, 1971. ____________________________, Historia de las cárceles en Venezuela (1600-1890). (Colección Estudios, Monografías y ensayos. Nº 28). Caracas, A.N.H, 1983. ____________________________, Indias, esclavas, mantuanas y primeras damas. Caracas, A.N.H/Alfadil Trópicos, 1990.
100
Troconis de Veracoechea, Ermila, Orígenes de la pobreza en Venezuela, (Colección Estudios, Monografías y ensayos. Nº 184). Caracas, A.N.H., 2002. Fuentes Hemerográficas
Almena, Elisabet, “Mujeres y cárceles. Pasado y presente de las cárceles femeninas en España”, en Congrés penitenciari internacional: La funció social de la política penitenciària, Barcelona, Universitat de Barcelona, 2006. Glanz, Margo, “La ascesis y las rateras noticias de la tierra: Manuel Fernández de Santa Cruz, obispo de Puebla”, en Anales de Literatura Hispanoamericana, Nº 25. Madrid, Universidad Complutense de Madrid, 1996. Moreno Mengíbar, Andrés y Vázquez García, Francisco, “Poderes y prostitución en España (siglos XIV-XVII). El caso Sevilla”, en Criticón, Nº 69. Sevilla, 1997. _____________________________, “Sexo en la Edad Media y el Renacimiento. El ocaso de las mancebías castellanas”, en Historia 16, Nº 25, Madrid, Universidad Complutense de Madrid, 2001. Peña González, Patricia, “La Casa de Recogidas de Santiago, un hospital de almas”, en Anales de la Universidad de Chile, sexta serie, Nº 6. Santiago de Chile, Universidad de Chile, 1997. Pérez Baltasar, María Dolores, “Orígenes de los recogimientos de mujeres”, en Cuadernos de Historia Moderna y Contemporánea, VI. Madrid, Editorial Universidad Complutense, 1985. Rubial García, Antonio, “Las monjas se inconforman; los bienes de Sor Juana en el espolio del arzobispo Francisco de Aguiar y Seijas”, en Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, www.cervantesvirtual.com, 2008. Ramírez, María Himelda, “Expósitos, mendigos y montes píos en la época colonial. La asistencia social y la beneficiencia en Santafé de Bogotá.”, en Revista Credencial Historia, Nº 129. Bogotá,2000. Serrano González, Antonio, “Poder legal y poder pastoral”, en Droit et Société, 11/12-1989. Paris, 1989. Schwartz, Stuart, “Pecar en las colonias. Mentalidades populares, Inquisición y actitudes hacia la fornicación simple en España, Portugal y las colonias americanas”, en Cuadernos de Historia Moderna, nº 18. Madrid, Servicio de Publicaciones Universidad Complutense, 1997.
101
Tau Anzoátegui, Víctor. “Consideraciones sobre la aplicación de la Recopilación de 1680” en Revista de Historia del Derecho, nº 8. Buenos Aires, Instituto de Historia del Derecho, 1980. Vassallo, Jaqueline, “Delicuentes y pecadoras en la Córdoba tardo colonial”, en Anuario de Estudios Americanos, Volumen 63, Nº 2, julio-diciembre. Sevilla, 2006.
Obras de Referencia
Escriche, Joaquín, Diccionario razonado de legislación y jurisprudencia. París, Eugenio Maillefert y compañía, 1858.
Diccionario de la Lengua Castellana en que se explica el verdadero sentido de las voces, su naturaleza y calidad, con las phrases o modos de hablar. Los proverbios o refranes, y otras cosas convenientes, al uso de la lengua. (Dedicado a nuestro Rey Phelipe V), en Madrid en la imprenta de José Hierro, impresor de la Real Academia Española, 1729.
Diccionario de Historia de Venezuela. Caracas, Fundación Polar, 1988.
Trabajos de grados consultados.
Corso, Aura, La perspectiva de género: Discurso utópico concebido por las mujeres para la historia. Caracas, trabajo para optar al titulo de Licenciado en Historia, UCV, 1996. De León Pérez, Humberto, Los caminos de la erótica. Foucault y Lacan. (Tesis Doctoral). Cuernavaca, México, Centro de Investigación y Docencia en Humanidades del Estado de Morelos, 2006. Nicolás Lazo, Gemma, La reglamentación de la prostitución en el Estado español. Genealogía jurídico-feminista de los discursos sobre prostitución y sexualidad, (Tesis Doctoral). Barcelona, España, Departament de Dret Penal i Ciéncies Penals, Universitat de Barcelona, 2007. Velásquez, Frederick, El concubinato: pecado y delito en la sociedad colonial venezolana 1799-1809. Estudio de casos, (Tesis de Licenciado). Caracas, Escuela de Historia, UCV, 2007.
102
Cronología
s. V San Agustín de Hipona, Doctor de la Iglesia, justifica la prostibula
publica en su obra De Ordine, Cap. IV, 12, titulado Los males
ordenados contribuyen al decoro del universo, donde expresa:
“¿Qué cosa más sórdida y vana que la hermosura y las torpezas
de las meretrices, alcahuetes y otros cómplices de la corrupción?
Suprime el lenocinio de las cosas humanas y todo se perturbará
con la lascivia; pon a las meretrices en el lugar de la matronas, y
todo quedará envilecido, afeado y mancillado.” (p. 17)
s. XIII Alfonso X, El Sabio, rey de Castilla y León, estableció que en el
matrimonio no era lícito desahogar las pasiones carnales y así lo
expresaba en las Siete Partidas, imprimiéndole fuerza legal, en la
Ley 9 del Título II de la Cuarta Partida; “ca muy desaguisada
cosa faze, el que usa de su muger tan locamente, como faría con
otra mala”, pasando seguidamente a tolerar a las barraganas
como un mal menor, en la Partida IV, Título XIV. (p. 17)
s. XIII Santo Tomás de Aquino, Doctor de la Iglesia, hizo una síntesis,
sobre los pecados sexuales, y fue esta la guía que siguieron los
teólogos tridentinos. En la Suma Teológica (II-IIae), q. 154, Las
especies de la lujuria, y en específico en el artículo 2 titulado ¿Es
pecado mortal la fornicación simple?, el teólogo consideraba que
efectivamente era un pecado mortal porque atentaba contra el
orden natural, pues el objeto del coito era la procreación la cual
debía de hacerse dentro del matrimonio monógamo, para así
poder atender a los descendientes y procurarles sustento y
educación cristiana, además que la búsqueda del placer en sí,
era considerada la fuente de los peores estragos para el cuerpo,
el cual era considerado el templo de Dios mismo. (p. 19)
103
1497 El príncipe Juan, hijo de los Reyes Católicos otorgó la merced de
la mancebía de la ciudad de Salamanca al mozo de ballesta del
rey. El Concejo Municipal apeló a los Reyes el otorgamiento de
dicho fuero para la ciudad, al cual accedieron. (p. 22)
1542 San Ignacio de Loyola comienza a predicar a las prostitutas de
Roma en sus días de descanso, incitándolas a que dejaran la
mancebía y se acogieran en la Casa de Arrepentidas que fundó
por esa misma época, y la cual dejó a cargo de la Compañía de
La Gracia. (p. 22)
1545-63 Concilio de Trento.
1546 El Papa Paulo III envía al Concilio de Trento, en el cual quedaron
sentadas las bases doctrinales de la Contrarreforma, a los
jesuitas Diego Laínez, Alfonso de Salmerón, Pedro Fabro y al
teólogo San Pedro Canisio. (p. 29)
1553 Se promulgan las ordenanzas municipales de la Mancebía de
Sevilla. (p. 23)
1560 Felipe II incorpora los decretos tridentinos a la legislación civil.
(p. 20)
1570 La ordenanza municipal de la Mancebía de Sevilla de 1553, fue
hecha extensiva, con pocas modificaciones, a todas las
mancebías del Reino por Felipe II. (p. 23)
1570 Los eclesiásticos comenzaron una intensa labor de divulgación
de las nuevas bases doctrinales por medio de obras escritas,
entre las cuales destacaban la de Fray Luis de Granada, Guía de
pecadores. (p. 21)
1571 El jesuita Pedro Guerrero, arzobispo de Granada, comenzó con
la Congregación del Espíritu Santo, una campaña exigiendo que
se respetaran los días santos no permitiendo ejercer el oficio a
104
las prostitutas y espantando a los clientes más atrevidos que se
acercaran a la mancebía en esas ocasiones. (p. 30)
1573 La Inquisición consideró herética la afirmación por parte de los
hombres solteros de que fornicar con una prostituta no era
pecado de lujuria, es decir que no era un pecado mortal. Desde
la Baja Edad Media, la fornicación con prostitutas, se consideró
una fornicación simple, un mal menor, pues evitaba la aparición
de los hijos ilegítimos, manteniendo así el nombre y la herencia
dentro de la familia constituida, evitando las consabidas disputas
patrimoniales, y fue catalogado dicho acto por los teólogos como
fornicación simple. Por esta se entendía la que se realizaba
solutus cum soluta, y se tomaba como una de las formas más
leves de violación del sexto mandamiento o de la forma en que
se cometía el pecado de lujuria, y así se contemplaba en los
confesionarios utilizados en la época. (p. 20)
1573 Las Constituciones Synodales de la ciudad de Granada de 1573,
elaboradas por el arzobispo Pedro Guerrero, denunciaban
directamente a las mancebías públicas como antros de pecado
donde las prostitutas moriscas enemigas de la fe corrompían a
los hombres. Poco antes, entre 1560 y 1570, se habían verificado
en la ciudad levantamientos de los moriscos, por lo que para la
monarquía era conveniente esta campaña que se orientaba a la
unificación nacional por medio de una sola creencia. (p. 21)
1580 En Sevilla, el jesuita Padre León, comenzó con apoyo de algunos
notables de la ciudad a ejercer acciones contra las mancebías,
similares a las llevadas a cabo en Granada con anterioridad,
llegando también a fundar dos casas para mujeres arrepentidas.
(p. 30)
1583 Fray Luis de León publica La perfecta casada. (p. 50)
105
1589 El arzobispo de Granada, Vaca de Castro, reactivó la
Congregación del Espíritu Santo, con el fin preciso de procurar el
cierre definitivo de las mancebías. Esta vez los jesuitas se
dedicaron a redactar documentos, que desmontaran los
argumentos esgrimidos hasta la fecha por los teólogos
partidarios de la existencia de los burdeles públicos. (p. 30)
1601 En Madrid se funda una Casa de Recogidas en 1601, en el local
del hospital de Peregrinos fundado en 1555, para dar acogida a
mujeres de conducta dudosa que querían cambiar de estilo de
vida. (p. 34)
1608 Sor Magdalena de San Jerónimo, quien ya había sido la
administradora de la Casa Pía de Arrepentidas de Santa María
Magdalena en Madrid, a la cual entraban las prostitutas que
querían dejar el oficio, por voluntad propia y por el tiempo que
quisieran estar, publicó un tratado titulado, Razón y forma de la
Galera y Casa Real, que el rey, nuestro señor, manda hacer en
estos reinos, para castigo de las mujeres vagantes, y ladronas,
alcahuetas, hechiceras, y otras semejantes, obteniendo
rápidamente el favor del rey Felipe III. (p. 28)
1610 Vaca de Castro es nombrado Arzobispo de Sevilla, y se une al
Padre León, en sus acciones contra las mancebías, las cuales
llegaron a tener visos de guerra campal, pues el municipio, los
padres y los arrendatarios de las mancebías, encontrándose
entre estos últimos incluso órdenes religiosas como los
franciscanos, no estaban dispuestos a asumir semejante pérdida
sin oponerse al cierre. (p. 30)
1619 Se constituye legalmente y queda protegida por el Real
Patronato, la Casa de Recogidas de Madrid, creándose un
reglamento específico para su dirección y funcionamiento, siendo
106
expresión de la política positiva del Estado español hacia la
mujer, a la cual consideró susceptible de regeneración y
redención por medio de la devoción y del trabajo, con que sólo
manifestaran su voluntario arrepentimiento, cosa que no sucedió
con relación a los hombres. (p. 34)
1621 Se comisionó una misión en Granada, liderada por el mercader
Gabriel López de Mendoza, para que se presentara en Madrid
ante El Consejo de Castilla, solicitando el cierre de las
mancebías, con ayuda del aparato teórico generado en años
anteriores por los teólogos jesuitas, el cual presentaba una nueva
lectura de los escritos de los Padres de la Iglesia, que se
utilizaron durante siglos para justificar la prostitución pública.
(p. 31)
1622 El jesuita Jerónimo Velásquez, prefecto de la Congregación del
Espíritu Santo de Granada, publica un panfleto en donde entre
otras cosas acusaba a las prostitutas de fomentar el pecado de la
sodomía, y lo exponía como argumento validísimo para promover
el cierre definitivo de las mancebías. (p. 31)
1622 El Consejo de Castilla se reúne votando a favor de la clausura de
las mancebías. (p. 32)
1623 La Junta de Reformación sancionó la medida el 4 de febrero de
1623, mediante Pragmática Real de Felipe IV: “Ordenamos y
mandamos, que de aquí adelante en ninguna ciudad, villa ni
lugar de estos Reynos se pueda permitir ni permita mancebía ni
casa pública, donde mugeres ganen con sus cuerpos; y las
prohibimos y defendemos, y mandamos se quiten las que
hubiere; y encargamos a los de nuestro Consejo, tengan
107
particular cuidado en la ejecución, como de cosa tan
importante;…”117
1624 Ley XIX, dictada por Felipe IV el 8 de junio: “Que se hagan y
conserven Casas de Recogimiento en que se crien la Indias. (…)
Y mandamos que con muy particular cuidado procuren su
conservación, y donde no las huviere, se funden y pongan en
ellas Matronas de buena vida y ejemplo, para que se comunique
el fruto de tan buena obra por todas las Provincias, y les
encarguen, que pongan mucha atención y diligencia en enseñar
a estas doncellas la lengua Española, y en ella la doctrina
cristiana y oraciones, exercitandolas en libros de buen ejemplo, y
no les permitan hablar lalengua materna.” (p. 35)
1642 La Casa de los Niños Expósitos y Mujeres Recogidas de Santafé
de Bogotá se funda el día 1 de diciembre de 1642, y tenía como
objeto ser el lugar de reclusión de las mujeres transgresoras del
orden social. (p. 36)
1666 Por Real Cédula del 2 de marzo, la Reina Regente Mariana de
Austria, encomienda en forma expresa, y extensiva a todo el
Reino, la prevención, vigilancia y corrección de los pecados
públicos a las autoridades eclesiásticas y seglares por igual.
(p. 37)
1672 En Santiago de Chile, el Obispo Fray Diego de Humanzoro, en
carta del 4 de marzo de 1672, expuso la necesidad de fundar una
Casa de Recogidas, “…como remedio de los pecados públicos
de esta Ciudad, i en especial del de la deshonestidad de las
mujeres de mal vivir…”,118 siendo aprobada la solicitud, luego de
117 Novísima Recopilación, Libro XII, Título XXVI, Ley VII. 118 Carta del Obispo Humanzoro al Rey, Santiago, 22 de octubre de 1672, citada en Peña
González, Patricia, “La Casa de Recogidas de Santiago, un hospital de almas”, p. 6.
108
gestiones por parte de la Real Audiencia para su fundación, por
Real Cédula del 10 de septiembre de 1707 de Felipe V. (p. 37)
1682-1688 Diego de Melo Maldonado. Gobernador y Capitán General de la
Provincia de Venezuela. (p. 61)
1683-1706 Gobierno eclesiástico del obispo de la Diócesis de Venezuela,
Caracas, D. Diego de Baños y Sotomayor. (p. 39)
1687 Como parte de su misión pastoral, el Obispo Don Diego de
Baños y Sotomayor, redacta en 1687 unas nuevas
Constituciones Sinodales para la Provincia de Caracas119, con el
fin de promover la enérgica corrección de las desviaciones que
presentaba la sociedad colonial, en cuanto a la vida espiritual y
eclesiástica, encauzándola de acuerdo a la ortodoxia dictada por
el Concilio de Trento, y que estuvieron vigentes hasta 1904.
(p. 41)
1691 Fray Antonio Ezcaray, “Predicador de su Majestad”, publica su
obra de descriptivo título, “Vozes del dolor, nacidas de la multitud
de pecados, que se cometen por los trages profanos, afeytes,
escotados, y culpables ornatos, que en estos miserables
tiempos, y en los antecedentes ha introducido el infernal dragón
para destruir, y acabar con las almas, que con su preciosísima
sangre redimió nuestro amantísimo Jesús”. (p. 47)
1692 A instancias del Obispo Don Diego de Baños y Sotomayor, se
funda en el año 1692, la Casa de Recogimiento u Hospicio para
Mujeres de Santiago de León de Caracas, como parte integral
119 “Estas constituciones entraron en vigencia, 10 años después, por oposición del gobernador Diego de Melo Maldonado, quien las remitió a la Audiencia de Santo Domingo para su consideración, y de allí fueron enviadas al Consejo de Indias que las aprobó en 1697 y rigieron en Caracas hasta 1904, año en que fueron sustituidas por la Instrucción Pastoral de las primeras conferencias del episcopado venezolano.", entrada Baños y Sotomayor, Diego de, en el Diccionario de Historia de Venezuela, Fundación Polar, p. 293.
109
del proyecto de construcción del Hospital para Mujeres de la
ciudad, conocidos ambos oficialmente desde su creación por la
denominación de Santo Hospital y Hospicio de Nuestra Señora
de la Caridad. Esta obra de beneficencia estaba bajo la
supervisión, administración y control directo del Rey y de la
Iglesia, contando para su mantenimiento con la Obra Pía de la
Hacienda de San Nicolás de Cocorote, de San Felipe, instituida
por Doña María Josefa Marín de Narváez120, en ese mismo año
de 1692 en que fallece. La labor de construcción de la Casa de
Recogimiento para mujeres la comienza el Obispo hacia 1685,
apenas a un año de haber asumido el cargo. (p. 56)
1693-1699 Gobierno del Maestro de Campo Francisco de Berroterán, como
Gobernador y Capitán General de la Provincia de Venezuela.
(p. 61)
1697 Se expide la Real Cédula del 30 de diciembre, en la que el Rey
Carlos II se dirige al Maestro de Campo Francisco de Berroterán,
Gobernador y Capitán General de la Provincia de Venezuela,
pidiéndole que informe sobre la construcción del Hospital de
Mujeres o Casa de Recogimiento de Caracas, se detallan los
primeros ingresos y donaciones de enseres con que contó la
obra, en particular los aportes efectuados por Doña María Muñoz
de Narváez, los cuales estaban en un principio bajo el cuidado
del administrador de los bienes del Patrono de la Obra Pía Don
Pedro Jaspe de Montenegro, el Licenciado Don Antonio de
Barba. En la misma el Rey ratifica el nombramiento del Obispo
Diego de Baños y Sotomayor como Patrono de la Obra Pía, y lo
120 “María Josefa Marín de Narváez. Caracas, 1668 – d. 1692. Bisabuela paterna de Simón Bolívar, hija natural reconocida del capitán Francisco Marín de Narváez.”, entrada Marín de Narváez, María Josefa, en el Diccionario de Historia de Venezuela, Fundación Polar, p. 827.
110
extiende a perpetuidad a los demás Obispos de la Diócesis de
Caracas. (p. 58 y 61)
1707 En Santiago de Chile, se autoriza la fundación de una Casa de
Recogidas, por Real Cédula del 10 de septiembre de 1707 de
Felipe V, pues “…siempre será mui del servicio de Ds. Remover
de el comercio de la república mujeres escandalosas como las
referis haver en el Reino y rreducirlas a un decente
rrecoximiento…”. Sin embargo esta Casa que se fundó en 1722,
por falta de financiamiento no pudo funcionar sino hasta 1737.
(p. 37, 65 y 66)
1772 El Obispo Mariano Martí, en fecha 29 de marzo, como parte de
su visita pastoral, inspecciona el Hospital de San Pablo y el
Hospicio y Hospital de Mujeres, y en la relación indica que ambos
inmuebles estaban contiguos a la Iglesia de San Pablo de esa
misma parroquia: “Inmediato a este se encuentra el Hospital de
Mujeres, cuyo título el Hospicio de N. S. de la Caridad en donde
hay salas de enfermas,(…). Las rentas alcanzan a sus
principales a cuarenta y siete mil trescientos cuarenta y dos ps.
que redituan dos mil doscientos secenta y seis para la
mantencion de las enfermas que son doze; esclavas seis, la
rectora y su familia que alcanzan a once. Aquí se prenden las
mujeres escandalosas por el Juez Eclesiástico.”121
1845 El Obispado de Caracas cede la Casa de Recogimiento de
Caracas u Hospicio de Nuestra Señora de la Caridad al Gobierno
Provincial de Caracas, como consecuencia del proceso de
secularización del Estado acaecido durante el siglo XIX.122
121 Martí, Mariano, Documentos relativos a su visita pastoral de la Diócesis de Caracas,
1771-1784, volumen 6, Libro primero del Compendio, p. 16. 122 AHAC, Sección Obras Pías, Tomo XV, Doc. Nº 51, 1845, F 618/624.
top related