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ComunicanteComunicanteComunicanteVIERNES 24 DE ABRIL DE 2015 SUPLEMENTO CULTURAL 26

En el día de San Jorge Bendito

Quién pudiera darle cuerda para atrás al tiempo y volver a la risa

animal, a la felicidad pelada, y mirar a través de la rendija, sin

malicia ni pecado

Día Internacional del LibroAfirman la OCDE y la Unesco que los mexicanos leen 2.8 libros al año; hay quien diceque incluso son menos

Juan L. Simental Pág. 8 Juan L. Simental Pág. 7

Por: José Alonso Martínez Barrios Págs: 4, 5 y 6

Por disposición del Obispo Don Pedro Anselmo Sánchez de Tagle, el 23 de abril de 1749 comenzó la veneración a San Jorge en Durango, ante los altos índices de mortandad de niños

por las picaduras de alacrán. Hoy forma parte de la identidad de los duranguenses.

Por siglos, perdura devoción a San Jorge

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VIERNES 24 DE ABRIL DE 2015

Editor / Ricardo Bonilla Editor / Daniel Azdar Diseño / Grupo Editorial HADEC

Shakespeare y Cervantes: un manuscrito perdido

Nomás por hablar de algo…La Efeméride

El 26 de abril es Día de la Propiedad Intelectual. La discusión ética es siempre válida, por cuanto

el plagio intelectual es un delito, y se debe fomentar, estimular y proteger la producción de

los creadores en beneficio de la humanidad. Pero, al mismo tiempo, conviene propiciar el acceso de los bienes culturales a los más desposeídos, como expresa en cierto momento el humilde

personaje de la película “El cartero de Neruda” (“Il Postino”) quien, cuando el poeta le planteaba

que no podía presentar sus escritos como obra suya para enamorar una mujer, respondió: “la

poesía es de quien la necesita”.

(Nació el 25 de abril de 1917).

“He sido rica y he sido pobre, y les puedo asegurar: es mejor ser rica”,

Ella Fitzgerald

La extensa obra del his-toriador francés Roger Chartier (la cual supera la

veintena de libros) ha contribuido a que nuevas generaciones de historiadores y lectores puedan superar la frontera artificial entre el estudio contextual de las obras literarias y el análisis formal de su contenido. En sus trabajos sobre la historia cultural y del libro en la Europa moderna, Chartier de-fiende que contenido y contexto son inseparables, como espejos

borgesianos que se reflejan mu-tuamente.En “Cardenio entre Cervantes y Shakespeare”, el catedrático del Colegio de Francia nos propone otro juego de espejos borgesiano entre la ficción y la historia; en concreto, entre un texto imagina-do que existe y un texto real que ya no existe. Con una intriga casi novelesca, en el libro se entre-mezclan el misterio de cuatro siglos que rodea a un manuscrito perdido y la erudición de un his-

toriador que busca desentrañar el misterio y aclarar su conexión con Cervantes y Shakespeare. Para lograrlo, Chartier sigue la pista de la historia de Cardenio, incluida en la primera parte de “El Quijote” (1605).En cerca de 300 páginas, Chartier estudia la difusión de la historia de Cardenio en España, Francia e Inglaterra, rastreando tanto las adaptaciones de un texto que aún existe, la historia inserta en El Quijote, como las reconstruc-

ciones de otro texto que ya no existe: una adaptación teatral en inglés titulada “Cardenno”, que fue representada dos veces en la corte de Jacobo I en 1613. De ahí que localizar el manuscrito de Cardenno se haya convertido en una especie de búsqueda del San-to Grial. (Álvaro Santana Acuña; nexos, febrero de 2013. Tanto a William Shakespeare como a Mi-guel de Cervantes se les celebra el 23 de abril, Día Internacional del Libro, llamado así en su honor).

El día 22 de abril fue Día Internacional de la Madre Tierra. La palabra “madre” es sumamente evocadora. Nos trae a la memoria poderosos recuerdos de la mujer que nos trajo al mundo, nos crió y nos ayudó a convertirnos en quienes somos ahora. La Tierra es la madre por antonomasia: un planeta asombroso que desde tiempos inmemoriales ha sustentado la vida en una

miríada de formas. Con el tiempo, los seres humanos dejamos de necesitar el cuidado materno constante;

sin embargo, nunca dejamos de depender de la Madre Tierra.

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VIERNES 24 DE ABRIL DE 2015

Satín y Seda

que me ofrecie-ron tenían aspecto

extraño, solamente alcancé a reconocer el

nombre “Yu-gi-oh”. ¡Vaya! Con que

estas son las mencio-nadas cartas de juegos

que día con día me pi-den dinero para comprar,

pensé, pero de inmediato volví a la realidad porque

seguía mi turno. -Yo echo esta de color verde

-dije con cierta prepotencia, des-p u é s de todo era un “juego de niños”. A los jugadores se les “salieron de pronto los ojos” y se miraron con extrañeza y admiración entre sí, para luego ser escudriñada de arriba abajo con recelo.

-Mamá, ¡esa no! Esa carta sirve para hechi-zar, pero si tiran los “Dioses Egipcios” la jugada se va a mil 800 vidas y no podemos llenarlas ni siquiera con las “Cartas Infinitas”.

¡Archirrecontrachanfle! Y yo que pensé que lo más poderoso que puede haber en un juego es poseer las pastillas de “chiquitolina”, y para defensa sin cuartel no había comparación al lado del “chipote chillón”.

-Pues cuántas vidas tienes, tía –pregunta mi pequeño compañero de al lado-. ¡Vidas!, hasta donde yo estoy informada el gato tiene siete vi-das y yo llevo más de 30, porque cada vez que alcanzo a pagar los impuestos es “como volver a nacer”, contesto de inmediato.

-¡Mira! Tiene a “Wabku” y, ¡al Dragón Blan-co Ojiazul! -gritó otro desde una esquina.

-¿Que yo tengo qué?, si quieren se las de-vuelvo –digo algo preocupada por el revuelo y exaltación de todos.

-Tira mamá, ¡rápido!, y puedes poner el “Obe-lisco Atormentador”, esa es una carta de contra-defensa muy poderosa, puede quitar los puntos al “Mago Oscuro” y ni siquiera con una carta de ma-gia como “Revive al Monstruo”, ya que solamente son mil 700 puntos contra mil 200 de “ATK”.

Creo que mi parpadeo se escuchó hasta la si-guiente cuadra, ya que mi respiración junto con mi actividad cerebral se habían detenido por completo, y

Nadia Bracho

Entretener.- Hacer menos molesta y más lle-vadera una cosa. Divertir, recrear el ánimo de uno. Mantener, conservar, divertirse. La

Real y Pontificia Academia Española. Entretener.- Pasatiempo que tienen los pe-

queños del hogar para que sus padres nunca salgan a tiempo ni con buen carácter. Tiempo sin límite que existe en las tardes donde el pe-queño libera su tensión y nunca jamás hace la tarea a tiempo. El siempre comentando, nunca igualado y siempre sufrido vulgo.

-Puedo poner la carta de la trampa con el “Dragón Capturejar”, pero nada más me van a quedar 70 puntos y eso puede quitarme dos vidas -fue el diálogo de los niños, donde parti-cipan desde los más pequeños de nueve años hasta el “adulto” del clan de 17.

Movida por la curiosidad, me acerqué con disimulo dándome cuenta que cada uno de los ju-gadores poseía alrededor de 15 cartas de aspecto extraño. No tréboles, no ases, ni siquiera jockers.

-¡Ansatsu! Con esta carta de ataque voy a destruirte, porque tu defensa vale mil 200 y mi ataque es de mil 700. ¡Yes!

Estas exclamaciones de júbilo de los partici-pantes me hicieron sentarme de inmediato a su lado para saber el origen de tanta destreza mental, por lo que yo sé, apenas y rezan el Padre Nuestro.

-Hola mamá, ¿quieres jugar? –pregunta la ma-yor del grupo con tal confianza que de inmediato

me acomodo entre dos “guaruras” de ocho años de edad y frente al juego. Las cartas

La infalible sabiduríadel Chapulín Colorado…

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yo que creía que la clase de Trigonometría Analítica era trascender todas las dificultades existenciales.

Por un momento creí estar rodeada por inte-grantes de alguna secta secreta y estos habían con-vocado al gran “Dragón Alado de Ra” (el nombre me lo saqué de la manga, ya que era la única carta que me quedaba por lanzar), y era una víctima del dios del juego y mi suerte me llevaría a morir ago-nizando en la más sufrible “ignorancia”.

Todos suspiraron a mi alrededor y no tuvieron qué decirme frente a frente: “pobre, un adulto más que nunca va a saber el poder de las cartas”. Me sentí tan diminuta como si en verdad me hubiera tomado las pastillas de “chiquitolina”, solamente faltaba que alguien llegara con una pantufla de “Dora la Exploradora” y me aplastara con ella para aniquilar totalmente mi dignidad.

El instinto de sobrevivencia me hizo re-accionar y con tono autoritario (que saqué de ultratumba, ya que me consideraba muerta para ellos) me dirigí a todos:

-¡Pues muy bien! Aquí están sus “cartitas” y, ¡la tarea!, espero y mañana el “Dragón Ne-gro de Ojos Rojos” les conteste el examen por-que si reprueban ninguna carta mágica los va a salvar del castigo. ¡Se me van de inmediato a bañar! Y cuidadito y enciendan la televisión, ¡los quiero en su cama sin reclamar!

Una bandada de niños corriendo desapa-reció por diferentes lugares, dos corrieron a la cocina a terminar su cereal, un tercero estaba abriendo la llave de la regadera y el cuarto apiló sus cuadernos para guardarlos en la mochila. Después de ver cumplidas mis órdenes. No me quedó más que decir para mis adentros: “¡No contaban con mi astucia!”.

Hasta en un simple juego de cartas se nota a veces el abismo generacional

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“San Jorge bendito,amarra a tus animalitos”

Durante mucho tiempo, en la ciudad de Durango -antes la capital del reino de la Nue-

va , se han llevado a cabo numero-sas devociones a los santos que se veneran en las distintas localidades del estado. Forman parte de la identi-dad de los locatarios, quienes se han sentido identificados con la imagen religiosa con las que sus ancestros fueron evangelizados durante el pe-riodo virreinal y que, actualmente, son devociones y tradiciones.

Algunas se han perdido y otras tantas aún persisten, como el culto que se lleva a cabo en la Catedral de Durango el 23 de abril de cada año; la sociedad duranguense se congrega en una magna fiesta en la que, principalmente los niños, vienen a dar gracias al santo protector contra las pica-duras de alacrán, aclamando la tradicional oración “San Jorge bendito, amarra a tus animalitos con un cordón bendito”, junto a la ofrenda floral y escapularios, para ser tocados por la imagen y llevar consigo la protección interce-dida por el santo.

La Catedral de Durango, por mandato del Obispo Don Pedro An-selmo Sánchez de Tagle, dispuso el 23 de abril de 1749 que se llevara a cabo la veneración del santo San Jor-ge, debido a los altos índices de mor-tandad de niños en la región por las picaduras de alacrán.

Cada 23 de abril, la sociedad se congrega en la Catedral de Durango en una magna fiesta para dar gracias al santo protector contra las picaduras de alacrán

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El Obispo Pedro Anselmo Sánchez de Tagle dispuso en 1749 la devocióna San Jorge

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“San Jorge bendito,amarra a tus animalitos”

Cada 23 de abril, la sociedad se congrega en la Catedral de Durango en una magna fiesta para dar gracias al santo protector contra las picaduras de alacrán

Leyenda DoradaSan Jorge, Georgius es la forma latina de Jorge, deriva de Geos - tierra, y de orge - cultivo. Geór-gicas de Capadocia; según la Leyenda Dorada de Santiago de La Vorágine, San Jorge vivió

por el año 275 - 330, fue un tribuno, oriundo de Capadocia converso

al cristianismo. En cierta ocasión,

llegó a una ciudad llamada Silca, en la provincia de Libia. Cerca de la po-blación había un lago tan grande que parecía mar: en dicho lago se ocultaba un dra-gón de tal fiereza y tan descomunal tamaño, que tenía amedrentada a las

gentes de la comar-ca; cuantas veces

intentaron capturarlo tuvieron que huir des-

pavoridos a pesar de que iban fuertemente armadas. El monstruo era sumamente

pestífero, tanto que el hedor que despedía llegaba hasta los muros de la ciudad y con el infestaba a cuantos trataban de acercar-se a la orilla de aquellas aguas.

Los habitantes de Silca arrojaban al lago cada día dos ovejas para que el dragón comiese y los dejase tranquilo, si le faltaba alimento iba en busca de él hasta la mura-lla, los asustaba y con la podredumbre de su hedor contaminaba el ambiente y causa-ba la muerte a muchas personas.

Al cabo de un tiempo, los habitantes se dieron cuenta de que el alimento que le proporcionaban al dragón ya no era sufi-ciente, se les estaban terminando las ovejas,

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Por José Alonso Martínez Barrios

vacas y demás. Llegaron a la determina-ción unánime de que se haría un sorteo para elegir a una persona al azar de en-tre los mismos habitantes y ofrendarla al dragón, fuera quien fuera, incluso el mismo rey que gobernaba esas tierras.

Llegó el momento de que muchos de los habitantes fueron devorados por el dragón, quedaron pocos para elegir; aun así se llevó a cabo el sorteo, había sido elegida la hija del rey. Éste profunda-mente afligido, propuso a sus súbditos:

-Os doy todo mi oro y toda mi plata y has-ta la mitad de mi reino si hacéis una excep-ción con mi hija. Yo no puedo soportar que muera con semejante género de muerte.

Los súbditos no aceptaron, y argu-mentaron que él había propuesto que se hicieran las cosas de dicha forma, aun-que llegara el día en que ellos mismos fueran elegidos.

La doncella postrose ante su padre y le rogó que la bendijera antes de emprender aquel funesto viaje; vertiendo torrentes de lágrimas, el rey la bendijo; tras esto, la joven salió de la ciudad y se dirigió al lago.

Cuando, llorando, cami-naba a cumplir su destino, San Jorge la encontró ca-sualmente. Al verla tan afli-gida, le pregunto cuál era la causa de tanta lagrima. La doncella explico la causa de su llanto y el destino que sufriría al igual que las personas de su reino.

San Jorge, al darse cuenta de esto, invocó su lucha contra el dragón en el nombre de Cristo. Jus-tamente durante el diálo-go, el dragón emergió de las aguas y nadó hasta la

orilla; San Jorge, de un salto, se acomodó en su caballo, se santiguó, se encomendó a Dios, enristró su lanza, la hizo vibrar en el aire y espoleando su cabalgadura, se di-rigió a la bestia a toda carrera, y cuando la tuvo a su alcance hundió en su cuerpo el arma y la hirió. Acto seguido hecho pie a tierra, dijo a la joven que amarrara a la bestia con su cinturón del cuello.

Una vez que la joven amarró al dragón, tomó el extremo del cinturón y comenzó a caminar hacia la ciudad, llevando atrás de sí al dragón que la seguía como perro faldero. Cuando lle-gó a la puerta de la muralla, el público que ahí estaba congregado, al ver que la doncella traía a la bestia, comenzó a huir hacia los montes dando gritos llenos de miedo.

Entonces Jorge dijo:-No tengan miedo. -Dios me ha

traído hasta esta ciudad para librar-los de este monstruo. Creed en Cristo y bautizaos, ya veréis cómo yo mato a esta bestia en cuanto todos hayan re-cibido el bautismo.

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El Rey y el pueblo se convirtieron, y cuando todos los habitantes de la ciudad recibieron el bau-tismo, san Jorge en presencia de la multitud, des-envainó su espada y con ella dio muerte al dragón.

El rey, agradecido, hizo construir una iglesia y dio por prometida a su hija, quien se casó con San Jorge.

La leyenda menciona que San Jorge posterior-mente se dedicó a evangelizar y propagar en los pueblos paganos el evangelio. Se menciona que años después fue apresado y trataron de lmartiri-zarlo de muchas formas bajo el imperio de Daciano; por último, San Jorge fue decapitado y sus reliquias fueron llevadas a Jerusalén.

Durante la Edad Media, los Caballeros Cruzados llevaron el estandarte de San Jorge, debido a que aseguraban haberlo visto en las batallas montado en un corcel blanco en pos de Cristo y la Iglesia, para posteriormente desaparecer.

Esto no fue ajeno durante la misma época en Es-paña, en donde también algunas familias reales de guerreros cruzados lo vieron y lo adoptaron para sí, como una bendición a ellos y su familia. En el caso del Obispo Pedro Anselmo Sánchez de Tagle y Val-divieso, su ascendencia provenía de estas familias procedentes de Burgos que ostentan en su escudo o blasón la imagen de San Jorge con el lema “Tagle se llamó el que a la sierpe mató y con la infanta casó”.

Esta devoción llega a Nueva España, prime-ramente, al arribo de Don Pedro Sánchez de Tagle y Andrés Sánchez de Tagle; le precede el nombramiento como obispo de Durango Nueva Vizcaya a su sobrino Pedro Anselmo, quien consagra esta figura muy ligada a su familia en el año de 1749, heredándola a esta ciudad para su veneración.

Para esto, el Obispo manda traer de la Ciudad de México una escultura exenta tallada en madera, policromada y esto-fada, representando a San Jorge como un niño, montado sobre un pony, para llevar acabo la celebración de este santo en el presbiterio de la Catedral.

De igual forma, el Obispo hereda a la Catedral una pintura única en su tipo, atribuida al pintor novohispano José de Ibarra. Con fina y delicada pin-celada, lleva acabo el pintor una repre-sentación de San Jorge única, montado sobre su caballo y bajo las patas del caballo un dragón arrastrándose sobre su cuerpo con la lanza que asesta San Jorge en el hocico de la bestia, y ésta desprendiendo ponzoña manifestada en alacranes y escorpiones, emblemá-ticamente símbolo de esta ciudad.

San Jorge aparece representado como un joven de armadura y yelmo entre abierto y de capa rojo carmín que cubre

su hombro izquierdo, agitándose con el viento al son de la escena que precisa el momento en que hiere al dragón. Dicha pintura actualmente está resguardada en la Sacristía de la propia Catedral.

Posteriormente, durante el gobierno episcopal de Don Pedro Tamarón y Rome-ral, se mandaron a terminar las fachada, que había comenzado a trabajar el maes-tro alarife Miguel de Ontiveros en el pri-mer cuerpo; posteriormente, el obispo Ta-marón mandó llamar a Pedro de Huertas para que finalizara los segundos cuerpos de estas fachadas, en las cuales se encar-gó esculpiera a los santos patronos de esta Catedral, entre ellos, San Jorge, escul-pido de pie en el interior de una hornaci-na y a sus pies la sierpe que lo rodea.

La tradición y devoción a San Jorge ha perdurado y sigue vigente entre los fieles devotos duranguenses, es una tradición que nos identifica y es parte de nuestra ciudad, vale la pena conocer la historia que nos lle-va no solo a la veneración del santo, sino también el mito que nos remonta a su fi-gura, como una leyenda, un intercesor ante cristo para la fe de los católicos; tal vez, una figura quimérica legendaria para los escép-ticos. Lo cierto es que San Jorge es parte de nuestra cultura, de nuestra entidad, de nuestra historia.

La veneración surge ante los altos índices

de mortandad de niños por las

picaduras de alacrán

Devoción llega a la Nueva España

Obispo Pedro Anselmo Sánchez de Tagle.

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7POR LA LIBRE

En México se leen 2.8 al año, afirman OCDE y Unesco

Día Internacional del Libro… que muchos no leen

Por Juan L. Simental

Además de los altos costos de los libros, está la faltade gusto del mexicano por la lectura

Primero es comer que ser cristiano. Aquel que niegue la verdad del dicho es, tal vez, porque nunca ha sentido lo

que es el hambre. No se puede ser de aquí o ser de allá, ni mucho menos ser como el ajonjolí de todos los moles, si no existe antes el nutriente que sustente la posibilidad. Pri-mero es subsistir, permanecer en la existen-cia. Ser para luego estar.

En el ámbito de la lectura es igual: pri-mero es comer… que leer un libro. Y es que aquellos que padecen la pasión dominante, acérrima, de tener un libro entre las manos y acuden con periódica urgencia en busca de novedades literarias, saben que el precio de los libros se ha elevado.

Ejemplares que a mediados del año pa-sado costaban 250 pesos en promedio, hoy han elevado sus precios a casi 300; algunos, incluso, se acercan a la frontera de los 400. Leer, entonces, no es una posibilidad al al-cance de todos (y menos con ese engendro llamado Sistema de Registro del Precio Único de Venta al Público de los Libros, hijo de la supuesta Ley de Fomento para la Lectura y el Libro, ocurrencia de los autoproclamados “representantes del pueblo”).

Entrados ya en pleno siglo XXI, era su-puesta de la modernidad, en México existen 53.3 millones de pobres y una de las conse-cuencias directas en relación con la lectura es que al menos 25 millones de ellas nunca en su vida han abierto un libro. Así lo afir-ma el análisis “Panorama del Libro Digital en México”, elaborado por Casa del Libro Méxi-co. Las evidencias están ahí.

En la Ciudad de México el 97 por cien-to de la población está en posibilidad de ad-quirir un libro; por el contrario, en Chiapas –modelo de pobreza en el país- apenas lo pueden hacer 57 de cada 100. Traducidas las proporciones a números, en el Distrito Fe-deral ocho millones 720 mil personas tienen acceso a la lectura, mientras que 280 mil no gozan con esta posibilidad. En Chiapas, dos millones 920 mil personas puede acceder a un libro; por el contrario, dos millones 200 mil no lo pueden hacer.

En el caso de Durango, con un 71 por ciento en el Índice de Acceso a la Lectura, un millón 240 mil personas

están en posibilidad de leer un libro, mien-tras que medio millón no la tiene.

Una de las claves para llegar o no a los libros está en los pesos. Mientras que en la Ciudad de México el ingreso per cápita es de más de 33 mil dólares al año, en Chiapas lle-ga apenas a los tres mil 600. Durango, por su parte, está por debajo de la media con ocho mil 140 dólares por persona al año.

Existe un elemento adicional: ¿qué tan fácil o complicado es acercarse a la lectu-ra? Baste saber que el 30 por ciento de los llamados “puntos de acceso a la lectura” se concentran en la capital del país; el resto se diluye entre las ciudades más importantes del territorio nacional.

Sin embargo, algunos afirman que no se trata solo de primero comer y luego ser cristiano y además leer. El problema prin-cipal, dicen, es que a los m e x i c a -nos no les gusta leer. G u i l l e r -mo She-ridan, por ejemplo, lo dice sin ta-pujos: “ya no es apreciación subjetiva sino he-cho científicamente demostrado: al mexicano no le interesan los libros. (…) Las estadísticas avasallan.

Demuestran con alevosía y ventaja, sin mostrar forma alguna de clemencia ni res-quicio para el anhelado error metodológico, que al mexicano (el 99.99 por ciento) no le gusta leer. Es más, no solo no le gusta leer, no le gustan los libros ni siquiera en calidad de cosa, ni para no leerlos ni para nada, vamos, ni para prótesis de la cama que se rompió una pata”. (Guillermo Sheridan, “La lectura en México/1”; Letras Libres, abril de 2007).

De acuerdo con el estudio de la Casa del Libro México, apenas cuatro de cada 10 per-sonas en el país han entrado a una librería.

Si alguien quiere más evidencias, aquí hay algunas: Afirman la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos y la Unesco, a través del estudio Hábitos de Lectura, que México es el 107 de 108 países analizados; esto es, México es el penúltimo lugar en lectura entre las naciones incluidas. Allí se dice que el mexicano promedio lee 2.8 libros en promedio al año, algo así como 0.23 libros al mes, casi la cuarta parte de uno. Además, en torno a las bibliotecas existe una por cada 15 mil habitantes.

Para ilustrar el tamaño de la realidad, es oportuno saber que en México existe una cantina por cada 10 escuelas, aunque hay municipios –como Otatitlán, Veracruz, por ejemplo- en los que las cantinas triplican al número de escuelas. Por supuesto que

en el caso de las bibliotecas o librerías el comparativo es más escandaloso:

hay solo una librería por cada 200 mil habitantes; esto es, el total

de librerías llega apenas a 600 en todo el territorio nacio-nal. (Esto es lo que dicen la OCDE y la Unesco, aunque Sheridan afirma que las ci-fras están equivocadas por-que el mexicano lee aún me-

nos que 2.8 libros al año: “¿de veras se habrán tragado eso de

que los mexicanos leen anual-mente 2.8 libros per cápita?”).Sin embargo, y a pesar de los

negros antecedentes y peores augurios, quizá no todo está perdido.

Y es que los optimistas afirmaron que el 23 de abril pasado, Día Internacional del Li-bro (cortesía de William Shakespeare y Mi-guel de Cervantes Saavedra), “todo México lo festejó leyendo un libro”.

Que así lo haya permitido San Jorge Bendito, que aunque no es patrón de las causas perdidas, algo quizá pudo tener que ver, ya que si venció al dragón, bien pudo echar la mano contra un monstruo peor que ronda todavía por estas tierras en las que la modernidad es más una parte del discurso que de la realidad: el dra-gón de la ignorancia y la desidia por la lectura.

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¿Quién tuviera un cumpleaños como aquel?

Sucedió en el día de San Jorge BenditoPor Juan L. Simental

¡Eso era la vida! Quién pudiera darle cuer-da para atrás al tiempo y hacerlo otra vez el montón de promesas que se guardaban

en la mochila, y volver a la risa animal, a la felicidad pelada, y mirar a través de la rendija, sin malicia ni pecado.

Año del 75 o 76 del siglo pasado, cualquiera de los dos, que al fin y al cabo ya lo dijo García Már-quez: los mejores recuerdos son los que uno inven-ta. Sin embargo, esto que aquí se narra fue cierto, tanto como que sucedió un 23 de abril, el mero día de San Jorge Bendito. Además, era el cumpleaños de Andrea y por supuesto que jamás lo olvidará.

Eran otros tiempos. Echeverría se iba entre las memorias, recientes y amargas, del 2 de oc-tubre y de un Jueves de Corpus; “El Perro de la Colina”, autócrata del populismo, se aprestaba a defender el peso a mordidas, aunque en agosto del 76 se devaluó casi al 100 por ciento; los júnior Durazo y López Portillo, hijos todos de sus Seño-res padres, cerraban avenidas del Distrito Federal para echarse unos arrancones. Era el México del milagro… que estaba llegando a su fin.

En Durango, el Movimiento del Cerro de Mer-cado, en el que había creído los mayores, era ya un tema cerrado; para el estudiante, la vida era una fies-ta. Quién no recuerda las giras aquellas de adoles-centes montados en autobuses urbanos que, de aquí para allá, dejaban la huella de su paso, modernos Atilas que extinguían hasta la yerba mala que sus pies pisaban. Era ir al Cine Durango o al Dorado 70 en bola y, al grito de: “¡el de atrás paga!”, entrar todos como una turba que más valía no intentar contener; y luego, cuando el hambre pegaba fuerte, la cues-tión era improvisar una escala en los pollos rostiza-dos, calientitos, chorreando su propio jugo, “cortesía de la casa”, por supuesto. Estaban también las idas a “las segundas” –por Patoni antes de llegar a la Plaza Santa Clara-, donde esperaban pantalones de mez-clilla y tenis de lona. Memorable fue el “rodeo” que montaron en el Parque Guadiana, cerrado para el jolgorio feliz de aquellos y aquellas que, reza todavía el oficialismo, un día iban a ser el futuro de la patria.

Así era la vida, ni más ni menos. Andrea no esca-paba al encanto de la calle, de las presencias en cercanía de los buenos camaradas, del

festejo espontáneo y de las puntadas nomás porque sí. Pero entre todas las fechas, memorable iba a ser aquella, la del día de San Jorge. Como esa, ninguna.

El 22 era la renovación de la dirigencia de la Federación de Estudiantes Universitarios de Du-rango y se escuchaban los primeros rumores de que algo “grueso” habría de suceder. El día de la votación la calma era tensa, el suspenso era una telaraña invisible a punto de romperse. Entonces lo inaudito fue revelado: el candidato de la oficia-lidad perdía y la tendencia era marcada, irreversi-ble. A las 19:30 hubo un apagón en la Facultad de Derecho, al tiempo que los botellones que conte-nían los votos se estrellaban contra el suelo.A la mañana siguiente, el Auditorio Universitario –re-pleto- era testigo de la unción del inverosímil ga-nador: un joven miembro del Popular Socialista, proscrito por las buenas conciencias y huérfano de simpatías entre los altos mandos. Fue entonces el momento y nada ni nadie pudo parar lo que vendría: huevos, tomates, fruta podrida, gritos y mentadas de madre llovieron en el escenario, so-bre el ganador y las amables y honorables perso-nalidades. El candidato perdedor arengaba a sus huestes hasta convertir aquel acto de civilidad en una puerta de entrada al infierno.

En medio del barullo, un grito de terror cayó como un petardo en el hormiguero: “¡vienen los de la División del Norte!”, la tan temida colonia prole-taria en las afueras del Durango de entonces. Eran los bravos aliados del vencedor para hacerle el qui-te y salvar el honor. Venían con palos, botellas y objetos contundentes en las manos, mientras los “institucionales” solo cargaban con tomates y uno que otro huevo, notablemente disminuidos para entonces. Aquellos eran de agallas, buenos para el cuerpo a cuerpo y curtidos en la lucha calleje-ra; eran de la tierra, donde se endurecen la piel, los huesos y la voluntad. Los otros, tan solo ideólogos y discursantes, gente bonita y ocurrente.

El tropel se fue a la calle, por Constitución, atravesó la Plaza de Armas y buscó refugio en Ca-tedral, en pleno festejo de San Jorge Bendito. Ya lo decían las buenas costumbres: la paz de los tem-plos es morada segura para los que en ella busquen refugio. Sin embargo, los perseguidores nada sa-

bían –y si lo sabían poco les importó- del salvocon-ducto que ofrece la madre Iglesia a los perseguidos que se acogen a su recaudo. Entraron todos como torbellino, entre la virtud de madres piadosas que acercaban a sus hijos al santo que venció al dragón y el azoro de hombres fervorosos y cofrades per-plejos, que veían cómo una ola se les venía encima. Las puertas del templo encogieron ante la furia de aquel río humano que buscaba, entonces, el refu-gio de la calle. Adentro, a puño limpio se dirimían las diferencias electorales ante la mirada cándida del santo patrono de la ciudad. Andrea era una de tantas que miraban con horror: ahí cayó uno, levantado luego de una patada que se hundía en sus entrañas; por allá estaba otro, con brazos como rehilete que reparte igual, sin distingos, a todo ente cercano; acullá uno más, como la voz que clama en el desierto, rogando que el sosiego fuera la pronta e inmediata respuesta. Y, entre toda aquella bara-húnda, el sacristán que se aferraba sudoroso a los pies del santo, ahora entretenido en el debate car-nal de aquellos buenos hijos de Dios.

Poco a poco el recinto sagrado se fue vacian-do y los gritos volvieron a la calle, donde quedó un reguero de vidrios que los venía siguiendo desde el Central y llegó hasta Aquiles Serdán y aún más allá. De las once de la mañana y hasta las tres de la tarde, la Policía brilló por su ausencia porque no quiso ser inoportuna en aquellos asuntos que solo a los estu-diantes compete arreglar. Cuestión de la autonomía.

Pasadas las diez de aquella noche, Andrea y otros más salieron precavidos de la casa de alguien por calle Rebote, donde dejaron que el miedo pa-sara de largo, el miedo y el alboroto de las huestes divisionistas ansiosas de reivindicar a puño limpio la división de las clases. La noche fue madurando hasta que se diluyó el último de los gritos de guerra y la paz fue otra vez en la callada y tranquila ciudad colonial. Después, ya en su casa, el dulce hogar de los bienaventurados, Andrea sonreía satisfecha… Un cumpleaños como aquel, ¡quién lo ha tenido!

Cómo hacer que el tiempo vuelva y en la calle la fiesta sea otra vez la ocurrencia espontánea, el reino de los benditos donde la vida es una carcaja-da. Donde, si se tiene para pagar el precio, el mun-do es un pastel que se come en solo dos mordidas.

Aquel que venció al dragón miraba con ojos piadosos la rabia de sus hijos desobedientes


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