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Síndrome de la página en blanco: el nudo en la garganta del que ha perdido el habla Por: Juan L. Simental Págs: 4 y 5 Primeras palabras, esas que nunca se olvidan Comunicante Comunicante Comunicante VIERNES 15 DE ABRIL DE 2016 SUPLEMENTO CULTURAL 73 “Les dejo de herencia mi libertad” Nació el 17 de abril de 1919. Alguna vez le dijeron que había nacido en Costa Rica y no en México, y contestó: “los mexicanos nacemos donde nos da nuestra chingada gana” Los ojos de Pedro Infante Tantos hay que, así como dicen: “Pepe, El Toro, es inocente”, afirman que Pedro Infante vive Ángeles Mastretta Pág. 7 Eduardo Vázquez Martín Pág. 6

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Primeras palabras, esas que nunca se olvidan

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Page 1: SUPLEMENTO CULTURAL - HP 696

Síndrome de la página en blanco: el nudo en la garganta del que ha perdido el habla

Por: Juan L. Simental Págs: 4 y 5

Primeras palabras, esas que nunca se olvidan

ComunicanteComunicanteComunicanteVIERNES 15 DE ABRIL DE 2016 SUPLEMENTO CULTURAL 73

“Les dejo de herencia mi libertad”Nació el 17 de abril de 1919. Alguna vez

le dijeron que había nacido en Costa Rica y no en México, y contestó: “los

mexicanos nacemos donde nos da nuestra chingada gana”

Los ojos de Pedro InfanteTantos hay que, así como dicen: “Pepe, El Toro, es inocente”, afirman que Pedro Infante vive

Ángeles Mastretta Pág. 7Eduardo Vázquez Martín Pág. 6

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VIERNES 15 DE ABRIL DE 2016

Diseño / Grupo Editorial HADEC

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Jean-Paul Sartre envió el 14 de octubre de 1964 una carta a la Academia sueca, pidiéndole que no le dieran el Nobel, ni ese año ni en el futuro. Pero su misiva llegó con un mes de retraso. En septiembre la Academia ya había decidido el Nobel de Literatura: el propio Sartre. Rechazó el galardón… pero sí reclamó el dinero que incluye. (Murió el 15 de abril de 1980).

Mayakovski como personaje literario

(Murió el 14 de abril de 1976).

“Todo acto de creación es un acto de amor”, José Revueltas.

El escritor Juan Bonilla noveló la vida de Vla-dimir Mayakovsky en

su obra “Prohibido entrar sin pantalones” (Seix Barral, 2013).En su novela, el narrador español utiliza la peripecia vital de Maiakovski, desde su irrupción en el futurismo hasta su suicidio, para reflexionar acerca de las relaciones entre arte y poder.Maiakovski comienza siendo un rebelde que se une a las fuerzas de la violenta van-guardia que recita en cabarets

y circo, y poco a poco va ganando fama, una fama que le llevará a consagrarse como poeta nacional cuando triunfe la Revolución bolchevique. Entra entonces en una segun-da etapa de autor oficial en la que se desborda en dife-rentes manifestaciones -no sólo poéticas- en la que llega a decir que terminó la era de la poesía poética y empezaba la de la poesía periodística, la poesía puesta al servicio de la Revolución.La muerte de Lenin y la

llegada de Stalin al poder le llevarán a una tercera etapa, en la que vuelve a convertir-se en un rebelde, y en la que ha de padecer los abucheos y la persecución de los escritores oficiales, que lo tachan de elitista y pequeño burgués.Toda la novela está llena de versos de Maiakovski, de ahí que Lara Moreno haya escrito que “Prohibido entrar sin pantalones” no sea tanto una biografía de Maiakovski como una biografía de la poesía. La

novela fue galardonada con el Premio Bienal de Novela Mario Vargas Llosa concedido por un jurado internacional a la mejor obra publicada en es-pañol en los años 2012 y 2013.Mayakovski se suicidó de un disparo en el corazón el 14 de abril de 1930, sin que se hayan podido dilucidar, con claridad, las causas de esa determina-ción; es probable que intervi-nieran factores emocionales, como algunas críticas severas por su expresivo «individua-lismo. (Wikipedia).

Nomás por hablar de algo...La Efeméride

16 de abril, Día Internacional contra la Esclavitud Infantil. Se conmemora el asesinato del niño Iqbal Masih, quien fue vendido a la edad de cuatro años por su padre para garantizar una deuda de 600 rupias, por lo que Iqbal pasó su infancia trabajando como esclavo. Iqbal pudo escapar de la fábrica a los 10 años, luego se convirtió, pese a su juventud, en un activista contra la explotación laboral infantil, hasta que el 16 de abril de 1995 fue asesinado, mientras conducía su bicicleta.

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VIERNES 15 DE ABRIL DE 2016

3SATÍN Y SEDA

Si de manerales se trata… ¡yo traigo tacones amarillos!

Querida “Liberación femenina”, sé que gracias a ti tengo el derecho de-mocrático de hacer fila para ejercer mi voto y elegir a mis gobernantes. Fue por eso que, con toda esa “li-

beración” que vive, palpita y crece en mí, me presenté en la ferretería para escoger los accesorios de mi baño.

Mi entrada a la tienda fue con firmeza y decisión (después de todo sabía lo que quería, cómo lo quería y dónde lo quería), y comencé a deambular por las diferentes maquetas, tocando el azulejo, abriendo y cerrando las llaves, moviendo los portapa-peles, hasta que un empleado se acercó a mí para atenderme.

-¿En qué le puedo servir? -se presentó de manera formal y profesional.

-Mire, verá... -algo pasó, por obra y ma-gia, que las palabras se perdieron y se diri-gieron al extremo opuesto de mi occipital-. Quiero ver unas... -y le moví las manos en un ademán de estar abriendo una llave.

-Ah, usted quiere ver los manerales -completó mi frase inconclusa y se dirigió de inme-diato a un extremo de la tienda, mientras yo lo seguía un metro atrás, dando pequeño brinquitos como lo hacían los indígenas de los tiempos de la Colonia cuando iban de-trás del “Tata”.

-Aquí tenemos un monomando para tina y/o regadera con balanceo de presión y desviador con válvulas de paso, disponible con extensión para ensamble con desagüe automático.

El silencio que reinó entre los dos fue tan apabullante que incluso escuché grillos, con lo que tal estado hipnótico sólo fue roto por mi leve pestañeo. En estas situaciones, mi preparación como “mujer moderna” me indica que debo estudiar mis opciones:

a) Posiblemente me equivoqué de tienda y entré a una de aparatos quirúrgicos para fisicoquímicos-matemáticos nucleares.

b) A lo mejor el dependiente es ex-tranjero y no pudo traducir bien el espa-

ñol, diciéndome otras cosas que no deben ser.

Mi entrada a la tienda fue con firmeza y decisión… después de todo, sabía lo que quería, cómo lo quería y dónde lo quería

c) Estaba claro que no sabía absolutamen-te nada en la materia de plomería, ferretería y de juego de naipes.

d) La persona se estaba burlando de mí abierta y descarada-mente.

-Perdón, ¿a qué se refiere con eso? Yo solamente busco los... -y volví a realizar la mímica de abrir y ce-rrar las llaves- para el baño de los niños.

El empleado se quedó pensativo, quizás la-mentándose por no haberse reclutado en el ejér-cito o haber sido asistente en una guardería para evitar a damas como yo, sin noción alguna de lo

que es un martillo y un desarmador.

-Mire, esto es lo que usted busca -y me señaló un anaquel lleno de “mis llaves para el

lavabo”, y con premura le afirmé con la cabeza, sin dejar de mirar lo que estaba a punto de com-prar y, señalando con el dedo índice, elegí unas clásicas de aspecto brillante, suspirando con alivio al saber que no iba a tener necesidad de encerrarme en la bodega de la tienda hasta las próximas Navidades.

-¿Las quiere de cuatro pulgadas o de ocho? -mi si-lencio lo hizo volver a poner actitud de alerta, mientras mi cabeza revolucionaba a mil por hora, recor-dando si en mi baño había visto alguna vez una pulgada, ¡menos cuatro u ocho! A decir verdad, yo no tenía por qué saber exactamente de esto, cuando debía estar en un café, platicando con mis amigas del manicure francés.

-¿Eso es importante? -le pregunté a modo de disculpa.

-Claro que lo es, señora -respondió de in-mediato el joven, pero recordé que en el auto tenía unos “fierros” que no tenía idea qué eran,

pero si era nece-sario traer toda la tubería de la casa, con sus desagües y hasta el lavadero, estaba dispuesta a hacerlo.

Con un ade-mán le dije que me esperara y corrí seguida de su mi-rada impaciente, regresando preci-samente con unos “fierros” de aspec-to “temerario”, y

con orgullo se los mostré (no los pude alzar hasta el nivel de sus ojos porque pesaban horrores, pero se los movía orgullosa de poseer algo netamente “masculino” en mi coche).

-Señora, eso es la tubería que va en la regadera, pero no dice la medida exacta de los manerales.

¿No puede venir algún familiar que la oriente? -por supuesto que la persona que estaba invocando era alguien del género “hombre-macho-masculino”.

No pude más que regresar sobre mis pasos. Cargando el semejante “fierro”, ha-blé de inmediato con el tío Aurelio, quien en sus ratos de ocio es plomero, albañil y

carpintero. -Hija, tú no debes

estar en esos lugares, te podrías quebrar una uña o lastimarte un to-billo con esos tacones -nunca escuché unas

palabras tan más llenas de sabiduría y “li-beración”.

¿Es usted una luchadora férrea del fe-minismo? La felicito. Cuando tenga alguna oportunidad la invito a podar el jardín y arreglarme las puertas eléctricas y, des-pués de terminar estas faenas, si todavía existe en su interior espíritu de lucha, le invito una tacita de café y hablare-mos de moda, dulces de manzanas y remedios para el catarro.

El silencio que reinó entre los dos fue tan

apabullante que incluso escuché grillos

“Mire, esto es lo que usted busca”, y me señaló un anaquel lleno de “mis

llaves para el lavabo”

Nadia Bracho

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VIERNES 15 DE ABRIL DE 2016

Primeras palabras, esas que nunca se olvidanPor Juan L. Simental

Síndrome de la página en blanco: el nudo en la garganta del que ha perdido el habla

Existen amores que serán, para siempre, a primera vista

“Llamadme Ismael”. Después de eso cualquier cosa puede pasar. Soy el hijo bastardo de mi padre,

el hombre justo que renegó de mí cuando en el vientre de esa, a la que llamaban “estéril”, germinó la cimien-te de su estirpe, el cumplimiento de la promesa: tendrás hijos más numero-sos que el total de las estrellas. Y, ¿no era acaso yo también su hijo? Lo fui solo para ser el repudiado, la causa de su vergüenza. Echándome de su vida, mi padre saldó sus cuentas pendientes con Dios.

Quien conozca solo una parte de la historia –como ese hombre al que hay que temer, “el hom-bre de un solo li-bro”, dijo Sarama-go- urdirá en su memoria el relato de Agar, la esclava fecunda en la que Abraham encon-tró el refugio de sus afanes cuando los años ya eran muchos. Sin em-bargo, podría no ser.

“ L l a m a d m e Ismael”. Después de eso cualquier cosa puede pa-sar, incluso... que no es la historia de Abraham, sino de la ballena, “Moby Dick”, “una gigantesca elegía metafó-rica sobre la condición del ser huma-no frente a la naturaleza, al resto de seres humanos y a su propio carácter”. Herman Melville, el que murió en el olvido, anónimo –émulo de Ismael, el repudiado-, tuvo una genialidad que fue incomprendida en su momento. Con el tiempo, sin embargo, las dos primeras palabras de “Moby Dick”

serían uno de los principios para siempre de la literatura uni-

versal: “Llamadme Ismael”. Y todo pasó después.

Recomendaba García Márquez a los que osaban embarcarse en las des-venturas de ser escritor: escribe veinte cuartillas al día; al final de la jornada, echa diecinueve a la basura. Al día si-guiente escribe otras veinte y repite la suerte: tira diecinueve a la basura... así hasta completar un número de cuartillas que valgan la pena. La tarea parece ardua, pero más complicado aún es dar con las primeras palabras, aquellas que hagan el principio entre los principios, de manera tal que un día sean reconocidas entre las tantas,

las innumerables palabras.

El síndrome de la página en blan-co. Blanco terrible, devastador; blan-co apabullante de renglones vacíos, como el desierto de las tentaciones en el que nacen decires que no di-cen o dicen poco.

Blanco solo, sólo blanco. El nudo en la gar-ganta del que se ahoga y ha per-

dido el habla. Escribir es naufragar, siempre naufragar.

Afirmó Francisco Umbral: “el que lo piensa todo primero, no escribe nada después”. ¿Cómo dar entonces con las palabras justas? Escribir es, a veces, cerrar los ojos y dejarse ir. El salto al vacío en busca de la palabra. Hay otros que un día se redi-mieron del ago-bio y dejaron fluir las ideas sin orden apa-

rente, como William Bu-rroughs, quien perfeccio-nó el “cut-up” (“collages narrativos o un esfuerzo denodado por destruir las normas sintácticas y semánticas sin perder el sentido de lo relatado”; Wikipedia) y liberó a las palabras para que encon-traran su propio camino.

Para escribir quizá es que haya que vivir a ple-na conciencia. Dijo Al-fonso Reyes: “escribo: eso es todo. Escribo conforme voy viviendo”. Escribir pues; se trata de escribir. Pero existe la otra parte, siempre necesaria: el lector. A pesar del afán del que se aventuró en el combate contra la página en blanco, será el lector el que tenga la última palabra.

Igual que la primera impresión es al menos perdurable, el escritor construye su posteridad desde las primeras palabras. Y es que, si las pri-meras no atrapan, el resto de las palabras des-aparece. Las buenas palabras atrapan como el amor a primera vista.

PALABRAS QUE HACEN IDENTIDADAfirma el sitio magnet.xataka.com: “dada la ex-tensión mediana de una novela, su primera frase no parece ser demasiado determinante. Al fin y al cabo, restan decenas de mi-les tras ellas. Sin embargo, son numerosos los libros clásicos y modernos cuyas primeras palabras han definido, al me-nos icónicamente, su posterior legado”. Palabras que hacen la

ident i -dad.

Aun-que su número es mucho mayor, vale la pena un

“Dicen que soy un gran escritor. Agradezco esa

curiosa opinión, pero no la comparto”, Borges

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VIERNES 15 DE ABRIL DE 2016

Primeras palabras, esas que nunca se olvidanPor Juan L. Simental

Síndrome de la página en blanco: el nudo en la garganta del que ha perdido el habla

Existen amores que serán, para siempre, a primera vista

recuento breve por apenas doce “primeras palabras”. A través de él podrá surgir el afán de ir a su totalidad. De ser así, entonces habrá valido la pena. (Además, el que es lector tendrá sus propias “primeras pala-bras” y, para ellas, sus muy personales motivos).

1. Pedro Páramo, Juan Rulfo: “Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pe-dro Páramo”.

2. El nombre de la rosa, Umberto Eco: “En el prin-cipio era el Verbo y el Ver-bo era en Dios, y el Verbo

era Dios. Esto era en el principio, en Dios, y el monje fiel debería repetir cada día con salmo-diante humildad ese acontecimiento inmutable cuya verdad es la única que puede afirmarse con certeza incontrovertible”.

3. El extranjero, Albert Camus: “Hoy ha muerto mamá. O quizá ayer. No lo sé. Recibí un telegrama del asilo: ‘Falleció su madre. En-tierro mañana. Sentidas condolencias’. Pero no quiere decir nada. Quizá haya sido ayer”.

4. Los detectives salvajes, Roberto Bolaño: “He sido cordialmente invitado a formar parte del realismo visceral. Por supuesto, he aceptado. No hubo ceremonia de iniciación. Mejor así”.

5. El aleph, Jorge Luis Borges: “La candente mañana de febrero en que Beatriz Viterbo mu-

rió, después de una imperiosa agonía que no se rebajó un solo instante ni al sentimenta-lismo ni al miedo, noté que las carteleras de fierro de la Plaza Constitución habían renovado no sé qué aviso de cigarrillos r u b i o s ; el hecho me do-lió, pues

comprendí que el ince-sante y vasto universo ya

se apartaba de ella y que ese cambio era el primero de una serie infinita”.

6. Cien años de soledad, Gabriel García Márquez: “Muchos años des-pués, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo”.

7. La metamorfosis, Franz Kafka: “Cuando Gregorio Samsa se desper-tó una mañana después de un sueño intranquilo, se encontró sobre su cama convertido en un monstruoso insecto”.

8. Las inter-mitencias de la muerte, José Sara-mago: “Al día si-guiente no murió nadie”.

9. Lolita, Vla-dimir Nabokov: “Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío, alma mía. Lo-li-ta: la punta de la lengua em-prende un viaje de tres pasos desde el borde del paladar para apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes. Lo. Li. Ta. Era Lo, sencillamente Lo, por la mañana, un metro cuarenta y ocho de estatura con pies descalzos. Era Lola con pantalones. Era

D o l l y en la es-cuela. Era D o l o r e s cuando fir-maba. Pero en mis bra-

“La mayor parte de la escritura se hace lejos de la

máquina de escribir”, Henry Miller

“No me etiquetes, léeme. Soy un escritor, no un género”, Carlos

Fuentes

zos era siempre Lolita”.10. El Quijote, Miguel de Cer-

vantes Saavedra: “En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor”.

11. A sangre fría, Truman Capote: “El pueblo de Holcomb está en las ele-vadas llanuras trigueras del oeste de Kansas, una zona solitaria que otros habitantes de Kansas llaman ‘allá’”.

12. El mundo de Sofía, Jostein Ga-arder: “... al fin y al cabo, algo tuvo que surgir en algún momento de don-

de no había nada de nada...”.

(FUENTE: Los 37 mejores co-mienzos de la historia de la literatura; mag-net.xataka.com. La lista original no incluye a Pe-dro Páramo; sin embargo, la obra de Rulfo no po-día faltar).

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La cantidad de matices y emo-ciones que su voz de mujer de más de ochenta años es capaz

de convocar en esta canción (“Llo-rona”) no tiene igual en la música mexicana; una voz que, enmarcada en largos y oscuros silencios, crea una atmósfera de intimidad, de proximidad, que hace posible que cada fraseo sea dicho como un su-surro, como un secreto pronunciado al oído, como si entre el espectador y Chavela Vargas se creara una intimi-dad tan próxima que hiciese desapare-cer de pronto al resto del auditorio...

Chavela Vargas no nació en Méxi-co, sino en Costa Rica y, sin embargo, es una artista imprescindible de la cul-tura mexicana del siglo veinte. ¿Tú cómo te ves?

Como una vieja loca que ama su tierra, que ama México, que ama lo hermoso, que ama la verdad. ¿Que soy un ser medio raro? Sí. Creo que estoy bastan-te loca, pero hay locos lindos y locos desgraciados, y yo soy de los bonitos.

Cuando hablas de México lo haces con orgullo, pero también con nostalgia y amor a un México que ya no existe. ¿Cuál es el México de entonces y cuál es el de hoy?

El México de antes era un México para enamorarse de él, de su gente, de sus noches, de sus cosas.

El de hoy es un gi-gante inmenso que está dormido, está quieto. El día que despierte que se encomienden todos, yo no sé a quién, pero van a volar patadas que pa qué describo. Y ese es el México que estoy espe-rando que despierte.

Y Cuco Sánchez...Él tenía esa

cosa de que no

“¿Adiós? No, nunca se dice adiós. Se dice: Te amo”

Nació el 17 de abril de 1919. Alguna vez le dijeron que había nacido en Costa Rica y no en México, y contestó: “los mexicanos nacemos donde nos da nuestra chingada gana”

Por Eduardo Vázquez Martín

“Les dejo de herencia mi libertad”

era gente de pachanga. Decir José Alfredo era decir pa-changa; y con Álvaro Carrillo junto, pachanga y a ver qué pasa: balazos y de todo. Cuco no. Se acostaba temprano, y tenía ese defecto ante el pueblo mexicano: ser decente.

Esos amaneceres en el Tenampa, ¿eran parte de la músi-ca, del corazón interpretativo de la música mexicana?

Eran parte de México. El México con el que la gente se quedaba des-lumbrada. El México

de Frida Kahlo, el México de Diego Rive-ra y Guadalupe Amor, el de los cantan-tes. Estaba entonces el movimiento de los pintores jóvenes, a los que les gustaba tocar la guitarra. Un día fui a una fiesta en casa de Diego Rivera. Estaban tocando los jóvenes pinto-res, y Diego les dijo: “así me gusta verlos, de mariachis, porque de ahí no pasarán”.

¿En esa misma fiesta estaba Frida Kahlo?Sí, ahí estaba. Esa misma noche la bajaron en su cami-

lla; venía vestida de tehuana, muy hermosa.

Presidió la fiesta y todo era en honor de Frida, todo: Diego mismo, todo giraba alrededor de ella, por-

que era una mujer excepcional. Se negó su propia genialidad. A ve-ces le inventan romances, como con Trotski. Yo me divertía mu-cho con Trotski, y, como no les creía nada, le preguntaba a Frida:

“¿ustedes son comunistas o no?”, y me decía: “pues ya ni sé, es tan-to el enredo que ya no sé si somos comunistas o qué somos”. Esa era Frida Kahlo. (“Les dejo de herencia mi libertad”: Entrevista con Chavela Vargas; Nexos, septiembre de 2003. Edición Comunicante).

“Muerte, muerte, muerte”

“Dice María Corti-na que lo último que dijo Chave-la antes de mo-rir fue ‘Muerte, muerte, muer-te’.

¿La saludaba, la reconocía, se es-

taba ya abrazando a la Llorona? Es posible, pero

no soltó la mano de María: la autora de la Macorina abrazó a la muerte enamorada eternamente de la vida”.

(Eduardo Vázquez Martín; Nexos, 7 de agosto de 2012).

“Soy de esas mujeres que se divierten hasta en su

propio velatorio”

“Nadie se muere de amor, ni por

falta ni por sobra”

“Ni Isabel ni Chabelita,

¡Chavela!”

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Dicen que murió el 15 de abril de 1957

Tantos hay que, así como dicen: “Pepe, El Toro, es inocente”, afirman que Pedro Infante vive

Por Ángeles Mastretta

Los ojos de Pedro Infante

La familia de mi amiga se reúne los domingos a comer y contar-se los afanes de la semana. Para

ella -no diré su nombre porque goza practicando el arte de la clandestini-dad-, tales encuentros tienen algo de sustento sagrado.

Una de estas semanas, en las que no sólo su familia sino nuestra socie-dad toda, ha dado en manifestar su incredulidad frente a lo que nos pasa, habilitándose para creerlo todo, la tía Marta, que come en casa de su her-mana menor para ahorrarse la lectura semanal de los periódicos, correspondió a la precisa información sobre la larga hile-ra de desfalcos provocado entre los amigos de una de las hijas de la familia por el Pro-grama de Seguridad Pública para el Distrito Federal, con la noticia más sorprendente que haya cruzado la mesa de la familia Baita: Pe-dro Infante sigue vivo.

Una sonrisa de indulgencia recorrió el gesto de los sobrinos acostumbrados a creer cuanta historia la tía Marta y su imaginación hagan venir del pasado, ese lugar sobre el cual posee todos los derechos, pero poco dis-puestos a aceptar que sus casi ochenta años tengan algo que opinar sobre el presente.

-Comadre, no diga usted esas cosas -dijo el señor Baita. Un hombre de escasas pala-bras, gran corazón y aficiones intensas por la fotografía los boleros y los libros antiguos.

Sin arredrarse, la tía Marta insistió en que cerca de su casa en Satélite, Pedro Infan-te canta y toca el piano en un bar. Porque su familia estará muy ocupada enterándose y padeciendo los problemas de la patria, pero ella que sabe dónde está lo sustancial, puede probarles que lo que dice es una verdad clara como el agua en que su hermano estuvo a

punto de morir ahogado.-Cuéntanos cómo fue eso -pi-

dió una de las sobrinas, a quien siempre deleita la narración de tan dramático acontecimiento...

-A uno lo detienen por su fa-cha y ya nadie recuerda la facha de otros- dijo la tía Marta para empe-zar-. El Pedro Infante que está can-tando por mi casa, ya no se parece mucho al Pedro Infante que fue. Hasta que se quita los anteojos ne-gros. Entonces uno le ve los ojos, idénticos, enamoradores, como dos chispas, como el par de luceros que fueron siempre.

-Comadre, no digas esas cosas -volvió a decir el señor Baita.

-Digo más. Este del bar es Pe-dro Infante, el que no se murió en el avionazo.

-Marta, el cadáver que encon-traron era el de Pedro. Tenía su es-clava en la mano. ¿No te acuerdas? - le preguntó su hermana.

-Ahí fue donde estuvo todo. Mi-ren ustedes. Pedro estaba liado con

la esposa del presidente Ruiz Cortínez, por eso le manda-ron poner una bomba en su avión. Pero los encargados de ponerla eran fanáticos de Pedro, como todo el mundo. Al mismo Ruiz Cortínez le tiene que haber gustado cómo cantaba, pero cuando supo que iba y venía con su señora, se disgustó...

-Yo lo sé. Pedro llegó sin accidentes a donde iba y de ahí buscó refugio con Frank Sinatra, para que lo prote-giera la mafia que siempre protegió a Sinatra. Ahí con él se estuvo un tiempo. Hasta que los esbirros de Ruiz Cor-tínez lo encontraron otra vez. Entonces tuvo que pasar a la clandestinidad que padece hasta la fecha. Sólo unos cuantos sabemos quién es. Yo porque me di cuenta con sólo verle los ojos, el dueño del bar porque tiene muy buen oído. Pero de que está vivo, está vivo.

Como que me llamo Marta y vi ahogarse y revivir a mi hermano.

Habiendo hablado la tía Marta, la comida se dividió entre los dispuestos a ir al bar esa misma semana, los in-crédulos enfurecidos y los simples escépticos. Se dividió en las mismas tres partes en que se divide esta sociedad dispuesta a creerlo todo de tanto no poder creer en nada. Pedro Infante está vivo o muerto, del mismo modo en que cualquiera puede ser un asesino, un ladrón o

un santo, según quien cuente la historia y quien quiera o pueda creerla. (Nexos; 1 de agosto de 1995. Edición Comunicante).

Desde 1939, apareció en más de 60 películas, y grabó

aproximada-mente 310 canciones

VIERNES 15 DE ABRIL DE 2016

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VIERNES 15 DE ABRIL DE 2016

“Es el autor de un libro que vas a ir a comprar ahora mismo”

El autor de “Los versos satánicos” y el de “Cien años de soledad” sólo hablaron una vez, en tres idiomas distintos

Por Pablo Ximénez de Sandoval

“¿Quién es Gabriel García Márquez?”

Salman Rushdie se compró “Cien años de soledad” en una edición de bol-sillo de Penguin

Modern Classics en una librería de Londres el 13 de marzo de 1975. Lo sabe porque apuntó la fecha en el libro nada más leer la primera frase y aún conserva el ejemplar.

Este miércoles recordaba que ese mismo mes él había publicado su prime-ra (“y merecidamente desconocida”) no-vela, “Grimus”. “Un amigo que la había leído me llamó y me dijo: ‘veo que es-tás muy influenciado por Gabriel García Márquez’. Yo tenía 27 años y nunca ha-bía oído ese nombre.

‘Cien años de soledad’ había sido publi-cada en inglés cinco años antes, pero no se había cruzado en mi camino.

“¿Quién es Gabriel García Márquez?, pregunté. Mi amigo me respondió incrédulo, con una mezcla de lástima y desprecio: ‘es el autor de un libro que vas a ir a comprar aho-ra mismo’. Me dijo el título y yo le contesté con dudas: ‘¿Cien años? ¿Es un buen libro?’. ‘No seas imbécil’, me contestó, utilizando una palabra más fuerte”.

Así empezó aquel miércoles 28 de oc-tubre de 2015 la conferencia magistral de Rushdie con la que la Universidad de Texas inauguró un simposio de tres días sobre el Nobel colombiano en el que par-ticiparon familiares, amigos y expertos en García Márquez, además del Gobierno de Colombia.

En una lectura emocionante y diver-tida, ante unas 900 personas y con buena parte de la familia García en primera fila, Rushdie declaró que aquel día, tras leer la famosa primera frase del libro, “me pasó lo que le ha pasado a millones de personas, me enamoré sin remedio. Y ese amor ha durado cuarenta años”.

El evento fue organizado por el Harry Ransom Center, el centro de humanidades que compró el archivo personal del escritor en 2014 y esa semana lo abrió por primera vez al público.

En ese archivo se incluye una carta en la que García Márquez expresaba a

Rushdie su deseo de conocerlo en perso-na. Nunca lo consiguieron. “Pero tuvimos

una conversación muy larga”.

Durante una estan-cia en Ciudad de México en la que pudo haber su-cedido, recordó, estuvo

en una cena con Carlos Fuentes. Rushdie le dijo que era una pena que el colombiano se encontrara en Cuba justo esos días visi-tando a Fidel Castro. “Es ridículo que no os hayáis conocido”, dijo Fuentes.

Entonces le llevó a una habitación y le puso al teléfono. Al otro lado estaba García Márquez.

Fuentes salió y cerró la puerta.“La conversación empezó de modo ex-

traño. Él decía que no hablaba inglés, pero poco a poco me di cuenta de que sí sabía bastante pero prefería no hablarlo. Mi español era muy malo. No lo ha-blo, pero entiendo un poco. Y ambos sabíamos francés. Así que seguimos hablando de forma trilingüe. En mi re-cuerdo de la conversación, no hay ningún problema de lenguaje”.

Rushdie relató que en aquella conversación com-paró las historias de la abue-la de García Márquez con las de su propia madre en Bombay y la importancia en su trabajo. Hablaron de las diferencias entre Macondo y Bombay.

Rushdie recordó las palabras que escribió en abril del año pasado (2014) tras fallecer el genio colombiano: “conocía los coroneles y los generales de García Márquez, o al me-nos sus contrapartes indias y paquistaníes; sus obispos eran mis mulás; sus mercados eran mis bazares. Su mundo era el mío, traducido al español. No es extraño que me enamorara de él, no por su magia, sino por su realismo. Mi mundo era más

urbano que el suyo, sin embargo.“Es la sensibilidad de pueblo lo que da al

realismo de García Márquez su particular sabor, la aldea en la que la tecnología da miedo pero una joven devota subiendo a los cielos es per-fectamente creíble; en la que, como en las aldeas indias, lo milagroso convive con lo cotidiano en todas partes”. (Cuando Salman Rushdie pregun-tó: “¿Quién es Gabriel García Márquez?”, El País; 30 de octubre de 2015).

“Me pasó lo que le ha pasado a millones de

personas, me enamoré sin remedio”

“Lo milagroso convive con lo cotidiano en todas

partes”

Gabo murió el 17

de abril de 2014