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Fotografía de Gaël Chevalley

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Página 2 / guatemala, 15 De julio De 2016

casiliteral.com

a Oscura Transparencia de González Davison es un ex-traño aparato para montar-se en el lomo de la memoria y la historia; de pronto te ves caminando por los jar-dines de un parque central

bombardeado por los aviones de Somoza que, financiados por los gringos, vinieron con gusto y gana a aterrorizar a la ingenua e igno-rante Guatemala. De pronto sos parte de una conversación entre Eisenhower y Churchill que discuten sobre las intervenciones yanquis y sus propósitos. La Guerra Fría comenzaba.

Debo confesar que estuve a punto de aban-donar la lectura, el inicio es imbricado, difícil de asumir, la imaginación se niega a funcio-nar; el estilo de la narración es viejo y sobre-pasado hace ya varias décadas, trivial, aldea-no y previsible, sin embargo la curiosidad lectora pica, exige que continués, mientras la historia toma forma y vas comprendiendo de qué se trata, el estilo de narración cobra sentido, al finalizar de leer el libro concluyo que no pudo ser contado de otra forma; o se-ría otro libro el que estaríamos comentando.

Un anciano vidente es contratado para adivinar el futuro del Presidente de Gua-temala en 1954; con ayuda de ef luvios quí-micos y minerales puede viajar al futuro o volver al pasado para entender y descifrar lo que en aquel momento acontecía a Jaco-bo Árbenz Guzmán y a toda Guatemala. De esa manera es testigo principal de com-plots, conspiraciones, rendiciones, confe-siones, incluso te lleva al momento trágico del final de una revolución. Ustedes pueden decidir cuál es ese momento.

Basado en documentos desclasificados por el gobierno norteamericano, Fernando Gon-zález Davison construye ésta ficción que hace referencia a esos momentos históricos en Guatemala, a esas personas, a ese presidente que traicionado por el Ejército de Guatemala, que vilipendiado por la oligarquía, que aco-rralado por transnacionales norteamericanas se vio obligado a rendirse. Sin dejar de ser va-liente y buscando proteger la institucionali-dad del mismo Ejército que lo traicionó, salió a un exilió que jamás terminó.

Desde siempre, la historia de la revolu-ción de octubre, de lo acontecido diez años después durante la estúpidamente llamada “Liberación” ha llenado de curiosidad y des-información páginas y páginas de libros, pe-

Ser inmenso y meterse a la fuerza en la imaginación de dos o tres ge-neraciones, ser inmenso y construir la historia, una fuerza inerte, una forma de hacer bajando los brazos, darse por vencido. La epopeya de la Guatemala de 1954 no perdona y como martillo aún saca chispas

cuando golpea los ojos dormidos de esta sociedad demasiado quebrada,

demasiado ocupada para quitare ese peso de encima.

A veces se cree que la cultura solo corresponde a la ópera, a la música clásica, al arte visual y contempo-ráneo, al teatro. A esa cantidad in-contable de libros escritos por la hu-manidad. Entonces la concepción

de cultura se queda en el aire como humo que se puede percibir desde lejos pero que no podemos asir con las manos. A ello se le suma el costo del acceso que le sube la distancia a

la humareda.

L

Por Diana Vásquez reynael toDo en el que naDamos

arece que hablar de reali-ty shows, de música pop o de corridos, de la ropa de verano y de cortes de cabe-llo o del actor de moda no fuera parte de la cultura, la

influenciada por los medios, la de consu-mo que se encuentra en cada esquina y nos rodea. Algunos quieren ser inmunes a ella, pero como el futbol o las redes sociales, al-gunas cosas también tienen como partida-rios a roqueros y reguetoneros, todos con los mismos huesos.Entonces nos dividimos en lugar de ser

permeables a lo distinto. Que comunistas, que capitalistas, que de izquierdas, que de derechas, que los intelectuales y artistas (como si eso fuera un aura distinta), que

Fotografía de Fernando Chuy

PEn estos tiempos que corren

no hay purezas de nada. Somos la mezcla de nuestras circuns-tancias, de nuestros saberes y experiencias.

las masas. Nuestra sangre latina, esa apa-sionada, rencorosa y adolescente aunque se tengan 40, hace que nos pongamos en bandos y en los extremos. “Yo soy así, y si no te parecés a mí, andate a tu esquina”. Hace poco pensaba en que hasta el voseo centroamericano tiene los matices de dife-rencia de clases.En estos tiempos que corren no hay pu-

rezas de nada. Somos la mezcla de nues-tras circunstancias, de nuestros saberes y experiencias. Ya lo dijo alguien, somos la suma de nuestros miedos, muchos o po-cos. Nada es permanente. Se nos puede caer la vida en un par de días y podemos reconstruirla en más de mil décadas, he-mos confeccionado un mundo cambiante a la velocidad del clic.La cultura es el todo en el que nadamos. A

veces a contracorriente. A veces surfeando con un buen viento. A veces solo flotando. A veces ahogados en ella sin darnos cuen-ta. En lo que nos parecemos todos es que moriremos, que a veces nos dejamos que nos rompan el corazón, que nos enfrenta-remos al sexo, que nos ilusionamos, que fracasamos. Quizá en lo que nos parece-mos todos, con las cargas de vida e ideolo-gías tan disímiles, es que somos humanos, con los mismos básicos sentires, como lo ha cantado la literatura desde siempre.Hace poco leí una entrevista al neuro-

científico Howard Gardner, en la que decía que si le agregamos un poco de humanida-des a la vida, esta podía ser más plena en el

ocaso. Estoy de acuerdo con ello, y yo diría que tendríamos vidas más plenas desde niños. Lo difícil es encontrar humanida-des en este mundo técnico, de productivi-dad, de hiperactividad, sobre todo si es tan desigual.Y nunca está de más decir que humanida-

des no es lo mismo que humanitario, que por cierto, los que saben nunca lo explican y los que no saben nunca preguntan. Las humanidades son el conjunto de discipli-nas que giran en torno al ser humano y lo reflejan, como la literatura, la filosofía o la historia.Verse en el otro, esa reflexión ya tan le-

jana y hasta perdida, hace a las culturas humanas, menos indiferentes, menos des-tructivas. La escritora y periodista Eliane Brum hablaba en una columna de la invo-lución de la especie cuando se necesita es-tar dopado para seguir corriendo y seguir cansados, el éxito moderno: work, work, work, work, work.¿Cuál es la cultura que nos rodea? ¿Inclu-

ye arte, historia? ¿Incluye reflejarnos en otros? ¿O solo es una cultura medio cons-truida y fragmentada que no ayuda a que convivamos unos con otros?

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Asista a la presentaciónLa 5a. edición de la novela “Oscura trans-parencia, la caída de Arbenz” de Fernando González Davidson se llevará a cabo el lunes 18 de julio a partir de las 18:00 horas en la Sala Carmen Matute en el Parque de la Industria, FILGUA.

Juan Calles. Periodista, documentalista, lector de tiempo completo, ha facilitado el taller de narrativa del Centro Histórico. Autor de “Triciclo”, libro de cuentos cortos. Nació en mayo del 73, pero no está seguro de ello.

Por Juan Calles

osCura TransParenCia una novela diáfanaJaCobo árbenz en los oJos de un videnTe de PaPel

La fotografía que acompaña esta reseña forma parte de la colección de la familia Árbenz Vilanova. Fue reproducida y restaurada digital-mente por el fotógrafo Daniel Hernández-Salazar por encargo de la COPREDEH en el año 2011.

riódicos e informes; se han hecho documen-tales, foros, discusiones, pero nunca te han llevado al epicentro de la vorágine que fueron los últimos días de una revolución social y económica que pretendía darle cara vuelta a este paisito. Después de esos días narrados en éste libro, ese paisito no es más que un charco de sangre, no es más que el reflejo de esa cloa-ca que se hace llamar Ejército de Guatemala.

En las páginas de esta novela podemos iden-tificar la semilla de los días que hoy vivimos, un Ejército cobarde, demasiado cobarde, aterrorizado ante la posibilidad de una inva-sión gringa, oficiales primero comprados por Árbenz para que no se le revelaran, y luego comprados por la embajada norteamericana para que se revelaran, doblemente traidores, doblemente cobardes. Después de los días na-rrados en ésta novela, el Ejército se hizo cargo de destrozar éste país. Para ahondar en deta-lles pueden leer “La esperanza rota” de Piero Gleijeses, en donde estos temas son amplia-mente abordados y documentados.

Al personaje central de “Oscura Trans-parencia”, el Presidente Árbenz Guzmán, desmitificado y bajado de los altares que la izquierda le ha construido, lo encontramos humano y acorralado, logramos entender sus razones y consecuencias, logramos conocer su relación con el Partido Guatemalteco del Trabajo (PGT) y sus consejeros comunistas, su intención de desarrollar la Reforma Agra-ria. ¿Errores históricos? Lean la novela y de-cidan ustedes mismos.

Otra fortuna de la Oscura Transparencia es el rescate que se hace de personas olvida-das por la historia, en especial del Coronel Carlos Enrique Díaz quien Árbenz designó como sustituto al renunciar a la presidencia; la defensa que hizo de la institucionalidad y la revolución fue solitaria y valiente, incluso más valiente que la defensa de Árbenz, que fue una defensa de brazos caídos. Hay otras personas que se mencionan en la novela que también están olvidados por la historia pero así está bien, son militares que traicionaron todo, incluso a ellos mismos.

Leyendo la novela y escribiendo estos co-mentarios, recuerdo cuando repatriaron los restos de Jacobo Árbenz en 1995, yo era estudiante universitario mientras trabajaba por las noches; salí de trabajar a las siete de la mañana, fui a la fuerza aérea desde donde saldrían los restos de Árbenz rum-bo al Palacio Nacional. Recuerdo los gritos y la multitud, recuerdo el ataúd, recuerdo a una ancianita que con cara de tristeza y emoción acompañaba el féretro, era María Vilanova viuda de Árbenz, ella también es un personaje en ésta novela, la recuerdo hu-

milde y bonachona, en la novela es un pilar, un asidero de la cordura. Lo acontecido ese día es material para otra novela.

Al personaje central de “Oscura Transparencia”, el Presidente Árbenz Guzmán, desmitificado y bajado de los altares que la izquierda le ha construido, lo encontramos humano y acorralado, logramos entender sus razones y consecuencias…

La furia, la frustración, la cólera y la repug-nancia visceral que siento por el Ejército de Guatemala aumentó después de leer esta no-vela. La admiración, el respeto y el elogio que me provoca ese proceso histórico que va de octubre 1944 a septiembre 1954 se consolidó.

Cierro el libro complacido y agradecido. No me gusta su estilo, pero agradezco correr el velo que algunos hechos históricos tenían encima y ahora tal como el anciano vidente de la novela me siento eufórico con ganas de gritar y llorar.

La fotografía que acompaña esta reseña for-

ma parte de la colección de la familia Árbenz Vilanova. Fue reproducida y restaurada di-gitalmente por el fotógrafo Daniel Hernán-dez-Salazar por encargo de la COPREDEH en el año 2011.

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Guatemala, 15 De julio De 2016 / PáGina 5PáGina 4 / Guatemala, 15 De julio De 2016

Se usó como locación para esta fotografía, una vieja fundición en Suiza.

Luis -el Güicho, con cariño- siempre le gustaron los tapis. Por experiencia sabía que cuando empezaba a tomar-se los tragos dejaba de tener certeza sobre cómo regresa-

ría a su casa. Debiendo llegar a las dos de la tarde, terminaba llegando después de la una de la madrugada. Doce horas de vacilaciones y aventuras. Originalmente, creía que se iría temprano

hacia su hogar, un par de tapis y a las 05:00 p.m. lo más tarde se despediría, pensaba. Sin embargo, una hora después del límite se per-cataba de su error de cálculo y replanteaba su retiro: a las 8:30 p.m., en el último bus que salía para la colonia. Sin embargo, eso de an-dar tomado y en bus no era lo suyo. Si le to-

caba tomar Transmetro, no lo dejaban subir. Si le tocaba tomar buses rojos, la molestia era muy grande: le cobraban caro, el servicio era deficiente y sobre todo, era peligroso. Como andaba algo tomado, lo mandaban a sentarse hasta atrás. Y allí atrás nunca faltaba el vivo que anduviera viendo los zapatos y relojes de los pasajeros. Y si protestaba por el maltrato del piloto o del ayudante, como iba bolo lo bajaban y de paso recibía una pequeña tunda. Por eso no le gustaba irse algo bolo en el bus. De tal suerte, previo a despedirse empezaba

a pactar jalón. Como Fulano de Tal andaba en carro, le daba por pegársele, invitarlo a un par de tragos y finalmente a pedirle un aventón. “Está bueno, Güicho, yo te llevo, pero eso sí: hasta como a las 10.00 p.m.”, le decían. Pero, ¿qué pasaba si su cuate cumplía con

ste joven artista suizo ha escogido Guatemala para presentar sus primeras se-ries fotográficas de luga-res acogedores por donde suele pasear. Su pasión por

la fotografía lo ha llevado a realizar numero-sos viajes, desde Asia hasta América Central. Como autodidacta, se interesa tanto por la fo-tografía en estudio como en exteriores.De sus numerosos peregrinajes nació la idea

de un intercambio cultural entre Suiza y Gua-temala. Las fotografías que aquí se exponen, se realizaron en Suiza, tomando como modelos, bailarinas locales. El proyecto en su conjunto pretende crear una nueva serie de fotografías con modelos guatemaltecas y exponerlas en Suiza.El trabajo sobre el cuerpo y sus límites se

apoya en las siluetas esculpidas de modelos estáticas en posiciones poéticas y artísticas. La búsqueda alrededor de la estética y el signifi-cado de las cadenas de hierro y de los alam-bres de púas, nos muestran el encierro físico y moral del individuo. El fundido de la silueta blanca sobre el fondo negro, revela la degrada-ción progresiva del ser, dentro de su ambiente. La suspensión de los cuerpos en el depósito, manifiesta la suspensión del tiempo, del movi-miento y la imposibilidad para moverse libre-mente dentro de un espacio. La elegancia y la poesía de estas escenas se subrayan gracias al contraste entre blanco y negro y a la luz natural de la serie en colores.Estas dos series nos ofrecen una visión de un

cuerpo prisionero, censurado, que no es due-ño de sus movimientos. Una en blanco y ne-gro hecha en un estudio, y la otra en colores, tomada en una vieja fundición abandonada. Esta es pues, la representación de un cuerpo que busca salir perpetuamente de ese encierro moral, social y físico.

FotograFía de amenothep Córdova

FotograFía de Ban vel

su palabra y se retiraba tan temprano? “Vos, nos vamos, ya son las diez”, le dijeron más de alguna vez. Pero entre que había un partido de futbol en la TV y entre que el baile estaba bueno, Güicho no se quería ir. Cambiaba de planes. Agradecía la oferta y decía: “me iré en taxi”. Esta vez, su nuevo plan sí iba en serio: a la 1:00 a.m. llamaría a un amigo taxista y si no lo encontraba, pues saldría a tomar uno a la calle. Total, taxis hay decenas a esas horas. Lo que el buen Luis no preveía era que para

que su taxista llegara, necesitaba saldo en el teléfono y dinero para negociar. Al calor de los tapis, se gastaba casi todo lo que tenía y con lo que le quedaba, difícilmente alguien lo llevaría hasta Vistas de no sé qué, que se llamaba su colonia. Era entonces cuando acu-día al último recurso: los propios pies. Dos o tres horas caminando y listo. Una vez más, el hombre había llegado sano y salvo a su casa. Salvo que la jornada de tapis se desarrollara

en la casa o en la tiendita del barrio, uno de los factores que más anécdotas generan alre-dedor es el regreso. En este número vamos a contar algunas historias más importantes de nuestro amigo hipotético, Luis. Un día de diciembre de hace ya algunos años,

el Güicho me llamó como a las 5:00 a.m. Esta-ba detenido en la sub-estación de policía. “¿Y qué pasó, pues vos?”, le pregunté con susto. Y entonces me contó... Tal y como lo presencié, aquél consiguió jalón como a media noche. Encontró a unos sus conocidos de la colonia y se fue con ellos. Según supe después, los mu-chachos en efecto iban para la casa. Pero al ca-lor de los tapis, llegaron a la conclusión de que era necesario pasar por el del estribo. Pero ade-más del trago, el del estribo fue acompañado por ciertas sustancias prohibidas por la ley, las cuales compraron y consumieron, pero cuyo efecto no llegaron a disfrutar. La policía conoce siempre donde venden la

droga -los puntos, que les dicen-. Recibe di-nero para dejarlos operar y además se quedan a la vuelta del local esperando que los que compran pasen frente a ellos para detenerlos. Y eso le pasó al Güicho. La policía quería un alivianón -o mordida, pues-, pero ya algo bo-los sus acompañantes no se lo quisieron dar. Al fin, que el Güicho salió de aquélla, pero porque unos amigos y yo nos tuvimos que ir a negociar con los agentes del orden allí don-de los tenían. Según sé, desde entonces, Güicho agarró

miedo de andar pidiendo jalón y se volvió más precavido: cuando perdía el último bus -el cual de todas formas evitaba-, siempre guardaba lo del taxi. Hace ya algún tiempo, nos juntamos una tarde a platicar. Me indicó que no estaba bebiendo porque andaba algo asustado. Dijo que salió de un restaurante chino de allí por la 18 Calle y se subió al pri-mer taxi que encontró, uno de esos blancos rotativos. El taxista adujo meterse por unos extravíos y finalmente entre la zonas 4 y la 9 lo desorientó. En una amplia calle, pero

oscura y solitaria, el taxista paró y pistola en mano lo asaltó. “Dame todo lo que traés, hijo de tantas...”, le decía mientras caían los cachazos en la cabeza. “El reloj... la billete-ra... el teléfono.... los zapatos”. En fin, hasta un su cincho muy bonito de allá de Pastores le robó. Lo dejó todo golpeado, sin pisto y sin saber en dónde estaba. Como desconfia-ba de la policía desde el último altercado que tuvo con ellos, mejor caminó durante toda la madrugada, hasta que se ubicó bien y final-mente llegó a su casa. Lo anterior, me lo contó un martes, si no mal

recuerdo. Se miraba asustado; tan asustando andaría que esa misma noche se despidió de mí y bajando del bus se encontró a unos sus amigos y se quedaron en la tienda de la colo-nia... echándose los tapis. Por unas ocasiones hizo uso de los taxis amarillos, pero pronto descubrió que le salían algo caros, que se tar-daban mucho en llegar y que en fines de se-mana no siempre había disponibles.De tantas malas pasadas, el Güicho un día se

hartó... y compró su propio carro. Ya no tenía que irse en lo mejor de la fiesta por miedo a perder el último bus, no tenía que esperar ni llevarse sorpresas con quienes le ofrecieran el jalón ni tendría que volver a subirse a los temerosos taxis rotativos que le decían un precio, pero que ya en su colonia le sacaban más: “Ud. no me dijo que era tan lejos, mano”, le decían. Aprendió a manejar rápido y bien, según me contaron. Al principio, fue muy cuidadoso. El Güicho

tomaba poquito licor y se hacía pasar por el conductor designado. “Muchá, yo los llevo pero no me chinguen con que tome más”, les decía a todos los que lo querían emborrachar. La verdad es que la mara nunca agarró onda y él poco quería para volver a las andadas. Al poco tiempo le perdió miedo al volante y lue-go a conjuntarlo con el alcohol. Se animaba a tomar más y siempre iba a repartir bolos por toda la ciudad. Incluso pasaba comprando sus chelas en las tienditas que venden después de la una de la mañana y las llevaba en el ca-rro mientras conducía.Tras muchos sustos, que incluyeron paradas

de la policía y tener que pagarles cada vez para que lo dejaban irse, choques pequeños con otros autos y a veces hasta con postes y árboles y otras percances de este tipo, un día llegó lo inevitable: después de una noche de tapis, el Güicho se accidentó y nunca más volverá a regresar a su casa. Odiseo intentó durante 10 años regresar a su casa y al fin lo logró; el Luis, durante 10 años siempre pudo regresar a su casa, hasta que ya no pudo más. Sirva este número de El Tapis, pues, como homenaje póstumo para todos los bolos que por efecto del oficio, un día ya no lograron regresar al hogar.

El objetivo de estas fotografías es ofrecer una visión de un cuerpo prisionero, censurado, que no es dueño de sus movimientos.

Chevalley intenta mostrar con su trabajo la representación de un cuerpo que busca salir de su encierro moral, social y físico.

Juan Pablo Muñoz Elías (Guatemala, 1980) Estudiante. Platicador. Bohemio. Amigo. Humano al fin.

El regreso a casa o la odisea del boloPor Juan Pablo Muñoz y TG

PereGrino de la foToGrafíael TaPis

EGaël Chevalley: el cuerpo y sus límites

Por redacción culTura

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Guatemala, 15 De julio De 2016 / PáGina 5PáGina 4 / Guatemala, 15 De julio De 2016

Se usó como locación para esta fotografía, una vieja fundición en Suiza.

Luis -el Güicho, con cariño- siempre le gustaron los tapis. Por experiencia sabía que cuando empezaba a tomar-se los tragos dejaba de tener certeza sobre cómo regresa-

ría a su casa. Debiendo llegar a las dos de la tarde, terminaba llegando después de la una de la madrugada. Doce horas de vacilaciones y aventuras. Originalmente, creía que se iría temprano

hacia su hogar, un par de tapis y a las 05:00 p.m. lo más tarde se despediría, pensaba. Sin embargo, una hora después del límite se per-cataba de su error de cálculo y replanteaba su retiro: a las 8:30 p.m., en el último bus que salía para la colonia. Sin embargo, eso de an-dar tomado y en bus no era lo suyo. Si le to-

caba tomar Transmetro, no lo dejaban subir. Si le tocaba tomar buses rojos, la molestia era muy grande: le cobraban caro, el servicio era deficiente y sobre todo, era peligroso. Como andaba algo tomado, lo mandaban a sentarse hasta atrás. Y allí atrás nunca faltaba el vivo que anduviera viendo los zapatos y relojes de los pasajeros. Y si protestaba por el maltrato del piloto o del ayudante, como iba bolo lo bajaban y de paso recibía una pequeña tunda. Por eso no le gustaba irse algo bolo en el bus. De tal suerte, previo a despedirse empezaba

a pactar jalón. Como Fulano de Tal andaba en carro, le daba por pegársele, invitarlo a un par de tragos y finalmente a pedirle un aventón. “Está bueno, Güicho, yo te llevo, pero eso sí: hasta como a las 10.00 p.m.”, le decían. Pero, ¿qué pasaba si su cuate cumplía con

ste joven artista suizo ha escogido Guatemala para presentar sus primeras se-ries fotográficas de luga-res acogedores por donde suele pasear. Su pasión por

la fotografía lo ha llevado a realizar numero-sos viajes, desde Asia hasta América Central. Como autodidacta, se interesa tanto por la fo-tografía en estudio como en exteriores.De sus numerosos peregrinajes nació la idea

de un intercambio cultural entre Suiza y Gua-temala. Las fotografías que aquí se exponen, se realizaron en Suiza, tomando como modelos, bailarinas locales. El proyecto en su conjunto pretende crear una nueva serie de fotografías con modelos guatemaltecas y exponerlas en Suiza.El trabajo sobre el cuerpo y sus límites se

apoya en las siluetas esculpidas de modelos estáticas en posiciones poéticas y artísticas. La búsqueda alrededor de la estética y el signifi-cado de las cadenas de hierro y de los alam-bres de púas, nos muestran el encierro físico y moral del individuo. El fundido de la silueta blanca sobre el fondo negro, revela la degrada-ción progresiva del ser, dentro de su ambiente. La suspensión de los cuerpos en el depósito, manifiesta la suspensión del tiempo, del movi-miento y la imposibilidad para moverse libre-mente dentro de un espacio. La elegancia y la poesía de estas escenas se subrayan gracias al contraste entre blanco y negro y a la luz natural de la serie en colores.Estas dos series nos ofrecen una visión de un

cuerpo prisionero, censurado, que no es due-ño de sus movimientos. Una en blanco y ne-gro hecha en un estudio, y la otra en colores, tomada en una vieja fundición abandonada. Esta es pues, la representación de un cuerpo que busca salir perpetuamente de ese encierro moral, social y físico.

FotograFía de amenothep Córdova

FotograFía de Ban vel

su palabra y se retiraba tan temprano? “Vos, nos vamos, ya son las diez”, le dijeron más de alguna vez. Pero entre que había un partido de futbol en la TV y entre que el baile estaba bueno, Güicho no se quería ir. Cambiaba de planes. Agradecía la oferta y decía: “me iré en taxi”. Esta vez, su nuevo plan sí iba en serio: a la 1:00 a.m. llamaría a un amigo taxista y si no lo encontraba, pues saldría a tomar uno a la calle. Total, taxis hay decenas a esas horas. Lo que el buen Luis no preveía era que para

que su taxista llegara, necesitaba saldo en el teléfono y dinero para negociar. Al calor de los tapis, se gastaba casi todo lo que tenía y con lo que le quedaba, difícilmente alguien lo llevaría hasta Vistas de no sé qué, que se llamaba su colonia. Era entonces cuando acu-día al último recurso: los propios pies. Dos o tres horas caminando y listo. Una vez más, el hombre había llegado sano y salvo a su casa. Salvo que la jornada de tapis se desarrollara

en la casa o en la tiendita del barrio, uno de los factores que más anécdotas generan alre-dedor es el regreso. En este número vamos a contar algunas historias más importantes de nuestro amigo hipotético, Luis. Un día de diciembre de hace ya algunos años,

el Güicho me llamó como a las 5:00 a.m. Esta-ba detenido en la sub-estación de policía. “¿Y qué pasó, pues vos?”, le pregunté con susto. Y entonces me contó... Tal y como lo presencié, aquél consiguió jalón como a media noche. Encontró a unos sus conocidos de la colonia y se fue con ellos. Según supe después, los mu-chachos en efecto iban para la casa. Pero al ca-lor de los tapis, llegaron a la conclusión de que era necesario pasar por el del estribo. Pero ade-más del trago, el del estribo fue acompañado por ciertas sustancias prohibidas por la ley, las cuales compraron y consumieron, pero cuyo efecto no llegaron a disfrutar. La policía conoce siempre donde venden la

droga -los puntos, que les dicen-. Recibe di-nero para dejarlos operar y además se quedan a la vuelta del local esperando que los que compran pasen frente a ellos para detenerlos. Y eso le pasó al Güicho. La policía quería un alivianón -o mordida, pues-, pero ya algo bo-los sus acompañantes no se lo quisieron dar. Al fin, que el Güicho salió de aquélla, pero porque unos amigos y yo nos tuvimos que ir a negociar con los agentes del orden allí don-de los tenían. Según sé, desde entonces, Güicho agarró

miedo de andar pidiendo jalón y se volvió más precavido: cuando perdía el último bus -el cual de todas formas evitaba-, siempre guardaba lo del taxi. Hace ya algún tiempo, nos juntamos una tarde a platicar. Me indicó que no estaba bebiendo porque andaba algo asustado. Dijo que salió de un restaurante chino de allí por la 18 Calle y se subió al pri-mer taxi que encontró, uno de esos blancos rotativos. El taxista adujo meterse por unos extravíos y finalmente entre la zonas 4 y la 9 lo desorientó. En una amplia calle, pero

oscura y solitaria, el taxista paró y pistola en mano lo asaltó. “Dame todo lo que traés, hijo de tantas...”, le decía mientras caían los cachazos en la cabeza. “El reloj... la billete-ra... el teléfono.... los zapatos”. En fin, hasta un su cincho muy bonito de allá de Pastores le robó. Lo dejó todo golpeado, sin pisto y sin saber en dónde estaba. Como desconfia-ba de la policía desde el último altercado que tuvo con ellos, mejor caminó durante toda la madrugada, hasta que se ubicó bien y final-mente llegó a su casa. Lo anterior, me lo contó un martes, si no mal

recuerdo. Se miraba asustado; tan asustando andaría que esa misma noche se despidió de mí y bajando del bus se encontró a unos sus amigos y se quedaron en la tienda de la colo-nia... echándose los tapis. Por unas ocasiones hizo uso de los taxis amarillos, pero pronto descubrió que le salían algo caros, que se tar-daban mucho en llegar y que en fines de se-mana no siempre había disponibles.De tantas malas pasadas, el Güicho un día se

hartó... y compró su propio carro. Ya no tenía que irse en lo mejor de la fiesta por miedo a perder el último bus, no tenía que esperar ni llevarse sorpresas con quienes le ofrecieran el jalón ni tendría que volver a subirse a los temerosos taxis rotativos que le decían un precio, pero que ya en su colonia le sacaban más: “Ud. no me dijo que era tan lejos, mano”, le decían. Aprendió a manejar rápido y bien, según me contaron. Al principio, fue muy cuidadoso. El Güicho

tomaba poquito licor y se hacía pasar por el conductor designado. “Muchá, yo los llevo pero no me chinguen con que tome más”, les decía a todos los que lo querían emborrachar. La verdad es que la mara nunca agarró onda y él poco quería para volver a las andadas. Al poco tiempo le perdió miedo al volante y lue-go a conjuntarlo con el alcohol. Se animaba a tomar más y siempre iba a repartir bolos por toda la ciudad. Incluso pasaba comprando sus chelas en las tienditas que venden después de la una de la mañana y las llevaba en el ca-rro mientras conducía.Tras muchos sustos, que incluyeron paradas

de la policía y tener que pagarles cada vez para que lo dejaban irse, choques pequeños con otros autos y a veces hasta con postes y árboles y otras percances de este tipo, un día llegó lo inevitable: después de una noche de tapis, el Güicho se accidentó y nunca más volverá a regresar a su casa. Odiseo intentó durante 10 años regresar a su casa y al fin lo logró; el Luis, durante 10 años siempre pudo regresar a su casa, hasta que ya no pudo más. Sirva este número de El Tapis, pues, como homenaje póstumo para todos los bolos que por efecto del oficio, un día ya no lograron regresar al hogar.

El objetivo de estas fotografías es ofrecer una visión de un cuerpo prisionero, censurado, que no es dueño de sus movimientos.

Chevalley intenta mostrar con su trabajo la representación de un cuerpo que busca salir de su encierro moral, social y físico.

Juan Pablo Muñoz Elías (Guatemala, 1980) Estudiante. Platicador. Bohemio. Amigo. Humano al fin.

El regreso a casa o la odisea del boloPor Juan Pablo Muñoz y TG

PereGrino de la foToGrafíael TaPis

EGaël Chevalley: el cuerpo y sus límites

Por redacción culTura

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Página 6 / guatemala, 15 De julio De 2016

Asista a la presentaciónViento Negro, elegía paternal, se presen-tará el domingo 17 de julio a las 16:00 horas. En el marco de la Feria Internacional del Libro. Entrada libre.

E

He terminado mi peregrinación. Anduvimos, mi compañera y yo, en más de veinte hoteles de la zona 1 por dos años y medio, de esta Zona Reina, que por momentos se nos volvía una ingrata déspota (y por momentos una zona indiscreta que nos miraba con mucha generosidad). Allí escribía a punta de lapice-ro y cuadernos escolares lo que ahora es mi novela proscrita. Ahora quiero adelantar algo de todo ese conocimiento sagrado describiendo algunos moteli-tos, ciertos circuitos:

l Carmen: Le dediqué a este hotel un capítu-lo completo de mi no-vela. Es uno de tantos que se mantiene en la zona del Cerrito por las ofrendas multitu-

dinarias de todas las parejitas ro-mánticas que llegan. Además, una tarde vi por lo menos unas 15 mo-tos guardadas en el pequeño espa-cio de su patiecito principal. Enton-ces yo les dije a los encargados, que por lo menos había una convención de mensajeros puestos de acuerdo para llenar el hotel. No llegaban parejas bonitas, es decir, modelos no eran, pero tenían, luego lo com-prendí, el deseo de hacer el amor, lejos de sus familias particulares. Esos secretos que se van añejando desde la adolescencia y terminan por crecer en las entrañas, como para rejuvenecer al alma.

El Acapulco: Este es un hotel sen-cillo. El encargado es un mucha-cho, que como todos, se desvela y se levanta de madrugada. El hotel tiene un gran estacionamiento y la puerta se mantiene abierta todo el día. Al fondo hay un cuarto sin pa-sador. A la par dos cuartos donde duermen, ya entrada la noche, dos bellezas anónimas.

Los Ángeles: En este hotel nos ubicamos en el segundo piso, y además hasta el fondo. Es un ho-tel amplio y los encargados no son preguntones.

Pensión América: Este es uno de los lugares más siniestros que co-nocí. Pero hay cuartos por noche a tan solo 25 quetzales. Todavía con-servan el glamour de los moteles de citas, ya que en cada cuarto hay un chorrito y una palangana. El que tenga oídos para oír, entenderá.

Charlie’s: Estuvimos solo una no-che. Lo bueno es que hay tienda y la atienden toda la noche.

El Gloria: Este hotel es tan ence-rrado que si uno no tiene alarma, puede dormir hasta las once de la mañana.

El Washington: Es una casona an-

Por Lester oLiveros

te quiero un mundo

Ese golpe bajo llegó a la vida de César Brañas en muchas ocasiones. Primero, cuando él era un niño su madre murió, quedando al cuidado de su abuela

paterna, que poco tiempo después también murió. Estos arrebatos de la muerte marcaron la vida del es-critor y dejaron en él una huella de tristeza. También contribuyó para que él se supiera diferente porque nunca fue un simple muchacho an-tigüeño, él poseía la genialidad de la literatura en su pluma.Brañas creció en un ambiente don-de el estandarte era su padre, An-tonio Brañas Fernández. A pesar de vivir rodeado por muchas per-sonas, ya que su padre se empeñó a forjar una familia cariñosa, su verdadera compañía fue la sole-dad y se aferró a ella. Fue así como Brañas fue creciendo mientras des-cubría su afición hacia las letras, escribiendo pequeñas novelas que marcaban la regla: sus primeras historias están influenciadas por el modernismo de la época.A los 38 años, Brañas experimentó una terrible noticia: la muerte de su padre. Esto trajo a su vida una nueva ola de soledad y de tristeza.Devastado, lloró la pérdida de lo único que quedaba de su núcleo, buscó un inútil consuelo en la re-signación y en las palabras vacías de consuelo de quienes lo rodea-ban. Pero el dolor no se esfumaba, sin embargo logró encausarlo en la escritura.

Los ecos de un ‘‘viento Negro’’

Por CArLA NAtAreNo Dejó a un lado la compostura, las reglas literarias y sin planearlo la catarsis de su dolor se convirtió en uno de los poemas más sobresa-liente de las letras guatemaltecas: Viento Negro, elegía paternal. En ese conmovedor testimonio se retrata las fases de su duelo: el triste asombro, la irremediable negación y la resignación que trae la muerte. De una manera magistral, Brañas creó un poema cargado de imá-genes tan sensibles que se pueden percibir: hay dolor, indignación y ternura. Este poema es una manera de entender el luto como un verda-dero velo negro que cubre al autor.Como se puede notar en este frag-mento de Viento Negro:

He perdido mi país de nubes. mi pañuelo de expertos adioses, mis lanzaderas de golondrinas, mis manos calladas, mis carabelas, mis alas. He perdido mi país errante, y ahora soy sólo el joven luctuoso de la noche desdeñado, de la luna, de la sombra, de los sombríos huertos, de los fúnebres jardines, de las negras fuentes, de los pálidos pozos, de las lentas estrellas, de las tiernas guirnaldas, desdeñado.

Si bien Brañas escribió modernis-mo al inicio de su carrera, dejó de hacerlo y Viento Negro cambió su historia literaria, marcando un nuevo rumbo para su obra, que de manera constante, abordó asuntos

Fotografía de Fernando Chuy

sobre la muerte, la soledad, la me-lancolía, temas que están presentes en la vida de quienes se cuestionan sobre su existencia.

Un hombre solo, que vivió entre nosotrosPuede considerarse a César Brañas como un hombre que prefirió vivir rodeado de la soledad. Jamás le in-teresó la vida pública o el bullicio, e hizo de esto su forma de vida. Él y su obra eran un solo universo y ambas se desarrollaban en total co-herencia al pasar de los años. Respecto al tema de la soledad en la vida de Brañas, en la revista Cultura de Guatemala, de la Uni-versidad Rafael Landívar, de julio/octubre de 1980, el licenciado Ma-rio Alberto Carrera en el ensayo Hacia una valoración crítica de la novelística de César Brañas”, ex-plica que “el valor de un hombre solo radica en la creencia o en la teoría en que la soledad puede ser buscada y deseada. Que no siem-pre representa, para quien vive así, una tragedia o algo más triste que la vida en compañía. Que puede ser vista como una forma distinta de ser, y de vivir, y no como una monstruosidad o excentricidad”. Brañas tenía la excentricidad de no querer imprimir sus libros para la venta, pues lo consideraba una trai-ción hacia la misma. Un doloroso dilema llegó a él, porque no quería comercializar con su trabajo pero siempre sintió desdén por el poco reconocimiento que recibía. A pe-sar de este conflicto decidió impri-mir solo pocos ejemplares y obse-quiárselos a sus amigos.Editorial Universitaria se ha dado a la tarea, de darle a la obra de Bra-ñas la notoriedad que merece para traer a la modernidad el trabajo de una de los escritores más olvidados pero que irónicamente es uno de los más sobresalientes en la historia de la literatura guatemalteca. Y es así como Viento Negro, elegía Paternal, sale de nuevo a la luz pública para llegar a nuevas gene-raciones y para demostrar que es un poema exquisito que recrea la muerte y el dolor que trae de una manera hermosamente literaria.Dante Liano, sobre Viento Negro, elegía paternal dice: “este poema se afirma como uno de los más viriles, sobrios y emotivos cantos de amor a un padre que se hayan escrito”. Y lo es.

La escritora y filósofa francesa Simone de Beauvoir, escribió un pequeño libro titulado ‘‘Una muerte muy dulce’’, después de la partida de su madre. En este libro Beauvoir describe a la muerte como un golpe bajo de la vida, que cuando llega es algo que ofende y que incluso indigna.

tigua. Espantan.

Las Ilusiones: Por lo menos llegan más de ciento cincuenta parejas todo el día y parte de la noche. A veces la misma mujer con otros, a veces otros con la misma.

Hotel Realidad: De este hotel lo único que me gustaba era el nom-bre. Alguna vez escribí que debería ser el nombre de todos los hoteles del mundo.

El Pasadena: Este hotel queda en un callejón bastante pintoresco, en ese callejón hay por lo menos seis hoteles de diferentes precios.

Las Margaritas: No recuerdo bien el lugar pero estuvimos.

La Ceiba: En este hotel, el cuarto número 11 tiene un espejo en el te-cho que uno siente que se le va caer encima. A veces, era bueno para hacer el amor o para escribir.

El Escorpión: Yo no entendía por qué el nombre, y el nombre de un hotel, siempre, pero siempre… siem-pre quiere decir algo, algunas veces es una clave latinoamericana, otras un signo sexual: una tarde vi entrar, urgidos, contenidos pero precisos, a más de ocho parejas de hombres con una alternancia de 20 minutos aproximadamente. En cada cuarto hay un cuadro de una mujer, re-cuerdo el 1 de Sofía Vergara, y el 2 de Anna Kúrnikova. Arriba, en la esquina, buscando la segunda ave-nida, hay una placa: la de Luis de Lión con una vela encendida.

El Texas: Uno de los más desola-dos y monumentales hoteles es el Hotel Texas. El edificio, pintado de verde y con un letrero que más parecería una venta de helados por su variopinto y diverso colorido, es un fracaso. En ocasiones solo no-sotros estábamos allí toda la noche sin que llegara nadie más. No creo que el motivo sea el continuo pasar de los atronadores tráileres y conte-nedores, sino más bien un aura de vacío que lo abrazará hasta su fin. En la garita de cobro no hay nadie. Hay que subir unas gradas para darse cuenta que en todo el edificio de cuatro niveles y más de cuarenta habitaciones, solo hay dos mucha-

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Guatemala, 15 De juli0 De 2016 / PáGina 7

Te quiero un mundo

que subían y bajaban angelitas con orejas de conejo.

Pensión La Morenita: Una noche allí conocí que las visitadoras de Vargas Llosa se salieron del libro solo para prestarnos lo que nos fal-taba para pagar.

El Aurora: Allí, en ese hotel hay rostros de filósofos en los cuartos amueblados.

La Diligencia: Fue efímero. Pero como todos: misterioso.

La Gran Mansión: Amé ese hote-lito. Allí fue el primer lugar donde me quedé no me cobraron nada, me vieron itinerante y salí ileso. Allí fue la primera vez que amé a mi compañera.

El Mundial: Un gran ventanal, no tuvimos llave.

“…de las paredes del cuarto salían voces, sonidos de placer como vasos comunicantes, reproducidos por todos lados como un eco,

como cuando se sintoniza la misma emisora por todos lados.”El Copán: Allí vi pasar la noche muy ansioso, de las paredes del cuarto salían voces, sonidos de placer como vasos comunican-tes, reproducidos por todos la-dos como un eco, como cuando se sintoniza la misma emisora por todos lados.

El Paraíso: Tiene la televisión des-compuesta. Si uno la logra encen-der puede estar seguro que es im-posible volverla a apagar.

A veces son viajeros, otras veces malabaristas, músicos o gitanos neohippies que se levantan cuando oyen el toc-toc de la puerta a las 9:00 a.m., otras veces son maridos extra-

Fotografía de Fernando Chuy

chitos demacrados y soñolientos.

El Triunfo: En la zona 5, oímos ahí gritos de dolor de una madeimo-selle que no quería ya estar con su pareja. Pelearon y ella le pedía su ropa y él se la tiró a la calle. Ella la recogió y él le abrió la puerta. Al final, el amor. Eso lo habíamos experimentado nosotros, y muchos en todos los hoteles… y cuando lo oímos nos emocionó a tal forma que nos reíamos imitándolos.

El Marino: Otra vez la zona 5, es un punto, el mejor. Nadie te dice nada. Los policías son cómplices.

El California: Solo una o dos no-ches: si alguien se queda allí se re-nueva.

El Sin Nombre: A este hotel uno mismo le pone el nombre a la sa-lida, yo le puse Gilgal, porque soñé

viados entre los brazos de una bece-rra de fuego. En algunos hay agua caliente, TV plasma, radio para CD, ventilador y toallas blancas, jabón y shampoo. En otros hay que con-formarse con que la toalla esté lim-pia aunque luzca como trapeador. También hay desterrados, familias enteras que suben con sus hijos en brazos, y eso ya no tiene ninguna gracia literaria, sino social.

Ahora vivimos en una casa antigua con rosales. Desde el tercer nivel miramos la cúpula de La Merced y los edificios horribles alrededor del Palacio Nacional. Ya no oigo los gritos y quejidos de placer a cual-quier hora y en cualquier esquina

de todos esos motelitos.

Lo malo es que, quién me iba a decir que mi vecino sería un estu-diante de violonchelo del Conser-vatorio Nacional de Música, y me iba a dormir oyendo sus fortuitas composiciones, y me iba a levantar con los nervios destrozados por la resaca a las seis de la mañana.

Ahora que voy pasando de nuevo por el Cerrito del Carmen, exacta-mente por la 2da calle y 12 avenida veo pasar mi vida de antes y fue como un tren en marcha, veo la pa-red de enfrente y leo lo escrito con la precisión del grafiti: “Te quiero un Mundo”. La vida ha hablado.

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Página 8 / guatemala, 15 De julio De 2016

Previo al lanzamiento de su primer disco como so-lista, Gabriel Fuentes se presenta por segunda vez en el escenario de Proyec-to Poporopo, como parte de su serie de conciertos: Inner Sessions.Acompañado por Ariel Sax (saxofón), Bobby Ce-ballos (percusión), Alex Cruz (trompeta) y com-partiendo con su invita-do, el cantautor Aimin Et-wal, Gabriel interpretará las canciones de su disco en formato acústico, así como versiones de otros

Gerardo Guinea Diez presenta el poemario con el que obtuvo el Premio Praxis de Poe-

sía 2015 en el marco de FILGUA 2016 el sábado 16 de julio a partir de las 17:30 horas en el Parque

Fotografía de Ronald López

Gabriel Fuentes en concierto

Presentación del libro “Poemas irlandeses”

autores, tanto nacionales como internacionales.Deje que la música, los versos y las anécdotas co-

loreen su noche el sábado 16 de julio, en un concier-to único e íntimo. Entra-da libre.

Desde las 21:00 horas en Proyecto Poporopo, 4 ca-lle 7-46 zona 1 ciudad de Guatemala.

de la Industria. Comen-tarios a cargo de Juan Pensamiento y Mónica Navarro.


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