via ciudadana para la paz

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  • 8/8/2019 Via Ciudadana Para La Paz

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    LA VA CIUDADANA PARACONSTRUIR LA PAZ

    Cmo terminar la guerra?Ms all de la derrota o la negociacin

    Camilo Gonzlez PossoKristian Herbolzheimer

    Tathiana Montaa Mestizo

    Bogot, D.C. - Colombia

    2010

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    Editores

    Camilo Gonzlez Posso

    Kristian Herbolzheimer

    Tathiana Montaa Mestizo

    CoedicinCONCILIATION RESOURCES CR

    173 Upper Street

    Londres N1 1RG

    Reino Unido

    Telfono +44 (0) 20-7359 77 28

    Fax +44 (0) 20-7359 4081

    www.c-r-org

    Andy Carl:

    Director Ejecutivo C-R

    Cynthia Petrigh:Directora de Programa de Policy y

    Aprendizaje Comparado

    Kristian Herbolzheimer:

    Coordinador de Aprendizaje Comparado

    INDEPAZ

    Instituto de Estudios

    para el Desarrollo y la Paz

    Calle 62 No. 3B-70

    Telfonos 255 2672 / 75www.indepaz.org.co

    [email protected]

    Camilo Gonzlez Posso:

    Presidente

    Jaime Zuluaga Nieto:

    Director Acadmico

    Leonardo Gonzlez Perafn

    Coordinador de Proyectos y

    Unidad de Investigacin del Conflicto

    Diseo y DiagramacinJairo Arturo Rojas

    Diseo de Cartula

    Jairo Arturo Rojas

    Fotografa

    Leonardo Gonzlez Perafn

    Pre-prensa

    Sistemas Holograma

    Impresin

    Espacio Creativo Impresores

    Fotografas de Cartula

    http://guamang.spaces.live.com/blog/

    Impreso en Colombia

    Printed in Colombia

    Camilo Gonzlez Posso y Kristian Herbolzheimer

    Punto de EncuentroISSN: 978-958-8397-06-1- Bogot, Colombia 2010

    Esta publicacin puede ser reproducida en todas sus partes, con el permiso previo y por escrito de los editores

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    CONTENIDO

    IntroduccinCmo terminar la guerra?Ms all de la derrota o la negociacin 11

    La Va Ciudadana hacia la Paz:Aportes a una poltica de Construccin de Paz2010 2020 17

    Camilo Gonzlez Posso

    Proyecto planeta pazEstrategia social de construccin de paz 57

    Carlos Salgado Aramndez

    Opciones ciudadanas por la paz 79Tathiana Montaa Mestizo

    El rol de la sociedad civil en el iniciode las negociaciones de paz 115

    Carlo Nasi

    Voces de Paz - IMonseor Nel Beltrn, Felipe Torres, Eliecer Banguero,Cesar Osorio, Maria Gines Quionez 133

    Aprendizajes comparados

    Conictos prolongados: similitudes y retos 143Kristian Herbolzheimer

    Voces de Paz - IIIvn Torres, Marco Romero, Eduardo Mario 173

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    Colombia y Filipinas: tan lejos y tan cerca 177Kristian Herbolzherimer

    Procesos de paz en el siglo XXI 201Tathiana Montaa Mestizo

    Iniciativas en curso

    Ciudades y Construccin de Pazen medio del Conicto 215

    Clara Lpez Obregn

    Construccin de paz con enfoque territorialdesde la experiencia de Naciones Unidas 225

    Alessandro Preti

    Los retos del Programa Redes 231Brbara Pesce-Monteiro

    Dignidad humana, regin, globalizacin y desarrollo 235Francisco de Roux, S.J.

    Voces de Paz - IIIMauricio Garca-Durn, Yesid Arteta,Rosa E. Salamanca, Diana Garcia, Luz M. Vanegas 249

    Propuestas ciudadanas 255

    Cartas por la Paz de Colombia 267

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    El 6 de marzo de 2008 se realiz la marcha mundialen solidaridad con las vctimas del paramilitarismo.

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    CMO TERMINAR LA GUERRA?MS ALL DE LA DERROTA O LA NEGOCIACIN

    En el imaginario colectivo la guerra termina con unafirma. Una firma de capitulacin, como las que se dieron enlas Guerras Mundiales, o una firma de paz.

    La realidad, sin embargo, muestra un abanico ms di-verso y complejo.

    Hasta la dcada de los 90 la mayora de los conflictosarmados terminaban con la victoria de una de las partes sobrela otra. Las guerras de descolonizacin y las Guerras Mundia-les y la posterior Guerra Fra explican la mayor parte de losenfrentamientos blicos del siglo XX.

    Esta tendencia se invirti con la cada del muro deBerln. Desde 1995 hay ms acuerdos de paz que derrotas

    militares1.A grandes rasgos se puede decir que desde 1989 el 15%

    de los conflictos armados termina con la victoria de una delas partes, el 40% con un acuerdo de paz o un acuerdo decese al fuego, y el 45% entra en un limbo de no paz y no

    1 Human Security Report 2005. Human Security Center, University ofBritish Columbia y Oxford University Press.

    INTRODUCCIN

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    12La Va Ciudadana hacia la Paz:

    guerra en el que no hay suficientes muertes para hablar deguerra, pero persiste un nivel de violencia o tensin que im-pide hablar de paz2. Es el caso del Pas Vasco, de Chiapas, deChipre y de Colombia, con el ELN.

    La victoria militar es, por lo tanto, claramente minorita-ria. Y adems de minoritaria, tambin frgil: Sendero Lumi-noso ha reaparecido en Per; la insurgencia chechena persisteen el Cucaso; y la paz en Irak e Afganistn no lleg con laderrota de Hussein y de los talibanes.

    Al mismo tiempo la paz es relativa y frgil. En los lti-mos 20 aos la humanidad ha progresado significativamenteen el arte de hacer las paces. Burundi, Aceh, Nepal, Sudan,Irlanda del Norte son casos recientes que invitan al opti-

    mismo. Sin embargo, la escasez de referentes depaz positiva,es decir, de procesos que proporcionen dividendos de paz enforma de desarrollo humano para las mayoras, as como elriesgo de volver a caer en el ciclo de violencia, son indica-dores de la fragilidad de los procesos actuales. En el mejorde los casos se reduce la violencia poltica y se incrementa el

    derecho a la libre expresin y dems derechos civiles y polti-cos, como en Mozambique o Sudfrica. Pero con frecuenciapersisten las injusticias y se recrean las violencias, como enGuatemala y El Salvador.

    Desde Indepaz y Conciliation Resources pensamos queuna de las limitaciones de los procesos de paz es una falta dereferentes ms claros sobre cmo transitar del conflicto a la

    paz. Ante la dificultad de construir una paz justa y duradera,nos atrevemos a sugerir que los dos paradigmas predominan-tes en Colombia -la mesa de negociacin y la derrota militar-estn basados en suposiciones equivocadas.

    2 Human Security Brief 2007, descargado de http://www.humansecuritybrief.info/ el 30 de Septiembre de 2009.

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    13Introduccin

    La metfora de la mesa de negociacin presupone quela legitimidad para decidir el futuro del pas la otorgan lasarmas, que un puado de hombres tiene el poder y la ca-pacidad de redefinir las reglas del juego, y que la poblacinacatar las decisiones que emanen de la firma de un acuerdode paz.

    Por otro lado, confiar en que la derrota militar condu-cir a la paz es desconocer los componentes sociales, polti-cos, econmicos y culturales del conflicto. Implica, adems,negar las propias responsabilidades que retroalimentan losciclos de violencia.

    No hay que equivocarse. Las negociaciones son uncomponente importante, diramos que esencial; pero para la

    transformacin del conflicto y la reconciliacin son igual deesenciales mltiples iniciativas sociales y polticas antes, du-rante y largo tiempo despus de las negociaciones. En otraspalabras, unproceso de pazes mucho ms que unproceso denegociacin.

    Entre la dicotoma de negociacin o confrontacin,

    esta publicacin sugiere la necesidad de re-definir y elaborarnuevos conceptos, instrumentos e imaginarios que dibujenescenarios de transicin participativos, sostenibles y transfor-madores.

    En la guerra y en la paz nadie tiene la verdad absolutay todos tenemos que asumir nuestras responsabilidades. Te-nemos el reto de construir procesos incluyentes, que tejan

    compromisos colectivos, sin imposiciones.El primer artculo -la Va Ciudadana- es la propuesta

    que da ttulo a la publicacin. En l Camilo Gonzlez realizaun repaso a la trayectoria de los procesos de paz y concluyeque en un contexto de violencia crnica y prolongada y debloqueo en las negociaciones se requiere la combinacin de

    escenarios y procesos que permitan pactos polticos desde lasociedad civil y pactos entre organizaciones de la sociedad ci-

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    14La Va Ciudadana hacia la Paz:

    vil y actores armados, gobierno o grupos armados disidentes,aparte de pactos gobierno - grupos armados irregulares.El ensayo de Carlos Salgado presenta la visin de los co-

    lectivos convocados por Planeta Paz que parte de una relecturade los conflictos colombianos en sus mltiples dimensiones ypropone una estrategia social para la paz. Salgado parte deidentificar un Estado de Guerra como signo dominante de lapoltica y el ejercicio del poder y tambin como componentede las formas forzadas de acumulacin y de reestructuracinde los territorios y regiones. Y esa aproximacin es coherentecon su idea de que el propsito de construccin de paz vams all de la negociacin de las armas y coloca en el cen-tro las transformaciones sociales, econmicas y polticas que

    atienden a las causas profundas de los ciclos de violencia. LaAgenda Mnima de medidas sociales y polticas que ha veni-do elaborando Planeta en consulta con las organizaciones re-gionales es un ejemplo de la temtica propia de esa estrategiasocial de construccin de paz.

    Carlo Nasi, siguiendo la lnea de su libro Cuando Callan

    los Fusiles, llama la atencin frente a la tentacin de frmulasde paz que buscan prescindir de los armados que sostienenhostilidades en un conflicto interno: todos quisiramos po-der construir la paz a pesar o al margen de lo que hagan losviolentos dice Nasi desde la introduccin- Pero la paz nodepende tanto de que los sectores pacficos nos sigamos com-portando civilizadamente. Lamentablemente, los nicos que

    pueden parar la guerra son los que la hacen. Y si esos sectoresefectivamente tienen un poder de veto en la materia, surge lapregunta sobre el quehacer de la sociedad civil.

    Qu tanto puede hacer la sociedad civil para que go-bierno y guerrillas retomen los dilogos de paz? y cmopuede contribuir a que dichos dilogos sean fructferos y no

    terminen en un estancamiento y posterior fracaso?. En estaperspectiva la sociedad civil puede avanzar en diversas inicia-

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    15Introduccin

    tivas de construccin de paz, de reformas en medio del con-flicto, pero resulta ineficaz y hasta contraproducente presio-nar procesos que nieguen el papel de las negociaciones entreel gobierno y las guerrillas.

    Tathiana Montaa concluye esta primera parte conuna sntesis de algunas de las principales iniciativas de pazcontemporneas, resaltando sus retos comunes y su comple-mentariedad.

    El apartado de aprendizajes comparados tiene tresartculos. El primero propone una nueva lectura sobre losretos de paz en Colombia a travs del anlisis comparado conotros conflictos prolongados en el mundo. SeguidamenteKristian Herbolzheimer presenta al lector colombiano, por

    primera vez, los retos comunes de construccin de paz conFilipinas, un pas tan distante geogrficamente como cercanoen cuanto a las similitudes, y sugiere 10 componentes a teneren cuenta en esta tarea. El ltimo artculo, de nuevo deTathiana Montaa, ofrece una radiografa de los procesos depaz en el s. XXI.

    En la tercera sesin, Iniciativas en Curso, los textos deClara Lpez Obregn Secretaria de Gobierno de Bogot Alessandro Preti, Brbara Pesce-Monteiro del PNUD y Francisco de Roux SJ, nos ofrecen ejemplos de inicia-tivas de construccin de paz que se han puesto en prcticaen entidades territoriales y regiones que ilustran posibilida-des de avanzar en medio del conflicto creando espacios de

    democracia y precedentes de polticas pblicas con un enfo-que de desarrollo humano desde la ampliacin de las fron-teras de libertad y de equidad como camino de superacinde la violencia.

    En el ltimo captulo se incluyen documentos de granactualidad que resumen propuestas de acuerdos ciudadanos

    o nacionales y tambin mensajes suscritos por grupos signi-ficativos de colombianos o de personalidades influyentes en

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    16La Va Ciudadana hacia la Paz:

    Estados Unidos que contribuyen a lo que en este libro se hadenominado La Va Ciudadana hacia la paz de Colombia.Los artculos se complementan con una docena de voces

    de personas que plantean lmites a las prcticas predominan-tes y sugieren nuevas vas para la paz. Son personas con perfi-les muy diferentes en cuanto a profesin, edad, gnero, pro-cedencia geogrfica y orientacin poltica; voces propositivasque pocas veces han sido escuchadas; una pequea muestra delos mltiples protagonistas que necesita Colombia para ponerfin a uno de los conflictos armado ms longevos del mundo

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    CAPITULO 1

    LA VA CIUDADANA HACIA LA PAZ:APORTES A UNA POLTICA DECONSTRUCCIN DE PAZ 2010 2020

    La base de la va ciudadana hacia la paz es elPacto poltico para rescatar el Estado Social de

    Derecho, fortalecer la democracia participativa,

    pluralista y de solidaridad y construir la

    convergencia civil como fuerza determinante

    de la paz y las soluciones polticas

    Camilo Gonzlez Posso

    INTRODUCCINColombia ha vivido un largo ciclo de violencia genera-

    lizada y conflictos armados internos desde mediados del sigloXX y aunque han sido y son grandes los esfuerzos por superarlos determinantes de esa situacin, al terminar la primera dcada

    Presidente del Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz INDEPAZ, Magister en Economa, Especialista en Economa Poltica, ExMinistro de Estado.

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    18La Va Ciudadana hacia la Paz:

    del siglo XXI, ni la sociedad, ni el Estado, ni quienes agencianlas confrontaciones armadas, muestran capacidades suficientespara dar solucin definitiva a semejante drama histrico.

    Hasta el diagnstico del problema es parte del conflictoy del pliego de cargos que desde una u otra orilla se hace alos supuestos culpables, cmplices o enemigos. Y en ausenciade consensos sobre el nombre del drama, se prefiere con fre-cuencia hablar de los efectos ms visibles y adjudicar las cau-sas a la perversidad de algunos o a la compulsin patolgicaa la violencia o a la ilegalidad.

    En ms de 60 aos de conflictos violentos se han pre-sentado ciclos con diversas variables sociales, econmicas,militares, internacionales o polticas. Pero la constante es la

    iteracin del recurso a la violencia armada desde arriba comofuerza productiva y como recurso de la reproduccin de po-deres y el recurso a la violencia desde abajo como instrumentode resistencia o de relacin con el reparto de bienes, oportuni-dades o cuotas de poder.

    En el terreno de la interpretacin histrica ser difcil

    encontrar consensos que ayuden a superar la dinmica deviolencias e imposiciones. Pero es necesario que al menos seacepte que tanto el problema como la solucin es asunto dela sociedad en su conjunto y que se requieren transforma-ciones de fondo para cambiar la funcin que ha llevado deuno a otro ciclo de violencia y conflictos armados.

    Durante las ltimas dcadas se han promovido inicia-

    tivas de diverso signo para superar esos ciclos de violenciaarmada pero tal vez el mayor dficit ha estado en la ausenciade fuerzas sociales y polticas como protagonistas centrales delos procesos y de la construccin de los pactos necesarios parala construccin de una paz sostenible. Cuando la sociedadcivil ha emergido como movimiento social antiviolencia se

    han logrado importantes desarrollos y cuando esa presenciase ha desarticulado o la iniciativa ha sido endosada a negocia-

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    ciones o decisiones de cpulas, las confrontaciones armadas sehan escalado, los inamovibles han dominado y se imponen losdiscursos de la guerra o de imponer la paz a los vencidos.

    Cmo salir de la trampa de las violencias y conflictosarmados? Habida cuenta de las hiptesis y disquisiciones queaqu se esbozan, este interrogante no tiene respuestas fciles yser resuelto con muchos aportes, consensos y disensos.

    En el mundo actual se han identificado pocas situacio-nes de violencia crnica y conflictos que hemos denominadobloqueados por su larga duracin de ms de tres dcadas yla ausencia de perspectivas de solucin poltica a corto plazo.Entre esos conflictos se encuentran los de Filipinas, Ugan-da, Israel Palestina, Pas Vasco y Colombia y como ocurre

    siempre cada situacin es singular pero hay elementos comu-nes; en este caso algunas de las caractersticas compartidas serelacionan con la trampa de violencias que se retroalimentany con el fracaso de los intentos de soluciones polticas o me-diaciones internacionales.

    La hiptesis de este escrito es que en esos contextos de

    conflictos bloqueados la mejor opcin es la Va Ciudadanahacia la Paz.En las siguientes notas se aventura la idea de esa va ciu-

    dadana hacia la pazpara destacar que la superacin de estelargo periodo de violencia generalizada y conflictos armadosen Colombia depender en primer lugar de la convergenciadesde la civilidad, de organizaciones y movimientos que sean

    el motor de transformaciones democrticas y de pactos de noviolencia y construccin de paz.

    La va ciudadana hacia la pazse propone como la op-cin ptima para superar la trampa de violencias desde elcompromiso social de quienes rechazan el uso de las armaspara hacer negocios o para disputar o reproducir poderes.

    Durante dcadas se le ha apostado a la bsqueda de pac-tos entre la guerrilla y el gobierno como llave para superar el

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    conflicto armado y pasar a una era de paz, pero esos pactoshan sido parciales y no han ofrecido una solucin global paratransitar a un post conflicto fundacional de nuevas formas detrmite de las diferencias y disputas de poder o de modelosde desarrollo. Los antagonistas de la confrontacin armadaen los aos noventa y primera dcada del siglo XXI han apos-tado en realidad a su supremaca militar y han subordinadodilogos y negociaciones a la estrategia de imponerse sobreel adversario y someterlo a sus reglas del juego. Por esto losintentos de solucin negociada entre gobierno y guerrillashan sido un fracaso.

    Desde los aos 80s la clase dirigente defini como fr-mula derrotar a la insurgencia y descartar la negociacin de

    reformas sociales o polticas como eje de la bsqueda de lapaz. Los pactos logrados entre 1989 y 1990 se dieron porla decisin de algunas guerrillas de dejar las armas sin nego-ciacin previa de poder o de reformas estructurales y en elcontexto de una Constituyente precipitada por la crisis deEstado y la insubordinacin civil.

    Y del fracaso de la tentativa de negociacin entre el Go-bierno y las FARC en El Cagun qued la frustracin y ladecisin mayoritaria de apoyar la guerra total contra la in-surgencia como condicin de paso hacia una ilusoria paz.Ese camino de solucin militar ha sido transitado con xitosen debilitamiento a la guerrilla y con desmonte de grandesestructuras paramilitares, pero su promesa de superacin de

    las violencias y de conflictos armados se posterga al ritmoque se configura un rgimen antidemocrtico y se constru-yen las bases de otro ciclo de violencia, con nuevos actores yformas y para beneficio de poderes viejos o emergentes y susaliados de siempre. De nuevo como en ciclos anteriores, lasolucin militar es la apuesta a la consolidacin del reparto

    impuesto por la violencia y el soporte de un modelo de de-sarrollo basado en la institucionalizacin de los poderes que

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    resultaron ganadores en las guerras regionales de las ltimasdos dcadas.Por todo esto la va ciudadana hacia la pazes una alter-

    nativa al fracaso tanto de la negociacin guerrilla gobiernocomo eje de un pacto para una era de paz, como de la vamilitar que pretende imponer el silencio de las armas y almismo tiempo la perpetuacin del reparto que ha sido resul-tado de varias dcadas de violencia y despojo y de imposicinde un rgimen autoritario.

    La va ciudadana hacia la paz tiene como estrategia elpacto social y poltico de la civilidad y la construccin de pazsin subordinar los medios ni agendas sustantivas a los actoresarmados, pero no excluye el dilogo ni los pactos humani-

    tarios y de paz con ellos. Por el contrario les ofrece un lugareficaz en un nuevo contrato social y poltico que se cons-truye desde la sociedad civil sin armas y busca desmontarlos determinantes estructurales de la violencia, superarla condemocracia y equidad y ofrecer salidas polticas y de justiciatransicional a los actores directos e indirectos de la confron-

    tacin armada.As que la va ciudadana hacia la pazimplica construir lascondiciones para que las fuerzas sociales y polticas obliguena detener la violencia del poder y la de la guerrilla y a generarlas condiciones para una era de transformaciones pacificas.

    Esta va ciudadana hacia la pazen esta dcada supone laconstruccin progresiva de espacios de paz a todos los niveles

    y parte de consensos bsicos que ya se han estado configuran-do en diversos sectores de la sociedad y que se expresaron enla Constitucin de 1991, en el Mandato por la Paz en 1997y en la movilizacin de millones de colombianos en contrade la violencia. La idea de un pacto ciudadano entre diversoscomo base de la transicin hacia la paz y parte el mismo de

    las premisas de esa paz duradera, ha sido propuesto desde1991 y se ha reiterado de alguna manera en Destino Colom-

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    22La Va Ciudadana hacia la Paz:

    bia (1997)1

    , el Congreso Nacional por la Paz (2003)2

    , por laAgenda Mnima y el Estado Constitucional planteado porPlaneta Paz o por organizaciones y programas pro paz comolos impulsados por la Red PRODEPAZ o REDES -PNUD.En la actualidad es una idea central en la propuesta de Acuer-do nacional por la Paz y la Reconciliacin que promueve laComisin de Conciliacin Nacional.

    Entre los consensos bsicos que se viene construyendoen funcin de ese pacto poltico y ciudadano, se encuentranlos 9 siguientes: La defensa del Estado Social de Derecho y de conquistas

    del Estado del Bienestar como marco general. La promocin, respeto y garanta integral de los derechos

    humanos (civiles y polticos, DESC, DAC y emergentes).Fortalecimiento de las organizaciones sociales y garanta alos derechos de asociacin, tnicos, de movilizacin, pro-testa, oposicin y dems derechos fundamentales.

    El rechazo de toda violencia armada en la solucin deconflictos sociales y polticos.

    La adopcin practica de los instrumentos de Cultura dePaz. Garanta de derechos de las vctimas adoptados por la

    comunidad internacional, comenzando por la verdad, lajusticia, la reparacin y la garanta de no repeticin.

    La promocin del Derecho a la Paz como derecho funda-mental y sntesis de derechos que requiere construir des-

    de ahora democracia representativa, pluralista, solidaria y

    1 Ver Escenario IV del ejercicio Destino Colombia.www.destinocolombia.com

    2 En las conclusiones del Congreso Nacional de Paz se introduce ladistincin entre construccin de paz y pactos de paz, solucin polticay negociacin gobierno guerrilla que puede ser un componente deella, y entre negociaciones de paz que incluye mltiples escenarios

    y protagonistas decisivos y negociaciones gobierno guerrilla queocupa un lugar definido por correlaciones de fuerza nacionales einternacionales.

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    23Camilo Gonzlez Posso

    participativa. Y requiere desde ahora un desarrollo huma-no y sostenible, desde la libertad, la equidad y la justiciaredistributiva.

    El rechazo a la injerencia de las mafias y de la corrupcinen las instituciones y en los negocios. Rechazo total a laparapoltica, el paramilitarismo y la paraeconoma.

    Rechazo a los crmenes de sistema y no impunidad frentea la autora mediata e inmediata de agentes del Estado.

    Exigencia de respeto a las normas del Derecho Interna-cional Humanitario y de repudio y no impunidad frentea crmenes de guerra y crmenes de lesa humanidad. Apo-yo a las acciones humanitarias y a acuerdos y compromi-sos de aplicacin inmediata de las normas humanitarias.

    Reconocimiento de la urgencia de darle soluciones pol-ticas al conflicto armado interno y de rechazar toda lu-cha armada por el poder y toda guerra sucia en defensadel poder.

    Estos consensos bsicos pueden ampliarse y ser punto dereferencia para otros que permitan acciones transforma-

    doras. Para construir nuevos consensos y definir agen-das, programas, estrategias y acciones, es importante eldilogo desde la diversidad y reconocer el sentido de losdiscursos y tambin las diferencias. La idea de ampliar elcampo de los consensos bsicos no puede interpretarsecomo el ocultamiento de los disensos pues la mejor ma-nera de abordarlos es mediante el dilogo franco y sin

    eufemismos que confunden el momento de los consensoso de la concertacin, con el proceso de construccin.

    Las hiptesis de interpretacin que se incluyen a con-tinuacin no han sido redactadas como propuesta deconsenso ni de mediacin. Son solo una de las aproxi-maciones posibles a la sustentacin de la necesidad

    histrica de una VA CIUDADANA HACIAL LAPAZ y se presentan como otro entre tantos referentes

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    24La Va Ciudadana hacia la Paz:

    para facilitar el dilogo que se aspira vaya construyendoconsensos en sectores que con sus apuestas e interesesdeben llegar a ese pacto social y poltico que se proponeen esta dcada.

    Las elecciones al Congreso de la Repblica y a la Pre-sidencia ha desatado en Colombia mltiples ejerciciosde pensamiento encaminados a proponer lneas progra-mticas y de accin por la paz en la prxima dcada. Laintencin de estas notas es invitar a reflexionar sobre lossujetos necesarios para una paz sostenible destacando laimportancia de su conformacin en muchas expresionesdesde la civilidad; y ms que la importancia que nunca ynadie ha negado, se sustenta la idea de que son esos suje-

    tos sociales y polticos los factores clave de lo que ocurraen el prximo futuro.

    Cmo se configur ese bloqueo de la paz? Qu alter-nativas se tienen en la prxima dcada? Son interrogantesque pueden ayudar a un dilogo entre quienes quierenincidir en la formulacin de una poltica pblica de paz.

    En estas notas se incluyen varias dinmicas que han lle-vado a la actual situacin de bloqueo, entre ellas: la re-accin contra el pacto constituyente de 1991, el fracasode las negociaciones en El Cagan y de las Rondas de laHabana, la opcin por la va militar con apoyo del PlanColombia USA, la radicalizacin de las guerrillas en elguerrerismo, la degradacin de la guerra con sus crmenes

    atroces contra la poblacin civil. Desde esa constatacin del fracaso de las vas militares

    insurgentes y contrainsurgentes y del debilitamiento delas negociaciones gobiernos guerrillas, se insiste en lossiguientes apartes en la vieja idea de la va ciudadana ha-cia la paz y se mencionan algunos temas de la agenda que

    se puede abordar en los intercambios que se promuevenen Colombia y entre experiencias internacionales.

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    25Camilo Gonzlez Posso

    I. LA CONSTITUYENTE DE 1991: UN PACTO DE PAZQUE ES ATACADO POR EL RGIMEN VIOLENTO

    1.Despus de ms de cuatro dcadas de crisis de violenciageneralizada y de conflictos armados internos, la bs-queda y realizacin de la paz contina siendo una prioridadde la sociedad colombiana para abrir una poca de desarrollohumano integral y democracia plena.

    La Asamblea Constituyente de 1991 y la Constitucinque adopt pretendieron ofrecer a la sociedad colombianaun programa de construccin de paz como poltica de Es-tado, definiendo principios y normas para edificar un Esta-do Social de Derecho y transitar a formas ms avanzadas dedemocracia participativa, de equidad y de solidaridad. Este

    pacto constituyente se entendi como la cuota inicial de lastransformaciones necesarias en un periodo de transicin ha-cia una sociedad capaz de tramitar sus conflictos en formapacfica, refundada desde el acuerdo base de la garanta dederechos humanos, polticos, sociales, econmicos, cultura-les, ambientales y colectivos. La Constitucin del 91 se pre-

    sent como un pacto de paz de la sociedad y del Estado entanto defini pilares de un propsito de largo plazo y sealuna direccin a seguir en un proceso cuyo primer captulofue rubricado por los constituyentes y la construccin com-pleta se le encarg a la sociedad del nuevo siglo.

    Pero el pacto constituyente de paz por la va de la de-mocracia y la justicia social choc desde su origen con la

    iniciativa de fuerzas interesadas en la guerra y la violenciageneralizada como instrumento de poder o componente ne-cesario de su modelo de acumulacin y apropiacin de rique-za. Tambin choc con grupos de inters que sin ser agentesdirectos de violencia armada, son cmplices o aprovechan lascircunstancias para su beneficio econmico o poltico.

    Y a esto se agregan las esperadas tensiones entre los prin-cipales sectores que concurrieron al pacto del 91, entre los

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    cuales se cont a socialdemcratas, nacionalistas, neoliberalese incluso la versin neoconservadora. La recomposicin delclientelismo desde las regiones y el Congreso de la Repblica,se uni a la iniciativa neoliberal desde el gobierno sin que lasfuerzas democratizantes pudieran evitar el desequilibrio y lacontrareforma en la dcada post constituyente.

    En lugar de un periodo de transito a la paz, en los aos90s y primera dcada del Siglo XXI, asistimos a la recom-posicin del clientelismo, el ascenso de mafias y narco-polticos y al escalamiento o mutacin de las violencias yconflictos armados.

    El pacto reformista de 1991 no logr incluir a las or-ganizaciones guerrilleras mayoritarias frente a las cuales el

    gobierno diseo la poltica de guerra integral. Y estas or-ganizaciones consideraron insuficientes los acuerdos de laConstituyente para entrar en un proceso de incorporacin ala vida civil y desmonte de sus ejrcitos guerrilleros; optaronpor su estrategia de lucha armada por el poder y se alinearontras el objetivo de formar un ejrcito capaz de derrotar a las

    fuerzas armadas regulares o imponer las condiciones en unasolucin negociada.

    2.La emergencia de nuevos poderes econmicos desde lasregiones, apoyados por el narcotrfico y las mafias, pro-yectaron una alianza con los aparatos polticos clientelistasy con diversos estamentos de la institucionalidad y promo-

    vieron dictaduras regionales y locales basadas en el terror. Elparamilitarismo, la parapoltica y la paraeconoma se con-jugaron y confluyeron con el autoritarismo neoconservadoren un movimiento contrareformista incompatible con unproyecto de paz.

    El periodo post constituyente de 1991 se caracteriz por

    una prueba de fuerzas entre los promotores del pacto de pazy la construccin progresiva de nuevas instituciones del Esta-

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    do Social de Derecho y los partidarios de las soluciones mi-litares y la imposicin de un Estado autoritario de seguridadfuncional a la acumulacin violenta.

    En esa prueba de fuerzas se abri camino un cambio ti-co en amplios sectores de la sociedad, en un extremo se animuna cultura mafiosa y de uso patrimonial de lo pblico, peroentre la juventud y sectores de todos los estratos se fortalecila cultura de paz y la adhesin a los derechos humanos, la noviolencia, la defensa del medio ambiente y el repudio a la co-rrupcin. Las transformaciones se expresaron en los grandescentros urbanos y en la emergencia de movimientos y fuerzasindependientes. Tambin en movimientos sociales de indge-nas, afros, mujeres, jvenes e intelectuales. Movilizaciones e

    hitos como el Mandato por la Paz y las Marchas del NoMasse multiplicaron en casi todos los municipios de Colombia yse intent la solucin negociada. Pero las fuerzas guerreristaspredominaron y se frustr el impulso por la paz.

    En los aos 90s, crecieron las fuerzas por la paz peroen mayor dimensin crecieron las fuerzas de la guerra y la

    violencia armada. Las FARC se extendieron en casi todo elpas y pasaron a una ofensiva sin antecedentes en la historiadel conflicto desde 1964; las fuerzas armadas sufrieron golpesestratgicos y la reaccin contrainsurgente fue asumida eneste periodo por la alianza con los paramilitares.

    II. FRACASO DEL CAGUN Y ASCENSO DEL

    PARAPODER

    3.El intento de negociacin entre el gobierno y las FARCentre 1998 y 2002 fracas por diversas razones y entreellas porque fue asumido por las partes como un escenariosubordinado a las estrategias militares y polticas de fortaleci-miento para la guerra y no como una oportunidad para pac-

    tar el fin del conflicto armado y las condiciones sociopolticasdel post conflicto.

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    Como lo han detallado los voceros del gobierno, inclui-do el propio ex Presidente Pastrana, las conversaciones en ElCagun le sirvieron al Estado para tomar aire frente a la ofen-siva de la guerrilla, reestructurar las Fuerza Armadas, redefi-nir la estrategia militar y consolidar la alianza antisubversivay antidrogas con los Estados Unidos que permiti tecnolo-ga, mando, inteligencia y capacidad ofensiva.

    Para la guerrilla, convencida de la inminencia de grandestriunfos militares y del paso a una fase culminante en la luchapor el poder, las conversaciones fueron una tctica para buscarventajas polticas, militares y econmicas y El Cagun pasde ser retaguardia histrica a vanguardia poltico militar.La zona desmilitarizada fue utilizada como rea de seguridad

    para los dilogos y al mismo tiempo como centro de mandode las operaciones militares de las FARC en el resto del pas,retaguardia econmica y de cultivos ilcitos y para cautiveriode rehenes y secuestrados. El resultado fue una gran frustra-cin y el descrdito de los dilogos, negociaciones, mediacio-nes o pactos como parte del proceso hacia la paz.

    La apertura de un ciclo de dilogos en El Cagun fue elresultado de muchos factores y entre ellos de una gran pre-sin ciudadana y poltica entre 1991 y 1998 como respuestaa la atrocidad de la guerra como lo sintetiz el Mandato porla Paz en 1997. La presin se multiplic desde todas las esfe-ras en un contexto de crisis de gobernabilidad y de la legiti-midad de la Fuerza Pblica como resultado de la infiltracin

    del narcotrfico. La violencia del conflicto armado hizo reso-nancia con la violencia de las mafias. Por esta misma razn,por las ilusiones puestas en los dilogos de paz, el desgastede las conversaciones y el desprestigio creciente de la zonadesmilitarizada y de los mecanismos de ese dilogo, sirvieronde teln de fondo y justificacin para el ascenso de las fuerzas

    de la guerra y la ofensiva paramilitar que tuvo su mximaexpresin precisamente en este periodo.

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    4.Durante la segunda mitad de la dcada de los 90s y pri-meros aos del nuevo siglo a la ofensiva de las guerrillasse le opuso una confluencia contrainsurgente que reuni a gru-pos armados inicialmente promovidos por narcotraficantes,unidades de las fuerzas armadas, paraempresarios, polticos ygobernantes. El modelo exitoso en esta guerra fue probado enUraba donde se infringi la primera derrota a las FARC con elconcurso de los paramilitares dirigidos por Carlos Castao. Laofensiva paramilitar y parapoltica rpidamente avanz en losdepartamentos de la costa caribe y confluyeron diversos gru-pos de Antioquia, eje cafetero, magdalena medio, orinoqua,costa pacfica, fronteras con Ecuador y Venezuela. A la mlti-ple alianza concurrieron capos del narcotrfico que vieron en

    el intercambio de favores espacio suficiente para sus negocios.El mtodo de esa ofensiva liderada en el terreno por los

    paramilitares y en la estrategia por centros de poder polticoy econmico, fue el terror en las comunidades mediante cr-menes atroces, masacres, asesinatos en masa, desplazamientoy despojo, desapariciones, torturas y amenazas.

    Por su parte, la guerrilla convirti el secuestro, la ex-torsin (impuesto de guerra) y las rentas de la coca o de lacocana, en un elemento clave de sus finanzas y la toma derehenes en instrumento poltico - militar; someti a muchascomunidades a un dominio violento, defini a civiles comoobjetivos militares, volvi prctica corriente la ejecucin deno combatientes acusados de infiltrados y el uso de minas

    antipersona de alto riesgo e impacto en la poblacin civil.

    III. DEL TRIUNFO PARAMILITAR A LA ESTRATEGIAANTITERRORISTA

    5.El triunfo del parapoder no solo se materializ al co-menzar los aos 2000 en el control armado en muchasregiones sino en la cristalizacin de un rgimen poltico y unainstitucionalidad controlada en partes clave por sus agentes

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    y aliados. Las investigaciones acadmicas, periodsticas, lasde la Corte Suprema de Justicia y de la Fiscala sobre la pa-rapoltica han mostrado la dimensin de la injerencia de eseparapoder en todas las esferas del Estado. Ms del 40% de lavotacin al Senado de la Repblica en 2002 y 2006 ha sidosustentada por redes de narcoparamilitares y por mtodosviolentos. Partidos cuya conformacin electoral mayoritariase debe al narcotrfico y al paramilitarismo llegan a formarparte de las coaliciones de gobierno y del reparto burocrtico.Los aparatos de inteligencia dependientes del Presidente odel Comandante de las Fuerzas Armadas son infliltrados ytrabajan en conexin directa con los narcoparamilitares. Losparafuncionarios logran manejar la institucionalidad en de-

    partamentos y municipios desde el Cauca al Vichada o desdeSucre y Cordoba a Norte de Santander.

    Pero ese parapoder que toma fuerza a todos los nivelesentra en conflictos graves con nuevos sectores en la medida enque pasa a disputar espacios de poderes tradicionales y de ne-gocios no mafiosos. En algunas regiones el parapoder creci

    de la mano de grupos sociales y econmicos que se sintieronseriamente amenazados por el ascenso de la guerrilla y susprcticas atroces, pero con la expansin del paramilitarismoentr no solo a jugar el papel de seguridad armada privadade hacendados y algunos empresarios rurales y urbanos, sinoque narcotraficantes y sectores emergentes locales entraron aapropiar tierras, bienes y negocios por la fuerza y a imponer

    su rgimen mafioso y violento a toda la sociedad incluyendoa quienes los auspiciaron en su origen.

    El parapoder entr tambin en contradiccin con sec-tores empresariales que se apartaron de la guerra a cualquierprecio y que tienen estrategias de negocios de largo plazo.Incluso las multinacionales y grandes empresas que recurrie-

    ron a la seguridad ilegal, que se volvieron cmplices o que

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    cohabitaron con la extorsin, se vieron envueltas en situacio-nes insostenibles por el impacto en su imagen corporativa delas denuncias internacionales y por la presin internacionalcontra el narcotrfico o contra el terrorismo.

    As que el triunfo del parapoder se dio en medio de crisise inestabilidad y de crecientes contradicciones, incluso vio-lentas, entre las mafias, grupos narcoparas o su epifenmenosen la poltica regional y nacional. Ha sido un triunfo parciale inestable que no logra en su fase culminante al comenzarlos aos 2000, desmontar la institucionalidad que promoviel pacto constituyente de 1991 aunque su incidencia contri-buye a debilitar el Estado Social de Derecho y a bloquear suconstruccin democrtica.

    6.Fracasado el intento de dilogo y negociacin en el Ca-gun y colocadas las FARC y el ELN a la defensiva porla expansin del paramilitarismo y la parapoltica, se pasa una nueva fase de la guerra y de las formas de violenciaarmada. El eje contrainsurgente basado en el narcoparami-

    litarismo se desplaz a la guerra antiterrorista y antinarcosen la cual asume el lugar central la alianza del gobierno co-lombiano y las fuerzas armadas con el Plan Colombia y laadministracin Bush.

    En las zonas donde se impuso el control de los narco-paramilitares y parapoliticos la prioridad pas a ser la conso-lidacin de poderes, su institucionalizacin y la legalizacin

    de los botines de guerra, vale decir ms de 6 millones dehectreas, ms de 20.000 millones de dlares procedentesdel narcotrfico, millonarios contratos, macroproyectos arre-glados y manejo de regalas y presupuestos, entre otros. Enlas reas criticas de confrontaciones armadas por control delterritorio, continu siendo funcional el concurso de grupos

    armados ilegales.

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    7.A partir del 2002 desde el gobierno se impuso en Co-lombia la idea de superar la historia de violencia y con-flictos armados mediante el sometimiento de los grupos ar-mados irregulares a la ley y se descart la solucin negociadacomo estrategia. El modelo de negociacin se aplic a losgrandes grupos narcopamilitares agrupados en las AUC, elBloque Central Bolivar y otros grupos menores.

    El pacto de Ralito supuso inicialmente el desarme y ladesmovilizacin de las estructuras armadas a cambio de laaplicacin de frmulas benvolas de justicia restaurativa, conamnista o penas excarcelables, tal como se consign en el pri-mer proyecto de Ley de Alternatividad Penal propuesto porel gobierno al Congreso de la Repblica. En ese esquema de

    desmovilizacin la negociacin tacita o los vacios y silencios,eran compatibles con la institucionalizacin o legalizacin delas estructuras de poder poltico y econmico y la consolida-cin de las alianzas de poder que a juicio de los jefes parami-litares significaba el control de la tercera parte del Congreso,de entidades pblicas nacionales o descentralizadas y de por lo

    menos 15 gobiernos departamentales y 250 municipales.El desmonte de las redes del narcotrfico y la paraecono-ma no entraron en los acuerdos y los paramilitares, incluidoslos de origen contrainsurgente (paranarcos) o los procedentesdirectamente de los carteles (narcoparas), fueron considera-dos una contrainsurgencia de carcter poltico y defensivofrente a los atropellos de la guerrilla.

    La dimensin de los crmenes atroces perpetrados porlos paramilitares y la evidente presencia del narcotrfico en lacpula paramilitar, produjo un movimiento nacional e inter-nacional de presin para que se formular una ley de desmo-vilizacin, dentro de un marco de justicia transicional, en lu-gar de la propuesta por el gobierno; en estas circunstancias en

    el debate para la aprobacin del proyecto de Ley de Justicia yPaz y posterior control por parte de la Corte Constitucional,

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    se introdujeron principios y normas de verdad, justicia y re-paracin ms exigentes que los inicialmente anunciados.No obstante los cambios en el marco normativo para la

    desmovilizacin paramilitar, no se alter el esquema centra-do en el desarme y no se condicion el proceso al desman-telamiento efectivo del conjunto de estructuras polticas yeconmicas y de la totalidad de los aparatos militares. Se des-conoci el peso dominante del narcotrfico en el paramilita-rismo y su papel esencial de soporte a negocios privados le-gales e ilegales y se adopt la calificacin implcita o explcitade contrainsurgencia poltica en la cual los crmenes atrocesy el narcotrfico se ubicaron como asuntos subordinados oconexos. Tampoco se definieron mecanismos efectivos para

    el establecimiento de la verdad, la reparacin integral a lasvctimas y la garanta de no repeticin.

    Como resultado de la poltica de desarme promovidapor el gobierno se lleg a la desmovilizacin de los principa-les bloques paramilitares y el sometimiento a la justicia de losms poderosos jefes. Muchos de los territorios de influencia

    o control paramilitar pasaron a ser zonas controladas por lasfuerzas armadas y disminuyeron en casi todas las masacres yhomicidios. Se proclam desde el gobierno la superacin delparamilitarismo que no pudo ser interpretada como el finde los grupos armados ilegales de corte narcoparamilitar oal servicio del narcotrfico o de inters econmicos surgidosde la violencia armada, pero expresa la presin para un giro

    a una poltica de seguridad basada en las fuerzas armadas sinalianzas estratgicas con narcoparamilitares.

    Esta institucionalizacin de la contrainsurgencia bajoel nombre de lucha antiterrorista o antinarcoterrorista hasido un proceso contradictorio y no ha excluido la compli-cidad en algunas regiones de unidades de la fuerza pblica

    con nuevos grupos narcoparas o remanentes de los bloquesdesmovilizados.

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    Durante todo este periodo de desmovilizacin y reinte-gracin pactada en Ralito, se ha registrado la tensin entreel esquema inicial de desarme y alternatividad penal y laspresiones contra la impunidad en crmenes atroces y contrala convivencia con la parapoltica en el Congreso, en las enti-dades territoriales o desde la misma coalicin de gobierno.

    IV. LA SOLUCIN MILITAR Y LAS FASES DE LAPOLTICA DE GUERRA

    8.Durante la administracin Uribe Vlez (2002 2010),el gobierno ha identificado la poltica de paz con laseguridad y control del orden pblico articulado a la con-fianza inversionista. Desde el 2002, y apoyado en el fracaso

    y descrdito de los dilogos en El Cagun, el gobierno seenfoc a la derrota militar de la guerrilla, especialmente delas FARC, calificadas como terroristas y narcotraficantes.De entrada se descart la negociacin humanitaria o deagendas tipo Cagun con pretensiones de reformas econ-micas y sociales y se tom como referencia el modelo apli-

    cado a los paras de desarme y justicia con rebaja de penas ysometimiento a la Ley.La desmovilizacin de los grandes bloques paramilita-

    res y los duros golpes infringidos a las guerrillas sirvieronde base para que el gobierno formular sus polticas con elsupuesto de haber entrado en el post conflicto. Declar eli-minado el paramilitarismo como aliado del Estado y como

    realidad en los escenarios de la confrontacin, calific a losnuevos grupos como bandas criminales emergentes radi-calmente distintas de los anteriores paras, defini a la gue-rrilla esencialmente como delincuentes comunes y acom-pa toda esta construccin de la negativa a reconocer laexistencia en Colombia de un conflicto armado interno, de

    una situacin de violencia crnica y generalizada en la cualcontinua una crisis humanitaria con graves y sistemticas

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    violaciones de los derechos humanos y de las normas delderecho internacional humanitario.En los supuestos de la poltica de la administracin Uri-

    be Vlez la poltica de paz es sustituida por otra de seguridad,desmovilizacin, reintegracin y reconciliacin. Cualquierdilogo se subordina a esas coordenadas soportadas en unaestrategia militar de neutralizacin, aislamiento y desarticu-lacin con prioridad al control del territorio y la seguridadde las instituciones y de las inversiones agroindustriales, mi-neras, de infraestructura y macroproyectos.

    Las estrategias de guerra han pasado por varias fases quellevan a una modificacin del mapa del conflicto pero queno conducen al fin del ciclo de violencia crnica y general y

    de conflictos armados. Con la llamada poltica de SeguridadDemocrtica, el esfuerzo militar ha transitado del plan pa-triota, al plan consolidacin y ltimamente al salto estratgi-co. Y la guerrilla en retroceso se ha visto obligada al repliegueestratgico, la resistencia o la recomposicin desde la reta-guardia sin que su evidente debilitamiento anuncie a corto

    plazo (2010 2014) una derrota final y la obligada entregade las armas. (El Alto Comisionado Presidencial para la Pazconsidera que el desenlace definitivo de la estrategia actualrequiere 18 aos de iniciativa militar, desmovilizaciones yreintegracin de grupos o de individuos).

    El balance del Ex Ministro Santos en mayo de 2009,destaca los resultados de la fase 1 de la Seguridad Democrtica

    que en la estrategia militar incluy el Plan Patriota y grandesesfuerzos para ampliar el control territorial y vial, obligandoal repliegue de las guerrillas lejos de las grandes capitales ycentros neurlgicos de la economa. Se duplic el presupuestodestinado a la estrategia de guerra, los efectivos de la fuerzapblica llegaron a 450.000, se estructur la inteligencia con

    activa asesora del Comando Sur, la DEA y la CIA, se trans-form la movilidad area y los conceptos de coordinacin y

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    mando. Con el Plan Colombia, la poltica antiterrorista seunific con la guerra antidrogas y las fumigaciones.La fase 2 de la ofensiva antiterrorista es denominada

    Poltica de Consolidacin de la Seguridad Democrtica y seformul desde el plan de desarrollo 2006 2010. En su com-ponente militar esa poltica mantuvo la ofensiva en zonasclave de las FARC y para desarticular la capacidad de mandoy control del Secretariado y los Bloques de esa organizacin,pas de la coordinacin entre fuerzas a la accin coordinadaentre la fuerza pblica y las instituciones de gobierno y de Es-tado. Fortaleci an ms la inteligencia como pieza clave y lainteligencia en lnea y la capacidad de operaciones especia-les como la operacin jaque o el ataque al campamento de

    Reyes en Ecuador. Segn Santos hicimos de la desmoviliza-cin nuestra mejor arma con ms de 9.000 desmovilizadosde las FARC y el ELN entre 2002 y 2009 y con incrementode la inteligencia y la capacidad de desmoralizacin por estava. A lo anterior se suman los golpes a la economa de losgrupos ilegales con la guerra antidrogas que reducen las uti-

    lidades del negocio elevando los costos en toda la cadena. Yfinalmente el avance en aislamiento internacional y desarti-culacin del frente externo.

    Uno de los instrumentos de la PCSD han sido los Cen-tros de Coordinacin y Accin Integral CCAI comomodalidad de intervencin en 58 territorios crticos objetode alta iniciativa militar y que pasan a una etapa de consoli-

    dacin social por la presencia Estatal multiinstitucional. LaDoctrina de Accin Integral promovida por la cooperacinmilitar de los Estados Unidos se prueba en los CCAI otor-gndole importancia mayor a la iniciativa social en el territo-rio articulada a los objetivos de guerra. Pero las limitacionesde ese esquema llevan a que se prueben los llamados Cen-

    tros de Fusin como una forma de consolidacin que colocatoda la accin del Estado bajo la conduccin militar. Es una

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    adecuacin de las zonas de rehabilitacin y consolidacinpuestas a prueba en 2002 pero declaradas inconstitucionalespor violar derechos civiles y polticos fundamentales.

    Los resultados del proceso de consolidacin de seguri-dad y defensa, le permiten a los estrategas formular la fase 3,conocida como Salto Estratgico y que se propone pasar alfin del fin, a la derrota de los llamados grupos terroristasentendida como desarticulacin de la capacidad de mando ycontrol a todo nivel, reduccin a zonas lejanas, despobladasy marginales, descrdito y aislamiento poltico, reduccin decapacidad de dao y descarte de cualquier opcin de ofensivaestratgica o de poder.

    El denominado Salto Estratgico incluye una mayor

    unificacin del mando y pasa a la coordinacin integral de laaccin del Estado en el territorio definido como teatro de ope-raciones bajo la conduccin militar. Se propone mantener laofensiva estratgica, fortalecer la inteligencia bajo el conceptode inteligencia dominante y concentrar la iniciativa integralen ncleos y corredores considerados centros de gravedad de

    las organizaciones terroristas, narcotraficantes y criminales.Los Centros de Fusin son la avanzada del Salto Estratgico.

    V. EL PLAN COLOMBIA FRACASO ANTIDROGASPERO APOYO CLAVE A LA SEGURIDAD RURAL

    9.

    Plan Colombia y la guerra anti narcoterrorista han sidouno de los pilares de la poltica de seguridad y defensa

    en sus tres fases anteriormente descritas. Inicialmente esteplan se concibi como parte de la guerra antidrogas y se re-lacion con la contrainsurgencia en tanto pretendi golpearlas bases econmicas derivadas de la produccin y procesa-miento de coca para la produccin de cocana con destino alos mercados de Estados Unidos y de Europa. La estrategia

    central fue el combate a los cultivos ilegales mediante las fu-migaciones areas y el apoyo a la polica antinarcticos y a

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    la justicia para la persecucin de los carteles del narcotrficoy la interdiccin. Pero a partir de los atentados del 11 deseptiembre de 2001 el plan Colombia y la asistencia militarestadounidense, sin abandonar las fumigaciones con la mez-cla glifosato- POEA - cosmoplux, se alinean con la guerraantiterrorista mundialmente declarada y el conflicto internoen Colombia se subsume en las prioridades de esa guerra y dela geopoltica regional de seguridad.

    Los balances sobre el Plan Colombia realizados por cen-tros de pensamiento en los Estados Unidos coinciden en in-dicar su papel activo en el escalamiento de la guerra y comosoporte de las polticas de seguridad y defensa y al mismotiempo constatan su ineficacia en la lucha antidrogas y los

    impactos perversos tanto del componente militar como losque lo complementan desde inversiones sociales o programasllamados de desarrollo alternativo.

    En lo militar el Plan Colombia ha ido de la mano de lareconversin de la fuerza pblica y del replanteamiento estra-tgico y ha contribuido en la lucha antiguerrilla haciendo de

    las fumigaciones con desfoliantes txicos y de la erradicacinforzada un componente de la guerra destinado a golpear nosolo la economa que alimenta el conflicto sino a desarticu-lar la economa campesina de subsistencia que, en zonas deinfluencia guerrillera o en territorios en disputa entre actoresarmados, puede ser fuente de aprovisionamiento. La crimi-nalizacin del cultivador de plantas ilegales es parte de esa

    poltica de desplazamiento obligado de poblaciones en reasde influencia o trnsito frecuente de la guerrilla, en donde elobjetivo prioritario es vaciar el territorio y al menos destruirlas redes sociales de organizacin que no sean articulados alos planes cvico militares.

    Dada la importancia de las fumigaciones como parte de

    la guerra, se ha minimizado ante la opinin nacional e inter-nacional el impacto destructivo en la salud y en el medio am-

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    biente. Entre 2000 y el 2008 se realizaron aspersiones en unmilln de hectreas, sin atencin al principio de precaucininvocado por organismos de control. Se desech la puesta enmarcha de un monitoreo independiente respaldado por unplan de proteccin y seguimiento epidemiolgico y por elcontrario se han manipulado estudios aislados para sustentarque la mezcla qumica asperjada es de efecto mnimo, casineutro en la salud humana y animal tanto por la tcnica defumigacin como por sus caractersticas fsico qumicas.

    Testimonios de campesinos, de indgenas y afrodescen-dientes, lo mismo que estudios epidemiolgicos realizados porespecialistas en la frontera con Ecuador y por cientficos envarios pases, han permitido sustentar el carcter txico y de

    efecto indiscriminado de la mezcla utilizada en lo que cons-tituye un mtodo de guerra qumica. Los impactos negativosreconocidos para el glifosato en uso agrcola y de jardinera,son segn Monsanto daos leves en vas respiratorias y en lapiel y daa especialmente a aves y especies acuticas. Sin em-bargo, en Francia han demostrado que no es tan biodegrada-

    ble como dice la propaganda y hay investigaciones sobre efec-tos cancergenos cuando hay alta exposicin. Pero la mezclade alta concentracin, incluye otros componentes cuyo riesgoes an mayor y su utilizacin ha llevado a la destruccin decultivos legales, contaminacin de cuerpos de agua, dao a lapiscicultura y a la biodiversidad y aumento de los problemasde salud incluyendo numerosas denuncias sobre abortos en

    zonas de fumigacin. La agresiva campaa de criminalizacindel cultivador y de las comunidades de zonas con cultivos ile-gales y la propaganda sobre el carcter inofensivo de la mezclaasperjada ha opacado las denuncias e incluso las alertas reali-zadas por autoridades judiciales y de control.

    En carta dirigida a la Alta Comisionada de Naciones

    Unidas para los Derechos Humanos en Colombia, acad-micos y lderes sociales reclamaron desde el 2001 su inter-

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    vencin ante lo que calificaron de guerra qumica y unaestrategia que incluye de manera deliberada crmenes de sis-tema al contemplar el desplazamiento forzado y la genera-cin de miedo y zozobra entre la poblacin civil como partede sus mtodos permanentes. En efecto, desde la primerafase el Plan Colombia supone como efecto de sus mtodosde guerra qumica, el desplazamiento masivo e incluye entresus gastos alguna atencin de mitigacin del dao. El im-pacto hacia el despoblamiento en regiones como Putumayofue adems convergente con la estrategia antiterrorista quecont en esas regiones como tambin en el oriente, magda-lena medio, costa pacfica, Arauca, santanderes y Antioquia,con el concurso de paramilitares y de sus sustitutos de nueva

    generacin despus de las desmovilizaciones que ocurrieronentre 2004 y 2007.

    El enfoque de guerra antiterrorista del Plan Colombialo lleva a ser partcipe de los logros de seguridad que mues-tra la administracin Uribe Vlez, pero al tiempo lo tornaineficiente en la poltica antidroga y con respecto a las me-

    tas que se haba propuesto de reduccin de cultivos ilegales,produccin, exportacin y consumo de cocana. Siete aosde Plan Colombia y de una inversin de ms de 15.000 mi-llones de dlares, (entre ellos 6000 millones del presupuestoestadounidense), segn la GAO Goverment AcountibilityOffice, el rea de siembra es superior a la de 2000, el ingresoneto de cocana a Estados Unidos y a Europa se mantiene

    por encima de 500 toneladas mtricas, las utilidades del nar-cotrfico siguen siendo exorbitantes y alimentan los circuitoslegales y al crimen organizado, la economa de la guerrilla ylos neoparamilitares sigue apoyndose en la rentabilidad delnarcotrfico y el consumo de cocana sigue su curso altern-dose solo por cambios de habito de los adictos y ocasionales

    demandantes. Los informes del Departamento de Estado alCongreso estadounidense y los de ONGs de Washington

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    han insistido cada vez ms en que a pesar de la reduccin dehomicidios, secuestros y sabotajes a la infraestructura, con-tinua un panorama de violencia y de graves violaciones a losderechos humanos.

    El debate sobre el Plan Colombia en el Congreso de losEstados Unidos y su componente antinarcotrfico se convir-ti en una presin para la ruptura de los nexos entre fuerzasarmadas y paramilitares promovidos por patrones del nar-cotrfico y genera tensiones con la influencia de agentes delnarcotrfico en esferas del Estado, de gobiernos regionales ydel mismo gobierno nacional, las fuerzas armadas o de Po-lica. No siempre coincide la prioridad del gobierno en laguerra antiguerrilla con las exigencias desde el congreso de

    Estados Unidos de resultados contra el narcotrfico que essustentado por carteles mafiosos, narcoparamilitares y por laeconoma de la guerrilla. Adems, las contradicciones entrela administracin Bush y la oposicin demcrata se reflejaronen Colombia en dos lneas aparentemente esquizofrnicas:de un lado el apoyo incondicional a la guerra antiterrorista,

    incluso con las alianzas de siempre con sectores del narcotr-fico y el narcoparamilitarisno para combatir a las FARC y alELN calificados de terroristas y de principal peligro para laestabilidad del principal gobierno aliado en la regin, perode otro lado la presin desde el Congreso estadounidense porcontroles sobre el gasto con clusulas sobre comportamientodel gobierno y las fuerzas armadas en derechos humanos y

    en vnculos con el narcotrfico. Esta presin, que pasa a sermayoritaria al terminar la administracin Bush, no ha deja-do de repercutir en Colombia estableciendo frisiones con lasalianzas propias de la parapoltica y la combinacin en zonascrticas con grupos narcoparamilitares.

    El debate en Estados Unidos y en Colombia sobre el

    Plan Colombia y la poltica antidrogas se ha agitado al co-menzar la administracin Obama y se dirige en primer lugar

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    a un replanteamiento de fondo como lo propone el docu-mento Nuevo Rumbo suscrito por varias ONGs estadouni-denses (diciembre 2008).. Entre los cambios promovidossobresalen la exigencia de un enfoque de derechos humanos,no impunidad, garanta de derechos de las vctimas y des-mantelamiento total de las redes paramilitares. Adems re-claman de Estados Unidos una iniciativa de paz y de apoyoa soluciones negociadas a corto plazo, no financiacin de laguerra, proteccin de los derechos de los desplazados, comu-nidades afrocolombianas e indgenas. Incluso reclaman unapoltica inteligente antidrogas que incluya la suspensin delas fumigaciones y apoyo a programas de desarrollo rural di-rigidos contra la pobreza y la desigualdad.

    Organizaciones como la LWR, Lutheran World Relief(verTowar true alternatives to coca, marzo de 2008), han evalua-do crticamente la orientacin del componente social del PlanColombia y en particular el llamado desarrollo alternativopor considerar que se desvirta al subordinarlo a los objetivosmilitares. En la evaluacin realizada por LWR para USAID

    proponen redefinir la cooperacin al desarrollo alternativo de-dicando la inversin a la seguridad alimentaria desde la econo-ma campesina y del pequeo productor, separando completa-mente su ejecucin de los aspectos militares y de los CCAI.

    VI. NI DIALOGO NI NEGOCIACIN

    10.Los dilogos realizados entre el gobierno y el ELN

    para explorar la posibilidad de negociaciones de pazfracasaron porque la estrategia de guerra del gobierno dirigi-da en prioridad a la derrota de las FARC no toler generarexpectativas de una va de solucin poltica y el ELN no sedecidi a iniciar una negociacin con el compromiso de des-cartar definitivamente el secuestro como arma de guerra y

    de llegar al final a un pacto de desarme, desmovilizacin eincorporacin a la vida civil.

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    Para el gobierno el dilogo y eventual acuerdo con elELN tenia sentido si contribua al aislamiento de las FARC ysi resultaba ms til que los enfrentamientos interguerrillas.Durante ms de tres aos se desarrollaron conversaciones enel exterior y se lleg hasta la elaboracin de un proyecto deAcuerdo Base que no se firm aparentemente por diferen-cias de procedimiento pero en realidad porque no correspon-da a las prioridades de las partes.

    Cada una de las partes puso condiciones inaceptables porel otro: para el gobierno la cuota inicial de un pacto inclua laconcentracin de todos los efectivos del ELN, urbanos y ru-rales, combatientes, milicianos y redes polticas, en sitios bajoveedura internacional y proteccin de las Fuerzas Armadas.

    El ELN pretenda pasar a una fase de accin poltica (Conven-cin Nacional) y posteriormente a una Asamblea Constituyen-te, sin compromiso previo de cese al fuego y a las hostilidades yde desarme y desmovilizacin al final del proceso.

    El gobierno asumi esas conversaciones como una ma-niobra tctica al servicio de la estrategia de solucin militar

    y ofreci un esquema de sometimiento a la ley y no uno depacto poltico. El ELN fue al dialogo buscando oxigeno po-ltico y tiempo para recomponer fuerzas desde una situacinde debilitamiento extremo.

    11.

    Los dilogos con las FARC no se han podido reanu-dar desde la ruptura de la mesa en El Cagun en

    2001 y ni siquiera se han dado oportunidades de pactos enaspectos humanitarios. Durante ocho aos se ha presentadoun forcejeo alrededor de la liberacin de secuestrados y enparticular de los polticos y miembros de la fuerza pblica enpoder de las FARC. Desde los tiempos del Cagun las FARCcolocaron como tema prioritario el llamado canje de prisio-

    neros y en ese escenario han sufrido derrotas polticas y mili-tares que los han aislado nacional e internacionalmente.

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    Aunque no han faltado propuestas y contrapropuestaspara desanudar el canje o intercambio humanitario, ese es-cenario ha estado lejos de un tratamiento humanitario o cei-do a los parmetros del Derecho Internacional Humanitario.En realidad se asumi como otro frente de confrontacin po-ltica, militar y de propaganda o guerra de medios y cada pro-puesta o rplica ha sido calculada desde ventajas en dominiosdistintos a los que exigen las normas y criterios humanitarios.

    As se definieron inamovibles del gobierno de rechazo a zonasunilateralmente desmilitarizadas y los de la guerrilla sobre esosterritorios de seguridad y exigencias de libertad incondicionalde miembros de la guerrilla que estn en prisiones del Estado.La presin nacional e internacional por acuerdos humanitarios

    y medidas conducentes a la libertad de rehenes y de militaresen poder de la guerrilla ha llevado a diferentes iniciativas demediacin pero todas ellas resultaron frustradas como ocurricon las gestiones de pases amigos, con la intervencin deChvez o numerosas gestiones de la iglesia catlica.

    En lugar de intercambio humanitario en una dca-

    da de debate pblico sobre el tema lo que se ha presentadoson operativos militares y crmenes atroces como los asesi-natos del exgobernador de Antioquia y su Consejero de Pazo de los 11 diputados del Valle acribillados por sus captores.El gobierno se ha negado a soluciones humanitarias dandoprioridad al rescate o presin militar frente a cualquier pro-tagonismo guerrillero que pueda rodear la liberacin de un

    secuestrado civil o de un militar cautivo. El rescate de IngridBetancourt, de los tres estadounidenses y de un grupo demiembros de la fuerza pblica, en la Operacin Jaque, nosolo fue un golpe de proporciones mayores a las FARC y asu prctica del secuestro, sino que reafirm la decisin delgobierno de darle respuesta exclusivamente militar al tema

    humanitario del secuestro y libertad de policas y soldadosque permanecen en poder de la guerrilla.

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    El forcejeo poltico y militar alrededor del tema del se-cuestro arroja un balance negativo en lo humanitario quese constata en el elevado nmero de muertes de cautivos yal mismo tiempo ha significado desgaste para el gobierno yun impacto devastador para las FARC que durante ms deuna dcada hicieron de este crimen atroz su principal car-ta de presentacin y su principal instrumento para negociar.Las liberaciones unilaterales de polticos y de algunos milita-res facilitada por el grupo de Colombianos por la Paz, hanabierto alguna expectativa sobre la apertura de otra etapa enel dialogo de las FARC con la sociedad o el Estado, peroel gobierno no se ha mostrado dispuesto siquiera a tolerarotras operaciones de liberacin unilateral con mediacin de

    ese grupo e intervencin humanitaria de otros pases. Ante ladebilidad de las FARC y la disminucin de la presin inter-nacional despus de la Operacin Jaque, la lnea del gobiernoes reforzar la accin militar, la inteligencia dirigida al resca-te y fomentar las deserciones de custodios de secuestradosa cambio de recompensas. Es una tctica sin consideracin

    humanitaria que le apuesta a logros militares.

    VII. NUEVO MAPA DEL CONFLICTO,LA PAZ SECUESTRADA

    12.Como resultado de las estrategias de solucin mili-tar promovida desde el 2002, incluida la seguridaddemocrtica, su poltica de consolidacin y el Plan Colombia

    e incluidas las polticas y prcticas guerreristas de la guerrillaen su fase de obligado repliegue, se ha configurado un nuevomapa del conflicto y de las violencias.

    La seguridad como prioridad de las polticas de gobier-no est acompaada de un gigantismo del aparato militarque duplica sus efectivos entre 2002 y 2009 y pasa de 4,5%

    del PIB a 9% del PIB en gasto pblico de seguridad. Si seagrega la seguridad privada se supera el 15% de PIB. As que

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    el complejo militar y de seguridad se ha hiperdesarrolladocomo colorario de 6 dcadas de conflictos armados y pol-ticas de guerra y tiene una inercia al estatus quo con altoscostos y limitada eficacia no obstante la permanente actua-lizacin y modernizacin de la mano del Comando Sur odel Pentgono y las agencias de inteligencia. Hoy cuenta con450000 efectivos y un alto presupuesto destinado a pensionesy seguridad social de oficiales retirados, pero en el terreno deoperaciones actan cerca de 150000 miembros de la FuerzaPblica incluyendo los que protegen infraestructura clave.

    La guerrilla ha sido disminuida en 7 aos de ofensivamilitar. Ha perdido en capacidad de mando central y de di-reccin global de operaciones y se ha visto obligada a reple-

    garse a las ms antiguas formas de guerra de guerrillas, conpequeos comandos y operaciones de hostigamiento de me-nor impacto. Nacional e internacionalmente ha sido aisladapolticamente y en las encuestas acadmicas registra menosdel 3% de simpata o reconocimiento poltico, con menorescifras en los grandes centros urbanos.

    No obstante ese debilitamiento de la guerrilla, y despusde 9.000 deserciones motivadas por la contrainsurgencia, dems de 5.000 combatientes abatidos segn cifras oficiales ydespus de las ofensivas militares en sus zonas de influenciahistrica, la idea de que se est en el fin del fin es ms unmensaje de guerra psicolgica que una caracterizacin deldesenlace del conflicto armado.

    La guerrilla est derrotada estratgicamente, en tantofracas su proyecto de dirigir al pueblo en una guerra porel poder, pero tiene reservas y condiciones para mantenersepor dcadas ejerciendo poderes locales o regionales y repro-ducindose como espejo de la reproduccin del rgimen vio-lento de acumulacin. No se puede desconocer lo que signi-

    fica en la realidad colombiana que despus de una dcada degolpes an persistan aparatos guerrilleros con ms de 12.000

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    combatientes y de 24.000 efectivos adicionales en sus redeslogsticas, sin contar por lo menos 10.000 en redes polticaso de inteligencia. Las iniciativas en por lo menos 10 depar-tamentos bajo la nueva conduccin post Marulanda y postoperacin jaque pretenden mostrar que no estn derrota-das a pesar de los 8 aos de guerra sostenida dirigida por laadministracin Uribe.

    Es posible que, como dice el Alto Comisionado de Pazy reintegracin, una estrategia centrada en presin militar,deserciones y golpes en la cpula y mandos medios, continedebilitando a las FARC y al ELN y llevarlas en una dcada ala fase irreversible de desarticulacin, pero esto no significa niel fin de la trampa de violencias ni el fin del fin de las guerras

    por el poder.La va de militarizacin de regiones, al estilo de los

    CCAI y Centros de Fusin, destruye sociedad e instituciona-lidad, acaba con las redes locales, impone la centralizacin dela inversin y la militariza, se acompaa de desplazamientoforzado y criminalizacin al campesino tanto cocalero como

    de vieja colonizacin o posesin, destruye la economa cam-pesina. Y todo ese mtodo de ocupacin ofrece como alter-nativa un modelo armado de desarrollo basado en alianzasestratgicas para la gran minera o agroindustria con saldonegativo social y ambiental. En la prctica la oferta es de dic-taduras locales e involucin social que generan condicionespara la reemergencia de grupos armados y para la reproduc-

    cin de los viejos que tienen en su seno varias generacionesentre sus mandos medios como para sustituir a los actualesjefes que vayan muriendo de viejos o por los nuevos golpesque vendrn.

    El futuro del fin del fin, calculado por los estrategas en porlo menos dos periodos presidenciales ms, no es entonces el fin

    del largo ciclo de violencias sino su mutacin. Los escenariosurbanos ya muestran esa perspectiva de efecto globo que lle-

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    va al resurgimiento de bandas y grupos armados organizadosque se alimentan reclutando la desesperanza. La perspectiva deesa va militarizada a la seguridad total es la reproduccin dela violencia bajo otras formas que arrastrarn consigo las viejasy decadentes guerrillas y tambin a los narcoparas.

    VIII. LA VA CIUDADANA ES LA SALIDA DE LA TRAMPA

    DE VIOLENCIAS

    13.As, con estas reflexiones volvemos al principio: la vamilitarizada a la seguridad puede llevar a una paz ar-mada y autoritaria despus de sacrificar otra generacin; la vaarmada a la revolucin proclamada por las FARC y el ELNdesde los aos 60 ya fracas y se transform en una lucha con-

    servadora por poderes locales, atrapada en sus mtodos atroces;el pacto gobierno guerrilla como base para una agenda dereformas estructurales no tiene condiciones poltico militares,ni representatividad ni posibilidad de abrir un periodo de tran-sicin. De modo que el camino que queda para la esperanza deuna era de paz sostenible, basada en la democracia con todos

    los adjetivos, en el desarrollo humano y en la garanta efectivade los derechos humanos, depende de la recomposicin de lasociedad civil y poltica y de la emergencia de muchas fuerzaspacifistas que se traduzcan en poder poltico.

    14.

    La superacin del largo ciclo de violencias y conflic-tos armados depende en suma de la conformacin

    de fuerzas que le den vida desde ahora a un proceso de cons-truccin de paz reconstruyendo el consenso nacional a partirde los avances democrticos de la Constitucin del 91 y elpropsito de edificar el Estado Social de Derecho avanzandoen lo que le es esencial: garanta de derechos, democraciasocial, plural, igualitaria y solidaria con transparencia de la

    representacin, efectividad de la democracia participativa,

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    separacin de poderes, derechos de las minoras y de la opo-sicin, tributacin democrtica y rechazo a la corrupcin y alas mafias clientelistas.

    Esa construccin de paz vista como proceso en la prximadcada incluye varias estrategias:

    Consenso democrtico por la edificacin del ESD y eldesmonte del rgimen mafioso y autoritario.Fortalecimiento de organizaciones sociales y polticas yde las redes de la sociedad civil. Movimientos humani-tarios, contra la guerra, la atrocidad y por la paz desderegiones, sectores, victimas.Estrategia de solucin poltica que incluya el respeto alas normas del DIH, acuerdos humanitarios especiales,

    ceses de hostilidades exploratorios, dilogos humanita-rios y construccin de un nuevo modelo de dilogo ynegociacin.Formulacin y concertacin de nuevos instrumentos ju-rdicos para la paz.Concertacin de las bases y lineamientos de un Plan na-

    cional de desarrollo: democracia y paz 2020Gobiernos de convergencia que representen el ConsensoDemocrtico.Estrategias de no violencia: cultura de paz, seguridad des-de la democracia y los derechos, avance al monopolioestatal de las armas y uso legtimo y proporcional de lafuerza. Rechazo a todo uso de las armas para dirimir con-

    flictos y luchas de poder o por riquezas y rechazo de todaviolencia contra la poblacin civil.Proceso desde la sociedad civil hacia una constituyente depaz (o Congreso Constituyente) que sea marco para la so-lucin poltica y la transicin a una era de paz duradera.Diplomacia por la paz y el desarrollo humano integral y

    rechazo de la cooperacin funcional a la guerra.

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    Movimientos por los DDHH y la PazPromocin de la cultura de paz y la no violencia por inicia-tiva de jvenes, grupos de mujeres, tnicos y de artistas.Fortalecimiento de las acciones y movilizaciones ciuda-danas contra la violencia armada, de repudio a crmenesatroces, por la defensa de la vida y la libertad.Movimientos sociales como la Minga y otros de grupospoblacionales.Apoyo a una Ley de Victimas que de un marco suficientepara la garanta de goce efectivo de todos los derechos yen particular a la verdad, justicia, reparacin integral ygaranta de no repeticin.Apoyo a iniciativas humanitarias y a experiencias de cese

    de hostilidades.Respaldo a iniciativas de dilogo humanitario o de explo-raciones de paz entre el gobierno y las guerrillas.

    Gobiernos locales y polticas pblicas pro paz

    Gobernabilidades democrticas: Experiencias locales yregionales alternativas e independientes del guerrerismo;

    pluralismo y transparencia en la representacin; ejerciciode mecanismos de la democracia participativa, incluidala revocatoria, el control social, cero corrupcin.Polticas pblicas y planes de desarrollo con enfoque dederechos humanos, paz y profundizacin de la demo-cracia: Planes y presupuestos participativos concertados,prioridad a la inversin social, enfoque de cierre de la

    inequidad, superacin de la pobreza, redistribucin delingreso, estrategias de desarrollo humano integral y deun modelo de ecodesarrollo que fomente la pequea ymediana empresa urbana y rural.Garanta de derechos a las vctimas de la violencia cr-nica y los conflictos armados: Verdad, memoria, justi-

    cia, reparacin integral, garanta de no repeticin, paz yacciones transformadoras y afirmativas. Establecimiento

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    de la responsabilidad estatal, de organizaciones y perso-nas en esta garanta de derechos. Rechazo a las polticasde perdn y reconciliacin por la fuerza y la imposicindesde arriba. Nueva ley de garanta de derechos de lasvctimas, incluidas las de crmenes de Estado.Desmonte efectivo de los grupos narco-paramilitares ysu nueva generacin. Aplicacin de la LJP a los parasdesmovilizados dndole prioridad a los procesos por cr-menes atroces, esclarecimiento de la verdad y entrega debienes resultado del despojo violento.

    Justicia y Paz

    Prioridad de la justicia en Colombia por crmenes de lesahumanidad frente a las solicitudes de extradicin por

    narcotrfico.Poltica transicional de justicia y paz. Adopcin de unenfoque transicional de justicia y no impunidad que per-mita transitar a la nueva poca de paz sin que los meca-nismos de esa transicin se conviertan en otros instru-mentos de prolongacin del conflicto armado o instru-

    mentos de guerra desde el Estado.Establecimiento de responsabilidades de crmenes de Es-tado, de gobernantes y promotores de la violencia paraapropiar tierras, bienes y rentas pblicas; responsabilidadmediata e inmediata de agentes del Estado.Responsabilidad por crmenes atroces perpetrados por

    organizaciones armadas irregulares.

    Definicin de normas de justicia transicional de ampliaamnista e indulto y de reduccin de penas a culpables decrmenes atroces desde posiciones estatales o desde gru-pos ilegales.

    Internacionalizacin de la construccin de paz

    Suspensin del Plan Colombia y rectificacin de la pol-

    tica antidrogas y del fallido desarrollo alternativo.

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    Desmonte de la doctrina de seguridad basada en la gue- rra antiterrorista mundial y concertacin en instanciasmultilaterales de una nueva doctrina.Poltica antidrogas de corresponsabilidad centrada en lasalud y bienestar social y no en la guerra. Apertura haciauna poltica de descriminalizacin y de regulacin en lu-gar del prohibicionismo. (ver texto anexo)Alineamiento de la cooperacin internacional con las po-lticas propaz.

    REFORMAS ESTRUCTURALES HACIA LA PAZLa construccin de paz demanda transformaciones que

    permitan desmontar los determinantes mediatos e inmedia-

    tos de los ciclos de violencia. Adems de las iniciativas antesmencionadas, en el debate nacional se vienen elaborandopropuestas de fondo que merecen un serio debate y vas parasu aplicacin en esta dcada 2010 2020. Entre esas refor-mas se pueden mencionar:

    Plan de reparacin integral y de garanta de todos los

    derechos de las vctimas del conflicto armado.Reformas urbana y rural redistributivas. (documentoaparte)Reordenamiento territorial desarrollando las definicionesde la CP 1991Fortalecimiento de los instrumentos de exigibilidad y ga-ranta de derechos humanos.

    Reforma a la salud, el saneamiento y a la seguridad socialpara desmontar la privatizacin y garantizar su funciona-miento como servicio pblico sin nimo de lucro.Estatuto de la democracia representativa que garanti-ce el desmonte de los regmenes clientelistas, mafiosos,corruptos y fortalezca el pluralismo partidista y las cor-

    poraciones pblicas. Institucionalizacin de un rgimensemiparlamentario y fuertes controles comenzando por

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    la revocatoria efectiva de mandato y la mocin ciudadanade censura a cargos de responsabilidad.Reforma democrtica de los organismos de control y suplena independencia del ejecutivo.Desmonte del monopolio oficial y bipartidista ( partidosconservadoresy liberal) de los rganos rectores de la justi-cia, rama electoral, medios masivos de comunicacin.Estatuto antitrust y de democratizacin de los medios decomunicacin.Reforma tributaria progresiva y de solidaridad.Reformas de regulacin que garanticen y fomenten laproteccin del medio ambiente, el desarrollo sostenible,el manejo soberano y de inters nacional de los recursos

    naturales y de la poltica energtica.Estatuto de seguridad y fuerza pblica, que garantice elcarcter civil de la Polica, la doctrina de seguridad basa-da en la proteccin ciudadana y garanta de los derechoshumanos, el avance hacia el monopolio de las armas porel Estado y el uso de la fuerza armada ajustado al Estado

    de Derecho y su debida oportunidad, proporcionalidady respeto a los derechos humanos y al DIH.

    IX. LA VA CIUDADANA ES TAMBIN UNACONSTRUCCIN COMPLEJA

    A manera de epilogo de estas notas hay que sealar queen estos dominios de la guerra y la paz y despus de varias

    dcadas de intentos fallidos de soluciones pactadas, todas lasopciones de salida suponen nuevos conflictos y dificultades.La apuesta a la Va Ciudadana hacia la paz parte del supuestode que dadas las condiciones actuales y las tendencias que seobservan para la dcada venidera, es la opcin ms eficaz enla superacin de las violencias y conflictos armados, la que

    puede ofrecer ms oportunidad y sostenibilidad de convi-

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    vencia pacfica en un ciclo histrico de democracia social ypoltica, participativa y de solidaridad.En la larga historia de violencia generalizada y sistem-

    tica que hemos tenido en Colombia, los actores armados delos conflictos que se han presentado no han sido autnomos,ni los determinantes exclusivos de guerras y confrontaciones,ni tampoco de las atrocidades cometidas. Desde las pocas deLa Violencia, que incluy el genocidio al gaitanismo popular,sectores de la llamada sociedad civil, desde partidos, gremios,organizaciones sociales de diversa ndole han sido participes delas dinmicas violentas y en muchas ocasiones los responsableso cmplices. En el actual periodo ha sido evidente la imbri-cacin entre parapoltica y paramilitarismo y las conexiones

    entre funcionarios, mafias y grupos ilegales. Amplios sectoresde lo que el Vicepresidente llama la alta sociedad en muchasregiones decidieron en los noventa apoyar a los paramilitares,expresarles simpata y hasta alentar su formacin, para prote-ger sus intereses amenazados por la guerrilla o para aprove-char oportunidades de negocios en medio del desorden. Y por

    supuesto desde siempre la guerrilla ha tendido como objetivoy medida de su avance el logro de acercamientos, apoyos yfidelidades entre sectores de la poblacin civil.

    Todo esto es parte de la realidad y es lo que destacanquienes ven en la sociedad civil como motor de la paz solo unailusin o sealan que su papel est necesariamente subordina-do a lo que hagan o dejen de hacer quienes son protagonistas

    directos de las confrontaciones armadas. Lo cierto es que esasociedad civil ha estado fragmentada y ha sido oscilante en suscomportamientos polticos frente a propuestas de superacinde las violencias y conflictos armados. Y precisamente por estacaracterstica es que se destacan las dinmicas ciudadanas queen medio de la incertidumbre y las diferencias se inclinan por

    la solucin pacfica y democrtica y por desterrar toda violen-cia armada de las luchas de poder o por negocios.

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    El supuesto de la Va Ciudadana hacia la paz es entoncesla existencia de condiciones para que se ample la franja pol-tica y social que se ubica entre las coordenadas de democracia,derechos humanos y equidad. En ese espacio, que es tambinla del Estado Social de Derecho y su profundizacin, se mue-ven agrupaciones y sectores de todos las clases, grupos socialesy de un amplio espectro de partidos, movimientos y sensibili-dades polticas. Y en ese espacio es donde cabe el pacto entrediversos que puede ser la clave para ese trnsito a una era depaz duradera o por lo menos a la paz eterna de este siglo

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    PROYECTO PLANETA PAZESTRATEGIA SOCIAL DECONSTRUCCIN DE PAZ

    Carlos Salgado Aramndez

    INTRODUCCINEl Proyecto Planeta Paz ha trabajado en los ltimos

    8 aos en la construccin de una Estrategia Social de Pazapartir de un marco amplio de relaciones con organizacionessociales populares de carcter local, regional y nacional. Elloha permitido la sistematizacin de una Agenda Mnima dePaz, que ya ha sido publicada; la elaboracin de propuestasmacroeconmicas que den sustento a la Agenda en 9 dere-chos (educacin, salud, vivienda, empleo, salarios, seguro aldesempleo, seguridad alimentaria, sistema pensional, refor-ma tributaria, vivienda); la articulacin de redes temticas

    CAPITULO 2

    Economista, Magister en Medio Ambiente y Desarrollo. DirectorProyecto Planeta Paz, Colombia

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    58Proyecto planeta paz.

    Estrategia social de construccin de paz

    en seguridad y soberana alimentarias, educacin, jvenes,poblacin desplazada, medio ambiente y polticas para la po-blacin adulta, entre otras. Desde todas estas experiencias,surge la necesidad de entender los nuevos contextos interna-cionales y nacionales que inciden en las lgicas del desarrollo,el conflicto, la institucionalidad pblica, la reconfiguracinde los territorios y las posibilidades que brindan para la supe-racin de la pobreza y la construccin de la paz.

    Colombia es un pas muy marcado por regiones, confuertes acentos culturales, geogrficos y distribucin diferen-ciada de recursos pblicos, naturales y humanos. En esto, nose diferencia de los dems pases; es decir, no es un atributonico de este pas. Pero s sobresale una conformacin topo-

    grfica compleja y el he