para comprender el mundo actual

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Carlos Antonio Aguirre Rojas - Para comprender el mundo actual - Prohistoria Ediciones, Rosario, 2005, 176 pp. -Prácticamente la totalidad de los analistas de lo contemporáneo y de los científicos sociales actuales han terminado por aceptar el concepto de globalización y la supuesta realidad evidente y completamente nueva, de un concepto prácticamente incuestionable. El mismo se ha impuesto más allá del ámbito intelectual poco explicativos, y quizá poco útiles para la comprensión del mundo actual, para comenzar a trabajar nuestro complejo universo de problemas. Después de cinco siglos de existencia, la modernidad capitalista parece estar llegando al final de su ciclo de vida histórica general. Un ciclo de vida que se acerca a su terminación, con la crisis y desestructuración globales que ahora presenciamos. Trabajemos entonces activamente, en términos intelectuales y también prácticos, para que el resultado futuro de esta crisis actual sea, no la mundialización del injusto y desigual capitalismo globalizado, sina más bien el de su definitiva y absoluta superación real.

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Carlos Antonio Aguirre Rojas

PARA COMPRENDEREL MUNDO ACTUALUNA GRAMÁTICA DE LARGA DURACIÓN

prohistoriaediciones

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Carlos Antonio Aguirre Rojas

PARA COMPRENDEREL MUNDO ACTUALUNA GRAMÁTICA DE LARGA DURACIÓN

prohistoriaediciones

ISBN 987-20884-8-9Rosario, 2005

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colección prote tos — 4dirigida por Darío Barriera

Tirada: 1000 ejemplares

Composición y diseño: Prohistoria EdicionesDiseño de Tapa: El Tiburón Rivarola

TODOS LOS DERECHOS REGISTRADOSHECHO EL DEPÓSITO QUE MARCA LA LEY 11723

© prohistoria edicionesTucumán 2253, S2002JVA ROSARIO, ArgentinaEmail: [email protected]: www.prohistoria.com.ar

Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio, gráfico,magnético, electrónico u óptico, incluyendo su diseño de portada, tipográfico y logos, sinexpresa autorización del editor.

ISBN 987-20884-8-9

Impreso en la Argentina – Printed in Argentina

Aguirre Rojas, Carlos AntonioPara comprender el mundo actual – 1ª. Ed – Rosario : Prohistoria Ediciones, 2005176 p. ; 23 x 16 cm. (Colección Protextos, 4; dirigida por Darío Barriera)

ISBN 987-20884-8-9

1. Historia I. Título

CDD 900

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A modo de Introducción. Una perspectiva histórico-críticade la globalización y de la mundialización ......................................................

I Balance crítico del siglo XX histórico¿Breve, largo o muy largo siglo xx? .......................................................

II 1968: La gran ruptura .............................................................................

III Repensando los movimientos de 1968 en el mundo ...............................

IV 1989 en perspectiva histórica .................................................................

V 1992: Una lectura crítica del pasado desde el presente ........................

VI 11 de septiembre de 2001. Una puesta en perspectiva histórica ............

VII Las lecciones de la invasión a Irak .........................................................

VIII Marxismo, Liberalismo y expansiónde la «economía mundo» europea ..........................................................

IX América Latina hoy. Una visión desde la larga duración ......................

X América Latina después del 11 de septiembre de 2001 ..........................

XI Chiapas y la revolución mexicana de 1910-1921 ...................................

XII Encrucijadas actuales del neozapatismo mexicano ...............................

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Índice

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A MODO DE INTRODUCCIÓN

Una perspectiva histórico-críticade la globalización y de la mundialización

“... Creo que el término de ‘globalización’ es engran parte sólo un slogan y una mistificación, y nouna realidad nueva”

Immanuel Wallerstein, entrevista “A ruinado capitalismo”, en el diario Folha de SaoPaulo, 17 de octubre de 1999

La supuesta “globalización” y sus avatares principalesLa “globalización” está hoy, en este último año del siglo XX y en estos meses finalesdel segundo milenio, completamente a la moda. Porque sea para aplaudirla o paravituperarla, para señalar sus enormes virtudes y sus benéficos efectos, o para demostrarlas calamidades que produce, y las consecuencias nefastas que acarrea, es un hechoque la casi totalidad de los analistas de lo contemporáneo, y la mayoría de los científicossociales actuales, han terminado por aceptar dicho concepto y la supuesta realidadque el mismo connota, como si se tratase de una realidad evidente y completamentenueva, y de un concepto prácticamente incuestionable.1

Porque además, y reforzando esta aparente evidencia e incuestionabilidad, estambién claro que dicho concepto de la “globalización” ha terminado por imponersemucho más allá del sólo ámbito del mundo académico intelectual, para convertirsetambién en una categoría habitual del vasto sentido común, utilizada profusamentetanto en todos los medios de comunicación masiva, como en el lenguaje más cotidianode la gente común y corriente.2

Difundiéndose entonces con una amplitud extraordinaria, e integrándose de llenotanto en el discurso académico como en el lenguaje cotidiano, el término de“globalización” –o su hermano gemelo, de matriz y origen europeos, que es el término

1 Por citar sólo un ejemplo, entre los muchos posibles, cfr. IANNI, Octavio Teorías de la globalización¸Siglo XXI, México, 1996.

2 Así, una revista de gran circulación mundial como es la National Geographic puede publicar unnúmero cuyo artículo central es sobre “Cultura Global”, en el cual la “globalización” se da como unhecho incuestionable, cuyos efectos, en este caso culturales, habría que analizar. Cfr. NationalGeographic (edición en español) Vol. 5, No. 2, agosto de 1999.

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de “mundialización”–, ha terminado convirtiéndose en parte de las premisas opresupuestos obligados para toda consideración, análisis, evaluación, diagnóstico oincluso simple referencia al mundo actual.

Y así, se habla por ejemplo de la globalización económica, y por ende de laproducción, distribución, intercambio y consumo “mundializados” de cada vez másbienes, lo que se ilustra, por ejemplo, con los procesos de la fabricación y la manufacturadel “auto mundial”, o con el pequeño mercado que combina y vende mercancías detodos los puntos del planeta, lo mismo que con el consumidor “universal” yuniversalizado, que es capaz de ordenar desde su computadora bienes provenientes decualquier país, a la vez que integra, progresivamente y cada vez más, su hábitat másinmediato y su mundo circundante, con objetos y elementos de los cuatro puntos delmapa terrestre.

O también, se insiste en los efectos de esta postulada globalización reciente,efectos que debilitarían el papel de los Estados y de las instituciones y aparatos“nacionales”, en beneficio de crecientes y cada vez más poderosos organismosmultinacionales, internacionales, de escala macroregional o continental, e incluso enocasiones, abiertamente mundiales o planetarios, tales como el FMI, el Banco Mundial,la OMC, etc.. Y así, a la vez que se insiste en el papel cada vez más frágil o disminuidode las “fronteras nacionales”, y en el papel reducido de los Estados nacionales frentea las decisiones de los grandes centros de poder “globales”, se reitera la crisis de lossímbolos y señas de las identidades nacionales, socavadas desde arriba por esasestructuras transnacionales, y desde abajo por la irrupción de las múltiples expresionesde identidades locales, regionales o espaciales de la más diversa medida, y de los másdistintos orígenes y caracteres.

Igualmente, hay quienes han insistido en las dimensiones más sociales de estasupuesta “globalización”, subrayando la ubicuidad de la “civilización” de la Coca-Cola y del Mc Donald’s, con todas las consecuencias diversas que ello acarrea. Así,insistiendo en la difusión planetaria de ciertos hábitos y costumbres cotidianas, deciertos modos de vestir y de ciertos gustos musicales, y de algunos comportamientos,patrones o imágenes que parecerían tender a “estandarizar” a las sociedades de todoel mundo, los defensores de esta “globalización”, parecen sólo poner énfasis en lassimilitudes y en los elementos compartidos por dichas sociedades contemporáneas.

Entonces, a la vez que recalcan el carácter prácticamente instantáneo de lainformación y de las noticias, y por ende la posible simultaneidad absoluta del impactode “todos” los acontecimientos sucedidos en el mundo, sobre prácticamente todos sushabitantes, los defensores o estudiosos o hasta los simples observadores de estapretendida globalización, van a repetir con insistencia las hoy ya clásicas afirmacionessobre la “aldea global” de nuestra propia época.

Finalmente, y siempre en esta línea de describir e ilustrar esa realidadsupuestamente evidente de la globalización, se ha reiterado también el proceso de susimpactos culturales, que al mismo tiempo que universalizan el uso y el conocimiento

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del idioma inglés –hoy hablado, en mayor o menor medida, por un quinto de loshabitantes del mundo–, divulgan ampliamente los modelos de la cultura urbana,moderna, cosmopolita, móvil e innovadora, modelos que más allá de las identidadesculturales locales o de los patrones específicos de cada lugar, tienden a reproducirse ya adaptarse en los más diferentes rincones del planeta, para imponer en todas partesciertos patrones y ciertas concepciones del mundo a ellos vinculados.

Radiografiando entonces, de este modo, estas múltiples y diversas expresionesde la llamada globalización, en los planos económico, político, social y cultural de lassociedades más contemporáneas, la mayoría de los científicos sociales ha terminadopor aceptar, como algo legítimo e incuestionable, a este repetido concepto de laglobalización. Un concepto que además de no tener, hasta el día de hoy, una definiciónúnica, rigurosa y precisa, estructurada conceptualmente y fundamentada de maneralógica y bien argumentada, parecería en cambio obtener su supuesta legitimidadcientífica, de un lado, de su evidente y casi voluntaria ambigüedad, y de otra parte, delsimple hecho de las supuestas evidencias empíricas de la realidad que lo respaldan, ya las que él, de modo directo e inmediato, pretendería simplemente expresar.

Pero dado que la filosofía nos ha enseñado, desde hace mucho tiempo, que losconceptos nunca son la “copia” fiel y la transposición “directa” de la realidad, y puestoque la razón crítica, que debe ser el fundamento de toda la ciencia social queproducimos, nos exige revisar con cuidado la fundamentación rigurosa, los contenidosespecíficos y la capacidad explicativa y heurística de los conceptos que utilizamos,entonces puede resultar pertinente revisar este difundido “concepto” de la“globalización”, sometiéndolo a esta triple interrogación, de su fundamentaciónespecífica, de los contenidos que revela y sobre todo de los que oculta, así como de suverdadera capacidad de dar cuenta de los procesos que han caracterizado al capitalismomundial y a las sociedades contemporáneas de todo el planeta, durante los últimostreinta años que hemos vivido.3

3 Siguiendo en este punto las observaciones de Immanuel Wallerstein que en un artículo reciente afirma:“Los años de 1990 han estado sumergidos bajo el discurso referente a la globalización: hemos estadoescuchando, de prácticamente todas partes, que ahora estamos viviendo nosotros, por primera vez, enuna era de globalización. Y hemos estado escuchando que la globalización ha cambiado todo: lasoberanía de los Estados está declinado, la habilidad de cada uno de nosotros para resistir las reglasdel mercado ha desaparecido, nuestra posibilidad de autonomía cultural se encuentra virtualmenteanulada, y la estabilidad de nuestras identidades ha venido a ser muy seriamente cuestionada. Estasituación de presunta globalización ha sido celebrada por algunos y lamentada por otros. Pero estediscurso es, de hecho, un gigantesco error respecto de la realidad actual, realidad que nos ha sidoimpuesta por grupos poderosos, e incluso, lo que es peor todavía, que nos hemos autoimpuesto nosotrosmismos, y frecuentemente sin reflexionar [...] El futuro, lejos de ser inevitable y de ser algo que noacepta alternativas, está siendo determinado en esta transición por un conjunto de salidas extremamenteinciertas. Los hechos a los que usualmente se refieren los que hablan de la globalización, no son enverdad para nada nuevos. Ellos han existido durante aproximadamente quinientos años”.WALLERSTEIN, Immanuel “Globalization or the age of transition? A long-term view of the trajectoryof the world-system”, en el sitio del Centro Fernand Braudel en Internet: http://www.binghamton.edu/fbc

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Y ello, no sólo para establecer la posible utilidad y pertinencia, o no, de estetérmino o concepto, sino más allá y sobre todo, para aportar algunas claves importantespara la comprensión adecuada y crítica de estas mismas realidades del capitalismomundial más contemporáneo.

Los contenidos viejos y seculares de la “globalización”Basta releer con cuidado, aunque sólo sea el texto del Manifiesto del partido comunista,4escrito por Marx y Engels hace un siglo y medio, un texto todavía tan vigente y queencierra aun tantas claves importantes para entender el mundo actual, para comenzara darse cuenta de que quizá los rasgos y procesos que, de manera ambigua e imprecisaaunque repetida, se inscriben como “característicos” o como “definitorios” de dicha“globalización”, no son ni tan novedosos ni tan originales como lo pretenden susteóricos recientes.

Porque cuando volvemos, tanto a la lectura del texto del Manifiesto del PartidoComunista, como también a las lecciones generales contenidas en las obras de Marx,5nos percatamos inmediatamente de que él había ya registrado, de una manera aguda yque atiende a las realidades esenciales, el doble proceso tanto de creación económicadel mercado mundial capitalista, como del concomitante proceso de universalizacióncivilizatoria que lo acompaña y complementa. Doble proceso o línea de tendencia quese despliega a lo largo de la entera curva de vida de la modernidad capitalista, desde elsiglo XVI y hasta hoy, y que constituiría, en nuestra opinión, el único contenido centralde la verdadera “globalización” capitalista, tanto antigua como reciente.

Ya que al observar con cuidado, todo el conjunto de manifestaciones o expresionesde esa supuestamente nueva globalización, resulta claro que las mismas no son másque los últimos avatares, o los eslabones finales, de largas cadenas que remontansiempre a los orígenes mismos del capitalismo moderno, eslabones que sólo expresande una forma nueva, a procesos, tendencias y realidades siempre pluriseculares.Tendencias y realidades que, por lo demás, no han sido solamente detectadas yteorizadas por Marx, sino también y muy claramente, por otros grandes autores que sehan ocupado igualmente de intentar explicar la historia del moderno capitalismo, talescomo Fernand Braudel o Immanuel Wallerstein, entre otros.

Por eso, cuando repasamos los discursos construidos sobre la globalizacióneconómica, no podemos dejar de recordar que el comercio transnacional, que traspasafronteras y que redistribuye los bienes producidos en cualquier parte del mundo, hacia

4 Cfr. MARX, Carlos y ENGELS, Federico Manifiesto del Partido Comunista, Progreso, Moscú, 1970.5 Vale la pena recordar que, más allá del propio libro de El Capital y de la mayoría de sus borradores

preparatorios, el texto que mejor expresa la rica y compleja visión de Marx sobre estos puntos delmercado mundial y de la universalización histórica que acompaña al proyecto de expansión e imposiciónde la civilización burguesa capitalista en todo el globo, es el de sus Grundrisse. Cfr. Elementosfundamentales para la crítica de la economía política. Borrador 1857-1858, Siglo XXI, México,1971-1976.

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cualquier otro lugar del planeta, es una añeja realidad que comenzó desde el sigloXVI, cuando el planeta se “redondeó” en términos geográficos, realidad que se ha idoexpandiendo e intensificando sin cesar, conforme crecía y se ensanchaba también esarealidad ya aludida de la construcción progresiva del mercado mundial capitalista.

Mercado mundial capitalista que también, desde esas tempranas épocasposteriores al descubrimiento de América, comenzó a desarrollar la producción debienes que se elaboraban con materias primas provenientes de lejanas zonas o países,las que a través de intercambios desiguales y de mecanismos coloniales diversos, eranintegradas progresivamente a una entonces incipiente “mundialización” o“globalización”, tanto productivas como comerciales, pero también referidas al nivelde los patrones de consumo entonces vigentes.

Y si bien es cierto que la medida cuantitativa de estos procesos, y el alcancerespecto de los grupos y clases sociales, es hoy mucho mayor que hace uno, dos o tressiglos, también es verdad que no parece haber grandes diferencias cualitativas, entrelas formas ya mundializadas de la producción, el intercambio, el comercio, y el consumopresentes en la Génova del siglo XVI, la Holanda del XVII y XVIII, o la Inglaterra delsiglo XIX, con las que hoy existen en Tokio, Nueva York, París, la ciudad de Méxicoo Bonn.6

Lo mismo sucede cuando uno reflexiona en torno a las repetidas tesis de losefectos políticos y geopolíticos de la globalización. Pues frente a dichas tesis, puedeser interesante volver a preguntarse que tan reales han sido, históricamente, la autonomíay la fuerza, así como el papel efectivo tanto de los Estados nacionales, como de lasmúltiples fronteras entre las naciones. Pues si es verdad que el capital nunca ha tenidopatria, y que la invención moderna del “Estado-nación” sólo tenía como fin, acotarespacios determinados para la constitución de mercados nacionales, con todas susmúltiples consecuencias, a la vez que crear las formas políticas para delimitar laszonas que correspondían al control de cada burguesía específica, entonces resultapertinente interrogarse acerca de esta supuesta novedad de la debilidad de los Estadosy la fronteras nacionales, frente a las instituciones y los centros de poder y decisiónglobales.

Así, y recordando en este punto los trabajos de Immanuel Wallerstein,7 podemoscuestionarnos cuándo es que ha habido Estados fuertes, autónomos y soberanos, entodo el vasto y mayoritario espacio de lo que abarcan los países menos desarrolladosen términos capitalistas, o la periferia capitalista, o el llamado “tercer mundo”, o el

6 Sobre el carácter ya ampliamente globalizado, o mundializado, de estos procesos económicos de lossiglos XVI, XVII, etc., cfr. ARRIGHI, Giovanni El largo siglo XX, Akal, Madrid, 1999.

7 Por eso, una de las tesis principales de Immanuel Wallerstein, es la de que el Estado-nación, o la“sociedad nacional” no debe ser nunca la unidad de análisis de los científicos sociales, y que por lotanto, el único marco pertinente para explicar los fenómenos sociales, debería ser el del sistema-mundo en su conjunto. Al respecto, y por mencionar sólo algunos de los textos donde esta idea estádesarrollada, véase WALLERSTEIN, Immanuel “Hold the tiller firm: on method and the unit of analysis”

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hoy nombrado “sur”. O también cuándo no se han impuesto, por encima de fronterasy Estados, los poderes económicos más fuertes, ubicados hoy como ayer, en los paísesmás desarrollados en términos capitalistas, o centrales, o del llamado “primer mundo”o de lo que ahora se denomina como el “norte”.

O también, al revisar las manifestaciones tanto sociales como culturales de dichaglobalización, viene a la mente la lección que muchos historiadores nos han enseñado,y que nos ha ilustrado abundantemente como, desde el siglo XVI, las ideas, los hábitos,las costumbres y las modas comienzan a circular planetariamente, difundiendo lo mismoal maíz en Asia y Europa, que al arroz y al trigo en América, pero también creando lasmodas universales del chocolate, del café o de las diferentes bebidas alcohólicas enlos sucesivos siglos del itinerario de la modernidad capitalista.8

Con lo cual, desde la difusión del francés como lengua de las élites culturales deoccidente, o la expansión y difusión de estilos arquitectónicos, de las sociedadessecretas, de los partidos políticos o de las formas de vestir europeas, hasta lapopularización y readaptación múltiples del pensamiento socialista y luego marxista,del liberalismo ilustrado, o de las distintas variantes del individualismo posesivomoderno, resulta realmente amplio el inventario de realidades culturales y socialesque han sido progresivamente “globalizadas” o “mundializadas” a lo largo de losúltimos cinco siglos recorridos.

Revisando entonces, con más detenimiento, los múltiples “signos” argumentadoscomo rasgos o trazos de la globalización, en sus dimensiones económicas, sociales,políticas y culturales, parece revelarse claramente que todos ellos aluden, en su esencia,a realidades y a procesos mucho más antiguos, y en general, constitutivos todos ellosde la esencia misma de la modernidad capitalista.9 Pero entonces, ni la globalizaciónsería una etapa nueva e inédita del capitalismo, ni esos rasgos constitutivos implicaríanningún nuevo esfuerzo de teorización, más allá de la simple y elemental constatación

en Comparative Civilizations Review, num. 30, primavera de 1994; “World-System” en el libro Adictionary of marxist thought, 2ª edición, Blackwell, Oxford, 1991; “An agenda for world-systemanalysis” en el libro Contending approaches to world-system analysis, Sage, Beverly Hills, 1983,“World-System Analysis” en el libro Encyclopedia of Political Economy, Routledge, Londres, 1999,así como en varios de los artículos incluidos en el libro Impensar las ciencias sociales, Siglo XXI,México, 1998. Sobre este punto, puede verse también nuestro artículo, AGUIRRE ROJAS, CarlosAntonio, “Chiapas, América Latina y el sistema-mundo capitalista” en Pensamiento historiográficoe historiografía del siglo XX, Prohistoria, Rosario, 2000.

8 Sobre este punto, cfr. por citar sólo un ejemplo posible, la brillante obra de Fernand Braudel, Civilizaciónmaterial, economía y capitalismo. Siglos XV-XVIII, Alianza Editorial, Madrid, 1984 (tres volúmenes).Puede verse también AGUIRRE ROJAS, Carlos Antonio Fernand Braudel y las ciencias humanas,Montesinos, Barcelona, 1996, y Ensayos braudelianos. Itinerarios intelectuales y aporteshistoriográficos de Fernand Braudel, Prohistoria, Rosario, 2000.

9 Con lo cual dicha “globalización” se manifestaría, o bien como un proceso iniciado hace cinco siglos,y que acompaña a la entera curva de la historia capitalista, o bien sólo como el posible nombre paraconnotar las formas más recientes, o las manifestaciones más contemporáneas, de un conjunto de

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de las características de estas formas más recientes, de las viejas y trans-secularestendencias que animan a los principales procesos del capitalismo moderno.10

Sin embargo, sigue siendo cierto que un término que fue acuñado y luegoampliamente popularizado por los propios medios de comunicación masiva, pretendeno sólo tener una cierta legitimidad científica, sino incluso convertirse en el marco dereferencia obligado de nuestras reflexiones y análisis dentro de las ciencias sociales.Lo que entonces, nos lleva a investigar no tanto lo que intenta connotar y revelar dichotérmino de la globalización, sino más bien, lo que con su intento de imposición, trataclaramente de ocultar o de evadir.

Las “zonas oscuras” del concepto de la globalizaciónQuizá el problema mayor que implica tratar de pensar la situación actual del capitalismo,desde este concepto de la globalización, sea el de que entonces se piensa a la etapaque estamos viviendo hoy, exclusiva o predominantemente en términos positivos. Ypor lo tanto, poniendo el énfasis fundamental en el carácter progresivo, y todavíavigente, de ese mismo capitalismo. Porque sea de manera explícita o implícita, esclaro que concebir a la globalización como “la más nueva” o la “más reciente” etapade vida del capitalismo, implica presuponer que dicho capitalismo continúadesarrollándose y floreciendo, a la par que engendra, sucesiva y progresivamente,nuevas formas, etapas, periodos y figuras de su propio despliegue general.

Y entonces, al mismo tiempo que se saludan y aplauden los ya mencionadosavances tecnológicos, informáticos y económicos que acarrea esta globalización, sereclama también que las sociedades y las poblaciones de todo el planeta se adapten,de un modo u otro, a sus consecuencias políticas, sociales y culturales antes referidas.

E incluso, y aun entre grupos, o sectores, o analistas que son críticos de estasupuesta “globalización” y de sus múltiples efectos negativos, es común la idea deque dicho proceso es inevitable, y de que entonces la disyuntiva no está entre aceptarloo rechazarlo, sino sólo y más bien, en cómo confrontarlo o adaptarse críticamente a el,o denunciarlo, pero siempre partiendo de dicha asunción de su carácter de realidadineludible y obligada.11

Pero si, como hemos ya sugerido, esa “globalización” o “mundialización” nohace más que prolongar y ahondar ciertas tendencias seculares y estructurales delpropio capitalismo, creando para ellas nuevas formas de expresión, entonces su supuesta

tendencias y de realidades cuyo origen y existencia remontan, aproximadamente, a medio milenio. Aeste respecto, puede ser útil leer los agudos textos de Bolívar Echeverría, incluidos en sus libros Lasilusiones de la modernidad, UNAM/El Equilibrista, México, 1995, y Valor de uso y utopía, SigloXXI, México, 1998.

10 Sobre este punto, cfr. Immanuel Wallerstein “The balance-sheet of the world-economy in the 1990’s”en el sitio del Centro Fernand Braudel en Internet: http://www.binghamton.edu/fbc.

11 Algo que incluso, llega a influir en la construcción de los discursos de los partidos. Aun los partidosque se dicen críticos de la “globalización”, aceptan sin cuestionar, esta supuesta inevitabilidad de suexistencia, lo que necesariamente limita el potencial y el filo crítico de sus propias posturas.

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inevitabilidad no es tal, y su imposición y despliegue o no, son tan dependientes de lasluchas sociales y de los movimientos de resistencia que ellas generan, como lo hansido siempre, las distintas formas de expresión del capitalismo, desplegadas durantelos cinco siglos de su existencia histórica.

Además, y en términos precisamente más profundos o estructurales, al poner elacento solamente en este supuesto carácter nuevo de este capitalismo ahora“globalizado” o “mundializado”, y en sus múltiples efectos, lo que se oculta totalmentees el claro proceso de crisis general que ha vivido la civilización capitalista mundialdurante los últimos treinta años. Porque justamente, resulta notable el hecho de que lainmensa mayoría de los teóricos, analistas, comentadores o simples repetidores acríticosde este concepto de la globalización, no aludan nunca, en sus explicaciones de lasrealidades del capitalismo actual, a esta crisis múltiple y civilizatoria de las sociedadescontemporáneas, que se expresa lo mismo en el nivel tecnológico y económico, queen las dimensiones sociales, políticas y culturales del entero tejido de estas mismassociedades.

Crisis general o civilizatoria del capitalismo, que habiendo comenzadoprecisamente con la revolución cultural de 196812 y con la crisis económica mundialde 1972-73, se ha ido desplegando a lo largo de las tres últimas décadas que, no porcasualidad, coinciden con el supuesto periodo que abarca también la “globalización”.

Eliminando entonces la visión tersa y sin conflictos que propone ese conceptode “globalización”, la mirada crítica presta en cambio atención a todas esas mutacionescivilizatorias de los últimos seis lustros, que en su conjunto, lejos de aparecer comouna etapa nueva y promisoria del capitalismo, parecen más bien estar anunciando yasu crisis terminal definitiva, y su entrada evidente dentro de una clara situación detransición histórica global.13

De este modo, si nos distanciamos críticamente de los conceptos o términos dela mundialización/globalización, y cuestionando en consecuencia su supuesta“inexorabilidad”, pasamos a revisar con más detalle los procesos y fenómenos másesenciales del capitalismo mundial en los últimos treinta años, podremos entonces

12 Sobre los significados más profundos de esta revolución cultural de 1968, cfr. BRAUDEL, Fernand“Renacimiento, Reforma, 1968: Revoluciones Culturales de Larga Duración” en La Jornada Semanal,No. 226, México, octubre de 1993; WALLERSTEIN, Immanuel “1968: Revolución en el sistema-mundo. Tesis e interrogantes” en Estudios Sociológicos, No. 20, México, 1989 y AGUIRRE ROJAS,Carlos Antonio “1968: La gran ruptura” en La Jornada Semanal, No. 225, México, octubre de 1993,y “Repensando los movimientos de 1968” en el libro 1968: raíces y razones, Universidad Autónomade Ciudad Juárez, Ciudad Juárez, 1999.

13 Sobre esta caracterización de los últimos treinta años, como una “situación de bifurcación histórica”o situación de transición histórica global, cfr. WALLERSTEIN, Immanuel “Globalization…”, cit.;The end of the world as we know it, Minnesota University Press, Minneapolis, 1999, y su libro conTerence K. Hopkins, The age of transition. Trajectory of the world-system 1945-2025, Zed Books,Nueva York, 1996.

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percibir de modo más claro, esos múltiples síntomas de la actual crisis general ocivilizatoria que vive la modernidad capitalista, a la escala del mundo en su conjunto.

Y entonces, lejos de mirar solamente a las maravillas tecnológicas de lacomunicación instantánea o de extasiarse con la circulación mundial de los bienes,podremos también comenzar a analizar la posible catástrofe ecológica que, cada vezmás, se cierne como amenaza real del mundo actual, poniendo en evidencia el carácterdepredador y destructivo del uso capitalista de la tecnología, así como los límites aúnno asumidos de la actitud capitalista prepotente hacia el conjunto del universo de lonatural.

O también, más allá de discutir acerca del “fin de los mercados nacionales” y dela integración económica planetaria, recordaremos que el mundo actual no ha dejadode ser un mundo cada vez más polarizado, en el que los “beneficios” de esta“mundialización” siguen limitados siempre a pequeñas minorías y grupos, alconcentrarse de modo muy desigual en ciertas clases sociales, en ciertos países ricos,en ciertos espacios urbanos y en ciertas culturas específicas.

Con lo cual, volvemos a descubrir que hoy, lo mismo que desde hace cincosiglos, la subsunción global y planetaria del mundo al capital, avanza siempre de modoirregular y accidentado, en un proceso lleno de contradicciones internas, que lejos deser una línea ascendente y progresiva, se dibuja como lleno de límites, de fracasostotales y parciales, de espacios inalcanzables y de zonas de débil implantación.

Así, al incorporar todas estas “zonas ocultas” de las que no habla nunca elconcepto de globalización, incluso las mismas realidades que este último término intentaconnotar, adquieren una nueva significación. Y entonces, en vez de hablar solamentedel “fin” de las fronteras nacionales, y de la reestructuración de la geopolítica mundial,quizá debamos empezar a teorizar acerca del fin o la crisis definitiva global del “hechonacional” y de su función histórica particular, y en consecuencia, de la posible muertehistórica de dicho ‘hecho nacional’. Porque ha sido sin duda la modernidad capitalista,la que ha creado el ente “nación” y todo lo que gira en torno a él, desde las fronterasgeográficas y los ejércitos defensores de la patria, hasta los Estados y los mercadosnacionales, pasando por los mitos de la identidad nacional, las banderas, los héroes ylas leyendas patrióticas, entre tantos otros signos de esta estructura de la ‘nación’.Entonces, si es la modernidad la que crea a la nación, resulta también lógico que conla crisis global de esta modernidad, entren en crisis sus principales creaciones históricas,y junto con ellas el núcleo mismo de esta construcción de lo “nacional”.

Algo similar a lo que acontece con el “Estado-nación”. Pues quizá la pérdida devigor de estos Estados nacionales que señala la globalización, apunta a un procesomucho más profundo, que aludiría en verdad a la crisis misma de lo estatal y hasta delo político en cuanto tal. Una crisis quizá, de ciertas estructuras de larga duración,como son el Estado mismo y el nivel de la dimensión política de lo social, que parecenestar expresando cada vez más, la caducidad definitiva y absoluta de la política comoactividad humana y social, la verdadera “muerte de la política” que Marx había ya

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anunciado claramente, en su libro Miseria de la filosofía, como una de las tendenciasevidentes del capitalismo más actual, y como uno de los objetivos necesarios de lainminente eliminación histórica del capitalismo.

Crisis terminal de la estatalidad y del mundo de lo político, que se manifestaríatanto en la creciente incapacidad de prácticamente todos los Estados del mundo, paracumplir adecuadamente con sus tradicionales y habituales funciones sociales –talescomo la seguridad, la salud o la educación–, como también en el descrédito igualmenteuniversal que padecen los partidos, los políticos, los Estados y la política toda, enprácticamente todas las sociedades del orbe.

Igualmente, tal vez más que hablar de las dificultades de sobrevivencia de lasculturas y de las identidades “locales”, y de su integración o subordinación progresiva,folklorizada o no, dentro de una única y homogeneizante “cultura global”, podríamoscomenzar a revisar más cuidadosamente los significados profundos de la revolucióncultural mundial de 1968, que han puesto en cuestión, radicalmente, los fundamentosmismos de la cultura burguesa moderna, desmontando sus trazos como culturaeurocéntrica y pro-occidental, lo mismo que sus elementos y sesgos racistas,patriarcales, machistas y represores de la sexualidad, de la locura, del sueño, de lasemociones y de los instintos y pasiones diversos.

Con lo cual, en vez de cantar las glorias de esa imposible cultura única y global,se puede registrar la crisis profunda de las instituciones y aparatos culturales, queabarca tanto a la familia y a la escuela como a los medios de comunicación masiva, yque, entre tantas otras formas, se expresa también como crisis del entero sistema delos saberes humanos, como reorganización total del “episteme” que fue vigente hastaesa misma fecha de la revolución de 1968.

Incorporando entonces en nuestro análisis, todas estas dimensiones y realidadesde la crisis civilizatoria del capitalismo en los últimos treinta años, a las que nuncaaluden los teóricos o los analistas de la “mundialización” o “globalización”, se haceposible redefinir la agenda necesaria de los temas que, ineludiblemente, debe abarcartoda investigación crítica de “nuestro más actual presente”.

La agenda pendiente de la globalizacion.Pensar adecuadamente el mundo actual, y diagnosticar correctamente las encrucijadasque enfrenta, implica mucho más que simplemente aceptar o rechazar un conceptoambiguo, puramente descriptivo y hoy a la moda. Pues más allá de lo que revela, ysobre todo de lo que oculta y omite el término de “globalización”, están los problemasque cualquier caracterización del capitalismo contemporáneo debería necesariamenteafrontar.

Entre ellos, todos los que ya hemos apuntado antes, pero también otros igualmenterelevantes. Como el del momento económico que ahora vivimos, caracterizado desdeel punto de vista de los ciclos económicos mas cortos –como, por ejemplo el célebreciclo Kondratiev–, pero también desde el punto de vista de las tendencias económicas

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pluriseculares o ciclos económicos ‘de larga duración’. Porque si la economía capitalistase ha afirmado, a lo largo de toda su vida histórica, a través de un mecanismo deevidentes alzas y bajas recurrentes, que conforman claros movimientos de múltiplesciclos económicos imbricados, entonces es pertinente preguntarse en qué momento dedichos ciclos se encuentra hoy la economía mundial, y sobre todo, que perspectivastendenciales parecen avizorarse, desde dichas curvas económicas hoy todavía vigentes.

Entonces, se vuelve importante reflexionar sobre los efectos que tendrá lainminente entrada a la rama expansiva de un ciclo Kondratiev, que aproximadamentedeberá cubrir el período de los años 2000 – 2025. Pero eso, sobre el telón de fondomas profundo de una rama descendente de la tendencia secular, cuya línea declinantese está desplegando y se continuará afirmando entre 1973/75 y el año 2050.14

Porque si la historia del mundo en los próximos cincuenta años, será similar, entérminos de su tonalidad económica de larga duración, a por ejemplo el deprimido yatónico siglo XVII de la historia de la economía europea, bien conocido por loshistoriadores, entonces toda consideración o diagnóstico sobre las perspectivasinmediatas y mediatas de la economía mundial, debe partir necesariamente de estemarco general que la ubica como una economía que, en términos estructurales, crecerámas bien lentamente, polarizandose todavía mas y proyectando su tendencia seculardepresiva en múltiples efectos económicos negativos, tales como el incrementoespectacular del desempleo, el descenso general de los niveles de vida, las crecientesdificultades para la venta y la realización de las mercancias producidas, junto sinembargo a un crecimiento demográfico indetenible, o el reparto una vez más asimétricoe injusto de los ‘costos de la crisis’ desplazados hacia los países mas pobres y menosdesarrollados.

Pero también, y en el plano de los movimientos sociales antisistémicos yanticapitalistas, se impone replantearse las necesarias lecciones de mas de 150 añosde lucha y resistencia. Porque si la tendencia económica profunda del medio siglo porvenir será depresiva, y vendrá acompañada de todos los efectos mencionados, entonceshabrán de incrementarse tanto las acciones de resistencia, como los múltiplesmovimientos de oposición a estos previsibles estragos que sufrirán la mayoría de laseconomías nacionales del planeta. Y entonces, aflorarán con fuerza las preguntas sobreque tipo de movimientos sociales nuevos es necesario construir, con que objetivosinmediatos y de largo plazo, con que estrategias y que tácticas, y con que políticas yposiciones respecto de los distintos grupos, sectores y clases sociales diversos.

Ya que si el ‘socialismo real’ ha entrado en una crisis sin retorno, eso no implicaque el objetivo de acabar con el injusto y desigual sistema capitalista, sustituyéndolo

14 Así, sería muy interesante debatir con más cuidado esta hipótesis de Fernand Braudel, que postula laexistencia de una larga rama depresiva de la tendencia secular, que recorrería desde la crisis mundialde 1972-73 hasta aproximadamente el año 2050. Algo que resulta muy esclarecedor respecto delfuturo económico del mundo, en el próximo medio siglo. BRAUDEL, Fernand Civilización material…,cit., pp. 50-64.

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por una sociedad diferente y más igualitaria, haya también naufragado. Pero paramantener ese objetivo, hoy y en los cincuenta años por venir, no basta con ‘hacer delado’ dicho socialismo real, calificándolo de simple desviación o perversión del‘esquema original’, sino que se hace necesario explicar, tanto las razones ycircunstancias que le dieron vida y existencia histórica, como también las enseñanzasy lecciones, en negativo y en positivo, que se derivan de esta serie fundamental ydifícil de experiencias concretas.15

Y entonces, y desde este balance crítico y detenido de esas complejas experiencias,en gran parte fallidas pero al mismo tiempo y en otro sentido profundamente exitosas,16

de los diferentes ‘socialismos’ del siglo XX, habrá que redefinir también la naturaleza,las formas de organización y las formas de lucha de esos nuevos movimientos socialesque ya despuntan claramente en el horizonte, como el movimiento neozapatistamexicano, el movimiento de los ‘sin tierra’ de Brasil, los movimientos de losdesocupados, el movimiento indígena ecuatoriano o las manifestaciones contra la‘globalización’ de Seattle o de Francia, entre tantos otros.

Igualmente, y vinculado con este nuevo rol de los movimientos socialesantisistémicos mas contemporáneos, se impone la teorización sobre las formas y losdesarrollos previsibles de la ya aludida crisis terminal de los Estados, y de la anunciada‘muerte de la política’ que la acompaña. Porque cuando los Estados de todo el mundo,comienzan a privatizar la educación en todos sus niveles, a suprimir las jubilaciones,las pensiones y los seguros de desempleo, a recortar y escatimar los servicios de salud,y a demostrar su incapacidad total para mantener un mínimo de control sobre la violenciaglobal del cuerpo social y para proveer de un mínimo de seguridad a la sociedad,entonces es claro que lo que está desestructurándose de modo definitivo, es ese aparatoque se construyó y se afianzó junto con la modernidad capitalista, que es el Estadomoderno. Estado moderno que, si en esos orígenes históricos del capitalismo, se erigió

15 Así, en nuestra opinión, cualquier balance global de lo que ha sido el siglo veinte histórico deberíanecesariamente hacer frente a esta caracterización del sentido profundo, de la naturaleza singular y dela significación histórica específica de este conjunto de experiencias del llamado ‘socialismo real’.Sobre este punto cfr. HABERMAS, Jürgen “Nuestro breve siglo”, en Nexos, agosto, 1998;WALLERSTEIN, Immanuel “The twentieth century: darkness at noon?” en el sitio de Internet delFernand Braudel Center, cit., HOBSBAWM, Eric Historia del siglo XX, Critica, Barcelona, 1996 yARRIGHI, Giovanni El largo siglo XX, cit. También nuestros ensayos, AGUIRRE ROJAS, CarlosAntonio, “1989 en perspectiva histórica” y “Marxismo, liberalismo y expansión de la economía-mundo europea”, ambos en el libro Breves Ensayos Críticos, Universidad Michoacana, Morelia, 2000.

16 En nuestra opinión, es importante insistir en el hecho de que, si bien todos estos intentos de construirel socialismo en distintas partes del mundo han fracasado, en el sentido de que no han logrado edificarsociedades y mundos superiores al capitalismo, todos ellos han triunfado igualmente, en el sentido deprovocar, dentro de las sociedades que han llevado a cabo estos intentos, un enorme y muy sustancialdesarrollo global de esas mismas sociedades en los planos económico, político, social y cultural. Así,lo que hace hoy distinta a Cuba de Haití, o a la China Popular de la India, es justamente ese hecho deque los primeros han intentado desarrollar el socialismo y los segundos no. Las consecuencias de ellosaltan a la vista.

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como el detentor único del monopolio de la violencia legítima, y como el responsablede la gestión y administración de los sevicios sociales mínimos para el conjunto de lapoblación, ahora, en esta etapa terminal de la vida histórica de esa misma modernidadcapitalista, va a ir abandonando progresivamente esas mismas funciones de gestión yde monopolio de la violencia, conforme mas avanza su propio colapso y crisis históricaglobales.

Pero si esta muerte de lo político se despliega frente a nuestros ojos, resultaimperativo preguntarse como es que lo social habrá de reabsorber de nuevo esasfunciones que ha dejado de cumplir lo político. Y entonces, comenzar a pensar quepasará con los partidos, con las organizaciones políticas, con los profesionales de lapolítica mismos y con toda la actividad de la política en su conjunto. Ya que si estemovimiento de desintegración y de pérdida de vigencia de lo político esta en curso yes evidente, es mucho menos clara la forma en que habremos de sustituirlo, colmandolos vacíos que dicha desintegración y disolución provocan.

Al mismo tiempo, y siempre en esta línea de pensar los nuevos temas que implicala situación contemporánea del capitalismo mundial, se impone la reflexión sobrecomo habremos de construir las verdaderas condiciones del diálogo multicultural eintercivilizatorio que reclaman cada vez con mas fuerza, la mayoría de los pueblos ysociedades del planeta. Porque si bien es cierto que Europa ha rehecho el mundodesde hace cinco siglos, difundiendo e intentando imponer en todas partes su cultura,su religión y sus cosmovisiones del mundo en general, también es cierto que esjustamente en este plano cultural, en donde dichos esfuerzos colonizadores han sidomas fallidos, incompletos y limitados.

Y ello felizmente. Pues eso es lo que ha permitido sobrevivir a las múltiplesvisiones del mundo, religiones y culturas, que aún hoy se afirman a lo largo y ancho detodo el globo terrestre, constituyendo a este último en un mosaico diverso y rico demodos de concebir a la naturaleza y al mundo, mosaico cuya diversidad cultural enormeconforma la obligada plataforma de edificación de la futura y necesariamente pluralcultura universal.

Entonces, si las descolonizaciones de todo el siglo veinte, y la evidenciación delos límites del proyecto de la civilización capitalista europea manifestados en los efectosintelectuales de las dos guerras mundiales de este siglo, han tenido algún resultadocultural importante, ese ha sido el de poner en cuestión a todos y cada uno de losfundamentos mismos de la razón europea moderna, generando la revolución culturalmundial de 1968, y abriendo el espacio para esta confrontación, comparación y diálogoinicial entre las identidades culturales de todo el mundo.

De este modo, a la vez que repensamos esas condiciones del nuevo diálogotranscultural planetario, todavía en estado de simple esbozo o proyecto futuro, debemostambién reorganizar completamente nuestro sistema de los saberes y de losconocimientos humanos, colapsado desde sus cimientos después de 1968 con eladvenimiento de la teoría del caos, con los desarrollos de las ciencias de la complejidad,

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igual que con la crítica de la estructura ‘disciplinar’ vigente dentro de las cienciassociales actuales. Una reorganización total del ‘episteme’ del saber humano social,que se encuentra también, hoy en día, solo en sus estrictos comienzos.

Lejos entonces de seguir repitiendo esos términos poco explicativos, y quizámas complicados que útiles para la comprensión del mundo actual, que son losconceptos de la ‘globalización’ y de la ‘mundialización’, podríamos mas bien comenzara trabajar todo este universo de complejos problemas, que aquí hemos solamenteesbozado de una manera muy general.

Después de cinco siglos de existencia, la modernidad capitalista parece por finestar llegando al final de su ciclo de vida histórica general. Un ciclo de vida que, lejosde continuar ahora, con la nueva y transformadora etapa de la “globalización”, seacerca más bien a su terminación, con la crisis y desestructuración globales que ahorapresenciamos. Trabajemos entonces activamente, en términos intelectuales y tambiénprácticos, para que el resultado futuro de esta crisis actual sea, no la “mundialización”del injusto y desigual capitalismo “globalizado”, sino más bien el de su definitiva yabsoluta superación real.

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CAPÍTULO I

BALANCE CRÍTICO DEL SIGLO XX HISTÓRICO¿Breve, largo o muy largo siglo xx?

“...ninguna ley de la historia impone que los añoscuya milésima sea la cifra 1 coincidan con lospuntos críticos de la evolución humana”

Marc Bloch, Apología para la historiao el Oficio de historiador, 1941-1943

De siglos cronológicos y de siglos históricosHACE YA UNA buena cantidad de décadas, que los historiadores de la corriente francesade la mal llamada “Escuela de los Annales”, nos enseñaron que, desde una perspectivarigurosamente histórica, los siglos cronológicos, de perfectos cien años, carecentotalmente de relevancia y de interés para los historiadores. Y ello, no solamente porquenada realmente importante aconteció ni en 1300, ni en 1400, ni en 1500 ó 1600, etc.–algo importante que permitiera justificar, entonces, la utilización de estos años como“cortes significativos” de una eventual periodización fundada de los procesoshistóricos–, sino y sobre todo, porque la noción de temporalidad en que se apoya ladeterminación de estos siglos puramente cronológicos es una noción demasiadolimitada, frente a las exigencias y a la complejidad que el verdadero análisis históricoreclama.

Criticando entonces la noción del tiempo propia de los historiadores positivistasy oficiales, y que es la noción del tiempo físico newtoniano, concebido como un tiempolineal, constante y siempre idéntico en cuanto a sus distintas partes constitutivas, loshistoriadores de la corriente de los Annales van a proponer, en cambio, la idea de untiempo social-histórico compuesto por múltiples duraciones, tiempo que es complejo,diverso y variable –en cuanto a sus ritmos, densidades, medidas, cortes, duraciones yarticulaciones diversas–, siendo además un tiempo que, en rigor, se encuentra cortadoa la medida de los mismos hechos, fenómenos y procesos sociales que, tanto loscientíficos sociales como los seguidores de Clío, estudian y analizan cotidianamente.17

17 Sobre esta muy distinta noción del tiempo, concebida como tiempo histórico-social, dentro de latradición de la corriente de los Annales, cfr. BLOCH, Marc Apología para la historia o el oficio de

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Por eso, y ya desde hace varios lustros, los historiadores críticos se hanacostumbrado a dejar de lado a esos simples y vacíos siglos cronológicos de perfectosy precisos cien años, para hablarnos en cambio de diferentes siglos históricos, deduraciones cronológicas muy diversas, que los han llevado a postular la existencia de,por ejemplo, un ‘largo siglo XVI’ de aproximadamente 200 años y que abarcaría entre1450 y 1650, o también de un siglo XVII que sólo culmina hacia 1730, lo mismo quede un estudio sobre ‘los siglos XVI y XVII’ definidos en este caso entre 1492 y 1715,o de un ensayo sobre el siglo XVIII concebido como el periodo que cubreaproximadamente entre 1715 y 1815. Subdividiendo además ‘el largo siglo XVI’ enun ‘primer siglo XVI’ y en un ‘segundo siglo XVI’, o proponiendo que todos lossiglos históricos son siglos largos, que por lo tanto y forzosamente se encabalgan osuperponen todo el tiempo los unos sobre los otros, los historiadores o científicossociales realmente críticos han terminado por establecer, muy claramente, que laespecífica duración de cada siglo histórico depende, esencialmente, de los principalesprocesos y fenómenos históricos que lo caracterizan y que dentro de él se despliegan,los que con su propia curva o itinerario de vida global, determinan justamente esoscortes iniciales y terminales de cada siglo histórico estudiado.18

De este modo, y siguiendo esta lección importante de la historiografía francesadel último medio siglo, es que los distintos científicos sociales han tratado decaracterizar cuál puede ser la temporalidad específica que corresponde al siglo XXhistórico, temporalidad que entonces debería de establecerse en función de cuáles hansido los procesos y los fenómenos fundamentales que han tenido vida dentro de estamisma centuria histórica considerada. Lo que entonces ha llevado a algunos a hablarde un ‘corto siglo XX’ o de un ‘breve siglo XX’, pero también a otros a postular un‘largo siglo XX’, poniendo a veces el énfasis en el nacimiento, desarrollo y crisis delsocialismo como proyecto histórico, o también en la irrupción del fascismo y el nazismocon todas sus profundas secuelas históricas, pero igualmente y en otras explicaciones,

historiador, FCE, México, 1996 y BRAUDEL, Fernand Escritos sobre Historia, FCE, México, 1991.Véase también nuestros trabajos, AGUIRRE ROJAS, Carlos Antonio, La Escuela de los Annales.Ayer, hoy, mañana, Montesinos, Barcelona, 1999; Fernand Braudel y las ciencias humanas,Montesinos, Barcelona, 1996 y Ensayos Braudelianos, Prohistoria, Rosario, 2000. Pensamientohistoriográfico e historiografía del siglo XX, Prohistoria, Rosario, 2000, 264 pp.

18 Sobre los ejemplos recién mencionados cfr. Fernand Braudel, que habla de un ‘largo siglo XVI’, porejemplo en su ensayo “European expansion and capitalism. 1450-1650” en Chapters in WesternCivilization, Columbia University, Nueva York, 1961, o Pierre Goubert, que define la temporalidaddel siglo XVII desde 1598-1602 hasta 1730, en su libro Cent mille provinciaux au XVIIe siecle,Flammarion, París, 1968. También MOUSNIER, Roland Los siglos XVI y XVII, Destino, Barcelona,1981 o MOUSNIER, Roland y LABROUSSE, Ernest El siglo XVIII. Revolución intelectual, técnicay política (1715-1815), Destino, Barcelona, 1981. De un ‘primer’ y un ‘segundo’ siglo XVI ha habladoImmanuel Wallerstein en El moderno sistema mundial, tomo I, Siglo XXI, México, 1979. También esWallerstein quien defiende la idea de los siempre ‘largos siglos históricos’ que se superponenconstantemente, en su libro Crítica del sistema-mundo capitalista. Entrevista con ImmanuelWallerstein, Era, México, 2003.

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a subrayar como trazos dominantes de este siglo XX histórico, los procesos de laemergencia, desarrollo y crisis de la hegemonía norteamericana sobre el conjunto delsistema capitalista mundial.19

Abogando entonces por un ‘breve siglo XX’, que en la mayoría de los casos esconcebido como un siglo corto que comienza hacia 1914 ó 1917 para cerrarse hacia1989 ó 1991, o en el otro caso por un ‘largo siglo XX’, que correría aproximadamenteentre 1870 y quizá 2025 ó 2050, el primer punto de discrepancia en torno a estebalance crítico de lo que ha sido el siglo XX histórico, se establece respecto de cuál esel proceso fundamental que se ha desarrollado dentro del siglo XX cronológico, procesoque entonces sería el que, con su propia temporalidad, determinaría también la posibleduración de dicho siglo XX histórico referido. Debate entonces inicial en torno a cuálpuede ser considerado el proceso más relevante de todo este siglo XX histórico, sobreel cual vale la pena detenerse con más detalle ahora.

Las líneas de fuerza del siglo XX histórico

“No creemos tampoco que pueda versea la Segunda Guerra Mundial, en susorígenes, únicamente como un conflictode ideologías… (más bien) es todo unmundo social, el del capitalismo decaden-te, según Sombart, el que entonces vacilaen sus propios fundamentos, el que setambalea”.

Fernand Braudel, “La faillite de lapaix 1918-1939”, Conferencia en laUniversidad de Sao Paulo, 1947.

¿Cuál es entonces el trazo dominante y esencial del siglo XX, el proceso central queen él ha tenido lugar, y que en consecuencia resignifica y sobredetermina a todos losrestantes procesos y fenómenos de esta misma centuria? ¿Cuál es la clave maestra quenos da el acceso inicial e imprescindible para la comprensión global de ese momentohistórico fundamental que ha sido ese mismo siglo XX considerado en términosrigurosamente históricos?

19 Sobre estas distintas caracterizaciones del siglo veinte histórico, cfr. HOBSBAWM, Eric Historiadel siglo XX, cit., HABERMAS, Jürgen “Nuestro breve siglo”, cit., ARRIGHI, Giovanni El largo…,cit., WALLERSTEIN, Immanuel “Siglo pasado, milenio pasado” en el diario La Jornada, 10 de marzode 2000, y “El siglo XX: ¿oscuridad al mediodía?” en Eseconomía, num. 2, 2003, Bolívar Echeverría,“El sentido del siglo XX” en Prohistoria, num. 8, 2004, y AGUIRRE ROJAS, Carlos Antonio, “1989

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Frente a esta pregunta inicial se han delineado claramente dos respuestasdiferentes, las que más allá de los matices de cada autor, definen de entrada dos visionesmuy distintas de lo que ha sido el siglo XX, y por ende dos evaluaciones también muydiversas de varios de los procesos principales acontecidos en esta centuria históricaen discusión. Por un lado, estaría la tesis de que el proceso esencial del siglo XXhistórico sería el de la construcción y afirmación del proyecto socialista mundial,iniciado en 1914-1917 con el triunfo de la revolución rusa durante la primera guerramundial, y concluido en 1989-1991, con la caída del Muro de Berlín y el concomitantefin de la Unión Soviética. Así, este proyecto de crear en escala planetaria un mundosocialista sería la empresa histórica más importante de todo el siglo XX, lo que nosllevaría a hablar de un ‘corto’ o ‘breve siglo XX’ cuya periodización general coincidiríacon ese itinerario mismo de dicho proyecto de edificación del socialismo.20

En esta línea de razonamiento, la hegemonía norteamericana no sería entoncesmás que el capítulo más reciente de una serie más larga y repetida de diversashegemonías capitalistas, las que renovándose y sucediéndose a lo largo de los últimos500 años, sólo tendrían en esa hegemonía de Estados Unidos, a su último avatar oencarnación hasta ahora conocida. Un avatar cuya diferencia con sus homólogosanteriores, sería tal vez el de ser ahora una hegemonía del ‘capitalismo imperialista’ odel ‘imperialismo’, pero no un proceso nuevo, ni tampoco más importante y ni siquierade lejos equiparable a la significación del intento representado por el proyecto socialista.Además, esta hegemonía norteamericana no habría sido ni tan fuerte ni tan decisiva,pues su dominio se habría visto cuestionado y seriamente socavado durante variasdécadas, por la existencia de un vasto ‘mundo socialista’ que llegó a cubrir un terciode todos los países del globo.

Igualmente, y desde esta perspectiva que privilegia al socialismo como la líneade fuerza principal de ese breve siglo XX, el fascismo, el nazismo, e incluso las dosguerras mundiales sólo serían la expresión renovada de la violencia capitalista o

en perspectiva histórica” en el suplemento La Jornada Semanal, num. 199, 4 de abril de 1993. Demanera complementaria a estos textos véase también SAID, Edward “La experiencia histórica” enViento del Sur, num. 8, 1996, el libro colectivo Le court vingtieme siecle. 1914-1991, De l’Aube, LaTour d’Aigües, 1991, HOBSBAWM, Eric Entrevista sobre el siglo XXI, Crítica, Barcelona, 2000, yde Fernand Braudel “La faillite de la paix 1918-1939” en Les écrits de Fernand Braudel. L’histoireau quotidien, De Fallois, París, 2001 y Las civilizaciones actuales, Tecnos, Madrid, 1978.

20 La más representativa de las defensas de la posición que sostiene la existencia de un breve siglo XXpuede que sea la de Eric Hobsbawm, en su libro Historia del siglo XX, antes citado. Aunque tambiéncoincide en ella, por ejemplo, Jürgen Habermas, en su ensayo igualmente citado. Desde 1993, antesde la publicación del libro de Eric Hobsbawm y del ensayo de Jürgen Habermas nosotros habíamosdefendido esta misma tesis de un ‘breve siglo XX’ en “1989 en perspectiva histórica”, también yacitado. Aunque consideramos que las principales tesis desarrolladas en ese ensayo siguen siendoesencialmente correctas, pensamos en cambio que reencuadrar a ese posible ‘breve’ siglo XX históricodentro de un ‘muy largo siglo XX’, en la perspectiva que desarrollaremos más adelante, permiteexplicar con más elementos esos mismos procesos que entonces habíamos caracterizado en ese sentido.

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imperialista correspondiente a esta época, violencia que lo mismo se habría ejercidoentre las propias potencias capitalistas para definir el nuevo reparto del mundo, queen contra del pueblo judío en la irracional cruzada de su persecución y exterminio porparte de los nazis, pero también en contra, primero de la Unión Soviética, y luego detodo el mundo socialista, en el intento de ahogar sus logros principales e incluso deeliminarlos completamente como alternativa histórica posible frente a ese mismoimperialismo y capitalismo reinantes.

En el otro extremo, estaría la posición que caracterizaría al siglo XX como elsiglo de la ‘hegemonía norteamericana’ y en consecuencia postularía la existencia deun ‘largo siglo XX’, cuya curva de vida sería idéntica al itinerario más general de laconstrucción, el auge y la decadencia de esa misma dominación histórica de los EstadosUnidos. Por lo tanto, ese largo siglo XX arrancaría hacia 1870, cuando se apagaclaramente el periodo de auge de la hegemonía capitalista inglesa y cuando comienzaa esbozarse la nítida disputa entre Alemania y Estados Unidos, por la conquista delpuesto de relevo de esa misma hegemonía capitalista planetaria. Largo siglo XX queno habría concluido aún su existencia, la que se prolongaría, hipotéticamente yacompasándose tal vez con los conocidos ciclos económicos de Kondratiev, sea hastael año de 2025, sea tal vez hasta la fecha más lejana de más o menos 2050.21

Posición que afirma la centralidad de esta curva de la hegemonía estadounidense,que entonces va a considerar al socialismo desplegado durante el siglo XX como unhecho no existente, es decir como un conjunto de sociedades que, más allá de suretórica socialista y del supuesto combate ideológico al capitalismo, continuaron enesencia y a lo largo de todo el siglo XX siendo sociedades capitalistas, caracterizadaspor la clara existencia de una división de clases y una lucha de clases, y en las que másallá de ciertos cambios jurídicos y políticos formales, sobrevivieron la explotacióneconómica, la opresión política y la desigualdad social crecientes.

Y en consonancia con esto, estos defensores de la tesis de un largo siglo XX,insistirán en que la magnitud desmesurada del horror que han representado las dosguerras mundiales, pero también y sobre todo el fenómeno del holocausto judío, seexplicarían sobre todo por la magnitud igualmente enorme que alcanzó, durante estesiglo XX, la curva del crecimiento demográfico, y con ella todos los fenómenos socialesposibles, ahora convertidos en fenómenos literalmente masivos, y ello sobre un telónde fondo de una sociedad que, siendo capitalista, es entonces estructuralmente racista,violenta, represiva e indiferente respecto de la suerte de sus poblaciones pobres uoprimidas.

21 Quizá el autor más representativo de esta posición sea Immanuel Wallerstein. De este último autor,cfr. su artículo “El siglo XX ¿oscuridad al mediodía?”, cit., y Crítica del sistema-mundo capitalista…,cit. Véanse también sus artículos “La imagen global y las posibilidades alternativas de la evolucióndel sistema-mundo, 1945-2025”, en Revista Mexicana de Sociología, num. 2, México, 1999 y “Paz,estabilidad y legitimación, 1990 – 2025/2050” incluido en Después del Liberalismo, Siglo XXI,México, 1996.

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Más allá de estas dos claras posturas, y tal vez sin pretender proponer por suparte una nueva temporalidad específica para el conjunto del siglo XX histórico, hayautores que han tratado de insistir en ciertos fenómenos del siglo XX, como susfenómenos decisivos o centrales, los que quizá marcarían el parteaguas fundamentalde su itinerario global, o en otro caso definirían su sentido de desarrollo más profundoy esencial. Por ejemplo, al afirmar que dicho parteaguas esencial es el hecho de la‘derrota del fascismo’, después de la segunda guerra mundial, derrota que vendríaentonces acompañada de una reivindicación radical de los valores de la herencia de laIlustración, reivindicación que abriría el espacio para el desarrollo del Estado debienestar social, y para todos los procesos de descolonización de la segunda posguerramundial.22

O también, en la postura que vería a la violencia nazi y fascista como la respuestaradical y exacerbada del ‘partido del orden’ europeo, y del proyecto burgués de lamodernidad, frente a la posibilidad del triunfo del proyecto comunista proletario,prefigurado y afianzado a lo largo de toda la segunda mitad del siglo XIX, y quehabría tenido una primera y fugaz encarnación extraña en la revolución rusa de 1917y en los primeros años de la historia de la Unión Soviética. Una postura que nosrecuerda el diagnóstico radical de la Escuela de Frankfurt sobre la significación esencialdel holocausto y de la barbarie nazi, a la vez que lo recontextualiza dentro de esta másvasta confrontación histórico-global, entre el proyecto de la modernidad burguesa yun posible modelo de una modernidad comunista alternativa a la primera.23

¿Deberíamos entonces hablar de un ‘breve siglo XX’ o de un ‘largo siglo XX’?¿Y deberíamos considerar como el trazo dominante de este siglo veinte histórico, alproyecto histórico del socialismo en el mundo, o a la curva de la hegemoníanorteamericana? Y en cualquier caso, ¿cómo reexplicamos desde ese trazo dominantea la primera guerra mundial, al nazismo y al fascismo, a la segunda guerra mundial, alos movimientos y a la revolución de 1968, o a la caída del Muro de Berlín, entre otrosde los fenómenos esenciales de este siglo XX histórico?

22 Este punto de vista es defendido por Jürgen Habermas, en “Nuestro breve siglo”, cit. En nuestraopinión, a pesar de que Habermas menciona varios de los procesos y de los fenómenos importantescaracterísticos del siglo XX, no logra articularlos dentro de una explicación más comprehensiva, queresaltara dentro de ellos, justamente, a una línea central o a un proceso fundamental y articulador detodos los demás, proceso cuya temporalidad permitiera justificar su postura en torno a un breve sigloXX.

23 Para el desarrollo más amplio de esta postura cfr. Bolívar Echeverría, “El sentido del siglo XX”, cit.En nuestra opinión esta postura, que hace remontar la raíz de la explicación del fascismo y de labarbarie nazi plasmada en el holocausto judío, a esa confrontación de larga duración entre el proyectocomunista y el proyecto burgués, parecería apuntar también hacia una posible coincidencia con lahipótesis que aquí trataremos de desarrollar acerca de la existencia de un ‘muy largo siglo XX’. Sobrela postura de la Escuela de Frankfurt referida, cfr. ADORNO, Theodor y HORKHEIMER, Max Ladialéctica del iluminismo, Sudamericana, Buenos Aires, 1969, y también de Theodor Adorno, MínimaMoralia, Taurus, Madrid, 1987.

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En nuestra opinión, y tratando de superar esa antinomia entre las dos posicionesya reseñadas, a la vez que recuperamos sus aportes principales, podríamos quizápostular la existencia de un muy largo siglo XX histórico, similar al también muylargo siglo XVI, que habiendo comenzado su existencia aproximadamente a partir delas revoluciones europeas de 1848, extendería su periodo de vigencia a lo largo de losúltimos ciento cincuenta años y más allá, para cerrarse quizá en alguna fechacomprendida entre los años de 2030 y 2050. Muy largo siglo XX, de alrededor dedoscientos años cronológicos, cuyo proceso esencial o trazo dominante sería más bienel de abarcar a la entera rama descendente del proyecto de la modernidad burguesa,proyecto comenzado hacia 1492 con el descubrimiento de América, y también conese ‘nudo histórico privilegiado’ que es el siglo XVI –el siglo que, a decir de Marx,marca el inicio de ‘la era del capital’–, y que habría desplegado su rama ascendentedurante aproximadamente trescientos cincuenta años, y justo hasta la irrupción deesas revoluciones europeas de 1848.

Lo que, analizado desde una perspectiva de larga duración, se hace evidente enlos planos geográfico, tecnológico, económico, social, político y cultural en general.Porque es claro que el conjunto de tareas histórico-progresivas que le corresponden aeste periodo histórico de la modernidad capitalista burguesa se ha cumplido ya, llegandoa su punto cualitativo de culminación histórica, cuando en el nivel geográfico territorial,la presencia de la civilización europea capitalista se volvió estrictamente mundial, enel momento en que las potencias europeas lograron incluir dentro de las mallas delmercado mundial capitalista a todo el planeta, lo que justamente se logra con las guerrasdel opio en contra de China y con el reparto completo de África cumplidos hacia esasdécadas intermedias del siglo XIX cronológico.24

Y junto a esa culminación de la ‘tarea geográfica’ se dan también la revoluciónindustrial y la creación de las formas más adecuadas del modo de producción capitalista,es decir las claras expresiones del coronamiento tecnológico y económico de la funciónhistórico-progresiva de la civilización capitalista. Al mismo tiempo, y con la formacióncompleta de la estructura global de las clases sociales hoy existentes, y con laRevolución Francesa, van a crearse tanto las jerarquías y las figuras sociales principalescaracterísticas del mundo burgués moderno, como también las formas del Estado y dela política más acabadas y más desarrolladas posibles que corresponden a este mismoproyecto de la modernidad burguesa aún vigente. Finalmente, y con el vasto movimientode la Ilustración burguesa, van a culminar también todas las transformacionesprogresivas que dicha modernidad capitalista ha podido aportar a la historia culturaldel género humano.25

24 Sobre las diversas vicisitudes históricas de este proceso de expansión geográfico-económico, demagnitudes planetarias, de la civilización europea, BRAUDEL, Fernand Civilización material…cit.;Las civilizaciones actuales, cit; y WALLERSTEIN, Immanuel El moderno sistema mundial, tomos I,II y III, Siglo XXI, México, 1979, 1984, y 1998, respectivamente.

25 Esta idea de que el siglo XIX es el siglo que culmina los aportes histórico-progresivos de la modernidad

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Por eso, si 1848 es la fecha en que simbólicamente culmina ese movimientoascendente y progresista de la modernidad burguesa, es también el momento de iniciode esa rama descendente de la curva de vida global de ese mismo proyecto de lamodernidad capitalista. Lo que explica el hecho de que, después de esa primera mitaddel siglo XIX cronológico, la modernidad burguesa no haya ya creado ninguna nuevaforma cualitativa que no existiera antes de 1848, dedicándose tan sólo a incrementary potenciar cuantitativamente los mismos aportes y las mismas realidades antesconquistadas, al mismo tiempo que expandía e intensificaba su presencia planetariaen todo el globo terráqueo, al acelerar el desarrollo del capitalismo en todos los rinconesy espacios del mundo no europeo.

Y si 1848 es ese punto de viraje de la curva de larga duración del itinerarioglobal de la modernidad, que cancela la posibilidad de la aparición de nuevos aporteso contribuciones histórico-progresivas, es también el inicio de una larga y complejacurva de desarrollo histórico que estará marcada, simultáneamente, por la lenta peroprogresiva e indetenible demostración de la caducidad histórico universal del proyectode esa modernidad, a la vez que por la aparición recurrente de cada vez más, y cadavez más sólidos, intentos y esfuerzos históricos prácticos para trascender y superar aesta civilización capitalista moderna, sustituyéndola por un nuevo sistema históricodistinto.

Y este sería, en nuestra opinión, el trazo dominante de ese muy largo siglo XXque postulamos: el de la existencia de una lenta desestructuración y vaciamiento decontenido de todas las diversas formas y expresiones sociales del capitalismo, con latambién lenta construcción de las diversas premisas y prerrequisitos necesarios parala edificación de un nuevo sistema histórico no capitalista.

Coexistencia larga y a la vez permanentemente conflictiva, que explica el hecho,para nada casual, de que el marxismo haya nacido precisamente hacia esa fecha de1848, y que con él se haya dado también la génesis de todo el horizonte del pensamientocrítico contemporáneo,26 pero también la realidad de la existencia de cada vez mássólidos movimientos sociales antisistémicos y anticapitalistas, cuya acción, luchas yvicisitudes recorren también toda la historia hasta hoy transcurrida de ese muy largosiglo XX.

Entonces, y frente a los defensores del breve siglo XX y de la idea del proyectosocialista como su trazo dominante, esta perspectiva de un muy largo siglo XX aceptaría

es expresada claramente por Carlos Marx en su célebre Manifiesto del Partido Comunista, pero tambiény de una manera mucho más compleja y desarrollada en sus importantes Elementos fundamentales…,cit.

26 Sobre este nacimiento del marxismo y sobre el desarrollo del horizonte del pensamiento críticocontemporáneo cfr. Bolívar Echeverría, El discurso crítico de Marx, Era, México, 1986, y tambiénAGUIRRE ROJAS, Carlos Antonio Antimanual del mal historiador, Prohistoria, Rosario, 2003 y “Elproblema de la historia en la concepción de Marx y Engels”, en Revista Mexicana de Sociología,núm. 4, 1983.

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que sí se trató de toda una serie de genuinos intentos de superar al capitalismo, intentosnacidos de potentes revoluciones anticapitalistas inicialmente triunfantes que, sinembargo, luego de cortos periodos de algunos lustros o décadas –quizá hastaaproximadamente 1927 para el caso ruso, o hasta 1976 para el caso de China, porejemplo— terminaron involucionando, para concluir construyendo bizarras versionesdel capitalismo en sus respectivos países. Pero ello, no sin antes representar realesvictorias de los movimientos sociales anticapitalistas, cuyo legado será fundamental –como en el caso de los profundos debates en torno a la construcción de una economíano capitalista escenificados en la Rusia de los años veintes, o como la revolucióncultural china— en los futuros intentos y esfuerzos de superación del capitalismotodavía reinante.

Involución de esas revoluciones anticapitalistas triunfantes que, en gran medida,se debe al hecho de que las mismas tuvieron siempre lugar en países muy pocodesarrollados en términos capitalistas, y por lo tanto en sociedades poco maduras entérminos económicos, sociales, políticos y culturales. Lo que, de una manera dramática,nos recuerda la tesis ya planteada por Marx de la necesidad de un cierto grado mínimode desarrollo general capitalista, como precondición de todo intento exitoso de supropia superación histórica.27

Pero por otra parte, y frente a los defensores de un largo siglo XX, y de lacentralidad de la hegemonía norteamericana, habría que subrayar que se ha tratado deuna hegemonía mundial propia de la etapa de la decadencia de la modernidadcapitalista, y por ende de una hegemonía no progresista sino destructiva, que sin aportarcasi ningún nuevo desarrollo cualitativo importante ni en los planos político, social ocultural, se ha limitado sólo a potenciar el crecimiento económico y la riqueza materialdesde el esquema vacío y limitadamente técnico del american way of life.

Y si este muy largo siglo XX es el siglo de una hegemonía mundial decadente, yde la decadencia general de la modernidad, eso es lo que explica que en vez de nuevas‘Américas por descubrir’ sólo haya habido nuevos repartos mezquinos del mundo, yque los progresos tecnológicos y económicos actuales estén más que nunca orientadosa los fines de su uso bélico en las guerras cada vez más destructivas que ahorapresenciamos, lo mismo que de una explotación económica creciente y también deldesarrollo cada vez más sofisticado de procesos complejos de manipulación de laconciencia y de la opinión pública, a la vez que la polarización social entre las clases,grupos y naciones alcanza extremos escandalosos, y que las grandes y nuevas‘invenciones’ políticas del siglo XX son el fascismo, el nazismo, el franquismo y lasdictaduras militares, junto a una cultura cada vez más vacía y cada vez más consumistay cosificada en general.

27 Sobre este punto pueden verse los trabajos de Carlos Marx, La ideología alemana, cap. I, ECP, México,1974, y también la Crítica del Programa de Gotha, Ediciones en Lenguas Extranjeras, Pekín, 1979.

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De este modo, tanto el proyecto real pero fallido de construir el socialismo envarios países del mundo, como la curva de vida de la decadente hegemoníanorteamericana se integrarán dentro de un proceso más global y dominante que seríael de esa rama descendente de la modernidad burguesa capitalista, caracterizada almismo tiempo por toda la serie de manifestaciones de la lenta desestructuración ydescomposición progresiva del capitalismo, como también por todo el conjunto deexperiencias, de ensayos –triunfantes y fallidos– y de manifestaciones tanto delpensamiento crítico como de los movimientos sociales anticapitalistas.

Una clave que permite, no sólo entender las dos guerras mundiales, el fascismoy el nazismo, las dictaduras militares, y los recientes fenómenos del 11 de septiembrede 2001,28 y de las injustas invasiones a Afganistán e Irak por parte de Estados Unidos,sino también, en el otro extremo, las revoluciones europeas de 1848 y la Comuna deParís, el crecimiento impetuoso del movimiento socialista, primero europeo y despuésmundial, la revolución rusa de 1917 y la revolución china de 1949, pero también lasrevoluciones culturales de 1968, el desarrollo de las nuevas izquierdas, la rebeliónneozapatista de Chiapas,29 o los Foros Sociales Mundiales de Porto Alegre, entremuchos otros.

Y también, una clave que permite aproximarnos, con nuevas luces críticas, altema de la posible periodización de ese siglo XX histórico.

Periodizando y caracterizando el siglo xx histórico

“La verdadera exactitud consiste en dejarse guiar,en cada ocasión, por la naturaleza del fenómenoconsiderado”

Marc Bloch, Apología para la historia oel Oficio de historiador, 1941-1943

Una vez que hemos establecido los límites inicial y terminal de ese posible siglo XXhistórico, se plantea entonces el problema de su posible periodización, es decir de losposibles cortes significativos que, en un segundo momento del análisis, subdividiríaninternamente a esa historia del siglo XX que aquí intentamos explicar.

28 Sobre este problema cfr. AGUIRRE ROJAS, Carlos Antonio “11 de septiembre de 2001: una puestaen perspectiva histórica” en el diario electrónico La Insignia en el sitio en Internet http://www.lainsignia.org, del 20 de noviembre de 2001, y también el ensayo “El maccartismo planetario.América Latina después del 11 de septiembre” en el diario La Jornada, Suplemento Masiosare, num.237, 7 de julio de 2002.

29 Sobre esta rebelión neozapatista de Chiapas, véase el libro de Bolivar Echeverría, Immanuel Wallerstein,Carlos Montemayor y Carlos Antonio Aguirre Rojas Chiapas en perspectiva histórica, El Viejo Topo,2ª. Edición, Barcelona, 2002.

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Y aquí, vuelven a dividirse los criterios de aquellos que defienden la tesis de unbreve siglo XX, frente a los que postulan la idea de un siglo XX largo dentro de lahistoria. Porque para los defensores del corto siglo XX, el primer y más esencialpunto de periodización de todo el itinerario histórico recorrido entre 1914-17 y 1989-91, sería sin duda el del corte de 1945, que finaliza la segunda guerra mundial. Y elloporque, si el proceso esencial del siglo XX es el de la existencia misma de un mundosocialista, entonces será 1945 el momento que va a condensar simbólicamente esenacimiento de todo un “sistema global de sociedades socialistas”, el que con todas lasnaciones de Europa oriental que se convierten al socialismo después de la segundaguerra mundial, y con la revolución china triunfante de 1949, vendría a respaldar y afortalecer enormemente al proyecto iniciado en 1917 con la revolución rusa, implicandoque un tercio de los territorios del planeta en su conjunto estuviesen entonces, y durantevarias décadas, dentro del espacio de este mundo socialista.

Con lo cual, y para esta perspectiva de un corto siglo XX, el único cortesignificativo de periodización sería este de 1939-45, el que dividiría en dos a esebreve siglo XX. Y entonces, desde esta óptica, simplemente no sería relevante nisignificativa la profunda y radical revolución cultural planetaria de 1968, la que másbien es considerada como un conjunto de movimientos y de agitaciones estudiantilesde importancia menor, lo que lleva a ni siquiera ubicarla como un punto de ruptura ode viraje histórico trascendental. Más bien, esa revolución de 1968 es subsumidatotalmente dentro de la idea de que, entre 1945 y 1990, el mundo vivió toda una seriede profundas revoluciones, demográficas, sociales y culturales de gran envergadura,pero que para nada se hallarían asociadas a esa fecha simbólica esencial de 1968.

En el otro extremo del abanico, la postura que aboga por la existencia de unlargo siglo XX, entre 1870 y 2025-2050, reconocería en cambio que el primer y mássignificativo corte para una periodización interna de ese siglo XX largo, sería justamenteel de la doble ruptura representada por 1968 y por 1972-73. Es decir, la ruptura que alacompasar esa revolución cultural y civilizatoria de larga duración que ha sido 1968,30

con la crisis económica mundial del sistema monetario internacional de 1972-73, abriría,dentro de esa misma historia del largo siglo XX, la etapa de la bifurcación históricageneral o crisis terminal del sistema mundo capitalista mundial.31

Entonces, considerando a 1945 sólo como el fin de la “guerra de los treintaaños”, que define la derrota total de Alemania y el triunfo de Estados Unidos en sudisputa por la hegemonía mundial, los defensores de este largo siglo XX van en cambioa subrayar la centralidad y prioridad del corte de 1968-73, corte que inicia un doble y

30 Sobre esta revolución cultural de larga duración de 1968 cfr. BRAUDEL, Fernand “Renacimiento,Reforma, 1968…”, cit.; WALLERSTEIN, Immanuel “1968: revolución en el sistema-mundo….”,cit.; AGUIRRE ROJAS, Carlos Antonio “1968: la gran ruptura”, cit. y “Repensando…”, cit.

31 Sobre esta tesis de la bifurcación histórica o crisis terminal del capitalismo, cfr. WALLERSTEIN,Immanuel Después del liberalismo…, cit. y Utopística o las opciones históricas del siglo XXI, SigloXXI, 1998; también The Age of Transition…, cit.

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superpuesto proceso, que es, en primer lugar, el del inicio de la fase de decadencia dela hegemonía norteamericana sobre el planeta, hegemonía que habría sido ejercidaprácticamente sin contestación entre 1945 y 1973, y que a partir de esta última fechase irá erosionando y debilitando cada vez más, hasta desembocar en las desesperadasy fraudulentas respuestas belicistas de Estados Unidos al 11 de septiembre con lasinmorales invasiones a Afganistán y a Irak.

Y en segundo lugar, el inicio también de la crisis terminal del capitalismo comosistema histórico, crisis que desde hace treinta años desestructura lo mismo a la entidad‘nación’ o a la figura misma del Estado, que comienza a colapsar a la economía, a lasociedad, a la política y a la cultura modernas. Un colapso que se produce cuandoestas realidades y niveles de la modernidad capitalista actual se ven acosadas lo mismopor una insoluble crisis ecológica, que con una catastrófica baja de la rentabilidadcapitalista de las inversiones, pero también por una democratización social generalizadaque rebasa cada vez más los marcos capitalistas, o por un descrédito generalizado delas poblaciones respecto a la actividad misma de la política y de lo político en general,junto a una crisis global de todo el sistema de los saberes y de los conocimientoshumanos, construido desde hace cinco siglos por esta misma modernidad burguesacapitalista.

Así, separándose en su evaluación de estos cortes de 1945 y de 1968, las dosperspectivas sobre un largo o un breve siglo XX van a tener también visiones distintasrespecto de las dos fechas que limitarían al siglo XX corto, y que son las de 1914-17,por un lado, y la de 1989-91 por el otro.

Y mientras para los defensores del breve siglo XX, 1914-17 es la fechafundamental del inicio del proyecto socialista y por ello el inicio de ese siglo corto,para los autores que hablan de un largo siglo XX se trata en cambio más bien delinicio de la disputa definitiva –disputa que en esta concepción llevará treinta años enresolverse, hasta 1945–, entre Alemania y Estados Unidos, por el puesto de comandode la hegemonía global dentro del sistema capitalista mundial. Lo que implica que larevolución rusa de 1917 sea vista, en esta última concepción, y más allá de su heroísmoy abnegación, como un proyecto que estaba condenado desde su origen al fracaso, alintentar desarrollar una sociedad nueva y socialista, y por ende superior al capitalismo,dentro de un solo país, y además de un país pobre, semirrural y que entonces era sinduda parte de la periferia global del capitalismo en aquella época.

Lo que entonces, lleva a estos autores a afirmar que más que ser una revoluciónsocialista, la revolución rusa de 1917 –como también sucederá con las revolucionesposteriores de China, de Europa Oriental, de Vietnam o de Cuba— será en el fondo ysolamente una revolución nacionalista triunfante, impregnada tal vez de un profundoy hasta radical sentido social, pero cuyo resultado global será, no la construcción realde una sociedad socialista, sino más bien un proceso que le permitirá a Rusia pasardesde el estrato de la periferia capitalista del sistema hasta el estrato de su semiperiferia.

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Igualmente es divergente la evaluación del quiebre histórico de 1989-91, el quesi de un lado es visto, por los defensores del siglo XX breve, como el derrumbefundamental de ese vital proyecto del socialismo, que a lo largo del siglo se convirtióen el “socialismo realmente existente”, marcando sin embargo con su sombra a todoese siglo XX histórico, en el otro lado es más bien concebido, por los defensores dellargo siglo XX histórico, como la fecha simbólica del colapso definitivo de la ideologíadel liberalismo en tanto geocultura dominante del sistema capitalista mundial. Porquesi en esta visión, el socialismo nunca llegó a ser tal, entonces lo que representa elsimbólico acontecimiento de la caída del Muro de Berlín es más bien la crisis final deldominio que el liberalismo, en tanto ideología política y en tanto geocultura dominante,ejerció durante prácticamente dos siglos tanto sobre la ideología “conservadora” comosobre la ideología “socialista”.

Acorde entonces con su idea del fracaso y de la no existencia histórica delsocialismo, esta postura va a plantear que a lo largo de todo el último tercio del sigloXIX cronológico, y sobre todo de casi todo el siglo XX cronológico, el liberalismo vaa dominar efectivamente la escena geocultural mundial, infiltrándose tanto en laconcepción socialista como en el pensamiento conservador, para terminarsubsumiéndolos e incorporándolos dentro de sí mismo, como simples variantes suyas,en un caso como su versión liberal-conservadora, y en el otro como su ala o vertienteliberal-radical o liberal-socialista de su propia hegemonía y dominio globales. Con locual, el verdadero sentido profundo de la ruptura de 1989-91, no sería el de la crisisfinal del socialismo realmente existente, sino más bien el del colapso final de esahegemonía englobante del pensamiento liberal sobre las dos ramas del pensamientoque le eran supuestamente alternativas, y que eran la de la ideología conservadora dederecha, y de otra parte la del pensamiento socialista crítico.32

Colapso del liberalismo como ideología dominante del sistema capitalistamundial, que sería una de las claves centrales para explicar los procesos de los últimostrece años, procesos de un claro resurgimiento de una derecha conservadora, belicosay militante, que ahora detenta el poder por ejemplo en Estados Unidos, España, Austria,México e Italia, y que de manera desvergonzada y abierta promueve sus posicionesideológicas ultraconservadoras y de ultraderecha. E igualmente, del renacimiento demúltiples nuevas izquierdas, que de una manera cada vez más crítica y más conscientese deslindan también de los elementos de la ideología liberal, para definir másnítidamente su perfil ideológico genuinamente de izquierda.

32 Sobre este colapso total del liberalismo, y sobre esta dialéctica histórica entre las tres ideologías quecaracterizan a la cultura de los últimos dos siglos, cfr. WALLERSTEIN, Immanuel “El colapso delliberalismo” en Después del liberalismo, cit. Sobre algunos de los efectos principales de esta crisisdel liberalismo posterior a 1989, cfr. AGUIRRE ROJAS, Carlos Antonio, “Chiapas, América Latina yel sistema-mundo capitalista” en Pensamiento… y también la Introducción “Una perspectiva globaldel ‘Análisis de los sistemas-mundo’”, en Crítica del sistema-mundo capitalista…, cit.

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De este modo, resulta claro que las dos posiciones divergentes en torno a defenderpor un lado la existencia de un largo siglo XX, y por el otro la de un siglo XX históricobreve, no sólo difieren en cuanto a la caracterización de cuál ha sido el procesofundamental que singulariza a este mismo siglo XX histórico, sino también en cuantoa la evaluación y explicación de lo que, en términos generales, han representado esasrupturas o puntos de viraje histórico fundamentales que han sido 1914-17, 1939-45,1968-73 y 1989-91. Fechas todas de una indudable relevancia histórica general, quetambién pueden ser evaluadas bajo otra luz, cuando las abordamos desde la perspectivaque aquí proponemos, de la existencia de un muy largo siglo XX comenzado en 1848y todavía hoy vigente.

Así, desde este punto de vista, que caracteriza a ese siglo XX muy largo desde latensión permanente entre una larga decadencia del capitalismo mundial y un tambiénlento pero persistente proceso de aprendizaje y fortalecimiento de los movimientosanticapitalistas, y de construcción de las premisas generales para el paso hacia unnuevo sistema histórico, la fecha simbólica que representaría el parteaguas principal ymás relevante de todo este muy largo siglo sería, sin duda alguna, la del corte de 1968-1973. Porque, como lo afirman los defensores de la tesis del largo siglo XX, es claroque, efectivamente, se trató de una verdadera revolución cultural mundial, deconsecuencias profundas que han afectado y continúan afectando a las estructurasmismas de la civilización capitalista creada por la modernidad, en una línea detransformaciones que sólo culminará con la disolución total de esa civilizacióncapitalista, y con su sustitución por parte de un nuevo proyecto de civilización humana.

Y ello porque cuando analizamos este corte de 1968-73, desde la óptica de esemuy largo siglo XX, podemos observar que hacia esa fecha no sólo comienzan tantouna crisis cultural de grandes proporciones, como una aguda crisis económica mundial,sino también y más ampliamente una crisis general de todas las estructuras de lacivilización burguesa moderna, que afecta lo mismo, por ejemplo a las premisas básicasy a la concepción general de las propias ciencias naturales, que a las estructuras delEstado y de la Nación modernos, pero también a la misma relación fundante del hombrecon su entorno natural que a las relaciones y formas diversas de la socialidadcontemporánea, junto a los patrones globales del comportamiento demográfico de lassociedades o a las formas de la moralidad y de las costumbres vigentes, entre muchasotras.

Hemos entrado, después de 1968, en una situación de una crisis civilizatoriaglobal, que se manifiesta al mismo tiempo como caos, confusión y disolución de todotipo de vínculos y de relaciones antes vigentes y sólidas, que como múltiple búsquedade salidas, alternativas y formas nuevas de organización para esas mismas relacionesen crisis. Y ello, desde el nivel primario de la ecología y de la relación con la naturaleza,hasta las formas más sofisticadas del arte y de la creación humana, y pasando por toda

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la vasta gama de realidades tecnológicas, económicas, sociales, familiares, religiosas,jurídicas, políticas, culturales, etcétera, del más diverso orden.33

Entonces, si el periodo que corre desde 1848 hasta 1968 es el de la lentadecadencia del capitalismo como sistema, ya incapaz durante estos ciento veinte añosde crear nada cualitativamente nuevo en términos histórico-progresivos, y sólo dedicadoa expandirse cuantitativamente a lo largo y ancho del planeta, a la vez que comienza adesplegar con más fuerza sus rasgos histórico-regresivos –como la guerra, el nazismoy el fascismo, las nuevas formas de la violencia social y política, o la razón cuantificantey parcelada en distintos ámbitos–, el periodo posterior a 1968 será claramente el de lacrisis terminal de este mismo sistema capitalista, crisis que vacía de contenidoaceleradamente a todas las estructuras y realidades principales de dicho sistema,encaminándolas directamente a su irreversible colapso final.

Al mismo tiempo, si esta crisis global crea una verdadera situación de caoshistórico y social generalizado, se trata de un caos muy creativo, que desata sin límiteslos distintos esfuerzos, proyectos, caminos, esbozos e intentos de crear realidades yrelaciones no capitalistas, o en todo caso, de ir construyendo los elementos que prepareny acerquen cada vez más ese inminente paso histórico hacia otro sistema social nocapitalista.

Y a esta luz, de la óptica de un muy largo siglo XX histórico, no sólo se matizaun poco ese significado profundo del corte esencial de 1968-73, sino también losotros puntos de quiebre históricos antes mencionados. Así, 1914-17 se presenta, adiferencia tanto de los defensores del largo siglo XX, como de los del siglo XX breve,como uno de los eslabones cruciales de una larga cadena, cadena que arranca desde1848 y que encuentra en Seattle, Praga o Génova a algunos de sus últimos anilloscomponentes. Pues si 1848 es la primera vez en que el proletariado se manifiestacomo fuerza independiente y autónoma, y la Comuna de París de 1870 es la primeraocasión en que un movimiento anticapitalista logra tomar el poder del Estado, el cortede 1914-17 representa, genuinamente, el primer intento histórico orgánico de construiruna sociedad no capitalista en la escala de una nación entera.

Es decir que 1917 sí es una revolución anticapitalista inicialmente triunfante, ypor lo tanto una victoria esencial y una experiencia fundamental para la historia de losmovimientos sociales anticapitalistas del mundo entero. Pero, por esas extrañasparadojas de la historia, es una revolución anticapitalista que triunfa dentro de un paísmuy poco desarrollado en términos capitalistas, en lo económico, lo social, lo políticoy lo cultural. Porque luego del trágico “encuentro fallido” o más bien desencuentrohistórico entre la Europa capitalista desarrollada y el proyecto socialista, que representóla primera guerra mundial, ese esfuerzo socialista se vio obligado a ‘emigrar’ fuera de

33 Sobre esta crisis global de la civilización capitalista cfr. ECHEVERRÍA, Bolívar Valor de uso y Utopía,Siglo XXI, México, 1998.

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Europa, alojándose en 1917 en la Rusia predominantemente rural y poco desarrolladade aquellos tiempos.

Lo que significa que, desde este punto de vista, 1917 sí es un primer esbozogenuino de construir una sociedad no capitalista, esbozo que sin embargo, y debido alas adversas condiciones de un muy pobre desarrollo capitalista general anterior,terminará involucionando hacia una forma extraña de capitalismo estatal centralizado,que dará forma a las bizarras sociedades del llamado “socialismo real”. Pero, si alcabo de una década, este proyecto socialista se descarrila e involuciona bajo el gobiernode Stalin, eso no elimina el hecho de que, si bien fracasa el intento de construir unasociedad no capitalista en la Unión Soviética, sin embargo esa realidad capitalista delo que se llamó el “socialismo realmente existente” haya representado un enormeprogreso social, económico, político y cultural para la inmensa mayoría de la poblaciónsoviética o rusa.

Porque si hoy ni Rusia ni China sufren la miseria y el atraso que sí padece laIndia, y si hoy Cuba no está en la difícil y extrema situación de Haití, eso se debe, entodos estos casos, al hecho de que en Cuba, China y Rusia si hubo esos intentos primerovictoriosos y luego deformados de construir mundos y sociedades no capitalistas,mientras que India y Haití continuaron todo el tiempo bajo los marcos capitalistastradicionales.

Entonces, si tanto Rusia, China, Vietnam o Cuba, entre otros, son a fin de cuentas,y desde el punto de vista del objetivo de construir sociedades no capitalistas, intentosfinalmente fallidos, son al mismo tiempo enormes éxitos, tanto en lo que se refiere alprogreso económico, social, político y cultural que alcanzaron todas estas sociedadesdurante el siglo XX cronológico, como también en cuanto que experiencias importantesy pasos adelante en el largo y secular proceso de “acumulación de fuerzas” de losmovimientos anticapitalistas en sus procesos de lucha actuales y por venir, en pos dela construcción de esa misma nueva sociedad no capitalista.

Por otra parte, y también desde esta más amplia perspectiva temporal de un muylargo siglo XX, los cortes de 1914-17 y 1939-45, tienen una significación profundaque no ha sido hasta hoy señalada suficientemente ni por los autores que hablan de unbreve siglo XX, ni por los que conciben un siglo XX largo. Pues si todo el itinerarioposterior a 1848 es el de la lenta decadencia del capitalismo mundial, entonces esclaro que la primera y la segunda guerra mundiales, pero también el fascismo, elnazismo y el franquismo, constituyen varios de los eslabones centrales de una clararegresión de la civilización capitalista, en lo que toca al desarrollo de los mecanismosde autocontrol de los impulsos violentos, y al establecimiento del Estado como detentordel monopolio exclusivo de la violencia legítima, procesos tan brillantemente estudiadospor Norbert Elias.34

34 Sobre este problema cfr. ELIAS, Norbert El proceso de la civilización, FCE, México, 1989, y Lasociedad cortesana, FCE, México, 1982. En su libro de Los Alemanes, Instituto Mora, México, 1999,

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Pues más allá de que estos cortes de la primera y la segunda guerra mundiales,sean efectivamente etapas de la construcción de la hegemonía estadounidense, y tambiénlos momentos iniciales de reiteradas victorias de los movimientos anticapitalistas y deintentos luego desviados de construir mundos socialistas, es claro que representan,igualmente, desbordamientos desmesurados de la violencia social y política capitalista,violencia que en esta rama descendente de la curva de la modernidad va a manifestarsemás repetidamente y de modo mucho más agudo, radical y descarnado, que durante lalarga etapa de la rama ascendente de esa misma modernidad.

Y es por eso que otra cadena que cruza todo este muy largo siglo XX, es la deesa violencia desenfrenada, irracional, creciente y absurda, de 1914-18, del holocaustojudío, de la segunda guerra mundial, pero también de la guerra en contra de Vietnam,de las masacres de las dictaduras y los gobiernos de América Latina, África y Asia, delas guerras étnicas fratricidas de Ruanda y de Kosovo, lo mismo que de las injustasinvasiones recientes de Estados Unidos en contra de Afganistán y de Irak, entre muchasotras de sus terribles manifestaciones.

Finalmente, y siempre a esta misma luz de un muy largo siglo XX, la fecha de1989 se presenta, además de como la conclusión del periplo histórico recorrido poresas extrañas sociedades del “socialismo realmente existente” –que para esta fecha,de “socialistas” no tenían ya más que el nombre–, y también del colapso general delliberalismo como ideología dominante del capitalismo mundial, como el momentosimbólico de la apertura de un proceso de radicalización y agudización crecientes dela más general tendencia decadente del capitalismo mundial, agudización radical quepermite explicar lo mismo la tragedia del 11 de septiembre de 2001 y las irracionalesinvasiones de Estados Unidos a Afganistán e Irak, que el creciente auge de los nuevosmovimientos anticapitalistas y antisistémicos, desde el levantamiento neozapatistamexicano de 1994 hasta la geografía mundial de las protestas iniciadas en Seattle,junto a los dos Foros Sociales Mundiales de Porto Alegre en Brasil. Detengámonoscon un poco más de detalle en esta etapa más reciente de ese muy largo siglo XXtodavía vivo y vigente.

Elias desarrolla también una brillante explicación del holocausto judío por parte de los nazis, en estavía de un proceso “descivilizatorio” o de regresión de los avances de lo que él llama el proceso de lacivilización. Cfr. también nuestro ensayo, AGUIRRE ROJAS, Carlos Antonio, “Norbert Elias,historiador y crítico de la modernidad” en Pensamiento historiográfico… cit.

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Ocasos de siglo y de milenio histórico, albores de un mundo nuevo.

«Periodos de este tipo, periodos de transición,ofrecen una ocasión especial para la reflexión: (...)los hombres ponen en cuestión gran parte delcomportamiento de generaciones anteriores...»Norbert Elías, El proceso de la civilización, 1939

Para los defensores de la tesis de un corto siglo XX, la caída del Muro de Berlín y elfin de los proyectos del socialismo realmente existente, es en ocasiones interpretadaen el sentido de que una de sus posibles consecuencias principales sería la delfortalecimiento, quizá sólo coyuntural pero importante, del poderío de Estados Unidosy del unilateralismo claro en cuanto al diseño actual de la geopolítica mundial. Esdecir, una situación en la que, a la espera de nuevas revoluciones sociales o de nuevastransformaciones radicales, el capitalismo actual parecería enseñorearse ampliamentepor todo el planeta.35

En cambio, para los defensores de un largo siglo XX, cuyo desarrollo estaríatodavía en curso, esa fecha simbólica de 1989 sólo habría representado el colapsototal del liberalismo y de su hegemonía ideológica mundial, lo que implica que lostrece últimos años transcurridos sean más bien evaluados como la continuación de losdos procesos de decadencia iniciados desde 1968-73, procesos que acompasan eldeclive y el fin de la hegemonía mundial norteamericana, con el periodo terminal devida del capitalismo como sistema histórico específico. Procesos que, entonces, severían todavía agudizados y acrecentados con ese desmoronamiento de la ideologíaliberal, la que hasta antes de 1989, funcionaba como un cierto elemento de cohesiónideológica de ese mismo sistema capitalista mundial.

Dos evaluaciones muy diferentes de la última década recién vivida, que tambiénllevan, lógicamente, a muy distintas evaluaciones de los agitados sucesos que hemosvivido en los últimos veinte meses, sucesos que, en tanto signos o señales de procesosy de realidades más profundos, pueden permitirnos también avizorar un poco los futurosprevisibles que habremos de enfrentar en los próximos años y décadas por venir.

Entonces, cuando analizamos estos últimos trece años vividos, y también lossucesos más recientes, desde esa visión de un muy largo siglo XX que aquí hemosplanteado, coincidiríamos mucho más con la tesis que ubica a estos años y a estossucesos más recientes como manifestaciones de esa creciente e indetenible decadenciade Estados Unidos como potencia hegemónica mundial, y al mismo tiempo tambiéncomo claras evidencias de esa crisis final del capitalismo en tanto que sistema históricoparticular. Pero, a diferencia de los promotores de un siglo XX largo, y puesto que

35 Sobre este punto, cfr. por ejemplo HOBSBAWM, Eric Entrevista sobre el siglo XXI, cit. y HABERMAS,Jürgen “Nuestro breve siglo”, cit.

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consideramos a las múltiples experiencias de la revolución rusa, china, vietnamita ocubana, como eslabones de la línea de progreso reales y genuinos de los movimientosanticapitalistas de los últimos ciento cincuenta años, pensamos que el corte de 1989-91 es también el de la crisis definitiva y el colapso general de las viejas izquierdas,reformistas y autoritarias, que vivieron durante décadas apoyándose en el falso mitode que el “socialismo realmente existente” si era un proyecto no capitalista, despuésde su etapa de vida inicial, y que divulgaron por todo el mundo, durante casi todo elsiglo XX cronológico, una versión simplificada, manualesca y vulgar, del marxismoen particular y del pensamiento crítico en general.

Lo que nos permite entonces analizar, de una manera más profunda, los últimosaños y los sucesos recientes. Y entonces, comprender que esa respuesta de EstadosUnidos a la tragedia del 11 de septiembre, está dictada no por su gran fuerza y por supoderío como potencia única del sistema mundial, sino más bien por su creciente eindetenible debilidad, sumada a su también irreversible declive como poder hegemónicomundial. Pues lo que representan, tanto la absurda invasión a Afganistán, como elinmoral ataque en contra de Irak –realizado contra el pueblo afgano y contra el puebloiraquí, bajo el pretexto de capturar a Osama Bin Laden y a Saddam Hussein–, es en elfondo el fraudulento uso de la fuerza militar norteamericana dentro de la guerraeconómica en contra de Europa.

Porque desde hace treinta años, Estados Unidos ha estado perdiendosistemáticamente la competencia económica, tanto con Europa occidental como conJapón, en los planos tecnológico, productivo, comercial y financiero, lo que ha hechoque hoy, en el año 2003, Estados Unidos no sea ya el líder en ninguno de esos cuatroámbitos mencionados. Pero, dado que el único liderazgo que aún conserva es elliderazgo como primera potencia militar del mundo, entonces Estados Unidos estárecurriendo, en Afganistán y sobre todo en Irak, a este poderío militar, el que utilizacomo su última carta posible para tratar de revertir su derrota tecnológica, productiva,comercial y financiera en una eventual victoria futura.36

Como un jugador tramposo, que al ir perdiendo mientras se respetan las reglasdel juego, saca su pistola al final para tratar de quedarse con toda la apuesta, asíEstados Unidos ha estado usando su fuerza militar para tratar de cambiar el rumbogeneral de esa competencia económica mundial con Europa occidental y con Japón.Pero, dado que el poder militar depende del poderío económico, y puesto que laeconomía norteamericana está también en un claro proceso de decadencia, entonceseste uso fraudulento de la fuerza militar no puede triunfar en el mediano plazo en loque corresponde a la competencia económica. Lo que quiere decir que, más allá de las

36 Immanuel Wallerstein ha estado desarrollando sistemáticamente esta tesis de la decadencianorteamericana y del uso de su poderío militar como elemento de ‘compensación’ en esta derrotaeconómica frente a Europa y frente a Japón. Al respecto y por citar sólo un ejemplo posible, véase suartículo reciente “¿Conmoción y pavor?” en La Jornada, 19 de abril de 2003.

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apariencias inmediatas, Estados Unidos se derrumbará muy pronto como potenciahegemónica mundial, igual que le sucedió a Holanda a finales del siglo XVII y aInglaterra en el último tercio del siglo XIX.37

También desde esta óptica del muy largo siglo XX, resultan muy importanteshechos como la emergencia o el relanzamiento fuerte de varios nuevos movimientossociales anticapitalistas, que han cobrado un protagonismo especial después de lacaída del Muro de Berlín y del fin histórico de la Unión Soviética. Movimientos comoel de los dignos indígenas rebeldes neozapatistas de México, o el de los ‘Sin Tierra’brasileños, pero también como el movimiento de los piqueteros argentinos, y los delos indígenas ecuatorianos, bolivianos o peruanos entre otros. Nuevos o renovadosmovimientos anticapitalistas, que estando presentes un poco a todo lo largo y anchodel planeta, parecen sin embargo haber alcanzado un grado de presencia social y dedesarrollo político más alto, dentro de los distintos espacios nacionales de nuestrosemicontinente latinoamericano.

Concentración mucho mayor y mas intensa de varios de los más importantesmovimientos anticapitalistas del mundo, dentro de las naciones y el espacio global deAmérica Latina, que permite presagiar la tesis de que, en los lustros inmediatos porvenir, nuestro semicontinente habrá de jugar un rol central y de primera importanciadentro de la transformación histórica global que terminará con el capitalismo, parasustituirlo con un nuevo sistema histórico, rol central derivado de esa especie de funciónque ahora parece detentar Latinoamérica, en tanto que frente de vanguardia principaldel movimiento anticapitalista mundial. Lo que explica el hecho de que, tanto el PrimerEncuentro Intercontinental por la Humanidad y contra el Neoliberalismo, como tambiénlos dos grandes Foros Sociales Mundiales, hayan tenido lugar en países de AméricaLatina, en México y en Brasil respectivamente.38

Y si estos nuevos o renovados movimientos anticapitalistas son también el últimoeslabón de la larga cadena comenzada con las revoluciones de 1848, están entoncesobligados a asumir las lecciones principales de la herencia de todos los ensayos yexperiencias que los han precedido en el siglo y medio anterior. Y ello tanto respectodel tipo de movimiento anticapitalista que hoy hace falta construir, como también

37 Para una evaluación más detenida de estos sucesos recientes, cfr. el conjunto de los Boletines redactadospor Immanuel Wallerstein, y publicados cada 15 días en el sitio del Fernand Braudel Center en Internet:http://fbc.binghamton.edu, Sección “Commentaries”, en especial los Boletines posteriores a los sucesosdel 11 de septiembre de 2001. También véase AGUIRRE ROJAS, Carlos Antonio, “11 de septiembrede 2001: una puesta en perspectiva histórica” antes citado, y “Otra mirada sobre el 11 de septiembre.Un balance provisional” en Le Monde Diplomatique – Edición Colombia, num. 5, septiembre de2002, y también “El maccartismo planetario. América Latina después del 11 de septiembre”, antesreferido.

38 Sobre las razones de este rol de vanguardia, de los movimientos anticapitalistas actuales de AméricaLatina cfr. AGUIRRE ROJAS, Carlos Antonio “América Latina hoy: una perspectiva desde la largaduración” en Theomai en el sitio en Internet, http://unq.edu.ar/revista-theomai, en el num. 6, delsegundo semestre de 2002, y también el ensayo El maccartismo…, cit.

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respecto del tipo de cambios radicales y de transformaciones globales que ahora seríanecesario impulsar. Porque a diferencia de los movimientos impulsados por las viejasizquierdas verticales, reformistas y autoritarias, las nuevas izquierdas se presentan encambio como movimientos plurales, abiertos, tolerantes y mucho más horizontales yflexibles en sus formas de organización y de decisión. Al mismo tiempo, y a tono conestos nuevos movimientos sociales, más incluyentes, más diversos y más plurales, vana multiplicarse y diversificarse también sus diferentes demandas y frentes de lucha,pasando a incorporar, junto a las esenciales reivindicaciones económicas y políticasde cambio social, también los problemas culturales, las cuestiones de género, los temasde la discriminación social y del racismo, los reclamos de los grupos ecologistas, lalucha por la gestión y el uso de los espacios sociales, la defensa de los derechos de lasminorías de todo tipo, o el derecho a la diferencia en sus múltiples expresiones, entremuchos otros de los nuevos temas de la agenda de lucha de estos nuevos movimientossociales anticapitalistas.

Simultáneamente, han cambiado también los modos de concebir los procesos decambio social global que promueven e impulsan estos nuevos movimientosanticapitalistas, los que en vez de fomentar el cambio puramente político de sustituira un pequeño grupo en el poder por otro, delegándole a este último todas las decisionesimportantes, han comenzado a pelear en cambio por un involucramiento permanentede las masas en la toma de decisiones políticas, involucramiento que desarrolla distintasformas de la autogestión popular, en una lógica en la que las propias masas popularesse vuelven no sólo el apoyo colectivo del movimiento, sino los propios constructoresactivos y permanentes de las nuevas formas y figuras del también nuevo sistemahistórico con el que ellas intentarán sustituir al agonizante sistema capitalista actual.

Y si el capitalismo mundial de los últimos trece años, tiene como dos de suslíneas de evolución centrales a estas que hemos mencionado, la de la gestación de unafamilia de múltiples nuevas izquierdas modernas, inclusivas y mucho más radicalesque las antiguas, y de otra parte la de la acelerada doble decadencia de la hegemoníade Estados Unidos y la del conjunto de las principales estructuras de esta mismasociedad burguesa capitalista, es pertinente entonces preguntarse acerca de cuál podríaser la naturaleza y el carácter del nuevo sistema histórico que, en las próximas décadas,terminará por sustituir a este capitalismo mundial. Y es claro que la respuesta a estapregunta se encuentra más allá del final del muy largo siglo XX histórico, y del segundomilenio histórico que también concluye con ese siglo XX muy largo.

Pero esa respuesta sólo será el fruto de nuestra acción colectiva, de nuestrainteligencia social, y de nuestra voluntad y capacidad de construir, allende estecapitalismo injusto, explotador, despótico y discriminador, una nueva sociedad máslibre, más justa, más autogestiva y más racional en todos los sentidos. Confiemos enque con el nuevo siglo XXI histórico, y con el nuevo tercer milenio histórico, llegarátambién ese mundo nuevo y superior con el que soñaron y por el que pelearon tantasgeneraciones de hombres lúcidos, honestos, abnegados e inteligentes, que vivieron a

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lo largo de este muy largo siglo XX de la historia humana, que en unos pocos lustroshabrá sin duda llegado ya a su fin.

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CAPÍTULO II

1968: LA GRAN RUPTURA39

“Que la revolución europea occidental, casi mun-dial, de 1968 ha fracasado políticamente, lo sabe-mos todos a casi quince años de distancia. Perotriunfó y no volverá atrás por lo que concierne alas costumbres, a la relación entre los sexos, a lacrisis aguda de la familia...”

Fernand Braudel, «Domina la parola‘cambiamento’», Corriere della Sera,

7 de mayo de 1982

Una sacudida planetariaVEINTICINCO AÑOS DESPUÉS de esa enorme ruptura que fue el año de 1968, resultaun poco más fácil tratar de descifrar lo que dicha ruptura encerraba, y que en esosmismos tiempos era tal vez menos evidente.

Porque frente a las secuelas de este «acontecimiento ruptura», que se han idodesplegando claramente a lo largo del último cuarto de siglo vivido –y entre las cualesdestacan, sin duda alguna, las también fundamentales transformaciones del año de1989–, se han disipado ya las primeras interpretaciones de este simbólicoacontecimiento, que intentaron reducirlo o a las dimensiones de un simple «movimientoestudiantil» efímero, o a la escala de una sencilla ruptura o explosión social pasajerasin mayores consecuencias ulteriores.

Ahora, en 1993, tiende cada vez más a convertirse en un dato del consensoestablecido el reconocimiento de que 1968 ha sido, en primer lugar, una ruptura dedimensiones prácticamente planetarias, y en segundo lugar, un punto de crisis globalo generalizado, que presentándose como un momento de condensación históricaexcepcional, alcanzó a poner en cuestión los fundamentos civilizatorios mismos –esdecir, las formas de la «cultura» moderna en el sentido más amplio de este término- delas sociedades contemporáneas entonces existentes.

39 Publicado originalmente en La Jornada Semanal, num. 225, México, octubre de 1993.

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Si concebimos entonces al 68, como el momento de clímax de una evidente olade grandes movimientos sociales que fueron protagonizados entre 1966 y 1969, eintentamos reconstruir su mapa específico, veremos que el mismo se nos presenta,prácticamente, como un nuevo «fantasma» que ahora «recorre el mundo», cubriendoen su itinerario desde Pekín hasta Berlín, y desde Nueva York hasta Dakar, pasandopor la ciudad de México, Praga, Córdoba, Roma, Berkeley, Belgrado o Calcuta, sinolvidar por supuesto al emblemático París. Reivindicando así, según los distintos lugaresy contextos, lo mismo una «vuelta al camino socialista» y una radical «revolucióncultural-proletaria», que el respeto de las libertades políticas elementales y del mínimoejercicio democrático, o cuestionando igual a las formas de la vida cotidiana del mundocapitalista que al rígido sistema escolar entonces vigente, las protestas socialesrealizadas en ese conjunto de movimientos simbolizados por el año de 1968 cambiaronde hecho la página de la historia que entonces se estaba escribiendo, abriendo a partirde su irrupción una nueva coyuntura global, cuyo primer desenlace radical acabamosde presenciar en 1989.

Porque al acercarnos con más detalle hacia el examen de las consecuenciasprovocadas por esta ruptura semiubicua de fin de los años sesenta, no podrásorprendernos la comprobación de que, después de la misma, y como una suerte derespuesta/recuperación parcial de su agenda principal, han comenzado a modificarseabsolutamente todos los elementos del paisaje que conforma a las sociedades actuales.

Con más o menos lentitud, y con muy diverso énfasis según los también muyheterogéneos medios nacionales de que se trate, hemos vivido así unos años setenta yochenta que bien podemos calificar de profundamente revolucionarios, medidos desdeel parámetro de las profundas transformaciones que en este mismo período han sidogeneradas. Pues mientras las economías occidentales desarrolladas –seguidas sólo delejos, y a un ritmo más lento, por las economías del «bloque socialista» y por las delllamado «tercer mundo»- introducían en escala importante las nuevas formas de laautomatización flexible, y comenzaban a montar las reestructuraciones productivasque han ocupado a los analistas económicos durante los últimos 20 años, comenzabantambién a eclipsarse cada vez más rápidamente las viejas formas de los Estadosintervencionistas y/o autoritarios, los que frente al declive del rol de los partidostradicionales y a las crisis de las viejas izquierdas reformistas, y a tono con la emergenciade los nuevos movimientos sociales y con la «reaparición» multitudinaria de la sociedadcivil frente al Estado, se han visto obligados, también en estas dos décadas a redefinirlas formas de articulación de su hegemonía sobre los distintos cuerpos sociales en queellos se apoyaban.

Pero junto a estos grandes procesos de cambio económico, social y político, quetradicionalmente más han atraído la mirada de los «especialistas» de las cienciassociales, se colapsaban también otras estructuras profundas de las sociedades humanas,viéndose igualmente forzadas a mudar no sólo de piel sino también de esencia.

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Porque como ha sido muchas veces señalado, aunque no igualmente explicado yteorizado, 1968 ha puesto también en cuestión las dimensiones más elementales de lavida moderna, así como sus estructuras de funcionamiento más universales, impugnandopor esta vía todo el conjunto completo del tejido social contemporáneo. Así desde lasestructuras de la hegemonía del sistema capitalista mundial, hasta las actitudes de loshombres respecto a la vida, el trabajo, el disfrute y el uso del tiempo libre, y desde laconciencia de las implicaciones de la relación fundante entre el hombre y su medioecológico circundante, hasta el reconocimiento de la diversidad y pluralidad de loscaminos u opciones civilizatorias que el hombre ha emprendido a lo largo de su historia.Todo ha sido sucesivamente cuestionado y luego problematizado por la generación delos soixante-huitards críticos en todo el mundo. Cuestionamiento y replanteamientoque a su vez es en parte expresión de los importantes cambios reales que estas estructurashan estado sufriendo durante este mismo cuarto de siglo inmediatamente vivido.

No es entonces casual que al revisar la historia de los últimos cinco lustros, saltea nuestra vista el abundante florecimiento de nuevos movimientos de protesta o deimpugnación social, que impulsan nuevas temáticas y nuevos intentos de aproximaciónhacia viejos y también hacia nuevos problemas desde la antipsiquiatría hasta el muyheterogéneo arcoiris de los movimientos de los «verdes», pasando por el feminismo,los estudios sobre los fundamentos del racismo, la historia de las mentalidades o larecuperación y revival del «orientalismo» en sus múltiples expresiones, todos sonelementos que pueden fácilmente inscribirse dentro de la estela dejada por la granruptura de 1968.

1968 se presenta entonces, a 25 años de distancia, como el inicio de una coyunturaexcepcional, desplegada en el mundo entero y vivida como una coyunturaprofundamente revolucionaria, en tanto que cargada de mutaciones y de cambiosrealmente radicales, que afectando a todas las dimensiones del tejido social, y a todoel conjunto global de las estructuras civilizatorias de las sociedades contemporáneas,ha tenido una primera conclusión, igualmente decisiva, con los procesos yacontecimientos simbolizados en el también emblemático año de 1989. De tal modoque estamos viviendo ahora, todavía, bajo la sombra que proyecta esta coyuntura de1968/1989, la que con su muy singular herencia marca hasta el día de hoy las realidadesque cotidianamente estamos presenciando.

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México, la sacudida civilizatoria

¡Cómo me acuerdo de ti, JOSÉ, en medio de todasestas REVUELTAS!

Graffiti del movimiento estudiantilmexicano de 1987/1988

Si 1968 tuvo en París y en Praga, dos de sus epicentros principales y más representativos–el primero corresponde al mundo capitalista desarrollado, y el segundo inserto en elárea de las economías del bloque europeo-oriental bajo la influencia soviética–,encontró en la ciudad de México el espacio de su tercer epicentro, éste, representativode la revuelta y de la impugnación características de todo el conjunto de rupturas, queen diversos escenarios protagonizaron los países del llamado «tercer mundo».

A tono con sus significados y secuelas asumidos y provocados en todo el mundo,también en México la ruptura del año de 1968 constituyó un verdadero parteaguas ennuestra historia. No sólo porque concluyó de hecho, con un prolongado ciclo quepodemos llamar «posrevolucionario» de la historia de nuestro país, que había vividoalimentándose de las instituciones, herencias y transformaciones provocadas por laRevolución Mexicana desde 1921 y hasta justamente ese fin de los años sesenta; sinotambién porque reactualiza y hace impostergable el acceso forzoso –en nuestraspeculiares condiciones, muchas veces brutal y salvaje– hacia la modernidad capitalistaentonces imperante y vigente a nivel mundial.

Así, más allá de la derrota política inmediata del movimiento de 1968 en México,y a un cuarto de siglo de distancia, resulta ahora fácil observar el modo radical en queesa misma fecha transformó el nivel de lo político en nuestro país, es decir, a ese nivelmenos espectacular pero más profundo de los comportamientos políticos más cotidianosde las grandes masas de la población, de sus actitudes frente a los partidos y frente alEstado, y de su posición más global frente al mundo mismo de la vida políticainstitucional.

Porque en nuestra opinión, y a diferencia de las décadas anteriores a los añossesenta, la ruptura del 68 desencadenó en México un proceso de profunda politización,lenta pero progresiva y creciente de la vida social mexicana: desde los años setenta yen adelante, la política se convierte en asunto cotidiano de los mexicanos, que no sóloempiezan a interesarse por participar en diferentes movimientos sociales y políticos–recuérdese como estos años setenta y ochenta estarán marcados por el auge de losmovimientos campesinos, por la efervescencia y la riqueza de las discusiones de lasizquierdas, por el renacimiento de los movimientos obreros combativos y por la primeraeclosión orgánica del movimiento urbano-popular–; sino que abandonanprogresivamente su tradicional apatía política para intentar buscar los canales adecuadosde expresión de esta nueva politización.

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Dejando de lado, cada vez más, ese consenso pasivo que caracterizó a un sectormayoritario de la población mexicana, durante la larga historia política transcurridahasta la sexta década de este siglo, los mexicanos se incorporan, luego de losacontecimientos de 1968, de manera masiva a la vida social y política que llena losúltimos 20 años de nuestra historia, tal y como lo demuestra de manera fehaciente lareciente votación de julio de 1988. Ella misma, en un cierto sentido, hija también de laruptura vivida cuatro lustros atrás.

Cerrando de esta manera, la coyuntura social y política iniciada con el fin de laSegunda Guerra Mundial, e inaugurando la nueva coyuntura que hemos vivido hasta1989, el acontecimiento-ruptura de 1968 y sus secuelas constituyen la clave de lecturaque permite comprender varios de los datos y de los procesos recientes de la historiasocial y política mexicana. Historia que hemos vivido durante los últimos 25 años.Pues si todos los partidos políticos, sin excepción alguna, entran en crisis profundasen este período, viéndose obligados a escindirse, renovarse, o transformarse de raíz,eso se explica justamente por las nuevas demandas y solicitaciones a que los somete lapoblación mexicana, ahora inmersa en el mencionado proceso de una politizacióncreciente. Así, el surgimiento del neopanismo o la escisión de la «corriente democrática»y luego la formación del PRD, pero también la crisis del viejo Partido ComunistaMexicano y sus sucesivas metamorfosis hasta su condición actual, o el florecimientode los nuevos partidos «paraestatales», pueden todos ser leídos como distintos síntomasde esa clara politización en aumento de la sociedad mexicana. Politización progresivaque además se expresa no solamente en esta redefinición constante del espectropartidario, sino también en el ámbito de los movimientos sociales: es también en estoscinco últimos lustros que se colapsa definitivamente el sindicalismo oficial –hoy, cadavez más, una fachada que se sobrevive a sí misma, más que una realidad viva–, frentea la emergencia y consolidación del sindicalismo independiente, y luego de lo quepopularmente ha sido llamado el «neocharrismo» sindical, a la vez que se suceden enla escena social mexicana, en una suerte de carrera de relevos, los movimientos de latendencia democrática de los electricistas, las luchas campesinas –en prácticamentetodo el país–, el sindicalismo universitario, el movimiento urbano-popular, elmovimiento estudiantil o la movilización general pre y post-88.

Al mismo tiempo que cambia la estructura social y la vida política de México, semodifica también completamente la esfera productiva de nuestro «capitalismo salvaje».No sólo porque se agota el movimiento ascendente de la economía mexicana, queentre el «milagro mexicano» y el «desarrollo estabilizador» da curso a la coyunturaexpansiva mundial de la segunda posguerra (en el período de 1945-1973), sino tambiénporque se consolida hacia estos años un verdadero sector nacional de procesos quepor fin podemos caracterizar como de gran industria. Del tal modo que, luego de laprimera irrupción de la crisis económica internacional, con todos sus devastadoresefectos sobre la economía de nuestro país -crisis que en México se encubre y se postergarealmente a causa del «paréntesis petrolero» del segundo lustro de los años setenta-,

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avanza incontenible la reestructuración productiva de nuestra economía, que introducelas nuevas tecnologías y las nuevas formas de organización del trabajo, al mismotiempo que reduce a la mitad el salario real y acrecienta el fenómeno del desempleo.

Acompañado entonces a la retracción del viejo Estado populista, interventor yproteccionista, que ahora privatiza renglones que antes fueron constitutivos de suspropios mecanismos esenciales para preparar y hacer más expedito el camino de«integrar» a México en el nuevo «bloque económico de América del Norte» –otronombre que designa ahora el nuevo mecanismo de hegemonía de la economíanorteamericana sobre las economías canadiense y mexicana–, no sólo se modificanlas relaciones sociales, económicas y políticas de nuestro país, sino también y demanera profunda, las estructuras mismas de nuestra vida cotidiana.

Porque comparando una vez más la situación actual con la situación previa a1968, no nos sorprenderá comprobar la mutación radical de las costumbres del pueblomexicano en lo que toca a sus estructuras familiares, al rol de la mujer en la sociedad,a los modos y formas de educación de los hijos, igual que en las formas de utilizacióny consumo del tiempo libre, de las actitudes hacia el trabajo o hacia la vida, o inclusode las cosmovisiones actuales sostenidas por las «nuevas» generaciones.

Expresando bajo estas modalidades el carácter más urbano, alfabetizado y«moderno» del que nos hablan los analistas de la sociedad mexicana reciente, estarecomposición sustancial del sistema, de las necesidades y de las formas de concienciaque se han desplegado en el último cuarto de siglo, testimonian también de los profundosefectos que en el plano civilizatorio ha tenido igualmente dentro de México, la granruptura de 1968.

Las lecciones de 1968

Yo formo parte de esa oposición que se llama vida...Honoré de Balzac

Si 1968 abre una coyuntura excepcional de dos décadas, que estará marcada porcambios profundamente revolucionarios del tejido social y de la vida toda de lassociedades contemporáneas, esa coyuntura se cierra en cambio, luego de 1989, conlos paradójicos y un poco confusos presagios que estamos viviendo actualmente.

Porque hoy, pareciera que luego de 20 años de tantas y tan profundastransformaciones, las sociedades quisieran darse una especie de «pausa de reposo»,dejando que todo vuelva a ser como antes y renegando hasta del nombre mismo decualquier cambio posible. Y así, la ola posmoderna y desencantada que hoy se expandecon cierta fuerza, y que descree de certidumbres anteriores y de utopías antesampliamente movilizadoras, al mismo tiempo que constata derrotas y fracasosevidentes, olvida que ella misma no es más que el síntoma efímero de un mundo que,

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obligado a avanzar, pero cansado momentáneamente del último tramo recorrido,quisiera poder suspender por un instante su vertiginosa marcha.

Pero igual que el «fin de la historia» no es más que una efímera ilusión, asítambién son efímeras las señas del neoconservadurismo, de la atomización y del reflujoque hoy parecen ser los signos de identidad de algunas corrientes sociales y de algunosmovimientos intelectuales de ciertas partes o regiones del mundo.

Frente a la confusión que hoy pretende imponerse como una virtud, y frente a larenuncia y la apatía que hoy se quiere presentar como la única salida, siempre es útilrecordar que hace 25 años, en 1968, el fin del capitalismo y el advenimiento de unasociedad verdaderamente humana y libre, se aparecía como una cosa segura y parte dela historia inmediata que entonces estaba por venir. Pero más allá de esta historiainmediata, que se divierte siempre engañando a sus protagonistas al hacerlos creerque el «ahora vivido» encierra todo el espesor de los futuros posibles, más allá de ella,existe también una historia profunda, de más largo aliento, que nos permite descifrarcon más y mejores elementos la verdadera trama de ese mismo devenir histórico.

Y desde ese registro de la historia profunda, desde esa perspectiva de la largaduración en la que se inscriben los verdaderos acontecimientos históricos, 1968 aparececomo una enorme ruptura, planetaria y civilizatoria, que ha transformado radicalmente,desde el traje hasta los personajes, y desde el escenario hasta el argumento profundo,del drama histórico en que se juegan los destinos del mundo actual. Pero al mismotiempo, y también desde ese horizonte subterráneo en el que se escriben esastelehistorias de reiteraciones y recurrencias históricas, 1968 se presenta sólo como elúltimo eslabón de una inmensa y más que milenaria cadena de grandes rupturas que,periódicamente, le recuerdan a la humanidad que lo único eterno es el cambio, y no lapermanencia. 1968 esta ahí, y ahí permanecerá hasta la llegada de una nueva rupturacomparable, en México y en el mundo entero, para no permitirnos olvidarlo.