suplemento cultural - hp 557

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Durante los días 1, 2 y 3 de noviembre, en la Catedral de Durango se exhiben reliquias de San Longinos; los apóstoles San Mateo, San Pedro y San Pablo; San Valentín, San Plácido, Santa Celestina y de los mártires de Zacatecas, para celebrar el Día de Todos los Santos. Por: Ricardo Bonilla Esparza Págs: 4 y 5 Veneran reliquias en Día de Todos los Santos Comunicante Comunicante Comunicante VIERNES 30 DE OCTUBRE DE 2015 SUPLEMENTO CULTURAL 52 Solo muere aquello que se olvida Ellos fueron tres de aquellas muchas afortunadas coincidencias que la vida me concedió sin pedirlo siquiera, y son ahora parte de mis recuerdos mejores Tradición y devoción en la cueva del Obispo En su destierro, el obispo Zubiría ejerció los santos oficios en una cueva cercana a la Hacienda de Cacaria, en Canatlán. Juan L. Simental Págs. 6 y 7 José Alonso Martínez Barrios Pág. 8

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Veneran reliquias en Día de Todos los Santos

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Page 1: SUPLEMENTO CULTURAL - HP 557

Durante los días 1, 2 y 3 de noviembre, en la Catedral de Durango se exhiben reliquias de San Longinos; los apóstoles San Mateo, San Pedro y San Pablo; San Valentín, San Plácido, Santa

Celestina y de los mártires de Zacatecas, para celebrar el Día de Todos los Santos.

Por: Ricardo Bonilla Esparza Págs: 4 y 5

Veneran reliquias en Día de Todos los Santos

ComunicanteComunicanteComunicanteVIERNES 30 DE OCTUBRE DE 2015 SUPLEMENTO CULTURAL 52

Solo muere aquello que se olvida

Ellos fueron tres de aquellas muchas afortunadas coincidencias que

la vida me concedió sin pedirlo siquiera, y son ahora parte de mis

recuerdos mejores

Tradición y devoción en la cueva del ObispoEn su destierro, el obispo Zubiría ejerció los santos oficios en una cueva cercana a la Hacienda de Cacaria, en Canatlán.

Juan L. Simental Págs. 6 y 7 José Alonso Martínez Barrios Pág. 8

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VIERNES 30 DE OCTUBRE DE 2015

Editor / Ricardo Bonilla Diseño / Grupo Editorial HADEC

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El 30 de octubre de 1517 Martín Lutero pegó sus tesis en la puerta de la catedral de Wittenberg, con lo que iniciaba el protestantismo. Se dice que Lutero compartía algunas de las supersticiones sobre la brujería que eran comunes en su tiempo, por ejemplo, la creencia de que las brujas, con la ayuda del demonio, podían robar leche simplemente al pensar en una vaca.

La eterna juventud de Miguel Hernández

(Nació el 28 de octubre de 1955).

“La vida no es justa, acostúmbrate a ello”, Bill Gates.

Imposible imaginar cómo se-ría hoy Miguel Hernández, a los cien años de edad (2010).

Su obra es, aunque madura, joven, y no hay manera de espe-cular sobre lo que hubiera sido de él de haber librado el “turis-mo” carcelario que le impuso el franquismo triunfador. Baste con el Hernández superlativo de entonces, embargado de causas y adjetivos, crédulo y esdrújulo, ungido de poesía con la entra-ñable candidez del santo o del loco, del joven “con los ojos bo-quiabiertos” que devora mundo y es devorado por el mundo.A últimas fechas, estudiosos y

lectores han querido desmontar el aura de leyenda que rodea al hombre Miguel Domingo Hernández Gilabert, nacido en 1910 y muerto en 1942. Y hacen bien fijando a la persona y sus contradicciones por encima del inamovible y algo angelical pastor de cabras, o por sobre el “compañero del alma”. El sambenito de pastor-poeta no será fácil de erradicar, pues se lo colgaron sus propios valedores allá en los orígenes oriolanos.Pero yo, un poco a contraco-rriente, no quiero que se vaya aún a la gran ciudad. Me interesa el Hernández más alegre, incons-

ciente de sí, todo él formándose y construyéndose. Es el Hernández travieso, muy lejano todavía del padre sufriente que años después escribirá las famosas “Nanas de la cebolla”. Este, el adolescente, además de consumir libros con voracidad, se juntaba con sus amigos a jugar dominó o futbol. En su equipo de futbol lo apo-daban el Barbacha, porque era un jugador bueno y fuerte, pero lento, y en la zona había unos caracoles llamados “barbachos”.El adolescente era ya un maes-tro del decir poético, al mando de sus cinco sentidos y de la prosodia con que los expresa-

ba. Maduro desde entonces, la guerra y la cárcel acelerarían violentamente su desarrollo como escritor, para cortárselo de tajo a los 32 años de edad. Ser maduro sin alcanzar la adultez no implica contradicción. Jalo-neada por los acontecimientos, acaso su poesía, en movimiento perpetuo, no tuvo tiempo de ser adulta, y lo que tenemos es la eterna juventud de Miguel Her-nández, sostenida en el tiempo como una fruta oronda, lista siempre para nuestros dientes. (Julio Trujillo, Letras Libres; mayo de 2010. Hernández nació el 30 de octubre de 1910).

Nomás por hablar de algo...La Efeméride

El 31 de octubre de 1512 se inauguran los frescos de la Capilla Sixtina, en El Vaticano. Todos los espectadores, incluido el papa en turno, quedaron maravillados, sin saber que Miguel Ángel, su autor, imprimió en ellos su propia y dura crítica al sistema eclesial de la época. Nunca se dieron cuenta.

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VIERNES 30 DE OCTUBRE DE 2015

3SATÍN Y SEDA

De visita con cempoales y antepasados con tradición

Nadia Bracho

Cómo explicar a un niño que la visita al panteón es una tradición de nuestro pueblo, así como la “Noche del Grito”

-¡Por qué al panteón! ¡No reprobé ni una este mes! ¡¿Por qué?! –pregunta el niño.

-Vamos a visitar a los bisabuelos y al tío que tanto te quería, ¿recuerdas?

-¡¡Pero si están muertos!! Mamá, yo no quie-ro ir –respondió al tiempo que se escondía tras el respaldo de la silla.

Cómo explicar a un niño que la visita al panteón es una tradición de nuestro pueblo, así como la “Noche del Grito”, así como el 20 de noviembre... En cuanto toco estos temas, de in-mediato me sacan su traje de calabaza.

-Hijo, la visita al panteón es precisamente para saludar a todos aquellos que ya se murieron, es como su día; además, esa temporada es de mucha tradición: las flores, los altares, los cantos...

Tenemos que ir para aprender. Un poco, pero solo un poco, se convenció

de acompañarme. Yo estaba decidida a ser la punta de lanza para que mis hijos conocie-ran sus raíces y amaran sus tradiciones.

“¡Llévele, llévele, lo último, la espada de la Guerra de las Galaxias!”. “¡La magia a tu servicio, aquí tenemos la capa de Harry Por-ter!”. “¡Arañas y calabazas! ¡Arañas y calaba-zas!”... de pronto me sentí que estaba en pleno Mercado Gómez Palacio, peor aún, en el cora-zón de Tepito.

-Mamá, tienes razón, ¡esto está padrísimo! Por qué no me habías traído antes. ¿Me compras esa máscara del Hombre Araña? ¡Mira! ¿Me puedo lle-var el disco de Pepa la Cerdita? A propósito, ¿y los bisabuelos?, ¿dónde los pusieron?

Tuve que orillarme para poder gritarle al oído y señalarle que tenemos que pasar al panteón.

Aunque sorprendido de que hubiera “otro panteón” aparte del “de los gritos”, accedió di-ciéndole adiós a un muñeco de Batman.

-Esto es como, ¡las películas! ¡¿Son tumbas de verdad?! -gritaba a todo pulmón el pequeño mien-tras yo pasaba como “la llorona” para que nadie se percatara de los inoportunos comentarios en ese mar de penitentes, oraciones y lágrimas.

-¿Qué buscamos? Ya estoy cansado, mamá, me voy a sentar a...

-¡¡No!! Está prohibido, nadie puede sen-tarse en las tumbas...

-Pero allá están comiendo arriba de

ellas y detrás de aquellos árboles están dormidos –respondió de inmediato.

-Sí, pero son sus tumbas, las de sus parientes. Aquí cada cual se sienta arriba de sus familiares, ¿comprendes? Mira, ya llegamos con los bisabuelos, ahora sí te puedes sentar arriba de ellos.

-¿Por qué pones las flores en esta tumba?, ¿que no es aquella la de nues-tros familiares?

-Sí, pero a este siempre lo saludamos... -¿Es pariente? ¿Amigo? ¿Lo conoces?-No, no es nada de eso. Es un vecino...

-¿Solo vecino? A ver si no se enojan cuando vengan a visitarlo.

-Nadie viene a visitar a don Nicanor, por eso le traigo también flores.

-¿Nicanor? Con razón nadie viene a verlo mamá. ¡Se les olvidó su nombre y ya no lo encontraron!

-Busca al niño que trae agua para po-nerle a los floreros de las tumba –le dije.

-¿El del refresco que trae cachucha roja?...-Por Dios, es el de los baldes de alu-

minio que anda corre y corre... Pasaron tres minutos y mi ayudante

regresó con una gordita de picadillo rojo.-Y eso, ¿de dónde la sacaste?-Me la dieron atrás, una señora estaba dando

y me formé, ¿podemos llevarle algunos chiclosos de tu bolsa?, y me das más porque quiero ir a intercambiarlos por unos elotes que trae un se-ñor que está más allá.

-¡Esto no es kermés! Es un acto de tradición y respeto. Ahorita mismo te pones a rezar y a decirle a tus bisas que estás muy contento de estar aquí.

-Señora, aquí traemos tamalitos, ¿no quieren unos mientras le lloran a sus difuntos? –me pre-guntó una señora de edad envuelta en un rebozo.

-Claro, qué amable, por supuesto, ¿cuatro? ¡Exce-lente! Ah y dos más ¡Le agradezco! Sí, que estén bien...

-Pásele con su difunto, ¿no quiere unas flo-recitas? No. No es nada –regreso la atención.

El niño observaba y todavía no se aleja-ban cuando dijo:

-¡Tenemos que llorar! Todavía no te co-mas los tamales...

-Es cierto -aprovecho que el niño tiene toda la intención de acatar reglas.

-Podemos llorar en silencio y, si quieres, nos comemos los tamales terminando...

-Mamá, ¿ya lloraste? -me jala la manga des-pués de cinco minutos de silencio.

-Un poquito, ¿hijo y tú? -Yo casi nada, ¿crees que se sientan?-Claro que no, de hecho están esperando que

nos comamos los tamales, como a ellos también les gustaban, qué mejor que compartirlos...

-¿Y a Nicanor?-También está invitado, acércale estos cem-

poales y te puedes sentar arriba de él, así siente que también lo visitas.

-Oye, me gusta venir al panteón. Me gustó más que el primer panteón, ese de los juguetes. Yo creo que ahí están enterrados los niños... Me siento mexicano.

¿Esto es ser mexicano? ¿Visitar los panteones, poner flores y comer gorditas? Reflexioné un poco.

Él englobaba lo principal: el misticismo de nuestros antepasados con el panteón, la belle-za de la cultura en las flores y, por supuesto, la alegría de vivir de cada uno de nosotros en las gorditas, los elotes y los cacahua-tes... ¡Eso es ser mexicano!

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VIERNES 30 DE OCTUBRE DE 2015

Los días 1, 2 y 3 de noviembre se exhiben en Catedral las reliquias de San Longinos, los apóstoles San Mateo, San Pedro y San Pablo, los mártires de Zacatecas, entre otros

Veneran reliquias en Día de Todos los SantosPor Ricardo Bonilla Esparza

En Catedral se tiene

el cráneo de San

Longinos, el romano que clavó su lanza a Jesús en la

cruz

Reliquias de San Longinos, el romano que clavó su lan-za en Jesús para comprobar su muerte; los apóstoles San Mateo, San Pedro y San Pablo; San Valentín, San Plácido, Santa Celestina, de los mártires de Zacatecas, son solo algunas que descansan en la Catedral Basílica Menor de Durango y que en la celebración de Todos los Santos son abiertas para la veneración de los duranguenses.

Durante el 1, 2 y 3 de noviembre, únicos días en el año, se lleva a cabo esta festividad que motiva la apertura de las reliquias de la que mucha gente desconoce de su existencia en la Catedral. Son reliquias de primero, segundo y ter-cer grado, que corresponden respectivamente del cuerpo, fragmentos de uñas, dientes y cabellos; ropa y objetos que utilizaron ya en tercer grado.

De acuerdo al historiador y custodio de la Galería Epis-copal Museo de Arte Sacro de la Catedral, Alonso Martínez Barrios, a partir de la época de los romanos, después de la consolidación de la Iglesia, se empezaron a conservar reli-quias de diversos santos que fueron martirizados durante la propagación del Cristianismo.

“El obispo italiano Santiago de la Vorágine realizó una biografía de varios de estos santos, que actualmente les llaman santos descontinuados, muchos que recibieron la iluminación o tuvieron acercamientos de alguna manera divina, con Cristo, o que llevaron su vida en santidad, entre ellos San Jorge, Santa Bárbara, Santa Catalina de Alejan-dría, San Atenógenes”, expresa.

La Iglesia tuvo el cuidado de conservar la mayoría de estas reliquias; gran parte de santos romanos del siglo VI, incluso desde San Pedro, otras del siglo V y otras que aún se conservan en México. Los últimos que han llevado su consagración y tienen mucha devoción son los mártires de Zacatecas, como Mateo Correa, David Roldán, entre otros.

Consagración de altaresEn la Catedrales e iglesias se utiliza la consagración de es-tos altares, colocando en cada uno de una reliquia y sobre ésta un ara como lápida donde aparece la inscripción del obispo.

Generalmente se consagra la reliquia y la estatua de bulto a la cual se le lleva su veneración.

En Catedral de Durango, precisa, después de todos sus procesos de construcción en la que se perdieron muchos al-tares, se menciona en archivos que existe aquí una reliquia de San Mateo, que fue recibida en un acto protocolario y grande; por ello, se consagró como patrono secundario de esta Catedral.

Después de que existieron altares barrocos, de finales del siglo XVIII a 1845, se llevó a cabo una

remodelación en el interior de la Ca-tedral. Se destruyeron los altares y se sustituyeron por otros de tipo neoclá-sico, se perdieron obras de arte.

Las reliquias que estuvieron con-sagradas en los antiguos altares, se pudieron haber colocado en los nue-vos; es probable que muchas se traje-ran para la consagración de estos nue-vos altares en el siglo XIX, dice.

La Catedral sustituyó varios alta-res, entre ellos el de la Virgen de Gua-dalupe, en el cual se menciona existe el cráneo de Longinos; está el de San Jorge, donde se ubican las reliquias de los mártires de Zacatecas; el de San Juan Nepomuceno donde se encuen-

Santa Celestina

San Plácido

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VIERNES 30 DE OCTUBRE DE 2015

Los días 1, 2 y 3 de noviembre se exhiben en Catedral las reliquias de San Longinos, los apóstoles San Mateo, San Pedro y San Pablo, los mártires de Zacatecas, entre otros

Veneran reliquias en Día de Todos los SantosPor Ricardo Bonilla Esparza

Reliquias de los apóstoles San Mateo, San Pedro y San Pablo descansan en

Catedral

San Valentín, San Plácido, Santa Celestina y de los mártires de Zacatecas

pueden ser observadas

Dos astillas de la cruz de Cristo se exhiben en la

Galería Episcopal

tra las de San Valentín, señala Martínez Barrios.Está el altar de Nuestra Seño-

ra del Rosario, en el que se ubica la reliquia de San Plácido; el de la Divina Providencia, donde tiene algunas piezas corporales, óseas de diversos santos; el de San An-tonio de Padua, con reliquia de Santa Celestina; el altar de San José, donde ahí se ostentan diversas reliquias de San Pedro y San Pablo; es una mezcla de distintos santos.

Conforme a estudios del Dr. en Historia, Miguel Vallebue-no Garcinava, algunas de estas reliquias son italianas; muchas veces no se colocaba el hueso o fragmento corporal del santo a simple vista, sino que también hacían una escultura en cera, ya sea que estuviera reposando, durmiendo. Muchas de estas esculturas tienen la calidad italiana.

También algunas se han atribuido a Catalina Laurenzana,

escultora que trabajó en la Catedral de Durango, hermana de los canónigos hermanos José María e Ignacio Lauren-zana.

Ella, además de hacer varios trabajos de escultura en cera, realizó algunas piezas esculturas como la Divina Pas-tora, y ornamentó y decoró distintos objetos en la Catedral.

A partir de la consolidación de la Iglesia en Roma, se han ido venerando estas reliquias, que además de su con-sagración para los altares, se utilizan también para las ve-

neraciones y tradiciones que se llevan a cabo no solamente en la Catedral, sino en distintas parroquias donde se lleva a cabo la festividad del santo.

Actualmente, se realizan estudios para conocer cómo llegaron a la Catedral; solo se tienen datos de una reliquia una exhibida en la Galería: un relicario con reliquias de los dos apóstoles y en el centro dos astillas de la cruz de Cristo, consagrada también con un fragmento de un belut de Nuestra Señora de Loreto. Esta reliquia fue enviada por el papa Clemente XIII en 1778.

Los días 1, 2 y 3 de noviembre son una gran oportuni-dad de acudir a la Catedral a visitar las reliquias, como un tesoro invaluable que muestra la devoción de la fe cristia-na, de la divinidad del ser humano.

San Longinos

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Por: Juan L. Simental

NICOSiempre fue el cuarto bat. Otros quisie-ron serlo alguna vez, pero nadie le llega-ba siquiera a los talones. La verdad, era muy difícil pensar en igualarlo siquiera. Cuando se paraba a batear, el jardinero izquierdo sabía que tendría que correr hasta el fondo del patio tras la pelota que Nico mandaría hasta allá.

Estábamos en “la Guadalupe”, frente a la Plazuela Baca Ortiz. Aún recuerdo a Barraza, compacto y “amarrado”; Juventi-no, atlético y que a veces jugaba inspirado; Jorge, mi mejor amigo desde que le hice “el paro” cuando Cuitláhuac lo agarró a pata-das; Rafael, fiel y de valor probado; a veces se nos pegaba Fernando, uno de los riquillos pero nos caía bien. Había otros de los que solo recuerdo la cara pero el nombre ya no. Entre todos estaba yo, siempre tercer bat.

El patio del recreo era nuestro cuando llegaba la temporada de beisbol, porque además había de canicas, de trompo y de balero. Algunos destacábamos, pero nin-guno como Nico. Era fornido, tendría tal

vez un año o dos más que nosotros, pero sus bíceps ya no eran los de un

Solo muere aquello que se olvida… aunque el olvido no existe

A mis queridos Amigos, aquellos que, a pesar de lo que algunos dicen, no se han ido

No le temo a la

muerte, solo que

no me gustaría estar allí

cuando suceda”,

Woody Allen

niño de nuestra talla. Años después nos volvimos a encon-

trar, él era pitcher y yo bateaba. El primer lanzamiento fue una recta de lumbre; lue-go tiró una bola directa al estómago y, antes de que pudiera echar el brinco aterrado, la bola quebró y fue a caer en la esquina de afuera; al final salvé la honra con un toque, menos vergonzoso que un ponche. Aún re-cuerdo su sonrisa franca de amigo cuando el juego terminó. Nunca lo volví a ver.

CLAUDIASiempre fue callada, sus pocas palabras las decía entre dientes y de lado, mien-tras sus manos se movían incontenibles, como si urdiera una trenza. Hablaba en medio de una sonrisa nerviosa.

Se llamaba Claudia y desde que entró al grupo juvenil enseñó quién era: seria, casi hostil, recelosa; algunos decían que era mustia. En realidad, ella consideraba que las palabras eran muy valiosas como para ir tirándolas por allí.

Habló poco pero cantó mucho. Su celo la llevó a ser la segunda voz base de las

mujeres en el coro de Catedral. Si se que-ría un buen artículo en el periódico mural, una cápsula interesante antes de la plática de los sábados o el manejo perfecto del ca-tecismo en las misiones de Semana Santa, ahí estaba Claudia.

Siendo pocas las ocasiones, nuestras pláticas siempre fueron fundamenta-les, o sea, dijimos lo que había que de-cir, solo cuestiones “importantes” (de esas que hay cuando se tiene 17 años), lo cual me hizo entrar en su confianza.

Pero el tiempo de la felicidad animal, esa que llega sin buscarle, apuró los pa-sos y cada cual se fue por el pedazo de la

“Qué injusta, qué maldita, qué cabrona la muerte que no nos mata a nosotros sino a los que amamos”, Carlos Fuentes

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VIERNES 30 DE OCTUBRE DE 2015

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vida que le tocó. Pasados los años, en una noche de cervezas y re-

cuerdos supe que era una excelente profesora y que, para salirse de su casa, se matrimonió con un hombre solo que le doblaba la edad. Un pequeño perpe-tuó la mirada de Claudia.

MANUELTenía un gran apuro: esa parte suya para sentarse era por demás promi-nente. A sus diez años, las duras crí-ticas de los demás niños, tan since-ros como crueles, le hacían vivir en amargura permanente.

Su carácter era suave, como pidien-do perdón por el yerro que con él come-tió la naturaleza. Se llamaba Manuel, pero poco importaba el nombre cuando los apodos eran tan abundantes como la generosidad de sus protuberancias tra-seras. Pocos hacían ronda con él, pues quien se atrevía era blanco también de las burlas inclementes.

Juntos dejamos la primaria, pero las vueltas que da el mundo nos juntaron de nuevo en el bachillerato. Mucho ha-bía cambiado Manuel entonces: era una mole de 1.85 de estatura hecha de casi cien kilos de músculos, de pectorales y bíceps, de muslos y, por supuesto, de un trasero firme que era entonces su ma-yor orgullo. Las horas de pesas le habían dado la seguridad de la que muchos ca-recíamos, además de un eterno buen humor que, junto a la suavidad de su ca-rácter inalterable con los años, le hacían alma de las fiestas.

Estar a su lado significaba no parar de reír, pues su ingenio era espontáneo y surgía con el menor pretexto. Él fue quien me adjudicó el más duradero de todos mis apodos, que invariablemente pronunciaba con un tono bajo impostado y una carava-na rigurosa, recordando mis glorias beis-bolísticas y académicas de la primaria.

Al terminar el sexto semestre, el

camino reclamó a cada uno de los que fui-mos la Generación 83-86 del CBTIS 89.

NO SE HAN IDONico y Claudia y Manuel fueron tres de aquellas muchas afortunadas coincidencias que la vida me concedió sin pedirlo siquiera, y son ahora parte de mis recuerdos mejores, de mi niñez y mi adolescencia.

Nico dejó de tirar sus rectas de lumbre cuando un doctor le dijo que tenía leucemia. Hoy su guante y sus batazos kilométricos están donde el moho y la polilla no llegan.

Claudia, quien se reveló espléndida para la docencia, dejó un bebé de brazos y un hombre solo de nuevo: un cáncer imprevisto le ayudó a guardar mejor sus palabras, pocas y fundamentales.

Manuel nunca aprendió la lección: ser un hombre de paz le hizo intervenir

No se trata de conmemorar la muerte… sino a aquellos que vivieron la vida

en un pleito de navajas ajeno. Uno de los oponentes lo picó y sus ojos alegres se apagaron mirando al cielo en una tarde de domingo.

Ya no están. Ninguno anda por ahí con la sonrisa franca o poniendo apodos y haciendo reverencias y revelaciones. No están… pero no se han ido. Un sabio dijo: “los muertos viven cuando quienes los quisieron los recuerdan”, y ellos siempre serán parte de este pedazo de humanidad que los guarda en la memoria.

Amigos de mis épocas bellas, des-cansen en paz.

Si la muerte no fuera el preludio a otra vida,

la vida presente sería una burla cruel”, Gandhi

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VIERNES 30 DE OCTUBRE DE 2015

Tradición y devoción en la cueva del Obispo

José Alonso Martínez Barrios

Obispo de Durango José Antonio Laureano de Zubiría y Escalante

Fue desterrado por no aceptar las nuevas constituciones implementadas en el país, ya que veía en ellas denigrada la dignidad eclesiástica y su figura episcopal

El Sr. Zubiría se le presentó como obispo de Durango y nombrado en el Consistorio

celebrado el 21 de febrero de 1831, su santidad Gregorio XVI lo preconizó obispo.

Le tocó ejercer su episcopado en una época difícil, durante las reformas de la Iglesia y la época presidencial de Benito Juárez García.

Fue natural de Arzipe, Sonora, donde nació el 4 de julio de 1791, su padre fue Martín Zubiría y su madre Jerónima Escalante.

Fue desterrado por no aceptar las nuevas constituciones implementadas en el país, ya que veía en ellas deni-grada la dignidad eclesiástica y su fi-gura episcopal.

Por tal motivo, se decretó su des-tierro, siendo el entonces goberna-dor del estado de Durango, Basilio Mendarozqueta.

El obispo, aceptando las conse-cuencias desapego a las nuevas leyes, aceptó el destierro y se ocultó en la Hacienda de Cacaria.

Se dice que el obispo Zubiría ejer-cía los santos oficios en una cueva cer-cana a la misma hacienda, donde al ser perseguido se ocultaba en ésta duran-te varios días y permaneció ahí hasta su muerte, ahora es conocida como la Cueva del Obispo, ubicada en el po-blado Benjamín Aranda.

Durante su episcopado también

Nació el 4 de julio de 1791

Se presentó como obispo de Durango

el 21 de febrero de 1831

Fallece el 27 de noviembre de 1863 con 72 años de edad

Sus restos fueron inhumados

en las criptas de la Catedral

se realizaron modificaciones en el interior de la Catedral, sustituyó los altares barrocos de madera conocidos como los “retablos dorados”, ya que en ellos se encontraban piezas poli-cromadas, estofadas y cinceladas; en algunos de estos altares se encon-traban incrustadas pinturas de tipo ba-rroco claroscurista y barroco luminoso.

De entre estos mismos altares se encontraba el cono-cido pirámide o ciprés del Altar Mayor hecho por Felipe de Ureña, del cual solo quedan algunos vestigios de este

altar monumental. Todos estos altares se sustituyeron por los actuales de tipo neoclásico en cantera.

El Sr. Zubiría, encontrándose en su destierro, fallece el 27 de noviem-bre de 1863 con 74 años de edad. Se le conoce como el obispo “santo” por defender los privilegios de la Iglesia.

Sus restos fueron inhumados en las criptas de la Catedral y ahí mismo

se cuenta con una pintura reali-zada por el norteamericano

Santiago G. Sauukins, que representa el

retrato del obispo Zubiría a inicios de su Episcopado; esta obra está a resguardo de la Galería Episcopal.