para leer el martín fierro

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  • 7/22/2019 Para leer el Martn Fierro.

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    Para leer elMartn Fierro.Literatura y poltica, economa y saber

    Rogelio DemarchiCrdoba, Argentina

    [email protected]

    mailto:[email protected]:[email protected]://www.biblioteca.org.ar/mailto:[email protected]
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    Resumen: Jos Hernndez pretende reescribir el gnero gauchescoimpugnando a los autores hasta entonces consagrados. El gaucho tiene unaimportancia econmica bsica porque posee un poder-saber hacer quegenera riqueza. Como es inculto, hay que educarlo para que pueda hacer unbuen uso de los derechos polticos que le corresponden como ciudadano yde la porcin econmica que se le asigne de la riqueza que ha producido.

    Esta funcin la tiene que cumplir la literatura, fundamentalmente la poesagauchesca.Palabras clave: Martn Fierro, literatura gauchesca, literatura argentina,crtica literaria.

    1. gnero.Jos Hernndez pretende reescribir el gnero gauchesco impugnando alos autores hasta entonces consagrados. En la carta a Jos Zoilo Miguens, editor de laprimera edicin del Fierro, toma distancia de lo que considera autorizado por el usoen este gnero de composiciones: l no se ha propuesto, como entiende que seacostumbra, hacer rer a costa de la ignorancia del gaucho; en su lugar, ha optadopor dibujar a grandes rasgos, aunque fielmente, sus costumbres, sus trabajos, sushbitos de vida, su ndole, sus vicios y sus virtudes.

    Con una frmula que es a un mismo tiempo crtica, concreta, elusiva y englobante,afirma: Martn Fierro no va de la ciudad a referir a sus compaeros lo que ha visto yadmirado en un 25 de mayo, u otra funcin semejante (referencias algunas de lascuales, como el Faustoy varias otras, son de mucho mrito ciertamente).

    Como ha anotado Eleuterio Tiscornia [Hernndez, 1943 (1872-1879): 23-24], laalusin a la fiesta del 25 de mayo remite al iniciador del gnero, Bartolom Hidalgo,autor de laRelacin que hace el gaucho Ramn Contreras a Jacinto Chano de todolo que vio en las fiestas mayas de Buenos Aires en 1822; con funcin semejanteengloba a Hilario Ascasubi, que en 1833 cont cmo Jacinto Amores le describa aotro paisano la celebracin de un nuevo aniversario de la Constitucin Oriental; y lamencin de Faustoremite, por supuesto, a Estanislao del Campo.

    Esta ltima es muy significativa: Hernndez, como antes del Campo, coloca amodo de prlogo al poema una carta, y en ella se puede advertir lo que opina sobrealgunas de las cuestiones estticas y polticas que del Campo discuta con sus amigosseis aos antes; por eso, vale pensar la carta de Hernndez a Miguens como la quintacarta del Fausto.

    Recurdese que el Faustoes de 1866 y la primera parte del Fierro, de 1872. Lascuatro cartas que all incluy del Campo estn firmadas por sus amigos Juan CarlosGmez, Ricardo Gutirrez y Carlos Guido y Spano, y l mismo. Por otro lado, Guidoy Spano tena relacin con Hernndez y particip de la redaccin del diario que stelanz en 1869, El Ro de la Plata, como plataforma de una nueva agrupacinpoltica que no lleg a formalizarse por su repentino cierre [cfr., Pags Larraya, 1952:54].

    Si como han sealado Carlos Altamirano y Beatriz Sarlo [1990: 21-24 y 52-53],todo gnero discursivo es una convencin que establece ciertos lmites, o para decirlode otro, que regula lo que se puede representar y cmo representarlo, Hernndezapunta contra cada uno de los distintos tpicos que configuran ese acuerdo tcito alque conocemos como poesa gauchesca, segn la discusin sobre el particular que

    prologa al Fausto.

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    * Si hasta aqu, desde Hidalgo a del Campo, se ha representado a gauchosintegrados social, econmica, cultural y/o polticamente, Hernndez plantea con Laidade Fierro la situacin contraria: el proceso arbitrario e injusto de exclusin delgaucho por obra de los diferentes agentes del Estado.

    * Si Guido y Spano designaba a los gauchos como los parias de nuestra

    sociedad, es decir sujetos privados de derechos y rechazados por los dems,Hernndez los caracteriza como clase desheredada; y si Gmez anunciaba laprxima desaparicin del gaucho, Hernndez la relaciona con el avance de lasconquistas de la civilizacin.

    * Si Gutirrez entenda que los giros de lenguaje y comparaciones del gauchoson un elemento tan accesorio como el paisaje, ya que lo primordial sera sucorazn y su preocupacin, lo que es decir su filosofa y su sentimiento,Hernndez, por el contrario, subraya en varias oportunidades cun importante esimitar su forma de hablar porque es all donde se revela esa especie de filosofapropia que, sin estudiar, aprende en la misma naturaleza, de modo que el ambienterural -no el urbano- es consustancial al gaucho.

    * Si Gutirrez felicita a del Campo porque no ha dibujado la vestimenta (losuperficial) del gaucho ni ha intentado copiarlo, sino que -como Hidalgo- ha miradopor los ojos del gaucho y ha sentido por su corazn, Hernndez reivindica copiarfielmente el original: mi objeto ha sido dibujar a grandes rasgos, aunque fielmente,sus costumbres, sus trabajos, sus hbitos de vida, su ndole, sus vicios y sus virtudes.

    * Si Gutirrez establece la genealoga y la excelencia del gnero en la lneaHidalgo-Ascasubi-del Campo, Hernndez la refuta de una manera muy curiosa: lesreconoce mucho mrito, en el sentido esttico del trmino, pero les niega veracidadporque el gaucho de esagauchesca no reflejala realidad social (no copia el modelooriginal) -con lo que determina, al mismo tiempo, su forma de entender la relacin

    entre literatura y sociedad.

    Y en un sentido ms amplio pero tambin ms especfico, en el que vale la penadetenerse, si del Campo inscribe al Faustoen una red intertextual que une la literaturaoral con la literatura escrita, la Edad Media con la Modernidad, las formas popularescon las formas cultas del arte, la leyenda con la pera, y a Europa con el Ro de laPlata, todo lo cual posiciona al gaucho como continuador de una tradicin culturaleuropea, porque tambin y en otro sentido esa misma red lo une a del Campo conHilario Ascasubi, Hernndez coloca al Martn Fierro en una trama interdiscursivalocal, donde el discurso literario parece una mera aunque lgica continuacin deldiscurso poltico -en palabras de Antonio Pags Larraya [1952: 57], La poltica es loms preponderante en la idiosincracia de Hernndez. Son impulsos, ideas e

    inclinaciones polticos los que lo llevan a la creacin literaria. Lo esttico estinsumido en lo poltico.

    La red intertextual de del Campo remite a la pera compuesta por Charles Gounod,con libreto de Jules Barbier y Michel Carr, en 1859; que remite a su vez al drama deJohann W. von Goethe, publicado en dos partes, en 1808 y 1832; que remite a su veza la Historia del doctor Juan Fausto el muy famoso encantador y nigromante,impresa por Johann Spies, en 1587; que remite a su vez a una vasta tradicin oralalemana, que afirma que ese sujeto llamado Fausto verdaderamente habra existidoentre 1480 y 1540 [cfr. Caeiro, 1997].

    Esta cadena -que bien puede admitir ramificaciones para hacer ingresar a otros

    msicos, como Richard Wagner y Hector Berlioz, y a otros escritores, comoChristopher Marlowe, que tambin se abocaron al tema fustico- permite observar

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    deduce una inclusin social de larga data. Ahora, cuando empiezan sus problemas,Fierro tiene hijos, hacienda y mujer (v. 290) y es arrendatario (v. 1035-36).

    Durante gran parte del siglo xix, en esa unidad productiva a la que llamamos lapampa existi un sistema de ascenso social por acceso a la tierra que de abajo haciaarriba escalonaba los mecanismos de la agregadura, la aparcera y el

    arrendamiento; por debajo del agregado se ubicaban los peones y por sobre losarrendatarios, los pequeos propietarios [cfr., Demarchi, 2007].

    Segn Blanca Zeberio [1999: 315], el estanciero recurra a las opcionesintermedias para asegurarse una rpida puesta en produccin evitando la prdida delcontrol de la tierra, as como la realizacin de grandes inversiones de capital. Perode esa manera se termin generando un sistema de ascenso social que ha quedadoperfectamente registrado, sobre todo con anterioridad a 1880: un sujeto en 3-4 aosde duro trabajojunto a su ncleo familiar poda pasar del sistema de aparcera al dearriendo, y en 3-4 aos ms convertirse en propietario [ibid.: 317-ss.].

    Osvaldo Barsky y Julio Djenderedjian [2003: 405-419] van ms all y aseguran

    que durante la segunda mitad del siglo xix muchos arrendatarios estaban encondiciones de comprar las tierras que alquilaban, pero preferan destinar ese capitala la produccin en vez de inmovilizarlo; o sea que era ms conveniente alquilar tierraque comprarla. Para Eduardo Mguez [2005: 34], esto era as porque lo querealmente tena valor era el ganado, an la propiedad de la tierra no haba pasado aun primer plano.

    Entonces, cuando Martn Fierro cae en la arriadaque provoca el juez de paz en lapulpera (v. 307-18), se encontraba en pleno proceso de acumulacin econmica. Porlo tanto, como ha sealado Tulio Halperin Donghi [1995 (1980): 89], en la lectura delpoema tenemos que advertir que el lugar del hroe en la sociedad ganadera [] estlejos de ser nfimo.

    Fierro -y estos son los sentidos positivos que alcanza la palabra gaucho en Laida- es un vecino honrado, un productor que apuesta al progreso y que seencuentra en consecuencia en pleno proceso de capitalizacin. Pero la sociedadganadera a la que representa es victimizada por el gobierno (nacional y provincial), eljuez de paz, en una palabra, la autorid, en tanto representante del Estado.

    El testimonio de Fierro implica un padecimiento en un tiempo histricoclaramente fechado: cuando huye del fortn, se habla de la prxima visita de unmenistro o qu s yo... / que lo llamaban Don Ganza (v. 953-54), que no es otro queMartn de Gainza, ministro de Guerra de la presidencia Sarmiento (1868-1874).

    Por oposicin, hay un tiempo mticoen el que la comunidad rural viva en perfectaarmona, sin la ms mnima intervencin de los agentes del Estado. En esa vidacomunitaria, donde un grupo de varones y mujeres se mueve como si se tratase delpersonal de una estancia criolla tradicional (canto ii), el gauchajellega al extremo depercibir al trabajo no como una obligacin sino como un espectculo que losentretiene: Aquello no era trabajo / ms bien era una juncin (v. 223-24). Y aunqueexista y se reconozca una diferencia entre gaucho y patrn, ste, como lo trata aaqul de igual a igual, en medio de las tareas lo llama pa darle un trago de caa (v.227).

    Pero ahora, dice Fierro, al gaucho se le va la vida en juir de la autorid (v. 258).As, el Estado aparece como el culpable de la destruccin de ese sistema productivo

    armnico y de los ncleos familiares que lo sostenan.

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    La diferencia es radical: de un lado, la felicidad gaucha, esa utpica convivenciaentre gauchos y terratenientes sin la intervencin del Estado; del otro, la desgracia delgaucho, originada casualmente por la intervencin del Estado.

    Hay que tomar distancia, entonces, de la opinin de Jos Pablo Feinmann [1986(1970-1982): 174-175), para quien no es importante dilucidar si esa descripcin de

    la edad dorada del gauchaje [...] corresponde realmente a algn momento histrico oslo se trata del transitado tema literario del paraso perdido. Feinmann no quieredistinguir verdad histrica de relato mtico, pero quiere leer el poema en claveeconmica y sostener que Hernndez propone la tesis de que la civilizacin est en lacampaa, que produce lo que Europa considera valioso [ibid.: 176-178] -idea quetoma de Pags Larraya [1952: 73]. Esa mezcolanza es inadmisible.

    Cuando el Estado manda al gaucho-arrendatario al fortn, la reconstruccin de lacadena productiva de la pampa le demanda al estanciero lo que ste no quiere hacer(retomo la cita de Zeberio): invertir su propio capital para percibir una renta. Demodo que lo que Hernndez denomina en su carta a Jos Zoilo Miguens clasedesheredada no es otra que aquella a la cual una intervencin del Estado le impidi

    heredar la funcin social que le haba asignado la clase terrateniente.

    En La vuelta (1879), Martn Fierro vuelve para eso, para ver si es posibleconvertirse en pen en alguna estancia (v. 136-144) y as ocupar la posicin que leadjudica el contrato social: como El trabajar es la ley, Debe trabajar el hombre /para ganarse su pan (v. 4649 y 4655-56) -admite ante sus hijos y el joven Picarda.

    El regreso con ese objetivo est en consonancia con el proceso de conversin delgaucho en pen que por entonces lleva adelante la vanguardia ganadera fundadorade la Sociedad Rural Argentina, en 1866, imponindole a la estancia tradicional elritmo y la divisin del trabajo que impera en el modelo fabril [cfr., Sesto, 2005: 141-157].

    Un punto clave de ese programa ganadero es la no violencia; en sintona con ello,en una de las ms famosas sextinas del poema, Fierro aconseja prescindir de la luchaentre facciones: Los hermanos sean unidos, / porque sa es la ley primera; / tenganunin verdadera / en cualquier tiempo que sea, / porque si entre ellos pelean / losdevoran los de ajuera (v. 4691-96). No debe olvidarse que los Fierro se separan yhasta cambian de nombre -aquel que su nombre muda / tiene culpas que esconder(v. 4797-98)-, o sea que la hermandad del consejo no es literal sino metafrica -remite a pueblo o nacin.

    En medio de todas estas transformaciones, una que no es menor: si en La ida,Fierro decide primero desertar -porque el fortn es un mal que no tiene cura(v. 830)-

    y ms tarde irse con los indios -para salirse de este infierno (v. 2186) y estar en unsitio adonde no llega la facult del gobierno (v. 2190)-, enLa vueltasostiene que elverdadero infierno son los indios, as que est dispuesto, llegado el caso, a volver alfortn: pues infierno por infierno, / prefiero el de la frontera (v. 1549-50).

    Tngase presente que su retorno es contemporneo a la campaa de JulioArgentino Roca contra los indios, declarado nuevo enemigo de la Patria. Como diceHalperin Donghi [1995 (1980): 100], esa expedicin identifica a Roca con las msarraigadas ambiciones de la clase terrateniente portea. Lois [2003: 211] recuerdaque si bien la Conquista del Desierto tuvo lugar entre abril y mayo de 1879 (La vueltase public en marzo de ese ao), el general Roca, su comandante, haba dispuestouna ofensiva preliminar: a lo largo de 1878, pequeos contingentes de rpido

    desplazamiento fueron desgastando a los indgenas antes de la expedicin final. Aello se refiere el relato del regresado Martn Fierro: pero, si yo no me engao, /

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    concluy ese bandalaje, / y esos brbaros salvajes / no podrn hacer ms dao. // Lastribus estn desechas; / los caciques ms altivos / estn muertos o cautivos / privaosde toda esperanza, / y de la chusma y de lanza / ya muy pocos quedan vivos (v. 669-678).

    La confianza en el proyecto es tal que se da por descontada la victoria final. Con

    todo, el poema no pierde la oportunidad de deshumanizar al indio hasta evaluarlocomo el reverso absoluto del cristiano: es duro con el cautivo (v. 387) y libra unaguerra cruel (v. 541) porque no hay plegaria que lo ablande / ni dolor que loconmueva (v. 551-52); no golpea la compasin / en el pecho del infiel (v. 557-58); como El indio nunca se re (v. 571), cabe pensar que la alegra slo lepertenece al cristiano (v. 576); en una palabra, parece que a todos ellos / los hamaldecido Dios (v. 581-82), si hasta los nombres que tienen / son de animales yfieras (v. 5993-94).

    Pags Larraya [1952: 63-64], un gran defensor de Hernndez, no ha podido dejarde sealar la enorme distancia que separa a estos versos deLa vueltacon lo que comoperiodista haba afirmado diez exactos aos antes, desde las pginas deEl Ro de la

    Plata: Mientras en el poema el indio aparece como un ser inferior, porque es unacomprobacin, en los artculos de El Ro de la Plata est presentado como unavctima, porque all se trata de ver el problema y de procurar soluciones.

    Esa diferencia marca la otra gran transformacin que experimenta Fierro entre LaidayLa vuelta. Qu imagen del indio presenta Fierro enLa ida? Primero, menta unindio que le expresar su solidaridad: Yo s que all los caciques / amparan a loscristianos, / y que los tratan de hermanos / cuando se van por su gusto. / A quandar pasando sustos? / Alcemos el poncho y vamos (v. 2191-96). Segundo, augurael fin de sus padecimientos: All habr sigurid / ya que aqu no la tenemos, / menosmales pasaremos / y ha de haber grande alegra / el da que nos descolguemos / enalguna toldera (v. 2233-38). Tercero, esa mejor vida incluye lo material: All no

    hay que trabajar, / vive uno como un seor (v. 2245-46).

    Estos argumentos, con los que Fierro le justifica a Cruz por qu se refala a losindios, en realidad, trasladan la comunidad armnica descripta en el mito de laestancia pampeana a la toldera indgena, que es el espacio al cual no ha ingresadotodava el Estado: y hasta los indios no alcanza / la facult del gobierno (v. 2189-90).

    3. autor.Jos Hernndez es vocero de la clase terrateniente o busca demostrar que

    posee sobradas virtudes para serlo.

    Para David Vias [2003 (1982): 171-172], es el autor ms profundamenteadscrito a su clase, la de los estancieros, lo que lo convierte en el poeta picoejemplar de la generacin de Roca, o sea la Generacin del 80. Aunque resulteincreble, Pags Larraya [1952: 96] opina en el mismo sentido: Los lazos deHernndez con el rgimen instaurado el 80 son patentes. (Por cierto, no se quedaah: en una lectura de los conflictos polticos decimonnicos segn la tradicionaldivisin federales/unitarios, Pags Larraya [ibid.: 113-14] posiciona a Roca y susaliados en el polo del unitarismo.)

    Halperin Donghi [1985: 224-252] ha encontrado una curiosa similitud entre los

    artculos periodsticos de Hernndez, sobre todo deEl Ro de la Plata(1869-1870), yel discurso de la Sociedad Rural Argentina, que a partir de su fundacin en 1866 se

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    configura como representante de los intereses de la clase terrateniente. Peticionaba alEstado (a) que se hiciera cargo de una serie de obras que valorizacen las tierras y loque en ellas se produca; (b) que redujera la carga impositiva que soportaban loshacendados; (c) que reformulara su poltica de frontera cobrndole impuestos altrabajador rural que, por su ocupacin, no realizaba el servicio militar para, con lorecaudado, pagarle un sueldo al efectivamente enganchado en el ejrcito; (d) que no

    legislara contra el latifundio; (e) que analizara la posibilidad de colocar una serie decolonias agrcolas en la propia frontera por delante de las estancias (lo que en laprctica significara una nueva lnea de defensa para que el indio no cayeradirectamente sobre las estancias); y (f) que admitiera que los hacendados eran lagua natural de la campaa.

    Entiende Halperin Donghi [ibid.: 273] que la lnea argumental de Hernndez seubica en un plano muy distinto del preferido por los voceros de la Sociedad Rural,pero las reivindicaciones que funda en esos argumentos repiten fielmente las de esosvoceros. En definitiva, coinciden en presentar a la pampa como una complejaunidad productiva donde cualquier perturbacin impacta sobre su produccin.

    Por ejemplo, en un artculo del 4 de setiembre de 1869, en medio de una serie deexpresiones que buscan transmitir la idea de que no es la primera vez que opina deesta manera (hemos combatido, hemos dicho, etc.), Hernndez [1995 (1869.a):503] se manifiesta contra el sistema de leva calificndolo parte central de aquellasmedidas que condenan a la esclavitud a los ciudadanos ms tiles al pas, queintroducen una perturbacin general en la campaa, y los obligan a andar errantes ysin hogar, para sustraerse a los rigores de una ley desptica y arbitraria.

    Lase con atencin: la leva perturba la campaaporque hace de los ciudadanosms tiles, esclavosdel Estado; los ms tilesno son los que poseen la tierra sinoaquellos que, trabajndola, hacen posible su renta; y si estos pobres hombres notienen otra alternativa que andar huyendo de un lado para el otro para no ser

    enganchados, no hay quien produzca esa renta.

    Adems, agrega Hernndez, la leva slo pesa sobre la clase trabajadora que tienefamilia y hogar que atender, mientras que la clase vagamunda se sustrae a su rigor,burlando los decretos que nuestros gobiernos lanzan a la campaa [ibid.]. O sea queel Estado perturba la campaa en dos sentidos: enlista en el ejrcito a los trabajadoresque tienen capacidad para engrandecer al pas y no tiene medios para hacer algosemejante con la clase vagamunda, que (explica luego) no tiene hogar, ni profesin,y que importa de otro modo una amenaza permanente contra el orden social ypoltico [ibid.: 504]. La clase trabajadora, entonces, es la clase gaucha que en lacarta a Miguens aparece desheredada.

    Hernndez remata el artculo sosteniendo que si el Estado no puede transformar laley de leva en un enganche voluntario y asalariado, es preferible que la fronteraquede abandonada, que los hacendados y los pueblos de la campaa no tengan otradefensa que la suya propia [ibid.]. En otras palabras: si el Estado no quiere hacer loque se le exige, es preferible que no haga nada, que no intervenga, que deje que lospropios habitantes de la campaa decidan cmo se defendern de los peligros queacechan en la frontera.

    Un artculo publicado en dos partes el 30 de setiembre y el 1 de octubre de 1869retoma estas cuestiones y hasta preanuncia la carta a Miguens. Dice en el primerfragmento: El primer deber de los gobiernos es atender las necesidades ms vitalesdel pueblo, satisfacer su apetito, vestir su desnudez, garantir en una palabra su vida y

    su propiedad [Hernndez, 1995 (1869.b): 505]. Y en el segundo interroga: Haygarantas para el habitante de la campaa? No las hay, porque el ciudadano estexpuesto a ser vctima de las invasiones de los indios, o de la tropela de los agentes

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    del poder [ibid.: 508]. La conclusin ya estaba anunciada en la primera lnea de estasegunda parte: El progreso ser siempre una mentira, mientras haya hijosdesheredados de garantas y derechos [ibid.: 507].

    Tanto la nocin de herencia (y su negacin) como el concepto de hijo remitena un padre. En el discurso (cronolgicamente) primero periodstico y luego literario

    -pero siempre poltico- de Hernndez, el Estado es el agente que impide que elgaucho reciba su herencia. Ezequiel Martnez Estrada [1948.i: 316] entendi quelo que Martn Fierro aora es la proteccin paternal del gobierno o del estanciero,esa otra orfandad del que no tiene ocupacin fija. Creo que, en realidad, no hay dospaternidades posibles: Fierro no es hijo del Estado -elEstadopaternalistaque veMartnez Estrada es el Estado Peronista-, sino del estanciero. En este sentido, hay quedecir que el mejor lector de este parentesco es Ricardo Giraldes: en Don SegundoSombra (1926), el reserito Fabio Cceres es -literalmente- hijo y heredero delestanciero.

    Varios de estos tpicos se entrecruzan en un artculo del 1 de setiembre de 1869,recopilado por Pags Larraya. Aqu Hernndez [1952 (1869): 193-96] exige que las

    tierras en poder del fisco pasen a manos del pueblo, su verdadero propietario, atravs de un sistema de subdivisin en pequeos lotes para atraer una poblacincuyo espritu emprendedor se excita en una lucha prolfica y estimulante. PrecisaHernndez dnde estn ubicadas esas tierras? En la regin bonaerense ms atacadapor los indios: su plan resolvera en pocos aos el problema insoluble de lafrontera y el flagelo de los indios porque llevara al desierto las locomotoras delprogreso.

    Este discurso periodstico contra la participacin del Estado en la pampa-unidadproductiva ingresa sin modificaciones en La ida; slo basta recordar los elementosque caracterizan al tiempo mticoy al tiempo histrico. En el tiempo mtico: (a) elgauchajeno considera trabajoa sus labores sinojuncin(v. 223-24); (b) elpatrnles

    plantea un trato igualitario (v. 227-28); y (c) el Estado brilla por su ausencia. Y enel tiempo histrico, Fierro est tan desinteresado de lo que pase con el Estado que noparticipa de los procesos electorales: A mi el Juez me tom entre ojos / en la ltimavotacin; / me le haba hecho el remoln / y no me arrim ese da, / y l dijo que yoserva / a los de la esposicin (v. 343-48). Sin embargo, Fierro aclara que no votaporque no le interesa y no considera que le corresponda hacerlo: que sean malas osean genas / las listas, siempre me escondo: / yo soy un gaucho redondo / y esascosas no me enllenan (v. 351-54).

    Segn el glosario gauchesco confeccionado por Jorge Luis Borges y Adolfo BioyCasares [1955.i: 180], redondo significa ignorante y enllenarse, satisfacerse[1955.ii: 773]. Por lo tanto, Fierro admite que no va a votar porque es un ignorante a

    quien la cosa poltica no lo contenta. Fierro no valora la lucha poltica y llega alextremo de evaluar negativamente a la autoridad que surge de ella; en su discurso, elvalor positivo lo tiene esa espectacularalianza mtica entre gauchos y patrones queno est regida por la economa sino por la esttica.

    Periodismo, literatura y poltica son, para Hernndez, parafraseando a PagsLarraya [1952: 16], distintos episodiosde un mismo (largo y formidable) combate.Esa unidad tambin la subray uno de sus grandes crticos, Martnez Estrada [1948.i:31]: Por convicciones polticas Hernndez empu las armas siempre; porconvicciones polticas fund peridicos, escribi artculos y panfletos, pronuncidiscursos. Debemos ver, en la formacin del poema, que ste nace del mismopropsito.

    Desde el punto de vista de Halperin Donghi [1985: 41 y ss.], el Hernndez polticotena una gran sensibilidad para captar tendencias dominantes, pero no saba leer los

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    cambios a tiempo; dicho de otra manera, poda vislumbrar al detalle ciertos procesospolticos pero no operaba en consecuencia.

    Hay un ejemplo al que cabe considerar como paradigmtico. A fines de la dcadade 1860, Hernndez sera quien mejor advierte que el federalismo, a pesar de lassucesivas derrotas que ha padecido en los ltimos aos, an tiene un espacio

    importante en la arena poltica nacional. Su propuesta es emprender una radicalredefinicin de su fe poltica, despojndola de los motivos facciosos acumulados enla larga etapa de discordia civil cuyo fin adivina, y resolvindola de este modo en unaadhesin sin reticencias al nuevo consenso poltico en formacin [Halperin Donghi,1995 (1980): 66].

    En la presidencia est Sarmiento, a cuya candidatura Hernndez se ha opuesto.Pero ahora, en esta coyuntura poltica, razona que le debe apoyo y por lo tantopresenta desde las pginas de su diario,El Ro de la Plata, un breviario de ideas queaspira a dotar de un contenido al consenso naciente [ibid.: 68]. Ideolgicamente,Hernndez est pensando en un liberalismo ms democrtico y reformista que el queencarna Bartolom Mitre [ibid.: 70-76].

    Su lectura del momento es correcta, pero su accionar es tmido: Justo Jos deUrquiza, el viejo caudillo federal, se reconcilia con el presidente Sarmiento, que viajaa Entre Ros para sellar un acuerdo histrico, y Hernndez no forma parte de ladelegacin porque no se encuentra lo suficientemente cerca de ninguno de los dos.

    Ante el asesinato de Urquiza, que ocurre poco despus, evita un pronunciamientocontra el presunto autor del crimen, Ricardo Lpez Jordn, y busca que las miradas sedirijan hacia Mitre, a quien califica como su autor intelectual, como si lacontinuidad del pacto poltico dependiese de recordar al enemigo; no se da cuenta deque, en realidad, dicho acuerdo seguir vigente, pero que de l quedarn marginadoslos sectores del federalismo que se unan al jordanismo. Cuando ya no puede generar

    nuevos argumentos a favor de lo que l ha bautizado alegato por la paz, decidecerrar el diario y sumarse al jordanismo.

    Lois [2003: 196] resume as aquellos tiempos: cuando en abril de 1870 estalla larevolucin de Ricardo Lpez Jordn, Hernndez cierra su diario y en noviembre seune a las fuerzas del caudillo entrerriano. En 1871, despus de tomar parte en labatalla de aemb -donde los jordanistas son vencidos-, se exilia en SantAna doLivramento (Rio Grande do Sul). A propsito: la batalla de aemb tuvo lugar el 26de enero de 1871, y al mando del ejrcito nacional se encontraba el por entoncesteniente coronel Julio Argentino Roca.

    El silencio/exilio dura relativamente poco: Hernndez fecha la carta a Miguens en

    diciembre de 1872, es decir cuando el libro se imprime. Dos aos ms tarde, elpresidente Nicols Avellaneda incita a los exiliados a volver al pas con una amnista.Hernndez acepta el convite e inmediatamente reorganiza su actividad poltica yliteraria: en 1875, ya est radicado en Buenos Aires, milita en el Partido Autonomistay reedita Vida del Chacho(1863), aunque con numerosas variantes -con las que sebusca contener los desbordes de un desatado discurso panfletario- y suprimiendosecuencias particularmente virulentas [ibid.: 207]. De all en ms, y hasta su muerte,la poltica es, sin duda, su principal actividad. Y desde la legislatura bonaerense,donde primero es diputado y ms tarde senador, apoya la candidatura presidencial deRoca.

    Desde el momento en que Hernndez integra la poderosa dirigencia poltica de la

    poca, Fierro no puede seguir viviendo con los indios: se impone La vueltay, conella, las fuertes transformaciones del personaje ya comentadas.

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    4. lector.El poema, en principio, est dirigido a la lite portea.

    Lucas Rubinich [1983: 40-41] ha inferido la indiferencia del pblico culto de la

    falta de publicidad de libreras porteas promocionando La ida y de una carta deMiguel Can a Hernndez en la que imagina cmo deben gozarlos gauchos, no losespritus cultivados, con las aventuras de Fierro; pero no se pregunta por el destinariodel texto. A Adolfo Prieto [2006 (1988): 52], en cambio, le resulta evidente queHernndez no puede haberse desentendido completamente del lector de lasciudades, y que slo un sujeto urbano poda captar las connotaciones polticas ysociales del poema.

    Por su parte, Lois [2003: 200] recuerda que la primera edicin de La idacontenaun artculo programtico -El camino trasandino-, cuyo destinatario no poda ser elhabitante de la campaa; Alejandro Eujanin [1999: 597-601] entiende que slo hayque leer los distintos prlogos del Fierropara darse cuenta de que el destinatario es la

    lite; y Halperin Donghi [1985: 303] sostiene que en esa serie de prlogos se puedeobservar cmo el reconocimiento poltico y literario que Hernndez va obteniendoinducen reajustes en las imgenes que sucesivamente presentan del autor y del hroe.

    El primer prlogo es -insisto- la carta a Jos Zoilo Miguens. El gaucho es unaclase desheredada de nuestro pas, la vctima de una serie de abusos ydesgracias, que por lo tanto necesita la proteccin de personas poderosas comoMiguens.

    Anotemos que entre abuso y desgracia hay una distancia considerable:abuso es asociable a atropello e ilegalidad, e implica la accin de un atacante(alguien abusa de alguien); en cambio, el trmino desgracia, que se puede usar con

    el sentido de mala suerte o para hablar de una catstrofe, se aproxima a la nocinde desamparo, de manera que seala claramente al desgraciado, al infeliz odesvalido, al mismo tiempo que deja indeterminado al agente que origina eldao.

    En la conjuncin -abusosydesgracias-, entonces, lo que el primer trmino afirmacon decisin, el segundo lo desdibuja con su vaguedad. El problema de Hernndez:cmo atacar a la lite deseando ingresar a ella. Tngase en cuenta que no slo le estdestinando la carta-prlogo a un estanciero que ha sido juez de paz, sino que estcolocando como prticos del poema el discurso de un senador de la Nacin y unanoticia publicada en el diario de su viejo enemigo y ex presidente, Bartolom Mitre.Todos ellos forman parte de la lite, pero han criticado la situacin del gaucho.

    Hernndez, entonces, escribe suponiendo que en la lite hay una grieta tal que lespermite a estos notables formar parte del poder pero oponerse a algunos de susproyectos; si la grieta existe, y l sabe recorrerla, podra incorporarse, ser reconocidocomo una voz nueva.

    De all que su caracterizacin del gaucho no sea positiva. Como es un ignorante,Fierro no sabe pensar, o sea que no encadena lgicamente sus ideas. Y sus impulsos yarrebatos son signos de que est ms cerca de la naturaleza que de la cultura, ya quela educacin no lo ha pulido y suavizado. Por ambas razones, Fierro es un tipo(enel sentido de arquetipo) que personificaa nuestros gauchos: Cuantos conozcan conpropiedad el original, podrn juzgar si hay o no semejanza en la copia. Aunqueparezca mentira, esta representacin no difiere de aquella que Sarmiento present

    bajo el rtulo de barbarie en su Facundo. El punto clave para Hernndez es, enrealidad, discutir lo que Sarmiento denomina civilizacin, destacar ciertasbarbaridades que comete el progreso.

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    Hernndez quiere presentar su fisonoma moral, y los accidentes de suexistencia, o sea cmo el gaucho -a pesar de su falta de educacin- diferencia el biendel mal y cmo acusa recibo de las desgracias que amenazan su vida. Y supreocupacin es que, al paso que avanzan las conquistas de la civilizacin, vaperdindose casi por completo. Si el gaucho finalmente desaparece, quin ocuparsu lugar en la cadena productiva? Por eso es que los estancieros como Miguens tienen

    que juzgarlo con benignidad y protegerlo.

    El siguiente prlogo es la Carta de Jos Hernndez a los editores de la octavaedicin, fechada en agosto de 1874. (Para Lois [2003: 202] no puede ser ms que lasegunda edicin con formato de libro; Hernndez extendera la serie contando lasediciones que han hecho diarios y revistas.) Primer dato, ahora el editor es un pluralannimo. Segundo, ocupan el lugar que inicialmente tena Martn Fierro en elanterior y el pblico, el de Miguens: Hernndez desea que el pblico compense congenerosa proteccin a sus editores. Tercero, esta carta busca pagar una deuda degratitud que tengo para con los escritores que, dignndose ocuparse de mi humildetrabajo, lo han ennoblecido con sus juicios, lo que quiere decir que ahora se hablara los lectores no de los mritos del personaje Martn Fierro sino de las cualidades del

    escritor Jos Hernndez; de lo que se trata entonces es de observar cmo informasobre la nueva posicin que ha alcanzado en el campo intelectual y, por extensin ydependencia, poltico.

    Los diarios de Buenos Aires y de la campaa, de Rosario, Corrientes, Concordia,Montevideo y Paysand que han reproducido su poema, total o parcialmente,representan todos los matices de la opinin, es decir que todo el arco ideolgico dela prensa argentina y uruguaya ha protegido a su Martn Fierro. El juicio ha sidounnime y favorable. Se trata de una prensa que est dejando de ser facciosa y/ovocera de los partidos polticos. Por lo tanto, puede volver visible y estimable(valioso) a Hernndez para distintos pblicos -al tiempo que hace llegar el poemaadonde tal vez no llega el libro por problemas de distribucin y/o comercializacin.

    Antes de dar por terminada la carta, como ahora integra el selecto grupo depersonas que acostumbra hacer confidencias al pblico, se permite presentar lo quevale considerar su programa poltico para mejorar la condicin de nuestrosgauchos: Mientras que la ganadera constituya las fuentes principales de nuestrariqueza pblica, el hijo de los campos designado por la sociedad con el nombre degaucho ser un elemento, un agente indispensable para la industria rural, un motor sinel cual se entorpecera sensiblemente la marcha y el desarrollo de esa mismaindustria, que es la base de un bienestar permanente y en que se cifran todas lasesperanzas de riquezas para el porvenir.

    All est nuevamente el gaucho instalado en una red de parentescos: es hijo de los

    campos y, como tal, agente indispensable de la industria rural que sostiene laeconoma nacional: la ganadera; industria que la metfora filial transforma en unemprendimiento familiar. Sin el gaucho-hijo, la industria se detiene, los campos no

    producen; es entonces natural que reclame derechos: recordando la carta-prlogoanterior, una herencia. Semejante discurso no puede estar dirigido ms que a la litedirigente para advertirle sobre los riesgos que se corren si se contina maltratando algaucho. Por eso entiende que el gaucho debe ser ciudadano y no paria, trmino conque lo defina Guido y Spano en el prlogo del Fausto; debe tener deberes ytambin derechos, y su cultura debe mejorar su condicin.

    Una prueba ms de que le habla a la lite: discute el proyecto que el liberalismo,marcado por el discurso positivista, quiere instrumentar en Argentina; Hernndez

    dice, en definitiva, que no es necesario industrializar el pas para hacerlo progresar enel sentido que marchan las naciones europeas, impulsadas de un tiempo a esta partepor la revolucin industrial, porque ya tiene la industria que necesita. Recurdese que

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    Una vez dicho esto, Hernndez recupera una idea que ya conocemos para darle unainteresante vuelta de tuerca: Martn Fierro es copia de un original, y el original tienedefectos; no el libro, que se limita (por razones de fidelidad) a presentar los defectosdel original. Esta es, apenas, la primera consideracin negativa que hace sobre laclase social a la que pertenece el personaje del poema. La segunda aflora cuando lecoloca como destino al libro despertar la inteligencia y el amor a la lectura en una

    poblacin casi primitiva, donde primitivo remite a una sociedad poco o nadaevolucionada y por lo tanto se convierte en el otro polo de lo civilizado. Unatercera justifica ahora su esttica: una literatura destinada a esta gente no puede irms all de cmo ellos hablan, aunque hablen mal, porque forzosamente tiene que seruna continuacin natural de su existencia, copia/reflejo de un original. Ahora s, eldestinatario es el habitante de la campaa -y tal destinacin est determinada desdeuna posicin superior.

    De all que retoma la relacin entre literatura y educacin. Si en La idaaspiraba aque su obra se convirtiese en libro de lectura, ahora afirma cules son los valores queun libro semejante debeensear: el trabajo honrado, la virtud moral, el sentimientoreligioso, la moderacin, el esfuerzo, la perseverancia, los diferentes deberes de

    padres e hijos, el amor conyugal, la libertad republicana. Y esos valores, como puedeensearlos un texto aunque diga naides y no nadie, implica que es msimportante el propsito moralque la cultura de la frase: la literatura, una vez ms,queda absolutamente sojuzgada por la poltica.

    Entre La ida y La vuelta, entonces, Hernndez articula las cuatro palabras quesostienen su decir: literatura y poltica, economa y saber. El gaucho tiene unaimportancia econmica bsica porque posee un poder-saber hacer que generariqueza. Ahora bien, como es inculto, hay que educarlo para que pueda hacer un buenuso de los derechos polticos que le corresponden como ciudadano y de la porcineconmica que se le asigne de la riqueza que ha producido. Esta funcin la tiene quecumplir la literatura, fundamentalmente la poesa gauchesca.

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