adaptacion argentina de un inventario para medir identidad de rol de género
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articulo sobre la adaptacion del IPPA.TRANSCRIPT
1
Adaptación Argentina de un Inventario para Medir
Identidad de Rol de Género.
Verónica Vega
Universidad de Bs.As., Argentina
2
Abstract
The aim of the work was to adapt to Argentine adolescent population the
Bem Sex-Role Inventory (Bem, 1974). The original version of 60 items was
translated to Spanish, and was self-administered to a large group of 434 students
of both sexes, ages between 13-20 years old, pupils of Public High Schools of
Avellaneda District, Bs. As. Argentina.
Scores were obtained for that population and each subject was classified
according to methods that Bem proposes (medium method and hybrid one).
Results showed that near 40% of the adolescents of the total sample,
identified themselves with stereotypes for their own gender. To the argentine boys
it turns out easier to integrate of their feminine modalities, than to the girls to
consider like their own certain masculine behaviors.
When comparing the results with those that have been obtained by Bem in
the U.S.A., results corroborated transculturals studies that affirm that
Latin-American countries privilege stereotypically feminine patterns behaviors,
which indicates a better interpersonal harmony, greater caring for the other and
communal relationships privileged over individual profits.
Key words: gender- adolescence- androgyny.
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Resumen
El propósito del presente trabajo fue adaptar a población adolescente
argentina el Cuestionario Bem Sex Role Inventory (Bem, 1974). Se tradujo la
versión original de 60 ítemes y se la aplicó en forma auto-administrada y grupal a
n=434 adolescentes de ambos sexos de 13 a 20 años de edad, alumnos de
Escuelas Públicas y mixtas del Distrito Avellaneda, Bs. As., Argentina.
Se obtuvieron los baremos pertinentes a la población y se clasificó cada
sujeto según los dos métodos que propone Bem (método de la mediana e híbrido).
Los resultados indican que alrededor del 40% de los adolescentes de la
muestra total, se identifica con los estereotipos sociales para su propio género. A
los varones argentinos les resulta significativamente más sencillo integrar
aspectos femeninos, que a las mujeres considerar como propios ciertos aspectos
masculinos.
Al comparar los resultados con los obtenidos por la autora en EEUU, se
corroboran estudios transculturales que afirman que los países latinoamericanos
privilegian comportamientos ligados a patrones estereotipadamente femeninos, lo
cual indica una mayor armonía interpersonal, mayor cuidado por el más débil y
donde las relaciones comunales son privilegiadas por sobre los logros individuales.
Palabras clave: género - adolescencia- androginia.
1.
4
Introducción:
Cada sociedad considera que ciertos atributos son estereotipadamente
femeninos o masculinos, expresando de esta manera una ideología sobre los roles
de cada género.
Existen comportamientos propios de cada género a través de los cuales
hombres y mujeres se diferencian. Person y Ovesey (1983) llamaron a estas
características del comportamiento ¨identidad de rol genérico¨.
La identidad genérica es un fenómeno complejo que se inicia en la primera
infancia y se consolida al final de la adolescencia. En ella intervienen una amplia
gama de variables, como las características psicológicas individuales, la estructura
anatómica y fisiológica del individuo, las pautas educacionales y culturales, y los
discursos sociales imperantes del grupo en el que se desarrolla el sujeto.
Mientras el sexo se refiere a la capacidad funcional anatómica del individuo,
el género la trasciende, abarcando todos los aspectos psicológicos, sociales y
culturales de la feminidad y la masculinidad. Mediante un proceso de simbolización
se construyen atribuciones según las cuales ciertas actitudes se consideran
femeninas o masculinas en una sociedad. Así, el género incluye un sinnúmero de
procesos vinculados a valores, prescripciones, mandatos y a la socialización
diferencial de varones y mujeres. El género se relaciona entonces con la historia
socio-cultural, familiar y con los deseos parentales inconscientemente depositados
en el niño.
Los autores que han trabajado el concepto de género (Money y Hampson,
1956, Money y Ehrhardt, 1972, 1982; Person y Ovesey, 1983; Stoller, 1975, 1985)
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entienden que la sexualidad biológica se halla sometida a las fuerzas de las
fantasías inconscientes de los padres para con sus hijos. En este sentido y tal
como lo expusieron Braunschweig y Fain (1971), las primeras experiencias del
bebé con su madre ejercen su influencia en la denominada identidad genérica del
bebé.
En la década del 50 el neonatólogo norteamericano John Money descubrió
que, si a un niño que había nacido con problemas genéticos (hermafrodita) se le
adjudicaba el sexo incorrecto, una vez pasado cierto tiempo, la familia y -en
ocasiones el mismo niño- no deseaban la reasignación del sexo correcto. Al
constatar reiteradamente, que se renegaba de la evidencia médica y se seguía
manteniendo la creencia inicial en el sexo asignado, Money consideró que no era
posible seguir sosteniendo que la identidad del yo del sentimiento de ser niña o
varón, se basara en la anatomía sexual sino que, por lo contrario, se trataba de un
referente de carácter simbólico. Entonces, en la construcción del sentimiento del
ser, tenía mayor poder la creencia sostenida por los padres y el entorno familiar
que la realidad del cuerpo biológico (Money y Hampson 1956).
Money y Hampson (1956) adoptaron la nominación gramatical de género
para definir la identidad sexual, de donde surge el concepto de identidad de
género. Los autores sostienen que existe un sistema de relaciones entre padres y
familiares cercanos a los bebés durante la primera infancia, a partir de las cuales
el sentimiento íntimo de ser varón o nena se instituye en el psiquismo con
anterioridad a la investigación de la diferencia sexual anatómica.
Para Money y Ehrhardt (1982, p. 30) ¨los padres pueden aguardar nueve
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meses para saber el sexo de su criatura. Pero desde el momento en que se
prende la luz rosa o azul, se inicia un movimiento de construcción de la identidad
de ese cuerpo a través del lenguaje, actitudes, expectativas, deseos y fantasías
que será transmitido de persona a persona para abarcar todo el contexto humano
con el que el individuo se encuentra día tras día, desde el nacimiento hasta la
muerte¨.
Por su parte, Stoller (1975) introduce el concepto de identidad genérica
nuclear para referirse a la sensación que tiene un individuo de ser varón o mujer.
Esta identidad es adquirida en los primeros dieciocho meses de vida (Stoller la
denomina ¨representación primordial¨) y luego se va ampliando durante los
primeros cuatro años del niño/a hasta alcanzar la convicción de pertenecer a uno
u otro grupo. Estas características no están determinadas por la biología sino por
los atributos que la sociedad considera femeninos o masculinos y que los padres o
cuidadores del bebé-niño le adjudican inconscientemente.
Retomando lo planteado por Stoller, Benjamin (1995) afirma que en los
primeros tres años, los niños y niñas se identifican de manera cruzada con ambos
progenitores y que de allí surge la idea de sí mismo como identidad no ambigua,
aunque aún sin saber a qué sexo pertenece. Benjamin (1995) sostiene que la idea
de saber acerca del propio género se adquiere sobre los dos años de vida.
La masculinidad y la feminidad han sido tradicionalmente conceptualizadas
como extremos opuestos de una dimensión bipolar que posibilita ubicar a un
individuo en un lado u otro de la clasificación dicotómica (Bem, 1981). Es decir,
que para esta concepción los sujetos son masculinos o femeninos en mayor o
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menor grado, pero nunca ambas cosas a la vez.
Partiendo del concepto de género como una variable en construcción
relacionada con el medio social y cultural, Bem crea en el año 1974 el Bem Sex
Role Inventory (BSRI) con el objeto de indagar empíricamente la identidad de
género, particularmente la androginidad psicológica.
Bem desarrolla el concepto de androginidad psicológica definida como la
integración intrasubjetiva de aspectos femeninos y masculinos. El individuo
andrógino no es visto como un híbrido psicológico que se ubica en la mitad del
camino entre la masculinidad y la feminidad extremas, se trata más bien de aquel
que posee cualidades masculinas y femeninas bien definidas y que las utiliza
como recursos psíquicos.
Este concepto implica no solo la idea de que la sociedad, la familia y los
padres configuran la identidad de género de un sujeto, sino también que la
flexibilidad en la transmisión permite integrar aspectos femeninos y masculinos sin
afectar el sentimiento de la propia identidad de rol de género. Para ejemplificarlo,
Bem afirma que una persona puede ser compasiva y asertiva al mismo tiempo,
expresiva y práctica, según las situaciones y más aún podrían combinarse ambas
modalidades en un mismo acto: ¨la habilidad para despedir un empleado si las
circunstancias lo requieren, pero con sensibilidad por los sentimientos humanos
que inevitablemente produce tal acción ¨ (Bem, 1981 p. 4).
Esta autora (Bem, 1981) fundamenta la necesidad de un nuevo constructo
para medir género en que hasta ese momento la mayor parte de los cuestionarios
que indagaban identidad de género lo hacían bajo la concepción de una dimensión
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bipolar: femenino / masculino. Bem (1981) afirma que es necesario construir un
nuevo cuestionario que incluya los aspectos menos rígidos y más saludables de
una persona ligados a la integración de aspectos del otro género. Diseña entonces
el BSRI (Bem Sex Role Inventory) para investigar empíricamente el concepto de
androginidad psicológica. Este instrumento mide el grado de identificación de un
sujeto respecto de las pautas culturales para cada género, reflejado en rasgos de
personalidad.
Al igual que Bem, Scott (1986) propone una dimensión de género que no
esté basada en un sistema de antagonismos (masculino-femenino) sino en dos
partes interrelacionadas, aunque distintas. Scott enuncia cuatro elementos en la
conformación del género: 1) los símbolos y mitos culturalmente disponibles que
evocan representaciones múltiples, 2) los conceptos normativos que se expresan
en doctrinas religiosas, educativas, científicas, legales y políticas que afirman el
significado del varón y de la mujer, de los masculino y lo femenino para una
sociedad, 3) las instituciones y organizaciones sociales de las relaciones de
género: sistema de parentesco, familia, mercado de trabajo según el sexo y 4) la
identidad. La idea de Scott, así como la de Bem, permite plantear al género en
términos de las relaciones sociales entre los sexos y por lo tanto implica que no
existe un mundo para las mujeres aparte del de los hombres y que la masculinidad
y la feminidad bien pueden ser pensados como aspectos psicológicos que se
integran en la mente de todo ser humano.
Los Objetivos del siguiente trabajo son:
1. Adaptar el Cuestionario Bem Sex Role Inventory (BSRI) de Sandra Bem (1974)
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para adolescentes argentinos.
2. Obtener valores en la población adolescente argentina.
2. Metodología:
Muestra: Durante el mes de septiembre del año 2003, se concurrió a dos
Escuelas Públicas de Educación General Básica y Ciclo Polimodal del Distrito
Avellaneda, Pcia. de Bs. As. y se aplicó la traducción del BSRI de 60 ítemes en
forma auto-administrada y grupal a todos los alumnos presentes que contaban con
el consentimiento informado firmado por sus padres y que tenían entre 13 y 20
años de edad.
Así se obtuvo una muestra de n=434 adolescentes (7 sujetos por cada ítem) de
ambos sexos (61,5% mujeres y 38,5% varones) con una media de edad de 15,92,
y un desvío típico de: 1,433.
Material: Presentación del Instrumento BSRI: Para seleccionar los
adjetivos femeninos y masculinos a incluir en el instrumento, Bem compiló
inicialmente un listado de 200 características de personalidad que podrían ser
útiles para evaluar la variable género. La autora utilizó el método de jueces para
conformar la escala definitiva.
Se les pidió a los jueces (n=100 graduados de la Universidad de Stanford
en 1972 50% hombres y 50% mujeres) que respondieran en una escala de 7
puntos sobre cada característica de personalidad. La consigna que recibieron los
jueces no apuntó a evaluar si determinada característica realmente representaba a
las mujeres u hombres de la sociedad norteamericana; sino si era deseable que
apareciera en las mujeres o en los hombres de la sociedad norteamericana. Los
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jueces debieron valorar los adjetivos de 1 a 7, siendo 1 cuando la característica
¨no era deseable¨ y 7 cuando era ¨extremadamente deseable¨.
Finalmente, de los 200 ítemes iniciales Bem seleccionó 60. Del total de 60
adjetivos listados, 20 corresponden a estereotipos culturales de rasgos femeninos
(por ejemplo: afectuoso, sensible a las necesidades de los demás, tierno, que ama
a los niños), 20 corresponden a estereotipos masculinos (por ejemplo: ambicioso,
independiente, enérgico, asertivo) y los 20 restantes son neutros (por ejemplo:
feliz, malhumorado, confiable, celoso).
De esta manera se construyó el Bem Sex Role Inventory (BSRI), un
cuestionario autodescriptivo que presenta en su versión original una lista de 60
adjetivos y en su versión corta 30. En el BSRI el sujeto debe responder en una
escala Likert de 7 puntos el grado de identificación de sí mismo con cada una de
las 60 características. La escala va desde el 1= nunca o casi nunca al 7= siempre
o casi siempre y se encuentra escrita sobre cada categoría de la escala.
Bem sostiene que el instrumento debe ser autoadministrado y que puede
ser completado en forma grupal. A pesar de las numerosas estadísticas a favor de
la versión corta del instrumento, Bem sugiere trabajar con la versión más extensa.
En función de las respuestas, cada sujeto obtiene dos puntajes
independientes: uno en la escala de masculinidad y otro en la escala de feminidad.
Luego se halla la tipología de género correspondiente a tal sujeto: femenino,
masculino, indiferenciado o andrógino.
Procedimientos: Se tradujo la versión original por el método de retrotraducción
(inglés-castellano-inglés) hasta lograr una coincidencia del 80% entre ambas
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versiones.
El cuestionario tiene como único encabezamiento ¨Bem Inventory¨ para reducir la
posibilidad de respuestas influidas por el conocimiento o deducción del propósito
de las escalas. Las preguntas de comprensión que surgieron durante la
administración fueron respondidas de manera neutral, en un lenguaje coloquial y
en voz alta.
El número de sujetos de la muestra surgió del total de alumnos presentes al
momento de la evaluación en las escuelas que nos permitieron realizar el estudio.
3. Evaluación y Clasificación del BSRI:
De acuerdo con Bem (1974) existen dos métodos para clasificar los sujetos:
el método de la mediana y el método híbrido. Ambos clasifican al sujeto en alguna
de las 4 clases posibles: femenino, masculino, indiferenciado o andrógino.
La categoría femenino refleja a individuos cuyas actitudes y
comportamientos se ajustan a las definiciones culturales estereotipadas para tal
género. Un individuo resulta clasificado en dicha categoría si el valor bruto
obtenido en la escala feminidad (representada por la letra ¨a¨) supera a la mediana
para su sexo y grupo de edad (adolescentes, adultos, gerontes) y al mismo
tiempo, el de la escala masculinidad (representada por la letra ¨b¨) es inferior o
igual a la mediana para su sexo y grupo de edad.
Para que un sujeto sea categorizado como masculino debe suceder lo
inverso a lo anterior, debiendo ser su valor bruto en la escala de masculinidad (¨b¨)
mayor a la mediana para su sexo y grupo de edad y el obtenido en la escala de
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feminidad (¨a¨) menor o igual a la mediana.
La tercera categoría, es decir la de sujetos andróginos se refiere a
individuos que poseen rasgos de ambos géneros más allá de las pautas
culturales, sin por ello sentirse cuestionados en su identidad de género. Se trata
de sujetos más plásticos y flexibles que los anteriores. Los individuos que tienen la
capacidad de comportarse de manera andrógina tienden a ser psicológicamente
más saludables, pueden seleccionar el comportamiento más acorde a los
requerimientos de cada situación y desarrollan un mejor autoconcepto, autoestima
y autoeficacia. La androginidad es un buen indicador de ajuste social en la adultez.
Un sujeto es clasificado de andrógino cuando el valor bruto obtenido en ambas
escalas (feminidad y masculinidad) es superior a la mediana para su sexo y grupo
de edad.
Finalmente, los sujetos clasificados en la cuarta categoría o indiferenciados
reflejan débiles identificaciones con las características de ambos géneros y son
aquellos que han obtenido valores brutos inferiores a la mediana en cada escala.
Los dos métodos propuestos por la autora (el de la mediana y el híbrido)
reservan el término ¨andrógino¨ para aquellos individuos que han obtenido un valor
alto en las dos escalas: feminidad y masculinidad e indiferenciado para el sujeto
que ha obtenido valores bajos en ambas escalas. Pero un aspecto los distingue,
mientras el método híbrido considera la propia diferencia entre los valores
obtenidos en la escala feminidad y masculinidad como una de las bases de la
clasificación, el método de la mediana no lo hace. A continuación se explican los
procedimientos para la clasificación según cada método.
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El Método de la Mediana:
Este método consta de tres pasos: El primer paso consiste en obtener el
valor bruto (v.b.) en la escala Feminidad (¨a¨) y en la de Masculinidad (¨b¨), para lo
cual se realiza un promedio de los valores adjudicados a los adjetivos femeninos
por un lado y masculinos por el otro. Se suman todos los valores asignados a los
atributos de cada escala y se dividen por la cantidad de atributos de la escala (n=
20). En caso de que el sujeto no asignara un valor a algún ítem, se deberá restar
la cantidad de ítemes sin responder.
A modo de ejemplo: El promedio obtenido en la escala Feminidad
(supóngase: 1.20) se ingresa en la casilla ¨a¨ del v.b. (valor bruto) y el de
Masculinidad (supóngase: 1.70) se ingresa en la casilla ¨b¨ del v.b. Estas casillas
se encuentran en la hoja de respuestas del cuestionario.
a b Clase
v.b. 1.20 1.70
V.E.
Si se utiliza este método la autora recomienda que el investigador obtenga
sus propias medianas a menos que la muestra sea muy pequeña, en cuyo caso
aconseja utilizar el baremo de la Universidad de Stanford que figura en la versión
de 1978 del Manual (Bem, 1981).
Por lo tanto, el segundo paso consiste en obtener las medianas de la
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muestra para cada escala (feminidad y masculinidad). Las medianas pueden ser
obtenidas en una muestra de sexos combinados (tal como las que presenta Bem
en la muestra de Stanford, 1978) o bien discriminando el sexo en cada escala.
En la tabla 1, se consignan las medianas de sexos combinados
obtenidas en la muestra argentina del siguiente estudio (n=434 adolescentes
ambos sexos) y también se consignan las medianas de sexos combinados
obtenidas por Bem en 1978. En ambos casos la versión del instrumento utilizada
fue la de 60 ítemes.
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Tabla 1. Medianas de sexos combinados para la versión de 60 ítems
S. Bem (n=816) Argentina (n=434)
Femineidad v.b.: 4.90 4.85
Masculinidad v.b.: 4.95 4.55
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En la tabla 2, figuran las medianas de la población argentina, en las
escalas femineidad y masculinidad, discriminando el sexo del sujeto. Estos
valores no pudieron compararse con la población original ya que Bem utilizó
medianas de sexos combinados.
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Tabla 2. Estadística Descriptiva en cada escala y cada sexo.
Media, Mediana y Desviación Estandard de los Valores Brutos para Femineidad y
Masculinidad. Diferencia de medias entre hombres y mujeres
Ambos sexos
(a)
Mujeres
(n = 269)
Hombres
(n = 165)
t
Femineidad
Media 4.78 5.02 4.53 6.06*
Mediana 4.85 5.15 4.63
D.E. .84 .70 .89
Masculinidad
Media 4.52 4.17 4.86 -8.25 (b)*
Mediana 4.55 4.15 5.00
D.E. .92 .85 .85
* p<.001 a. Los estadísticos fueron calculados como si hubiera igual número de hombres y mujeres.
b. Asumiendo varianzas desiguales.
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El tercer y último paso del método de la mediana consiste en comparar la
mediana que se utilice (se deberá elegir también entre la de sexos combinados o
la de sexos discriminados) con el valor bruto del sujeto en cada escala. De esta
forma, para cada escala se debe observar si el valor obtenido por el sujeto es < ó
> a la mediana en la escala Masculinidad y < ó > a la mediana en la escala
Femineidad, de lo cual se desprende la clasificación según el cuadro 1.
Cuadro 1
Valor en Escala de Masculinidad (¨b¨)
Bajo la Mediana Sobre la MedianaValor en
Escala de
Feminidad
(¨a¨)
Bajo la Mediana Indiferenciado
(bajo-bajo)
Masculino
(bajo fem.- alto
masc.)
Sobre la Mediana Femenino
(alto fem.- bajo masc.)
Andrógino
(alto-alto)
Debido a la sencillez del método de la mediana Bem recomienda utilizar este
método siempre que sea posible.
Entonces, resumiendo el método de la mediana consiste en: 1. Obtener el valor
bruto en cada escala 2. Obtener el baremo de la muestra o elegir uno ya
confeccionado afín a la muestra a investigar y 3. Comparar la mediana que se
utilice (sexos combinados o sexos discriminados) con el valor bruto del sujeto en
cada escala, resultando así: femenino- masculino- indiferenciado - andrógino
según el cuadro 1.
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El Método Híbrido:
A diferencia del método anterior donde la referencia era el valor de la
mediana, en este método se considera la diferencia que un mismo sujeto obtiene
entre ambas escalas (feminidad y masculinidad).
El método híbrido tiene cuatro pasos: El primer paso es idéntico al del
método anterior y consiste en obtener los valores brutos en cada escala:
Feminidad (¨a¨) y Masculinidad (¨b¨). El promedio obtenido en la escala Feminidad
se ingresa en la casilla ¨a¨ del v.b. (valor bruto) y el de Masculinidad se ingresa en
la casilla ¨b¨ del v.b. Estas casillas se encuentran en la hoja de respuestas del
cuestionario. Recordemos que el ejemplo era el siguiente:
a b Clase
v.b. 1.20 1.70
V.E.
El segundo paso consiste en convertir los valores brutos (v.b.) en valores
estandarizados (valores t). Para ello el investigador deberá obtener sus propios
valores t o bien consultar una tabla preexistente de valores t realizada con sujetos
similares a los de su muestra. El valor t obtenido se ingresa en la grilla debajo de
los valores brutos para cada escala.
A modo de ejemplo, se transcriben los dos valores t (valores estandarizados
V.E.) correspondientes a los valores brutos ejemplificados en el paso anterior. Los
valores t que se consignan en el ejemplo fueron obtenidos del baremo
20
correspondiente a la muestra de 434 adolescentes argentinos que se presenta en
la tabla 3.
a b Clase
v.b. 1.20 1.70
V.E. 7 19 -12
A continuación se presenta el baremo de valores t obtenido
correspondiente a la muestra de 434 adolescentes argentinos de ambos
sexos (tabla 3).
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Tabla 3. Valores t para femineidad y masculinidad N = 434.
Femineidad (a)
Valor T
Valor Bruto Masculinidad (b)
Valor T
Femineidad (a)
Valor T
Valor Bruto Masculinidad (b)
Valor T
5 1.00 12 23 2.50 28
6 1.05 12 23 2.55 29
6 1.10 13 24 2.60 29
7 1.15 13 25 2.65 30
7 1.20 14 25 2.70 30
8 1.25 14 26 2.75 31
9 1.30 15 26 2.80 31
9 1.35 16 27 2.85 32
10 1.40 16 28 2.90 32
10 1.45 17 28 2.95 33
11 1.50 17 29 3.00 33
12 1.55 18 29 3.05 34
12 1.60 18 30 3.10 35
13 1.65 19 31 3.15 35
13 1.70 19 31 3.20 36
14 1.75 20 32 3.25 36
15 1.80 20 32 3.30 37
15 1.85 21 33 3.35 37
16 1.90 22 34 3.40 38
16 1.95 22 34 3.45 38
17 2.00 23 35 3.50 39
17 2.05 23 35 3.55 39
18 2.10 24 36 3.60 40
19 2.15 24 37 3.65 41
19 2.20 25 37 3.70 41
20 2.25 25 38 3.75 42
20 2.30 26 38 3.80 42
21 2.35 26 39 3.85 43
22
22 2.40 27 40 3.90 43
22 2.45 27 40 3.95 44
Tabla 3 (continuación)
Valores T para femineidad y masculinidad N = 434 (ambos sexos)
Femineidad (a)
Valor T
Valor Bruto Masculinidad (b)
Valor T
Femineidad (a)
Valor T
Valor Bruto Masculinidad (b)
Valor T
41 4.00 44 57 5.35 59
41 4.05 45 57 5.40 60
42 4.10 45 58 5.45 60
42 4.15 46 59 5.50 61
43 4.20 47 59 5.55 61
44 4.25 47 60 5.60 62
44 4.30 48 60 5.65 62
45 4.35 48 61 5.70 63
45 4.40 49 62 5.75 63
46 4.45 49 62 5.80 64
47 4.50 50 63 5.85 64
47 4.55 50 63 5.90 65
48 4.60 51 64 5.95 66
48 4.65 51 65 6.00 66
49 4.70 52 70 6.45 71
50 4.75 53 70 6.50 72
50 4.80 53 71 6.55 72
51 4.85 54 72 6.60 73
51 4.90 54 72 6.65 73
52 4.95 55 73 6.70 74
53 5.00 55 73 6.75 74
53 5.05 56 74 6.80 75
54 5.10 56 75 6.85 75
54 5.15 57 75 6.90 76
23
55 5.20 57 76 6.95 76
56 5.25 58 76 7.00 77
56 5.30 58
El tercer paso hacia la clasificación es obtener el valor de la Diferencia entre
Feminidad y Masculinidad, restándole entonces al valor ¨a¨ del V.E., el valor ¨b¨
del V.E (a-b de los valores estandarizados). En el ejemplo anterior es 7 -19= -12.
El puntaje de la Diferencia F-M ó a-b es una diferencia entre dos valores t -
estandarizados (Media= 50; D.E.= 10). Por lo tanto, un valor ± 10 representa una
diferencia entre feminidad y masculinidad aproximadamente equivalente al valor
de una desviación estándar. En esta operación es fundamental conservar el signo
(+) positivo o (-) negativo según corresponda, ya que los valores altos en alguna
de las dos direcciones (números positivos ó negativos) indican cierta tendencia a
identificarse fuertemente con rasgos femeninos o masculinos respectivamente.
Los números positivos corresponden a una tendencia femenina, mientras que los
números negativos se acercan más a la masculinidad. Bem sugiere como valor de
corte ± 10 para demarcar los tres grupos. Es decir que, desde los números
negativos hasta el 0 el sujeto es clasificado de masculino, de 0 a 10 es
potencialmente andrógino y más de 10 es clasificado de femenino.
Adviértase que hasta ahora no se discrimina a los sujetos andróginos o
indiferenciados, englobando a ambos en la categoría denominada ¨potencialmente
andrógino¨. Los sujetos que hayan sido clasificados como ¨potencialmente
andróginos¨, es decir aquellos que obtuvieron un valor de 0 a + 10, deberán ser
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re-clasificados en el cuarto paso.
El cuarto paso consiste en clasificar a los sujetos que resultaron
¨potencialmente andróginos¨ en andróginos o indiferenciados sobre la base de la
mediana. Aquéllos que hayan obtenido valores por sobre la mediana en ambas
escalas serán andróginos y aquéllos que hayan obtenido valores brutos por debajo
de la mediana real en ambas escalas serán indiferenciados. Este grupo también
incluirá a algunos sujetos que presenten pequeñas diferencias entre ambas
escalas. Finalmente, Bem (1981) afirma que a diferencia del método de la
mediana, el método híbrido clasifica menor cantidad de sujetos como andróginos y
más como indiferenciados.
4. Resultados:
Se analizó la muestra de 434 adolescentes argentinos con ambos métodos
y se obtuvieron los siguientes resultados:
Resultados obtenidos con el Método de la Mediana.
En la siguiente tabla se expone la distribución de la población argentina
-discriminando los sexos- en las cuatro categorías del BSRI mediante el método
de la mediana (tabla 4).
25
Tabla 4. Muestra argentina (n=434 adolescentes ambos sexos)
Femenino Masculino Andrógino Indiferenciado
Método de Mujeres 42.0% 12.3% 19.7% 26.0%
la Mediana Varones 9.1% 37.0% 28.5% 25.5%
26
Si tomamos únicamente a la población femenina que integra la muestra, los
resultados obtenidos con el método de la mediana arrojan que las mujeres de la
muestra argentina se concentraron en mayor medida en la clase femenina (42%),
seguida por la clase indiferenciada (26%), la neutra (19,7%) y finalmente la
masculina (12,3%) (ver tabla 4, fila mujeres y tabla 5).
Mediante el mismo método, Bem halló en la muestra con estudiantes
universitarias de Stanford que el 39% de las mujeres eran clasificadas como
femeninas, un 12% de ellas eran masculinas, un 30% neutras y un 18%
indiferenciadas (ver tabla 5).
27
Tabla 5.
Comparación de porcentajes hallados en población femenina en EEUU y
Argentina con el método de la mediana.
Femenino Masculino Indiferenciado Andrógino
Argentina 42 % 12,3 % 26 % 19,7 %
EE.UU. 39 % 12 % 18 % 30 %
28
Si analizamos únicamente a la población masculina que integra la muestra
argentina, la mayor concentración de los varones se dio en la clase masculina
(37%), seguidos por la clase neutra (28,5%), luego por la indiferenciada (25,5%) y
finalmente la femenina (9,1%) (ver tabla 4, fila varones y tabla 6). Por su parte,
Bem informó que un 42% de los varones de su muestra eran masculinos, un 20%
eran andróginos, un 27% eran indiferenciados y un 12 % de los hombres eran
clasificados como femeninos. (Tabla 6).
29
Tabla 6.
Comparación de porcentajes hallados en población masculina en EEUU y
Argentina con el método de la mediana.
Femenino Masculino Indiferenciado Andrógino
Argentina 9,1 % 37 % 25,5 % 28,5 %
EE.UU. 12 % 42 % 27 % 20 %
30
Resultados obtenidos mediante el Método Híbrido:
A continuación se presenta la distribución de la población argentina según
el método híbrido (tabla 7).
31
Tabla 7. Muestra argentina (n=434 adolescentes ambos sexos)
Femenino Masculino Andrógino Indiferenciado
Método Mujeres 39.8% 10.0% 16.4% 33.8%
Híbrido Varones 4.2% 31.5% 26.7% 37.6%
32
Si tomamos únicamente a la población femenina que integra la muestra, los
resultados obtenidos con el método híbrido muestran que la mayor concentración
de las mujeres también se ubica en la clase femenina: 39,8%, luego le sigue un
33.8% de indiferenciadas, un 16.4% de andróginas y un 10% clasificadas de
masculinas (tabla 7). Con este método, Bem halló en la muestra de estudiantes
universitarias idéntica secuencia a la argentina.
Respecto de los varones, los resultados del método híbrido arrojan que la
mayor concentración se ubica en la clase indiferenciados (37.6%), luego sigue la
clase masculina (31,5%), en tercer lugar los clasificados como andróginos (26.4%)
y finalmente los femeninos (4.2%). (Tabla 7). Para los varones, Bem halló que
éstos se concentraban primero en la clase masculino, luego en la de
indiferenciados, en tercer lugar eran andróginos y finalmente femeninos.
Hasta aquí se han presentado la distribución de la población argentina
según cada método de evaluación en la muestra de adolescentes argentinos.
Asimismo se han consignado algunos de los resultados obtenidos por la autora en
EEUU. A continuación se procede a evaluar la confiabilidad y validez de la
adaptación del constructo.
Confiabilidad y Validez:
Las pruebas realizadas para analizar la confiabilidad y validez de la prueba
adaptada fueron efectuadas sobre la muestra de n=434 adolescentes de ambos
sexos.
33
Con los datos obtenidos se analizó la confiabilidad del instrumento
mediante el coeficiente Alpha de Cronbach. Se obtuvo tal coeficiente para las
categorías de femineidad y masculinidad en varones y mujeres. Como muestra la
tabla 8 la consistencia interna resultó satisfactoria.
34
Tabla 8 - Coeficiente Alpha de Cronbach para las escalas
Femineidad y Masculinidad en Mujeres y Hombres
Femineidad Masculinidad
Mujeres Hombres Mujeres Hombres
.7448 .8343 .7856 .7955
35
Asimismo, se analizó la correlación de cada ítem con ambas escalas, para
corroborar que pertenecieran a la escala apropiada. En la tabla 9 se presentan los
coeficientes de correlación de cada ítem que pertenece teóricamente a la escala
femineidad, con ambas escalas. Los ítemes fueron ordenados en forma
decreciente según el coeficiente de correlación. Como se puede observar, a
excepción de los ítemes 50, 53 y 56, los ítemes femeninos presentan mayor
coeficiente de correlación con el valor obtenido en la escala femineidad. Los tres
ítemes mencionados (¨crédulo¨, ¨infantil¨ y ¨que no usa lenguaje vulgar¨)
correlacionaron más con el valor de masculinidad.
36
Tabla 9 - Correlaciones de los 20 ítemes femeninos con el valor total de
femineidad (corregido) y el valor total de masculinidad. N = 401
Coeficiente de correlación r de Pearson
Item Correlación con
femineidad
Correlación con
masculinidad
29 .665 -.035
23 .635 .049
20 .547 .077
2 .489 .069
8 .485 -.013
11 .484 .042
14 .450 .066
17 .443 -.005
26 .414 -.109
32 .403 .091
35 .402 .175
47 .378 -.083
44 .377 .130
41 .303 .171
5 .244 .184
59 .182 -.349
38 .167 -.105
56 .082 .124
50 .060 .111
53 .044 .229
37
En la tabla 10 se observa el mismo procedimiento y orden para con los
ítemes masculinos. Respecto de éstos, se puede observar que los ítemes 19
(¨dispuesto a arriesgarse¨) y 37 (¨analítico¨) no presentaron un coeficiente de
correlación muy distinto en ambas escalas, por lo que se podrían considerar
neutros y no masculinos. Sin embargo, dado que eliminarlos o reemplazarlos
alteraría sustancialmente el instrumento original, se decidió conservarlos en la
escala masculinidad.
38
Tabla 10 - Correlaciones de los 20 ítemes masculinos con el valor total de
masculinidad y el valor total de femineidad. N = 401
Coeficiente de correlación r de Pearson
Item Correlación con
masculinidad
Correlación con
femineidad
58 .587 -.103
22 .564 -.006
16 .547 -.062
52 .508 -.013
55 .426 -.061
25 .423 .105
40 .403 .082
13 .371 .123
10 .360 .052
34 .356 .053
49 .354 -.199
31 .352 .185
43 .336 .131
28 .294 -.173
19 .289 .231
1 .278 .178
7 .255 .165
46 .251 -.124
4 .228 .064
37 .206 .288
39
Siguiendo con este análisis se obtuvieron las diferencias entre mujeres y hombres
en cada uno de los ítemes del cuestionario (Tablas 11 y 12).
40
Tabla 11. Diferencias entre mujeres y hombres en los ítemes de la escala
Femineidad.
Item Mujeres Hombres t p*
Media Desv. Std. Media Desv. Std
59 6.1115 1.27644 1.3252 1.15941 40.020 (a) .000
17 5.2351 1.86852 4.0606 2.15185 5.794 (a) .000
8 5.5130 1.58962 4.6364 1.92573 4.911 (a) .000
26 5.5985 1.85344 4.6424 2.07174 4.855 (a) .000
11 6.1710 1.19097 5.6788 1.43980 3.686 (a) .000
44 6.1082 1.34619 5.6000 1.79702 3.131 (a) .001
29 5.3792 1.61306 4.8727 1.86156 2.992 .002
23 5.5093 1.71171 5.0368 1.93055 2.648 .004
2 5.5874 1.65628 5.1576 1.78391 2.548 .006
14 4.9738 1.67334 4.5976 1.86909 2.110 .018
20 5.3123 1.65693 4.9939 1.90735 1.769 (a) .039
38 4.0335 2.10605 3.8000 2.02785 1.137 .128
35 6.1710 1.25206 6.0303 1.38116 1.092 .138
47 3.7052 1.95809 3.6303 2.04291 .380 .352
32 4.9701 1.68688 5.0184 1.76549 -.283 .388
56 3.6978 1.95120 3.7683 2.00489 -.361 .718
5 5.7955 1.47080 6.0061 1.31361 -1.548 (a) .123
41 4.3954 1.89704 4.6943 1.83157 -1.582 .114
53 3.1152 1.91365 3.5273 2.04093 -2.123 .034
50 3.0151 2.00184 3.51185 2.06185 -2.493 .013
* En aquellos casos en los cuales la media masculina es mayor que la femenina, la
significación se tomó a una cola; cuando la media femenina fue la mayor a dos colas
41
(a) t para varianzas desiguales.
Tabla 12. Diferencias entre mujeres y hombres en los ítemes masculinos.
Item Hombres Mujeres t P *
Media Desv. Std. Media Desv. Std
49 6.4367 1.59790 2.0644 1.56714 27.400 (a) .000
34 5.4364 1.94212 4.0709 2.15474 6.812 (a) .000
52 4.9939 2.18892 3.5428 2.24170 6.592 .000
58 4.1697 2.18817 2.8030 2.01353 6.509 (a) .000
16 4.6788 2.07478 3.5896 2.12251 5.230 .000
55 4.6341 2.05455 3.6691 2.15929 4.594 .000
22 4.0366 1.92781 3.2268 2.11000 4.090 (a) .000
40 4.5333 1.98326 3.7286 2.03072 4.043 .000
31 6.0364 1.61128 5.3606 1.84069 4.015 (a) .000
13 5.6646 1.59861 5.2714 1.69194 2.395 .008
25 5.0244 1.80983 4.7041 1.86542 1.750 .040
46 3.4970 2.12024 3.2097 2.05402 1.395 .082
28 3.1273 1.73263 2.8881 1.82845 1.349 .089
4 5.4909 1.68790 5.3258 1.73059 .972 .166
10 5.7055 1.54333 5.5560 1.64004 .939 .174
7 4.0606 1.71684 3.9665 1.61696 .575 .283
19 5.4242 1.68982 5.4232 1.67149 .006 .498
1 5.6182 1.82954 5.6691 1.74659 -.290 .772
37 4.4878 1.88793 4.7063 1.97163 -1.137 .256
43 4.3354 1.86106 4.6098 1.99697 -1.419 .157
* En aquellos casos en los cuales la media masculina es mayor que la femenina, la
significación se tomó a una cola; cuando la media femenina fue la mayor a dos colas.
(a) t para varianzas desiguales.
42
5. Conclusión y Discusión:
Las auto-concepciones de hombres y mujeres en masculinidad y feminidad
muestran cambios históricos e influencias socioculturales. Un meta-análisis de
estudios realizados con muestras norteamericanas de 1970 a 1995 ha encontrado
un aumento en la escala de masculinidad y pocos cambios temporales en la
escala de feminidad tanto en las mujeres como en los hombres. De hecho, se
registró que dicho aumento fue más fuerte en las mujeres que en los hombres
(Twenge, 1997).
En lo que respecta a las diferencias culturales, los resultados no presentan un
modelo unánime. Algunos estudios indican que en las culturas asiático
tradicionales y en las africanas las diferencias de género podrían ser más bajas
que en las culturas occidentales (Fiske, Markus, Kitayama y Nisbett, 1998; Okeke,
Draguns, Sheku y Allen, 1999). Otros estudios sugieren la existencia de una
feminidad más alta en los países y muestras colectivistas, como asiáticos o
latinoamericanos (Damji y Lee, 1995; Hofstede, 2001).
Los estudios transculturales han proporcionado apoyo mixto acerca de la
validez del BSRI como indicador de masculinidad y feminidad en una gama amplia
de culturas. Algunos estudios que investigan su fiabilidad confirman que la escala
tiene una consistencia interna alta con participantes de EE.UU., China, India,
Malasia y asiáticos-musulmanes (Damji y Lee, 1995). También se han encontrado
índices de fiabilidad satisfactorios en las versiones del BSRI en japonés, alemán,
árabe, italiano (Lenney, 1991), francés, portugués y español (Amancio, 1993;
Lorenzi–Cioldi, 1993; Moya, 1993: citados en Moya, Páez, Glick, Fernández
43
Sedano, y Poeschl, 2001).
Por ello, para estudiar identidad de género en adolescentes argentinos se adaptó
el instrumento BSRI y se lo administró a una muestra de 434 adolescentes de
ambos sexos comprendidos entre los 13 y los 20 años (media de edad: 15,92 y
desvío típico: 1,433).
Los resultados obtenidos indicaron que alrededor del 40% de los
adolescentes de la muestra, se identificó con los estereotipos sociales para su
propio género. De ello se infiere que los adolescentes se identificaron más con lo
que socialmente se espera de ellos, que con la posibilidad de integrar aspectos
socialmente considerados del otro género. Esto concuerda con las teorías que
sostienen que durante la adolescencia la estereotipia sobre el género permite la
construcción paulatina de una identidad, con sus consecuentes identificaciones y
que a ello se debe que los adolescentes se agrupen con pares del mismo sexo.
(Erikson, 1968; Blos, 1971; Quiroga 1997; Ubillos y Navarro, 2004).
Al analizar las dos escalas que componen el BSRI, los valores obtenidos
por las mujeres en la Escala Femineidad fueron superiores a los de los varones
(t=6.06) y los valores de los varones en la escala Masculinidad, fueron superiores
a los obtenidos por las mujeres (t=8.25), lo cual podría considerarse una validación
teórica de la adaptación del constructo.
Concordantemente, el mayor porcentaje de las mujeres de la muestra se
ubicó en la clase femenina y el mayor porcentaje de varones lo hizo en la clase
masculina. Ello podría deberse a la necesidad de asumir roles sociales
estereotipados en su propio género, como resultado de una pauta identificatoria
44
típica de las primeras subfases de la adolescencia tal como se explicó en el
párrafo anterior.
Sin embargo, al indagar la ¨androginia¨ (posibilidad de integrar aspectos del
otro género) existe una diferencia significativa (p = .046) entre los varones y las
mujeres argentinos. A los varones argentinos les resulta más sencillo integrar
aspectos femeninos (andrógino: 28,5%), que a las mujeres considerar como
propios ciertos aspectos masculinos (andrógino: 19,7%).
Esta diferencia podría deberse a una pauta de nuestra cultura, que
considera socialmente negativo que una mujer tenga características ¨masculinas¨,
mientras no sucede lo mismo cuando es el hombre el que presenta características
del otro género. Recordemos que las características femeninas del BSRI se
refieren a cualidades que se relacionan con la expresión de los afectos:
¨afectuoso¨, ¨tierno¨, ¨sensible a las necesidades de los demás¨, ¨comprensivo¨,
etc; mientras que algunas de las características masculinas del BSRI son
¨agresivo¨, ¨enérgico¨, ¨individualista¨, ¨dominante¨ etc. Por lo tanto, se podría
inferir que, en nuestra sociedad, un adolescente varón puede expresar sus afectos
y ser tierno y cariñoso sin que ello implique una renuncia a su masculinidad,
mientras que en las mujeres argentinas el hecho de ser agresivas, dominantes ó
enérgicas las descalifica como ¨femeninas¨, ya que parece ser que socialmente
femineidad se asocia a docilidad y sumisión.
Ahora bien, la observación de que los varones argentinos integran más
fácilmente los aspectos del otro género, que sus pares femeninas, también nos
interesa a los fines de conocer si sucede lo mismo en la muestra masculina
45
norteamericana. Ello permitiría conocer si la diferencia es entre géneros
(masculino/femenino); es decir si se mantiene la misma observación en la muestra
norteamericana o bien si se trata de una diferencia cultural (argentina/EEUU) que
hace que los varones argentinos sean más expresivos que sus pares
norteamericanos.
Al estudiar a la población masculina de ambas muestras, hallamos que las
discrepancias se ubican en las categorías de femenino, masculino y neutro. Los
resultados obtenidos en la muestra argentina con el método de la mediana y con
el método híbrido se reiteran e indican que los adolescentes argentinos se
consideran menos femeninos, menos masculinos y más andróginos que los
norteamericanos (andrógino: 28,5% y 20% respectivamente).
Al mismo tiempo los ítemes ¨crédulo¨, ¨infantil¨ y ¨que no usa lenguaje
vulgar¨, agrupados en la escala de femineidad en el instrumento original; no
correlacionaron con dicha escala, sino con la de masculinidad; lo que podría
indicar que los varones argentinos tienen más incorporados a su personalidad
ciertos aspectos que en la sociedad norteamericana se consideran privativos de
las mujeres.
Todos estos elementos podrían corroborar estudios previos (Zubieta,
Fernández, Vergara, Martínez y Candia, 1998; Fernández, Alvarez, Velasquez y
Ruiz, 2002; Páez y Fernández, 2004) en los cuales se ha afirmado que los países
latinoamericanos privilegian comportamientos ligados a patrones
estereotipadamente femeninos, lo cual indica una mayor pertenencia a una cultura
en la cual la armonía interpersonal, el cuidado por el más débil y las relaciones
46
comunales son privilegiadas por sobre la instrumentalidad y los logros individuales.
En países como Chile, Costa Rica, Holanda y Escandinavia también se han
hallado altos índices de femineidad por lo cual son considerados poco
competitivos y más permisivos (Páez y Fernández, 2004). En estos países los
varones no se sienten presionados a responder machistamente para ser
considerados valiosos.
Así, a pesar de la segregación de género más elevada, los habitantes de
latinoamericanos, valoran más el comportamiento social femenino (tanto en
hombres como en mujeres), mientras que otros estudios sugieren la existencia de
niveles más altos de masculinidad en los países individualistas (Basow, 1986;
Sugihara y Katsurada, 1999).
Esta hipótesis ha sido corroborada en nuestra muestra ya que al estudiar
ambas muestras (argentina y norteamericana) en cuanto a las diferencias de
medias, se advierten diferencias significativas en la escala ¨masculinidad¨, tanto
en hombres como en mujeres; siendo las medias de la muestra argentina más
bajas en masculinidad que las informadas por Bem en la muestra norteamericana.
En este sentido, interpretamos que la mayor plasticidad de los varones
argentinos para integrar sus aspectos femeninos puede ser considerada como la
consecuencia de pertenecer a un país colectivista y más femenino que EEUU.
Si se comparan los resultados en las muestras femeninas argentina y
norteamericana, se puede observar que existe entre ambas poblaciones una
diferencia en las clases neutro e indiferenciado. En la muestra norteamericana es
mayor la cantidad de mujeres andróginas (30%) que en la muestra argentina
47
(19,7%), mientras que en la muestra argentina es mayor la cantidad de mujeres
indiferenciadas (26%) que en la muestra norteamericana (18%). Probablemente, la
diferencia de porcentajes se debe a que la muestra norteamericana incluye a
adolescentes tardías (universitarias), fase en la cual hay una mayor definición de
la identidad sexual y del género, y por lo tanto, existe también una mayor
posibilidad de identificarse con rasgos socialmente considerados del otro género
(androginia).
Por otra parte, recordemos que la categoría de sujetos ¨indiferenciados¨ se
refería a una debilidad en las identificaciones con ambos sexos y que, tal como se
expuso las edades de nuestra muestra (media de edad: 15,92 y desvío típico:
1,433) se caracterizan por identificaciones transitorias, lo cual probablemente hace
que se hayan ubicado en valores bajos de la escala en las 60 características
presentadas.
Finalmente, al comparar los resultados obtenidos con ambos métodos de
clasificación dentro de la muestra argentina, se corrobora lo expuesto por la
autora del cuestionario, en el sentido de que con el método híbrido aumenta la
cantidad de sujetos clasificados de indiferenciados y disminuye la cantidad de
sujetos andróginos. Paralelamente, en nuestra muestra, los sujetos clasificados en
las categorías femenino o masculino aumentan con el método de la mediana.
48
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