Transcript

Una existencia llena de fantasmas, de ausencias queridas, un cáncer declarado… la vida ya no le fue posible

Por: Juan L. Simental Págs: 4 y 5

“Toma a tus personajes y llévalos hasta el final”

ComunicanteComunicanteComunicanteVIERNES 19 DE FEBRERO DE 2016 SUPLEMENTO CULTURAL 66

La culpa de todo ya no la tiene Yoko Ono

“Cuando murió John, vi que estaba haciendo algo mal y me dije a mí

misma: en vez de tener siete desgracias y sufrimientos, lo que

quiero tener es siete alegrías y ocho tesoros, y lo hice”

Una vida inventada para Miguel Ángel“Vi el ángel en el mármol y tallé hasta que lo puse en libertad”“La belleza es la purgación de lo superfluo”. Miguel Ángel murió el18 de febrero de 1564.

Isabel Valdés Aragonés Pág. 8Fernando Navarro Pág. 7

VIERNES 19 DE FEBRERO DE 2016

Diseño / Grupo Editorial HADEC

2

El 18 de febrero de 1913, el presidente Francisco I. Madero y el vicepresidente José María Pino Suárez fueron hechos prisioneros por órdenes de Victoriano Huerta. Esa noche se firmó el Pacto de la Ciudadela, con el cual se desconoció al gobierno legítimo de Madero. El 19 fueron obligados a firmar sus renuncias y Huerta se hace con la Presidencia. El 22, Madero y Pino Suárez son asesinados.

Las urgencias de Cobain en Brasil

(Nació el 21 de febrero de 1933).

“El talento es una carga, no una felicidad”, Nina Simone.

La esposa de Max Cavale-ra, “frontman” de Soulfly, ha recordado en su web

-en la que recuerda y escribe sus batallitas de tantos años en el negocio musical- una historia protagonizada por Kurt Cobain. Así, según cuenta Gloria Cavalera, el líder de Nirvana, llamó a su marido para preguntarle donde podía conseguir heroína en Brasil.

Si recuerdo bien, fue poco des-pués de que Max y yo volvié-ramos de la gira de “Ministry/Helmet/Sepultura”. Yo estaba súper preñada y estirada en el sofá… ¡Riiiiiing…! Suena el teléfono y contesta Max…A Max le sorprendió oír a Kurt Cobain al otro lado del hilo telefónico. Había logrado nuestro número de teléfono a través de alguien en Brasil. Le

explicó que estaba en Brasil tocando en un gran festival. Andaba buscando heroína y se preguntaba si Max sabía dónde podía encontrar. ¡A Max le sorprendió bastante y no supo cómo contestar! “No, no sé cómo conseguir nada de eso y, además, ¡estoy en América!”, le dijo Max. Kurt siguió con la conversación un rato, ¡y luego pasaron a hablar de embara-

zos!Kurt le dijo que había oído que estábamos esperando un hijo. Dijo que esperaba que fuese más sencillo que el de Courtney, que también estaba en espera. Me mandó buenos deseos y siguió a lo suyo. (“La vez que Kurt Cobain llamó a Max Cavalera para saber dón-de comprar heroína en Brasil”; Portalalternativo.com).

Nomás por hablar de algo...La Efeméride

El 19 de febrero es el Día del Ejército Mexicano. Tras el cuartelazo de Victoriano Huerta contra el gobierno de Francisco I. Madero, Venustiano Carranza presentó el 19 de febrero de 1913 el Plan de Guadalupe, en el que se fijó por decreto la creación del Ejército Constitucionalista y después el Ejército Mexicano.

VIERNES 19 DE FEBRERO DE 2016

3SATÍN Y SEDA

Los senderos del Señor son incuestionables ante… un vaso de agua fría

Querido Espíritu Santo: Me dirijo a ti de la manera más

humilde para expresar mi experien-cia en los últimos días.

Sé que no soy un derroche de virtudes, pero de una cosa sí estoy segura: nunca he encabezado las listas de los más buscados por el FBI. También sé que hay mil y una formas de llegar a ti y buscarte para que es-tés en mi corazón, pero errar es de humanos y creo que en las últimas horas he sido terri-blemente humana.

Me invitaron a un retiro espiritual don-de la misión, objetivo, meta, logro o carrera final era encontrarnos cara a cara (o espíritu a espíritu) contigo. La idea, te soy sincera, no me produjo insomnio o llegó a alterar mi ritmo de vida; simplemente lo tomé como parte de un desarrollo interno que había de hacer crecer (últimamente mi crecimiento ha rayado en el “enanismo”).

El encuentro se iba a realizar en un convento, lo que me trajo recuerdos de la secundaria, cuando los “encierros espiri-tuales” se convertían en un corretear de niñas por los pasillos y pasar el papel de baño a través de las ventanas. Ahora lo puedo decir con responsabi-lidad y cautela, pero por mu-cho tiempo me moría de la risa cada vez que recordaba estos episodios hablando así de un claro indicio de madu-rez (eso pienso yo).

Mi celda era pequeña, pero no necesi-taba nada más, por lo que mis pertenencias las fui acomodando sobre la cama: una pija-ma de franela, mis pantuflas de “garras de oso” (cabe aclarar nuevamente que mi cre-cimiento y madurez a buscar es espiritual, nada qué ver con mi vestuario o la preferen-cia de tener una almohada de “Pepa” y un cepillo de dientes de “Hello Kitty”), el “Dia-rio de Ana Frank” (estos encierros me ins-piran a traer literatura de ese género), una bolsa de chiclosos de nuez y, por supuesto, mi reloj despertador. La Madre Superiora nos indicaba que el baño sería de cinco mi-

nutos y que cuidáramos el agua calien-te porque peligraríamos de bañar-nos con “agua para tomar” (eso se

Me invitaron a un retiro espiritual

traduce en “terriblemente fría”). Las primeras horas de mi encierro fueron

contar cada uno de los insectos y las palomitas que se arremolinaban alrededor del foco de 25 watts, luego conté los mosaicos del piso, y cuando dieron las 10:00 de la noche apa-garon la totalidad de la luz en el convento, quedándome absolutamente a oscuras y a merced del tic-tac del reloj.

“¿Acaso estás por ahí?”, fue una simple pregunta mental. Quizá esa era la intención del encuentro.

Una vez agotadas las posibi-lidades de distracción, teníamos que forzarnos encontrar al Espí-ritu Santo.

“¿Acaso estás ahí?”, me salió una voz gutural y temblorosa, quizá por las dos horas que no

había emitido ruido alguno. Mis ojos se movie-ron en la oscuridad y, antes de volver a repetir mi frase, me detuve en seco. ¿Y si me responde? ¡¡Horror!!, ¡¿qué hago con Él?! Mi falta de pre-paración me obligó a quedar en un humilde si-lencio y con las cobijas subidas hasta las narices. Caí en un suave letargo que duró… ¡ni media hora! De pronto el sonar de la campana me hizo dar un brinco mayúsculo, que si alguien me estaba observando podría jurar que estaba “levitan-do”. Alarmada abrí la puerta para enterarme por dónde estaba el incendio o, por lo menos, saber de la más cerca-na salida de emergencia.

“¡Hora del baño, hora del baño!”, pregonaba la hermana cuya figura se perdía en las sombras

de la noche… ¡Noche!, pero si todavía es de noche y, como relámpago, tomé mi desper-tador para asegurarme si era cierto que las manecillas marcaban las 4:50 de la madru-gada. Dos veces tuve que musitar la hora porque mis neuronas se resistían a creer semejante desacato. Recordando que los últimos invariablemente en esta situación van a seguir siendo los últimos, salté para comenzar mi baño de inmediato… tarde, desgraciadamente muy tarde. Las gotas de agua helada recorrían mi cabeza, por lo que soltaba involuntariamente exclamaciones y lamentos dignos de calabozo de la Santa Inquisición.

¿Quizá es una forma de someter el cuerpo y ser más espiritual? Disculpé la forma tan

cruel del baño de la mañana, pues seguía el calientito de-sayuno que haría olvidar los sinsabores de la vida…

¡¿Atole sin azúcar y café negro?! Fue mi reclamo mental ante lo ser-vido, pero sonriendo con una mueca de te-rrible consternación, temiendo que me ha-bía equivocado de claustro y había entrado a las Islas Marías.

“Ofrezcan estos alimentos al Señor”, vino una voz del fondo del comedor y todos agacharon la cabeza. Yo también la agaché, pero no me nacía para nada ofrecértelos, ¡ni siquiera yo los quería!, por lo que sólo cerré los ojos y pedí por que mi hambre se apla-cara y no atacara a mordidas a mi “herma-no” de lado. Para las 12:00 del día yo ya no era una mortal, era mitad espíritu y mitad humano, los gruñidos de mi estómago me recordaban constantemente mi condición de humano de “carne y hueso”, y caí en la cuenta de que estaba realmente sufriendo. Fue entonces cuando Tú llegaste y me man-daste el mensaje: “Te quiero feliz” y así fue,

lo entendí perfectamente.Hice mis maletas y me

despedí a medio retiro. Mu-chos cuestionaron mi deci-sión, pero después de la se-

gunda cuchara de caldo tlalpeño, supe que los caminos de Dios son insospechados y bendije los alimentos y te di gracias por estar viva. Con cariño, Nadia.

Las primeras horas de mi encierro fueron contar

cada uno de los insectos y las palomitas que se

arremolinaban alrededor

¿Quizá es una forma de someter el cuerpo y ser

más espiritual?

“Ofrezcan estos alimentos al Señor”, vino una voz

del fondo

Nadia Bracho

4

VIERNES 19 DE FEBRERO DE 2016

“Toma a tus personajes y llévalos hasta el final”

Ellos también decidieron morir

Horacio Quiroga, ese al que compararon con Edgar Allan Poe

Una existencia llena de fantasmas, de ausencias queridas, un cáncer declarado… la vida ya no le fue posible

En la literatura abunda el relato de vidas truncadas por voluntad propia. El suicidio de Horacio Quiroga fue, si es posible decirlo así, uno más entre tantos…

Por Juan L. Simental

Dijo alguna vez Paul Auster: “los escritores somos seres heridos. Por eso creamos otra realidad”.

De ser esto posible del todo -la creación de una realidad distinta a la ordinaria inercia de vivir-, las palabras debieran hechizar, debieran salvar de la existencia, tendrían que ser el conjuro en contra de la vida que se vive porque no hay otro remedio que an-darla, como un camino que no se sabe adónde va. Las palabras tendrían que ser tabla de salvación del náu-frago que se hunde, el remedio necesario en contra de la orfandad de uno mismo. Y es que, cuando se escribe, la palabra es la derrota del silencio, ese silencio que, constante, roe por dentro las entrañas.

El que escribe lo hace porque ya no quiere ser silencio. Quizá por eso es que Auster dijo también: “para mí, escribir no es una cuestión de libre albedrío, es un acto de supervivencia”.

Sin embargo, hay ocasiones en las que las palabras no alcanzan, no hechizan, no conjuran, ya no salvan. Incluso, hay palabras que se transforman en suspiro sibilante como de vida que se va.

A Horacio Quiroga le llegó también el día en el que las palabras ya no le alcanzaron. Ese día se bebió de golpe un vaso de cianuro y su efigie yerta, su pa-recencia al Quijote triste de Cervantes, se quedó sin palabras para siempre.

Si es que la vida ha sido alguna vez la “puta” de la que han dicho en abundancia esos que saben de la palabra, en Quiroga ganó con creces el índice que como tal le ha señalado.

Horacio Silvestre Quiroga Forteza nació en Salto, Uruguay, el último día del año de 1878, pero, como en el caso de tantos -los santos incluso, o como “El Papalote” aquel de Silvio: “el día más importante de tu existencia fue el de tu muerte”-, el día que se le re-cuerda fue aquel en el que decidió que ya no quería vivir más: 19 de febrero de 1937.

Horacio Quiroga fue un narrador extraordinario, especialmente de cuentos, cuyas atmósferas y perso-najes le valieron ser comparado con uno de los gran-des maestros del relato de misterio, ese que murió solo y en la indigencia, y de quien se dijo: “murió

Arthur AdamovSus “Memorias” son un documento impresio-nante de la sinceridad descarnada de este es-critor, que se sentía más bien en los márgenes. Adamov, que siempre había sentido una pro-funda desazón, se suicidó en 1970 en París.

Luis Andrés Caicedo EstelaEscribió que vivir más de 25 años era “una insensatez”, lo que es visto por muchos como la razón principal de su suicidio el 4 de marzo de 1977 cuando tenía tan sólo 25 años de edad.

Lothar BaierTrabajó durante años en va-rios medios de comunicación y tradujo al alemán las obras de Paul Nizan, André Breton, Georges Simenon o Jean-Paul Sartre. En 1989 le fue confe-rido el Johann-Heinrich-Merck-Preis. Baier se suicidó en Montreal en 2004.

Paul CelanToda su obra sostiene un diá-logo intelectual implacable con la obra de varios filóso-fos como Martin Heidegger, Walter Benjamin y Theodor Adorno. Se suicidó arrojándo-se al río Sena desde el puente Mirabeau (París) en la noche del 19-20 de abril de 1970.

Reinaldo ArenasEl 7 de diciembre de 1990, Arenas se sui-cidó. Envió a la prensa y a sus amigos una sentida carta de despedida, en la que culpaba a Fidel Castro de todos los sufri-mientos que padeció en el exilio.

“Va a morir. Fría, fatal e

ineludiblemente, va a morir... Muy

cansado, mucho, pero nada más”

… Estos son solo algunos. La lista de escritores que se suicidaron (tan solo varones) es interminable. (Fuente: Wikipedia).

5

VIERNES 19 DE FEBRERO DE 2016

“Toma a tus personajes y llévalos hasta el final”Horacio Quiroga, ese al que compararon con Edgar Allan Poe

Una existencia llena de fantasmas, de ausencias queridas, un cáncer declarado… la vida ya no le fue posible

Por Juan L. Simental

Robert E. Howard.Junto a J. R. R. Tolkien, uno de los escritores más influyentes de la fantasía heroica moderna. Su madre, que se llevaba muy mal con su padre, fue con él sobreprotectora y la relación en-tre ellos se hizo tan estrecha que cuando ella quedó en coma irreversible, él, a sus 30 años, prefirió suicidarse de un tiro.

Ernest Hemingway.Poco después de la publicación de “El viejo y el mar” (1952), se fue de safari a África, donde estuvo a punto de morir en dos accidentes aéreos sucesivos que lo dejaron con dolor y problemas de salud por gran parte del resto de su vida. Se suicidó el 2 de julio de 1961.

Leopoldo LugonesDecepcionado por las circunstancias políticas de la déca-da de 1930 y quizá por su propia militancia, se suicidó el 18 de febrero de 1938 en el hotel “El Tropezón” de Tigre (Buenos Aires) al ingerir una mezcla de cianuro y whisky.

Luis Andrés Caicedo EstelaEscribió que vivir más de 25 años era “una insensatez”, lo que es visto por muchos como la razón principal de su suicidio el 4 de marzo de 1977 cuando tenía tan sólo 25 años de edad.

Paul CelanToda su obra sostiene un diá-logo intelectual implacable con la obra de varios filóso-fos como Martin Heidegger, Walter Benjamin y Theodor Adorno. Se suicidó arrojándo-se al río Sena desde el puente Mirabeau (París) en la noche del 19-20 de abril de 1970.

Osamu DazaiEn 1948, cuando se encontraba en la cumbre de su carrera, se suicidó con su amante, dejando atrás a su esposa y tres hijos en precaria situación económica. Para terminar con su vida eligió un canal del río Tama. Los cuer-pos de ambos, atados el uno al otro con una cuerda roja, fueron encontrados seis días después.

de alcohol, de congestión cerebral, de cólera, drogas, fallo cardiaco, rabia, suicidio, tuberculosis”… o algo parecido: Edgar Allan Poe.

La vida del íntimo amigo Alfonsina Storni -otra suicida que cortó su existencia el 25 de octubre de 1968- fue el proverbial y chocante valle de lágrimas que dicen las almas pías -y tumefactas- que es la vida: “las tragedias marcaron la vida del escritor: su padre murió en un accidente de caza, y su padrastro y pos-teriormente su primera esposa se suicidaron; además, Quiroga mató accidentalmente de un disparo a su amigo Federico Ferrando” (Taringa.net). Después de todo esto, y luego de ser diagnosticado con cáncer de próstata, llegó el momento en que para Quiroga todo estaba consumado. Ese día le ganó el cansancio, como en su propio cuento “El hombre muerto”:

“No han pasado dos segundos: el sol está exacta-mente a la misma altura; las sombras no han avanza-do un milímetro. Bruscamente, acaban de resolver-se para el hombre tendido las divagaciones a largo plazo: se está muriendo. Muerto. Puede considerarse

muerto en su cómoda postura. Pero el hombre abre los ojos y mira. ¿Qué tiempo ha pasado? ¿Qué cata-clismo ha sobrevivido en el mundo? ¿Qué trastorno de la naturaleza trasuda el horrible acontecimiento?

“Va a morir. Fría, fatal e ineludiblemente, va a mo-rir… Muy cansado, mucho, pero nada más”.

Dicen que el suicidio es el acto valiente de un co-barde, pero eso lo sabe solo el que se atreve y cruza el umbral por voluntad elegida. ¿Quién puede juzgar a los que mueren cuando se quieren morir? Tal vez solo aquel, el que les dio la vida.

Dijo Auster, otra vez, “vivo la vida que es posi-ble para mí”. Para Quiroga, con la existencia llena de fantasmas, de ausencias queridas, con la agonía del cáncer declarado, la vida que le quedaba -como fata-lidad escrita- ya no le fue posible. Y se fue siendo fiel a sí mismo, como en un cuento en el que encarnó su experiencia vital, conocedor anticipado de la última de sus páginas: “toma a tus personajes de la mano y llévalos firmemente hasta el final, sin ver otra cosa que el camino que les trazaste”.

“Para mí, escribir no es una cuestión de libre albedrío, es un acto de supervivencia”, Paul Auster

Acabó con su vida el 19 de febrero de

1937

VIERNES 19 DE FEBRERO DE 2016

6

“Te deseo con la desesperación y el anhelo de lo imposible”

Me niego a vivir en el mundo ordinario como una mujer ordinaria. A establecer relaciones ordinarias. Necesito el éxtasis. Soy una neurótica, en el sentido de que vivo en mi mundo. No me

adaptaré de mi mundo. Me adapto a mí misma

Por Redacción Comunicante

Carta de despedida de Henry Miller a Anaïs Nin

¿Qué son las despedidas, sino sa-ludos disfrazados de tristeza? Lo mismo que el deseo y el placer de verte mientras te desnudas y te envuelves en las sábanas. Nunca

has sido mía. Nunca pude poseerte y amarte. Nunca me amaste o me amas-te demasiado o me admiraste como la niña que toma una lente y se pone a ver cómo marchan las hormigas y cómo, en un esfuerzo inacabable y lle-no de fatiga, cargan enormes migajas de pan.

Qué son aquellas noches lluviosas en medio de la cama de un hotel. Qué el recuerdo de nuestros pasos por la ca-lle, en el teatro o en la sala de conciertos. Qué son los re-cuerdos de los celos y de tus amantes y de June y de mis amantes.

Anaïs, no creo que na-die haya sido tan feliz como lo fui-mos nosotros. No creo que exista en la historia del hombre y de la mujer un hombre y una mujer como tú y

como yo, con nuestra historia, nuestras circunstancias; con

aquello que se desbordaba

“La carne contra la carne produce un perfume, pero el

roce de las palabras no engendra sino

sufrimiento y división”

“Henry & June”, la película que permite un atisbo en la vida común

de Anaïs Nin y Henry Miller

Anaïs nació el 21 de febrero de 1903

en las paredes, el ruido de la calle y la explosión de tu mirada inquieta de ojos delineados en negro; con la sinceridad de tu cuerpo frágil y tu secreto agresi-vo e insaciable.

El recuerdo puede ser cruel cuando estás volando febrilmente a tu próximo destino, a otros brazos que te reciban ex-pectantes y hambrientos. El recuerdo de tu diario rojo que tirabas en la humedad de la cama entre tus labios entreabiertos y mis ganas de desearte. Te deseo. Te deseo con la desesperación y el anhelo de lo im-posible y ya te has ido y tal vez, en un sueño imaginativo

y romántico, leerás estas palabras una y otra vez, en medio de mi ciu-dad con la gente pasando en me-dio de las calles y la sorpresa en tus ojos y la gran dama con el fue-

go en la mano derecha.Mi querida Anaïs, ma petite, ma jolie, infanta inquieta

de sal nocturna. Te extraño cuando huyes de madrugada y te extraño cuando camino y me tomo un café en la ca-lle; te extraño cuando June se acerca cariñosa y cuando paso por los grandes aparadores. Te extraño casi a todas horas: cuando escribo, cuando te pienso, cuando escucho

las campanas que me anuncian que ya son las tres, cuando me acuerdo de las horas intermina-

bles entre humo y whisky, cuando

tengo una comida que dura toda la tarde, también

cuando me despido de ti cada día a la misma hora, cuando como en aquel lugar donde nos dio el aire y cuando escucho la radio.

Adiós, Anaïs, adiós. Ya nos en-contraremos en otras vidas y en otras vidas podré poseerte y quedarme con-tigo para siempre. Ya te veré en me-dio de la nieve y entre libros y vino. Adiós, tuyo siempre…

Henry.

VIERNES 19 DE FEBRERO DE 2016

7

“Solo creo en mí misma”

Sin ella, “Lennon nunca hubiera

escrito ‘Imagine’”, McCartney

“Me siento yo misma; el resto de adjetivos, que los pongan los críticos”

“Cuando murió John, vi que estaba haciendo algo mal y me dije a mí misma: en vez de tener siete desgracias y sufrimientos, lo que quiero tener es siete alegrías y ocho tesoros, y lo hice”

Por Fernando Navarro

La culpa de todo ya no la tiene Yoko Ono

Durante años, la frase ha ri-mado tan bien que parecía el único estribillo para el final

de los Beatles. “La culpa de todo la tiene

Yoko Ono”. Pero no. Paul McCartney, el beatle más celoso a la in-tromisión de la ar-tista japonesa en la vida de los Fab Four, ha excul-pado, casi medio siglo después, a la viuda de su amigo John Lennon. “Ella ciertamente no rompió el grupo. No creo que puedas culparla de nada”, ha afirmado el cantante, en una entrevista para el canal Al Yazira.

A Yoko Ono todavía le pesa la famosa frase, pero ahora su mayor detractor le quita de encima el papel de mala de la película en la ruptura en 1970 del grupo más exitoso de la historia. Porque, por venir de quien viene, la declaración es más que sim-bólica. McCartney nunca perdonó a Lennon que dejase entrar a Ono en la intimidad de los Beatles. Cruzó una línea roja impensable para el resto de la banda al dejar que la japonesa se convirtiese en la primera mujer en poner sus pies en el templo sagrado de Abbey Road. Pero lo que es peor, y desesperaba a Macca: permitir que Ono, atrevida como la que más, opi-nase de cómo tocaban unos y otros y cómo tenían que ser las canciones. Para McCartney, no solo era como si tu mejor amigo se saltara las normas de la pandilla colando en el grupo de chicos a la novia, sino que además la susodicha iba de lista.

Para McCartney, como afirma el biógrafo Philip Norman, esa jo-

ven vanguardista, que Lennon

conoció en una galería de arte de Londres en 1966, sacaba el lado más inaguantable e individualista de su compañero, con quien firmaba todas las canciones. El cantante británico pone tierra de por me-

dio y llega a asegurar que Len-non nunca hubiera escrito

“Imagine” si no hubiera sido por la influencia de ella. “Cuando apareció Yoko, parte de su atractivo fue su parte más vanguardista, su visión de las co-sas. Ella le enseñó una forma diferente de ser, que le resultaba muy atractiva.

Por eso, era el momento de John para irse”, dice el músico.

A decir verdad, Ono siempre ha sido el chivo expiatorio de muchos fans incapaces de reconocer las fric-

ciones de la legendaria banda antes de su pro-tagonismo. Puede que

para muchos la declaración de McCartney sea reveladora, pero simplemente viene a constatar la devastadora reali-dad que vivieron los Beatles en la cúspide de su fama.

Pese al descomunal éxito, convertidos en fenómeno mun-dial en la década de los sesenta, los cuatro fabulosos de Li-verpool habían empezado a distanciarse antes de la presencia

constante de Ono. Tal vez, fue el de-tonante pero no la causa. En palabras

de Hunter Davis, el biógrafo que vivió de primera mano el as-censo fulgurante del grupo: “para saber cuándo los Beatles empezaron a sepa-

rarse hay que remontarse a 1966, cuan-do abandonaron las giras y dejaron de compartir una vida en común”.

Ya durante la grabación del álbum blanco en 1968, Ringo dijo que estaba harto de ser el batería de los Beatles al sentirse ignorado por el resto. Y abandonó por una temporada. Geor-ge Harrison estaba más preocupado en otras cosas, como la religión o la música hindú, que del grupo mientras los egos de McCartney y Lennon cho-caban constantemente.

Sin embargo, muchos fans del grupo nunca la han perdonado, y se-guramente no la perdonarán. Al me-nos, ella ha sabido llevarlo con cierta gracia. En 2007, publicó un disco bajo

el nombre “Yes, I’m a Witch” (“Sí, soy una bruja”), donde parecía reírse de la etiqueta que le han colgado. Conviene preguntarse si Ono, cuya carrera artística es más que irregular, hubiese sido lo que es de no ser la viuda más famosa del mundo del rock. Tras la absolución de McCart-ney, puede que quede más claro que la culpa del adiós de los Beatles no fue suya, pero nada más. (El País; 29 de octubre de 2012. Edición Co-municante).

8

VIERNES 19 DE FEBRERO DE 2016

“Vi el ángel en el mármol y tallé hasta que lo puse en libertad”

“La belleza es la purgación de lo superfluo”. Miguel Ángel murió el 18 de febrero de 1564

Por Isabel Valdés Aragonés

Una vida inventada para Miguel Ángel

“Despojar la piedra y dejar tan solo, en su centro, el corazón palpitan-te”. Es una de las frases de“Pietra

Viva” (minúscula, 2014), el tercer libro de Leonor de Recondo (1976). Podría ser la síntesis de la novela; ella la plas-ma como uno de los pensamientos de Miguel Ángel Buonarroti, el pintor, el escultor, el genio.

Alrededor de una de las épocas más importantes de la vida del artista, gira la obra. La frontera entre la realidad y el mundo inexistente que la es-critora ha creado para Michelangelo vaga a lo largo de 178 páginas de una belleza contundente, sin artificios.

La autora se ha su-mergido en la libertad que otorga la ficción, aunque haya pinceladas de realidad a lo largo de todo el libro. Ha rellenado los espacios blancos de los seis meses que el escultor pasó en las canteras de Carrara eligiendo los blo-ques de mármol para el encargo del Papa Julio II, construir su tumba. “Quizás sea ese el Michelan-gelo que yo imagino, el que yo creo o siento que fue a través de lo que co-nozco de él. Su biografía, y su legado,

totalmente vivo”.La herencia artística de Miguel Ángel ha rodeado a

esta escritora desde sus cinco años. Sus padres viajaban a Pietrasanta, en la Toscana italiana, para esculpir. Con diez años y un espejo, se enfrentó a la Capilla Sixtina por pri-mera vez, y ya no pudo deshacerse de esa imagen.

Empezó varios proyectos que nunca terminó. “Empecé con una novela que nunca encontró editor.

Era demasiado complicada, quería contarlo todo y se hizo muy densa. Hablé con algunos autores franceses que

me dijeron que había algo, que tenía que se-guir. Pero no con aquella obra, eso era como un postre indigesto”. En-contró la ficción como el camino que le llevaría a esa conclusión que tanto anhelaba para su narra-ción. “Escribir algo leja-no a mí en el tiempo. Y

puse dos mil años entre la historia y yo”.Miguel Ángel Buonarroti se marcha a Carrara tras la

muerte de Andrea, un monje cuya belleza tenía embelesa-do al escultor. Huye de Roma con la idea de que esa carrera

hacia la naturaleza descarnada de las can-teras, el trabajo, y la rutina sistemática de preparar el encargo del Papa le hará olvi-dar a Andrea. Pero será esa misma piedra y los personajes alrededor de ella, los que le devolverán sentimientos que había es-condido muchos años antes, cuando tenía

seis años y su madre murió. A Michelangelo le da miedo dormirse, “verse atrapado por las almas vagabundas de los seres que amó”.

Solo ahí, rodeado de lo que es familiar a su alma, la pie-

dra, puede desprenderse del muro que durante años construyó a su alrededor para ocultar el dolor por la muerte de su madre: “Esa mezcla íntima de in-consciente, sueños y esperanzas es la pietra viva. Solo en ese decorado ence-rrado en la montaña, en ese escenario, podía hacer ese camino íntimo hacia la memoria y el recuerdo de los que se fueron”.

Ese cambio durante su estancia en Carrara explica también, en la ficción de Recondo, la técnica del “non fini-to” de Miguel Ángel: “Quizás la vi-sión que tuvo allí le hizo preguntarse si las esculturas que él veía dentro de la piedra querían salir o quedar-se dentro. Una sensación nueva más allá de la perfección técnica a la que aspiraba hasta ese momento. Con la memoria que vuelve, esa perfección tal vez empiece a importarle menos, y crezca el simple amor por lo que hace”. (El País; 19 de diciembre de 2014. Edición Comunicante).

“La verdadera obra de arte no es más

que una sombra de la perfección divina”

“¿Cómo puedo

hacer una escultura?

Simple-mente

retirando del bloque de mármol

todo lo que no es necesario”

“Juntamente con la leche de mi nodriza mamé también las escarpas

y los martillos con los cuales después he esculpido mis figuras”


Top Related