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    SALMOSPARA LA VIDA

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    Ignacio Larraaga

    SALMOSPARA LA VIDAS E G U N D A E D I C I N

    Instituto Teolgico de Vida ReligiosaM A D R I D

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    Foto de cubierta: MARA JOS PERLADO

    C E F E P A L - C H I L E , 1979 EDITA: Publicaciones Claret ianasJ ua n A l va r e z M e nd i z ba ] , 65d p d o . , 1.. Telf. (91) 241 88 4428O08 MADRIDISBN: 84-86425-10-7Depsito legal: M. 12.668-1986

    Impr ime: Anzos , S. A. - Fuenlabrada (Madr id)

    N D I C E

    I. LOS SALMOS Y LA VIDA 7El hombre habla deDios 9Un encuentro devida 12La rut ina ysus posibles remedios 17a) Estudio y seleccin personal 20b) Vivificar 21Los anatemas 22Solidaridad 24

    II. DELA DESOLACIN ALAC ONS OL AC IN: La pedagoga divina 27Encierro y liberacin (salmo 31) 34

    III. EN ESPRITU Y VERDAD: Salmo 63 41Hacia el interior 41Sed deDios 47El verdadero santuario 49Vida, banquete y fiesta 51

    IV. LA L IB ER T AD GL O R IOS A: Salmo 27 (26) 57Soledad, miedo, angust ia 59Hijos dela impotencia 63Tu rostro busco, Seor 66

    V. EL T E M P L O DE LACREACIN 69Dios es 69Retorno a la naturaleza 70Asombro y xodo 72

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    Pobreza y adoracin 73Ingenuidad y ternura 75Qu es el hombre! 78VI. VIAJE AL INTERIOR 83Salmo 139 (138) 83Salmo de contemplacin 84Nue stras fuentes estn en ti 86

    A solas 87Paso a paso 88El celo 89Ests conmigo 92VIL LAS MISERICORDIAS DEL SEOR 97Salmo 51 97Complejos de culpabilidad 99Lneas teolgicas, 103Humildad-confianza 103Autocrtica , liberacin y testimon io 107

    VIII. UNA GESTA DE LIBERACIN: Salmo 118 111El misterio de la liberacin 113Una acertada pedagoga 115Las puertas del triunfo 117IX . UN CORAZN SENSATO: Salmos 90 y 39 119Hijos de la eternid ad 122Pura sombra 124Sabidura de coraz n 127Misericordia 131X. TERNURA DIVINA: Salmo 103 135Consolacin en el destierro 135Como la madre 138Misericordia 141

    XI. CUAN DO LAS FUERZAS DECLINAN 147En la ancianidad (salmo 71) 149Aho ra en el ocaso 151En el exilio (salmo 42) 153Montaas y cascadas 154En la persecucin y en la calumnia (salmos 55, 57y 69) 156

    ILos salmos y la vida

    Una de las tareas ms urgentes de las ComunidadesReligiosas, segn me parece, podra expresarse con estapregunta : Qu hacemos , o cmo hacemos pa ra conse guir que la Liturgia de la Horas llegue a ser, para losHermanos y Hermanas , e l alimento diario y normal co mo para sustentar , a l menos con decorosa altura , e l entusiasmo por la vida consagrada? He aqu la pregunta ,la tarea, el desafo.

    Sucede lo siguiente: numerosos y mltiples compromisos reclaman a los Hermanos y Hermanas. Ah estnlos pobres con su penuria y sus dramas. Qu hacer conuna sociedad cuyos valores cr ist ianos se desangran da ada? De tal manera las Comunidades Religiosas vivenagobiadas por urgencias y necesidades ineludibles que,si sus integrantes no se organizan, tanto a nivel personalcomo comunitar io, a f in de reservar tiempos fuertespara orar lo que, por c ier to, exige entusiasmo y tesn, la actividad orante de muchas Comunidades acaba reducindose al rezo de la Liturgia de las Horas,y, cuando ms no siempre, a la celebracin eucars-tica. Quede esto en claro: el Oficio divino es ya, dehecho, la pr incipal actividad orante de muchas Comunidades.

    Por otra par te , en el marco de cualquier dinmica vital, sucede el siguiente fenmeno: las energas espiri-

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    tuales, en la medida en que dejan de ser cultivadas, inician un peligroso repliegue en una verdadera espiral demuerte, hacia la inhibicin y la atrofia. En cuanto sedeja de orar, la fe languidece, se congela la relacin vita! con el Seor aquella aureola que el pueblo distingue en los enviados y la existencia misma, en cuantoproyecto elemental de vida, acaba por perder el sentidoy la a legra . El problema que nos preocupa es, pues, unasunto vita l .

    Se impone, por consiguiente , lo re iteramos, esta pregunta: Qu hacer para conseguir que la Liturgia de lasHoras sea verdaderamente, si no un banquete espir i tual ,al menos la mesa familiar en la que los Hermanos yHermanas encuentren el a l imento para restaurar energas , nutrirse para el combate del espritu o, al menos,para no descender por la pendiente de la decadencia?Ahora bien, no debe olvidarse que la viga maestra, lacolumna vertebral de la Liturgia de las Horas son lossalmos. Vivificando los salmos, estamos vivificando laLiturgia de las Horas. Todo lo que se haga, cualquieriniciativa que se tome en este sentido, es un impulsoenriquecedor para la vida de la Iglesia.Urge, pues, emprender el itinerario que conduce al interior de los salmos, navegar en sus mares, sondear lariqueza de sus abismos, llenarse los ojos de luz, conta

    giarse de vida, y despus salir a la superficie con las manos l lenas de toda su r iqueza y novedad.De ta l manera que, durante e l rezo diar io, las palabras suenen siempre como nuevas, y nunca se agote suriqueza, as se repitan esas palabras millares de veces.De esta manera, el Oficio Divino ser siempre una actividad vivificante para mantener en alto el sentido deuna consagracin, el estmulo apostlico y la gana devivir.

    * * *

    Hay tantos escritos, y tan excelentes, sobre los salmosque uno tiene la impresin de que su estudio hubiera tocado fondo, y de que el tema estuviera ya agotado.Tan slo el pensamiento de que cada persona contempla el mundo y la vida desde una perspectiva nicame infunde algn aliento para, tambin yo, decir algo, y

    depositar un granito de arena en esa inmensa playa.Por otra parte, no intento hacer (ni podra) un estudiosistemtico de los salmos (al respecto, existen en castellano trabajos admirables), sino entregar unas simplesconsideraciones, con aplicaciones a la vida, para estimular a a lgunas personas a orar con los salmos, ayudndolas a encontrar en ellos espritu y vida. Deseara, asimism o, con estas mediaciones, contribuir un poco a vivificar la Liturgia de las Horas de algunas Comunidades.El hombre habla co n Dios

    Se dice: La Biblia, sin los salmos, sera tan slo unlibro sobre Dios. A primera vista, esta afirmacin parece verdadera. Pero no lo es exactamente.Si la oracin es dilogo, un dilogo no necesariamente de palabras, sino de interioridades, la Biblia entera,desde sus primeras pginas, es un dilogo con Dios, noexento de quejas y discusiones.En el amanecer de la Humanidad el hombre se asomaa la Histor ia como un ser entraablemente abier to aDios. Efectivamente, al caer de la tarde, a la hora de labrisa, Dios se paseaba (Gen 2,8) por el jardn, conversando con Adn, como lo hace un hombre con otrohom br e .

    El Gnesis nos deja un apunte grfico, de gran densidad humana :

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    No andaba con Dios (Gen 6,9). Palpita en ese captulo 6 una relacin entre Dios y No grvida de cualquier cosa parecida a ternura, en que Dios le comunicaconfidencialmente sus planes, iniciando el dilogo conun he decidido, que t iene sabor a secreto de estado,declarando que tiene para con l (No) un plan de predileccin, porque si es verdad que va a acabar con todacarne, sin embargo, contigo establecer una alianza(Gen 6,18), porque t eres el nico justo que he vistoen esta generacin (Gen 7,1) .

    Una inmensa corriente de cario se establece entreDios y Abraham. No es precisamente la re lacin de unamigo con otro amigo. Es mucho ms, y a lgo dist into,algo parecido a la relacin que existe entre un padre quetiene nobles y trascendentales proyectos para su hijopredilecto, a quien asiste, bendice, promete, estimula , prueba y conduce de la mano hasta la meta pref ij a d a .

    De parte de Abraham, la confianza l lega a ta l puntoque discute con Dios, casi de igual a igual, le exige pruebas y seales, y hasta le regatea, junto al encinar deMambr, en uno de los dilogos ms conmovedores dela Biblia (Gen 18,22-23).Es difcil imaginar una relacin tan singular y nicacomo la que se dio entre Moiss y Dios: parecen dos ca-

    maradas, o mejor , dos veteranos combatientes de guerra . Porque guerra fue lo que haban vivido, y una guerra de l iberacin, o mejor , una autntica epopeya, en laque ambos, Moiss y Dios, lucharon codo a codo en uncombate singular : convocaron y organizaron a un pueblo oprimido, lo sacaron a la patria de los libres, que esel desier to, y, caminando sobre las desnudas y ardientesarenas, lo pusieron en marcha hacia un sueo lejano ycasi imposible de una patria soberana.En esta larga epopeya se estableci entre Moiss yDios un trato personal de tal relieve que sus caracters-

    ticas han marcado la vida de la Biblia y de la Iglesia,pe rdurando has ta nues t ros d as .Palpita, en esa relacin, un clima de inmediatez, noexento, a veces de suspenso y vrtigo espiritual. Siempreque Dios quiere hablar con Moiss, lo llama.a la cima dela montaa (Ex 19,3; 19,20; 24,1), de tal manera que haymomentos en que las expresiones subir a la montaa

    y subir a Dios son expresiones sinnimas (Ex 24,12).Moiss es, pues, no slo un hombre religioso adems de un gran l iberador, sino un mstico y un contemplador , de ta l manera que podemos af irmar que, enlos das de Moiss, la experiencia contemplativa alcanzuna de sus cumbres ms altas. La Biblia sintetiza esa acti tud contemplativa de Moiss en esta expresin: Dioshablaba a Moiss cara a cara , como habla un hombrecon su amigo (Ex 33,11).* * *

    La tradicin, esta tradicin de proximidad y tra topersonal entre e l hombre y Dios, contina con Samuel yDavid, dos hombres de Dios, a pesar de las deficienciasde este ltimo. Les toc a los dos, en diferentes coyunturas , establecer y organizar la monarqua , fundar lasinstituciones polticas y religiosas, ordenar y poner enmarcha el culto, levantar el templo; y todo ello siguiendo las instrucciones expresas del Seor, en todo lo cualno dejaron de existir dilogo y discusiones con Dios.

    En uno de los episodios, en la poca de la instauracin del reino y ereccin del templo, David recibi mensajes de Yavh a travs del profeta Natn. Pero, en unmomento determinado, David, dejando a un lado al intermediar io, entr, y se sent ante Yavh para conversar directamente con El. Es sta una expresin extraordinar iamente decidora en la que se comprueba queDavid era capaz de tratar con Dios en espritu y en ver

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    dad, de ponerse en su presencia, para conversar con Elcon un acento tan entraable y reverente que, aun hoyda, nos sentimos conmovidos por esa larga oracin(2 Re 7,18-19) y por esa mezcla de confianza y reverencia.Ese trato con Dios avanza progresiva y resueltamentehacia el interior en la poca de los profetas, los cualesno solamente se constituyen en interlocutores privilegiados de Dios, sino que las circunstancias los obligan atransformarse tambin en pedagogos y reformadores dela vida de oracin del pueblo.Denuncian con frecuencia los ritos vacos, los gestospostizos y las palabras huecas, y empujan al pueblo hacia una religin interior, una religin de fe, justicia y fidelidad.Pareciera que los profetas abrigaran una cierta apren

    sin hacia el culto externo. No hubo tal, sin embargo;fue una oposicin aparente. A ellos les interesaba resaltar el carcter interior y personal de la religin, quedebe aterrizar en la entrega personal y en las obras demisericordia. Y, a partir de los sucesos posteriores, podemos afirmar que los profetas acertaron con esta pedagoga, porque consiguieron colocar en el corazn delpueblo el cimiento de la fe personal, gracias a la cualpudo mantenerse fiel durante las terribles pruebas quese avecinaban.Y fue precisamente durante el destierro, y despus,cuando se coleccionaron, se revisaron y se canonizaronlas frmulas tradicionales de oracin. Fue tambin enesta poca, y algo ms tarde, cuando se llev a cabo larecopilacin del Libro de los Salmos.

    Un encuentro de vidaSon, pues, los salmos la flor y fruto de un largo ro- *manee, mantenido entre Dios y el hombre, un romance

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    cuyos primeros balbuceos se pierden en la alborada delPueblo de Dios.Todo encuentro es el cruce de dos rutas, de dos itinerarios o interioridades. El hombre busca a Dios, y nopuede dejar de buscarlo. En su taller de artesana nodeja de ser el hombre una obra de artesana, all, ensu corazn donde lo concibi y model, Dios dej en lasraces del hombre una impronta de s mismo, el sello desu dedo, su propia imagen, que viene a ser como unapoderosa fuerza de gravedad que lo arrastra, con unaatraccin irresistible, a su Fuente Original. (Esto mehace recordar a los salmones valga la comparacinque nacen en un ro, y despus de recorrer miles de kilmetros por todos los mares del mundo, retornan, no sesabe por qu misterioso mecanismo magntico, al mismo ro donde nacieron.)Tambin Dios busca al hombre, porque tambin Diosse siente atrado por el hom bre, ya que en las profundasaguas humanas Dios ve reflejada su propia figura.Por eso, en el cruce o encuentro de estos dos ros seproduce el gozo tpico de dos naturalezas armn icas quese encuentran, y el choque tpico de dos individuosdiferentes.Es un encuentro vivo, mejor dicho, un encuentro devida, una vida a dos. De pronto, entre los dos surgendesavenencias, incomprensiones, lamentaciones, quejasmutuas, reconciliaciones, al igual que en la convivencianormal de dos personas humanas. No rara vez, en la Biblia, Dios acaba por aburrirse del hombre, y tambin elhombre se cansa de Dios, sobre todo se decepciona, sedesconcierta por sus silencios, tardanzas y ausencias, yel hombre siente la tentacin de dejarlo, e irse tras otrosdioses ms gratificantes.As y todo, a pesar de todos estos avatares, los dosvuelven a amistarse, para seguir juntos, y recorrer, uno

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    al lado del otro, el itinerario de la vida y de la historia.De esta convivencia, en la fe, nace la amistad entre losdos, que en el caso de los hombres de Dios, fue y es insobornable , inquebrantable .* * *

    Cada uno de los salmos ha nacido en circunstanciashistricas concretas, vividas por salmistas diferentes, endiferentes perodos de la historia de Israel. Han sido recopilados, no para evitar que se pierdan, sino para queel pueblo tuviera un instrumento adecuado para re lacionarse con Dios, sobre todo en las grandes solemnidadesdel templo, y ms tarde en el culto de la Sinagoga.La Biblia no es tan slo un archivo que guarda los recuerdos histr icos de las aventuras pasadas. Las gestasde salvacin son recordadas, celebradas en las solemnidades del templo; al celebrarlas las re-viven, las re-actualizan. De esta manera, Israel re-presenta (hace actuales) los antiguos protentos, para que la fe del pueblo seconfirme, y su fidelidad se acreciente da a da.De pronto vemos que el salmista sube al templo parallorar sus enfermedades, y lo hace con palabras tan desgarradas y expresivas que, an hoy, nos conmueven(cf. los salmos 38 y 39). Tus saetas se han clavado enm, tus fur ias me han desgarrado, estoy abatido completamente , ando encorvado y sombro todo el da ; todohombre es un soplo, nada ms que una sombra que pasa.. . Y, despus de una confusa mezcla de diatribas, casimaldiciones , reclamos y actos de contr ic in , a l f inal ,e l sa lmista se entrega con una acti tud realmente conmovedora de sumis in y aban don o: Me ca l lo ya ; noabro ms la boca, porque eres T quien lo ha hecho(Sal 39,10).

    Otras veces, e l sa lmista es acusado injustamente . Anda de tr ibunal en tr ibunal. Mientras tanto, los acusado-14

    res le rodean implacablemente como jaura de lobos. Elsalmista apela al tribunal de Dios, ante el cual defiendeardientemente su inocencia; se siente perdonado y acogido por El, y, en condiciones de alabarlo, y de par tic ipar nuevamente en el culto de la asamblea (cf. salmos 7y 26) .* * *

    Aparecen tambin los emigrantes, los desterrados ylos judos de la Dispersin. Todos ellos regresan alborozados entre e l rumor de las caravanas. Uno de ellos haceuna magnfica descripcin de las peripecias del mar (sinduda viene de algn pas le jano) , de la bravura de losnavegantes, del movimiento de las olas (Sal 107) . Todosjuntos suben a Jerusalen, entre cnticos, ansiosos porllegar pro nto a la Casa del Seor y ofrecerle sacrificiosde accin de gracias.En el gran corte jo de los infor tunios, aparecen los angustiados por la marcha del mundo y sus gobiernos, porel contraste de los orgullosos que nadan en la prosperidad y los humildes que sucumben ante las injustic ias. Elsalmista piadoso es devorado por un sagrado celo cuando comprueba que, junto al austero culto del templo delSeor, se levantan otros templetes dedicados a Baal confestejos de msica, ferias y danzas.Con frecuencia , sube al templo el salmista encorvadobajo el peso de la culpa. Sin embargo, en lugar de torturarse , removiendo en sus her idas con morbosidad maso-quista , s implemente se reconoce culpable , como el pu-blicano, y apela una y otra vez a la miser icordia deDios, pidiendo, como gracia , un corazn puro.

    * * *Pero no todo son desdichas en la vida. El salmistasube tambin con un ramille te de alabanzas y hurras,

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    sea recordando las gestas gloriosas llevadas a cabo porel Seor en favor de su pueblo, sea por haber recibido,a nivel personal, la bendicin del Seor en el rea de lasalud, el prestigio, la prosperidad, etc. Es un coraznlleno de agradecimiento, que, a partir de las actuacionesventurosas y sucesos felices de su vida, se confirma en lafe y se compromete a una fidelidad creciente.Con frecuencia, el salmista no busca nada, ni pedir niagradecer, sino simplemente adorar, y tambin esto esparte de la vida. Adorar es la tarea esencial de un creyente; en la adoracin no se persigue ningn objetivo,por muy elevado que sea. Adorar es una tarea de completa inutilidad; y, por eso mismo, es la pascua suprema, la liberacin absoluta, justamente porque se tratade una actividad absolutamente gratuita , por inti l.Hay ciertos salmos en que la adoracin alcanza tal altura y tal pureza que es difcil imaginar otra cumbre espiritual ms elevada.En resumen, Israel (y la Iglesia) arrastra a la presencia de Dios la vida entera, con sus preocupaciones, esperanzas y desalientos, rebeldas y sumisiones, imprecaciones y alabanzas. Lo importante es que no se produzca ladicotoma entre la vida y la oracin. En este sentido, elsalterio puede ser una magnfica encrucijada en que seden cita y se encuentren Dios y la vida.Hemos llegado al anhelado circuito vital: los salmosarrastran consigo la lucha general de la vida, con sus heridas y trofeos, y es en el templo de la presencia divina doride el combatiente sana las heridas, recibe la consolacin divina y la inspiracin vital para retornar sanoy fuerte a la vida, para la tarea de la liberacin de lospueblos de todas sus opresiones.

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    La rutina y sus posibles remediosConcretamente , qu hacer para que el rezo de lossalmos sea un surtidor inagotable de vida? Qu hacerpara que esas palabras (de los salmos) no se gastencon el uso diario? Qu hacer, en fin, para que la Liturgia de las Horas sea la mesa en la que se nutra y robustezca la amistad de los consagrados con el Seor?El primer enemigo que nos sale al encuentro es la ru tina. Cmo nos las arreglamos para dejarla fuera decombate? Y, en primer lugar, en qu consiste la rutina,cmo nace y cul es su naturaleza?Las cosas que se repiten se gastan; y las cosas gastadas, cansan. Una preciosa meloda que hoy nos estremece de emocin, luego de escucharla quince veces, ya nonos gusta ta nto . Si la escuchamos cincuenta veces, puede

    llegar a causarnos fastidio y molestia. Qu sucedi?Las si tuaciones repetidas pierden novedad.Toda cosa o situacin percibida por primera vez, lucenueva: lo nuevo tiene novedad. En la medida en que serepiten, pierden capacidad de impacto, porque, a l f inal ,la novedad no es otra cosa que el efecto de un impacto.Las cosas repetidas ya no impactan porque perdieron lanovedad. Al perder la novedad se gastan, y a l gastarse ,pierden vida.Y, en este momento, desaparece la capacidad deasom bro, que es la capacidad de percibir cada cosa nueva, e incluso, de captar cada vez como nueva una misma situacin. Al morir la capacidad de asombro, entraen juego la monotona, que es madre e hija de la rutina,la que, a su vez, engendra la apata y la muerte. He aqula espiral de muerte en que podemos ser atrapados en elrezo diario de los salmos.

    * * *17

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    Cmo salir de esta espiral? Cmo vencer a un enemigo tan imperceptible como temible?La solucin que, al instante, nos sale al paso es la va riacin; es e l instinto de neutralizar la monotona con lavariedad. No deja de ser , como veremos, una solucinfalaz.En la lnea de la variacin, yo he visto, a lo largode mis aos, esfuerzos extraordinarios y realizacionesmagnf icas en la vida de las Comunidades. Dijeron: vivif iquemos el Oficio Divino, porque es asunto de vida.Y, con una generosidad admirable , decidieron que cadasemana hubiera un equipo de l i turgia dist into, de ta lmanera que se viviera un programa semanal diferente ,con var iedad de motivaciones, intercalando ref lexionesaqu, lecturas a ll , cambio de posiciones corporales, diversos cantos, momentos de si lencio, ref lexiones espon

    tneas, e tc . No deja de ser admirable este entusiasmo.Pero , qu sucede? Sucede que la variedad lleva en suseno el germen de la muerte . Dicho de otra manera: lavariedad, en cuanto se repite, deja de ser variedad.Y aquella Liturgia de las Horas, a fuerza de tanto variar, acab por convertirse en monotona en la variedad. Y, al cabo de cuatro o cinco meses, tambin allpenetr la rutina.Una cosa es variar, y otra vivificar. La variedad vienede afuera, la vivificacin de adentro. Entre parntesis,no estoy en contra de la var iacin. Todo lo contrar io:cualquier esfuerzo qu e se haga para p resentar programas nuevos es, en cualquier caso, una estimable ayudapara romper la monotona . Lo nico que quiero decir esque la solucin pro fund a y verdadera para la rutina viene por o t ro camino.

    * * *Contra todas las apariencias, podra yo af irmar quela causa radical de la rutina no es la repeticin. Entre

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    dos personas que se aman locamente, la frase te quiero, repetida cinco mil veces, probablemente tenga mscontenido y vida la ltima que la primera vez. Cinco mildas vividos junto a la persona a la que se ama mucho,el ltimo da esa persona despertar ms emocin que elprimero. Dicen los bigrafos que San Francisco de Assrepeta una y otra vez durante toda la noche: Mi Diosy mi Todo. Es probable que, a la a lborada, a l decir lapor ltima vez, esa expresin tuviera para l ms sustancia que la primera.

    La solucin profunda y el secreto verdadero estsiempre dentro del hombre, y la solucin a la rutina,esto es, la novedad, debe surgir desde adentro. Un paisaje incomparable , contemplado por un espectador tr iste , siempre ser un triste paisaje. Para un melanclico,una esplndida pr imavera es como un lnguido otoo.Al f inal , lo que importa es la capacidad de asombro;es esa capacidad la que viste de vida las situaciones reiteradas, y la que pone un nombre nuevo a cada cosa; y,a una misma cosa, percibida mil veces, le pone mil nombres distintos. Es la re-creacin inagotable. El problemaest , pues, dentro.Un salmo, rezado por un corazn vaco, es un salmovaco, por muchas aadiduras y condimentos que se leagreguen. Un salmo, resonando en un corazn henchido

    de Dios, queda cuajado de presencia divina, y cuantoms colmado est el corazn de amistad divina, ms sepoblarn de Dios cada una de sus palabras.Hemos tocado el fondo del mister io: un coraznvaco, he ah la explicacin final de la rutina. Para unmuerto, todo est muerto. Para un corazn vaco, todaslas palabras de los salmos estn vacas. Ahora bien,cmo vivificar el corazn, precisamente con la ayudade los salmos? Aqu propongo dos medios.

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    a) Estudio y seleccin personalCuando d igo estudio no me refiero necesariamente aun abordaje intelectual y tcnico de los salmos. Sera excelente, sin duda, que se hiciera un aprendizaje ordenado y exegtico, pero no siempre es posible. Nos referimos, pues, a otra cosa.Siendo el individuo un misterio nico e irrepetible, sumanera de experimentarse y experimentar las cosas estambin nica e ir repetible . Cincuenta personas oyenuna misma sinfona, y cada una ha vivido distintas impresiones; unas quedan extasiadas; a otras, s implementeles gust; a otras, las dej fras. Cinco especialistas en elarte pictrico van a una pinacoteca; y despus de recorrer las galeras, es increble la divergencia de gustos ycriterios entre ellos, a la hora de evaluar. Se podranmultiplicar los ejemplos. Esta consideracin de la singularidad es aplicable a la universalidad de la experienciah u m a n a .Hay salmos que no nos dicen nada. Otros nos escandalizan. En un mismo salmo encontramos fragmentosinspiradsimos, y otros en que se lanzan anatemas y sereclaman venganzas. Un mismo salmo a uno le dicemucho, y a otro no le dice nada. Tomamos otro salm o , y aqul le evoca un mundo de resonancias, mientras que a ste le deja fro.En un da de re tiro, supongamos, o en cualquier momento fuerte, en tanto sea bastante prolongado, setoma un salmo determinado; se tra ta de vivir lo, vale decir , de hacer reposadamente una verdadera oracin, util izando las palabras del salmo como vehculo y apoyo.Puede suceder que unos versculos, o el salmo entero,despierten profundas resonancias en el alma. En estecaso, se subrayan esas palabras, o se anotan en un cuaderno personal, colocando al margen una palabra quesintetice lo que el salmo evoca: adoracin, confianza, li-

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    beracin, alabanza... Puede suceder, y sucede con frecuencia , que un mismo salmo o una estrofa , un da nonos diga nada, y otro da nos evoque resonanciasinesperadas. Una misma persona puede experimentaruna misma cosa de diferente manera en diferentes mom e n tos .De semejante manera, en otra oportunidad se haceotro estudio con otro salmo. Y as , a l cabo de unosaos, se puede llegar a tener un conocimiento personalde los salmos, de ta l manera que cada cual sepa dndeencontrar e l a l imento adecuado, segn sus estados denimo y las necesidades espirituales diarias.

    b) VivificarEn un momento fuerte se toma un salmo, previamen

    te conocido mediante e l estudio personal, segn lasnecesidades espir i tuales del momento.Se comienza leyndolo despacio. Hay que comenzar ,en primer lugar, por tratar de entender el significado,alcance y aplicacin de las palabras ledas. Despus, hayque dar paso al corazn: se tra ta de decir con toda elalma las expresiones ms evocadoras, asumiendo vitalmente lo que pronuncian los labios, identif icando laatencin con el contenido de las frases.Mientras se repiten lentamente las palabras ms expresivas, el alma se deja contagiar por aquella vivenciaprofunda que sentan los salmistas y los profetas; tra tarde experimentar lo que ellos experimentaran con esasmismas palabras; dejarse arrebatar por la presencia vivade Dios, dejarse envolver por los sentimientos de asomb r o , contr ic in, inter ior idad, adoracin y otros de queestn impregnados esos versculos.Si, en un momento dado, y con un determinado versculo, se llega a percibir una especial visitacin divina,

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    hay que detenerse ah mismo, repetir incansablemente elversculo, sin preocuparse de seguir adelante.* * *

    Con este mtodo se consiguen los siguientes resultados: Se avanza en la oracin y se crece en la amistaddivina. Se vivifica la Palabra de Dios. Se vivifica la Liturgia d e las Horas.No cabe duda de que esos salmos se han saboreado,que han servido de vehculo para llegar y estar conDios, y cuyas riquezas escondidas han sido descubiertas, esos salmos, digo, sonarn de otra manera en el

    Oficio Divino, se convertirn en alimento y vida, y, engeneral, la oracin litrgica se har viva y fecundante.Los anatem as

    Hay cristianos que sienten alergia general por los salmos. Por qu? Porque una y otra vez se encontraronen el camino con obstculos difciles de sortear: esasexpresiones discordantes, imprecaciones y anatemas.No todo es adoracin en los salmos. La violenciamental (por no utilizar la palabra odi) enrojece, concolor de sangre, los caminos humanos. Por eso, muchoscristianos mantienen una actitud de reserva y desconfianza, y una cierta desestima hacia los salmos. Y otrosse ven obligados a realizar gimnasias mentales y dar saltos acrobticos para sortear sentimientos tan desabridosy poco cristianos.Frecuentemente, por no decir continuamente, el salmista se halla inmerso en un entorno hostil, y reacciona

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    casi siempre guiado por un instinto de venganza. Quiererecuperar la salud para tener la oportunidad de tomarsela revancha. Con expresiones apasionadas, pide a Diosque aniquile a los enemigos, que sean entregados a la espada, echados como pasto a las fieras, y sus hijos estrellados co ntra las piedras; y se jacta de odiar a sus adversarios con odio perfecto, etc. Es otro mundo, otramentalidad.

    * # *Como en todo fenmeno humano, tambin aqu hayun a explicacin. Los salmos se escribieron en la infanciade la religin, poca muy imperfecta, demasiado humana. El sentimiento general que rega las relaciones humanas era el instinto de venganza, instinto universalgrabado a fuego en las entraas del hombre, y que sesintetiza as: ojo por ojo y diente por diente. Es la justicia primitiva, por la que la persona que recibi un daoqueda satisfecha al inferir igual dao a quien se lo hizo.Esta ley estaba vigente en los das de los salmos, y as seexplican tantas imprecaciones.Pero un buen da, y en la cumbre de un monte, esasfuerzas salvajes fueron encadenadas a la argolla de lamansedumbre y colocadas a buen recaudo bajo el con

    trol de la paz. En adelante, no slo hay que perdonar alenemigo, sino tambin amarlo, y devolverle bien pormal. Fue la revolucin ms alta de la historia, cuya brjula dio un giro de 180 grados.En cuanto a la prctica, pueden seguirse las siguientesvas. En primer lugar, no hay problema en cuanto a laLiturgia de las Horas, porque as se eliminaron, aunqueno totalmente, los anatemas. En cuanto a la piedad personal, se pueden dejar de lado, en el rezo de los salmos,

    las expresiones estridentes. Puede hacerse tambin unatransposicin simblica, transfiriendo esos sentimientosa ciertos conceptos como el egosmo, el orgullo, el peca-

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    d o . . . que, de toda s form as, no dejan de ser cr iaturas v iv a s , p r e se n t e s e n la v id a .

    Sol idar idadNadie est obligado a echar mano de todos los sal

    m o s , a la hora de nutr ir su piedad personal. Pero otraes la situacin de sacerdotes y religiosos cuando rezan laLiturgia de las Horas, sobre todo cuando lo hacen co-ra lmente .En ese momento, es otro su horizonte . En ese momento, es la Iglesia entera , la Humanidad entera , e lCristo Total el que reza, el que sufre, clama, llora, implora. Se ensanchan, pues, los horizontes hacia una solidaridad universal en que se asumen los gemidos de los

    agonizantes, las rebeldas de los oprimidos, las esperanzas de los emigrantes, los sueos de las madres, la in-certidumbre de los enfermos, en suma, la pasin delm u n d o .De otra manera, cualquiera de nosotros podra protestar, diciendo: si yo no estoy en el mismo estado denimo que el salmista, cmo voy a orar con sus palabras? Este salmo es el de un enfermo que suplica aDios, jpero yo no estoy enfermo! Ese otro es el salmode un corazn angustiado, pero yo no estoy angust i ado! Aqu el salmista estalla en un canto de jbilo,pero yo estoy deprimido! Y as sucesivamente.En nuestro caso, sin embargo, sucede otra cosa.Cuando yo asumo y pronuncio las palabras del salmista, en nombre de la Iglesia, en la Liturgia de las Horas,no lo hago necesariamente para hacerlas mas. Inclusopuedo hacerlo, paradjicamente, para salir de m mism o : dejo de ser yo en mi estado de nimo, para convertirme en la voz de mis hermanos.Al asumir las palabras de todos los salmos, mi cora-

    zn entra en una comunin universal. Ya no es slo mivoz; es la voz del hombre, de todos los hombres, de todos los tiempos, de todos los espacios, voz que sube, incesante y polifnicamente, a Dios.Los salmos nacieron de situaciones concretas; por esoencierran la pasin del mundo: historias de sangre e histor ias de amor, momentos de pnico, expatr iacin, persecucin, experiencias msticas, horror a la muerte, situaciones de miedo. Por eso, el lenguaje de los salmoses un lenguaje apasionado, lenguaje del corazn, casialar idos, l lanto, lamento, a le luyas que parecen hurras.Toda esta carga humana la asumo yo, cualquiera seami estado de nimo, y por mi boca, la Iglesia entera.Durante la Liturgia de las Horas, por mi corazn pasa,peregrinando, la gran marcha de la humanidad doliente .

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    IID e la desolacin a la consolacinLa pedagoga divina

    Al caminar por los senderos de la Biblia nos encontramos frecuentemente con un hecho singular: el puntode partida desde donde se levanta y asciende a Dios elcorazn del hombre, es el nivel cero.Cuando se ha tocado el fondo de la indigencia, y noresta ni un adarme de esperanza humana; cuando elhombre conoce y reconoce su desvalimiento, y no lequeda asidero alguno donde agarrarse, porque todas lasvigas de sustentamiento crujen y ceden, entonces, Diosse levanta, en medio del camino, como la nica columna de seguridad.

    En el desiero de Sina, el pueblo se declar en rebeldacontra Dios y contra su siervo Moiss. Dio rienda sueltaa su decepcin, y entre sollozos y nostalgias, protestabay reclamaba la carne y el pescado, los puerros y las cebollas de Egipto.

    En este momento tambin la nave de Moiss hizoagua por todas partes, y estall, tambin l, en una larga lamentacin contra Dios: Por qu me tratas as?Por qu tengo que cargar yo solo con la pesada cargade todo un pueblo? Por qu no me das una mirada, siquiera fugaz, de benevolencia? Depositaste en mis brazos este pueblo, un pueblo testarudo que yo no engen-

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    dr, y me obligas a l levar lo, como nodriza, hasta lat ierra jurada y prometida. De dnde voy a sacar carnepara dar les de comer? Es un fardo demasiado pesado.Y, si vas a tratarme as, mtame, por favor, si es que hehallado gracia a tus ojos, para que no tenga que sufrir,por ms t iempo, esta desventura (Nm 11,17) .Y Dios, comprensivo, sali a l camino para socorrerla soledad de su siervo con una asistencia especial (Nm11,17) , y para repartir responsabil idades.La tentacin eterna del hombre es la idolatra. Cualquier cr ia tura: xito, fuerza, poder y juven tud, dinero,belleza seducen al hombre, y el hombre se deja seducir,y dobla las rodillas, y adora. Es difcil, por no decir imposible, dedicar la devocin y el tiempo a varios diosessimultneamente. Slo cuando el gusano roe las entraas de los dolos, los sueos huyen y se alejan por lassendas plidas, los muros se vienen abajo piedra a piedra , y e l hombre queda desnudo y desarmado a la intemperie, slo entonces el hombre est en condicionesde adorar; y slo entonces es cuando Dios se levanta como consistencia, firmeza y perennidad.Los pobres, y slo ellos, tienen las puertas abiertas ala sombro y la adorac in .

    * * *Elias haba pasado a cuchillo a los 450 sacerdotes deBaal en el torrente Quisn. Enterada de lo ocurrido, lareina Jezabel (a cuyo servicio estaban los sacerdotes deBaal) envi al profeta un mensajero para decirle: Loque hiciste con mis sacerdotes harn contigo; y que losdioses me degellen si maana, a estas horas, no estsen el mismo lugar que ellos (1 Re 19,2).El gran profeta, a pesar de haber sido forjado a fuegolento, en la penitencia y la contemplacin, en el torrenteQuerit , a l otro lado del Jordn, tuvo miedo; y, para es-

    capar de la espada, se levant y emprendi la fuga endireccin del monte Horeb.Llegado que hubo a Berseba, dej all a su acompaante y se intern, solitario, en las ardientes arenas deldesier to. Y, despus de andar una jornada de camino, e ldesierto y la desolacin se apoderaron de su alma, reducindola a cenizas y agona. Elias solt los remos y seentreg en brazos de la muerte; y, sentndose a la sombra de una raqutica re tama, dijo: Basta ya, mi Seor! Llvame, porque no soy mejor que mis antepasados (1 Re 19,4). Se acost y se durmi, esperando lamuer te .El Seor, que haba permitido que los hechos tejieranuna cerca de zarzas y espinos en torno a Elias, al ver alprofeta llegado hasta el lmite y ya casi asfixiado, sali asu encuentro con una torta cocida sobre piedras calientes y un jarro de agua, y con unas palabras de aliento:Levntate y come, porque un largo camino se abre ante tus ojos (1 Re 19,7).Siempre es as. Cuando las aguas de los remolinos lellegan al cuello al hombre y, ya casi ahogado, levantasus brazos pidiendo auxilio, tambin el Seor extiendelos suyos, que se transforman en un regazo y refugiopara acoger, consolar y estimular al nufrago. Y es eneste momento cuando la grati tud alza su voz para cantar , y e l hombre entra a l banquete de la f iesta .

    * * *El ao undcimo de Sedelas, Jeremas, sin ser consultado, fue consagrado profeta de las naciones (Jer 1,5).El profeta se sinti abrumado bajo el peso de una responsabil idad enteramente desproporcionada para susfuerzas, y reaccion al instante como un nio que protesta y gime: Ay, Seor, no soy ms que un infante, ysolamente s balbucir (Jer 1,6).

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    Al experimentar y confesar su condicin de infante ysu impotencia, el Seor, por contraste, se yergue y consti tuye al profeta como plaza fuer te , columna de hierro,muralla de bronce (Jer 1,18), dndole voz y autor idadsobre las gentes y sobre los reinos para extirpar y destruir, edificar y plantar (Jer 1,10).No hay otro camino: para par tic ipar de la omnipoten

    cia divina hay que comenzar por experimentar la impotenc ia humana .* * *

    En el esplendor de sus das, la muerte, inesperada, sepresent a las puertas de Ezequas. Isaas lleg al palacio real para comunicar al rey: Lleg la hora, arreglatus cosas, que vas a morir (Is 38,1) . Sorprendido dolo-rosamente, y con la garganta agarrotada por la angustia, el rey se convulsion en su lecho, volvi el rostrohacia la pared, y dijo entre sollozos y lgrimas: Seor,mi Dios; repasa, por favor, mis das y recuerda mi historia: he caminado de sol a sol a la luz de tu mirada todos los das de mi vida; la rectitud ha sido mi bculo yla fidelidad mi lmpara, no lo olvides (Is 38,3). Quganas con mi muerte? Los que bajan a la fosa no abrenla boca, ni la muerte sabe cantar. Viva yo tan feliz, yde la noche a la maana acabas conmigo como quien levanta la t ienda de un pastor .Y Ezequas l lor larga y amargamente sobre su lecho.Enternecido el Seor en sus entraas, sinti lstima delpiadoso rey. Y no slo cerr el paso a la muerte, sinotambin a los invasores asirios.

    Y, en ese instante , e l rey enton un inspirado cantode alabanza (Is 38,9-20). Y, a partir de esa experienciade agona y resurreccin, Ezequas fue, a lo largo de susdas, un corazrr agradecido y un gran amigo de Dios.* * *30

    Quizs, el caso ms espectacular, en el sentido en queestamos diciendo, es el del propio pueblo de Israel. Enlos cuatro siglos que siguieron al pequeo imperio David-Salomn, Israel veget en la mesa de la mediocridad, y aun en el altar de la infidelidad. Y esta situacinno presentara vislumbres de solucin mientras Israel noexperimentara un colapso nacional.En el ao 587 los si t iadores de Nabucodonosor lograron quebrar la resistencia de Jerusaln, slidamente fortificada, despus ae haber resistido durante dieciochomeses el asedio de los invadores. Por fin, la ciudad cay , Jerusaln fue saqueada y arrasada, ardi el templo,desapareci el arca de la Alianza. Los conquistadoresapresaron a todos los habitantes de la c iudad y de granparte de Jud, y los condujeron, como un enorme reba o , bajo la vigilancia de los vencedores en una caminatade mil kilmetros, al sol, envueltos en polvo, humillacin y desastre , hasta Babilonia .Aturdidos y confusos en un pr incipio, a la vuelta dealgunos aos, los deportados comenzaron a abrir losojos y tomar conciencia de que nada tenan en estemundo, y ni siquiera esperanzas de tenerlo; que sloe ran un puado de de r ro tados .Y, desde el polvo del abismo, comenz a surgir y levanta r cabeza un pueblo t r ansformado. Conmueven,por su uncin y compuncin, esos tres pr imeros captulos del escriba Baruc. All, al borde de los canales deBabilonia , se escr ibieron muchos salmos, e Isaas Segundo nos regal esos quince captulos (Is 40-55) queson, probab lemen te, los f ragmentos ms sublimes e inspirados de la Biblia. All la religin dej de ser rito, y seinstal definitivamente en el corazn del hombre; y,rompiendo el marco nacional, se abri a la universal idad.Algunas, por no decir gran par te de las transforma-

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    recibirn, por ley de compensacin, y gratuitamente, laplenitud de la dicha.Encierro y liberacin (salmo 31)

    A las personas que tienen dificultad para relajarse, seles aconseja tensarse muscularmente, hasta la mximatesitura, y luego soltarse de golpe.Es el mismo procedimiento que se utiliza en el mtodo psicoanaltico: se hace dolorosamente consciente loque es dolorosamente inconsciente, sea en el rea delmiedo, de la desesperacin, etc.; y cuan do se ha llegadoprecisamente al punto ms lgido y doloroso, ah mismo se inicia la curva descendente de la liberacin.

    Lo mismo sucede en el salmo 31. Percibimos en elalma del salmista un gran movimiento, con diferentestemperaturas y niveles. Comienza el salmista con uncierto grado de ansiedad (vv. 2-5), pero pronto pasa ala confianza-seguridad (vv. 6-9). Retorna a una desesperacin mucho ms profunda, casi al borde de lmite(vv. 10-14), y, a partir de esta cspide, salta el salmista,en una transicin bastante brusca, a la paz ms profunda y definitiva (vv. 15-24), de tal manera que no parecela misma persona en las distintas situaciones, como sihubiera habido un desdoblamiento de personalidad.* * *

    En los cinco primeros versculos vemos al salmistabastante tenso, inseguro, aprensivo. La razn de este estado de nimo es la siguiente: el salmista est encerradoen s mismo. Si bien es verdad que dirige a Dios algunasmiradas furtivas, fugaces, el centro de atencin, y hastade obsesin, es l mismo y su situacin.Por eso, sentimos que en estos versculos la tensin yla inseguridad avanzan en un crescendo incesante: que

    yo no quede defraudad o, ponme a salvo, ven aprisa a liberarme; por el amor de t nombre, dirgeme, guame,scame de la red que me han tendido (vv. 2-5).Es el hombre literalmente atrapado en sus propias redes. En-si-mismado. Y este ensimismamiento es unacrcel, una prisin; el salmista est preso de s mismo; yen un calabozo no hay sino sombras y fantasmas. Poreso vemos al salmista asustado.Una fantasa encerrada y asustada ve sombras por todas partes, percibe como reales las cosas inexistentes, olos hechos reales los reviste de dimensiones desmesuradas; todo queda magnificado por el miedo. Todo esto esmucho ms notorio en los vv. 10-14.Esta es la situacin de las personas que tienen tendencias subjetivas, como obsesiones, complejos de inferio

    ridad, manas persecutorias, inclinaciones pesimistas...Estos sujetos, que no son pocos, no viven, sino agonizan: viven entre suposiciones, presuposiciones, interpretaciones, obsesiones, hijas todas ellas del en-si-mis-mamiento: fulano no me escribe, qu le habrn dichode m?; aquella amiga no me ha mirado, por qu ser?;aqu ya nadie me quiere, estn pensando mal de m, etc.Cmo sufre la gente, y tan sin motivo! La explicacinde fondo, repetimos, es que estas personas estn encerradas en s mismas como en una prisin.Cuando el hombre se encuentra consigo mismo, en smismo, se siente tan inseguro, tan precario y tan infelizque es difcil evitar el asalto de miedo, el cual, a su vez,engendra los fantasmas.

    * * *En el versculo 6, el salmista despierta, gran verbo deliberacin! Toma conciencia de su situacin de encierro,y sale otro verbo de liberacin! Toda liberacin essiempre una salida. El salmista se suelta de s mismo

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    estaba preso de s y salta a otra rbita , a un T.A tus manos encomiendo mi espr i tu (v. 6) . Y, a l colocarse en ese otro mundo, en ese otro espacio,como por ar te de magia se derrumban los muros de lacrcel, se ensanchan los horizontes y desaparecen lassombras. Amaneci la l iber tad.T, el Dios leal, me librars (v. 6). Me librars, dequ? De los enemigos. Qu enemigos? De aquellos quefundamentalmente eran hijos del miedo. Y, auncuando antes hubieran sido objetivos, e l mal del enemigo es el miedo del enemigo, o mejor, es el miedo el queconstituye y declara como enemigos a las cosas adversas. Pero, a l s i tuarse e l hombre en el espacio divino,al experimentar a Dios como roca y fuerza, se esfuma elmiedo y, como consecuencia , desaparecen los enemigos.He ah el itinerario de la libertad.

    Yo confo en el Seor (v. 7). Confiar, preciosoverbo! En todo acto de confianza hay un salir de s mism o , un soltar tensiones y un entregar al otro las llavesde la propia casa, como quien extiende un cheque enblanco. En un salto ms audaz, la l iber tad se encaramasobre un pinculo mucho ms elevado: tu miser icordia, expresin entraable , s innimo en el Antiguo Testamento de lealtad, gracia, amor (ms exactamente, presencia amante), es mi gozo y mi alegra (v. 8). No solamente a los fantasmas se los llev el viento y a losmiedos se los trag la tierra, sino que el salmista se baaen el ocano de la Bienaventuranza: paz, alegra, seguridad, casi jbilo.Y, para colmo de tanta dicha, en los siguientes versculos viene a decir: cuando las aguas ya me llegaban alcuello y senta que me ahogaba, t me mirabas a tenta ysolc itamente , revoloteando sobre m como el guila

    madre; no has permitido que las sombras me devoraranni me alcanzaran las manos de mis enemigos, sino que,

    por e l contrar io, has colocado mis pies en un c a m i n oanchuroso, i luminado por la l iber tad (vv. 8-9) .* * *

    As estaba sintindose el salmista , cuando, sbitamente , en un descuido, se desprende de Dios y, en unmovim iento de repliegue, se encierra de nuevo en s mismo y, de nuevo era inevitable, vuelven las sombras,y un enjambre de espectros con ellas. Realmente es difcil sintetizar, en tan pocos versculos (vv. 10-14), tanespeluznante d escr ipcin: los enemigos se burlan, los vecinos se ren de l, los conocidos evitan cruzarse en sucamino (v. 12) , se le deja olvidado como a un muerto,se le desecha como a un trasto viejo (v. 13), todos hablan en su contra , todo le da miedo, conjuran contra l ,traman quitarle la vida (v. 14).Puros fantasmas y engendros subjetivos, f ruto de larecada en el ensimism amiento . El salmista est viviendoescenas de horror , lo mismo que en una pesadil la nocturna: una persona, en el pr imer sueo, protagoniza unepisodio tan horr ible que despier ta con taquicardia , ycon todos los sntomas de haber l ibrado una batalla demuerte . Despier ta , y. . . qu alivio! , todo fue un sueo!En estos versculos, el salmista est realmente dormidoen la mazmorra de un ensimismamiento, enclaustrado,

    perseguido por las sombras, girando en torno a a lucinantes espectros. Al despertar (v. 15) , comprobar lamendacidad de ta les aprensiones.Quisiera resalta aqu otra leccin de vida: cmo seexplica esta recada? Acababa el salmista de hacer unamagnfica descripcin de su liberacin: se senta libre,seguro, gozoso. Y ahora, de nuevo esta tempestad tanrepentina. Tal es la condicin humana.Hay personas que son especialmente versti les e inestables. Pero, aqu, no nos refer imos expresamente aellas. Los estados de nimo, aun de personas normal-

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    mente estables, son oscilantes, suben y bajan, no deotra manera que las alteraciones atmosfricas: ahora lapersona est inquieta; horas ms tarde, despreocupada;al medioda, vacilante, al anochecer, resuelta... Hay quecomenzar por aceptar con paz esta condicin oscilantede la naturaleza, sin asustarse ni alarmarse. La estabilidad, el poder total, la libertad completa vienen llegandodespus de mil combates y mil heridas, despus de muchas cadas y recadas.

    * * *Como dijimos, la nueva y deplorable situacin delsalmista se debe a la nueva encerrona en el presidio de smismo. Necesita salvarse de s mismo para poder salvarse de sus enemigos. Y esta liberacin ser fruto, una vezms, de un acto de fe, que es una salida, o, si se quiere,

    de un acto de adoracin, que es siempre el gran xodo.En efecto, con la conjuncin adversativa pero el salmista sale y, en un salto acrobtico, se arroja en el senode Dios, como diciendo: todos estn en contra de m,pero yo confo en ti, Seor; yo te digo: t eres miDios (v. 15). Increble! Con este acto de adoracin, ycon el consiguiente olvido de s mismo, caen los murosopresores, se dilatan los horizontes, la luz inunda los espacios, nace de nuevo la libertad, esta vez definitivamente, y vuelve a brillar la alegra.Al sumergirse en el mar de Dios, el salmista participade su misma solidez y seguridad. En adelante, hasta elversculo final, tendr buen cuidado de no volversesobre s mismo, porque ya sabe por experiencia que ahest la raz de sus ms ntimas desventuras; sabe tambin que mientras mantenga su atencin fija en los ojosdel Seor, no retornarn los sobresaltos, y el miedo novolver a rondar su morada.

    El liberador es Dios, pero la liberacin no se consumar mgicamente. Mientras el hombre se mantenga

    centrado en s mismo, encerrado en los muros del egosmo, ser vctima fatal de sus propios enredos y obsesiones, y no habr liberacin posible. El problema consistesiempre en confiar, en depositar en sus manos las inquietudes, y en descargar las tensiones en su corazn.Efectivamente, el salmista reclina la cabeza en el regazo del Padre, coloca en sus manos las tareas y los azares (v. 16), como quien extiende un cheque en blanco.La libertad profunda, esa libertad tejida de alegra yseguridad, consiste en que brille tu rostro sobre tu siervo (v. 17), en caminar a la luz de su rostro (Sal 89),en experimentar que Dios es mi Dios. Entonces, las angustias se las lleva el viento, y los enemigos rinden susarmas por el poder de su misericordia (v. 17), ya quelos enemigos se albergan en el corazn del hombre: entanto son enemigos en cuanto se los teme; y el temor tiene su asiento en el interior del hombre, pero el Seornos libra del temor.

    * * *Y cuando desaparece el temor, los malvados bajanmudos al abismo (v. 18). Quines eran esos malvados? Ahora se sabe: viento y nada. En qu quedaronsus amenazas e insolencias? En un sonido de flautas.Qu fue de los labios mentirosos? Quedaron enmudecidos (v. 19).A medianoche, la tierra est cubierta de tinieblas.Llega la alborada y desaparecen las tinieblas. Dnde seocultaron? En ninguna parte. Al salir el sol, se descubri que las tinieblas no eran tales, sino vaco y mentira. No de otro modo, al brillar el sol en los abismos delhom bre, se comprueba que el miedo y sus hijos naturales no eran sino entes subjetivos, carentes de funda

    mento real. El Seor nos ha librado verdaderamente denuestros enemigos.

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    Los versculos 20-23 describen admirablemente, y aunanalticamente, y con una inspiracin de real jerarqua,esta gesta de liberacin. Vienen a decir que no faltarnlas conjuras humanas, las flechas envenenadas, las lenguas viperinas (v. 21). Pero a los que a ti se acogen(v. 20) los escondes en el asilo de tu presencia (v. 21).Expresin altamente preciosa, y analticamente precisa.Quiero decir que, para quienes se dejan envolver vivamente por la presencia divina, esa presencia se transformar en refugio y abrigo (un abrigo anti-balas); paraquienes se acogen a El, Dios ser una presencia inmuni-zadora. Llovern las flechas, pero se estrellarn contrael abrigo de quien ha confiado, y ni siquiera rozarn supiel: est inmunizado por la Presencia envolvente; Diosmismo es quien lo envuelve y lo cubre, hacindolo insensible a los dardos. El Padre no evitar que los miserables comploten y disparen sus flechas, pero tampocopermitir que quien se acoge a El sea herido. Por eso,el salmista ya no se inquieta ms, porque est refugiadoen Dios como en una ciudadela impenetrable (v. 23).

    * * *En los versculos finales, el salmista avanza jubilosamente, de victoria en victoria, hasta clavar en la cumbrems prominente este enorme grito de esperanza: Sed

    fuertes y valientes los que esperis en el Seor (v. 25).Los que se saltaron sus estrechos mrgenes y abandonaron sus oscuras concavidades, y, en alas de la fe, remontaron el vuelo hacia los espacios abiertos deDios, y confiando en El, le entregaron las llaves de suspropias moradas, todos stos participarn de la libertad, fortaleza y audacia de Dios.

    IIIEn espritu y verdadSalmo 63

    Hacia el interiorVida extraa la suya! Sus primeros aos habantranscurrido en el dorado esplendor de los trono s. Fugitivo en el pas de Madin, Moiss viva cuidando el re

    bao de su suegro. Un buen da sali de casa con el propsito de hacer un largo trayecto y, conduciendo el rebao, se intern profundamente en las ridas tierras,hasta rebasar por completo el desierto del Sur; al cabode varias jornadas, lleg hasta el Horeb, la montaade Dios (Ex 3,1).Un buen da, a la amanecida, observ en la falda delmonte un extrao fenmeno: desde el interior de la zarza se levantaba una llama crepitante y viva, peroja zarza

    no se consuma. Intrigado, se dijo: Voy a ver qu rarofenmeno es este que estn viendo mis ojos. Y, con cautela y curiosidad, se aproxim al arbusto. De pronto,escuch una voz que surga desde el seno de la zarza:Moiss, no te acerques; qutate las sandalias, porque ellugar que pisas es sagrado. Y Moiss se cubri el rostro, porque tema ver a Dios (Ex 3,6).Aqu se inicia la marcha del hombre hacia las regiones interiores: es el primer episodio, en este sentido,

    que nos presenta la Biblia, la puerta de acceso, el umbral del misterio.i i

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    En las etapas anteriores, en sus relaciones con Dios, omejor con la Divinidad, se haba mantenido a nivel der itos, ubicando la divinidad en lugares determinados:rboles, alturas o altares. Con Moiss se inicia la peregrinacin hacia el nico lugar donde se encuentra elDios vivo y verdadero: dentro. Y fuera: ms all de losritos, de los lugares (recurdese el dilogo de Jess conla Samaritana: Jn 4,21), de las palabras e, incluso, delos conceptos.

    * * *Permtasenos ale jarnos por un momento, haciendoun rodeo por otras la t i tudes, para , de nuevo, volver a lpunto de par tida pref i jado.Antes que en Betel, Silo o Sin, hay dos lugares enlos que el hombre de la Biblia ve resplandecer la actividad creadora y la presencia liberadora de Dios: el universo y la historia.Para el salmista, la creacin es una teofana multicolor , un sacramento reverberante grvido de presencia, majestad y poder divinos. Los salmos son, en suconjunto, como una jubilosa danza en que los r osaplauden, e l mar ruge y se estremecen las montaas(Sal 98). Dios se hace patente al hombre por medio designos palpables: nubes, vientos, c igeas, r os, montes,campos, cedros, ganado; e l viento es su mensajero, e lfuego llameante su lugarteniente (Sal 107). En fin, lavida universal es un inmenso aliento de Dios.Dios af ianza los montes, controla la bravura del mar ,a las puertas de la aurora y del ocaso hinche de jbilo alas gentes, riega la tierra reseca, prepara los trigales; porla accin divina, las colinas se orlan de alegra, las praderas se cubren de rebaos y los valles se visten de mie-ses (Sal 65); suelta a los vientos de sus madrigueras, conlos relmpagos desata la lluvia (Sal 134).

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    La tierra entera est grvida de Dios. Cada criatura esun vivo retrato del Invisible, un eco multiplicado deaquel que es el Gran Silencioso. En la redondez del universo, su nombre resuena y resplandece a la vista de loshombres, que aclaman y cantan su glor ia .* * *

    Pero es en la travesa de la historia donde Dios es, sobre todo , para e l hom bre el verdadero compaero de ruta ; segn las circunstancias, hace las veces de esposo,amigo, padre.. . Se compadece, se irrita, se arrepientesegn los casos. Deja caer al hombre en la trampa, paraque aprenda, pero en seguida le tiende la mano para levanta r lo .Iniciada la gesta all lejos, en Ur de Caldea, fueroncaminando codo con codo Dios y Abraham, en direc

    cin de una patr ia slo vislumbrada como un sueolejano.Un da lleg a odos del Seor el clamor de suPueblo, que gema bajo la fusta de los faraones; su corazn se conmovi, y decidi descender a las orillas delNilo para organizar una estrategia de liberacin y sacara su pueblo de las garras de los opresores. Fue unaproeza admirable: sembrando la t ierra de portentos,hendiendo por la mitad el mar , haciendo brotar aguafresca de las rocas, alimentndolos en el corazn del desierto, los cond ujo h asta la orilla del Jo rd n , fronterade la patr ia prometida.Los organiz para la travesa del ro, y los acompahaciendo que se detuvieran las aguas que venan desdearriba, a la altura de Jeric. La instalacin en la tierrade Canan no fue una ocupacin pacfica, sino una conquista sangrienta , cuajada de derrotas y desconcier tos,as como de rivalidades entre las mismas tribus, teniendoque infundirles ms de una vez coraje y aliento. A lolargo de varios siglos se fue consolidando el rgimen

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    monrquico y las instituciones polticas, bajo la atenta

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    mirada del Seor.Les envi caudillos, jueces, reyes, profetas. La relacin del Pueblo con Dios, relacin sellada con mltiplesalianzas, se asemejaba a la vida de un matrimonio, malavenido a veces, unido otras, con pocas de infidelidades y reconciliaciones.La Biblia repite, con una monotona conmovedora,que Dios mantuvo una absoluta fidelidad a su alianza alo largo de todo este trayecto. Dios am, fue leal, porque asisti al Pueblo en los das claros como en los dasoscuros. Y, por medio de esta actuacin, y esta solicitud, el Pueblo comprob que su Dios exista y sepreocupaba de l.

    * * *Pero no bastaba: en los caminos que conducen haciael interior no existen mrgenes ni meta final. Ningncaudillo altern con Dios con tanta proximidad e inmediatez como Moiss. Nadie habl con El con tanta frecuencia y profundidad , ni con tanta familiaridad. Y nadie sabe qu y cmo sucedi entre Moiss y Dios en lasoledad de la nube, en lo ms alto del Sina, durantecuarenta das.Pero no bastaba tampoco para Moiss, y menos para

    Moiss!; porque haba nacido con una ardiente sed, unanotable potencia mstica, cosa que, siendo gracia, setrae o no se trae en la constitucin gentica. Y Moiss latraa, y muy considerable.Moiss y nosotros, por aquel impulso de profundidad, impronta y gracia de Dios, suspira y aspira porAquel que es el Centro de Gravedad, para poder ajustarse all, y descansar. Cada intento de oracin verdadera es un intento de posesin.Moiss y nosotros, en cada acto de oracin,

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    cuando tiene la percepcin y seguridad de que Dios estal alcance de la mano, comprueba que El se desvanececomo un sueo, y se convierte en ausencia y silencio.Estamos en la noche de la fe, y la vida de fe es un caminar en ausencia y silencio. Sabemos que a la palabraDios corresponde una sustancia, un contenido infinito.Pero mientras permanezcamos en el camino, nunca tendremos la evidencia de poseerlo vitalmente, de dominarlo intelectualmente.Entre tanto, Dios se nos da con cuentagotas: slounos detalles, unos vestigios. El mismo permanece oculto , distante: estamos en la noche de la fe. Podemosapagar la sed en las aguas frescas del torrente, pero elorigen de las mismas est all arriba, en el glaciar de lasnieves eternas.

    Y el hombre de Dios no se conforma con partculasde Dios, busca a Dios mismo: no se conforma con lasaguas frescas que descienden danzando, para apagar sused; aspira por el Glaciar mismo, como en los versos deSan Juan de la Cruz:Descubre tu presencia,y mteme tu vista y hermosura;mira que la dolenciade amor, que no se curasino con la presencia y la figura.

    * * *Moiss, pues, camarada de Dios, y lugartenientesuyo, un buen da tom la Tienda y la plant a ciertadistancia, fuera del campamento. Era una especie de lu gar de consulta, de tal manera que cuando el puebloquera saber los designios de Dios sobre algn punto,sala del campamento hacia la Tienda de la Reunin.Una vez que Moiss entraba en la tienda, bajaba unacolumna de nube que se instalaba a la puerta de la Tien-

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    da, y a ll permaneca todo el t iempo que conversaban

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    Moiss y Dios, mientras e l Pueblo esperaba, postradoen t ierra .Despus de un largo tira y afloja, entrados los dos,Moiss y Dios, en un clima de franca confianza (Ex33,11-17) , en que mutuamente se reprochan, regatean,reclaman y se prom eten, sbitam ente , M oiss dio pasoa un anhelo profundo, largo t iempo retenido en si lencio en su interior: Por favor, djame ver tu Gloria(Ex 33,18) . El seor respondi: Yo har pasar anteti toda mi bondad. . . , pero mi rostro no podrs ver lo,porque ningn mortal puede ver lo y seguir viviendo(Ex 33,20).

    El mister io queda desvelado. Mientras dure la peregrinacin de la fe , nos tendremos que conformar convestigios fugaces, destellos furtivos, penumbras, sombras, comparaciones, analogas, las espaldas de Dios(Ex 33,23); como el sol , que al a travesar una tupidaenramada ya no es propiamente e l sol , s ino una luminosidad tamizada y dispersa . Contemplar cara a cara sur os t r o , poseer inconfundiblemente la Sustancia inalienable e ineludible , dominar a Dios mismo posesiva e in-telectualmente no es posible en los das de la peregrinac in .* * *

    Y as, el salmista y nosotros vive y arde (y se expresa) frecuentemente en la tpica contradiccin vital dequien ha probado el aperit ivo y lo dejan sin e l banquete ,caminando en la tensa cuerda del ya s y todava no: laespalda, s, pero el Rostro, no; vestigios, s; pero ElMismo, n o .

    Sed de DiosEste es el clima interior de algunos salmos. Concretamente , la tesitura general del salmo 63.El salmista entra impetuosamente. I r rumpe en el escenario con una fuerza vehemente: Oh, Dios, T eresmi Dios, por t i madrugo; mi a lma est sedienta de t i ; mi

    carne tiene ansia de ti, como tierra reseca, agostada, sina gua .Es difcil encontrar figuras poticas que expresen demanera tan grf ica y potente lo que el salmista entiendec om o sed de Dios. Pareciera que estuviramos ante unased fisiolgica o animal, simbolizada en esos terrenosbaldos que, durante e l verano, son de ta l manera afectados por la sequa que se abren en ellos por todas partes gr ie tas profundas, como bocas sedientas reclamando

    ardientemente la l luvia .Otro salmo, para descr ibir e l mismo fenmeno, acudea la comparacin de los ciervos que, luego de recorrerabruptas montaas y encaramarse en los r iscos ms altos , descienden ver tiginosamente a las quebradas y losvalles, devorados por la sed, en busca de las frescascorrientes de agua (Sal 42).Esta sed corresponde a una sensacin general, de carcter afectivo, cuajada de nostalgia , anhelo, a tracciny seduccin (Jer 20,7). Es, dice San Agustn, como unaflecha disparada hacia un universo seductor . En todocaso, se tra ta de un dinamismo de profundidad, siempreinquieto y siempre inquietante , de un perpetuo movimiento interior que busca su centro de gravedad en elque poder a justarse , equil ibrarse y descansar .El hombre es un pozo inf inito, cavado segn una medida infinita; por eso, infinitos finitos nunca podrncolmarlo, sino tan slo un Inf inito.Criatura singular el hombre, que lleva reflejada en

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    lo ms profundo de sus aguas la imagen de un Dios!Y, por esta impronta eterna, somos, inevitablemente,buscadores instintivos del Eterno, caminantes que, en unmovimiento de re torno, navegamos ro arriba en buscade la Fuente Primordial. En suma, peregrinos de loAbsolu to!Esta sed, o esta sensibilidad divina, en muchas perso

    nas es invencible; en otras, fuerte, y en otras, dbil, deacuerdo con el don recibido. Hay tambin quienes no larecibieron en ningn grado. Otros muchos la dejaron atrofiarse por falta de cuidado y atencin, o se lesacab extinguiendo y ste es el caso ms comn enel remolino de la desventura humana.* * *

    En el fondo, el salmo 63 es una radiografa antropolgica en la que queda al descubierto la estructura trascendente y fundamental del corazn humano.

    Y as se explica el hecho siguiente: ciertos fenmenostrgicos del alma humana no son otra cosa sino la otracara de la sed de Dios. La insatisfaccin humana, entoda su grandeza y amplitud, el tedio de la vida, ese nosaber para qu est uno en el mundo, la sensacin devaco, el desencanto general. . . , no son otra cosa que laotra cara del Infinito.En el pr incipio, Dios deposit en el suelo humanouna semilla de s mismo: lo cre a su medida, segn supropia estructura, le hizo por El y para El. Cuand o elcorazn humano intente centrarse en las cr ia turas, cuyas medidas no le corresponden, el hombre entero sesentir desajustado y sus huesos crujirn. Y, como diceSan Agustn, el hombre se sentir entonces desasosegado e inquieto, hasta afirmarse finalmente y descansar enDios. Tiene, pues, este salmo un profundo alcance an

    tropolgico.48

    El verdadero santuarioCmo te contemplaba en el santuar io, viendo tufuerza y tu gloria! Cul es ese santuario? Dejandoaparte, por obvia, la referencia literal y directa al templo salomnico, en el monte Sin, permtasenos insinuar otros a lcances.Se levanta la maana. Todo en torno es color, vida ygloria. A poca sensibilidad que se tenga, el creyente nopodr menos de sentir que la rueda de los horizontesabiertos es un santuario vivo donde resplandece la vivificante actividad del Seor.Un grupo humano, una comunidad, una familia pueden ser, y de hecho lo son, verdaderos santuarios dondeDios habita con mucho agrado: su presenciaos a ll como el resplandor rojizo de un fogn: caldea e ilumina.

    Ah, en ese clido recinto, todos los dones son comochispas desprendidas del fuego divino: el encanto deuna persona no es sino un destello del encanto de Dios;la servicialidad de otra no es sino un reflejo de la servi-cialidad del Seor. Y as, las personas y los grupos sonsantuarios, pequeas teofanas que reverberan la fuerzay el calor de Dios.Todo esto, sin embargo, se nos puede esfumar comopompas de jabn, envuelto en equvocos. Aquello deque el mundo es un sacramento de Dios, y otras expresiones similares, se nos podran reducir, si no estamosmuy atentos, a una bella literatura o, a lo sumo, a unashermosas teor as.

    * * *Supongamos que un corazn est muerto para Dios.Esa persona har la travesa del mundo y transitar entre las cr ia turas como ciego, sordo y mudo. Para l ,Dios no resplandecer en ningn horizonte , en ningunaplanicie, no hablar ni brillar en ningn lugar. Si Cris-

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    Pero, en realidad, no era ni siquiera as. Era Francis

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    to est vivo y vibrante en mi corazn, yo proyectar laimagen viva del Seor sobre el ms desagradable de losintegrantes de mi comunidad, y l se tornar agradablepara m porque lo he revestido de la figura del Seor.Pero si Cristo est ausente de mi corazn, ese hermanode mi comunidad slo ser para m una persona antiptica e insoportable, y nada ms.No es que las criaturas estn mgicamente revestidasde una luz divina. Somos nosotros los que las revestimos con esa luz. Cuando el corazn es luz, todo es luminoso en torno. Una vez ms, llegamos a la conclusinde que el verdadero santuario es siempre, y nicamente,el corazn del hombre.Cunta razn tena el Maestro y nunca se insistirlo suficiente en este sentido cuando, hablando a la sa-maritana, le deca que el verdadero templo de la adora

    cin no est ni en el monte Garizim, ni en el monteSin, sino en otro lugar, que no es un lugar, que estdentro, el templo hecho de espritu y verdad.No es exacto decir que las criaturas despertaban aDios en Francisco de Ass, que ellas le hablaban deDios. Toda esa literatura, el hermano sol, las hermanasestrellas, etc., podra convertirse en un ambiguo juegode palabras, sin realismo ni concretez.Lo cierto es que F rancisco de Ass, antes de ser el san

    to de las criaturas, fue el hombre de las cavernas. Paraconvencerse de esto, basta asomarse a los bigrafos primitivos; aun hoy da, los lugares verdaderamente sagrados del franciscanismo estn en las altas montaas.Cuando Francisco quera estar verdadera y vivamentecon el Seor, aban donaba a sus hermanas criaturas y sesumerga en las oscuras grutas, donde apenas penetrabaun rayo de luz; all permaneca horas y das, semanas ymeses enteros. Y de all emerga con el corazn rebo san

    te de Dios; y entonces, s, todas las criaturas le hablaban de El.

    co el que difunda por todas partes a aquel Dios vivoque traa en su corazn; era l quien revesta de Dios alas criaturas. Sus ojos estaban poblados de Dios, y obviamente, todo cuanto miraban aquellos ojos aparecarevestido de Dios. Todo le hablaba de Dios, porque sucorazn estaba habitado y su pensamiento ocupado porDios.

    Vida, banquete y fiestaTu gracia vale ms que la vida. Qu es la vida?Existir es una cosa, se dice, y vivir, otra. Se puede existir y ser o sentirse infeliz; vivir, en cambio, implica, dealguna manera y en algn grado, sentirse feliz.Dejando de lado consideraciones abstractas, llamamos vida, en el lenguaje corriente, a un conjunto de cosas agradables (salud, prestigio, amistad...) que hacenque una existencia resulte placentera.Hay unas cuantas palabras en la Biblia que encierranidntico contenido: gracia, amor, misericordia, lealtad:es Dios mismo, es cuanto ama, cuida, protege. Puesbien, el salmista, seguramente haciendo referencia a unaexperiencia personal, viene a decir, en este versculocuarto, que, a poco que el hombre experimente el amordel Padre y a poco que guste de su presencia, puede encontrar en esa experiencia ms dulzura y riqueza que entodas las satisfacciones de la vida.La vida, naturalmente, ofrece alegras, pero ellas sonefmeras y precarias. Una persona se siente feliz en unmomento determinado y, a la media hora, al salir a lacalle, recuerda aquel desdichado asunto, y, de pronto,su cielo se cubre de tristeza. Otra persona amanecitranquila y contenta; pero, a media maana, recibe unacarta con malas noticias, y su alma se puebla de preocu-

    pacin y ansiedad. Y as se podran multiplicar los ejem pero que slo una es necesaria: toda mi vida te ben

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    plos. Todo es tan efmero!Despus de completar tiempos, de cruzar en muchasdirecciones los viejos caminos, y de llenar los archivospropios de recuerdos dormidos, el hombre, por s mismo, y en virtud de ese precipitado que deja la vida, yque llamamos sabidura, llega a la conclusin definitivade que la verdadera fuente de paz y alegra, de seguridad y libertad es Dios, slo Dios: tu gracia vale ms quela vida.* * *

    El salmista encontr el tesoro, y asegur su libertad.Dios, un Dios posedo por la fe en el corazn, es comouna carga de profundidad que le hace estallar al salmista en un arranque de jbilo: Te alabarn mis labios;toda mi vida te bendecir, y alzar las manos invocndote.A esto lo llamamos adorar. Muchas tareas esperan yreclaman a los herman os: atender a los pobres es la primera opcin y la primera urgencia; encender la antorcha del Evangelio en la noche de una sociedad sin fe;poner en marcha las instituciones y las obras de cadaCongregacin, para el servicio de la Iglesia... Hay tantas necesidades, y todo es importante.Pero, por encima de todas las urgencias, el salmistalevanta en alto la antorcha suprema de todo creyente y,sobre todo, de los consagrados: la absoluta primaca deDios: buscar primero el Reino; absolutizar al que es elAbsoluto, y relativizar loque es relativo; situar cada valor en el lugar que le corresponde; dar a Dios lo que esde Dios; buscar un punto de apoyo, un centro de gravedad que ponga orden y equilibrio en todo lo que somosy hacemos; saber que son muchas las cosas importantes,

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    decir, y alzar mis manos invocndote.

    Y, en medio de un brillante despliegue de metforas,el salmista nos entrega un precioso ramillete de versculos (vv. 6-10).Por de pronto, vemos que el salmista est viviendo unfuerte momento de presencia divina; se halla como enun medioda, y sin poder contenerse da rienda suelta(cmo lo llamaramos, sensaciones?) vivencias, y tratade expresarlas con un lenguaje literario. Si toda experiencia nace y muere con uno (es intransferible), qudiramos de esa experiencia, la divina, que se consumaen el nivel ltimo de la interioridad? No obstante, el salmista consigue comunicarnos de alguna manera lo quepasa en su interior, y con gran xito desde el punto devista literario y analtico.Al decir, de verdad, T eres mi Dios, la primerapalabra que le viene a la mente al salmista para expresarlo que est viviendo, es la palabra banquete. Tenemosen nuestro idioma otro trmino an ms expresivo: festn, que envuelve la idea de un banquete ms copioso yexquisito, con mucha alegra, cantos y danzas.Es interesante destacar el hecho de que, junto al concepto de festn, encontramos invariablemente en los salmos el verbo saciarse. De nuevo nos hallamos en el reaantropolgica: Dios, y slo Dios, es capaz de saciarcompletamente el hambre de trascendencia. Y no podaser menos: habiendo sido la estructura humana diseada a la medida de la divina, era lgico y normal pensar que slo Dios podra llenar de equilibrio y alegraese mundo interior, inefable y vastsimo, insaciablefrente a todos los manjares humanos. El salmista podradecir: T eres mi saciedad.

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    En este sentido, el salmista nos entrega, aqu y all, Por eso, el salmista invita, casi desafa, a comprobar

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    expresiones sublimes, verdaderas joyas de oro, que yoaconsejara a las personas que llevan en serio la amistadcon Dios aprenderlas de memoria para repetirlas frecuentemente; son expresiones inagotbles en resonanciasy vida.Pero, T, Seor, has puesto en mi coraznms alegra que si abundara en trigo y en vino(Sal 4,8)

    Huelga cualquier comentar io. Todos y cualesquieratrigos y vinos, que simbolizan las emociones y satisfacciones de la tierra, son nada en comparacin de laalegra y saciedad que T has puesto en mis entraas.Pero la sinfona a lcanza la a ltura ms encumbrada,en cuanto a belleza e inspiracin, cuando dice:

    Me saciars de gozo en tu presencia,de alegra perpetua a tu derecha(Sal 16,11)

    Es imposible decir con ms precisin y hermosura.Entran en la danza, sincronizadamente, la Presencia(Dios mismo), la saciedad y la alegra, esta vez definitivas.Hay tambin otro verso bellsimo, en el mismo sentido: Al despertar, me saciar de tu semblante (Sal17,15). Se advierte en estas palabras una experienciainefable del hombre que, a l despertar por la maana, enlugar de ser asaltado y vencido por los recuerdos tristeso por preocupaciones obsesivas, se siente invadido porel recuerdo vivo del Seor, cuya presencia (semblante) leinunda de seguridad y alegra para abordar animosamente el quehacer del nuevo da.

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    lo , a saborear cuan suave (podramos decir : cuan delicioso, siempre en referencia a los manjares) es el Seor(Sal 34,9).Pero aqu est la cuestin: a aquel cuyo corazn esthabitado por los dioses de la tierra, estas sublimidadesle van a sonar a irona o, en el mejor de los casos, amisticismo ridculo y, por supuesto, alienante. Expresiones que, de entrada, no dejan de ser mecanismos de defensa.Y ah tocamos la raz del problema. Las cosas devida, si se miran intelectualmente, resultan insoportables, por lo exageradas. Las cosas de vida, slo vivindolas, se entienden y se saben. Ya deca San Franciscoque slo se sabe aquello que se vive. Las cosas de vidaslo comienzan a entenderse en cuanto se comienzan avivir. Y yo podra agregar algo ms: las cosas de vida,analizadas intelectualmente , pueden reducirse a un mo ntn de palabras, y nada msfDios no es una abstraccin mental, es cosa de vida, esuna persona, y a una persona no se la conoce reducindola a un conjunto de ideas lgicas, sino tratndola.Una cosa es la idea de Dios, y otra Dios mismo. U nacosa es la idea (frmula qumica) del vino, y otra cosa elvino mismo. Nadie se embriaga con la palabra vino,

    ni con su frmula qumica. Una cosa es la palabra fuego, y otra el fuego mismo. Nadie se abrasa con la palabra fuego. Nadie se sacia con la consabida frmuladel agua: H2O. Hay que bebera.Dios es el agua fresca, el vino ardiente, pero hay quebeberlo. Quienes no lo prueben, no pueden ser catadores de ese Vino, no saben nada de ese Vino, porque nolo han saboreado. Por eso, el salmista invita, desafa, asaborear al Seor .Cuando el hombre experimenta que Dios es mi

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    Dios, que el Padre es mi Padre, cuando ha entrado IV

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    en una relacin personal con El, y sabe que, noche yda , est a sus puertas, lo acompaa como una madresolcita y vela su sueflo, lo inspira por dentro y lo sientecomo fuerza, alegra y libertad, entonces las palabrasdel salmista no slo no resultan exageradas, sino cortas.Dios es para ser vivido; y es entonces cuando setransforma en una for ta leza invulnerable para e l combate de la liberacin.

    * * *Y es as como, lleno de ternura, sigue explayndose elsalmista: En el lecho me acuerdo de Ti, y velando medito en Ti. Un hombre as jams ser acosado por e lmiedo. Avanzar noche adentro, y nunca le rondarnlos fantasmas; y mientras trabaja , y camina y se re laciona con los dems, la seguridad y la alegra le acompaarn como dos ngeles tutelares, porque T estsconmigo.Para significar este estado interior de liberacin, salede la boca del salmista uno de los versos ms esplndidos: A la sombra de tus a las canto con jbilo. Jubilo:la palabra ms alta entre los sinnimos de alegra . Canto: cuando espontneo, es siempre una va de escape;cuando alguien desborda de gozo, necesita esta llar , y e lcanto es un estallido. Ala: en la Biblia, es frecuentemente smbolo del poder protector de Dios. Sombra: en unatarde calurosa de esto, el regalo ms apetecible.Jntense ahora las cuatro palabras y nos encontraremos con que el salmista consigue la hazaa de describir lo indescriptible en un solo y corto verso; y nos encontramos con un panorama humano envid iable : unhombre precedido por la seguridad, seguido por la paz,custodiado por la l iber tad y respirando alegra por todos sus poros. Quin impedir que un hombre as seapara todos amor y salvacin?

    La libertad gloriosaSalmo 27 (26)

    El salmo 27 se encuentra en las mismas armnicasque aquella gran meloda que viene resonando desde lasprimeras pginas de la Biblia: no tengas miedo; yo estoycontigo. Moiss, Josu, Geden, Samuel, David, y todos los profetas, en los momentos decisivos, al experimentar el peso de su fragilidad frente a la altura de unaresponsabil idad, escucharon, en diferentes oportunidades, y en mltiples formas, estas o semejantes palabras,que les liberar on de temore s y les infun dieron coraje .

    Esta meloda adquiere , en cier tos momentos, una tensin verdaderamente conmovedora. As, por e jemplo,cuando, muerto Moiss, Josu tuvo que ponerse a l f rente del pueblo, en su marcha conquistadora hacia laTierra Prometida; sintindose (Josu) indeciso paracruzar el ro Jordn, frontera de la futura patria, el Seor le infundi aliento y esperanza con estas palabras:. . .como estuve con Moiss, estar contigo; no te dejar ni te abando nar . S valiente y f irme, porq ue t vas adar a este pueblo la posesin del pas que jur dar a suspadres. S, pues, valiente y f irme. . . No tengas miedo nite acobardes, porque tu Dios estar contigo a dondequiera que vayas (Josu, 1, 1-10).

    Estas pa labras acompaaron a Josu , como luz yenerga, durante las mil y una aflicciones que tuvo que

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    soportar en los aos en que Israel se instal en la tierra Soledad, miedo, angustia

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    de Canan, instalacin que no fue una posesin pacficade una tierra regalada, sino una conquista sangrienta enmedio de mil a trocidades.* * *Esta meloda o leit motiv la asistencia leal y amorosa de Dios adquiere una tonalidad todava ms intensa y alta en los profetas, sobre todo en Isaas: No temas , que yo te he rescatado, te he l lamado por tu nombre: "eres mo". Si pasas por las aguas, yo estoy conti-d o; si por los ros, no te anegarn. Si andas por una hoguera, no te quemars, porque yo soy tu Dios, e l Santode Israel, tu Salvador (Is 42,1-4). Numerosos textos, semejantes a ste, diseminados aqu y all, en diversosprofetas, expresan la misma conviccin.Una larga serie de salmos contiene, tambin, de forma mltiple y vigorosa, la certeza de esta asistencia liberadora de temores y angustias: salmos 23 (22); 27 (26);31 (30); 71 (70); 91 (90); 118 (117); 131 (130), y otros.En trminos generales, se podra decir que esta conviccin (acti tud?, estado de nimo?) es e l sentimientoms generalizado e insistente en los 150 salmos.De esta cer teza, re iteradamente confirmada a lo largode los siglos bblicos, deduce San Pablo una cadena dealentadoras conclusiones: Ante esto, qu diremos? SiDios est con nosotros, quin contra nosotros?. . .Quin nos separar del amor de Cristo? La tr ibulacin, la angustia, la persecucin, el hambre, la desnudez, los peligros, la espada? Estoy seguro de que, ni lavida, ni la muerte, ni los ngeles, ni los principados, nilo presente, ni lo futuro, ni las potestades, ni la altura,ni la profundidad, ni otra cr ia tura a lguna podr separarnos del amor de Dios (Rom 8,31-39).

    El salmo 27, sobre todo en su primera parte, suena enestas mismas armnicas. El salmista entra en escena,airoso y tr iunfal , lanzando desaf os en todas direcciones, con metforas cada vez ms br il lantes y audaces:El Seor es mi luz y mi salvacin,a qu ien temer?El seor es la defensa de m i vida,quin m e har temblar?...Si un ejrcito acampa contra m,mi corazn no tiembla;si me declaran la guerra,me siento tranquilo.

    Cmo llamar a esto: l iber tad, seguridad, gozo, paz,plenitud? Estar aqu e l contenido del saludo eterno deIsrael: Shalom? Es un saludo que encierra tales resonancias de vida que no hay manera de traducir lo a otrosidiomas; por e jemplo, nuestra palabra pa z no agota loscontenidos vivos de Shalom; quizs podramos expresar lo con la palabra felicidad, restndole un cierto ecoedonista que este trmino oculta .

    Pero, cul es, en el fondo, la experiencia que est viviendo el salmista? Cul es el contenido vital, la naturaleza ltima de ese sentimiento que se agita dentro delsalmo? Habr alguna manera, a lguna expresin quepueda sintetizarlo? Entiendo que s. Y podra ser sta:ausencia de miedo. Pero, esta expresin, de cuo negativo, encierra a su vez una carga de profundidad, desbordante de var ias r iquezas: seguridad, l iber tad, gozo,paz, alegra. Por sintetizarla con una expresin de signoposit ivo, hablaremos de libertad interior, entendiendo,ciertamente, por libertad interior ese cmulo de vivencias interiores recin sealadas. En todo caso, despusde todo, como veremos, no se tra ta de otra cosa que deausencia de miedo.

    Como hemos dicho, la Biblia repite invariablemente

  • 8/2/2019 24974690 Larranaga Ignacio Salmos Para La Vida

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    los mismos trminos: yo estoy contigo; no tengas miedo . Al primer golpe de vista, aparece obvio que la causaque desencadena un hecho es la presencia divina (yo soycontigo); y el hecho, el efecto producido, es la remocindel temor (no tengas miedo). Hay, pues, una relacin decausa a efecto. Esta es la explicacin radical que, segncreo, yace en el fondo del salmo 27, y en el fondo de nomenos de diez o quince salmos ms. Considero, pues,que es conveniente y provechoso hacer un anlisis y es-crudiar las entraas del fenmeno miedo, con ciertaproli j idad.

    En el fondo del fenmeno est la soledad, entendindose por soledad el hecho de sentirse solo; y esto, a suvez, equivale a sentirse desvalido, indigente , impotente ,l imitado. A todo esto lo l lamamos solitariedad. Hay doscircunstancias que dramatizan esta si tuacin o sensacin: en pr imer lugar , e l factor temperamental: hay personas que nacieron con una predisposicin especial asentirse especialmente desvalidas; y a otras, ciertosacontecimientos desdichados las dejaron con las a las recortadas, enfermas de inseguridad. Por otro lado, unaalta responsabil idad le hace sentirse a l hombre, normalmente , soli tar io, incier to, inseguro; porque, siempre, e lpeso de una responsabil idad es e l peso de una soledad.Es lo que les sucedi a Moiss, Jeremas y otros profetas.

    Y, aqu y ahora, nace el temor, como consecuencia yefecto de esa soledad desvalida. El miedo est constitu ido fundamenta lmente de incertidumbre e inseguridad. El miedo sera, pues, consustancial al hecho desentirse hombre, a partir de su radical soledad e indigencia .El miedo acompaa al hombre bajo muchas formas yvariantes, y, a veces, bajo formas disfrazadas. Su pre

    sencia, con frecuencia oculta y larvada, es constante,aunque el hombre no tenga conciencia de ello.

    Las diversas formas del miedo permanecen vivas, pero enterrad as, en las capas profundas de la subconsciencia: son fuerzas en movimiento, completamente oscuras,sin que se sepa exactamente de dnde vienen, a dnde sedirigen, y, sobre todo, a dnde nos llevan. Los factoresque desencadenan las formas y variantes del miedo soninnumerables e imprevisibles.El estado de miedo (el miedo en cuanto se ha instalado en la conciencia) puede surgir un tanto repentinamente , y apagarse pronto. Tambin puede hacerse presente paulatinamente; en este caso, sus efectos puedenser persiste ntes, y llegar a transfo rma rse en una fijacinde carcter permanente , entrando (el miedo) a formarparte consti tutiva de la personalidad, e incidiendo enmuchas de las manifestaciones de la vida.

    * * *El hecho de vivir envuelve, de alguna manera, unacierta amenaza general o peligro. Donde hay seres humanos que sienten, desean y proyectan, los peligros estarn al acecho, a la puerta . El hombre puede desearardientemente la independencia, y luchar por ella, perono puede l iberarse totalmente de las dependencias.Siempre estar inserto en algn grupo o sistema social; y,mientras esto suceda, por mucho que se esfuerce por serautnomo, siempre existirn algunas formas de dependencia,y, oculto entre sus pliegues, el eventual conflictoque , en cualquier momento, puede esta llar .

    En las entraas del miedo, frecuentemente, nace ycrece, tensa y a la defensiva, la resistencia mental, resistencia a algo, por lo general sordo y oscuro, que intuimos como posible peligro o amenaza a nuestra segur idad, amenaza que se intenta anular resist indola . Estaresistencia tiene un nombre: angustia.A menudo es difcil distinguir la frontera divisoriaentre el miedo y la angu