pintar para no volverse loco

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Magacín Pintar para no volverse loco Carlos Pérez Este artista guatemalteco ha destacado en las galerías internacionales con su propuesta, escribe Wendy García Ortiz.

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Entrevista con el artista guatemalteco Carlos Pérez, radicado en Austria.

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Magacín

Pintar para no volverse loco

CarlosPérezEste artista guatemalteco ha destacado en las galerías internacionales con su propuesta, escribe Wendy García Ortiz.

4DOMINGO 19 De juNIO De 2011SIGLO21Magacín

Ciudad de Guatemala, 9 a.m. / Austria, Viena, 5 p.m.

Una pantalla de computadora marca la distancia entre una periodista y un pintor,

ambos guatemaltecos. Del lado del trópico yo hago las preguntas y por el lado euro-

peo, el artista responde con voz tímida, pero cómoda tras el anonimato que otorga

Skype. No activa el video, sólo deja ver la foto de un joven que se esconde detrás de

una máscara folclórica de mono. Su nombre sí es claro: Carlos Pérez.

Este primer acercamiento con Carlos está alimentado por escasas referencias que

tienen que ver con su obra, sus exposiciones más recientes en China, Alemania y Bra-

sil y con una ambigua alusión a su “pasado violento”. De eso, indago poco. Quiero

que me lo diga él. Pero no lo hace. Fue muy mala idea empezar la entrevista con ese

tema. Entonces, hablamos de lo más reciente: su residencia en Austria. ¿Cómo llegó

a aquel país y por qué lo eligió para formarse profesionalmente?

Carlos me cuenta que a finales de 2001 llega a Viena para preparar su portafolio

e inscribirse en la Academia de Bellas Artes, en la Licenciatura en Arte. Sin saber el

idioma, ni tener la certeza de que lo aceptarían, se lanza del otro lado del charco. Fi-

nancia su viaje con los ahorros que había ganado, ilustrando libros para niños en la

sede guatemalteca del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Tu-

vo que trabajar durante un par de años para realizar obras de arte que pudieran con-

vencer a los profesores de la Academia de su talento.

Por eso es que hasta en el año 2004 es aceptado. Ingresa con una beca en la clase de los

artistas Erwin Bohatsch y Walter Obholzer, maestros austriacos de la pintura abstracta. En

2009 su trabajo de graduación recibió mención honorífica.

Eso significa que tiene 10 años de vivir en Viena y desde entonces, sobrevive de su arte, de

lo que los coleccionistas pagan por sus obras. “Estoy contento porque tengo representantes

en Alemania, Brasil, Guatemala y espero que muy pronto aquí en Austria y en otros países”,

me cuenta. “Quien te representa es una galería. Ellos te buscan a ti porque les gusta tu tra-

bajo. Si promocionan bien tus cuadros, ellos ganan un porcentaje contigo”, me explica con

orgullo. Cuando le pregunto cuánto cuesta un cuadro suyo, no sabe responderme. “Tendría

que preguntarle a mis representantes”, me dice entre risas.

Pero llegar hasta este nivel no fue fácil para Carlos. No sólo se vio obligado a aprender de

inmediato un idioma totalmente desconocido, sino también a acoplarse a una nueva cultu-

ra, y además, tuvo que romper paradigmas. “Yo era como algo exótico para los europeos y

eso no me gustaba. Lo exótico es un cliché que se debería eliminar en muchos artistas lati-

noamericanos. Si caes en ese hoyo profundo, luego te cuesta salir”, revela.

Por eso es comprensible que en los primeros años de su estancia en aquella ciudad, tuvie-

ra dentro de sí una revolución de emociones. “Cuando empecé a estudiar me puse un poco

loco, afectado psicológicamente”, cuenta. “Yo venía de Guatemala con tantas cosas encima

y llegar aquí y enfrentarme con esto fue muy fuerte. Si yo no fuera artista y no pudiera sacar

esas emociones, esa energía en mi obra, hace mucho tiempo estaría loco, hubiera perdido

la cordura”, confiesa.

A las obras que Carlos pintaba en Guatemala, él las describe como “muy realistas”, pero al

enfrentarse a Europa, cuenta que se volvieron abstractas, emocionales. “Este es un mundo

Magacín es una publicación de Siglo.21 Texto. Oswaldo J. Hernández [email protected] Fotos y retoque de imágenes. Cecilia Cobar [email protected] Diseño. Alexander Mérida. Locaciones. órgano de Catedral Metropolitana y Laboratorio de Producción de Medicamentos de la Facultad de Farmacia, Usac. Visite. s21.com.gt/suplementos/magacin

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completamente diferente y eso me hizo en-

frentarme a mí mismo, además de a un pú-

blico nuevo”, explica. En sus cuadros tema-

tiza mucho a los animales: monos que están

fumando, monos comiendo, monos pelean-

do y al mismo tiempo, seres humanos que

están en las mismas situaciones. “Siempre

dije que el ser humano es más animal que el

animal si no, no sucederían tantas cosas de-

sastrosas en el mundo”.

Afortunadamente, las clases en la Acade-

mia fueron aplacando poco a poco su esta-

do emocional, pues empezó a digerir mejor

sus ideas y fue acostrumbrándose a la ma-

nera en que la gente respondía a su obra.

De manera instintiva fue mezclando esos

dos mundos que lo invadían, y lo canaliza-

ba en su trabajo. También le ayudó el hecho

de realizar talleres artísticos con niños y jó-

venes austriacos, pues tanto en Guatemala

como allá, no dejó de preocuparse por las

nuevas generaciones. “Son quienes nos en-

señan que hay cosas que se pueden cambiar.

Hacen lo que quieren, sin pensarlo mucho,

y eso me gusta”, me aclaró. Dentro de dos

meses, Carlos cumplirá 30 años de edad y

entrar en esa tercera década le preocupa un

poco. Le tiene miedo a la vejez porque no

quiere ser aburrido ni gruñón, pero especial-

mente no quiere que la gente se olvide de él.

“Es una lástima que nadie conozca mi traba-

jo en Guatemala”, reclama.

Atento a todo

Cuando le pregunto qué es lo que más le

gusta de Viena, me describe a una ciudad

que le da acceso a todo lo que necesita, muy

activa culturalmente. Disfruta esa manera

ordenada que tienen los austriacos de llevar

la vida, pero sobre todo, valora mucho la

tranquilidad con la que se moviliza en ella.

“Aquí no te preocupas por nada. En Guate-

mala yo viví una época muy fuerte. Necesi-

taba empezar de nuevo, por eso este viaje

fue muy importante para mí”. En este mo-

mento encuentro de nuevo la oportunidad

para preguntarle acerca de su pasado, pero

sólo me deja con una frase: “Yo conocí la

violencia en Guatemala, de primera mano”.

Días después de esta conversación elec-

trónica recurro a una persona que docu-

mentó gran parte de la vida de Carlos,

Donna De Cesare. Esta fotógrafa estado-

unidense lo conoció durante su adolescen-

cia, mientras fotografiaba a varios jóvenes

y sus contextos violentos, como parte de

una beca del Open Society Institute de la

Fundación Soros, en Nueva York. “Mi inte-

rés en su caso tenía que ver con el entorno

de la juventud maya viviendo en las zonas

urbanas y aldeas alrededor de la ciudad.

Muchos eran hijos de padres desplazados

por la guerra, que experimentaban con

otras identidades en un ambiente de inse-

guridad callejera”, me cuenta.

Según su relato, Donna quedó impresio-

nada con el “talento bruto” del joven cuan-

do lo conoció, pero también con su amor al

arte y el compromiso con su palabra. “De

entre todos los jóvenes con quienes yo he

entablado una relación como artista –bien

sean porque son protagonistas de las histo-

rias que yo fotografiaba o porque eran alum-

nos míos−, él fue desde el primer día un jo-

ven que estuvo atento a todo. Cuando tenía-

mos que reunirnos, yo siempre fui puntual,

pero Carlos se adelantaba y siempre estaba

esperándome. Es algo que parece mínimo,

pero yo lo entendí como una señal de su

responsabilidad con el arte y su deseo por

sobresalir”, recuerda.

En su sitio web Destiny’s Children

(www.destinyschildren.org) Donna hace

un recorrido fotográfico por la vida de es-

te artista guatemalteco. Es hasta entonces

cuando lo comprendo todo. Carlos nació

en Magdalena, Milpas Altas (Sacatepéquez),

junto a ocho hermanos. Su madre, al enfren-

En agosto, Carlos tendrá una exposición

individual en Río de Janeiro, Brasil y está

invitado a participar en una colectiva

en Berlín. Para 2012 tiene invitaciones

para hacer algunas residencias. El artista

también ha expuesto recientemente en

China y Alemania. Visite su página www.

carlosperez.at.

proyectos

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SIGLO.21 Magacín 8DOMINGO 19 De juNIO De 2011SIGLO21Magacín

tar problemas con el temperamento agresi-

vo de su padre, lo envía a un orfanato en

una iglesia de San Pedro Jocopilas, Quiché.

Él tenía 11 años de edad. No pudo asistir a

la escuela, pues se encontraba en una zona

altamente peligrosa en la que Carlos fue tes-

tigo de cómo varios hombres con pasamon-

tañas asesinaron al director.

Mientras crece, en su adolescencia, deci-

de regresar con su madre para ayudarle en

el cuidado de la milpa, pero también se invo-

lucra activamente con la Mara 18. Esta eta-

pa lo marcaría para siempre. Se puede notar

en las fotografías el contraste de su acerca-

miento con esa figura materna y la violencia

de la pandilla.

En ese contexto lo conoce Donna, por lo

que puede asegurarme con toda franqueza

que Carlos desarrolló su arte con múltiples

carencias: falta de materiales, falta de espa-

cios para mostrar sus obras, falta de opor-

tunidades de ser destacado. “Aparte de te-

ner muchos desafíos por las barreras que le

imponía el racismo y clasismo, en el hogar

tenía mucho amor, pero también muchas

necesidades. Sin embargo, Carlos se man-

tuvo casi siempre optimista y persistente”,

me cuenta.

Es así como Carlos llega a la Escuela Na-

cional de Artes Plásticas, en la capital, en

donde empieza a sentir que por fin se encon-

tró a sí mismo. También se le puede obser-

var en las imágenes, mientras pinta algunos

de sus cuadros.

Lamentablemente, tiempo después, a la

mamá de Carlos le arrebata la vida un cán-

cer en la matriz. Este hecho lo deja muy

afectado. Por eso, Donna le sugirió que bus-

cara oportunidades para estudiar en Méxi-

co, dada la tradición de arte fortísima en

aquel país y la facilidad de hablar el mismo

idioma. Pero Carlos, por otros conocidos

que hizo durante su trabajo en el PNUD, se

enteró de que Austria quería apoyar a estu-

diantes centroamericanos. Entonces, optó

por irse a aprender un nuevo idioma y bus-

car influencias muy distintas al entorno en

el que creció.

“Una persona pasiva frente a los desafíos

que Carlos enfrentó, nunca podría lograr lo

que él ha logrado”, me dice la estadouniden-

se, con orgullo.

También recurrí a la fotógrafa guatemal-

teca Andrea Aragón, pues con el tiempo se

ha convertido en una buena amiga de Car-

los. En su primer encuentro con él, lo des-

cribe como “un chavito absolutamente ino-

cente, ilusionado con ser artista. Trabajaba

en la mesa de su casa, sobre un piso de tie-

rra y bajo una única bombilla cuando toda

su familia se había dormido”, me cuenta

conmovida.

Por eso, Andrea se maravilló cuando ob-

servó la obra de este artista. En ella encon-

tró todo ese dolor vivido, una reflexión sobre

la familia y la añoranza por su madre. (Días

después, Carlos me lo confirmaría en un co-

rreo electrónico “mi madre está siempre pre-

sente en mis obras”).

“Es un luchador; yo lo admiro por poder

cambiar su historia, por reinventarse. Todo

lo ha hecho solo. Aprovechó las oportunida-

des que le dieron y participó en actividades

que lo hicieron crecer en su carrera. Donna

le dio el empujón, es cierto, pero él voló por-

que ya traía alas”, concluye su amiga.

“Lo exótico es un cliché que se debería eliminar en muchos artistas latinoamericanos”.

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DOMINGO 15 De MayO De 2011SIGLO21 Magacín

La catarsis como remedio

De regreso a la entrevista por Skype, quie-

ro entender ese talento del que hablan es-

tas dos mujeres, así que, hablamos de su

trabajo.

Durante el proceso creativo de Carlos,

viene a su mente un bombardeo de imáge-

nes que se transforman en la pintura. Me

confiesa que cuando pinta siente como que

grita. “Me pongo muy sentimental. Trans-

porto mucha emoción al lienzo”.

¿Y a qué le grita? Tal vez a las noticias que

le recuerdan que la Guatemala que dejó ha-

ce 10 años va de mal en peor y a esa impo-

tencia de la que me habla porque no puede

hacer nada para cambiarla. Tal vez a la bu-

rocracia europea, que le produce sensación

de náusea, según me cuenta. Tal vez a la ma-

nera mecánica en la que las masas respon-

den al amarillismo de los medios de comu-

nicación, por lo que ha podido observar. O

tal vez a su pasado.

“Lo único que puedo hacer es pintar. Es

el único medio en el que puedo ser yo. Y no

pinto en una obra, pinto en cinco o seis al

mismo tiempo. Todo artista que se maneja

en este medio sabe que lo hace porque ne-

cesita sacar esa emoción en un objeto, un

pedazo de papel, un pedazo de metal, en un

lienzo”.

Teniendo en cuenta el contexto en el que

se desarrolló en Guatemala, no puedo evitar

preguntarle ¿cómo asimiló la experiencia de

vender su primer cuadro? Me responde con

sentimientos encontrados pues dice sentir

alegría cuando algún coleccionista pregunta

por el tema de sus cuadros porque eso le di-

ce que la gente está entendiendo lo que quie-

re transmitir. Pero también reconoce que

siente tristeza cuando la gente pasa frente

a sus cuadros y los ignora. “Siento que me

están ignorando a mí”, me dice. “Cada vez

que pinto, soy yo al que ven ahí”. A estas al-

turas, cada vez que vende un cuadro, está

acostumbrado a pensar: “es mejor que esté

colgando en la pared de una casa, a que esté

muriéndose en el sótano, porque me muero

yo con él”.

La forma de pensar tan radical de este jo-

ven artista se ha alimentado de las personas

que ha conocido, de las cosas que ha descu-

bierto en su entorno y en sí mismo. Duran-

te la entrevista, se vio obligado a ver hacia

atrás en el tiempo y recordar momentos en

los que sólo podía soñar con llegar hasta

aquí. Por eso es que para Carlos el destino

no existe, porque si creyera en él, todavía

estaría esperando a que muchas cosas suce-

dieran en su vida, a que se dieran por coin-

cidencia. Él le ha demostrado a sus amigos y

compañeros de universidad que una perso-

na tiene el poder de cambiar su propia vida,

de ir construyendo su destino. “O destruyes

tu vida o la construyes de una forma en que

nada es imposible para ti”, me dice.

Él optó por construirse una agenda llena

de triunfos. Me cuenta con mucho entusias-

mo que tiene una exposición individual en

Río de Janeiro en agosto y, posiblemente,

otra colectiva en Berlín. Y para el próximo

año tiene invitaciones para hacer algunas

residencias.

A hora y media de haber iniciado esta con-

versación con Carlos, puedo decir que hice

un viaje por la tragedia, pero al mismo tiem-

po por la esperanza y la ilusión. Hay una fra-

se que él me menciona y con la que percibo

que todo lo que me ha dicho tiene sentido. Se

refiere a Pina Bausch, bailarina y coreógra-

fa alemana: “Ella decía baila, baila; si no, es-

tamos perdidos. Yo diría: pinta, pinta; si no,

nos volvemos locos”, afirma Carlos.